Tribunas

Crisis de santos

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

El Papa Francisco nos ha sorprendido, una vez más, con una Exhortación Apostólica. Ahora sobre la santidad, un texto sobre lo esencial en un momento, parafraseando a Jean Guitton, de “silencio sobre lo esencial”.

Al fin y al cabo, esta Exhortación viene a ser una síntesis, o un compendio, o un vademécum, principalmente, de sus homilías de Santa Marta.

Para contar una anécdota personal, me he ganado un café y un pincho de tortilla con un compañero de Facultad después de que en vísperas de que se hiciera público el texto jugáramos cuáles serían las citas, los documentos y los autores más utilizados por el Papa. Me equivoqué, por cierto, en uno por el que aposté y no salió.

Como soy de los que piensan que las crisis mundiales son crisis de santos, este texto pontificio trasciende los círculos eclesiales y toca de lleno una cuestión en la que la humanidad se juega el destino de la historia. O como dice Leon Bloy, y recoge el Papa, en la vida “existe una sola tristeza, la de no ser santos”.

Por cierto, que A. Camus tiene una idea parecida en un par de frases complementarias, entre otras. “Cómo vivir sin la gracia, es el problema que domina el siglo XX”. Y la segunda: “En suma, dijo Tarrou con sencillez, lo que me interesa es saber cómo se hace uno santo”.

Eso, cómo se hace uno santo es lo que nos explica y enseña el Papa. Al fin y al cabo, pone la santidad de moda. No podemos negar que, en la Iglesia, ha estado más en el candelero últimamente la justicia que la santidad. Convenía por tanto reforzar el vínculo de unión entre santidad y justica, y justicia y santidad, y hablar de la primacía de Dios, de Dios y su forma de “primarearnos”.

Esta Exhortación apostólica es una magnífica oportunidad para recordarnos que hay demasiadas fuerzas que tiran hacia abajo.  Por ejemplo, y aunque no es una novedad en las palabras del Papa, sí lo es en su formulación, esos puntos 158-162 dedicados al demonio.

Solo nos queda esperar y ver quién se atreve ahora, en las predicaciones dominicales, a empezar a hablar del demonio, que prácticamente ha desaparecido de la palabra pública de la Iglesia.

Como en todo texto extenso, hay momentos memorables y otros de transición; hay afirmaciones sorprendentes y otras de uso habitual; hay perspectivas que enriquecen y otras que pertenecen al común de santos, que también enriquecen en otro tiempo. Hay temas presentes y otros ausentes.

Y, como es frecuente en el Papa Francisco, en este escrito, en no pocas ocasiones, hay una tensión de superación de las dialécticas que se dan en las diversas formas de vida cristiana, un realismo que sigue sorprendiendo.

El Papa Francisco ha querido ofrecer un regalo a los cristianos desde lo común, la vocación y misión a la santidad. Una presentación de la existencia cristiana desde la experiencia de centralidad del ser, de la identidad. Si alguien nos preguntara ahora qué significa ser cristianos, quién es un cristiano, esta carta serviría y mucho.

Ahora toca ponernos cada uno en estado de santidad, y a la Iglesia, y a las parroquias, y a las realidades eclesiales, en misión de santidad.

 

José Francisco Serrano Oceja