Servicio diario - 04 de abril de 2018


 

Audiencia General: "El culto eucarístico nos separa del pecado"
Rosa Die Alcolea

Pascua: Francisco felicita a Benedicto XVI en la Audiencia General
Rosa Die Alcolea

Audiencia General, 4 de abril de 2018 — Texto completo
Redacción

Audiencia General: Saludo a los peregrinos de España y Latinoamérica
Rosa Die Alcolea

Pascua: El Papa exhorta a los jóvenes a "atestiguar la paz y la alegría"
Rosa Die Alcolea

Domingo de la Divina Misericordia: El Papa celebrará la Misa en el Vaticano
Rosa Die Alcolea

Mons. Paul Gallagher: "Cristianismo en China. Impacto, interacción e inculturación"
Redacción

Mons. Felipe Arizmendi: Invierno o verano eclesial
Felipe Arizmendi Esquivel

San Vicente Ferrer, 5 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

04/04/2018-09:25
Rosa Die Alcolea

Audiencia General: "El culto eucarístico nos separa del pecado"

(ZENIT – 4 abril 2018).- “El culto eucarístico, dentro y fuera de la Misa, nos ayuda a permanecer en Cristo y a crecer en nuestra unión con Él y con su Iglesia, nos separa del pecado y nos lleva a comprometernos con los pobres y necesitados”, ha anunciado el Papa Francisco.

El Papa Francisco ha celebrado esta mañana, 4 de abril de 2018, la Audiencia General en la plaza de San Pedro, junto a miles de fieles de diferentes países, bajo un cielo gris y lluvioso. El Pontífice ha pronunciado la última catequesis del ciclo dedicado a la Santa Misa, en concreto a los ritos de conclusión.

La celebración de la Misa lleva consigo el compromiso del testimonio cristiano –ha dicho el Papa–. Salimos de la Iglesia para «ir en paz», para llevar la bendición de Dios a nuestras casas, a los ambientes en los que vivimos y trabajamos, «glorificando a Dios con nuestra vida».

El Santo Padre ha explicado a los fieles en qué consisten estos ritos: Después de la oración de la comunión, la Misa termina con la bendición y el saludo al pueblo –ha señalado Francisco–. Concluye igual que iniciaba con el signo de la cruz, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

 

Presencia real de Cristo

“La Presencia real de Cristo en el pan consagrado no termina con la Misa, sino que se reserva en el Sagrario para la comunión de los enfermos y la adoración silenciosa”, ha indicado el Santo Padre.

El Pontífice ha invitado a los peregrinos a dejar que Cristo actúe en sus vidas y les ha recordado que celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos.

Así, Francisco ha citado a san Pablo: «Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, sino Cristo quien vive en mí» (Ga 2,19-20).

 

 

04/04/2018-17:52
Rosa Die Alcolea

Pascua: Francisco felicita a Benedicto XVI en la Audiencia General

(ZENIT — 4 abril 2018).- "¡Buena Pascua!": El Papa Francisco ha enviado un cariñoso saludo al papa emérito Benedicto XVI, esta mañana en la Audiencia General, y ha pedido a todos los fieles que le desearan en voz alta una buena Pascua al papa alemán.

"Me gustaría que deseásemos también una Buena Pascua —porque ha sido Obispo de Roma- al querido Papa Benedicto, que nos ve por televisión. Al Papa Benedicto, deseamos todos Buena Pascua. (Todos dicen: Buena Pascua). Y un fuerte aplauso", así ha hecho el Papa Francisco la invitación a los peregrinos.

"Veis que hoy hay flores: las flores dicen gozo, alegría" —ha indicado el Pontífice—. En algunos lugares Pascua se llama también "Pascua florida" porque florece el Cristo resucitado: es la flor nueva; florece nuestra justificación; florece la santidad de la Iglesia. Por eso, tantas flores: "es nuestra alegría".

Toda la semana celebramos Pascua, ha recordado el Santo Padre. "Por eso repetimos, una vez más, todos nosotros , el deseo de 'Buena Pascua'. Digamos juntos: 'Buena Pascu"", ¡todos!".

 

 

04/04/2018-16:53
Redacción

Audiencia General, 4 de abril de 2018 — Texto completo

(ZENIT — 4 abril 2018).- "La Misa es como la semilla, la semilla de trigo que después en la vida ordinaria crece, crece y madura en las obras buenas, en las actitudes que hacen que nos parezcamos a Jesús".

El Santo Padre Francisco ha celebrado la Audiencia General esta mañana, a las 9:30 horas en la Plaza de San Pedro, ante miles de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

El Santo Padre ha dedicado su catequesis a los ritos de conclusión de la Santa Misa.

“Cada vez que salgo de misa, tengo que salir mejor que cuando entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano”, ha explicado Francisco.

A través de la Eucaristía –ha señalado– el Señor Jesús entra en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos “expresar en la vida el sacramento recibido en la fe”.

En verdad, al acrecentar nuestra unión con Cristo, la Eucaristía actualiza la gracia que el Espíritu nos ha dado en el Bautismo y la Confirmación, para que nuestro testimonio cristiano sea creíble, ha dicho el Papa.

RD

A continuación, sigue la catequesis completa del Papa Francisco, pronunciada en italiano y traducida al español por la Oficina de Prensa del Vaticano:

***

 

Catequesis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y buena Pascua!

Veis que hoy hay flores: las flores dicen gozo, alegría. En algunos lugares Pascua se llama también “Pascua florida” porque florece el Cristo resucitado: es la flor nueva; florece nuestra justificación; florece la santidad de la Iglesia. Por eso, tantas flores: es nuestra alegría. Toda la semana celebramos Pascua, toda la semana. Por eso repetimos, una vez más, todos nosotros , el deseo  de “Buena Pascua”. Digamos juntos: “Buena Pascua”, ¡todos! (Responden: ¡Buena Pascua!). Me gustaría que deseásemos también una Buena Pascua –porque ha sido Obispo de Roma- al querido Papa Benedicto, que nos ve por televisión. Al Papa Benedicto, deseamos todos Buena Pascua. (Todos dicen: Buena Pascua). Y un fuerte aplauso.

Con esta catequesis concluimos el ciclo dedicado a la misa, que es precisamente la conmemoración, pero no solamente como memoria, se vive de nuevo la Pasión y la Resurrección de Jesús. La última vez llegamos a la Comunión y a la oración después de la Comunión. Después de esta oración la misa termina con la bendición impartida por el sacerdote y la despedida del pueblo (véase Instrucción general del Misal Romano, 90). Como había empezado con la señal de la cruz, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, de nuevo es en el nombre de la Trinidad como se sella la misa, es decir, la acción litúrgica.

Sin embargo, sabemos que cuando la misa termina, se abre el compromiso del testimonio cristiano. Los cristianos no van a misa para cumplir con una tarea semanal y luego se olvidan; no. Los cristianos van a misa para participar en la Pasión y Resurrección del Señor y vivir más como cristianos: se abre el compromiso del testimonio cristiano. Dejamos la iglesia para “ir en paz” a llevar la bendición de Dios a las actividades diarias, a nuestros hogares, al  ambiente de trabajo, a las ocupaciones de la ciudad terrenal, “glorificando al Señor con nuestra vida”. Pero si salimos de la iglesia chismorreando y diciendo: “Mira ese, mira ese otro”, con la lengua larga, la misa no ha entrado en mi corazón. ¿Por qué? Porque no soy capaz de vivir el testimonio cristiano. Cada vez que salgo de misa, tengo que salir mejor que cuando entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano. A través de la Eucaristía, el Señor Jesús entra en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos “expresar en la vida el sacramento recibido en la fe” (Misal Romano, colecta del lunes de la Octava de Pascua).

De la celebración a la vida, pues, conscientes de que la Misa halla su cumplimiento en las elecciones concretas de los que se dejan involucrar en primera persona en los misterios de Cristo. No debemos olvidar que celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar que Cristo actúe en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos  nuestros sentimientos,  sus decisiones las nuestras. Eso es la santidad: Hacer como hizo Cristo es la santidad cristiana. San Pablo lo expresa con precisión hablando de su asimilación a Jesús y dice así: “Con Cristo estoy crucificado, y no vivo yo, sino que es  Cristo quien vive en mí. La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gal 2: 19-20). Este es el testimonio cristiano. La experiencia de Pablo también nos ilumina a nosotros: En  la medida en que mortificamos nuestro egoísmo, es decir en que dejamos que muera cuanto se opone al Evangelio y al amor de Jesús, se crea dentro de nosotros un mayor espacio para la potencia de su Espíritu. Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu Santo, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Dejad que se os ensanche el alma” ¡No esas almas, así de estrechas y cerradas, pequeñas, egoístas ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes… Dejaos ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Dado que la presencia real de Cristo en el Pan consagrado no termina con la misa (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1374), la Eucaristía se custodia en el sagrario para la comunión de los enfermos y la adoración silenciosa del Señor en el Santísimo Sacramento; de hecho, el culto eucarístico fuera de la misa, ya sea en forma privada o comunitaria, nos ayuda a permanecer en Cristo (cf. ibid., 1378-1380).

Los frutos de la Misa, por lo tanto, están destinados a madurar en la vida cotidiana. Podríamos decir así, forzando algo la imagen: la Misa es como la semilla, la semilla de trigo que después en la vida ordinaria crece, crece y madura en las obras buenas, en las actitudes que hacen que nos parezcamos a Jesús. Los frutos de la Misa, por lo tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día. En verdad, al acrecentar nuestra unión con Cristo, la Eucaristía actualiza la gracia que el Espíritu nos ha dado en el Bautismo y la Confirmación, para que nuestro testimonio cristiano sea creíble (véase ibid., 1391-1392).

Todavía más, encendiendo en nuestros corazones el amor divino, ¿Qué hace la Eucaristía? Nos separa del pecado: “Cuanto más compartimos la vida de Cristo, a progresar en su amistad, tanto más difícil es separarnos de Él por el pecado mortal” (ibid, 1395. ).

Participar habitualmente en el banquete eucarístico renueva, fortalece y profundiza el vínculo con la comunidad cristiana a la que pertenecemos, de acuerdo con el principio de que la Eucaristía hace la Iglesia (cf. ibid., 1396), nos une a todos.

Por último, participar en la Eucaristía nos compromete con los demás, especialmente con los pobres, educándonos a pasar de la carne de Cristo a la carne de los hermanos, en los que espera ser por nosotros reconocido, servido, honrado, amado (cf. ibíd., 1397).

Ya que llevamos el tesoro de la unión con Cristo en vasijas de barro (2 Cor 4,7), necesitamos regresar constantemente al santo altar, hasta que, en el paraíso, saboreemos plenamente la felicidad del banquete de las bodas del Cordero (cf. Ap 19.9).

Demos gracias al Señor por el camino de redescubrimiento de la Santa Misa que nos ha concedido cumplir juntos, y dejémonos atraer con renovada fe a este encuentro real con Jesús, muerto y resucitado por nosotros, contemporáneo nuestro. Y que nuestra vida sea siempre “florida”, así, como Pascua, con las flores de la esperanza, de la fe, de las buenas obras. ¡Qué encontremos siempre fuerza para ello en la Eucaristía, en la unión con Jesús! ¡Buena Pascua a todos!

© Librería Editorial Vaticano

 

 

04/04/2018-09:54
Rosa Die Alcolea

Audiencia General: Saludo a los peregrinos de España y Latinoamérica

(ZENIT — 4 abril 2018).- "Los invito a nutrirse constantemente de la Eucaristía, dejándose renovar con el encuentro real con Jesús, hasta que gustemos plenamente del banquete que nos tiene preparado por toda la eternidad".

Es la invitación que ha hecho el Papa Francisco a los peregrinos hispano parlantes, en la Audiencia General, celebrada este miércoles, 4 de abril de 2018, para esta semana de pascua, "en la que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte resuena con toda su fuerza y belleza".

Así, el Santo Padre ha enviado un saludo a los peregrinos de lengua española, procedentes de España y Latinoamérica, como de costumbre hace cada semana en la Audiencia General.

 

 

04/04/2018-10:19
Rosa Die Alcolea

Pascua: El Papa exhorta a los jóvenes a "atestiguar la paz y la alegría"

(ZENIT — 4 abril 2018).- Francisco ha exhortado a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados a "vivir el mensaje de Pascua, atestiguando en los lugares de la vida la paz y la alegría, obsequios del Señor resucitado".

Esta mañana, 4 de abril de 2018, el Papa ha dirigido unas palabras a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los nuevos matrimonios en la Audiencia General, celebrada en la plaza de San Pedro.

El Pontífice les ha dicho: "Cristo ha vencido a la muerte y nos ayuda a aceptar el sufrimiento como una oportunidad privilegiada para la redención y la salvación".

 

 

04/04/2018-17:22
Rosa Die Alcolea

Domingo de la Divina Misericordia: El Papa celebrará la Misa en el Vaticano

(ZENIT — 4 abril 2018).- El próximo domingo, 8 de abril de 2018, Domingo de la Divina Misericordia, el Papa celebrará la Santa Misa en el atrio de la basílica de San Pedro, a las 10:30 horas.

La Santa Sede lo ha hecho público hoy, en un comunicado de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas.

Se trata del II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, es tradición que el Santo Padre celebre la Eucaristía en la basílica en esta solemnidad.

 

Divina Misericordia

La fiesta de la Divina Misericordia se celebra el primer domingo después de Pascua y fue instituida oficialmente por San Juan Pabloll durante la canonización de Santa Faustina Kowalska, el 30 de abril de 2000.

El domingo de la Divina Misericordia nace de una pedido de Cristo a una religiosa polaca del siglo )0(, santa Faustina. Es una fiesta para manifestar en el mundo su inmensa compasión por los Hombres: «Deseo que la fiesta de la Misericordia sea un recurso y un refugio para todas las almas y sobre todo para los pobres pecadores. En este día, las puertas de mi misericordia están abiertas, yo les daré un océano de gracias a las almas que se aproximarán a la fuente de mi misericordia» le dijo Jesús a santa Faustina.

 

 

04/04/2018-17:41
Redacción

Mons. Paul Gallagher: "Cristianismo en China. Impacto, interacción e inculturación"

"Cristianismo en China: Impacto, interacción e inculturación" es el tema de la Conferencia Internacional promovida en Roma, en la Facultad de Misionología de la Pontificia Universidad Gregoriana los pasados 22 y 23 de marzo de 2018.

Publicamos a continuación el discurso que Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados pronunció durante la sesión de apertura.

***

 

Discurso de Mons. Paul Richard Gallagher

Sus Eminencias, Sus Excelencias,
Padre Rector,
Distinguidos Miembros del Cuerpo Diplomático,
Queridos Profesores y Estudiantes,
Damas y caballeros,

Con gran placer he aceptado la invitación del padre Nuno da Silva Gongalves, SJ, Rector de la Universidad Gregoriana, y del P. Milan 2ust, Decano de la Facultad de Misionología, para dirigirme a ustedes al comienzo de este simposio, durante el cual varios expertos e investigadores reflexionarán sobre el tema "El cristianismo en la sociedad china: impacto, interacción e inculturación".

Sin querer entrar en los detalles de los diversos temas que tratarán apropiadamente los oradores, me gustaría presentar algunas consideraciones que creo que son útiles en el contexto actual, en el que China está tomando su lugar de forma estable e influyente en la red de relaciones internacionales, con su propia visión original del mundo y su propia herencia inestimable de cultura y civilización.

Comenzaré con una observación. A nivel internacional, hoy más que nunca, China continental se encuentra en el centro del interés político, económico y cultural. China se ve a sí misma como un cruce de caminos de desarrollo, gracias a proyectos tan importantes como la Nueva Ruta de la Seda ("Un cinturón, un camino"). En la política exterior, está adoptando claramente un nuevo enfoque sobre los equilibrios existentes en las relaciones internacionales y también está consolidando su presencia en los países en desarrollo. En la política interna, China promueve programas a largo plazo encaminados a brindar a un número considerable de ciudadanos la posibilidad de superar la pobreza. Al mismo tiempo, el sistema cultural chino impulsa con decisión las áreas de la investigación científica y tecnológica.

También cabe señalar que China está abordando el desafío global insistiendo en su identidad propia mediante un modelo económico, político y cultural que busca dar "características chinas" a la globalización. De esta manera, el Reino Medio quiere recuperar una posición central en el mundo, de acuerdo con lo que ya era la manera de ver las cosas de Matteo Ricci, cuando trazó un mapa geográfico completo de todos los países del mundo para los chinos. Este fue el primer gran mapa del mundo en idioma chino; su sexta edición fue encargada por el mismo Emperador en 1608. En este contexto, y también en el nivel religioso, la palabra clave que se repite constantemente y se ofrece a la consideración general es el término "Sinización".

Dado que estamos aquí en la Pontificia Universidad Gregoriana, quisiera mencionar otra consideración. En este lugar es natural recordar, con profunda admiración, la extraordinaria contribución que muchos jesuitas a lo largo de los siglos aportaron al redescubrimiento de la cultura china, permitiéndonos pasar del impacto inicial con un mundo tan lejano al encuentro con el patrimonio científico, técnico, filosófico y moral de Occidente. Fue una extraordinaria aventura humana y eclesial, impulsada por un espíritu profundamente misionero, que inspiró a muchos miembros de la Compañía de Jesús, así como a otras órdenes religiosas, a emprender el viaje al continente asiático y, en particular, a China.

En este sentido, cuando se encontró con los jesuitas de La Civiltá Cattolica el 9 de febrero de 2017, el Papa Francisco los alentó de esta manera: "¡Quedaos en mar abierto! Un católico no debe temer al mar abierto, no debe buscar refugio en puertos seguros. ... El Señor nos llama a participar en la misión. ... Cuando nos adentramos en las profundidades, nos encontramos con tormentas y puede haber un viento contrario. Sin embargo, el santo viaje siempre se hace en compañía de Jesús, que dijo a sus discípulos: "¡Ánimo, soy yo, no temáis!" (Mt 14:27) [1] En esa ocasión, el Papa también enumeró tres cualidades que nos hacen permanecer en este mar abierto: "inquietud", sin la cual "somos estériles", "incompleto", que nos recuerdan que "Dios es el Deus semper mayor" , el Dios que siempre nos sorprende "," imaginación ", que nos consiente practicar sin rigidez el discernimiento de los signos y las cosas que suceden.[2]

En este punto, deseo referirme a la dinámica del discernimiento en conexión con la tarea de la evangelización. El discernimiento nos permite no solo obtener una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios, sino también proclamarla, evitando al mismo tiempo dos peligros bastante comunes. El primero es el proselitismo, que mide el éxito de la misión en términos de números en lugar de en calidad de la elección del que entra en contacto con la experiencia cristiana. El segundo peligro es el de una proclamación abstracta de la fe, que no tiene en cuenta la compleja naturaleza social y cultural de los contextos humanos a los que se dirige el mensaje del Evangelio.

Ambas actitudes arañan solamente la superficie de una auténtica tarea misionera, porque no pueden captar las coordenadas espacio-temporales que hacen posible una inculturación fecunda de la fe. Sin embargo, debería ser posible discernir un horizonte aún mayor en la misión "ad gentes", es decir, la verticalidad de la primacía de la gracia de Dios, que precede a la acción humana y anima la historia de los pueblos desde dentro. También en China, Dios ya está presente y activo en la cultura y en la vida del pueblo chino.

Como el Padre Federico Lombardi, SJ, expresaba muy bien en una charla reciente, "la comunidad católica nace, crece y aporta su contribución en el contexto chino no por causa de un vínculo externo y extraño, sino como el fruto de la semilla del Evangelio que fue plantada en la tierra y la cultura de China y se desarrolla de una manera que corresponde a su 'identidad genética' ". Así„ esta semilla produce sus fruto al obtener sustento y asumir las características propias de la cultura local en la que se siembra. Es algo como lo que sucede con muchas plantas que producen fruta que comemos todos los días y que consideramos como nuestras durante siglos, mientras que, en realidad, fueron introducidas en nuestras tierras en el pasado y desde lugares lejanos.

A la luz de estas breves consideraciones, parece claro que la misión de la Iglesia en China hoy es la de ser "totalmente católica y genuinamente china", haciendo que el Evangelio de Jesús esté a disposición de todos y poniéndolo al servicio del bien común. Además, a lo largo del tiempo, las relaciones entre China y la Iglesia Católica han pasado por diferentes fases, alternando momentos de cooperación fructífera a otros de gran incomprensión y hostilidad, llevando, a veces, a situaciones en las que la comunidad de fieles experimentaba grandes sufrimientos.

Sin embargo, observando cuidadosamente las cuestiones, el método que en el pasado hizo posible un encuentro fructífero entre el "mundo cristiano" y el "mundo chino" fue la inculturación de la fe a través de la experiencia concreta del conocimiento, la cultura artística y la amistad con el pueblo chino. A este respecto, sigue siendo ejemplar la tarea de misioneros como Alessandro Valignano, Matteo Ricci, Giuseppe Castiglione y muchos otros, que deseaban abrir el camino al catolicismo con "formas chinas", sólidamente arraigado en el corazón del Reino Medio para proclamar el Evangelio de Jesucristo desde una perspectiva totalmente china.

Por lo tanto, al considerar la misión y la reflexión teológica, cabe destacar dos expresiones o, más exactamente, dos principios que deberían interactuar entre sí, a saber, la "sinización" y la "inculturación". Estoy convencido de que, de forma casi natural, brota un significativo desafío intelectual y pastoral de la reunión de estos dos términos, que indican dos visiones reales del mundo. A partir de estas dos visiones, debería ser posible establecer las coordenadas de una auténtica presencia cristiana en China, que podría presentar la naturaleza especial y la novedad del Evangelio en un contexto profundamente arraigado en la identidad específica de la milenaria cultura china. En su tratado sobre la amistad, el Padre Matteo Ricci decía: "Antes de entablar amistad, uno debe observar; después de comprometerse, uno debe confiar ".[3]

Padre Rector, distinguidas Autoridades, Señoras y Señores, la universalidad de la Iglesia Católica, con su apertura natural a todos los pueblos, puede contribuir en términos de inspiración moral y espiritual al gran esfuerzo de diálogo entre China y el mundo contemporáneo precisamente a través de la comunidad católica china, que está completamente integrada en el dinamismo histórico y actual de la tierra de Confucio. Al mismo tiempo que deseo un gran éxito a esta iniciativa encaminada a promover el diálogo y el encuentro, estoy seguro de que los oradores y expertos que tendrán la oportunidad de participar durante este Simposio podrán identificar y evaluar los mejores enfoques para garantizar que la amistad entre los mundos cristiano y chino produzca frutos genuinos de comprensión mutua y fraternidad.

Gracias por su atención.

***

[1] Papa Francisco, Discurso a la Comunidad de La Civiltá Cattolica, Sala del Consistorio, Palacio Apostólico Vaticano, 9 de febrero de 2017
[2] 'bid
[3] Matteo Ricci, S.J., Sull'Amicizia, 7. [8].

© Librería Editorial Vaticano

 

 

04/04/2018-10:30
Felipe Arizmendi Esquivel

Mons. Felipe Arizmendi: Invierno o verano eclesial

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC

 

VER

Leyendo algunos autores, me llama la atención que hablen de un "invierno eclesial", porque resaltan algo que es verdad: Algunas iglesias europeas se van quedando vacías, sólo participan en las Misas personas mayores y ancianas, hay muy pocas vocaciones sacerdotales y religiosas, el número de quienes se declaran católicos va descendiendo y aumenta el indiferentismo, cosa que también sucede en nuestra América Latina. Esto es innegable, y no se debe sólo a los escándalos por los casos de pederastia clerical, sino sobre todo al ambiente de secularización que se agudizó desde hace décadas.

Sin embargo, hay muchos otros datos que nos demuestran un verano eclesial, por los frutos que estamos constatando en muchas partes. Enumero sólo algunos.

Durante la Semana Santa que acaba de pasar, a mi parroquia natal, que es pequeña, llegaron más de 80 jóvenes misioneros, promovidos por el Instituto "México" de los Hermanos Maristas, y se distribuyeron en diferentes lugares, sufriendo incomodidades y limitaciones, pero entusiastas de poder convivir con el pueblo y compartir el mensaje cristiano. Unos 30 jóvenes y adolescentes nativos de mi pueblo prepararon, durante varias semanas anteriores, una representación de diversas escenas de la Pasión de Jesús, y la llevaron a cabo con ánimo y mucha fe. Soy testigo de sus esfuerzos y sacrificios.

La Conferencia Episcopal Norteamericana informó que, en la Vigilia Pascual, recibieron el bautismo, la Confirmación y Primera Comunión, más de 30,000 jóvenes y adultos. Hace dos años, en la misma fecha, bauticé a 70 adultos en Ocosingo. En las tres diócesis de Chiapas, fueron miles, no exagero, los que asumieron la fe católica en la Vigilia Pascual. En estas diócesis, han ido aumentando las vocaciones sacerdotales y religiosas, también indígenas.

De Bolivia, Marcos Jenaro, que colabora con la Conferencia Episcopal en el área de evangelización, me envió este mensaje: "Hemos celebrado como nunca los episodios pascuales de nuestra fe. Jesucristo, Señor de la Vida, de la Historia, del Cosmos, ha sido alabado en todas las lenguas de las etnias que habitan este País. Tiene un sabor especial, manifestar públicamente ser discípulo-misionero de Jesús, en un contexto social de persecución religiosa. Fieles cristianos católicos de urbes, de zonas periurbanas y comunidades rurales han testimoniado su fe y su pertenencia a la Iglesia. Hemos sentido, mínimamente, lo que sintieron nuestros hermanos de la Iglesia Apostólica".

Fueron miles quienes se acercaron, con ocasión de la Pascua, al sacramento de la reconciliación. Ayer, un sacerdote me platicaba con entusiasmo de su pastoral en cárceles de Toluca. Ya viene el Sínodo mundial sobre la juventud, y se prepara uno especial sobre la Amazonia. Estamos preparando, en el CELAM, el VII Simposio de Teología India sobre Pneumatología y Pueblos Originarios. Etc., etc., etc.

 

PENSAR

No nos podemos dormir en nuestros laureles, pues también es cierto que hay muchas deficiencias en nuestra Iglesia. En Aparecida reconocimos, hace más de diez años, que hay sombras preocupantes, como cuando dijimos, asumiendo lo dicho por el Papa Benedicto XVI: "Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (DA 12).

El Papa Francisco, por otra parte, nos invita a celebrar los frutos, no con un corazón tacaño, que sólo ve sombras, sino con fe y esperanza: "La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. La comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien" (EG 24).

 

ACTUAR

Sin ser ingenuos para no ver los problemas, seamos de mente y corazón abiertos para celebrar la obra del Espíritu Santo entre nosotros. A pesar de nuestros pecados, Jesús sostiene a su Iglesia y la fecunda con su Espíritu. ¡Ánimo y fructuosa Pascua!

 

 

04/04/2018-06:32
Isabel Orellana Vilches

San Vicente Ferrer, 5 de abril

«Este gran predicador era conocido como ángel del Apocalipsis porque con pasajes de este texto recordaba a los impenitentes el juicio que les aguardaba. Durante tres décadas evangelizó España, Italia, Suiza y Francia»

Nació en Valencia, España, el 23 de enero de 1350. Hijo de un prestigioso notario, tuvo cinco hermanos. Junto a sus devotos padres experimentó el amor a Cristo y a María desde su más tierna infancia. Ellos le incitaron a realizar alguna penitencia todos los viernes en memoria de la Pasión, y otro tanto hacía los sábados en honor a la Virgen. Estas prácticas las mantuvo vivas hasta el fin de sus días. Su inclinación a socorrer a los pobres se manifestó en esta temprana edad. En conjunto, su biografía aparece engarzada con las virtudes que le adornaron y numerosos prodigios celestiales con los que fue favorecido. Su trayectoria espiritual discurrió por senderos penitenciales. Y, de hecho, no se libró de tentaciones que intentaron perturbar sus altos anhelos. Como el diablo siempre se halla al acecho de la «presa» que puede perder si, como era su caso, se trata de alguien seducido por el amor de Dios, se alió con su aspecto para tratar de inducirle al mal. Porque el muchacho era bien parecido y suscitaba pasiones en algunas mujeres. Dos de dudosa vida se propusieron conquistarle sin éxito y atentaron contra su fama sembrando calumnias.
Las cotas que Vicente se había impuesto no tenían fronteras. Aunaba inteligencia y virtud, todo lo cual no pasó desapercibido para los dominicos que se ocuparon de su formación. Éstos, diezmados por la temible peste negra, pero sobre todo conmovidos por el ejemplo del aplicado joven, no dejaron escapar esta gran vocación que acogieron gozosos en la comunidad. El santo profesó en 1370. Después, satisfactoriamente cursó estudios de filosofía y teología, que culminaron con un doctorado en esta última disciplina obtenido con la máxima calificación. A partir de entonces se dedicó a ejercer la docencia en las universidades de Valencia, Barcelona y Lérida.

Cinco años más tarde fue ordenado sacerdote. El germen del Cisma de Occidente, que ya estaba larvado, no tardaría en saltar a la palestra. Cuando lo hizo, en el año 1378, Vicente sufrió por la gravísima divergencia y confusión creada entre los partidarios de Avignon y los de Roma. Él se había decantado por Benedicto XIII, a quien consideró legítimo pontífice; estaba bajo su amparo en Avignon. Pero este conflicto eclesial le afectó tan seriamente que peligró su vida. Entonces, una locución divina que se produjo el 3 de octubre de 1398 le rescató de una eventual muerte, diciéndole: «¡Vicente! Levántate y vete a predicar». Esta manifestación sobrenatural fue un poderoso resorte que modificó el rumbo de su existencia.

Una de sus grandes inquietudes fue restituir la unidad de la Iglesia. Y si primeramente reconoció al sucesor de Pedro en Benedicto XIII, quien se propuso concederle la dignidad episcopal y la cardenalicia, honores que Vicente rechazó, después mostró inequívoco apoyo al pontífice de Roma. Su intervención en el conflicto propició que altos mandatarios europeos, comenzando por los que estaban al frente de la Corona de Aragón, prestasen fidelidad al legítimo papa. En 1417, un año después de que Vicente culminara su particular campaña, era elegido Martín V.

Contó con un excelente recurso: su gran oratoria. Un poderoso imán para las muchedumbres. Además de su lengua nativa, dominaba el latín y tenía nociones de hebreo. Hubiera sido insuficiente para haberse hecho entender en las distintas naciones en las que su predicación floreció. Pero el hecho prodigioso es que los fieles comprendían perfectamente lo que decía porque le oían en su propia lengua. El objetivo de Vicente era la conversión de los pecadores. Durante treinta años evangelizó incansablemente por el norte de España, Italia y Suiza, así como en el sur de Francia, siempre en lugares abiertos para acoger a millares de personas, con grandes frutos espirituales. Se cuentan por decenas de miles los musulmanes que convirtió. Eran sermones que se prolongaban durante varias horas seguidas, pero nadie daba muestras de cansancio. Tenía la capacidad de mantener la atención en el auditorio con el tono y modulaciones de su voz. Pero, sobre todo, con la pasión que ponía en lo que decía. Huyendo de lenguajes artificiosos y recargados, supo traslucir a Dios. ¿Cómo? Orando. Es la clave de todos los santos. Antes de predicar se retiraba durante varias horas. Y la gracia se derramaba a raudales. Cada persona se sentía particularmente interpelada e invitada a vivir el amor a Dios. Las conversiones eran públicas, y los penitentes no se avergonzaban de reconocer sus pecados ante la concurrencia. Muchos sacerdotes le acompañaban para poder confesarlos a todos. Alabanzas, lágrimas de arrepentimientos, rezos..., eran el broche de oro de cada una de sus intervenciones.

Tenía autoridad moral porque su vida era sencilla y austera. Era íntegro, auténtico. Ayunaba, dormía en el suelo, y se trasladaba a pie para ir a las ciudades. Solo al final de sus días, como enfermó de una pierna, recorría los lugares en un humilde jumento.

Tanta bondad resumida en su persona conmovía de tal modo a la gente que, enardecida por sus palabras, intentaban robarle trozos de su hábito a modo de reliquia. Para evitar males mayores, unos hombres se ocupaban de darle escolta. Algunos lo denominaron «ángel del Apocalipsis» ya que solía recordar los pasajes del texto evangélico donde se advierte de lo que espera a los impenitentes. Por donde pasaba erradicaba vicios sociales y personales. Él se sabía pecador, y repetía: «Mi cuerpo y mi alma no son sino una pura llaga de pecados. Todo en mí tiene la fetidez de mis culpas». Ya envejecido, débil y lleno de enfermedades, le ayudaban a subir al lugar donde debía impartir el sermón. Entonces se transformaba. Y la gente volvía a ver en él al hombre vital y entusiasta que conocieron, y se contagiaban de su ardor apostólico. Murió en Vannes, Francia, predicando, como había vivido, el 5 de abril de 1419, Miércoles de Ceniza. Tras de sí dejaba también muchos milagros. Fue canonizado por Calixto III el 29 de junio de 1455.