Buenas noticias

 

VISITANDO CONVENTOS… una experiencia de fe

 

Con Ayuda a la Iglesia Necesitada

 

 

18/07/2018 | por Giorgio Chevallard


 

 

Quiero compartir la experiencia de las visitas que estamos realizando a las congregaciones religiosas de mi diócesis de Terrassa, para dar a conocer nuestra labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) y pedir sus oraciones. Yo soy voluntario y delegado de esta diócesis, que es la mía.

Como muchos sabréis, las finalidades de Ayuda a la Iglesia Necesitada son 3: recoger dinero, para poder financiar los 5.500 proyectos en más de 155 países;  orar para los cristianos necesitados y perseguidos; y dar a conocer la situación de los cristianos y de la Iglesia en tantos países. La finalidad económica (recoger dinero) siempre me ha parecido la menos noble, aunque necesaria (además es tan fácil caer en la tentación de medir la eficacia de nuestra labor a su dimensión económica… ¡qué error!). Siempre he considerado como principal la última finalidad, la podríamos llamar cultural: “conocer y dar a conocer” me parecía la labor culturalmente más interesante. Así que la dimensión de orar y de pedir oraciones quedaba siempre un poco olvidada: claro que la mencionaba en las charlas, pero un poco así, por deber.

Algo cambió en nuestra reunión de delegados del febrero pasado: era la primera a la que participaba y me llevé dos propósitos principales (además de conocer mucha buena gente y de poder escuchar alguien muy cercano al carisma, como es el fundador de ACN en España, Alfonso López Quintás: un verdadero maestro). Una fue el dar importancia a los otros voluntarios y al sentido comunitario de nuestra tarea; y la otra la prioridad de la oración. Esta ha sido siempre mi talón de Aquiles, una asignatura pendiente de mi cristianismo.

Así que – habiendo acabado en marzo las primeras visitas a todas las parroquias y arciprestazgos como primer contacto con la realidad diocesana – me he propuesto visitar los conventos, monasterio y congregaciones religiosas. La primera sorpresa fue cuantas hay: son casi 100 los centros y realidades presentes. Decidimos así priorizar para esta labor los centros contemplativos (quedan solo 3…) y de labor social (las realidades parroquiales de alguna forma ya las habíamos hecho y las educativas las trataremos como colegios, con su especificidad): unos 30 centros. Algunos son carismas con muchos siglos de historia, otros más recientes nacidos de corazones atentos a las necesidades de la Iglesia y del mundo; algunos están en la montaña, otros muy cerca del centro del pueblo, y por tanto de la parroquia, porque estos eran mucho más pequeños cuando surgieron hace uno o dos siglos.

Y la experiencia se está revelando realmente mucho más rica de lo que me esperaba, una verdadera experiencia de Iglesia. Para empezar, no todos nos quieren recibir (aunque digo enseguida, al pedir una entrevista de 15-20’, que no vamos a pedir dinero, que lo tenemos prohibido): algunos dicen estar muy ocupados, otros que ya nos conocen y “no hace falta”… Todos nos conocen más o menos, pero se sorprenden cuando le cuentas lo que hacemos en todo el mundo: y aunque no ayudemos en países como el nuestro, muchas congregaciones tienen realidades en países de misión que necesitan ser ayudadas. Y hay algunas que tienen prohibido pedir ayuda, quieren depender sólo de la Providencia…  En varios sitios nos cuentan de las pocas vocaciones que tienen, o como, por ejemplo, aun siendo un carisma de tipo educativo, están reducidas a cuidarse y a cuidar sus hermanas más ancianas (19 invalidas en un total de 28 hermanas). Uno podría pensar que la tristeza es el sentimiento dominante en estas situaciones. Y ciertamente también hay tristeza por ver realidades – o quizás enteros  carismas – que se apagan, ramas del gran árbol de la Iglesia que se van secando… ¡qué misterio! Pero aun así hay algo más fuerte que esta tristeza: es la fe. Una fe que todo lo fía al Señor, genera esperanza, y aun cuando todo parece decir lo contrario, con la seguridad que el Señor nos cuida, nos quiere, uno por uno. Una hermana me dice: no penséis que vosotros hacéis algo, o la diócesis, o nosotras, o quien sea… aquí tenemos muchas hermanas que la cabeza ya se le ha ido, que casi no entienden: pero si tienen un momento de lucidez, lo vuelven a dar todo al Señor. Sus oraciones son las que llegan más arriba, son las que tocan el corazón de Dios.

Yo les hablo de padre Werenfried, de cómo pedía a los belgas y holandeses, que tenían casi todos un muerto en familia víctima de los nazis, de ayudar a sus perseguidores alemanes… cómo él decía “el hombre es mucho mejor de lo que pensamos”. Y de padre Ragheed Ganni, el sacerdote iraquí mártir en 2007, que volvió a su país porque se lo pidió el obispo, y sabía que lo iban a matar: y lo mataron. Y el obispo que asumió la gestión de su parroquia lo mataron diez meses después. Su fe me da fuerza, y es la misma fe que da fuerza también a estas hermanas, a menudo  mayores: en un convento contemplativo han quedado sólo 3 hermanas muy mayores; pero siguen rezando, y rezaran con las imágenes de la Virgen de Fátima la oración por los cristianos perseguidos que les hemos dejado. Llamando a otro sitio una hermana me dice que no me puede recibir porque han muerto sus tres compañeras, ella se ha quedado sola y ha ido a una residencia; va a la sede  solo de vez en cuando.

Con otros podemos hablar también de varios temas de la iglesia, de sus dificultados, o donde hacen misa pedimos poder intervenir 2’ al final de la misma para dar a conocer ACN: y muchas nos dicen que sí. Algunas, con una prudencia perfectamente eclesial, nos dicen que ellas están de acuerdo, pero que deben consultar con el sacerdote… ¡Qué sentido de pertenencia, de obediencia! Porqué todo se debe hacer dentro de un orden.

Casi todas tienen problemas de vocaciones: y las que tienen suelen ser del tercer mundo: África, América, Asia… Hemos hablado con superioras de Ecuador, de la India, de Argentina… Allí la Iglesia aún tiene vocaciones: es en Europa donde la situación es más dramática. Pero la mayoría lo viven aceptando este hecho, sin queja. Así, son estos países antes de misión los que ahora ayudan nuestra vieja Europa, nos traen savia nueva en nuestras ramas que se secan.

En fin, una experiencia de fe. Y si tantas ramas de la iglesia parecen secarse, como signo de la vitalidad de la única Iglesia de Dios nos llega la noticia de una congregación que estaba en Barcelona, pero va a abrir una casa en nuestra diócesis. Nacen nuevas ramas del árbol perenne de la Iglesia, un signo de esperanza que no elimina las dificultades objetivas de nuestra iglesia, pero nos conforta. Mientras algunas partes están muriendo, por lo menos aquí, (para qué engañarnos), estos brotes son la muestra de que quien construye es el Señor, según su sabiduría que permite esta decadencia y nos pide de volver a echar las redes, fiando en su palabra. Quizás hemos trabajado mucho, pero siempre basándonos en nuestros análisis, opiniones, estrategia, sentimientos: necesitamos recuperar la mirada de Otro. Algunos no la han perdido nunca. Nuestras familias, escuelas, parroquias de Europa deberíamos verificar si y cómo estamos trasmitiendo la fe.