Servicio diario - 12 de agosto de 2018


 

Ángelus: El Papa Francisco invita a los jóvenes a renunciar al mal
Redacción

Ángelus: "Dad testimonio de todo lo que habéis vivido estos días"
Redacción

Circus Maximus: el Papa se une a 70.000 jóvenes italianos
Redacción

San Juan Berchmans, 13 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

12/08/2018-14:36
Redacción

Ángelus: El Papa Francisco invita a los jóvenes a renunciar al mal

(ZENIT — 12 agosto 2018).- Al final de la Misa celebrada en la explanada de la basílica vaticana por Su Eminencia Card. Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, para el encuentro y la oración del Santo Padre con los jóvenes italianos, el Papa Francisco dirigió el recitación del Ángelus con los jóvenes, los fieles y los peregrinos presentes.

 

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas y queridos jóvenes italianos, ¡buenos días!

En la segunda lectura de hoy, San Pablo nos invita con urgencia: "No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con quien fuisteis sellados para el día de la redención" (Efesios 4:30). Pero yo me pregunto: ¿cómo entristeces al Espíritu Santo? Todos lo hemos recibimos en el bautismo y en la confirmación, entonces, para no entristecer al Espíritu Santo es necesario vivir de manera coherente con las promesas del bautismo, renovadas en la confirmación de manera coherente, no con hipocresía, no olvidéis esto, el cristiano no puede ser hipócrita tiene que vivir de manera coherente: las promesas del bautismo tienen dos aspectos: la renuncia al mal y la adhesión al bien. Renunciar al mal significa decir "no" a las tentaciones, al pecado, a Satanás. Más concretamente significa decir "no" a una cultura de la muerte, que se manifiesta en la huida de la realidad a una falsa felicidad expresada en el engaño, en el fraude, en la injusticia y el desprecio del otro, a todo esto "no", ¿qué cosa se dice a todo esto?, todos los jóvenes dicen "no", gracias. La vida nueva que se nos ha dado en el Bautismo, y que tiene al Espíritu como su fuente, rechaza un comportamiento dominado por sentimientos de división y discordia. Por esto el apóstol Pablo nos exhorta a quitar de nuestros corazones, "Toda dureza, indignación, cólera, gritos y calumnias con toda clase de malignidades" (v. 31), es así como dice Pablo. Estos seis elementos o vicios, dureza, indignación, cólera, gritos y calumnias y malignidades perturban la alegría del Espíritu, envenenan el corazón y conducen a imprecaciones contra Dios y el prójimo.

Pero no es suficiente no hacer el mal para ser un buen cristiano; es necesario adherirse a lo bueno y hacer el bien. Aquí, entonces, continúa San Pablo: "En cambio, sed misericordiosos unos con otros, sed misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros como Dios os ha perdonado en Cristo" (v. 32). Muchas veces oímos decir: "Yo no hago daño a nadie" y se cree que es un santo, ¡no!. De acuerdo, pero ¿el bien lo haces? Cuántas personas no hacen daño, pero ni siquiera hacen el bien, y sus vidas fluyen hacia la indiferencia, la apatía, la tibieza. Esta actitud es contraria al Evangelio, y también es contraria a la naturaleza de los jóvenes, que por naturaleza son dinámicos, apasionados y valientes.

¡Recordad esto! Si lo recordáis podemos repetirlo juntos, es bueno no hacer el mal, pero es malo, no hacer el bien, repetid conmigo, es bueno no hacer el mal, pero es malo, no hacer el bien, esto les decía San Alberto Hurtado. Hoy os exhorto a ser protagonistas en el bien! No te sientas bien cuando no haces el mal; no es suficiente, cada uno es culpable del bien que podía hacer y no lo ha hecho. No es suficiente no odiar, es necesario perdonar; no es suficiente no guardar rencor, debemos orar por los enemigos; no es suficiente no ser causa de división, debemos traer paz donde no existe; no es suficiente no hablar mal de los demás, debemos interrumpir cuando oímos hablar mal a alguien, detener el chisme, esto es hacer bien. Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos tácitamente. Es necesario intervenir donde el mal se propaga; porque el mal se extiende donde no hay cristianos atrevidos que se oponen con el bien, "caminando en la caridad" (véase 5: 2), según la advertencia de San Pablo. Queridos jóvenes, ¡habéis caminado mucho estos días! Por lo tanto, estáis entrenados y puedo deciros: Caminad en la caridad, caminad en el amor, caminemos juntos hacía el próximo Sínodo de los Obispos sobre el tema: "Juventud, fe y discernimiento vocacional". Que la Virgen María nos apoye con su intercesión materna, para que cada uno de nosotros, todos los días, con hechos, podamos decir "no" al mal y "sí" al bien.

 

 

12/08/2018-15:17
Redacción

Ángelus: "Dad testimonio de todo lo que habéis vivido estos días"

(ZENIT — 12 agosto 2018).- Después del Ángelus el Papa dedicó unas palabras a los jóvenes, sacerdotes y religiosas que han participado en este encuentro, animándoles a dar testimonio de todo lo que han vivido estos días cuando regresen a sus lugares de origen.

 

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, les saludo a todos, romanos y peregrinos de muchas partes del mundo. En particular, saludo a los jóvenes de las diócesis italianas, acompañados de sus respectivos obispos, sus sacerdotes y educadores. En estos días, habéis vertido vuestro entusiasmo y vuestra fe por las calles de Roma. ¡Os agradezco por vuestra presencia y por vuestro testimonio cristiano!.

Ayer al agradecer, olvidé decir una palabra a los sacerdotes que son los que os están más cercanos, gracias por ese trabajo que día trás día con esa paciencia, porque se necesita paciencia para trabajar por vosotros, la paciencia de los sacerdotes, ¿se lo agradezco tanto!!. También he visto muchas religiosas que trabajan con vosotros, también a ellas,¡muchas gracias!.

Mi gratitud se extiende a la Conferencia Episcopal Italiana — representada aquí por el Presidente cardenal Gualtiero Bassetti — quien promovió este encuentro de los jóvenes para el próximo Sínodo de los Obispos. Queridos jóvenes, volviendo a vuestra comunidad, que deis testimonio a vuestros compañeros, y a todos los que conocéis, la alegría de la fraternidad y la comunión eclesial que habéis experimentado en estos días de peregrinación y oración. Os deseo a todos un buen domingo. Un buen regreso a casa. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí, ¡buen provecho y adiós!

 

 

12/08/2018-15:42
Redacción

Circus Maximus: el Papa se une a 70.000 jóvenes italianos

(ZENIT — 12 agosto 2018).- El Papa Francisco el 11 de agosto de 2018 se unió a 70,000 jóvenes de Italia en el Circo Máximo de Roma. La reunión incluyó preguntas de los jóvenes, respuestas del Santo Padre y entretenimiento musical.

Los 70,000 jóvenes provienen de varias diócesis de Italia, en Roma para encuentros de fin de semana con el Papa. Los eventos culminan con una peregrinación a pie de una semana de duración en la que unos 40,000 jóvenes comenzaron el 3 de agosto a través de los territorios de sus diócesis, llamado "Per Mille Strade", en italiano, "Por mil caminos".

Una parte destacada del entretenimiento vendrá de "The Sun", considerada la banda de rock más de moda de inspiración católica actual, en Italia y más allá. "Somos rockeros atípicos, ¡pero afortunadamente lo somos! ¡Porque nuestras vidas están llenas de alegría, amor y plenitud! ", Dice Francesco Lorenzi, hablando en nombre de él y de sus compañeros de banda. Él no oculta que dar testimonio de la propia fe está penalizando en el negocio de la música: "No nos convertiremos en U2, pero Dios ha liberado nuestras almas y nos da mucha alegría a través de nuestro trabajo".

 

Zenit tiene una entrevista exclusiva con la estrella de rock cristiana

El Papa Francisco tiende a atraer una reacción positiva de los jóvenes. Hace apenas 10 días, el 31 de julio de 2018, recibió en la Plaza San Pedro a un grupo alegre y en ocasiones ruidoso de unos 60,000 jóvenes de entre 13 y 23 años de edad, que visitaban desde 18 naciones.

Llegaron a Roma para la XII Peregrinación Internacional de Monaguillos, que se realizó del 28 de julio al 4 de agosto. El evento fué patrocinado por COETUS

 

 

12/08/2018-06:55
Isabel Orellana Vilches

San Juan Berchmans, 13 de agosto

«Jesuita, ángel de virtud, modelo de inocencia y amabilidad. Luchó por su vocación que sostuvo por encima de la opinión de su familia. Es patrón de los jóvenes belgas, y de los estudiantes con san Luís Gonzaga»

Es uno de los tres grandes santos jóvenes que florecieron en la Compañía de Jesús, junto a Luís Gonzaga y Estanislao de Kostka. Vino al mundo en Diest, Bélgica, el 13 de marzo de 1599. Juan, su padre, era un honrado zapatero y curtidor de pieles, propietario del taller «La luna grande». Su madre Isabel procedía de una influyente familia; era hija de un regidor y burgomaestre de la ciudad. Ambos se impusieron a la diferencia de clases y crearon un hogar bendecido con cinco vástagos; tres ofrendaron su vida a Dios. El primogénito Juan mostró precoces rasgos de piedad y una excelsa devoción a la Inmaculada. Quizá una misteriosa intuición acerca de la brevedad de su vida infundió en él este sentimiento: «Si no llego a santo mientras soy joven nunca llegaré a serlo». Acudía a misa al alborear el día ayudando al oficiante en cuantas celebraciones hubiera. Y si al regresar del colegio hallaba la puerta de su casa cerrada, aprovechaba para ir a rezar ante la Virgen. Su inocencia y candor le granjearon la simpatía de quienes le conocían. Valoraban su entrega y la diligencia que mostraba a sus 10 años de edad asistiendo a su madre paralítica tras una enfermedad. Sabían que hacía malabarismos para seguir sus estudios.

El padre Emmerich, canónigo premonstratense de la abadía de Tongerloo, le proporcionó una formación básica, y despertó en su corazón el anhelo de ser sacerdote. Feliz al poder vestir el traje talar, como usualmente hacían los pupilos de un eclesiástico, acrecentó su piedad y su oración. En la biblioteca devoraba la Biblia y las biografías de los santos. A los 14 años, su padre, cercado por graves problemas económicos, le propuso seguir su oficio, lo que suponía relegar por completo su preparación. Juan expuso su ideal con tal convicción, que logró vencer la disconformidad de su progenitor. Con la ayuda de dos tías religiosas beguinas entró al servicio del canónigo padre Froymont en Malinas. Era el primer paso para obtener una beca; con su trabajo podría costeársela. La estancia junto al sacerdote no fue sencilla, aunque Juan tenía cualidades naturales para hacer las delicias de los que convivían a su lado. Dos de los tres niños que le asignaron para que les tutelase ingresaron a su tiempo en la Compañía de Jesús. La Orden se había instalado en Malinas en 1611 y tres años más tarde inauguró un colegio. Juan ingresó en él para disgusto de Froymont, que acogió esta decisión con desagrado. También su padre, que había pensado en su brillante futuro, se resistió; no tenía intención de costear sus estudios.

En el colegio se afilió a la Congregación Mariana. Tras la lectura de la vida de Luís Gonzaga tuvo claro que quería ser jesuita. Además, le impactaba la posición de los religiosos ante la reforma luterana, tenía noticia de las cartas de Francisco Javier y de las gestas de los mártires ingleses. Envío a sus progenitores cartas verdaderamente edificantes, maduras y radicales defendiendo su vocación: «Me causa maravilla, en verdad que vosotros, que deberíais alabar al Señor [...] me exhortéis a no escuchar a Dios Nuestro Señor y a diferir cinco o seis meses la ejecución de mi designio [...]. He resuelto en mi corazón hallarme, dentro de catorce días entre mis hermanos, en la Santa Religión [...] 'Os saludo y adiós', lo mismo que vosotros a mí, cuando entreguéis a este vuestro hijo al Señor Dios, quien me dio a vosotros».Su padre no claudicaba. Apoyaron a Juan el arzobispo y el padre Froymont. La última palabra del Sr. Berchmans fue que aceptaba, pero mantuvo su negativa a correr con los gastos. La réplica del joven, una parecida a la del Poverello, fue que estaba dispuesto a despojarse de todas sus prendas, si era preciso, para cumplir su más ferviente anhelo.

En el noviciado que comenzó en 1616, marcado en su inicio por la prematura muerte de su madre, constataron su caridad, fidelidad y amor a la oración. Todo lo ejercitada con la persistente urgencia que guiaba su acontecer: «Quiero ser santo sin espera alguna. Seré fiel en las cosas pequeñas. Haré, cada cosa como si fuera la última de mi vida». Juan influyó en su padre, que a la muerte de su esposa se ordenó sacerdote y fue canónigo de Diest. Murió un día antes de que él emitiera sus votos, un hecho que le produjo gran consternación y contrariedad, ya que nadie le dio noticias del óbito; lo conoció porque le escribió para fijar la cita de despedida antes de partir a Roma en 1618. Llegó a la ciudad después de recorrer a pie 1.500 km., junto a su compañero Penneman. En el Colegio Romano su piedad y consciencia de la presencia de Dios, que le ayudaba a sobrenaturalizar las cosas, fue de alta y continua edificación para todos. Así lo atestiguaron sus formadores, el padre Piccolomini y el padre Massucci, quien decía que después de san Luís Gonzaga, al que trató, no había conocido a «un joven de vida más ejemplar, de conciencia más pura y de más alta perfección que a Juan».

Aprovechaba cualquier ocasión para santificarse. Superaba los pequeños escollos de la convivencia con paciencia y ternura, aunque humildemente reconocía cuánto le costaba: «Mi mayor penitencia, la vida común».Alegre, bondadoso, brillante desde el punto de vista intelectual, inocente, casto, servicial, con cualidades artísticas reconocidas para el teatro, fue como un ángel para la comunidad. Le guiaba su devoción por la Eucaristía y por María: «Si yo amo a María, estoy seguro de mi salvación y de mi perseverancia. También puedo obtener de Dios todo lo que deseo y soy casi omnipotente. No descansaré hasta haber conseguido un amor tierno hacia mi Madre». Murió tras una breve e inesperada afección pulmonar, influido por la canícula romana que le afectó gravemente, el 13 de agosto de 1621. Su confesión final fue: «no haber quebrantado nunca, en mi vida religiosa, regla alguna ni orden de mis superiores, a sabiendas, y advertidamente, y el no haber cometido nunca un pecado venial». Pío IX lo beatificó el 28 de mayo de 1865. León XIII lo canonizó el 15 de enero de 1888.