Un páramo. Seco. Amarillo, de cereal sembrado y cosechado. Corta el horizonte mezclándose con el azul rojizo del atardecer. En una larga, llana y recta carretera, a lo lejos, falta el campanario. El  tañer de las campanas ha dejado de oírse. No existe. Una realidad que no apunta al cielo más que para explorarlo. Corazones vacíos, sin respuesta, sin Dios.

Cuando miramos a la Iglesia nos parece que lo único que tiene valor es aquello que realiza. En este ejemplar encontrarás datos incontestables de todo el bien que está haciendo: mujeres maltratadas, trata de blancas, drogodependientes, inmigrantes o excluidos. Un trabajo único entre los desheredados de la sociedad. Pero también verás cifras: por ejemplo, aquellas que apuntan al ahorro  del Estado en el ámbito de la educación, que sobrepasa con creces los 2.000 millones de euros. Una presencia, la de la Iglesia, que además garantiza el respeto al derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos; en caso contrario, hablaríamos de totalitarismo, de un Estado que quiere engullir toda iniciativa ciudadana. Ahorro e implicación también en el ámbito sanitario, o en el cuidado de nuestros mayores, con tantas Órdenes religiosas dedicadas a esta noble tarea.

Más aún. La presencia de la Iglesia católica en la sociedad no es una posición de privilegio. Los ciudadanos, en hospitales, cárceles, en otros ámbitos de la vida social, demandan la atención religiosa que el Estado tiene el deber de cubrir. El deber. La obligación. Al igual que con otras muchas cuestiones de índoles bien diversas. ¿Por qué nadie se plantea que con nuestros impuestos se pagan eventos deportivos de todo tipo, pero sin embargo a nadie le extraña que algunos cuestionen de manera airada la presencia pública de lo religioso? Igual de privado que mis gustos deportivos, ¿o no? El Estado (no solo las estructuras administrativas), la sociedad y todos los que formamos parte de ella tenemos que salvaguardar las expresiones de todo lo que significa lo humano. Siempre desde el respeto a las reglas democráticas.

Si avanzamos más allá, es bueno detenernos en la labor humanizadora, de consuelo, de acompañamiento, que realiza un sacerdote acompañando a tantas personas, en tantos pueblos despoblados de nuestra geografía. Parroquia a parroquia, pueblecito a pueblecito. Sentarse, simplemente, a hablar con aquellos que prácticamente ya realizaron todo en la vida, con los que ya tienen todo hecho pero que siguen necesitados de compañía, de consuelo, y también de fe.

No obstante, no se trata tan solo de elucubrar que si la Iglesia no existiera y no realizara su labor se quedarían muchas cosas sin hacer. Lo que realmente cuenta es que si la Iglesia católica, si la fe, la religión, no existieran, estaríamos ante una sociedad incompleta, cercenada en un aspecto fundamental de su desarrollo como tal. El hecho religioso es la respuesta a las preguntas más profundas del ser humano. Más allá de lo científico, de su mano, lo religioso ofrece respuesta a los interrogantes más profundos, aunque más sencillos y eternos del hombre.

En Xtantos creemos en la persona, en su desarrollo integral y completo, y por eso animamos a marcar la casilla de la Iglesia en la Declaración de la Renta: la Iglesia es un bien social más allá de lo que se ve. Juntos, hacemos un mundo mejor y xtantos.

 

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