Opinión

 

Una incómoda llamada

 

 

25/05/2018 | por Rafael Gutiérrez Amaro


 

 

Cuando al amanecer, mientras nos arreglamos, vamos pensando quizás lo que tenemos que hacer, pero no pensamos nunca que puede que no lleguemos a terminar el día.

Cuando con meses de antelación vamos preparando, con gran ilusión, nuestras vacaciones, tampoco pensamos nunca que estas puede que no lleguen para nosotros.

Cuando preparamos una boda, un aniversario u otro cualquier acontecimiento lógicamente pensamos en los invitados, pero no pensamos que alguno de ellos puede no llegar a estar.

Ciertamente es lógico no pensar en ello;  aunque ello,  lógicamente también,  pueda suceder.

Conforme van pasando los años, cada vez nos vamos dando más cuenta que árboles en plenitud de vida caen y muchos tristemente antes de lo esperado.

Y esto nos debería de hacer pensar que la muerte está a la espera  y no nos va a pedir permiso para llegar, ni vamos a poder evitarla.

¡La muerte llegará! Y será: cuando Dios quiera, como Dios quiera y dónde  Dios quiera; y tendremos que atenderla y hacerle frente y responder.

En este día,  Dios con un abrazo de  pasión continuado nos recibirá;  y nos llenará de besos, de cariño, de infinito amor.

Pero es bueno, muy bueno,  que para este momento trascendental, sublime, excelso,  estemos preparados.

Pues si Dios nos encuentra despistados o contrariados,  o en una actitud de evidente rechazo…  ¿Qué podrá hacer?