Tribunas

De nuevo la eutanasia

 

Jesús Ortiz


 

 

Avanza ya la ley de la eutanasia impulsada por el Partido Socialista y gestionada por el Gobierno de Pedro Sánchez. Un proyecto lleno de ambigüedades. Habla de la libertad del enfermo o mayor, de la libertad de los médicos, sin aclarar el contenido de tal libertad o del papel de las clínicas. No habla del ahorro que esperan en las cuentas de la Seguridad Social cuando deje de gastar en pacientes durante varios años. Y abre la puerta a que los familiares de los ancianos vean una salida, por la puerta de atrás, a sus gastos y cansancios.

 

Nadie desea su muerte

Mienten los tozudos promotores de esta ley cuando esgrimen estadísticas prefabricadas sobre la aceptación social de la eutanasia. Hay muchos jóvenes que ven la muerte muy lejos y se muestran partidarios. Muchos jóvenes y mayores están impactados, y machados, por la propaganda de casos extremos presentados como sufrimientos indecibles. Sin embargo, no se dice nada de los cuidados paliativos, de la eliminación práctica del dolor, o de la profesionalidad del personal sanitario, que califican la eutanasia como la «legalización del asesinato». Uno de ellos ha manifestado que de más de mil pacientes atendidos en el último año ninguno había pedido la eutanasia

La Proposición de ley de la eutanasia universal y gratuita habla de administración directa de una sustancia a una persona que lo haya requerido, y que cause su muerte, o dársela para que se autoadministre su propia muerte.

Como dicen los expertos para los cuidados paliativos, la ley de la eutanasia es la peor solución pues elimina personas que no la desean, y es una amenaza para los más enfermos mayores o jóvenes. El caso reciente de una doctora del Gosport War Memorial del sur de Inglaterra que aplicó la eutanasia a más de cuatrocientos pacientes, directamente o dando instrucciones para que «se sientan cómodos», más otras doscientas muertes todavía no aclaradas. Y casos semejantes se han dado en Bélgica y Holanda durante años, en una atmósfera de solución terminal aplicada al amparo de una ley de eutanasia.

 

Cuidados paliativos y otros remedios

En un Estado aconfesional y con planteamientos laicistas se dice a veces que el rechazo de la eutanasia es debido a las creencias religiosas, de los católicos en particular. Y como es sabido nada más lejos de la realidad, pues se trata de una cuestión de principios éticos naturales que defienden la vida, en particular de los más débiles.

De todos modos, no va mal que los católicos tengamos la orientación de la doctrina moral católica para reforzar nuestros principios y transmitir ese principio elemental de defender la vida. Hace poco los obispos han rechazado con oportunidad la ley de eutanasia porque es «un corredor de la muerte». El camino es el cuidado sanitario de los enfermos terminales, los cuidados paliativos que ya se realizan tantas veces, y además la atención psicológica y espiritual, la más necesaria a poca fe que se tenga. Incluso señalan los obispos que habrá que liberar a los familiares con medidas parecidas a los permisos de paternidad que se acaba de aprobar en el caso de los nacimientos.

Además de todo lo dicho, la ley de la eutanasia lleva a una muerte infeliz y destroza la conciencia de la sociedad. Como bien se ha dicho, cuando el poder político no respeta la vida de los mayores tampoco respetará la vida de los jóvenes. Bien lo ha experimentado el pueblo judío en el siglo XX. Eutanasia y aborto van de la mano en la cultura de muerte.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico