Tribunas

De la exhumación al responso

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

Ahora que estamos en el punto y seguido de la polémica sobre la exhumación de los restos mortales del General Franco de la Basílica del Valle de los Caídos, Cuelgamuros del que cuelga la historia actual, convendría que fuéramos pensando no en el inicio, sino en el final del proceso.

Se debate el quién y el cómo de la exhumación, pero nadie ha dicho nada del quién y el cómo de la nueva inhumación. Sí se ha hablado del dónde posible, pero sin claridad.

Convendría no olvidar lo que dice el Informe de la Abogacía General del Estado, dirección del Servicio Jurídico del Estado, de la época de Zapatero, sobre la “consulta sobre diversas cuestiones relativas al tratamiento (inhumaciones, exhumaciones, ordenamiento y acondicionamiento digno) de los restos mortales localizados en le Valle de los Caídos”. Informe que no consta se haya cambiado.

En su parte conclusiva afirma que “el Valle de los Caídos se rige por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y cementerios públicos”.

Además se añade que “la circunstancia de que los enterramientos se efectuaran en lo que hoy es un lugar de culto la Basílica de la Santa Cruz de los Caídos, y en tanto en cuanto dicha Basílica siga teniendo esa condición de centro o lugar de culto que hoy sigue ostentando en virtud de los establecido en el convenio firmado el 29 de mayo de 1958, tiene como consecuencia que resulte aplicable al supuesto que se examina la garantía de inviolabilidad de los lugares de culto reconocida en el artículo 1.5 del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos celebrado el 3 de enero de 1979 entre el Estado español y la Santa Sede, en los términos señalados en el fundamento jurídico IV del presente informe.

Lo anteriormente expuesto no se entiende que se vea alterado por el hecho de que la titularidad dominical de la Basílica corresponda al Estado y no a la Orden religiosa que gestiona y lleva el culto en la misma”.

Dicho esto, y supuesto que las autoridades eclesiásticas, cuando se les pregunta responden que “depende”, debemos esperar el curso de los hechos.

Y quizá lo que debamos ir planteando es la segunda derivada. Una vez exhumados los retos, cuando se destinen a otra sepultura digna, ¿cómo serán los oficios religiosos de esa nueva inhumación de un jefe de Estado? ¿Quién los presidirá? ¿O acaso Franco no fue reconocido por la Iglesia como digno de poseer el Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo, máxima distinción vaticana?

 

José Francisco Serrano Oceja