Editorial

 

En realidad, es muy sencillo, se trata de la gracia y del don de la fe

 

 

27/04/2018 | por ForumLibertas


 

 

Las cifras pueden -pero no deben- abrumar, aceptándolas como una fatalidad histórica. Los católicos practicantes, que eran el 53,4% en el 2006, han caído hasta el 26,4% en el 2017. Las causas de este brutal descenso según los datos del CIS correspondientes a enero de cada año, publicados en La Vanguardia el 18 de abril, son múltiples, y dan tema para los expertos en esta rara disciplina que se llama secularización (que en realidad es una manifestación más, esta en el campo religioso de la sociedad desvinculada).

Pero, como última razón, todo es más sencillo, desaparece el grupo de población de mayor práctica, que corresponde con el de más edad, e incluyen los de 18 años -la edad de los encuestados-  generalmente, jóvenes con un nivel de práctica muy bajo. Hay una gran inercia demográfica que permite auspiciar que la caída continuará, porque se trata de una pendiente con su punto más alto en la derecha de la distribución, que tiende a hacerse horizontal a base de reducirla. Tan inercial es que existe un estudio del 2007, presentado a los obispos de la Tarraconense sobre la evolución previsible de los católicos practicantes entre el 2020 y 2022, que se está verificando con una precisión pasmosa. Solo hechos extraordinarios, y no más de lo mismo, por tanto, pueden romper el movimiento de inercia.

Pero, existe un segundo dato que es menos abordado. El de los católicos poco o nada practicantes. Los Católicos, pero no Mucho (CPNM). En el 2006, si el CIS no se equivoca, eran el 23,9% mientras que ahora son el 43,4% La pérdida de la práctica no ha alimentado tanto no-creencia (ha crecido menos de 6 puntos en este periodo de tiempo) sino al alejamiento total o parcial. A pesar de ello, la intelectualidad de la Iglesia invierte mucha reflexión y discurso sobre este segundo grupo e ignora al primero. Quizás porque sociológicamente el discurso mola más, vete tú a saber. Ahora, como estrategia es un desastre.

Más del 40% de la población española se autodefine como católica (además de los practicantes) ¿Qué significa eso? Pues que tienen una identidad, pero muy débil, o débil, porque en este grupo están desde los que no han puesto nunca el pie en una Iglesia hasta los que acuden algunas veces al año o solo en fiestas muy señaladas.

En este numeroso grupo, el más importante de todos con diferencia, encontramos tres sujetos colectivos distintos: el que en realidad es un indiferente, el católico social, es decir, no cree, sobre todo en la Iglesia, pero mantiene una moralidad subjetiva, como la mayoría de la sociedad, pero con bastantes anclas en la moralidad cristiana, y el que cree, pero no acude.

El católico cultural le interesa a la Iglesia porque puede contribuir a cambiar el actual marco de referencia de la sociedad desvinculada por otro donde el cristianismo y la Iglesia sea considerada desde la inclusividad y la asertividad.

El católico alejado, que mantiene una brasa de fe porque debe ser el primer sujeto de la buena nueva, del anuncio.

La Iglesia necesita un proyecto cultural para el primero -que en realidad es para todos-  y una pastoral misionera, un salir, pero real, como pide el papa. “Pero algunos (naturales de Chipre y Cirene) se pusieron a hablar también a los griegos, anunciando la buena nueva del Señor” Eso nos decía la lectura del martes 24 (Hechos 11,19-26), y eso es lo que sigue siendo la primera exigencia cristiana, llevar la buena nueva a quien están alejados.

En realidad, es muy sencillo. Se trata de pedir el don de la gracia y proclamar la fe (algo difícil si siempre estamos reunidos, discutiendo o encerrados entre las paredes de una piedad auto referenciada).