Buenas noticias

 

LA CRUZ DE MOSUL (Nínive, Iraq)

 

Un testimonio viviente de Cristo para nuestro tiempo

 

 

06/04/2018 | por Giorgio Chevallard


 

 

En Agosto de 2014 el ISIS invadió la plana de Nínive en Irak, ocupando Mosul y varias aldeas de mayoría cristiana. Los terroristas dieron tres opciones a los cristianos: convertirse al islam; abandonar sus casas y todas sus cosas y marcharse; o morir. Así 120.000 cristianos tuvieron que huir con lo puesto atravesando la inmensa plana de Nínive con temperaturas que alcanzaban los 50ºC, porque prefirieron abandonarlo todo que tener que renunciar a Cristo. Las iglesias y sus casas fueron confiscadas, destruidas, quemadas o saqueadas: las marcaban con la letra ‘Nun’ (que corresponde a nuestra N, inicial de nazarenos, que es como llaman a los cristianos). Las campanas de las iglesias tuvieron que dejar de tañer por primera vez desde los tiempos apostólicos.

La mayoría de estos cristianos se refugiaron a Erbíl, capital del Kurdistán iraquí, convirtiéndose en exiliados en su propia tierra. La caridad de la Iglesia ha ayudado a todos esta pobre gente; Ayuda a la Iglesia Necesitada ha contribuido con 34,5 millones de € para alojamiento, víveres y bienes de primera necesidad, además de escolarizar a 15.000 niños refugiados.

Ahora, después de casi 3 años de ocupación yihadista, Mosul y las poblaciones vecinas han sido liberadas. Pero 363 edificios de la iglesia y 13.000 hogares han sido dañados, total o parcialmente. La imagen que se presentaba a los que volvían era descorazonadora: casas quemadas o derrumbadas, altares destrozados, imágenes descabezadas, tumbas profanadas, cruces abatidas,… Las tres grandes iglesias de Irak han firmado un acuerdo histórico con Ayuda a la Iglesia Necesitada para trabajar en la reconstrucción de estas poblaciones, para que los cristianos puedan volver. Si no lo hacen, otros ocuparan su lugar. El mismo Papa Francisco apoya esta campaña, que se ha llamado “ayúdales a volver”.

La Cruz de Mosul proviene a la iglesia siro-ortodoxa de San Simón de Bartella, de la región de Mosul. Es una de las múltiples iglesias gravemente dañadas por el ISIS: fue quemada y actualmente en reconstrucción. La cruz forma parte de una Vía Crucis de pared y tiene claras marcas de haber sido quemada por las chispas de un incendio. Mide unos 20 cm por 20 cm. Una artista catalana, Beatriz de Colmenares, ha proyectado y ornamentado una cruz de grandes dimensiones (alta más de tres metros) para poner en el mismo centro la cruz de Mosul (ver fotos). En el brazo superior de la cruz un cordero herido derrama su sangre que cuela hasta alcanzar la cruz de Mosul; los dos brazos laterales tienen los símbolos ALFA y OMEGA. Y el brazo inferior lleva una inscripción del Evangelio de Mateo: “Ama a tus enemigos y reza por los que te persiguen” (Mt, 5, 44), en español y en árabe.

Esta cruz ha empezado a girar por Catalunya y España como símbolo de la victoria de Cristo y del perdón cristiano. Nosotros no vencemos cuando nos imponemos con nuestras armas, ni siquiera con nuestros argumentos: nosotros vencemos cuando somos capaces de ser testigos del amor de Dios, de Jesús. La inauguración de esta gira la hizo el Cardenal de Barcelona Juan José Omella en la iglesia de Santa María del Mar, con más de 1.500 jóvenes, el 18 de febrero pasado en una misa muy participada, con testimonios impresionantes. Luego la cruz empezó su camino: S. Cebriá a Valldoreix, San Pere en la Seu de Egara, la Mare de Déu de les Arenes en Terrassa, Santa María del Prat en Llinars, Sant Juliá de Palou y San Esteve a Granollers, la Medalla Milagrosa en Barcelona, en la Catedral de Vic… En Mayo irá a Madrid, Valencia y el Norte de España… Como la cruz de Lampedusa, hecha con los maderos de los barcos naufragados en la isla italiana, despertó el año pasado las conciencias sobre el drama de los refugiados que mueren en el mar Mediterráneo, frente a nuestras costas y en medio de la indiferencia de gobiernos y pueblos; así este año la cruz de Mosul está llamada a despertar en el pueblo cristiano la conciencia del deber de solidaridad que tenemos con estas comunidades cristianas tan golpeadas y que nos dan un testimonio tan vivo de fe verdadera. Nosotros necesitamos este testimonio para revitalizar nuestro cristianismo, demasiadas veces acomodado, de sofá, como dice el Papa. Es un regalo del Señor a esta Europa vieja y cansada, para que no pierda del todo sus raíces y su conciencia.

Las cruces de las iglesias donde ha estado casi siempre tenían a Cristo crucificado. En la de Mosul en cambio una pequeña cruz ocupa el lugar de Nuestro Señor. Es un símbolo, que nos dice que estos cristianos con el mismo cuerpo del único Cristo, el que fue martirizado hace 2.000 años y el que hoy sufre en los cristianos perseguidos, en su cuerpo místico, en la carne de sus fieles. Él pierde su vida en la cruz, para darnos la vida. Nosotros tenemos el deber de ayudar nuestros hermanos en la fe a reconstruir su vida y a volver a permitir la presencia del cristianismo en estas tierras, tan martiriadas y tan necesitadas de testigos de perdón; porque sin perdón, Tierra Santa no podrá encontrar la paz. Y debemos agradecer al Señor que nos permite redescubrir nuestra fe con la fuerza y constancia que nos han demostrado estos hermanos perseguidos. La sangre de estos mártires pueda revitalizar nuestras comunidades y devolvernos el entusiasmo y la alegría de la fe. Nuestra ayuda, hecha de conocimiento, oración y ayuda material, sea ante todo un gracias por su testimonio que nos da vida.

En la piedra fundacional de la Sagrada Familia (que está en algún lugar de la capilla de San José en la cripta del cual se ha perdido la memoria) hay un pergamino que ofrece la gran obra del templo expiatorio a mayor Gloria de Dios, añadiendo literalmente “despierte de su tibieza los corazones adormecidos”. Cómo digo siempre a las personas que acompaño a visitar el templo, si hacía falta despertar los corazones en 1882, imaginémonos hoy en día. Y así como la obra maestra del gran Antoni Gaudí, en proceso de beatificación, ayuda a despertar a tantos corazones adormecidos de aquí y de todo el mundo, también pueda la Cruz de Mosul despertar nuestros corazones adormecidos por el consumismo y la indiferencia y ayudarnos a recomponer una verdadera y necesaria unidad, que no puede ser otra que la de la fe.