Servicio diario - 24 de junio de 2018


 

Ángelus: "¿Sé percibir las consolaciones del Espíritu?"
Anita Bourdin

Paraguay: Beatificación de "Chiquitunga", modelo para los jóvenes
Anita Bourdin

India: Mons. Félix Toppo S.J, sucede al card. Toppo como arzobispo de Ranchi
Anita Bourdin

San Guillermo de Vercelli, 25 de junio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

24/06/2018-15:13
Anita Bourdin

Ángelus: "¿Sé percibir las consolaciones del Espíritu?"

(ZENIT — 24 junio 2018).- "¿Sé percibir el consuelo del Espíritu?": El Papa Francisco propuso un examen de conciencia al final de su comentario sobre el Evangelio del día, este domingo, 24 de junio de 2018, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.

El Papa señaló, en presencia de unos 20.000 visitantes, que los testigos de esta Natividad milagrosa — mientras que Zacarías y Elizabeth eran mayores — y el final del silencio de Zacarías era "en la alegría, asombro y gratitud"

El Papa invitó a contemplar a este "pueblo de Dios fiel" en Israel y lo invitó a sacar el tema de un examen de conciencia: "Pidámosle cada uno, en un examen de conciencia: ¿cómo está mi fe? Estoy gozoso? ¿Estoy abierto a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. ¿He "probado" en el alma ese sentido de maravilla que otorga la presencia de Dios, este sentimiento de gratitud? "

En un tweet publicado en su cuenta @Pontifex_es, el Papa agregó esta invitación para imitar la humildad de San Juan Bautista: "Al igual que San Juan Bautista, el cristiano debe ser capaz de rebajarse para que el Señor pueda crecer en su corazón".

Aquí está nuestra traducción, rápida, de trabajo, del discurso del Papa Francisco.

AB

 

Palabras del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy la liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista. Su nacimiento es el evento que ilumina la vida de sus padres Isabel y Zacarías, e involucra a familiares y vecinos en alegría y asombro. Estos ancianos padres habían soñado y preparado ese día, pero ahora ya no lo esperaban: se sentían excluidos, humillados, decepcionados. No tenían hijos. Confrontados al anuncio del nacimiento de un hijo (ver Lc 1, 13), Zacarías permaneció incrédulo, porque las leyes naturales no se lo permitían; estaban viejos, mayores; como resultado, el Señor lo hizo callar durante todo el tiempo de gestación (ver v. 20). Es una señal. Pero Dios no depende de nuestra lógica y nuestras limitadas capacidades humanas. Debemos aprender a confiar y a guardar silencio frente al misterio de Dios y a contemplar con humildad y silencio su obra, que se revela en la historia y que a menudo excede nuestra imaginación.

Y ahora que el evento tiene lugar, ahora que Isabel y Zacarías experimentan que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37), su alegría es grande. La página del Evangelio de hoy (Lc 1,57-66.80) anuncia el nacimiento y luego se centra en el momento de imponer el nombre del niño. Isabel elige un nombre extraño a la tradición familiar y dice: "Se llamará Juan" (y 60), don gratuito y desde ahora inesperado porque Juan significa "Dios ha hecho gracia". Y este niño será un heraldo, un testigo de la gracia de Dios para los pobres que esperan su salvación con humilde fe. Zacarías confirma inesperadamente la elección de este nombre al escribirlo en una tabla, porque estaba en mudo, y "de inmediato su boca se abrió y su lengua se aflojó, y habló normalmente, bendiciendo a Dios" (v. 64).

Todo el evento del nacimiento de Juan el Bautista está rodeado por una alegre sensación de asombro, sorpresa y gratitud: la gente se apodera del santo temor de Dios "y de todas estas cosas se hablaba en toda la región montañosa de Judea". (v. 65). Hermanos y hermanas, el pueblo fiel tiene la intuición de que algo grande ha sucedido, aunque sea humilde y escondido, y se pregunta: "¿Qué será este niño?" (V. 66). El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con un sentimiento de asombro, de sorpresa y de gratitud.

Miremos estas gentes que hablaban bien de esta cosa maravillosa, de este milagro del nacimiento de Juan, y lo hicieron con alegría, estaban contentos, con una sensación de asombro, sorpresa y gratitud. Y mirando esto, preguntémonos: ¿cómo está mi fe? ¿Es una fe gozosa, o es siempre la misma fe, una fe "plana"? ¿Tengo un sentido de maravilla cuando veo las obras del Señor, cuando escucho acerca de la evangelización o la vida de un santo, o la cantidad de gente buena que veo: siento la gracia, internamente, ¿o no se mueve nada en mi corazón? ¿Puedo percibir las consolaciones del Espíritu o estoy cerrado? Vamos a preguntar a cada uno de nosotros, en un examen de conciencia: ¿cómo está mi fe? Es gozosa? ¿Está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios es el Dios de las sorpresas. ¿He "probado" en el alma ese sentido de maravilla que otorga la presencia de Dios, este sentimiento de gratitud? Pensemos en estas palabras, que son el alma de la fe: alegría, asombro, sorpresa y gratitud.

Que la Santísima Virgen nos ayude a comprender que en cada persona humana está la huella de Dios, la fuente de vida. Ella, Madre de Dios y Madre nuestra, nos hace cada vez más conscientes de que en la generación de un niño los padres actúan como colaboradores de Dios. Una misión verdaderamente sublime que hace de cada familia un santuario de vida y que cada nacimiento de un hijo despierta la alegría, asombro y gratitud.

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

24/06/2018-11:15
Anita Bourdin

Paraguay: Beatificación de "Chiquitunga", modelo para los jóvenes

(ZENIT — 24 junio 2018).- El Papa Francisco saluda la beatificación, en el Paraguay, de un carmelita que "vivió en la primera mitad del siglo )0(", recordando que su papá la llamó "la Chiquitunga" y los paraguayos también hoy en día: un modelo que él propone a los jóvenes.

Después del Ángelus de este domingo, 24 de junio de 2018, desde el despacho del Palacio Apostólico cuya ventana da a la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que la Beata, en su juventud, se había unido con entusiasmo a la Acción Católica cuidando de ancianos, enfermos y presos".

"Esta fructífera experiencia de apostolado, apoyada por la Eucaristía diaria, ha llevado a su consagración al Señor", agregó el Papa, en italiano. Ella murió a la edad de 34 años, aceptando la enfermedad con serenidad".

"El testimonio de esta joven Beata es una invitación para que todos los jóvenes, especialmente los paraguayos, vivan la vida con generosidad, amabilidad y alegría", dijo el Papa.

La hermana María Felicia de Jesús del Santísimo Sacramento (nacida María Felicia Guggiari Echeverría, 1925-1959), monja profesa de la Orden de las Carmelitas Descalzas, fue beatificada en una misa celebrada en Asunción ayer, sábado, 23 de de junio en el estadio "La Nueva 011a" del club de fútbol Cerro Porteño, para favorecer a la mayor afluencia de público.

Sor María Felicia de Jesús del Santísimo Sacramento es una figura de santidad muy querida por los paraguayos: es la primera beata de esta nación.

En su honor, el día 23 de junio de 2018 fue declarado "de interés nacional" por el presidente de Paraguay, Horacio Cartes.

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

24/06/2018-11:45
Anita Bourdin

India: Mons. Félix Toppo S.J, sucede al card. Toppo como arzobispo de Ranchi

(ZENIT — 24 junio 2018).- En la India, el 24 de junio de 2018, el Papa Francisco nombra al obispo Felix Toppo, jesuita de 70 años, como arzobispo de Ranchi, en Jharkhand, en el noreste del país.

La arquidiócesis tiene unos 3 millones de habitantes, de los cuales el 4% son católicos. Históricamente, fue creado a partir de una misión de los jesuitas belgas, en 1927.

El obispo Félix Toppo sucede al cardenal Telesphore Placidus Toppo, que cumple 79 años en octubre y ha alcanzado el límite de edad de 75 para un cargo episcopal. Fue creado cardenal por San Juan Pablo II en 2003.

El obispo Felix Toppo, SJ, fue obispo de Jamshedpur (también en Jharkhand) desde 1997. Nació en 1947 y fue ordenado sacerdote en 1982 por la Compañía de Jesus. Ha erigido 12 nuevas parroquias, con escuelas, nuevos centros de misión, dispensarios y hogares para personas sin techo.

Es presidente del Comité de la Conferencia Episcopal para el Clero y la Vida Consagrada y del Centro Nacional para las Vocaciones.

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

24/06/2018-06:32
Isabel Orellana Vilches

San Guillermo de Vercelli, 25 de junio

«Abad. Fundador de monasterios. Unificador de Sicilia, Calabria y Abulia, muy estimado por el rey normando Rogelio II de Nápoles. Un gran penitente que recibió la gracia de atraer a multitudes; realizó numerosos prodigios»

Nació en Vercelli, Italia, en 1085. Procedía de una familia piamontesa de noble ascendencia. No pudo gozar de sus padres porque le dejaron huérfano tempranamente; entonces se hicieron cargo de él unos familiares. La vida austera con su sacrificio le llamaba invitándole a emprender esa vía cuánto antes. Tanto le urgía que, siendo un adolescente, con un rasgo de madurez inusual a esa edad, renunció a la herencia que le correspondía y se dispuso a peregrinar a Compostela; como tantos romeros quería postrarse ante la tumba del apóstol Santiago. Llegar a España en esa época era toda una hazaña, como él constató. Sin embargo, debieron parecerle una minucia las
dificultades ya que, a las inclemencias meteorológicas y penalidades del camino, añadió un instrumento de penitencia que ciñó a su cuello para mortificarse: dos aros de hierro forjados por un hábil herrero con un resorte que le permitía desprenderse de ellos cuando lo deseaba.

Más de un lustro tardó en llegar a su destino. Un periodo que le permitió profundizar en el amor de Dios manteniendo su presencia constante en su mente, y compartir las delicias de la unión con Él con las numerosas personas que halló al paso. Progresaba en su vida ascética y con ella iba incrementándose su devoción y piedad, una simbiosis coronada por la oración que tenía su expresión en el más completo abandono. Los pies desnudos, pan y agua por todo alimento, o, como mucho, alguna verdura aliñada exclusivamente con vinagre, y el mínimo descanso efectuado al aire libre; esto era todo lo que se permitía. Y fue fortaleciéndose, viendo cómo se acrecentaba vertiginosamente el anhelo de darse a sí mismo por amor a Dios.

Tras un periodo de tiempo impreciso de permanencia en España, regresó a Italia. Entonces se propuso emprender nueva peregrinación para llegar a Tierra Santa. De camino recorrió diversos lugares de Italia. Solía detenerse en los templos de las ciudades compartiendo la devoción de los habitantes por los santos venerados en ellos. En Taranto sufrió un grave percance; fue atacado por unos ladrones. El hecho, que juzgó providencial, le hizo comprender que tal vez su destino era otro. Mientras se reponía del asalto tuvo ocasión de dilucidarlo. Acudió a san Juan de Matera, que había fundado en Taranto una congregación regida por la regla benedictina, y le hizo partícipe de su inquietud. Juan convino con él en la pertinencia de ese episodio que parecía esconder un signo de la voluntad divina. En unos días Guillermo determinó renunciar al viaje y permanecer en Italia. La decisión fue corroborada con una visión en la que se le hizo ver que sería artífice de una nueva congregación dedicada a la Virgen. Despejada toda duda, buscó el lugar más conveniente para dedicarse a la meditación adoptando el espíritu del yermo.

Después de haber convivido junto a san Juan de Matera, cruzó Basilicata y llegó a Irpinia. Atrás dejaba una bien ganada fama que le persiguió por algún que otro prodigio realizado en Monteserico y en el Sasso Barisano, cerca de Matera. Huía de aclamaciones populares; sería uno de los signos que iban a acompañarle. Donde llegaba, con su virtud atraía a las multitudes. Eso le sucedió en el monte Partenio, aunque lo eligió buscando la soledad, refugiándose en una de sus cimas a efecto de recluirse en oración y penitencia. Los años de permanencia en el lugar no le permitieron lograr plenamente su propósito. Era una época floreciente para la vida eremítica, y no tardaron en unirse a él nuevos aspirantes que integraron la primera comunidad. A ésta se debe la construcción de la iglesia dedicada a la Virgen, cuyas obras culminaron en 1124; a partir de entonces, el monte comenzó a denominase Montevergine.

Este hombre austero, célebre también por su forma de comparecer en público —chocante para una mayoría— aherrojado con cadenas y grilletes como un presidiario, tenía como modelo a Cristo Redentor; pensaba en los atroces suplicios que padeció por el género humano. Como no le asustaban las penitencias del grado que fueran, la regla que dio a sus discípulos para que la siguieran en su día a día, impregnada por este sentimiento, y fundamentada en la de san Benito, no contentó a todos. Y eso que había proporcionado a los suyos pautas claras, sencillas, inspiradas en el evangelio, como las siguientes: «Soy del parecer, hermanos, que trabajando con nuestras manos nos ganemos la comida y el vestido para nosotros y para los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos».

Guillermo perseguía el sosiego requerido para dialogar con Dios. Cuatro años más tarde abandonó Partenio y se dirigió a Goleto. Allí creó un monasterio para mujeres, atendidas espiritualmente por varones. Fue otra estación de paso. A partir de ahí, emprendió una constante peregrinación por Irpinia, Sannio, Lucania, Apulia, donde, junto a Juan de Matera, fundó Monte Laceno, y Sicilia. En todos los lugares quedaba marcada la huella de sus muchas virtudes. Los monasterios que erigía tenían la misma regla. Una vez que estaban en marcha los dejaba bajo custodia de un prior, y se encaminaba a realizar nueva fundación; ese fue siempre su criterio.

El rey normando Rogelio II de Nápoles, que logró unificar Sicilia, Calabria y Apulia, le tuvo en gran estima; lo nombró consejero. En todo momento gozó de su protección y generosa ayuda para sus fundaciones, y Guillermo se hizo cargo de otras que el monarca puso bajo su amparo. Murió con fama de santidad en Goleto el 25 de junio de 1142. Su culto fue aprobado por la Santa Sede en 1728 y lo difundió a la Iglesia en 1785. En 1807 sus restos fueron trasladados a Montevergine. Pío XII lo declaró patrono de Irpinia en 1942.