Papa Francisco | aniversario

 

Cinco años con Francisco entre las sorpresas del Espíritu

 

El Pontificado de Francisco cumple cinco años. Su programa va adelante: pide una Iglesia misionera, con las puertas abiertas que sepa anunciar la alegría del Evangelio

 

 

13 marzo 2018, 12:47 | Sergio Centofanti – Ciudad del Vaticano


 

 

Hace cinco años, el 13 de marzo del 2013, era elegido el Papa Francisco. Dos Encíclicas (Lumen fidei, sobre la fe, que continúa lo escrito por Benedicto XVI, y Laudato sí, sobre el cuidado de la casa común, cuidar la Creación no es de los verdes sino de los cristianos), dos Exhortaciones apostólicas (Evangelii gaudium, texto programático del Pontificado para una Iglesia “en salida”, misionera, y Amoris Laetitia sobre el amor en la familia), 23 Motu Propios (reforma de la Curia Romana, gestión y transparencia económica, reforma del proceso de nulidad matrimonial, traducción de textos litúrgicos, con indicaciones para un mayor descentramiento y más poderes a las Conferencias Episcopales), dos Sínodos sobre la familia, un Jubileo dedicado a la Misericordia, 22 viajes internacionales con más de 30 países visitados y 17 visitas pastorales en Italia, 8 ciclos de catequesis en la audiencia general de los miércoles (Profesión de fe, Sacramentos, Dones del Espíritu Santo, la Iglesia, la familia, la misericordia, la esperanza cristiana, la Santa Misa). Y casi 600 homilías espontáneas en las misas en Santa Marta, más de 46 millones de seguidores en Twiter y más de 5 millones en Instagram. Sin contar los innumerables discursos, mensajes y cartas y los millones de hombres, mujeres y niños de todo el mundo encontrados, abrazados, acariciados.

 

La Iglesia de puertas abiertas de Francisco

Francisco es el primer Papa jesuita, primero procedente de América latina, primero con el nombre del Pobrecito de Asís, 265 Sucesor de Pedro, que desea una Iglesia de puertas abiertas que anuncia a todos la alegría y la frescura del Evangelio. Una Iglesia acogedora, “donde hay lugar para cada uno con su vida difícil”, no una aduana que controle la gracia en cambio de facilitarla. Una Iglesia que se arriesgue a ser “accidentada, herida y sucia” con tal de alcanzar y estar en medio de la gente, más bien que una “Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de agarrarse a las propias seguridades”. Francisco pide que se abandone un estilo defensivo y negativo, de pura condena, para proponer la belleza de la fe, que es encontrar a Dios.

 

El Espíritu Santo trastorna

La suya es una invitación a dejarse sorprender por el Espíritu Santo, el verdadero protagonista de la Iglesia, que continúa a hablar y a decirnos cosas nuevas. El Espíritu Santo “desbarajusta” porque “agita, hace caminar, empuja la Iglesia a ir adelante,” mientras es mucho más fácil y seguro “acomodarse en las propias posiciones estáticas e inmutables”, decía Francisco en Estambul en noviembre del 2014. Es mucho más tranquilizador creer que la verdad sea “poseer” un paquete de doctrinas bien confeccionado, que podemos administrar bien, más bien que pertenecer nosotros mismos a la Verdad: es el Espíritu que nos guía a la verdad toda entera. El cristiano tiene todavía tanto que aprender porque Dios se revela siempre más. Es así que Francisco puede decir que tiene tantas dudas, “en sentido positivo” – asegura – “son un signo que queremos conocer mejor a Jesús y el misterio de su amor hacia nosotros”. “Estas dudas hacen crecer” decía en la audiencia general del 23 de noviembre de 2016. También Pedro ante los paganos ha podido decir: “Estoy dándome cuenta de que Dios no hace preferencias entre las personas, sino que quien le teme y pone en práctica la justicia, independientemente del pueblo al que pertenezca, es aceptado por él”. Aumenta la inteligencia de la fe.

 

¿Es un Papa de derecha o de izquierda?

Inicialmente todos o casi todos hablaban bien de Francisco. Sin embargo, poco a poco comenzaron a llegar las críticas. Se trata de una buena noticia teniendo en cuenta lo que dijo Jesús: “Ay de ustedes cuando todos hablarán bien de ustedes”. Desde la derecha se acusa al Papa de ser comunista, porque ataca el actual sistema económico liberal: “Es injusto desde la raíz”, “esta economía mata”, hace prevalecer la “ley del más fuerte” que “se come al más débil”.  Y habla demasiado de los migrantes y de los pobres: hoy “los excluidos no son explotados, sino desechos, sobras”. Desde la izquierda se acusa al Papa de estar detenido en las cuestiones éticas: defiende con fuerza la vida, contra el aborto y la eutanasia: “No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”, dice.

Defiende la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, condena la ideología de género, “equivocación de la mente humana”, la dictadura del pensamiento único y las colonizaciones ideológicas, incluso en las escuelas, que hacen que se corra el riesgo de convertirse en campos de reeducación. Advierte ante estos temas acerca de la disminución del derecho a la objeción de conciencia. Observa la proliferación de los derechos individuales, “individualistas” dice, pero sin preocuparnos por los deberes, y mientras se habla de nuevos derechos – afirma – está quien padece aún el hambre.

 

Críticas internas

También aumentaron las críticas dentro de la Iglesia. Hay quien incluso califica al Papa de “hereje”, quien dice que rompe con la tradición secular de la Iglesia, quien se enfada porque “aporrea” a los cercanos y acaricia a los alejados, quien lo contrapone a los Papas precedentes. Y sin embargo, Benedicto XVI ya había invitado a reflexionar sobre el discernimiento en la cuestión de la Comunión a los divorciados vueltos a casar en ciertos casos especiales. También Juan Pablo II ya había respondido a Monseñor Lefebvre – hace cuarenta años – explicando el verdadero significado de la Tradición que “encuentra su origen en los Apóstoles y progresa en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo”.

En efecto, “la comprensión, tanto de las cosas cuanto de las palabras transmitidas, crece (…) con la reflexión y el estudio de los creyentes”. Pero es “sobre todo contradictoria” – afirmaba San Juan Pablo II – “una noción de Tradición que se opone al Magisterio universal de la Iglesia, de la que es poseedor el Obispo de Roma y el Cuerpo de los Obispos. No se puede permanecer fieles a la Tradición rompiendo el vínculo eclesial con aquel al que el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, ha encomendado el ministerio de la unidad en su Iglesia”. “La autodestrucción o el fuego de los conmilitones – afirma el Papa Francisco –  es el peligro más solapado. Es el mal que perjudica desde dentro; y, como dice Cristo, todo reino dividido en sí mismo cae en ruinas”. El Papa Francisco cita con frecuencia al diablo: Es el que trata de destruir a la Iglesia. La suya “es una guerra sucia” y “nosotros, ingenuos, estamos a su juego”.

 

Obras abiertas

Dos acciones que Francisco ha aprobado con fuerza están aún en camino: la primera es la reforma de la Curia, por la complejidad de reorganizar una institución secular (“hacer reformas en Roma es como limpiar la Esfinge de Egipto con un cepillo de dientes – dijo el Papa citando a Monseñor de Mérode –. Y también los escándalos, como “Vatileaks2”, no detienen al Papa Bergoglio. La segunda acción es la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia. De la Pontificia Comisión para la tutela de los menores,  – creada por Francisco – han renunciado algunos miembros, denunciando resistencias y retrasos. Pero el Papa reafirma la “tolerancia cero” porque “no hay lugar en el ministerio para aquellos que abusan de los menores”. Y Francisco va adelante.

 

Diplomacia de la paz

Francisco promueve la cultura del encuentro en ámbito ecuménico, interreligioso, social y político, sin olvidar la dimensión humana. Se mueve hacia la unidad, pero sin borrar las diferencias y las identidades. Es importante su rol en el deshielo entre Estados Unidos y Cuba y en el proceso de paz en Colombia y en la República Centroafricana. Ataca a los que fabrican y venden armas. Al mismo tiempo, denuncia con firmeza las persecuciones contra los cristianos, quizás hoy más graves que ayer, en el «silencio cómplice de tantas potencias», que pueden detenerlas. Lanza llamamientos contra la trata de seres humanos «nueva forma de esclavitud».

 

Tiempo de la misericordia, pero hasta cierto punto

Sin duda, la palabra central de este Pontificado es «misericordia»: es el sentido de la Encarnación del Verbo. Es una palabra que escandaliza. Francisco se da cuenta. Dios es excesivo en su amor a sus criaturas. Sin embargo, hay un límite: la corrupción. El corrupto es el que no sabe que lo es, el que rechaza la misericordia divina. Y Dios no se impone. Hay un juicio final. Por ello, el Papa propone siempre el capítulo 25 del Evangelio según San Mateo: «Tuve hambre y me disteis de comer…». En el ocaso de la vida seremos juzgados sobre el amor.

 

Menos clericalismo en la Iglesia, más espacio a laicos, mujeres y jóvenes

Francisco se opone al clericalismo, porque el pastor debe «servir» y tener «olor a oveja». Afirma que los laicos deben descubrir cada vez más su propia identidad en la Iglesia: no deben permanecer al margen de las decisiones. Basta ya de «obispos pilotos». Relanza el rol de la mujer, pero mirando su misterio, no su funcionalidad: no se trata de una lucha por el poder o de reivindicaciones imposibles, como el sacerdocio. Se trata de reflexionar sobre la hermenéutica de la mujer porque – reitera – María es más importante que los Apóstoles. Invita a los jóvenes a tener mayor protagonismo y a incomodar a los pastores con su creatividad.

 

Evangelizadores con Espíritu

El Papa pide a todos los cristianos que sean «evangelizadores con Espíritu» para «anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, también a contracorriente», tocando «la carne de los que sufren», dando «razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que apuntan con el dedo y condenan». «Si logro ayudar a una persona a vivir mejor – afirma Francisco – con eso es suficiente para justificar el don de mi vida».