Servicio diario - 29 de marzo de 2018


 

El Papa llama a ser "curas cercanos": que "siempre está" y que "habla con todos"
Rosa Die Alcolea

Misa Crismal: "La cercanía es la clave del evangelizador" (Homilía del Papa)
Redacción

Lavatorio de los pies: El Santo Padre visita la cárcel romana de "Regina Coeli"
Rosa Die Alcolea

¿Qué obras nos conceden Indulgencia Plenaria en Semana Santa?
Rosa Die Alcolea

P. Antonio Rivero: "Entremos con Cristo en la alegría de su Pascua"
Antonio Rivero

San Pedro Regalado, 30 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

29/03/2018-12:23
Rosa Die Alcolea

El Papa llama a ser "curas cercanos": que "siempre está" y que "habla con todos"

(ZENIT – 29 marzo 2018).- “La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio”, ha anunciado el Papa Francisco.

El Santo Padre ha presidido la Misa del Santo Crisma, en la mañana del Jueves Santo, 29 de marzo de 2018, a las 9 horas, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, acompañado de los Cardenales, Obispos y sacerdotes (diocesanos y religiosos) que residen en Roma.

Durante la celebración de la Eucaristía, los sacerdotes han renovado las promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación; luego el Papa ha bendecido el aceite de los enfermos, el aceite de los catecúmenos y el Crisma.

 

“Curas callejeros”

Francisco ha invitado a los presbíteros a ser “curas cercanos” y ha explicado que cuando la gente dice de un sacerdote que “es cercano” suele resaltar dos cosas: la primera es que “siempre está” (contra el que “nunca está”: “Ya sé, padre, que usted está muy ocupado”, suelen decir).

Y la segunda –ha continuado el Papa– es que sabe encontrar una palabra para cada uno. “Habla con todos”, dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen… “Curas cercanos, que están, que hablan con todos… Curas callejeros”.

 

Presencia de Jesús

“Nosotros tenemos incorporado que la proximidad es la clave de la misericordia, (…) pero creo que nos falta incorporar más el hecho de que la cercanía es también la clave de la verdad”, ha descrito el Papa.

“Al sacerdote cercano, ese que camina en medio de su pueblo con cercanía y ternura de buen pastor, no es que la gente solamente lo aprecie mucho; va más allá: siente por él una cosa especial, algo que solo siente en presencia de Jesús”.

 

Acompañamiento, confesión y predicación

En esta línea, Francisco ha sugerido a los sacerdotes meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal en los que estas palabras: ” ‘Hagan todo lo que Jesús les diga’ deben resonar ―de mil modos distintos pero con un mismo tono materno― en el corazón de las personas con las que hablamos: el ámbito del acompañamiento espiritual, el de la confesión y el de la predicación”.

“La cercanía en la conversación espiritual, la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana”: El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado y, por fin, se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo –ha descrito el Papa–.

“La cercanía en la confesión la podemos meditar contemplando el pasaje de la mujer adúltera”, ha anunciado el Obispo de Roma. “Allí se ve claro cómo la cercanía lo es todo porque las verdades de Jesús siempre acercan y se dicen (se pueden decir siempre) cara a cara (…) y mirando al otro a los ojos”, ha exhortado.

Por último, Francisco ha animado a los pastores a ser cercanos en el ámbito de la predicación: “La homilía es la piedra de toque ‘para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo’ (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 135). En la homilía se ve qué cerca hemos estado de Dios en la oración y qué cerca estamos de nuestro pueblo en su vida cotidiana”.

Así, el Pontífice ha invitado a todos los pastores a acudir a María, Madre de los sacerdotes: “La podemos invocar como ‘Nuestra Señora de la Cercanía’ “, les ha indicado.

 

“Predicador callejero”

El Señor recibió el rollo del profeta Isaías y leyó en voz alta: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y enviado…” (61,1). “Y terminó estableciendo la cercanía tan provocadora de esas palabras: ‘Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír’ “, explicó Francisco.

Jesús quiso ser un «evangelizador», un predicador callejero, el «portador de alegres noticias» para su pueblo, ha observado el Santo Padre. “Esta es la gran opción de Dios: el Señor eligió ser alguien cercano a su pueblo”, ha dicho.

 

 

29/03/2018-12:32
Redacción

Misa Crismal: "La cercanía es la clave del evangelizador" (Homilía del Papa)

(ZENIT – 29 marzo 2018).- El Santo Padre ha presidido la Misa del Santo Crisma, en la mañana del Jueves Santo, 29 de marzo de 2018, a las 9 horas, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, acompañado de los Cardenales, Obispos y sacerdotes (diocesanos y religiosos) que residen en Roma.

Durante la celebración de la Eucaristía, los sacerdotes han renovado las promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación; luego el Papa ha bendecido el aceite de los enfermos, el aceite de los catecúmenos y el Crisma.

A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco en la Misa Cristal, Jueves Santo, 29 de marzo de 2018, publicada en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

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Homilía del Papa Francisco

Queridos hermanos, sacerdotes de la diócesis de Roma y de las demás diócesis del mundo:

Leyendo los textos de la liturgia de hoy me venía a la mente, de manera insistente, el pasaje del Deuteronomio que dice: «Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?» (4,7). La cercanía de Dios… nuestra cercanía apostólica.

En el texto del profeta Isaías contemplamos al enviado de Dios ya «ungido y enviado», en medio de su pueblo, cercano a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros… y al Espíritu que «está sobre él», que lo impulsa y lo acompaña por el camino.

En el Salmo 88 vemos cómo la compañía de Dios, que ha conducido al rey David de la mano desde que era joven y que le prestó su brazo, ahora que es anciano, toma el nombre de fidelidad: la cercanía mantenida a lo largo del tiempo se llama fidelidad.

El Apocalipsis nos acerca, hasta que podemos verlo, al «Erjómenos», al Señor que siempre «está viniendo» en Persona. La alusión a que «lo verán los que lo traspasaron» nos hace sentir que siempre están a la vista las llagas del Señor resucitado, siempre está viniendo a nosotros el Señor si nos queremos «hacer próximos» en la carne de todos los que sufren, especialmente de los niños.

En la imagen central del Evangelio de hoy, contemplamos al Señor a través de los ojos de sus paisanos que estaban «fijos en él» (Lc 4,20). Jesús se alzó para leer en su sinagoga de Nazaret.

Le fue dado el rollo del profeta Isaías. Lo desenrolló hasta que encontró el pasaje del enviado de Dios. Leyó en voz alta: «El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido y enviado…» (61,1). Y terminó estableciendo la cercanía tan provocadora de esas palabras: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21).

Jesús encuentra el pasaje y lee con la competencia de los escribas. Él habría podido perfectamente ser un escriba o un doctor de la ley, pero quiso ser un «evangelizador», un predicador callejero, el «portador de alegres noticias» para su pueblo, el predicador cuyos pies son hermosos, como dice Isaías (cf. 52,7).

Esta es la gran opción de Dios: el Señor eligió ser alguien cercano a su pueblo. ¡Treinta años de vida oculta! Después comenzará a predicar. Es la pedagogía de la encarnación, de la inculturación; no solo en las culturas lejanas, también en la propia parroquia, en la nueva cultura de los jóvenes…

La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro. Cuando la gente dice de un sacerdote que «es cercano» suele resaltar dos cosas: la primera es que «siempre está» (contra el que «nunca está»: «Ya sé, padre, que usted está muy ocupado», suelen decir). Y otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno. «Habla con todos», dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen… Curas cercanos, que están, que hablan con todos… Curas callejeros.

Uno que aprendió bien de Jesús a ser predicador callejero fue Felipe. Dicen los Hechos que recorría anunciando la Buena Nueva de la Palabra predicando en todas las ciudades y que estas se llenaban de alegría (cf. 8,4.5-8). Felipe era uno de esos a quienes el Espíritu podía «arrebatar» en cualquier momento y hacerlo salir a evangelizar, yendo de un lado para otro, uno capaz hasta de bautizar gente de buena fe, como el ministro de la reina de Etiopía, y hacerlo ahí mismo, en la calle (cf. Hch 8,5; 36-40).

La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio (el Señor la usa para describir el Reino). Nosotros tenemos incorporado que la proximidad es la clave de la misericordia, porque la misericordia no sería tal si no se las ingeniara siempre, como «buena samaritana», para acortar distancias. Pero creo que nos falta incorporar más el hecho de que la cercanía es también la clave de la verdad. ¿Se pueden acortar distancias en la verdad? Sí se puede. Porque la verdad no es solo la definición que hace nombrar las situaciones y las cosas a distancia de concepto y de razonamiento lógico. No es solo eso. La verdad es también fidelidad (emeth), esa que te hace nombrar a las personas con su nombre propio, como las nombra el Señor, antes de ponerles una categoría o definir «su situación».

Hay que estar atentos a no caer en la tentación de hacer ídolos con algunas verdades abstractas. Son ídolos cómodos que están a mano, que dan cierto prestigio y poder y son difíciles de discernir. Porque la «verdad-ídolo» se mimetiza, usa las palabras evangélicas como un vestido, pero no deja que le toquen el corazón. Y, lo que es mucho peor, aleja a la gente simple de la cercanía sanadora de la Palabra y de los sacramentos de Jesús.

En este punto, acudimos a María, Madre de los sacerdotes. La podemos invocar como «Nuestra Señora de la Cercanía»: «Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286), de modo tal que nadie se sienta excluido. Nuestra Madre no solo es cercana por ir a servir con esa «prontitud» (ibíd., 288) que es un modo de cercanía, sino también por su manera de decir las cosas. En Caná, el momento oportuno y el tono suyo con el cual dice a los servidores «Hagan todo lo que él les diga» (Jn 2,5), hará que esas palabras sean el molde materno de todo lenguaje eclesial. Pero para decirlas como ella, además de pedirle la gracia, hay que saber estar allí donde «se cocinan» las cosas importantes, las de cada corazón, las de cada familia, las de cada cultura. Solo en esta cercanía uno puede discernir cuál es el vino que falta y cuál es el de mejor calidad que quiere dar el Señor.

Les sugiero meditar tres ámbitos de cercanía sacerdotal en los que estas palabras: «Hagan todo lo que Jesús les diga» deben resonar ―de mil modos distintos pero con un mismo tono materno― en el corazón de las personas con las que hablamos: el ámbito del acompañamiento espiritual, el de la confesión y el de la predicación.

La cercanía en la conversación espiritual, la podemos meditar contemplando el encuentro del Señor con la Samaritana. El Señor le enseña a discernir primero cómo adorar, en Espíritu y en verdad; luego, con delicadeza, la ayuda a poner nombre a su pecado y, por fin, se deja contagiar por su espíritu misionero y va con ella a evangelizar a su pueblo. Modelo de conversación espiritual es el del Señor, que sabe hacer salir a la luz el pecado de la Samaritana sin que proyecte su sombra sobre su oración de adoradora ni ponga obstáculos a su vocación misionera.

La cercanía en la confesión la podemos meditar contemplando el pasaje de la mujer adúltera. Allí se ve claro cómo la cercanía lo es todo porque las verdades de Jesús siempre acercan y se dicen (se pueden decir siempre) cara a cara. Mirando al otro a los ojos ―como el Señor cuando se puso de pie después de haber estado de rodillas junto a la adúltera que querían apedrear, y puede decir: «Yo tampoco te condeno» (Jn 8,11), no es ir contra la ley. Y se puede agregar «En adelante no peques más» (ibíd.), no con un tono que pertenece al ámbito jurídico de la verdad-definición ―el tono de quien siente que tiene que determinar cuáles son los condicionamientos de la Misericordia divina― sino que es una frase que se dice en el ámbito de la verdad-fiel, que le permite al pecador mirar hacia adelante y no hacia atrás. El tono justo de este «no peques más» es el del confesor que lo dice dispuesto a repetirlo setenta veces siete.

Por último, el ámbito de la predicación. Meditamos en él pensando en los que están lejos, y lo hacemos escuchando la primera prédica de Pedro, que debe incluirse dentro del acontecimiento de Pentecostés. Pedro anuncia que la palabra es «para los que están lejos» (Hch 2,39), y predica de modo tal que el kerigma les «traspasó el corazón» y les hizo preguntar: «¿Qué tenemos que hacer?» (Hch 2,37). Pregunta que, como decíamos, debemos hacer y responder siempre en tono mariano, eclesial. La homilía es la piedra de toque «para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 135). En la homilía se ve qué cerca hemos estado de Dios en la oración y qué cerca estamos de nuestro pueblo en su vida cotidiana.

La buena noticia se da cuando estas dos cercanías se alimentan y se curan mutuamente. Si te sientes lejos de Dios, acércate a su pueblo, que te sanará de las ideologías que te entibiaron el fervor. Los pequeños te enseñarán a mirar de otra manera a Jesús. Para sus ojos, la Persona de Jesús es fascinante, su buen ejemplo da autoridad moral, sus enseñanzas sirven para la vida. Si te sientes lejos de la gente, acércate al Señor, a su Palabra: en el Evangelio, Jesús te enseñará su modo de mirar a la gente, qué valioso es a sus ojos cada uno de aquellos por los que derramó su sangre en la Cruz. En la cercanía con Dios, la Palabra se hará carne en ti y te volverás un cura cercano a toda carne. En la cercanía con el pueblo de Dios, su carne dolorosa se volverá palabra en tu corazón y tendrás de qué hablar con Dios, te volverás un cura intercesor.

Al sacerdote cercano, ese que camina en medio de su pueblo con cercanía y ternura de buen pastor (y unas veces va adelante, otras en medio y otras veces va atrás, pastoreando), no es que la gente solamente lo aprecie mucho; va más allá: siente por él una cosa especial, algo que solo siente en presencia de Jesús. Por eso, no es una cosa más esto de «discernir nuestra cercanía». En ella nos jugamos «hacer presente a Jesús en la vida de la humanidad» o dejar que se quede en el plano de las ideas, encerrado en letras de molde, encarnado a lo sumo en alguna buena costumbre que se va convirtiendo en rutina.

Le pedimos a María, «Nuestra Señora de la Cercanía», que «nos acerque» entre nosotros y, a la hora de decirle a nuestro pueblo que «haga todo lo que Jesús le diga», nos unifique el tono, para que en la diversidad de nuestras opiniones, se haga presente su cercanía materna, esa que con su «sí» nos acercó a Jesús para siempre.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

29/03/2018-15:14
Rosa Die Alcolea

Lavatorio de los pies: El Santo Padre visita la cárcel romana de "Regina Coeli"

(ZENIT — 29 marzo 2018).- El Santo Padre celebra por cuarta vez en cinco años de pontificado, el rito del Lavatorio de los pies en una una cárcel. Este Jueves Santo, 29 de marzo de 2018, el Pontífice visitará la cárcel romana de "Regina Coeli".

Este Jueves Santo 2018, el Papa Francisco celebrará la Misa in Coena Domini en la cárcel romana de "Regina Coeli", y lavará los pies a doce detenidos, entre los cuales un ortodoxo, un budista y dos musulmanes, informa 'Vatican News'.

El Santo Padre lleva nuevamente su caricia y su abrazo a los detenidos de esta cárcel romana donde presidirá la Santa Misa con el rito del Lavatorio de los pies, además encontrará a los detenidos enfermos, que se encuentran en la enfermería de este centro penitenciario.

 

Visitas precedentes

El Papa Francisco celebró la Misa in Coena Domini en la localidad italiana de Paliano el año pasado, y en el centro C.A.R.A. de Castel Novo de Porto en el año 2016.

En 2015, Francisco celebró el rito del lavatorio de los pies en la cárcel de Rebibbia, en 2014 lo hizo en la Fundación Don Gnocchi, yen 2013 visitó la cárcel de menores de Casal del Marmo.

 

 

29/03/2018-13:07
Rosa Die Alcolea

¿Qué obras nos conceden Indulgencia Plenaria en Semana Santa?

(ZENIT — 29 marzo 2018).- Los días del Triduo Pascual ofrecen a los católicos la ocasión de ganar Indulgencia Plenaria, siempre cumpliendo las condiciones propuestas por la Iglesia: Confesar Sacramental, Comunión y rezar por las intenciones del Santo Padre.

 

Jueves Santo

El Jueves Santo, la Iglesia recuerda la Institución de la Eucaristía. Los fieles que durante la solemne reserva del Santísimo Sacramento, que sigue a la Misa de la Cena del Señor, reciten o canten el himno eucarístico del Tantum Ergo ("Adorad Postrados"), recibirán la gracia de la Indulgencia Plenaria (acorde con las condiciones de la Iglesia).

También si se visita por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.

 

Viernes Santo

Asimismo, se gana la Indulgencia asistiendo el Viernes Santo piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne celebración de la Pasión del Señor.

 

Sábado Santo

Otra oración piadosa en Semana Santa que la Iglesia propone para ganar Indulgencia es rezar juntos el Santo Rosario en la mañana del Sábado Santo (o durante el día), para acompañar a la Virgen María en su dolor por la muerte de Jesús.

También participando en la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovar las promesas del Santo Bautismo.

 

Condiciones

Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones: La exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial; y la Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por las intenciones del Sumo Pontífice.

Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se cumple la obra.

Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo se gana una Indulgencia Plenaria.

La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.

 

 

29/03/2018-12:55
Antonio Rivero

P. Antonio Rivero: "Entremos con Cristo en la alegría de su Pascua"

VIGILIA PASCUAL

Ciclo B

Textos: Gn 1, 1- 2, 2; Gn 22, 1-18; Ex 14, 15 —15, 1; Is 54, 5-14; Is 55, 1-11; Ba 3, 9-15. 32 — 4, 4; Ez 36, 16-28; Rm 6, 3-11; Mc 16, 1-7

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Dejarnos conquistar y envolver por la alegría de esta noche, para entrar en la Pascua, junto con Jesús.

Síntesis del mensaje: El Viernes Santo y el Sábado Santo sentimos una grande ausencia y tristeza. Altares despojados. Imágenes cubiertas con un paño morado. Ni una flor. Nada de lámparas encendidas. Y toda la Iglesia, y con ella nosotros, permanecimos silenciosos al pie del sepulcro de Cristo meditando emocionados hasta este momento de la Vigilia pascual donde el llanto se transforma en alegría, la tristeza en gozo y la soledad en presencia del Resucitado. La tierra estéril y seca de la humanidad, ahora regada por el agua y la sangre del costado de Cristo, está haciendo brotar nuevos hijos de Dios y fecundidad espiritual.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, las mujeres del evangelio de hoy vivían en la tristeza por la pérdida de Cristo. Santas mujeres que en vida de Cristo lo siguieron con fidelidad, le sirvieron con cariño ofreciendo sus bienes y con la muerte de Cristo estaban desplomadas. ¡Tanto era su amor por Jesús! Dios les premió y les envió un ángel que les anunció la noticia más importante: "Cristo ha resucitado". Y ellas, al inicio, temerosas pues no estaban preparadas para escuchar algo tan inaudito. Además, ¿quién les tiraría esa piedra que pesaba en su corazón? Más tarde, se llenaron de alegría y fueron a anunciar y contagiar este gozo profundo. Experimentaron en su alma la presencia invisible de Cristo resucitado, invisible a los ojos humanos y sólo perceptible a los ojos de la fe.

En segundo lugar, muchos hoy también viven en su tristeza y angustia existencial, en su escepticismo mental, en su ateísmo práctico, en su indiferentismo religioso, en su pragmatismo facilitón, en su hedonismo sensual. También estas personas necesitan escuchar hoy de boca de la Iglesia que Cristo vive y ha resucitado. Nosotros debemos ser esos "ángeles" que les animen y les abran a la esperanza de la resurrección de Cristo. Sólo así convertirán su angustia existencial en serenidad, su escepticismo y ateísmo en fe sobrenatural, su indiferentismo en interés positivo por la religión, su pragmatismo en gratuidad y adoración, su hedonismo en búsqueda del sentido de la cruz de cada día. Que nos pase lo que nos dice el Papa Francisco: "El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada"(Evangelii gaudium 2). Con razón el filósofo alemán Nietzsche echaba en cara a algunos cristianos al salir de una Vigilia Pascual con cara tristona: "No tienen rostros de resucitados".

Finalmente, tal vez nosotros mismos necesitamos escuchar esta espléndida noticia: "Cristo ha resucitado". Él es el motivo de nuestra alegría. Dice el Papa Francisco: "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría"(Evangelii gaudium 1). En la carta "Alegraos", dedicada a los consagrados, se nos dice: "La alegría no es un adorno superfluo, es exigencia y fundamento de la vida humana. En el afán de cada día, todo hombre y mujer tiende a alcanzar y vivir la alegría con todo su ser. En el mundo con frecuencia viene a faltar la alegría. No estamos llamados a realizar gestos épicos ni a proclamar palabras altisonantes, sino a testimoniar la alegría que proviene de la certeza de sentirnos amados y de la confianza de ser salvados". " Todo cristiano, sobre todo nosotros, consagrados, estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser amados por Él" (Papa Francisco 7 de julio de 2013 a novicios y seminaristas en Roma).

Para reflexionar: ¿Me dejo contagiar por la alegría de Cristo resucitado? ¿O vivo en un continuo tedio, tristeza y angustia? ¿Por qué? ¿Transmito la alegría de Cristo a mi alrededor, en mi familia, en el trabajo, en la parroquia, en las comunidades?

Para rezar: Recemos con el Papa Francisco: "Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores»"(Evangelii gaudium 3). Líbrame del egoísmo y de la autorreferencialidad. En ti y en el servicio a mi hermano encuentro la verdadera alegría.

 

 

29/03/2018-06:30
Isabel Orellana Vilches

San Pedro Regalado, 30 de marzo

«Flor de la reforma franciscana. Fue discípulo aventajado de Pedro de Villacreces. Pasó su vida consumido en oración y sacrificios, sosteniendo el rigor de la Regla que había heredado. Hizo muchos milagros»

Pedro Regalado y de la Costanilla nació en Valladolid, España, hacia 1390. Perdió a su padre siendo muy pequeño. Su madre lo llevaba temprano al convento de San Francisco donde actuaba como monaguillo, por lo que fácilmente se estableció un vínculo entrañable con los religiosos a los que acompañaba en la santa misa, despertando en él una temprana vocación. A los 13 años ingresó en el convento.

Era jovencísimo cuando le impusieron el hábito. Los muros de los claustros albergaban a personas sin escrúpulos ni vocación. Se habían recluido en esos recintos con variadas y distintas intenciones, lo cual se evidenciaba en una falta de espíritu religioso. A nada de ello fue ajeno el momento histórico que propició numerosos arribismos de esta naturaleza. En esa época, el venerable fray Pedro de Villacreces, egregio maestro en teología por las universidades de París, Toulouse y Salamanca, estaba dispuesto a actuar para renovar la vida monástica que se había impregnado de muchas sombras proyectadas en ella al margen de la consagración. Con este objetivo, el obispo de Osma le autorizó a fundar por tierras burgalesas.

En 1404 llegó a Valladolid. Procedía de las cuevas de Arlanza y del eremitorio de La Salceda donde se hallaba buscando seguidores para secundarle en tan delicada misión. Cuando Pedro Regalado lo conoció a sus 14 años, entró en inmediata sintonía con él. La diferencia de edad —el fraile superaba los 60—, nunca fue un muro entre ambos; todo lo contrario. Y es que los dos compartían el anhelo de conquistar la santidad, y ante este altísimo fin nada se interpone. Entonces fray Pedro ya era considerado santo por muchos, y fue instructor del joven que aprendió a estimar junto al fraile el cumplimiento de la observancia franciscana.

Unidos partieron rumbo a La Aguilera, lugar colindante a Aranda de Duero, para fundar un convento. Con sumo gozo, y sin temor a la austeridad porque buscaba la gloria de Dios con todas sus fuerzas, se abrazó el muchacho al rigor de la regla. Y no era baladí. De las veinticuatro horas que tiene el día, diez estaban destinadas a la oración comunitaria y personal, trabajo y limosna. Éste era, en esencia, el plan cotidiano. El bondadoso fraile se ocupó de formar a Pedro Regalado para el sacerdocio. Éste celebró su primera misa en la ermita del convento en 1412. De algún modo era su credencial para realizar el apostolado en la cuenca media del Duero. Su virtud, percibida en palabras y gestos, era bendecida con hechos prodigiosos por los que fue reconocido como «el santo del Duero». Nadie quedaba indiferente ante sus dotes taumatúrgicas. Fray Pedro de Villacreces podía respirar tranquilo; Dios había bendecido a la Orden con un gran santo. Durante once años cumplió con alegría las humildes misiones que le encomendaron. Ofrecía limosnas a los pobres que llegaban al convento, trabajó en la cocina como ayudante, y fue sacristán, entre otras.

En 1415 cuando fray Pedro fundó El Abrojo en la provincia de Valladolid, su discípulo estaba tan bien formado y había dado tales muestras de virtud que no dudó en elegirlo maestro de novicios. Y como tal prosiguió su vida de intensísima mortificación y penitencia. Recorría el entorno como un consumado predicador. Con su sencillez y ardor apostólico arrebataba numerosas conversiones. Todos acudían a él con el corazón contrito y la certeza de que saldrían plenamente renovados después de mostrarle las huellas de sus heridas. Nada tiene de particular que en octubre de 1422, cuando se produjo la muerte de Villacreces, tras el capítulo de Peñafiel los religiosos de las dos casas fundadas por él pensaran en Pedro Regalado para que siguiera al frente de todos como prelado o vicario. Y no se equivocaron. La reforma se extendió como un floreciente rosario de nuevas fundaciones, conocidas como «las siete de la fama».

Pedro, con su inflamada devoción por la Eucaristía, la Pasión de Cristo y María, hilvanaba las jornadas consumiéndose en oración y sacrificios, sosteniendo el rigor de la regla que había heredado. Toda disciplina cabía en su acontecer. Los habitantes del lugar sabían de su severo ascetismo. Veían su escuálida figura perfilada sobre el cerro del Águila, rebosante de austeridades, portando los símbolos del Redentor: cruz, corona de espinas y soga, mientras realizaba el Via Crucis.

Los milagros se sucedían, como también los favores celestiales que recibía. Uno de ellos, quizá el más renombrado, alude a un 25 de marzo, festividad de la Anunciación; estuvo vinculado a su amor por María. Fue Ella quien debió colmar el anhelo del santo de poder postrarse ante su imagen en la iglesia de La Aguilera mientras rezaba maitines. El lugar distaba unos ochenta km. del Abrojo. Pero los ángeles hicieron posible este sueño de Pedro trasladándole en un santiamén al templo, mientras una estrella que simbolizaba a la Virgen los conducía. Devuelto del mismo modo al convento, una vez hubo cumplido su anhelo, todo se produjo en tan brevísimo espacio de tiempo que ninguno de sus hermanos llegó a percatarse de su ausencia, ignorando lo concerniente a este hecho prodigioso.

En 1456 Pedro viajó a San Antonio de Fresneda, cerca de Belorado, y se reunió con un religioso antiguo compañero suyo que se hallaba enfermo. También él regresó al Abrojo debilitado. Ante la cercanía de su muerte, se trasladó a La Aguilera y el 30 de marzo de ese año entregó su alma a Dios. Cuando en el estío de 1493 la reina Isabel la Católica visitó el convento, se dirigió a las damas de su séquito y aludiendo a la tumba de Pedro, dijo: «Pisad despacio, que debajo de estas losas descansan los huesos de un santo». Fue beatificado por Inocencio XI el 17 de agosto de 1683. Benedicto XIV lo canonizó el 29 de junio de 1746. Es el Patrón de Valladolid.