Opinión

 

¿A qué huele? ¡No ciertamente a Cristo!

 

 

18/07/2018 | por Jordi-Maria d'Arquer


 

 

Bonus odor Christi (2 Cor 2,15). Ese es el ambientador que deberíamos pulverizar en nuestro ambiente satanizado: el buen olor a Cristo Jesús, Dios y Señor nuestro. Y sin duda, olería. No acabamos, de hecho, de decidirnos, por más que nos quejamos y que las quejas van a más en extensión y en intensidad, y por eso casi no huele a Cristo, y, por contra, apesta a Lucifer. Te metas donde te metas, vayas adonde vayas y sin salir siquiera de casa, por la televisión nos entra. En actos culturales: en un museo, a través del arte, en una simple pintura; en actos empresariales: en un encuentro de profesionales de cualquier ramo, en los mensajes implícitos; en actos de promoción de un producto: en un estratégico y requetediseñado show room inspirado en la ideología de género; en el cine o en la caja tonta: una película, un programa de ese entretenimiento actual del reality del je-je, ji-ji que ofende al intelecto; en un concierto de un artista global: en las letras de las canciones, la decoración, el vestido… Todo huele a manoseado por el Enemigo, que cada día tiene más partidarios directos y colaboradores indirectos. No todos los implicados en esa microdifusión a escala global son partidarios de Satán, pero sí tiene ese personaje numerosos promotores de esos que a veces sin saberlo le prestan cartas y juegan su juego: un inocente imberbe fan de esos cantantes; un empresario próspero que por no quedar fuera de la rueda y ser aplastado, sigue dando vueltas en la noria y hasta colabora activamente en que no pare de girar, alimentando sus arcas y las de sus empleados, que también se cuentan por miles…, y en el caso de un político, de millones o el planeta entero. Es el mal menor: en caso de no poder cambiar el estado de cosas, un católico debe no colaborar directamente con el mal, sino intentar reducirlo, o al menos no aumentarlo. Sin embargo, el mal se difunde cada vez más, parece que no haya ya nadie que luche en su contra actuando a conciencia, nadie que sea honesto y cuando diga blanco, sea blanco, y no negro. Sí. Se ve todo muy negro. La agresividad es ya un cuerpo a cuerpo a vida o muerte. Advirtamos que el mal (y más cuando es promocionado) suena más, pero si en nuestro mundo no prevaleciera el bien, ya hubiéramos saltado todos por los aires. Jesucristo nos ha avisado de que el Mal llegará a reinar, pero nos ha prometido también: “Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Y recordemos: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará” (Virgen de Fátima). Y vencerá. Vencerá el Bien. ¡Venceremos!