Servicio diario - 04 de junio de 2018


 

Corpus Christi: "Derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor"
Redacción

Periodistas: Francisco los insta a buscar "periferias, verdades y esperanza"
Rosa Die Alcolea

Card. Miguel Obando Bravo: El Papa ora por su eterno descanso
Rosa Die Alcolea

Iglesia Luterana: Deseo del Papa de caminar "juntos con paciencia"
Rosa Die Alcolea

Polonia: El Papa se reúne con el Primer Ministro Mateusz Morawiecki
Rosa Die Alcolea

Patriarcado de Moscú: "Rezar juntos, los unos con los otros, en el diálogo"
Redacción

La ordenación está reservada a los hombres: Aclaración del Prefecto de la Doctrina de la Fe
Anne Kurian

San Bonifacio, 5 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

04/06/2018-11:14
Redacción

Corpus Christi: "Derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor"

(ZENIT – 4 junio 2018).- Así se vive eucarísticamente –dijo el Papa Francisco–: derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. “La Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú”.

Ayer, domingo, 3 de junio de 2018, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa Francisco celebró los ritos correspondientes del Corpus Domini, según el calendario litúrgico de la Iglesia italiana, con la participación de unos 10.000 fieles, indica la gendarmería vaticana.

El Santo Padre predicó: La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor.

A su llegada a las 17:50 horas, el Papa presidió la celebración eucarística en la plaza frente a la parroquia de Santa Mónica. El arzobispo Angelo De Donatis, vicario de Su Santidad para la diócesis de Roma, los obispos auxiliares y los sacerdotes de las parroquias de Ostia concelebraron con el Santo Padre.

Al final de la santa misa tuvo lugar la procesión con el Santísimo Sacramento por algunas calles del barrio del litoral romano, que terminó cerca de la parroquia de Nuestra Señora de Bonaria, donde el Santo Padre impartió la bendición eucarística.

El Papa Francisco regresó al Vaticano a las 20:30 horas, informa la Santa Sede.

Sigue la homilía pronunciada por el Santo Padre durante la celebración eucarística:

 

Homilía del Papa Francisco

En el Evangelio que hemos escuchado se narra la Última Cena, pero sorprendentemente la atención está más puesta en los preparativos que en la cena. Se repite varias veces el verbo “preparar”. Los discípulos preguntan, por ejemplo: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» (Mc 14,12). Jesús los envía a prepararla dándoles indicaciones precisas y ellos encuentran «una habitación grande, acondicionada y dispuesta» (v. 15). Los discípulos van a preparar, pero el Señor ya había preparado.

Algo similar ocurre después de la resurrección, cuando Jesús se aparece por tercera vez a los discípulos: mientras pescan, él los espera en la orilla, donde les prepara pan y pescado. Pero, al mismo tiempo, pide a los suyos que lleven un poco del pescado que acababan de pescar y que él les había indicado cómo pescarlo (cf. Jn 21,6.9-10). También aquí, Jesús prepara con antelación y pide a los suyos que cooperen. Incluso, poco antes de la Pascua, Jesús había dicho a los discípulos: «Voy a prepararos un lugar […] para que donde estoy yo estéis también vosotros» (Jn 14,2.3). Es Jesús quien prepara, el mismo Jesús que, sin embargo, con fuertes llamamientos y parábolas, antes de su Pascua, nos pide que nos preparemos, que estemos listos (cf. Mt 24,44; Lc 12,40).

Jesús, en definitiva, prepara para nosotros y nos pide que también nosotros preparemos. ¿Qué prepara Jesús para nosotros? Prepara un lugar y un alimento. Un lugar mucho más digno que la «habitación grande acondicionada» del Evangelio. Es nuestra casa aquí abajo, amplia y espaciosa, la Iglesia, donde hay y debe haber un lugar para todos. Pero nos ha reservado también un lugar arriba, en el paraíso, para estar con él y entre nosotros para siempre. Además del lugar nos prepara un alimento, un pan que es él mismo: «Tomad, esto es mi cuerpo» (Mc 14,22). Estos dos dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para vivir. Son la comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan en la Eucaristía. Alimento y lugar.

Jesús nos prepara un puesto aquí abajo, porque la Eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia, la genera y regenera, la reúne y le da fuerza. Pero la Eucaristía nos prepara también un puesto arriba, en la eternidad, porque es el Pan del cielo. Viene de allí, es la única materia en esta tierra que sabe realmente a eternidad. Es el pan del futuro, que ya nos hace pregustar un futuro infinitamente más grande que cualquier otra expectativa mejor. Es el pan que sacia nuestros deseos más grandes y alimenta nuestros sueños más hermosos. Es, en una palabra, la prenda de la vida eterna: no solo una promesa, sino una prenda, es decir, una anticipación, una anticipación concreta de lo que nos será dado. La Eucaristía es la “reserva” del paraíso; es Jesús, viático de nuestro camino hacia la vida bienaventurada que no acabará nunca.

En la Hostia consagrada, además del lugar, Jesús nos prepara el alimento, la comida. En la vida necesitamos alimentarnos continuamente, y no solo de comida, sino también de proyectos y afectos, deseos y esperanzas. Tenemos hambre de ser amados. Pero los elogios más agradables, los regalos más bonitos y las tecnologías más avanzadas no bastan, jamás nos sacian del todo. La Eucaristía es un alimento sencillo, como el pan, pero es el único que sacia, porque no hay amor más grande. Allí encontramos a Jesús realmente, compartimos su vida, sentimos su amor; allí puedes experimentar que su muerte y resurrección son para ti. Y cuando adoras a Jesús en la Eucaristía recibes de él el Espíritu Santo y encuentras paz y alegría. Queridos hermanos y hermanas, escojamos este alimento de vida: pongamos en primer lugar la Misa, descubramos la adoración en nuestras comunidades. Pidamos la gracia de estar hambrientos de Dios, nunca saciados de recibir lo que él prepara para nosotros.

Pero, como a los discípulos entonces, también hoy a nosotros Jesús nos pide preparar. Como los discípulos le preguntamos: «Señor, ¿dónde quieres que vayamos a preparar?». Dónde: Jesús no prefiere lugares exclusivos y excluyentes. Busca espacios que no han sido alcanzados por el amor, ni tocados por la esperanza. A esos lugares incómodos desea ir y nos pide a nosotros realizar para él los preparativos. Cuántas personas carecen de un lugar digno para vivir y del alimento para comer. Todos conocemos a personas solas, que sufren y que están necesitadas: son sagrarios abandonados. Nosotros, que recibimos de Jesús comida y alojamiento, estamos aquí para preparar un lugar y un alimento a estos hermanos más débiles. Él se ha hecho pan partido para nosotros; nos pide que nos demos a los demás, que no vivamos más para nosotros mismos, sino el uno para el otro. Así se vive eucarísticamente: derramando en el mundo el amor que brota de la carne del Señor. La Eucaristía en la vida se traduce pasando del yo al tú.

Los discípulos, dice el Evangelio, prepararon la Cena después de haber «llegado a la ciudad» (v. 16). El Señor nos llama también hoy a preparar su llegada no quedándonos fuera, distantes, sino entrando en nuestras ciudades. También en esta ciudad, cuyo nombre —“Ostia”— recuerda precisamente la entrada, la puerta. Señor, ¿qué puertas quieres que te abramos aquí? ¿Qué portones nos pides que abramos, qué barreras debemos superar? Jesús desea que sean derribados los muros de la indiferencia y del silencio cómplice, arrancadas las rejas de los abusos y las intimidaciones, abiertas las vías de la justicia, del decoro y la legalidad. El amplio paseo marítimo de esta ciudad llama a la belleza de abrirse y remar mar adentro en la vida. Pero para hacer esto hay que soltar esos nudos que nos unen a los muelles del miedo y de la opresión. La Eucaristía invita a dejarse llevar por la ola de Jesús, a no permanecer varados en la playa en espera de que algo llegue, sino a zarpar libres, valientes, unidos.

Los discípulos, concluye el Evangelio, «después de cantar el himno, salieron» (v. 26). Al finalizar la Misa, también nosotros saldremos. Caminaremos con Jesús, que recorrerá las calles de esta ciudad. Él desea habitar en medio de vosotros. Quiere visitar las situaciones, entrar en las casas, ofrecer su misericordia liberadora, bendecir, consolar. Habéis experimentado situaciones dolorosas; el Señor quiere estar cerca. Abrámosle las puertas y digámosle:

Ven, Señor, a visitarnos.
Te acogemos en nuestros corazones,
en nuestras familias, en nuestra ciudad.
Gracias porque nos preparas el alimento de vida
y un lugar en tu Reino.
Haz que seamos activos en la preparación,
portadores gozosos de ti que eres la vida,
para llevar fraternidad, justicia y paz
a nuestras calles. Amén.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

04/06/2018-16:26
Rosa Die Alcolea

Periodistas: Francisco los insta a buscar "periferias, verdades y esperanza"

(ZENIT – 4 junio 2018).- El Papa ha advertido a los periodistas que “no existen recetas”, pero ha destacado tres palabras para el ejercicio de su profesión: “periferias, verdades y esperanza”.

Una delegación del Premio Internacional de Periodismo ‘Biagio Agnes’ ha sido recibida esta mañana, a las 12:20 horas, por el Santo Padre Francisco, en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.

En primer lugar, Francisco les ha recordado que no olviden a las personas que “viven distantes, lejos, en las periferias”.

“Hoy, en un mundo donde todo va muy rápido –ha enumerado el Papa en segundo lugar– es cada vez más urgente apelarse a la sufrida y trabajosa ley de la búsqueda exhaustiva de la confrontación, y, si es necesario, también del callar antes que herir a una persona o a un grupo de personas o deslegitimar un acontecimiento”.

Y por último, el Pontífice les ha exhortado a “abrir espacios de esperanza” mientras se denuncian situaciones de degradación y de desesperación. Un periodista –ha aclarado– no tendría que sentirse bien solo con haber contado, según su libre y consciente responsabilidad, un acontecimiento. Está llamado a mantener abierto un espacio de salida, de sentido, de esperanza.

Es un “trabajo exigente” –ha reconocido el Pontífice–. Estamos viviendo realmente una “transformación apremiante” de las formas y de los lenguajes de la información. Es “laborioso” entrar en ese proceso de transformación, pero es “cada vez más necesario” si queremos seguir siendo educadores de las nuevas generaciones.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro.

***

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos amigos,

¡Os doy la bienvenida! Saludo y doy las gracias a la Sra. Simona Agnes, a los miembros del jurado y a todos vosotros presentes, que de varias maneras desempeñáis papeles importantes en el ámbito de la comunicación. La Fundación que promueve el premio lleva el nombre de ‘Biagio Agnes’, uno entre los más celebres periodistas italianos, defensor del servicio público, que varias veces intervino sobre el papel del periodista como garante de la información correcta, fiable, auténtica y puntual.

Atesorando su enseñanza, todos vosotros os esforzáis, ante todo personalmente, en favor de una comunicación que sepa anteponer la verdad a los intereses personales o de corporaciones. Además, observando lo que produce la industria cultural, con este Premio señaláis a la sociedad a los periodistas y las periodistas que se distinguen por responsabilidad en el ejercicio de la profesión. Efectivamente, ser periodista tiene que ver con la formación de las personas, de su visión del mundo y de sus actitudes frente a los acontecimientos. Es un trabajo exigente, que en este momento está viviendo una estación caracterizada, por una parte, por la convergencia digital, y por la otra, por la transformación de los mismos medios de comunicación.

Muy a menudo veo, en ocasión de viajes apostólicos o de otros encuentros, una diferencia de modalidades de producción: de los clásicos equipos de televisión a los chicos y chicas que con un móvil saben crear una noticia para algún portal. O también de las radios tradicionales a verdaderas entrevistas hechas siempre con el móvil. Todo esto dice que estamos viviendo realmente una transformación apremiante de las formas y de los lenguajes de la información. Es laborioso entrar en ese proceso de transformación, pero es cada vez más necesario si queremos seguir siendo educadores de las nuevas generaciones. Decía que es laborioso y añadiría que es necesaria una vigilancia inteligente. De hecho, “las dinámicas de los medios del mundo digital, […] cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Los grandes sabios del pasado, en este contexto, correrían el riesgo de apagar su sabiduría en medio del ruido dispersivo de la información” (Enc. Laudato si’, 47).

No existen recetas, pero solo me gustaría destacar tres palabras: periferias, verdades y esperanza.

Periferias. Muy a menudo, las zonas neurálgicas de la producción de las noticias se encuentran en los grandes centros. Pero esto no debe hacer que nos olvidemos de las personas que viven distantes, lejos, en las periferias. A veces son historias de sufrimiento y de degradación, otras son historias de gran solidaridad que pueden ayudar a todos a mirar de una manera nueva la realidad.

Verdad. Todos sabemos que un periodista está llamado a escribir lo que piensa, lo que corresponde a su comprensión consciente y responsable de un acontecimiento. Es necesario ser muy exigente con uno mismo para no caer en la trampa de las lógicas de contraposición por intereses y por ideologías. Hoy, en un mundo donde todo va muy rápido, es cada vez más urgente apelarse a la sufrida y trabajosa ley de la búsqueda exhaustiva de la confrontación, y, si es necesario, también del callar antes que herir a una persona o a un grupo de personas o deslegitimar un acontecimiento. Sé que es difícil, pero la historia de una vida se comprende al final, y esto debe ayudarnos a ser valientes y diría, también, proféticos.

Esperanza. No se trata de contar un mundo sin problemas: sería una ilusión. Se trata de abrir espacios de esperanza mientras se denuncian situaciones de degradación y de desesperación. Un periodista no tendría que sentirse bien solo con haber contado, según su libre y consciente responsabilidad, un acontecimiento. Está llamado a mantener abierto un espacio de salida, de sentido, de esperanza.

Concluyo recordando una de las iniciativas que la Fundación Biagio Agnes, gracias a la tenacidad de su Presidenta, lleva adelante: el Forum de divulgacion cientifica “Check-up para Italia”, proyecto que nació de una idea de Biagio Agnes, cuyo objetivo es profundizar temas médico-científico a través de una información precisa que combata el proliferar de informaciones del tipo “hágalo usted mismo” y de las noticias aproximativas, que siempre más a menudo se pueden encontrar en la red y que llaman la atención del público mucho más que la ciencia. El Pontificio Consejo de la Cultura ha concluido hace pocas semanas un congreso internacional precisamente sobre estos temas. A este respecto me gustaría recordar que “hay que asegurar una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre. A veces no se pone sobre la mesa la totalidad de la información, que se selecciona de acuerdo con los propios intereses, sean políticos, económicos o ideológicos” (Laudato si’, 135).

Os doy nuevamente las gracias y expreso mis felicitaciones a los premiados. Y, por favor, acordaos de rezar por mí. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

04/06/2018-13:04
Rosa Die Alcolea

Card. Miguel Obando Bravo: El Papa ora por su eterno descanso

(ZENIT — 4 junio 2018).- El Papa Francisco ha expresado su "sentimiento de pesar" al recibir "con dolor" la noticia del fallecimiento del Cardenal Miguel Obando Bravo, salesiano, que tuvo lugar el 3 de junio de 2018.

Este lunes, 4 de junio de 2018, el Santo Padre ha enviado un telegrama al Cardenal Leopoldo José Brenes Solórzano, Arzobispo de Managua, tras conocer la noticia del fallecimiento del cardenal de Nicaragua, rogando que transmita el pésame a los miembros de la sociedad de Don Bosco, a los familiares del difunto prelado y "a cuantos forman parte de esa amada Arquidiócesis", describe el texto.

Así, Francisco recuerda a este "abnegado pastor" que, durante años y con generosa fidelidad, "entregó su vida al servicio de Dios y de la Iglesia", y asegura ofrecer sufragios por el eterno descanso de su alma, "para que el Señor Jesús le otorgue la corona de gloria que no se marchita".

 

Biografía del Card. Obando Bravo

El Cardenal Miguel Obando Bravo, salesiano, Arzobispo emérito de Managua (Nicaragua), nació en La Libertad (Chontales), en la actual diócesis de Juigalpa, el 2 de febrero de 1926. Después de asistir al Colegio Salesiano de Granada, obtuvo el bachillerato en latín y griego en San Salvador. En la misma ciudad asistió al Superior Normal y se graduó en Matemáticas, Física y Filosofía.

Tras ingresar en la Congregación Salesiana, estudió Teología en Guatemala y luego Psicología profesional en Colombia, Venezuela y Roma.

Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1958. Asimismo, fue profesor de Matemáticas y Física en las escuelas secundarias de Nicaragua y El Salvador; Prefecto de disciplina en el Seminario Salesiano de San Salvador (1959); Rector del Instituto Rinaldi (Seminario Salesiano); Miembro del Consejo Provincial para América Central de la Congregación (1962); y Delegado para América Central y Panamá en el XIX Capítulo General de la Congregación Salesiana que tuvo lugar en Roma en 1965.

Nombrado por Pablo VI Obispo titular de Puzia di Bizacena y Auxiliar de Matagalpa (Nicaragua) el 18 de enero de 1968, recibió la ordenación episcopal el 31 de marzo del mismo año. Durante el período vivido en Matagalpa, dedicó particular atención pastoral a los "campesinos" y sus problemas urgentes.

El 16 de febrero de 1970 fue nombrado arzobispo de Managua, tomando posesión de la Arquidiócesis el 4 de abril del mismo año. Fue Delegado de los Obispos de Nicaragua en la Asamblea General del Sínodo de 1971; Presidente de la Conferencia Episcopal durante seis períodos diferentes de 1971 a 1997 y nuevamente de 1999 a 2005; Presidente de la Secretaría Episcopal de América Central y Panamá (SEDAC) de 1976 a 1980; Presidente del Departamento de Religiosos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) de 1981 a 1985.

Numerosas organizaciones internacionales le otorgaron prestigiosos premios por su trabajo pastoral y humanitario ininterrumpido. Desde el 1 de abril de 2005 fue Arzobispo emérito de Managua.
Participó en el cónclave de abril de 2005 que eligió al Papa Benedicto XVI.

Creado y proclamado Cardenal por S. Juan Pablo II en el Consistorio del 25 de mayo de 1985, del Título de San Juan Evangelista en Spinaceto.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

04/06/2018-15:25
Rosa Die Alcolea

Iglesia Luterana: Deseo del Papa de caminar "juntos con paciencia"

(ZENIT – 4 junio 2018).- “Ningún diálogo ecuménico puede avanzar si permanecemos quietos”, ha dicho el Papa a la delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Alemana que ha recibido esta mañana en el Vaticano.

“Hay que seguir –ha continuado Francisco–: No con el afán de correr hacia adelante para ganar metas ambiciosas, sino caminando juntos con paciencia, bajo la mirada de Dios. Algunos temas, pienso en la Iglesia, la Eucaristía y el ministerio eclesial, merecen reflexiones oportunas y bien compartidas”.

A las 10:50 horas de este lunes, 4 de junio de 2018, el Santo Padre ha recibido en audiencia a una delegación de la Iglesia Evangélica Luterana Alemana.

El Sumo Pontífice de la Iglesia Católica ha acogido a la delegación luterana con una cálida bienvenida y le ha agradecido las palabras al obispo Ulrich, que “dan testimonio –le ha dicho– de su compromiso ecuménico”.

Asimismo, Francisco ha saludado a los demás representantes del Comité Nacional Alemán de la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania, y ha recordado con alegría los momentos compartidos el año pasado con motivo de la Conmemoración común de la Reforma.

En este sentido, el Obispo de Roma ha expresado: “Gracias a Dios, hemos podido constatar que los quinientos años de historia –a veces muy dolorosa– que nos han visto contrapuestos y, a menudo en conflicto, han dejado paso en los últimos cincuenta años, a una creciente comunión”.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro.

 

Discurso del Papa Francisco

Estimado obispo Ulrich, queridos amigos:

Os doy mi cálida bienvenida, alegre por vuestra presencia. Le agradezco de todo corazón, obispo Ulrich, las palabras que me dirigió y que dan testimonio de su compromiso ecuménico. También saludo cordialmente a los demás representantes del Comité Nacional Alemán de la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania, junto con sus invitados.

Con alegría recuerdo los momentos compartidos el año pasado con motivo de la Conmemoración común de la Reforma. Ya 31 de octubre de 2016 nos habíamos encontrado en Lund para caracterizar con un espíritu de comunión fraterna aquello que, por las heridas del pasado, habría podido suscitar, en cambio, controversia y la amargura. Gracias a Dios, hemos podido constatar que los quinientos años de historia – a veces muy dolorosa – que nos han visto contrapuestos y, a menudo en conflicto, han dejado paso en los últimos cincuenta años, a una creciente comunión. Gracias a la acción del Espíritu, a los encuentros fraternos, a los gestos marcados por la lógica del Evangelio más que por las estrategias humanos, así como a través del diálogo oficial luterano-católica, ha sido posible superar viejos prejuicios de ambos lados. Con la ayuda de Dios, esperamos en un porvenir encaminado a la superación completa de las divergencias. Tenemos que ir adelante.

La Conmemoración común de la Reforma nos ha confirmado que el ecumenismo seguirá marcando nuestro camino. Se está convirtiendo cada vez más en una necesidad y un deseo, como lo demuestran las diversas oraciones en común y los muchos encuentros ecuménicos que tuvieron lugar el año pasado en el mundo. No olvidemos comenzar desde la oración, para que no sean los proyectos humanos los que indiquen el camino, sino el Espíritu Santo: solo Él abre el camino e ilumina los pasos a seguir. El Espíritu de amor no puede sino empujarnos por los senderos de la caridad. Como cristianos, los católicos y los luteranos están llamados en primer lugar a amarse “profundamente, con todo el corazón, el uno al otro”, porque están “regenerados por la palabra de Dios viva y eterna” (1 Pedro 1,22 a 23). Pero también estamos llamados a aliviar juntos las miserias de los necesitados y los perseguidos. Los sufrimientos de tantos hermanos oprimidos por causa de la fe en Jesús son también una invitación urgente para alcanzar una unidad cada vez más concreta y visible entre nosotros. El ecumenismo de la sangre.

Sostengámonos mutuamente en el camino, también llevando adelante el diálogo teológico. Ningún diálogo ecuménico puede avanzar si permanecemos quietos. Hay que seguir: No con el afán de correr hacia adelante para ganar metas ambiciosas, sino caminando juntos con paciencia, bajo la mirada de Dios. Algunos temas, pienso en la Iglesia, la Eucaristía y el ministerio eclesial, merecen reflexiones oportunas y bien compartidas. El ecumenismo también pide no ser elitista, sino involucrar a tantos hermanos y hermanas como sea posible en la fe, creciendo como una comunidad de discípulos que oran, aman y proclaman. Es sobre esta base que el diálogo ecuménico nos ayudará a seguir adelante, bajo la guía del Espíritu Santo, en la comprensión común de la revelación divina, que se profundiza conociendo y amando juntos al Señor Jesucristo, porque “en Él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente” (Col 2: 9) y “Dios tuvo a bien […] reconciliar […] por él y para él todas las cosas” (Col 1: 19-20).

Que el Señor nos acompañe, para que nuestro ser cristianos esté más centrado en Él y más valiente en la misión; para que el cuidado pastoral se enriquezca con el servicio y, en sus diversas dimensiones, esté más imbuido de un espíritu ecuménico. Invoco sobre todos vosotros la bendición del Señor: descienda el Espíritu Santo y reúna lo que aún está dividido.

Sería hermoso, al final de estas palabras, rezar juntos el Padrenuestro: “Vater Unser…”

© Librería Editorial Vaticano

 

04/06/2018-12:33
Rosa Die Alcolea

Polonia: El Papa se reúne con el Primer Ministro Mateusz Morawiecki

(ZENIT — 4 junio 2018).- El Papa Francisco ha recibido hoy en audiencia al Sr. Mateusz Morawiecki, Primer Ministro de la República de Polonia, con quien ha conversado sobre la salvaguardia de la creación y el compromiso del Gobierno polaco en favor de los refugiados de Ucrania y de Oriente Medio, entre otros temas.

La audiencia privada ha tenido lugar en la Santa Sede en la mañana del lunes, 4 de junio de 2018, según indica la Oficina de Prensa del Vaticano.

Tras reunirse con el Santo Padre, el Primer Ministro se ha encontrado con el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, acompañado por Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados.

 

Cambio Climático

Durante las conversaciones, transcurridas en una atmósfera de cordialidad, se destacaron las buenas relaciones bilaterales existentes entre la Santa Sede y Polonia, así como la provechosa colaboración entre la Iglesia y el Estado en sus respectivos ámbitos de acción.

También se abordaron algunos temas de interés común, como las políticas familiares y la salvaguardia de la creación, en vista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Katowice en diciembre de 2018, así como algunas cuestiones de carácter ético.

Por último, se habló de la situación europea e internacional, con una referencia particular a la acogida de los prófugos y al compromiso del Gobierno polaco en favor de los refugiados de Ucrania y de Oriente Medio.

 

 

04/06/2018-17:01
Redacción

Patriarcado de Moscú: "Rezar juntos, los unos con los otros, en el diálogo"

(ZENIT — 4 junio 2018).- "El ecumenismo se hace caminando. Caminamos. Algunos piensan —pero esto no es justo— que antes tiene que haber el acuerdo doctrinal, sobre todos los puntos de división y después, el camino. Esto no funciona con el ecumenismo, porque no se sabe cuándo habrá el acuerdo".

El Papa Francisco recibió a la Delegación del Patriarcado de Moscú en la salita del Aula Pablo VI, el pasado miércoles, 30 de mayo de 2018, antes de la audiencia general.

El Pontífice recordó que tenemos que seguir estudiando la teología, aclarando los puntos, "pero mientras tanto —subrayó— caminemos juntos, no esperemos a que se solucionen estas cosas para caminar.

"Rezar juntos, los unos con los otros, en el diálogo": es la exhortación que les hizo el Papa. Además, Francisco describió el encuentro con Su Santidad Kiryl: "Me hizo bien, encontré a un hermano. Y ahora, espiritualmente, caminamos juntos".

A continuación ofrecemos las palabras del Santo Padre a la delegación del Patriarcado de Moscú.

***

 

Saludo del Papa Francisco

Os doy las gracias por vuestra visita, y también por este encuentro, que nos ayuda mucho a vivir nuestra fe en la unidad y en la esperanza de caminar juntos. Me complace recorrer con vosotros el camino de la unidad: el único camino que nos promete algo seguro, porque el camino de la división nos lleva a las guerras y a la destrucción. Y ante vosotros me gustaría repetir- especialmente ante ti, querido hermano, y ante todos vosotros- que la Iglesia católica jamás permitirá que de los suyos nazca una actitud de división. Nunca permitiremos que esto suceda; no lo quiero. En Moscú- en Rusia- solo hay un Patriarcado: el vuestro. Nosotros no tendremos otro. Y cuando algún fiel católico, sea laico, sacerdote u obispo, toma la bandera del uniatismo que ya no funciona, que se ha terminado, también es un dolor para mí. Hay que respetar a las Iglesias que se unieron a Roma, pero el uniatismo como camino de unidad hoy no funciona. En cambio me consuela cuando me encuentro con esto: la mano tendida, el abrazo fraternal, pensar juntos, y caminar. El ecumenismo se hace caminando. Caminamos. Algunos piensan- pero esto no es justo- que antes tiene que haber el acuerdo doctrinal, sobre todos los puntos de división y después, el camino. Esto no funciona con el ecumenismo, porque no se sabe cuándo habrá el acuerdo. Una vez oí a un hombre de la Iglesia, un hombre de Dios, que decía: "Yo sé el día en que se firmará el acuerdo doctrinal". Le preguntaron "¿Cuándo?" — "El día después de la venida de Cristo glorioso". Nosotros tenemos que seguir estudiando la teología, aclarando los puntos, pero mientras tanto caminemos juntos, no esperemos a que se solucionen estas cosas para caminar, no. Se camina y se hace también esto, pero caminar en la caridad, en la oración: como este ejemplo de las reliquias. Rezar juntos, los unos con los otros, en el diálogo. Esto hace bien. El encuentro con Su Santidad Kiryl me hizo bien, encontré a un hermano. Y ahora, espiritualmente, caminamos juntos.

Y para terminar, dos palabras. Una sobre el respeto de los católicos hacia vosotros, hermanos ortodoxos rusos: la Iglesia católica, las Iglesias católicas no tienen que meterse en los asuntos internos de la Iglesia ortodoxa rusa, ni tampoco en los asuntos políticos. Esta es mi actitud, la actitud de la Santa Sede hoy. Y los que se meten no obedecen a la Santa Sede. Esto por cuanto concierne a la política. En segundo lugar: la piedad. Es importante la oración los unos por los otros, así como la oración personal. Nosotros conocemos a nuevos hermanos y hermanas, así que también oración personal. Me gustaría deciros una cosa: cuando nos encontramos con el Patriarca, después, él me envió una reliquia de San Serafín. Yo tengo esa reliquia sobre mi mesilla, y por la noche, antes de irme a la cama, y por la mañana, cuando me levanto, la venero y rezo por nuestra unidad.

Muchas gracias. Recemos los unos para los otros. Bendigámonos los unos a los otros. Y sigamos juntos.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

04/06/2018-16:46
Anne Kurian

La ordenación está reservada a los hombres: Aclaración del Prefecto de la Doctrina de la Fe

(ZENIT — 4 junio 2018).-"La característica definitiva de la doctrina de Ordinatio Sacerdotalis" es el título de la tribuna del Cardenal designado Luis Ladaria Ferrer, en L'Osservatore Romano en italiano, con fecha del 30 de mayo de 2018.

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe disipa "algunas dudas" con una aclaración: La Iglesia "no posee la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal", es una "decisión del Señor" que no incluye "ninguna subordinación" de la mujer al hombre, precisa.

En esta tribuna, el Prefecto recuerda que "los sacerdotes están configurados" a Cristo el sacerdote, para poder actuar en el nombre de Cristo, cabeza de la Iglesia "( Presbyterorum ordinis, n.2)": "Cristo quiso conferir este sacramento a los doce apóstoles, todos hombres que, a su vez, lo comunicaron a otros hombres. La Iglesia siempre se ha reconocido ligada a esta decisión del Señor, que excluye que el sacerdocio ministerial se otorgue válidamente a las mujeres", dice.

Y cita la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis (22 de mayo 1994) de Juan Pablo II: "A fin de eliminar cualquier duda sobre una cuestión de gran importancia, la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal y esta sentencia debe ser mantenida definitivamente por todos los fieles de la Iglesia" (n.4). Es "una verdad que pertenece al depósito de la fe".

 

Seria preocupación

El Cardenal designado, que será creado Cardenal por el Papa Francisco el 28 de junio, expresa su "seria preocupación" de ver surgir todavía en algunos países voces que ponen en duda el carácter definitivo de esta doctrina: "Se argumenta que no se ha definido ex cathedra y que, por lo tanto, una decisión posterior de un futuro papa o consejo podría derrocarlo. Sembrando estas dudas, creamos una seria confusión entre los fieles, no solo sobre el sacramento del Orden como haciendo parte de la constitución divina de la Iglesia, sino también sobre el magisterio ordinario que puede enseñar la doctrina católica de manera infalible".

El Prefecto por lo tanto recuerda que "la Iglesia reconoce que la imposibilidad de ordenar a las mujeres pertenece a la 'sustancia del sacramento' del Orden. La Iglesia no tiene la capacidad de cambiar esta sustancia, porque es precisamente a partir de los sacramentos instituidos por Cristo que se genera como Iglesia. No se trata solo de un elemento disciplinario, sino doctrinal, en lo que concierne a la estructura de los sacramentos... Consciente de no poder modificar, mediante la obediencia al Señor, esta tradición, la Iglesia todavía está tratando de profundizar su significado, ya que la voluntad de Jesucristo, que es el Logos, nunca es insignificante. El sacerdote, de hecho, actúa en la persona de Cristo, esposo de la Iglesia, y el hecho de que él es un hombre es un elemento indispensable de esta representación sacramental".

Mons. Ladaria Ferrer hizo hincapié en que "la diferencia en la función entre el hombre y la mujer no supone en sí ninguna subordinación, sino un enriquecimiento mutuo", invitando a "profundizar y (a) promover cada vez más en el papel específico de la mujer en la Iglesia" para "arrojar luz sobre nuestra cultura, que lucha por comprender el significado y la bondad de la diferencia entre el hombre y la mujer, lo que también afecta su misión complementaria en la sociedad".

 

Continuidad del magisterio

Para el Cardenal designado Ladaria, "las dudas sobre el carácter definitivo de la Ordinatio Sacerdotalis tienen graves consecuencias sobre la manera de entender el magisterio de la Iglesia". "Es importante repetir que la infalibilidad no concierne solo a las declaraciones solemnes de un concilio o de un Soberano pontífice cuando habla ex cathedra, sino también la enseñanza ordinaria y universal de los obispos dispersos por todo el mundo, cuando proponen en comunión entre ellos y con el Papa, la doctrina católica a considerar como definitiva".

En Ordinatio sacerdotalis, Juan Pablo II "no declaró un nuevo dogma sino que, con la autoridad que se le confirió como sucesor de Pedro, lo confirmó formalmente y lo explicitó, para eliminar toda duda lo que el magisterio ordinario y universal ha considerado a lo largo de la historia de la Iglesia como perteneciente al depósito de la fe". Además, "examinó la cuestión en la consulta previa que quería tener en Roma con los presidentes de las conferencias episcopales" y "todos, sin excepción, declararon con total convicción, por la obediencia de la Iglesia" al Señor, que ella no posee la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal".

El Prefecto subraya la continuidad del Magisterio con los sucesores del papa polaco, "Benedicto XVI también hizo hincapié en esta enseñanza, recordando, en la misa crisma' del 5 de abril de 2012, que Juan Pablo II," declaró de manera irrevocable "que la Iglesia, en cuanto a la ordenación de las mujeres, "no tiene ninguna autorización por parte del Señor".

Y en su exhortación apostólica Evangelii gaudium, ha reafirmado que "el sacerdocio reservado a los hombres como signo de Cristo esposo que se entrega en la Eucaristía" no se pone en discusión, e invitó a no interpretar esta doctrina como una expresión de poder, sino de un servicio.

En la rueda de prensa, durante el vuelo de regreso del viaje apostólico a Suecia, el 1 de noviembre de 2016, el Papa Francisco dijo de nuevo: "Sobre la ordenación de las mujeres en la Iglesia Católica, la última palabra clara fue dada por San Juan Pablo II, y esto permanece".

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

04/06/2018-17:15
Isabel Orellana Vilches

San Bonifacio, 5 de junio

«Apóstol de Alemania, reformador de la iglesia de los francos, defensor de la unidad de la eclesial, una de las figuras relevantes de la Europa de su tiempo. Influyó en la alianza establecida entre los carolingios y el papado»

Por su misión unificadora este primer arzobispo de Maguncia y patrón de Alemania ha sido considerado una de las destacadas personalidades de la Europa de su tiempo. Contribuyó a establecer el cristianismo, fue gran reformador de la Iglesia de los francos, y tuvo un papel relevante en la alianza establecida entre los carolingios y el papado.

Nació hacia el 680 posiblemente en Kirton, Wessex. Pertenecía a una familia acomodada. Le impusieron el nombre de Winfrid. Desde los 5 años se propuso convencer a su padre para que le permitiese ingresar en el cenobio, y cuando tenía 7 su progenitor accedió a que entrase en la abadía de Exeter. Su formación tuvo lugar en ella y en la de Nursling, diócesis de Winchester, un lugar prestigioso debido a la acertada dirección del abad Winbert. Impartió clases en este centro y redactó Ars grammatica, primera gramática latina que veía la luz en Inglaterra, así como otros textos, incluida una obra en verso.

No le interesó el conocimiento como tal. Cifró su afán en el estudio de la Biblia que le fascinaba; gran parte de su enseñanza estaba fundamentada en ella. Fue ordenado a los 30 años, y tras un sínodo le encomendaron la misión de visitar al arzobispo de Canterbury al objeto de que sancionara lo tratado en él. Le habían considerado idóneo para ello por su virtud y dotes diplomáticas. Winbert falleció hacia el 716, y le eligieron para sucederle, pero declinó asumir la misión y emprendió viaje a Alemania junto a tres monjes. Llegaron a Utrecht, sede del rey Radbod, acérrimo enemigo de la fe católica, donde su predecesor san Willibrord, «apóstol de los Frisianos», se hallaba evangelizando el lugar desde el año 690. Bonifacio y él convivieron estrechamente durante un año, y juntos difundieron el amor a Dios. Pero el litigio que en ese momento enfrentaba a Carlos Martel y al monarca Radbod cercenó sus planes. Como les sucedió a otros apóstoles, fueron despiadadamente perseguidos. Willibrord emprendió la huida refugiándose en la abadía que fundó en Echternach, mientras que Bonifacio regresó a Nursling. Después viajó a Roma para entrevistarse con Gregorio II. El pontífice le dio la carta de investidura confiriéndole la facultad de evangelizar Alemania, le impuso el nombre de Bonifacio en honor a un mártir del mismo nombre del siglo IV, y le abrió su paternal corazón esperando que expusiera cualquier dificultad que pudiera surgir en su delicada tarea.

Llegó a Friesland para alegría del anciano obispo Willibrord que le acogió con los brazos abiertos. Permaneció junto a él tres años, pero aspirando a predicar la fe a otras gentes viajó al interior de Alemania. Desde Hesse fue avanzando en su labor misionera, y comenzaron las fundaciones. Willibrord pensó en él para que le sucediera, pero Bonifacio se negó. Sin embargo, cuando volvió a Roma para informar a Gregorio II supo que tendría que acoger la voluntad del pontífice y asumir la sede episcopal. Previamente había debido corroborar su fe redactando una profesión. Fue consagrado obispo en noviembre del año 722. Después partió a Hesse.

En esta zona, cerca de la actual ciudad de Fritzl,se produjo la tala del roble considerado sagrado para las tribus germánicas, hecho que la iconografía se ha ocupado de reproducir profusamente. Bonifacio se dispuso a derribar con un hacha este árbol que representaba a Thor, dios del trueno. Y en un intento de demostrar la supremacía del auténtico Dios sobre la superstición, retó a esta profana deidad a fulminarle con un rayo si lograba echarlo abajo. Al ver en el suelo el roble, y al santo indemne, los paganos se convirtieron. El primer biógrafo de Bonifacio, Willibaldo, atribuyó a un milagroso golpe de viento el derribo definitivo del corpulento árbol. Sea como fuere, la gente se bautizó. Después, con la madera Bonifacio hizo construir una capilla dedicada a san Pedro.

Puestos los pilares de la evangelización, se trasladó a Turingia, donde permaneció hasta el año 731. Contó con la ayuda de reyes y poderosos, y erigió monasterios para hombres y mujeres formándoles en una genuina vida monástica. Gregorio III lo consagró arzobispo y, como tal, durante los nueve años que permaneció en Baviera, elaboró y siguió el excelente plan apostólico que había proyectado. Logró llevar el evangelio a los centros neurálgicos de Alemania. En otro de sus viajes a Roma el año 738 asistió a un concilio. Fue obsequiado con numerosas reliquias para las fundaciones. Soñó erigir un monasterio en el centro de Alemania, y junto a su discípulo san Sturmi en el año 741 comenzó a construir la abadía de Fulda, un Montecassinogermano, en el terreno cedido por Carlomagno. Culminó la obra el 12 de enero de 744. Bonifacio no vivía con la comunidad de Fulda, pero viajaba para instruirla; fue para él lugar de reposo y recogimiento. A su muerte este centro espiritual tenía 400 monjes.

El papa Zacarías le concedió el privilegio de la inmunidad pontificia al objeto de evangelizar Alemania con sus hermanos. Fue característico del santo su afán por mantener incólume la unidad de la Iglesia. Para ello impulsó varios sínodos. Nunca se desalentó. A Cuthbert, arzobispo de Canterbury, le escribió el año 747: «Luchemos con decisión en el día del Señor, pues han llegado días de aflicción y miseria. (...) No seamos perros mudos, ni observadores taciturnos, ni mercenarios que huyen frente a los lobos. Al contrario, seamos pastores solícitos que velan sobre la grey de Cristo, que anuncian tanto a las personas importantes como a las sencillas, tanto a los ricos como a los pobres, la voluntad de Dios (...) a tiempo y a destiempo». El año 753 seguía misionando, y al dirigirse a Utrecht fue asaltado por un nutrido grupo de iracundos paganos. El 5 de junio del año 754 un golpe de espada segó su vida en Dokkum junto a 52 monjes. Antes les infundió ánimo, diciéndoles: «No temáis. Todas las armas de ese mundo no pueden matar el alma». Sus restos se veneran en el monasterio de Fulda, cumpliendo la voluntad que expresó al presentir su muerte.