Tribunas

María en el Cielo

 

 

Ernesto Juliá


 

 

Hace pocos días, en una intervención en  un curso de verano de la Universidad Menéndez Pelayo,  Olegario González de Cardenal comentó la importancia, y la necesidad,  de que la Iglesia, además de dar testimonio claro de su práctica de la solidaridad, de la caridad, no deje de reafirmar y de recordar con toda claridad las grandes verdades que Cristo anunció al mundo, y decir sin originar dudas  si lo que afirma es verdad, que es lo que hay detrás de su credo, cual es el significado de lo que confiesa, el valor de su doctrina.

La celebración solemne en todo el mundo católico, cristiano, de la Asunción de la Virgen María en cuerpo glorioso al Cielo, es un anuncio que encierra las grandes verdades que predicó Cristo, y pone delante de nuestra mirada la perspectiva de la vida eterna, después de hablarnos de la Encarnación del Hijo de Dios, de su muerte redentora, de su Resurrección.

“La Asunción de María concierne a cada uno de nosotros, atañe a nuestro futuro, nos hace mirar al Cielo, preanuncia 'los cielos nuevos y la nueva tierra”, con la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte y la derrota definitiva del maligno” (Francisco, 15-8-2016).

El misterio del Amor de Dios ha sido realizado plenamente en una criatura humana. en el Cielo y en la Tierra. Sin pecado, en María la muerte, vencida y derrotada en el Calvario, ha quebrantado para siempre su aguijón, el pecado de los hombres.

Asunta al Cielo, María es la voz suave que invita al arrepentimiento; la voz que adelanta en el corazón del pecador el gozo de pedir perdón por sus pecados a Cristo muerto en la Cruz, en la persona de un sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación..

María es ya la nueva tierra, el nuevo cielo. Por Ella se han cumplido las promesas de Dios; con Ella se han colmado las esperanzas de los hombres; en Ella, el hombre descubre la «escala del paraíso», la escalera del Cielo.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la Asunción de la Virgen al Cielo, abren y manifiestan al hombre los horizontes definitivos de su vivir, la realización de todas sus esperanzas.

La esperanza es ya en Ella una realidad. Más aún, ni siquiera ha esperado: ha creído y ha amado, y su alma «exultó de júbilo en Dios, mi salvador» (Lc 1, 47), porque Aquel en quien ha creído, ha llevado a cabo lo anunciado, la promesa. Y nos muestra todo el Amor de Dios a Ella y, en Ella, a todas sus criaturas, a cada uno de nosotros.

Asunta al Cielo, María ha colmado la esperanza de todas las generaciones trayéndonos a su Hijo a la tierra. Asunta al Cielo anhela colmar la esperanza de los hombres de ver, un día, a Dios cara a cara, a su lado

Asunta al Cielo, María invita a los hombres a que «dirijamos nuestros ojos hacia el cielo, con la seguridad de que también nuestra tierra saldrá regenerada. Volver nuestra mirada hacia el Cielo significa que nuestras almas se abran a Dios para que tome posesión de nuestras vidas» (Ratzinger).

Asunta al Cielo. Dios adelanta en María la resurrección de la carne, en el gozo de recibir a su Madre, en “cuerpo glorioso”, en “carne gloriosa”, ya en la plenitud de «nueva criatura».

“La fiesta de la Asunción de Nuestra Señora nos propone la realidad de esa esperanza gozosa. Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre. Nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero. Nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no sólo es nuestro ejemplo: es Auxilio de los cristianos. Y antes nuestra petición—Muestra que eres Madre-, no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal” (Josemaría Escrivá).

María es la plenitud de la Creación, de la Redención, de la Santificación. María en el Cielo, en cuerpo y alma, es el gozo de Dios ante todos sus sueños realizados. Desde el Cielo, la Virgen María refleja para todos los creyentes la luz de la Resurrección de su Hijo Jesucristo que alumbra todos los caminos de la tierra, y nos lleva a encontrarla con su Hijo en todos los cruces de nuestro vivir.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com