Servicio diario - 02 de marzo de 2018


 

Suiza: El Papa visitará el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra
Rosa Die Alcolea

Visita sorpresa del Papa a un hogar de mujeres detenidas con hijos
Rosa Die Alcolea

P. Raniero Cantalamessa: "¡Que vuestro amor no sea fingido!"
Redacción

Video del Papa: Formación en el discernimiento espiritual
Rosa Die Alcolea

México: Los Obispos recuerdan a los sacerdotes la normativa en período electoral
Redacción

Óvulos humanos a partir de tejido ovárico para preservar la fertilidad en mujeres
Redacción

Mons. Felipe Arizmendi: XVIII Taller Asamblea de Cultura Náhuatl
Felipe Arizmendi Esquivel

Santa Catalina Drexel, 3 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

02/03/2018-13:10
Rosa Die Alcolea

Suiza: El Papa visitará el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra

(ZENIT — 2 marzo 2018).- El Papa Francisco visitará el próximo 21 de junio el Consejo Mundial de las Iglesias, en Ginebra, con ocasión del 70 aniversario de su fundación.

Greg Burke, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, lo ha hecho público esta mañana, 2 de marzo de 2018.

El Consejo Mundial de las Iglesias ha realizado durante siete décadas un trabajo conjunto buscando la unidad cristiana entre los pueblos, en una organización que engloba a 349 Iglesias presentes en más de 110 países, señala 'Vatican News'.

El programa del viaje será publicado próximamente, puesto que aun no se han acordado todos los detalles de la visita.

"Se trata de una visita muy especial que reafirma estos 70 años trabajando y orando juntos por la unidad de las Iglesias, logrando avanzar en los caminos de unidad cristiana al servicio de la justicia y la paz en el mundo", ha declarado el pastor Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Mundial de las Iglesias, a Vatican News'.

 

Mismas metas cristianas

"Este encuentro es una afirmación del gran fortalecimiento de nuestras relaciones", ha indicado el pastor Fykse Tveit. "No sólo trabajamos juntos, también rezamos y caminamos juntos. Y este es el motor de toda esta visita".

A pesar de la Iglesia Católica no es miembro del Consejo Mundial de las Iglesias, trabaja de manera cercana a él, a través de diferentes organizaciones. El pastor Fykse Tveit asegura que las diferentes Iglesias "compartimos las mismas metas cristianas: Seguir a Jesucirsto hoy. No insistir en aquello que nos separa sino en lo que nos une".

 

Juan Pablo II en Suiza

San Juan Pablo II fue el último papa que viajó a Suiza, en 2004, cuando visitó Berna, poco menos de un año antes de morir. En esa ocasión celebró una misa para 70 mil personas en Allmend, en el ámbito de un encuentro nacional de jóvenes católicos. El mismo Wojtyla había ido antes, en 1984, a Lugano, informa el portal de noticias del Vaticano.

 

 

02/03/2018-18:30
Rosa Die Alcolea

Visita sorpresa del Papa a un hogar de mujeres detenidas con hijos

(ZENIT — 2 marzo 2018).- El Papa Francisco visitó hoy, a las 4 de la tarde, la 'Casa de Leda', en el barrio EUR, de Roma, acompañado por Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo para la Nueva Evangelización.

Lo hizo sin previo aviso, como suele hacer algunos viernes, dentro de la iniciativa conocida como los 'Viernes de Misericordia'.

Se trata de una residencia que hospeda un hogar protegido, para mujeres detenidas, con hijos menores. La estructura que está a cargo, desde marzo de 2017, de la cooperativa social 'Cecilia Onlus', acoge a madres detenidas por crímenes menores, a las que se les reconoce la capacidad parental, por lo que pueden proseguir su periodo de detención, con sus hijos en este hogar de acogida, informa 'Vatican News'.

Actualmente viven en este hogar cinco jóvenes mamás, entre los 25 y 30 años de edad, con sus niños. Algunas de etnia romaní, una egipcia y una italiana.

Al llegar a la residencia, el Papa fue recibido con "estupor por las mamás, por los pequeños y por el personal, que en esos momentos se encontraba de turno, en su servicio, señala el portal del Vaticano.

 

Merienda con los niños

El Papa Francisco conversó con las mamás y con las personas que prestan su servicio en el hogar y jugó con los pequeños, ofreciendo como regalo grandes huevos de pascua, que los niños recibieron con mucha alegría, invitándolo a merendar con ellos.

Al final de la visita, Francisco dejó algunos presentes a las jóvenes mamás, entre los cuales, un pergamino firmado en recuerdo de su visita. A las cinco de la tarde, emprendió su regreso a la Casa de Santa Marta, en el Vaticano, indica la plataforma Vatican News'.

Las madres, por su parte, entregarle al Papa un pequeño regalo, producto de las diversas actividades que desarrollan en el mencionado hogar. Al tiempo que le presentaron la espléndida oportunidad que se les brinda de poder crecer a sus hijos, a pesar de tantas dificultades.

 

Mamás en reinserción

En efecto, la permanencia en esta estructura permite a las mamás acompañar a sus pequeños a la escuela, así como ir a recogerlos, además de desarrollar actividades útiles para aprender a algún oficio, de cara a una reinserción en el mundo del trabajo y en la sociedad.

Este tipo de estructura es la primera en Italia y hasta el momento la única con estas características. El responsable, Doctor Lillo Di Mauro, presentó al Papa los esfuerzos cumplidos para realizar esa estructura, con la importancia de restituir a la sociedad un espacio recalificado, y, al mismo tiempo, desarrollar un proyecto de civilización y de gran humanidad.

 

 

02/03/2018-19:43
Redacción

P. Raniero Cantalamessa: "¡Que vuestro amor no sea fingido!"

(ZENIT — 2 marzo 2018).- "El ágape, o caridad cristiana, no es una de las virtudes, aunque fuera la primera; es la forma de todas las virtudes, aquella de la que dependen toda la ley y los profetas"", ha anunciado el Padre Cantalamessa.

El padre capuchino, predicador de la Casa Pontificia, ha ofrecido hoy, viernes, 2 de marzo de 2018, la segunda predicación de Cuaresma al Papa Francisco y a los sacerdotes de la Curia Romana.

El predicador ha centrado su meditación en el amor: Para captar el «sentimiento» que Pablo tiene de la caridad —ha explicado el padre capuchino— hay que partir de esa palabra inicial: «¡Que vuestro amor no sea fingido!». No es una de tantas exhortaciones, sino la matriz de la que derivan todas las demás. Contiene el secreto de la caridad.

El Apóstol —ha continuado el P. Cantalamessa— muestra cómo este «amor sincero» debe traducirse en acto en las situaciones de vida de la comunidad.

Así, ha enumerado las dos situaciones en las que el Apóstol se detiene: la primera, se refiere a las relaciones ad extra de la comunidad, es decir, con los de fuera; la segunda, las relaciones ad intra, entre los miembros de la misma comunidad.

El Padre Cantalamessa ha concluido la meditación con la exhortación final que el Apóstol dirigió a la comunidad de entonces: «Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios».

RD

A continuación ofrecemos el texto de la 2a predicación de Cuaresma del Padre Raniero Cantalamessa:

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«La caridad no tenga ficciones»

El amor cristiano

 

1. En las fuentes de la santidad cristiana

Junto con la llamada universal a la santidad, el Concilio Vaticano II ha dado también indicaciones precisas sobre qué se entiende por santidad, en qué consiste. En la Lumen gentium se lee:

«El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que El es iniciador y consumador: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mt 12,30) y a amarse mutuamente como Cristo les amó (cf. Jn 13,34; 15,12). Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron» (LG 40).

Todo esto se resume en la fórmula: «La santidad es la perfecta unión con Cristo» (LG 50). Esta visión refleja la preocupación general del Concilio de volver a las fuentes bíblicas y patrísticas, superando, también en este campo, el planteamiento escolástico dominante durante siglos. Ahora se trata de tomar conciencia de esta visión renovada de la santidad y hacerla pasar a la práctica de la Iglesia, es decir, a la predicación, a la catequesis, a la formación espiritual de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa y —¿por qué no?— también a la visión teológica en la que se inspira la praxis de la Congregación de los Santos [1].

Una de las diferencias mayores entre la visión bíblica de la santidad y la de la escolástica está en el hecho de que las virtudes no se basan tanto en la «recta razón» (la recta ratio aristotélica), cuanto en el kerigma; ser santo no significa seguir la razón (¡a menudo implica al contrario!), sino seguir a Cristo. La santidad cristiana es esencialmente cristológica: consiste en la imitación de Cristo y, en su cumbre —como dice el Concilio— en la «perfecta unión con Cristo».
La síntesis bíblica más completa y más compacta de una santidad basada en el kerigma es la trazada por san Pablo en la parte parenética de la Carta a los Romanos (cap. 12¬15). Al comienzo de ella, el Apóstol da una visión recopilatoria del camino de santificación del creyente, de su contenido esencial y de su objetivo:

«Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rom 12,1-2).

Hemos meditado la vez pasada en estos versículos. En las próximas meditaciones, partiendo de lo que sigue en el texto paulino y completándolo con lo que el Apóstol dice en otros lugares sobre el mismo tema, intentaremos poner de relieve los rasgos más destacados de la santidad, lo que hoy se llaman las «virtudes cristianas» y que el Nuevo Testamento define como los «frutos del Espíritu», las «obras de la luz», o también «los sentimientos que hubo en Cristo Jesús» (Flp 2,5).

A partir del capítulo 12 de la Carta a los Romanos se enumeran todas las principales virtudes cristianas, o frutos del Espíritu: el servicio, la caridad, la humildad, la obediencia, la pureza. No como virtudes que hay que cultivar por sí mismas, sino como necesarias consecuencias de la obra de Cristo y del bautismo. La sección comienza con una conjunción que, por sí sola, es un tratado: «Os exhorto, pues...». Ese «pues» significa que todo lo que el Apóstol diga desde este momento en adelante no es más que la consecuencia de lo que ha escrito en capítulos anteriores sobre la fe en Cristo y sobre la obra del Espíritu. Reflexionaremos sobre cuatro de estas virtudes: caridad, humildad, obediencia y pureza.

 

2. Un amor sincero

El ágape, o caridad cristiana, no es una de las virtudes, aunque fuera la primera; es la forma de todas las virtudes, aquella de la que «dependen toda la ley y los profetas» (Mt 22,34; Rom 13,10). Entre los frutos del Espíritu que el Apóstol enumera en Gál 5,22, encontramos en primer lugar el amor: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz...». Y con él, coherentemente, comienza también la parénesis sobre las virtudes en la Carta a los Romanos. Todo el capítulo duodécimo es una sucesión de exhortaciones a la caridad:

«Que vuestro amor no sea fingido [...];
amaos cordialmente unos a otros,
cada cual estime a los otros más que a sí mismo...» (Rm 12,9ss).

Para captar el alma que unifica todas estas recomendaciones, la idea de fondo, o, mejor dicho, el «sentimiento» que Pablo tiene de la caridad hay que partir de esa palabra inicial: «¡Que vuestro amor no sea fingido!». No es una de tantas exhortaciones, sino la matriz de la que derivan todas las demás. Contiene el secreto de la caridad.

El término original usado por san Pablo y que se traduce «sin fingimiento», es anhypókritos, es decir, sin hipocresía. Este vocablo es una especie de luz-espía; es, efectivamente, un término raro que encontramos empleado, en el Nuevo Testamento, casi exclusivamente para definir el amor cristiano. La expresión «amor sincero» (anhypókritos) vuelve de nuevo en 2 Cor 6, 6 y en 1 Pe 1, 22. Este último texto permite captar, con toda certeza, el significado del término en cuestión, porque lo explica con una perífrasis; el amor sincero —dice— consiste en amarse intensamente «de corazón».

San Pablo, pues, con esa simple afirmación: «¡Que vuestro amor no sea fingido!», lleva el discurso a la raíz misma de la caridad, al corazón. Lo que se requiere del amor es que sea verdadero, auténtico, no fingido. También en esto el Apóstol es el eco fiel del pensamiento de Jesús; en efecto, él había indicado, repetidamente y con fuerza, el corazón, como el «lugar» donde se decide el valor de lo que el hombre hace (Mt 15,19).

Podemos hablar de una intuición paulina, respecto a la caridad; ésta consiste en revelar, detrás del universo visible y exterior de la caridad, hecho de obras y de palabras, otro universo interior, que es, respecto del primero, lo que es el alma para el cuerpo. Encontramos esta intuición en el otro gran texto sobre la caridad, que es 1 Cor 13. Lo que san Pablo dice allí, mirándolo bien, se refiere todo a esta caridad interior, a las disposiciones y a los sentimientos de caridad: la caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no se irrita, todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera... Nada que se refiera, en sí y directamente, al hacer el bien, o las obras de caridad, pero todo se reconduce a la raíz del querer bien. La benevolencia viene antes de la beneficencia.

Es el Apóstol mismo quien explicita la diferencia entre las dos esferas de la caridad, diciendo que el mayor acto de caridad exterior (el distribuir a los pobres todas las propias riquezas) no valdría para nada, sin la caridad interior (cf. 1 Cor 13,3). Sería lo opuesto de la caridad «sincera». La caridad hipócrita, en efecto, es precisamente la que hace el bien, sin quererlo, que muestra al exterior algo que no se corresponde con el corazón. En este caso, se tiene una apariencia de caridad, que puede, en última instancia, ocultar egoísmo, búsqueda de sí, instrumentalización del hermano, o incluso simple remordimiento de conciencia.

Sería un error fatal contraponer entre sí caridad del corazón y caridad de los hechos, o refugiarse en la caridad interior, para encontrar en ella una especie de coartada a la falta de caridad activa. Sabemos con cuanto vigor la palabra de Jesús (Mt 25), de Santiago (2,16 s) y de san Juan (1 Jn 3,18) impulsan a la caridad de los hechos. Sabemos de la importancia que san Pablo mismo daba a las colectas en favor de los pobres de Jerusalén.
Por lo demás, decir que, sin la caridad, «de nada me sirve» incluso el dar todo a los pobres, no significa decir que esto no sirve a nadie y que es inútil; significa, más bien, decir que no me sirve «a mí», mientras que puede beneficiar al pobre que lo recibe. No se trata, pues, de atenuar la importancia de las obras de caridad, sino de asegurarlas un fundamento seguro contra el egoísmo y sus infinitas astucias. San Pablo quiere que los cristianos estén «arraigados y fundados en la caridad» (Ef 3,17), es decir, que la caridad sea la raíz y el fundamento de todo.

Cuando amamos «desde el corazón», es el amor mismo de Dios «derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo» (Rom 5,5) el que pasa a través de nosotros. El actuar humano es verdaderamente deificado. Llegar a ser «partícipes de la naturaleza divina» (2 Pe 1,4) significa, en efecto, ser partícipes de la acción divina, la acción divina de amar, ¡desde el momento en que Dios es amor!

Nosotros amamos a los hombres no sólo porque Dios les ama, o porque él quiere que nosotros les amemos, sino porque, al darnos su Espíritu, él ha puesto en nuestros corazones su mismo amor hacia ellos. Así se explica por qué el Apóstol afirma inmediatamente después: «No tengáis ninguna deuda con nadie, si no la de un amor recíproco, porque quien ama al prójimo ha cumplido la ley» (Rom 13,8).

¿Por qué, nos preguntamos, una «deuda»? Porque hemos recibido una medida infinita de amor a distribuir a su tiempo entre los consiervos (cf. Lc 12,42; Mt 24,45 ss.). Si no lo hacemos defraudamos al hermano de algo que le es debido. El hermano que se presenta a tu puerta quizás te pide algo que no eres capaz de darle; pero si no puedes darle lo que te pide ten cuidado de no despedirlo sin lo que le debes, es decir, el amor.

 

3. Caridad con los de fuera

Después de habernos explicado en qué consiste la verdadera caridad cristiana, el Apóstol, a continuación de su parénesis, muestra cómo este «amor sincero» debe traducirse en acto en las situaciones de vida de la comunidad. Dos son las situaciones en las que el Apóstol se detiene: la primera, se refiere a las relaciones ad extra de la comunidad, es decir, con los de fuera; la segunda, las relaciones ad intra, entre los miembros de la misma comunidad.

Escuchemos algunas recomendaciones que se refieren a la primera relación, con el mundo externo:

«Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis [...].Procurad lo bueno ante toda la gente; En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo. No os toméis la venganza por vuestra cuenta, queridos; dejad más bien lugar a la justicia [...]. Por el contrario, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber [...]. No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rom 12,14- 21).

Nunca, como en este punto, la moral del Evangelio parece original y diferente de cualquier otro modelo ético, y nunca la parénesis apostólica parece más fiel y en continuidad con la del Evangelio. Lo que hace todo esto particularmente actual para nosotros es la situación y el contexto en el que esta exhortación se dirige a los creyentes. La comunidad cristiana de Roma es un cuerpo extraño en un organismo que —en la medida en que se da cuenta de su presencia— lo rechaza. Es una isla minúscula en el mar hostil de la sociedad pagana. En circunstancias como ésta sabemos lo fuerte que es la tentación de encerrarse en sí mismos, desarrollando el sentimiento elitista e irritable de una minoría de salvados en un mundo de perdidos. Con este sentimiento vivía, en aquel mismo momento histórico, la comunidad esenia de Qumrán.

La situación de la comunidad de Roma descrita por Pablo representa, en miniatura, la situación actual de toda la Iglesia. No hablo de las persecuciones y del martirio al que están expuestos nuestros hermanos de fe en tantas partes del mundo; hablo de la hostilidad, del rechazo y a menudo del profundo desprecio con que no sólo los cristianos, sino todos los creyentes en Dios son vistos en amplias capas de la sociedad, en general los más influyentes y que determinan el sentir común. Ellos son considerados, precisamente, cuerpos extraños en una sociedad evolucionada y emancipada.

La exhortación de Pablo no nos permite perdernos un solo instante en recriminaciones amargas y polémicas estériles. No se excluye naturalmente el dar razón de la esperanza que hay en nosotros «con dulzura y respeto», como recomendaba san Pedro (1 Pe 3,15¬16). Se trata de entender cuál es la actitud del corazón que hay que cultivar en relación a una humanidad que, en su conjunto, rechaza a Cristo y vive en las tinieblas en lugar de la luz (cf. Jn 3,19). Dicha actitud es la de una profunda compasión y tristeza espiritual, la de amarlos y sufrir por ellos; hacerse cargo de ellos delante de Dios, como Jesús se hizo cargo de todos nosotros ante el Padre, y no dejar de llorar y rezar por el mundo.

Este es uno de los rasgos más bellos de la santidad de algunos monjes ortodoxos. Pienso en san Silvano del Monte Athos. Él decía:

«Hay hombres que auguran a sus enemigos y a los enemigos de la Iglesia la ruina y los tormentos del fuego de la condenación. Piensan de este modo, porque no fueron instruidos por el Espíritu Santo en el amor de Dios. En cambio, quien verdaderamente lo ha aprendido derrama lágrimas por el mundo entero. Tú dices: "Es malvado y que se queme en el fuego del infierno". Pero yo te pregunto: "Si Dios te diera un buen lugar en el Paraíso y vieras arrojado en las llamas a quien tú se lo augurabas, quizás ni siquiera entonces te dolerías por él, quienquiera que fuera, aunque fuera enemigo de la Iglesia» [2].
En la época de este santo monje, los enemigos eran sobre todo los bolcheviques que perseguían a la Iglesia de su amada patria, Rusia. Hoy el frente se ha ampliado y no existe «telón de acero» al respecto. En la medida en que un cristiano descubre la belleza infinita, el amor y la humildad de Cristo, no puede prescindir de sentir una profunda compasión y sufrimiento por quien voluntariamente se priva del bien más grande de la vida. El amor se hace en él más fuerte que cualquier resentimiento. En una situación similar, Pablo llega a decir que está dispuesto a ser él mismo «anatema, separado de Cristo», si esto podía servir para que le aceptaran por los de su pueblo que permanecieron fuera (cf. Rom 9,3).

 

4. La caridad ad infra

El segundo gran campo de ejercicio de la caridad se refiere, se decía, a las relaciones dentro de la comunidad, en concreto, cómo gestionar los conflictos de opiniones que surgen entre sus diversos componentes. A este tema el Apóstol dedica todo el capítulo 14 de la Carta.

El conflicto entonces en curso en la comunidad romana estaba entre los que el Apóstol llama «los débiles» y los que llama «los fuertes», entre los cuales se pone a sí mismo («Nosotros que somos los fuertes...») (Rom 15,1). Los primeros eran aquellos que se sentían moralmente obligados a observar algunas prescripciones heredadas de la ley o por anteriores creencias paganas, como el no comer carne (en cuanto que existía la sospecha de que hubiera sido sacrificado a los ídolos) y el distinguir los días en prósperos y perniciosos. Los segundos, los fuertes, eran los que, en nombre de la libertad cristiana, habían superado esos tabúes y no distinguían un alimento de otro, o un día de otro. La conclusión del discurso (cf. Rom 15,7-12) nos hace comprender que en el trasfondo está el habitual problema de la relación entre creyentes provenientes del judaísmo y creyentes procedentes de los gentiles.

Las exigencias de la caridad que el Apóstol inculca en este caso nos interesan en grado sumo, porque son las mismas que se imponen en cualquier tipo de conflicto intraeclesial, incluidos los que vivimos hoy, tanto a nivel de la Iglesia universal como de la comunidad en que cada uno vive.

Los criterios que el Apóstol sugiere son tres. El primero es seguir la propia conciencia. Si uno está convencido en conciencia de cometer un pecado haciendo una cierta cosa, no debe hacerla. «De hecho, todo lo que no viene de la conciencia —escribe el Apóstol—es pecado» (Rom 14,23). El segundo criterio es respetar la conciencia ajena y abstenerse de juzgar al hermano:

«Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? [...] Dejemos, pues, de juzgarnos unos a otros; cuidad más bien de no poner tropiezo o escándalo al hermano» (Rom 14,10.13).

El tercer criterio afecta principalmente a los «fuertes» y es evitar dar escándalo:

«Sé, y estoy convencido en el Señor Jesús —continúa el Apóstol—, que nada es impuro por sí mismo; lo es para aquel que considera que es impuro. Pero si un hermano sufre por causa de un alimento, tú no actúas ya conforme al amor: no destruyas con tu alimento a alguien por quien murió Cristo [...] procuremos lo que favorece la paz y lo que contribuye a la edificación mutua» (Rom 14,14-19).

Sin embargo, todos estos criterios son particulares y relativos, respecto a otro que, en cambio, es universal y absoluto, el del señorío de Cristo. Escuchemos cómo lo formula el Apóstol:

«El que se preocupa de observar un día, se preocupa por causa del Señor; el que come, come por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, no come por el Señor y da gracias a Dios. Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos» (Rom 14, 6-9).

Cada uno es invitado a examinarse a sí mismo para ver qué hay en el fondo de su elección: si existe el señorío de Cristo, su gloria, su interés, o en cambio no, más o menos larvadamente, su afirmación, el propio «yo» y su poder; si su elección es de naturaleza verdaderamente espiritual y evangélica, o si depende en cambio de la propia inclinación psicológica, o, peor aún, de la propia opción política. Esto vale en uno y otro sentido, es decir, tanto para los llamados fuertes como para los llamados débiles; hoy diríamos que tanto para quien está de parte de la libertad y la novedad del Espíritu, como para quien está de parte de la continuidad y la tradición.

Hay una cosa que se debe tener en cuenta para no ver, en la actitud de Pablo sobre este tema, una cierta incoherencia respecto a su enseñanza anterior. En la Carta a los Gálatas él parece bastante menos disponible al compromiso y en ocasiones incluso enfadado. (Si hubiera tenido que pasar por el proceso de canonización hoy, Pablo difícilmente habría llegado a ser santo: ¡habría sido difícil demostrar la «heroicidad» de su paciencia! Él, a veces «estalla», pero podía decir: «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí» [Gal 2,20], y ésta, se ha visto, es la esencia de la santidad cristiana).

En la Carta a los Gálatas Pablo reprocha a Pedro lo que aquí parece recomendar a todos, es decir, que se abstengan de mostrar la propia convicción para no dar escándalo a los simples. Pedro en efecto, en Antioquía, estaba convencido de que comer con los gentiles no contaminaba a un judío (¡ya había estado en casa de Cornelio!), pero se abstiene de hacerlo para no dar escándalo a los judíos presentes (cf. Gál 2,11-14). Pablo mismo, en otras circunstancias, actuará del mismo modo (cf. Hch 16,3; 1 Cor 8,13).

La explicación no está, por supuesto, sólo en el temperamento de Pablo. Sobre todo, el juicio en Antioquía esta mucho más claramente vinculado a lo esencial de la fe y la libertad del Evangelio de lo que parece que se tratara en Roma. En segundo lugar —y es el principal motivo—Pablo habla a los gálatas como fundador de la Iglesia, con la autoridad y la responsabilidad del pastor; a los romanos les habla a título de maestro y hermano en la fe: para contribuir, dice, a la común edificación (cf. Rom 1,11-12). Hay diferencia entre el papel del pastor al que se debe obediencia y el del maestro al que sólo se le deben respeto y escucha.

Esto nos hace comprender que a los criterios de discernimiento mencionados se debe añadir otro, es decir, el criterio de la autoridad y de la obediencia. De obediencia, el Apóstol nos hablará, oportunamente, en una de las sucesivas meditaciones con las conocidas palabras: «Que todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que hay han sido constituidas por Dios. De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí» (Rom 13,1-2).

Entretanto escuchemos como dirigida a la Iglesia de hoy la exhortación final que el Apóstol dirigió a la comunidad de entonces: «Acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios» (Rom 15,7).

 

[1] Cf. Le cause dei santi. Sussidio per lo Studium, (Ed. Congregación de las Causas de los Santos) (Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 32014) 13-81.
[2] Archimandrita Sofronio, Silvano del Monte Athos. La vita, la dottrina, gli scritti (Turín 1978) 255s.

© Traducción del original italiano Pablo Cervera Barranco

 

 

02/03/2018-16:51
Rosa Die Alcolea

Video del Papa: Formación en el discernimiento espiritual

(ZENIT — 2 marzo 2018).- "Para que toda la Iglesia reconozca la urgencia de la formación en el discernimiento espiritual, en el plano personal y comunitario".

Es la intención que el Papa Francisco propone para rezar en el mes de marzo, a través de la Red Mundial de Oración del Papa, que cada mes publica un vídeo con un mensaje del Santo Padre.

El Pontífice señala que la Iglesia hoy necesita crecer en la capacidad de discernimiento espiritual. "Hay muchas maneras de emplear bien la vida poniéndola al servicio de los ideales humanos y cristianos", dice Francisco en el vídeo.

"Fuimos creados por Dios por amor y para amar" —recuerda el Santo Padre— a la vez que anuncia la necesidad de "leer desde dentro" lo que el Señor nos pide, para vivir en el amor y ser continuadores de esta su misión de amor.

Así, el Papa hace un llamamiento a todos a "desarrollar una profunda capacidad para discernir, algo que "el tiempo en el que vivimos nos exige".

 

 

02/03/2018-18:54
Redacción

México: Los Obispos recuerdan a los sacerdotes la normativa en período electoral

(ZENIT — 2 marzo 2018).- La Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano publicó ayer, 1 de marzo de 2018, un documento sobre los "Lineamientos para la prevención de sanciones administrativas, y/o penales para ministros de culto en materia electoral".

Se trata de una serie de normativas y recomendaciones para evitar sanciones administrativas o penales, en períodos electorales en los que la autoridad y los distintos actores políticos incrementan su vigilancia sobre el actuar de los ministros de la Iglesia Católica.

La CEM informa de dos tipos de normas y sanciones aplicables a los ministros de culto en materia político-electoral: penales y administrativas. Las primeras implican la comisión de un delito y las segundas una infracción administrativa.

En primer lugar, según la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna.

Tampoco podrán en reunión pública, en actos del cultoo de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios.

En este sentido, queda estrictamente prohibida la formación de toda clase de agrupaciones políticas cuyo título tenga alguna palabra o indicación cualquiera que la relacione con alguna confesión religiosa. No podrán celebrarse en los templos reuniones de carácter político.

 

Recomendaciones de actuación pastoral y conductas a evitar

Los ministros de culto de la Iglesia Católica gozan de los derechos a la libertad religiosa y a la libertad de expresión. Sin embargo, considerando la legislación antes apuntada, estos derechos no son absolutos y deben respetar los límites establecidos por la Constitución y las leyes, so pena de incurrir en las infracciones o delitos señalados y ser sujetos de la sanción correspondiente.

En materia electoral, el equilibrio entre la acción pastoral para orientar a los fieles y el respeto a los alcances de la Ley requiere de un ejercicio de prudencia no sencillo. A continuación, se exponen algunas recomendaciones prácticas que pueden coadyuvar con dicho ejercicio.

 

Un ministro de culto puede válidamente:

1. Hablar y publicar sobre la importancia de la participación ciudadana en las elecciones como un deber ciudadano y cristiano, aun cuando sea en un lugar o acto de culto.
2. Hablar y publicar sobre el ejercicio del voto libre, secreto, informado y responsable, aun cuando sea en un lugar o acto de culto.
3. Promover los derechos humanos a la libertad religiosa y libertad de consciencia, aun cuando sea un lugar o acto de culto.
4. Exponer la doctrina cristiana en términos generales sobre temas variados como la vida, la familia, el matrimonio, los derechos humanos, ética pública, entre otros, aun cuando sea en un lugar o acto de culto.
5. Atender espiritualmente en un foro personal y privado a algún candidato a un puesto de elección popular.

 

Límites a la actuación de ministros de culto:

1. No debe promover, recomendar, sugerir o apoyar públicamente a ningún candidato o partido político, directa o indirectamente en actos de culto, sean dentro o fuera de los templos, tanto en la predicación como en los avisos a los fieles.
2. No criticar o atacar en actos de culto a ningún candidato o partido político que esté contendiendo por algún cargo de elección popular.
3. No distribuir ni permitir la distribución dentro de los templos o sus lugares adyacentes, de ningún tipo de material (audio, video, escritos, trípticos, folletos) que contenga propaganda electoral directa o indirecta a favor o en contra de algún candidato o partido político.
4. No permitir que los fieles laicos utilicen los lugares y los actos de culto público para realizar propaganda electoral directa o indirecta a favor o en contra de ningún candidato o partido político.
5. No colocar ni permitir la colocación de ningún tipo de propaganda electoral directa o indirecta, a favor o en contra de ningún candidato o partido político.
6. En entrevistas, omitir aquellas respuestas a preguntas que se refieran sobre algún proceso electoral cuando impliquen como consecuencia la opinión o propaganda a favor o en contra de algún candidato o partido político.
7. No sostener reuniones en lugares o actos de culto con candidatos o partidos políticos en período electoral ni tener encuentros sociales en lugares públicos con ellos.
8. No permitir la realización de reuniones con fines políticos o partidistas dentro de los templos.

Más información en: cem.org.mx

 

 

02/03/2018-13:51
Redacción

Óvulos humanos a partir de tejido ovárico para preservar la fertilidad en mujeres

Estas experiencias pueden ser un paso positivo para preservar la fertilidad de mujeres, generalmente jóvenes, que deben ser sometidas a tratamientos con quimioterapia o radioterapia que puede producirle infertilidad. Sin embargo, esta técnica presenta dificultades éticas, especialmente en lo que se refiere a la perdida de embriones humanos.

Se acaba de publicar un artículo en Molecular Human Reproduction, en el que se describe la producción de óvulos humanos a partir de biopsias de ovarios de diez mujeres sanas, de las que se derivaron folículos ováricos hasta su última fase de desarrollo, por lo que teóricamente podrían ser fecundados por un espermatozoide.

Estas experiencias, llevadas a cabo por científicos de Edimburgo (Reino Unido) y Nueva York (Estados Unidos), han merecido especial atención en diversos medios de comunicación, al margen del propio interés científico, pues podrían utilizarse para preservar la fertilidad de mujeres que deben ser sometidas a un tratamiento quimio o radioterápico.

No es éste el momento de entrar en los aspectos técnicos de dichas experiencias, bien detallados en el artículo en cuestión, sin embargo, parece de interés destacar que las biopsias de tejido ovárico fueron obtenidas tras consentimiento informado de mujeres que debían ser sometidas a una cesárea. Las piezas de tejido ovárico así obtenidas se cultivaron en un medio adecuado durante ocho días, obteniéndose de las mismas 87 folículos, de ellos, se desarrollaron 54 óvulos, que alcanzaron un estadio adecuado de maduración y de ellos se seleccionaron 32, que tenían un tamaño mayor de 100 micras. Finalmente se logaron obtener nueve óvulos maduros.

No cabe duda que, desde un punto de vista científico estas experiencias suponen un objetivo avance médico, sin embargo, como muy bien apunta Antonio Requejo, director general médico del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), aunque estas experiencias ya se habían logrado anteriormente en ratones, a su juicio tendrán que pasar varios años, hasta que se confirme la seguridad del método, para poder ser utilizado en humanos, lo que es confirmado por uno de los autores del trabajo, Richard Anderson, quien manifiesta "que el cultivo de estas células es complicado porque las estructuras cambian muchísimo de tamaño, pues los folículos primordiales solo miden unas micras de diámetro, mientras que los folículos maduros pueden llegar a medir 2 centímetros.

Estas experiencias pueden ser un paso positivo para preservar la fertilidad de mujeres, generalmente jóvenes, que deben ser sometidas a tratamientos con quimioterapia o radioterapia que puede producirle infertilidad. Como muy bien comenta Requejo, en el mismo informe anteriormente referido, normalmente puede extraerse tejido ovárico de pacientes oncológicas para preservar su fertilidad, sin embargo, esta práctica puede conllevar el riesgo de reintroducir células cancerosas en el organismo de la mujer. Con esta nueva técnica, los óvulos inmaduros que se extraen del tejido ovárico, se pueden almacenar en el laboratorio para su posterior fecundación, estando libres de la contaminación por células cancerosas, lo que facilita que puedan ser fecundados y obtener de ellos embriones sanos para ser implantados.

Como ya se ha comentado estas experiencias suponen un indudable avance médico, que abre nuevas perspectivas en el campo de la fertilidad humana. En principio, ellas no ofrecen, a nuestro juicio, dificultades éticas objetivas, pues siempre se usan células adultas obtenidas de tejido ovárico, de mujeres así mismo adultas, tras su consentimiento informado. Sin embargo, todas estas experiencias favorecen, y abren nuevas perspectivas, para el uso de la fecundación in vitro que, como se sabe presenta dificultades éticas, especialmente en lo que se refiere a la perdida de embriones humanos.

Justo Aznar

Observatorio de bioética
Universidad Católica de Valencia

 

 

2 marzo 2018-12:59
Felipe Arizmendi Esquivel

Mons. Felipe Arizmendi: XVIII Taller Asamblea de Cultura Náhuatl

(ZENIT – 2 marzo 2018).- En la parroquia de Teopoxco, Oaxaca, de la Prelatura de Huautla, se lleva a cabo, del 27 de febrero al 2 de marzo de 2018, el XVIII Taller-Asamblea de Cultura Náhuatl, organizado por cinco Dimensiones del episcopado mexicano: Animación Bíblica de la Pastoral, Pastoral Litúrgica, Doctrina de la Fe, Pastoral de Pueblos Originarios y Pastoral de la Cultura. El objetivo fue avanzar en las traducciones litúrgicas al náhuatl, idioma hablado por más de un millón y medio de mexicanos, y que es la lengua que habló la Virgen de Guadalupe.

Participaron 35 nahuahablantes de las diócesis de Puebla, Orizaba, Tlaxcala, Tehuacán, El Nayar, Tulancingo, Huautla, San Andrés Tuxtla y Huejutla. Acompañaron este proceso de traducción, que se inició en agosto de 2012, el obispo responsable de Doctrina de la Fe, Mons. Felipe Arizmendi, el secretario de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Pbro. Rogelio Narváez, y el de Animación Bíblica, Pbro. Fernando Vázquez. Los principales actores de esta traducción son sacerdotes, religiosas, algunos seminaristas y laicos de esta etnia, así como tres antropólogos de universidades interculturales, expertos en este idioma. Es un trabajo intercultural e interdisciplinar.

Se hizo una celebración con la comunidad local, que fue muy apreciada por todos, pues les alentó a vivir su fe con signos propios de su cultura, así como a tener confianza en su idioma, para que no se pierda, sino que se fortalezca y tenga su digno lugar en la Iglesia y en la sociedad.

Se ha traducido ya el Ordinario de la Misa y la II Plegaria Eucarística, que ya han recibido la aprobación unánime de la Conferencia del Episcopado Mexicano, y que están en Roma, esperando la confirmación de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de la cual ya no depende la aprobación, sino sólo esta declaración de que el proceso de la traducción es acorde con la doctrina y la praxis de la Iglesia. El Papa Francisco, consciente de que en Roma no pueden conocer estos idiomas indígenas, el 3 de septiembre pasado decretó que estas aprobaciones ya no dependan de Roma, sino de las Conferencias Episcopales de cada país, que son las inmediatas responsables de estas traducciones para su aprobación básica.

Se continuó la traducción consensuada del rito del Bautismo y de la Unción de los Enfermos, con la esperanza de hacer lo mismo con los otros sacramentos. En su momento, se iniciará la traducción de la Biblia.

Los próximos talleres serán del 19 al 22 de junio de 2018, en Cuautlacingo, Puebla, y del 10 al 13 de octubre. El 11 de octubre, será la cuarta celebración de la Misa en náhuatl en la Basílica de Guadalupe, de 2 a 4 de la tarde.

 

 

02/03/2018-07:27
Isabel Orellana Vilches

Santa Catalina Drexel, 3 de marzo

«El gratis data hecho vida sintetiza la existencia de esta fundadora que siendo hija de un filántropo aprendió junto a los suyos el alcance de la generosidad. El oeste y sudoeste de Estados Unidos quedaron marcados por su entrega»

La importancia de la educación de los hijos nunca será suficientemente ponderada. Lo que los padres transmiten, aunque existen múltiples condicionantes internos y externos que influyen en la conducta, tiene un peso capital en sus vidas. Ellos son los principales educadores. La Gaudium et spes recuerda que «la fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación» (Cfr. GS 47-52).

Catalina tuvo la suerte de haber venido al mundo en un hogar conformado por personas generosísimas, y la extraordinaria pedagogía que recibió en él, no solo teórica sino práctica, con especial énfasis en la virtud del desprendimiento, marcó su existencia. Nació en Filadelfia, Pennsylvania, Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1858. Era la segunda hija de un filántropo, el conocido financiero Francis Anthony Drexel. Perdió a su madre Hannah Jane Langstroth al mes de nacer. Francis contrajo nuevo matrimonio con Emma Bouvier, y ambos educaron a las niñas —dos habidas en el primer matrimonio del banquero— para que compartiesen sus posesiones, inculcándoles la idea de que sus cuantiosos bienes eran un simple préstamo que habían recibido.

La santa llevó a rajatabla esta enseñanza. En su casa se abrían las puertas constantemente a los necesitados. Además, su padre ejercía un mecenazgo sobre ellos con el cariz evangélico del anonimato: dar sin que nadie lo sepa. En ese amplio abanico de receptores, el Sr. Drexel incluía a los sacerdotes que ejercían su admirable labor pastoral entre los desfavorecidos. Junto a estas acciones caritativas, oraban y asistían a misa comunitariamente. Las tres hermanas recibieron una espléndida formación. La gran visión de Emma propició la inclusión de otras enseñanzas útiles y prácticas para la vida cotidiana de las jóvenes: confección y cocina, complementarias al eficaz aprendizaje que les proporcionaba la labor asistencial que llevaban a cabo. De este modo se acostumbraron a apreciar el valor del esfuerzo y a ser agradecidas por lo que tenían, entre otras virtudes que adquirieron como la sencillez y la humildad.

Durante unos años la familia gozó de la situación ventajosa que tenía, viajando en completa armonía por distintos países de Europa. Abrieron los ojos de Catalina a un mundo nuevo, desconocido, lleno de rica tradición espiritual en su cultura. Cuando tenía 21 años ese paradisíaco hogar se quebró por la súbita enfermedad de Emma. Y durante tres años ella se convirtió en su ángel tutelar. La cubrió de atenciones con exquisita ternura, y constató las crudas aristas del dolor. Ningún bien de este mundo pudo devolverle la salud y la vida a Emma. Catalina entendió de golpe, y de manera definitiva, la futilidad de las riquezas. En enero de 1883 Emma fallecía, yen noviembre de ese año el resto de la familia fue a Venecia. Allí una imagen de María en la basílica de San Marcos se hizo notar para Catalina recordándole el gratis data evangélico. Quedaba marcado su acontecer.

Dos años más tarde moría su padre y heredaba una gran fortuna. Pero quedó destrozada, y buscando otros aires viajó a Europa nuevamente. Poco antes había recorrido con su familia el oeste de los Estados Unidos y estaba impactada por las carencias que detectó. En Alemania buscó misioneros para paliarlas, y desde allí se trasladó a Roma con la misma idea. En la audiencia mantenida con León XIII, esta laica solicitó que le enviara personas entregadas para las misiones que financiaba. El pontífice hizo notar que ella misma podía ser misionera, una propuesta que Catalina acogió con visible sorpresa ya que no había pensando en esa opción vital. Conoció a los indios americanos y a los afro-americanos viendo in situ las pésimas condiciones de vida. Y en 1887 estableció la escuela St. Catherine Indian School en Santa Fe, Nuevo México. Trece nuevos centros fundados en cuatro años dan idea de su ardor apostólico.

En su ánimo pesaba desde hacía mucho tiempo su anhelo de ser religiosa, aunque su director espiritual, el obispo James O'Connor no lo tenía tan claro. Pensaba más en las dificultades que le esperaban y le sugirió orar. Como en 1888 seguía experimentando el anhelo de consagrarse, el prelado la animó a fundar una Institución, hasta entonces desconocida, que tuviera entre sus fines la asistencia de indios y negros. «La responsabilidad de semejante llamada me abruma, porque soy infinitamente pobre en las virtudes necesarias», dijo ella humildemente. Pero el 19 de marzo, bajo el amparo de san José, dio el paso. El obispo murió sin ver materializada la Obra que finalmente surgió con la ayuda del arzobispo de Filadelfia que alentó a Catalina.

Emitió los votos en febrero de 1891 y fundó la Congregación de las Hermanas del Santísimo Sacramento. Donó toda su herencia reservándose lo imprescindible para su mantenimiento, y poco a poco puso en marcha casi 60 escuelas y misiones extendidas por el oeste y sudoeste de Estados Unidos. Creó la institución de educación superior «Xavier University» en Louisiana y se manifestó contra la injusticia y la discriminación racial. El camino no fue fácil, pero en la contrariedad entrevió la riqueza de un itinerario único que conduce a la vida eterna: «Cada prueba que sufrimos, manifestó, es un acto de misericordia de Dios, para que podamos desatarnos de la tierra y aproximarnos a Dios». Sufrió una grave enfermedad que la mantuvo prácticamente inmóvil durante 18 años. Entonces pudo dedicarse por completo a una vida de adoración y contemplación. Encarnó lo que había expresado en otro tiempo: «La aceptación humilde y paciente de la cruz, sea cual fuera su naturaleza, es la obra más elevada que podamos hacer». Murió el 3 de marzo de 1955. Juan Pablo II la beatificó el 20 de noviembre de 1980. Y él mismo la canonizó el 1 de octubre de 2000.