Editorial

 

Lo sentimos cardenal Marx, pero no lo entendemos

 

 

04/05/2018 | por ForumLibertas


 

 

El gobierno de Baviera acordó una normativa por la cual en los edificios de la administración de Land figuraría la cruz. Extendía así el precedente de las escuelas donde han resistido los intentos legales de eliminarla. La razón jurídica, la misma que ahora ha utilizado el presidente Land y luterano practicante, Markus Söder, la de que la cruz no solo en un signo religioso, sino que también posee una significación cultural que expresa toda una cultura y unas raíces históricas. Acostumbrados a todo lo contrario, hay que decir que celebramos la decisión. Entre quienes quieren excluir el cristianismo de la vida pública para constreñirlo a las cuatro paredes de ser un asunto privado, y quienes manifiestan que la cruz es un símbolo de nuestra sociedad y que como tal une y no separa, hay que decir que nos quedamos rotundamente con los segundos.

Pero por lo visto nos equivocábamos en nuestra apreciación, o al menos esta es la conclusión después de las rotundas manifestaciones contra la decisión bávara, formuladas por el Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania en unas declaraciones al Süddeustche Zeiutung. Para el Cardenal Marx la cruz en los edificios públicos genera “división, inquietud y animosidad”, y que hay que tener en cuenta a los cristianos, musulmanes, judíos y no creyentes”. Más aún, sostiene que “quien vea la cruz solo como un símbolo cultural no ha entendido nada y la cruz es así apropiada en nombre del estado. Al estado no le corresponde explicar el significado de la cruz

Ves a saber por qué el cardenal ha coincidido con el punto de vista del presidente del partido liberal, habitualmente opuesto a lo surgido de la Iglesia, que había declarado: “Los que critican a Söder- al presidente del Land-  no son enemigos de la religión. El enemigo de la religión es el mismo Söder, al declarar la cruz un símbolo cultural, lo separa de su significado cristiano

Observamos un tanto alucinados que la cruz en un edificio público, según el cardenal y el líder liberal, comporta la división, la inquietud, la animosidad; es un acto enemigo de la religión y una apropiación del estado. ¡Cuantas cosas malas! Y los socios del FC Barcelona, flamante campeón de liga sin enterarse, porque en su escudo figura la cruz, incluso cuando exporta camisetas oficiales a los países musulmanes, como la luce la ciudad de Barcelona y tantas otras. La Cruz Roja debe de urgir la abolición de su símbolo y nombre, porque como el cardenal Marx se entere, los reñirá, así como tantos países que la tienen como enseña nacional, la propia Suiza y todos los nórdicos, y la Gran Bretaña como aportación inglesa. Ahora resulta que las gentes no pueden reconocerse en su historia, tradición y cultura, en la cruz, porque como es un signo religioso es propiedad estricta de las confesiones religiosas que la usan. Imaginamos que el cardenal Marx estará planeando que desaparezca de las escuelas -el malvado precedente (en Baviera los liberales ya lo postulan sin éxito hace tiempo).

El católico cultural al que nos hemos referido tantas veces, la persona que no tiene fe, que en definitiva es un don de la gracia de Dios, pero que se identifican con la cruz por razones de moralidad y sentido, ya pueden irse olvidando de esta referencia, según Marx (Reinhard, no Karl; lo sentimos la tentación era irrefrenable).

La cruz es también un mensaje de amor universal, abraza, no divide, a hombres y mujeres de buena voluntad, y sí que forma parte de Europa desde hace muchos, muchos siglos, tiene raíces propias, las de las confesiones cristianas, cierto, pero también las de la cultura que ha generado. Y que se encuentre en los edificios públicos significa esto exactamente. Y eso nada tiene que ver con la neutralidad religiosa, que significa no apoyar a una creencia en perjuicio de las otras, ni dejar de reconocer el pluralismo social. No deja de ser paradójico que la fuerza económica de la Iglesia en Alemania, que nace de un servicio inusual del estado hacia las religiones: la obligación que establece el estado de definir la propia creencia para que después este pueda recabar la aportación impositiva necesaria que gestiona y transfiere a las confesiones religiosas reconocidas, un país en el que si se quiere salir de esta obligación de una vez para siempre, si es católico ha de apostatar formalmente, tenga en el presidente de la Conferencia Episcopal a un pastor que niega al estado el uso civil de la cruz. ¡Por favor, un poco de equilibrio! (y que nadie se confunda con la “X” española en la declaración de renta, aquí uno la marca si quiere y cuando quiere, y no queda atrapado toda su vida como en Alemania)

Apreciado cardenal Marx entiéndanos: muchos católicos de a pie escuchando sus declaraciones -que no su magisterio- debemos confesarle que no entendemos ya donde estamos y en qué consiste ser un laico de a pie en la Europa de hoy, porque si la cruz sin un cura al lado es portadora de tantos perjuicios, mejor que el último apague la luz. Y perdónenos, quizás nos equivoquemos, pero sus declaraciones nos parecen de un clericalismo que tumba.

Nunca se nos ocurría -tampoco nos dejarían, claro- cuestionar la medialuna como signo que excluye a los cristianos en una sociedad de cultura islámica, si en ella se reconocen nuestros derechos. La nada, cardenal, solo expresa el vacío, precisamente el que vive cada vez más instalado en Europa. Y como el vacío llama al vacío, después no se extrañen si las Iglesias también se vacían. Cuesta explicar que lo que es un símbolo negativo en una escuela pública, se torne bueno si está dentro de una iglesia.