Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

 

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Nº 605

26 de ago. 2018

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: PSEUDOTERAPIAS Y PSEUDOCIENCIAS

 

1. “Mi madre dejó la quimioterapia por un curandero y ahora está muerta”.

2. Terapias alternativas: ¿medicina o creencia?

3. Las pseudoterapias suponen un peligro para las familias y la infancia.

4. “Homicidio de un enfermo”: un libro que muestra los efectos de las pseudoterapias.

5. Polémica en la Universidad de Granada por su Máster de Arteterapia.

6. La fibromialgia y las pseudomedicinas.

7. La gran mentira del reiki, que promete curar con la imposición de manos.

8. Los pseudoterapeutas españoles quieren crear un lobby para defender su “trabajo”.

9. España: campaña para frenar la difusión de las pseudoterapias en Internet.

10. Acupuntura: una pseudoterapia cuya eficacia no está demostrada.

 

 

1. “Mi madre dejó la quimioterapia por un curandero y ahora está muerta”.

FUENTE: El Correo

 

 

El diario El Correo (San Sebastián, España) ha publicado un reportaje que presenta el testimonio de una familia afectada por un pseudoterapeuta. Lo firma David S. Olabarri.

«Mi madre tenía un cáncer de ano. Los médicos decían que no era tan grave, que tenía buen pronóstico y se podía curar con el tratamiento adecuado. Un día fue a una herboristería porque quería adquirir laxantes naturales. Los que le habían recetado no le sentaban muy bien y buscaba algo más suave. Fue allí donde le hablaron de ese curandero de Hondarribia (Guipúzcoa), que decía que había estudiado medicina oriental. Poco después dejó la quimioterapia. Y dos años después murió en el hospital. El cáncer se le había extendido por gran parte del cuerpo. El curandero hacía semanas que ya ni nos cogía el teléfono».

La que habla es Elena Pérez Beraza, hija de Cristina. Su madre murió con apenas 53 años. Fue hace un año, pero todavía hoy tienen muy presente todo lo que pasó en el tiempo que transcurrió entre que a su madre le diagnosticaron un cáncer y hasta que murió dos años después. Pasaron momentos muy duros. Elena reconoce que ella también llegó a creerse las «cosas» que decía el «naturista», nacido en Córdoba y afincado en Guipúzcoa, cuando le acompañaba a su «consulta».

«Le decía que el cáncer estaba en su cabeza. Que si no dejaba el tratamiento de quimioterapia y radioterapia acabaría en una caja de pino. Cada vez estaba peor. Hasta que entró en fase terminal. Todavía ahí, en su última 'consulta', cuando ya no podía salir de casa, esta persona le decía que no tenía ninguna célula cancerígena», recuerda, indignada, esta joven guipuzcoana.

Por eso, el dolor inicial por la muerte de su madre dejó pronto paso a la impotencia y a la rabia. Y por eso se decidieron a acudir a la comisaría de la Ertzaintza para interponer una denuncia por estafa contra Juan José G. Le responsabilizan directamente de que su madre decidiese abandonar el tratamiento de Osakidetza. La cantidad de dinero supuestamente estafada ascendería «a unos 15.000 euros» entre las «consultas» del naturista –que suponían unos 120 euros cada una– y los productos que le decía que comprase en la misma herboristería cada diez días.

«Que no vuelva a pasar»

Este individuo tiene, al menos, otra denuncia por estafa, aunque sus denunciantes afirman que «pasaba consulta» a enfermos de diversos territorios. Esta otra denuncia fue presentada por un hombre con una enfermedad degenerativa, también residente en Hondarribia, al que supuestamente recomendó dejar seis de los ocho medicamentos que estaba tomando en aquel momento. En este caso, fue Susi, su mujer, la que acudió a la Ertzaintza. Lo hizo poco después del fallecimiento de Cristina –que era amiga suya y que fue quien le aconsejó que acudiese al naturista– y cuando recordó que el estado de salud de su marido empeoró de forma notoria «siguiendo sus indicaciones».

Este periódico trató de ponerse en contacto con el denunciado, pero no contestó a las llamadas ni a los mensajes. Por su parte, una responsable de la herboristería en la que supuestamente recomendaban sus servicios y que suministraba los productos que esta persona recetaba aseguró que la decisión de dejar la quimioterapia «fue de Cristina». También afirmó que ya no colabora con ellos.

Ambos casos están siendo investigados por un juzgado de instrucción. Elena, en todo caso, subraya que su decisión de denunciarle persigue, sobre todo, que «a nadie más le vuelva a pasar algo así». Esta joven también ha aportado a la Policía vasca un diario que su madre escribió durante su enfermedad. Aquí –dice– se puede comprobar hasta qué punto estaba influenciada por el naturista. También les ha entregado las hojas en las que escribía el tratamiento que debía seguir y los productos que debía comprar. Escritos que se encuentran sin firmar.

Elena acudió a muchas «consultas» con su madre. Afirma que Juan José G. le dijo que no podía decir «a nadie» –sobre todo a los doctores que la estaban tratando– que iba a iniciar un tratamiento con él ya que, según relata la joven guipuzcoana, sus métodos no estaban «bien vistos» por los médicos. En agosto de 2015, tres meses después de iniciar el tratamiento de quimioterapia, solicitó su suspensión. A partir de ahí –censura– sustituyó la sanidad pública por «costosas» sesiones de una hora de duración. Un espacio de tiempo en el que el denunciado dedicaba 10 minutos a palpar el cuerpo de Cristina y el resto a decirle que no tenía células cancerígenas, que todo estaba en su cabeza.

Susi Hernández era amiga de Cristina. De hecho, acudió al naturista aconsejada por ella para tratar de buscar soluciones a una enfermedad que a su marido le está dejando sin poder caminar. «Nos soltó que la medicación que le estaban dando era veneno. Y nos aseguró que si seguíamos sus instrucciones la próxima vez que nos viese mi marido vendría andando», relata. Su esposo volvió pronto a hacer caso a los médicos. «El problema es que a Cristina le convenció para que no hablase con nadie. Tenía fe ciega en él», lamenta Susi.

«Muchas víctimas están desesperadas»

Buena parte de las denuncias por estafa que se presentan contra curanderos tienden a archivarse. Según el abogado Fernando L. Frías, miembro del Círculo Escéptico y experto en pseudoterapias, el problema reside en que los jueces tienden a considerar que los engaños que sufren estas personas son «tan burdos que sus víctimas son parcialmente responsables por haber caído en ellos». Y, por lo tanto, no se puede considerar estafa como tal. En otras ocasiones, sin embargo, el problema reside en poder probar que estos individuos recomendaron a los enfermos abandonar los tratamientos.

Frías explica que, según está configurado en la actualidad en la legislación, un requisito «básico» para que se pueda condenar a alguien por estafa es que la víctima haya sido «totalmente engañada». Por el contrario, en estos casos no se tiende a condenar cuando el engaño es «burdo o evidente» y la víctima ha «picado debido en parte a su propia credulidad». «Por ejemplo, si alguien me engaña para venderme un piso que realmente no es suyo sí que podríamos estar ante una estafa, pero si lo que pretende venderme es el Puente de Calatrava ya es otra cosa. Es evidente que el puente no es de ningún particular, así que si yo caigo en el engaño será en parte por mi culpa y los tribunales no considerarán que haya estafa», detalla Frías.

Este –dice– es el problema de las estafas que cometen los curanderos. «Los tribunales consideran que las actividades de este tipo de personas son engaños tan burdos que sus víctimas son parcialmente responsables por haber caído en ellos, y por lo tanto no se consideran como estafa», añade. A su juicio, se trata de una doctrina «errónea y anticuada», ya que no se tiene en cuenta que las víctimas de este tipo de delitos «a menudo están tan desesperadas que su capacidad crítica disminuye mucho». También insiste en que, en la actualidad, «hay muchas formas de curanderismo». Algunas «tan sofisticadas que es difícil darse cuenta de que se trata de engaños». Frías considera que sin «cambios en el Código Penal» no se puede hacer mucho con los casos que llegan a los juzgados.

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2. Terapias alternativas: ¿medicina o creencia?

FUENTE: DKV

 

 

Homeopatía, acupuntura, yoga, meditación, plantas medicinales. ¿Confiarías en estos remedios para curar alguna enfermedad? Un tercio de la población española lo hace. Son datos del barómetro de febrero del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), donde por primera vez se han incluido preguntas sobre «medicina complementaria», de las que se han podido obtener interesantes conclusiones. Además de ese 33,9 % que se fía de las terapias alternativas, resulta que el 30,7 % opina que «ayudan a tener una vida sana y equilibrada» y el 26,3 % considera que «curan enfermedades y dolencias para las que la medicina convencional no funciona». Lo cuenta Carmen Gómez Cotta en el portal informativo de la aseguradora DKV.

No hay duda de que se trata de prácticas que están en auge. En los últimos años, ha crecido el número de adeptos a estas disciplinas que muchos tildan de pseudociencias o pseudoterapias: aunque estas terapias han ganado muchos seguidores, también ha aumentado de forma considerable el número de detractores.

¿Respalda la comunidad médica las terapias alternativas?

Para un gran porcentaje de médicos, científicos y profesionales de la salud, esta corriente de pseudociencia se presenta como un problema que pone en riesgo no solo la salud de las personas, sino su vida –además de echar por tierra años de esfuerzo, trabajo y dedicación de la comunidad científica–. Sin embargo, otros profesionales opinan que algunas alternativas medicinales, como la homeopatía o la acupuntura, sí funcionan y tienen resultados beneficiosos en la salud humana.

De hecho, según esta encuesta, el 18,4 % de los que practican pseudoterapias lo hacen con el apoyo de profesionales médicos o enfermeros. No en vano, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el valor de la homeopatía como uno de los sistemas tradicionales de medicina que debe integrarse con las prácticas convencionales para ofrecer un cuidado de la salud global adecuado. El debate está servido.

La frontera entre ciencia y pseudociencia

Empezando por el inicio del conflicto, por definición, la Real Academia de la Lengua Española (RAE), señala que ciencia es el «conocimiento que se obtiene mediante la observación y el razonamiento sistemáticamente estructurado, de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente». Es decir, que se trata de una metodología sistemática basada en la evidencia.

Entonces, ¿qué es la pseudociencia? Según Michael D. Gordin, historiador científico de la Universidad de Princeton y autor del libro Las guerras de la Pseudociencia, «los científicos hablan de pseudociencia cuando perciben que están amenazados, no necesariamente por las nuevas ideas en sí mismas, sino por lo que éstas representan sobre la autoridad de la ciencia». Y añade, «nadie se ha despertado nunca afirmando: “me voy al pseudolaboratorio a realizar pseudoexperimentos e intentar confirmar mis pseudoteorías”».

Fue el filósofo Karl Popper el primero en identificar este problema de demarcación –la línea divisoria entre la ciencia empírica y lo que se denominó entonces pseudociencia–, cuando apreció el problema con varias teorías que consideraba no-científicas. Desde entonces, han sido numerosos los debates, hipótesis y definiciones que han surgido sobre estas prácticas que no pueden considerarse enteramente científicas. ¿Por qué tantas personas confían en ellas en lugar de hacerlo en la medicina tradicional? ¿De verdad funcionan y son algo más que simples ‘prácticas no científicas’?

Los estudios de acupuntura y el sistema nervioso son un ejemplo de cómo esta disciplina puede considerarse una ciencia, puesto que tiene un objetivo, ha realizado pruebas y test, y ha obtenido conclusiones que conectan las teorías con los resultados. La acupuntura, que lleva siglos practicándose en China, ha alcanzado ahora un gran impacto en Occidente prometiendo resultados con grandes beneficios.

Terapias alternativas: ¿moda, consciencia o desinformación?

Sin embargo, esto no convence a una gran parte de médicos y científicos. Hace casi un lustro, se creó la Asociación para Proteger a los Enfermos de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Su presidenta, Elena Campos, investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, manifestaba recientemente en una entrevista que es necesario «informar a la población en general y también realizar cursos de formación a los profesionales para que sepan a qué se están enfrentando». Según afirmaba, «no puedes dar por buena una decisión que parece informada, pero que en realidad nace de la confusión».

Sea como fuere, estos pseudotratamientos cada vez son más populares entre la población. La encuesta del CIS señala que los más conocidos son el yoga (90,3 %), la acupuntura (89,1 %), la meditación (74,9 %), las plantas medicinales (71,1 %) y la homeopatía (66,5 %). De todos ellos, para los españoles, los más aceptados son el consumo de plantas medicinales o fitoterapia (16,9 %), la meditación (10,4 %) y la homeopatía (9,8 %), disciplinas cuya eficacia es científicamente dudosa, pero tiene un calado creciente entre la población que quiere alejarse de la consulta tradicional.

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3. Las pseudoterapias suponen un peligro para las familias y la infancia.

FUENTE: 20 Minutos

 

 

Con el título “Pseudoterapias para toda la familia”, la autora del blog “Madre reciente” en el portal informativo español 20 Minutos ha publicado una reflexión sobre la acción de las pseudoterapias en el ámbito familiar e infantil, escrita por el vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP). Reproducimos la presentación y, a continuación, el artículo.

Conozco hace ya años a Emilio José Molina, miembro de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas y autor del blog Curso de Defensa contra las Artes Oscuras. Lo conozco digitalmente, esa nueva forma de entablar relaciones de estos tiempos modernos, por su empeño en luchar contra las pseudociencias, contra aquellas prácticas que atentan contra el bolsillo e incluso la salud de la gente que decide creer en ellas, por el motivo que sea.

Es algo que me toca de cerca. Demasiadas veces en torno al autismo proliferan métodos más que cuestionables, que incluso pueden dañar a la persona que se trata, además de privarle de terapias efectivas. No culpo a las familias que acuden a ellas. Cuando te dejan huérfano con un hijo que tiene un diagnóstico sobre el que hay tanta oscuridad, es incluso lógico ceder a los cantos de sirena. El autismo no se cura, nunca lo repetiremos suficientes veces. Buscar la cura para el autismo es partir en busca de un unicornio. El problema es que siempre hay aprovechados dispuestos a coger caballos blancos y pegarles un cuerno para hacernos creer que tenemos uno delante. Y nunca es gratis.

Emilio procura informar desde el rigor científico, desnudar falsos emperadores y ayudarnos a los medios de comunicación, que tenemos una gran responsabilidad que no siempre manejamos todo lo bien que deberíamos, a obrar también bien en ese sentido.

Pseudoterapias para toda la familia

Antes de que mi hija naciera, ya podría haber sido una víctima de pseudoterapias. Durante la formación preparto, la matrona nos indicó, aparte de una mayoría de consejos sensatos y basados en la evidencia, algunas posibilidades como la moxibustión para darle la vuelta al bebé si venía de nalgas. Aparte de no haberse probado funcional y de estar basado, como gran parte de la “Medicina Tradicional China”, en canales y puntos energéticos inexistentes, la planta con la que se practica esta técnica (un quemado de una especie de puro hecho con la planta en una zona de acupuntura del pie) tiene propiedades abortivas. Aún peor, nos comentó que en muchos casos se le daban los utensilios a la madre, quien se lo podía aplicar en su propia casa, saltándose a la torera la legislación de las mal llamadas “terapias y técnicas no convencionales” al respecto.

Durante el embarazo, a la madre se le ofertaron también desde homeopatía para las náuseas hasta la osteopatía palatal para agilizar el expulsivo. Recuerdo con preocupación que, además, no fuera capaz de responder a otra asistente si la vacuna de la gripe, recomendadísima en embarazadas, podía provocar gripe. La osteopatía, esta vez la craneal, también nos fue recomendada si el bebé tenía ciertos problemas como dificultad a la hora de abrir la boca para coger el pezón o las plagiocefalias. Y, también para el bebé, homeopatía para cólicos.

Si esto ocurre en un personal supuestamente formado durante varios años en un hospital público (recientemente nos han vuelto a ofertar la moxibustión en otro distinto con el mismo objetivo), pueden imaginarse el panorama en general.

El jueves 19 de julio hemos lanzado la campaña #StopPseudociencias en Twitter, una iniciativa surgida desde la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas, asociación surgida por la trágica muerte de Mario Rodríguez, un joven de 21 años que retrasó su tratamiento contra el cáncer por seguir la también mal denominada “terapia ortomolecular” (pues de terapéutica no tiene nada). Dicha iniciativa ha consistido en la recopilación, durante estos dos últimos años, de contenidos pseudocientíficos (principalmente pseudoterapéuticos) enviados por particulares, básicamente consistente en páginas web y fotografías de cartelería callejera. En este tiempo hemos recibido 4.000 reportes, una cifra nada desdeñable habida cuenta que se trata básicamente de un “mis amigos y yo”, no de una campaña exhaustiva de revisión de páginas web de internet que provean servicios supuestamente sanitarios.

De la lista de webs (unas 2.600), aparecen unas 500 en las que se habla de la infancia, de bebés, de niños. Una de cada cinco, aproximadamente. Los que llevamos un tiempo en la lucha contra pseudociencias vemos claro el motivo: no hay colectivo más vulnerable que el infantil, ni nadie más dispuesto a dejarse lo que haga falta (y me refiero a la cartera) por un hijo enfermo, máxime si el pronóstico es grave, degenerativo o crónico.

Yo mismo me imagino fácilmente haciendo cualquier cosa que me dijeran si a mi hija o mi futuro pequeño les sentenciaran con un diagnóstico terrible, incluso sabiendo todo lo que sé de estos años de lucha. En esos momentos, al igual que cuando sufrimos un accidente, nuestros cerebros dejan de funcionar con la capacidad crítica más o menos típica, y se vuelven (nos volvemos) náufragos a la deriva en una tormenta, buscando cualquier tabla de salvación, cualquier mano que se nos ofrezca y nos prometa la estabilidad que necesitamos en medio de un mar de incertidumbre y descontrol.

Pero dirigir tu producto a la infancia tiene otra ventaja: la infancia está llena de problemas que a menudo se solucionan completamente solos, producto de un simple retraso madurativo de nuestros sistemas, así que aunque lo que les ofrezcas no haga absolutamente nada, el pequeño se va a acabar curando de ellas, y vas a hacer pensar fácilmente a los progenitores que ha sido gracias a tu fraude innecesario (que, de paso, les hará a ellos estar más tranquilo por el denominado “placebo por poderes”, pensando que están haciendo algo efectivo por sus retoños).

Ejemplos clásicos son los ya mencionados cólicos del lactante, las plagiocefalias, el asma y bronquiolitis infantil, alergias infantiles, hemorragias nasales (hace tres décadas, una monja me llegó a hacer una imposición de manos, y ni siquiera puedo hacer gala del “amimefuncionismo”, pues pasé unos cinco años más sangrando de uvas a peras hasta que un buen día dejó de pasarme sin más), acné…

Si el producto no hace nada pero tranquiliza a padres e hijos, ¿cuál es el problema? A menudo escuchamos esa pregunta. Dejando el tema de la falta de ética a un lado, aunque estos productos en sí sean inocuos, la creencia en ellos no lo es en absoluto. Muchos tendrán en su recuerdo el caso del reciente fallecimiento de un bebé italiano a quienes sus padres dieron homeopatía para una otitis. Para más inri, estas creencias generan un caldo de cultivo, una cierta “politoxicomanía”, que induce al creyente a creer en cada vez más propuestas, terminando en no pocas ocasiones probando remedios que ya no pueden ni aplicarse el calificativo de inocuos.

Podemos hablar incluso de verdaderas sectas pseudoterapéuticas (catalogadas oficialmente como tales) donde se exponen, en su orientación a los menores, doctrinas como que “toda enfermedad es producto de un conflicto emocional del que no se ha tomado consciencia”, que cuando el enfermo es un menor, dicho conflicto está “proyectado” por el padre o la madre, que una madre sobreprotectora es la causa de las leucemias infantiles (tan repugnante como suena), que un aborto espontáneo es un reflejo de un deseo inconsciente de no querer tener hijos, y voy a dejar el listado aquí porque, tras varios años, a mí sí que me siguen poniendo enfermo esas frases.

Por dejar el aviso para navegantes, huyan del “proyecto sentido” de movimientos como la “biodescodificación” o la “bioneuroemoción”, surgidas de la secta no menos letal denominada “nueva medicina germánica” y sus premisas de que el cáncer es producto de un choque emocional no verbalizado, y que para curarse es necesario alejarse de los métodos médicos porque “interfieren” en el proceso de “curación natural”, además de alejarse de quienes no estén de acuerdo con esta decisión, pues son “tóxicos” y también interfieren (y de ahí parte del carácter sectario del movimiento y sus derivados).

En nuestra asociación hemos recibido incluso el caso de una madre a quien se le ordenó que se alejara de su bebé en estado terminal, bajo la premisa de que era ella quien le estaba provocando la enfermedad. Por suerte, hizo caso omiso y pudo estar con el bebé en sus últimos momentos, pero se le quedó clavada la espina del “¿y si tenían razón y no hice todo lo que se podía hacer?”. Por si alguien aún dudaba de la absoluta crueldad detrás de estas propuestas, que siempre se ponen las medallas cuando el paciente se cura solo y lo echan a los leones cuando no lo hace, alegando que “algo harían mal porque el método es infalible”.

Podría ahora hablar de los factores que llevan a la gente a caer en estas redes, como la imperfección del sistema sanitario, los límites del conocimiento científico y hasta varios desmanes de la industria (reales, magnificados o inventados) que se explotan para generar recelo hacia la medicina y atraerlos impunemente hacia los falsos remedios, pero el texto ya tiene una considerable extensión, así que iré abreviando.

El niño italiano no es el único fallecido por una simple infección. Y este hecho no es producto solo de la irracionalidad de sus padres, sino de la adeontología del médico que se lo recetó en lugar de aplicarle un remedio real, y por extensión, de la falta de celo de los Colegios Profesionales al permitir estas propuestas, de las Universidades al albergar estos estudios, de cientos de ayuntamientos que abren sus puertas, dándoles cierto viso de oficialidad, a jornadas y eventos y talleres y charlas de promoción de estos fraudes, a medios de comunicación que no ejercen la única labor que realmente se espera de ellos, que es la del contraste de la información que aportan a la sociedad.

Por eso también es importante que se inviertan las tornas, y todos los estamentos anteriores se conviertan en la principal línea de defensa contra la desinformación en salud que la sociedad espera y necesita que sean. Y por eso agradezco a Melisa la oportunidad de haceros llegar los pensamientos y preocupaciones de este padre reciente y futuro “bipapá”. Ante cualquier duda sobre pseudoterapias, por favor, no dejéis de enviárnosla a APETP, donde la remitiremos a los profesionales científicos y sanitarios de esa área para su resolución.

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4. “Homicidio de un enfermo”: un libro que muestra los efectos de las pseudoterapias.

FUENTE: Ulûm

 

 

Recogemos a continuación la reseña que ha publicado el portal Ulûm sobre el libro Homicidio de un enfermo, escrito por Julián Rodríguez Giner (editorial Letrame, 2018). La firma Emilio Molina, ingeniero superior en Informática y licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universitat Jaume I, y profesor de música. Miembro de Círculo Escéptico, miembro del Consejo Asesor de ARP-SAPC, vocal y coordinador del área sobre sectas basadas en “el origen emocional de la enfermedad” en RedUNE (Red de prevención del sectarismo y abuso de la debilidad) y vicepresidente de APETP (Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas).

Mario es un joven a quien diagnostican una leucemia. Envuelto en un entorno de creencias pseudocientíficas y siguiendo los consejos pseudoterapéuticos de las personas menos indicadas, el libro nos acerca a la degradación de la situación durante sus últimos meses y la reflexión concienzuda de las causas que terminaron, en última instancia, provocando una trágica muerte evitable.

Narrativamente, Homicidio de un enfermo va al grano, sin ambages, sin paños calientes ni medias tintas desde su título. A Mario lo mataron. Los perpetradores, entre los que el propio autor se cuenta, van desde la propia familia hasta gente que se hace pasar por profesionales sanitarios sin serlo, pasando por profesionales sanitarios reales para los que por imperativo social prevalece la mala información del enfermo a su salud y que no confrontan debidamente los intrusismos en su área, las autoridades sanitarias que no se molestan lo más mínimo en llevar a cabo su labor de control de la legislación vigente en materia de salud, la nula concienciación judicial en materia de coerción que provoca que los estafadores sanitarios se vayan de rositas y puedan seguir matando “incautos”, o en general las entidades públicas con demasiada facilidad para abrir sus puertas y sus piernas a todo tipo de contenidos desvirtuados en el terreno sanitario. En resumen, un «entre todos lo mataron y él solito se murió».

Algunos pasajes del libro resultan especialmente duros de leer, por lo extremadamente bien expresada que está la vulnerabilidad de Mario y cómo se aprovecharon de ella para truncar sus ganas de vivir. Sobre todo si el lector tiene hijos, es bastante fácil que necesite abandonar la lectura durante algunos pasajes para recomponerse y poder seguir adelante con ella. De forma totalmente cercana, descarnada, honesta e íntima, Julián transmite la historia de una manera en que sientes que podría estar contándotela tu mejor amigo, completamente sumido en la devastación por su pérdida, en una charla confidencial a corazón abierto: nos acerca a sus juegos cómplices de familia, nos cuenta sus propias luces y sombras como persona sin ánimo exculpatorio alguno (sino más bien lo contrario), y no se corta un pelo en llamar a las cosas por su nombre.

Estilísticamente, el libro consigue, mediante una combinación de narración a caballo entre lo biográfico y el documental, con contrapuntos surrealistas, algo tan complicado como volcar directamente el torrente emocional en el que vive (naufraga, más bien) un afectado por pseudoterapias y un padre que ve, impotente, cómo su hijo se hunde segundo a segundo en el cenagal de una trampa bien perpetrada. En algunos puntos, la narración prácticamente traspasa lo literario para adentrarse en una especie de poesía plástica, dibujando un retrato emocional en el que podemos, en la medida de lo posible, acompañarle en su desamparo, rabia, esperanza, desengaños, impotencia, miedo, dolor, angustia por la incertidumbre, desesperación, soledad y sensación de injusticia, y entre otras muchas más.

A nivel técnico, la editorial ha hecho un trabajo fantástico (solo he detectado un “dé” sin acento en alguna de las páginas centrales) con un empaque valiente, muy potente y claro. Homicidio de un enfermo también sirve como guía didáctica para entender algunas de las pseudoterapias más extendidas y más peligrosas de la actualidad, que constantemente están dejando, bajo el amparo negligente de las autoridades que supuestamente nos protegen, un reguero anónimo de estafados, en el mejor de los casos, y de muertos, en el peor.

También repasa el activismo que, desde el trágico desenlace, Julián ha llevado incansablemente a cabo para intentar que su terrible caso no caiga en saco roto. No sólo para pedir responsabilidades por este crimen hasta la fecha impune del principal inductor del mismo, José Ramón Llorente, sino para pedirlas también al resto de estamentos disfuncionales (profesionales sanitarios, autoridades sanitarias, administración, sistema judicial) que, desde su posición privilegiada, podrían haber hecho mucho más. O mejor dicho, que podrían haber hecho simplemente algo.

Si de mí dependiera, este libro sería de obligada lectura para cualquier profesional sanitario en su primer año de carrera. También lo sería para cualquier profesional del ámbito judicial que tenga que lidiar en su trabajo con la supuesta libertad individual. Pero lo que querría es que todo el mundo lo leyera para ponerse, durante unos momentos y desde la comodidad de quien no ha de lidiar realmente segundo a segundo con esta triste realidad, en la piel de uno de los tantos afectados por la impunidad social que rodea a las pseudoterapias. Y lo más importante: para evitar que ellos mismos o sus seres queridos acaben siguiendo sus pasos.

Los ingresos por la venta del libro se destinarán a llevar a cabo acciones legales para tratar de conseguir justicia para la situación, otra razón más por la que recomendar su compra.

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5. Polémica en la Universidad de Granada por su Máster de Arteterapia.

FUENTE: El Plural

 

 

El nombre oficial del máster es “Arteterapia para la intervención social, clínica y psicoeducativa”, se imparte en varias universidades de España pero sólo en la de Granada ha sido conflictivo en esta primera edición, que se ha desarrollado durante los cursos 2016/2017 y 2017/2018 pero que, por el momento, no tendrá continuidad en futuras convocatorias. Su coste ronda los 3.000 euros, pero siete de los 27 alumnos del mismo han reclamado la devolución íntegra del dinero de la matrícula porque consideran que la formación que han recibido no es seria ni tiene utilidad profesional alguna. Lo cuenta Antonio Avendaño en El Plural.

Dirigido a graduados y licenciados y anunciado como “título propio” de la Universidad de Granada (UGR), en la convocatoria sus promotores prometían a los alumnos que la formación adquirida les permitiría “desarrollarse laboralmente en los campos de la salud, la educación y la intervención sociocomunitaria, además de poder coordinar, dirigir y participar en proyectos de Arteterapia en el contexto clínico, hospitalario, educativo, empresarial y comunitario, con grupos de exclusión social”.

¿Ciencia o pseudociencia?

La Universidad admite que hubo problemas organizativos serios en el primer tramo del máster, y así parecen atestiguarlo los distintos cambios en la dirección del mismo, pero recalca que antes de obtener la luz verde pasó con éxito todos los filtros institucionales y académicos exigidos por la UGR. La arteterapia ha sido definida como “el conjunto de actividades asistenciales que canalizan y facilitan la expresión y resolución de emociones y conflictos emocionales o psicológicos mediante la acción o la creación artística”. Instituciones sin ánimo de lucro, como la Fundación Unicaja, vienen realizado con gran acogida desde hace años talleres de arteterapia que, según informa la web de la entidad malagueña, “han contribuido a mejorar la calidad de las personas con discapacidad intelectual”.

Los alumnos descontentos de Granada llevan meses protestando. Han puesto reclamaciones al Defensor Universitario. Han hecho una huelga. Han llegado, incluso, al Defensor del Pueblo Andaluz. Los siete alumnos reclamantes alegan haber recibido una formación pseudocientífica e insuficiente para tratar con enfermos o colectivos desfavorecidos. De hecho, relatan a El Plural, para poder acceder al máster “no se exigía tener una titulación relacionada con el campo de la salud y además había una excepción que permitía aceptar alumnos sin titulación universitaria”.

Los estudiantes también han manifestado que en los dos módulos era obligatoria la participación en talleres de tipo psicoterapéutico. Estos “talleres con tintes psicoanalíticos y de terapia ‘gestalt’ y ‘new age’ eran fundamentales para la evaluación, y generalmente eran dirigidos por profesores sin titulación en Psicología”. En uno de esos talleres los alumnos, según la versión del sector crítico, “debían narrar su tragedia biográfica a distintos compañeros de clase interpretando la misma historia desde un rol trágico, cómico (en el que la coordinadora recomendaba usar voz de pito), cantando ópera, desde un idioma inventado y finalmente desde un rol de luz y solución”.

Varios testigos afirmaron que una estudiante quiso salir de clase argumentando sentirse incapaz de afrontar el taller, pero la profesora le dijo que “debía pasar por eso para llegar a ser arteterapeuta”. Según los alumnos, al finalizar el taller la coordinadora dio una charla en la que llegó a exclamar como ejemplo hipotético: “¡Me violó un equipo de fútbol pero esto me ha servido para aprender diferentes posturas sexuales!”. El mensaje “era aprender a reírse del trauma personal para superarlo, pero varias personas sufrieron crisis de ansiedad tras esta práctica”.

Distintas versiones

El comunicado de huelga firmado por 26 de los 27 alumnos el 30 junio de 2017 era muy explícito sobre las dudas que les suscitaba el curso. Uno de sus párrafos decía así: “Sentimos contradicción entre estar trabajando lo personal y lo emocional y la falta de ética y de responsabilidad recibida. No nos resulta un buen ejemplo para nuestra formación como futuros arteterapeutas. Esto podría suponer un estigma para nosotros como profesionales. A este respecto, nos parece pertinente la siguiente reflexión: ¿confiaríais en nuestra futura profesionalidad como arteterapeutas con la formación que estamos recibiendo?”

El relato de la directora de la Escuela Internacional de Postgrado (EIP), María Teresa Bajo, difiere del de los alumnos. En conversación con este periódico, aunque admite disfunciones organizativas importantes en la impartición del máster, no comparte en absoluto que se trate de una disciplina pseudocientífica. Aun así, la propia Universidad de Granada no parece tenerlas todas consigo en lo relativo a la idoneidad académica de esta especialización: es lo que cabría inferir de su decisión de no ofrecer una nueva edición del máster de arteterapia una vez concluya la actual, en el mes de septiembre.

Así lo explicaba Bajo a El Plural: “Se llevó el asunto al Consejo Asesor para su debate y consideración y finalmente se decidió no renovar el máster hasta que no dispongamos de un estudio en profundidad del mismo y de las modificaciones que quepa hacer”.

¿Fue la UGR poco estricta a la hora de dar luz verde al máster que ese grupo de alumnos consideran poco menos que una estafa académica? María Teresa Bajo está convencida de que no. “El protocolo presentado pasó todos los filtros; el máster de Granada es muy similar a los que se imparten de esta misma especialidad en Sevilla, Madrid o Barcelona. En nuestro caso lo aprobó el Consejo Asesor de Postgrado, donde se analizan con detalle todos los aspectos, el profesorado, los currículum, los contenidos, la metodología…”.

¿Pero diría que hubo malas prácticas pedagógicas? “No hay evidencia de malas prácticas”, afirma Bajo, aunque admite que en los comienzos sí tenían fundamento “las quejas sobre aspectos organizativos, donde había desajustes importantes”. Bajo recordó que “a partir de este curso yo lo he supervisado de forma directa y todo ha ido normal”. Sobre la devolución del dinero de la matrícula, que reclaman varios alumnos, la directora de la EIP se muestra cauta: “Lo están estudiando los servicios jurídicos, que están analizando todas las incidencias recogidas”.

La EIP ha abierto una vía especial y específica para másteres oficiales que ha permitido a los estudiantes reclamantes formalizar su solicitud de devolución de lo abonado, después de más de un año de protestas. Esta ha sido la solución adoptada tras una reunión, celebrada el pasado 15 de junio, en la que participaron los reclamantes, el secretario general de la UGR, Pedro Mercado, la directora de la EIP, María Teresa Bajo, y Juan Antonio Aguilera, profesor de la UGR y secretario de UNI Laica, asociación que combate la transmisión de estudios pseudocientíficos en la universidad.

En aquella reunión, algunos de los presentes lamentaron que los talleres hubieran conseguido pasar los filtros académicos, y dijeron trabajar para que este tipo de estudios pseudocientíficos no se colasen pero no siempre lo conseguían, y como prueba, argumentaron que el máster no se iba a repetir. También se dijo que, “al no ser el arteterapia una profesión reglada, el otorgar el título no era especialmente significativo” y que los alumnos que habían permanecido tenían derecho a verse compensados.

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6. La fibromialgia y las pseudomedicinas.

FUENTE: Fibro.info

 

 

Es bastante frustrante tener una enfermedad crónica y que tu médico te diga que no hay solución y que los conocimientos actuales no permiten determinar su origen, ni mucho menos su curación. Así que una persona que sufre fibromialgia puede caer en la tentación de acudir a aquel “terapeuta alternativo” del que tan bien le han hablado y que le asegura que lo suyo es “un desequilibrio en la energía” o “una alteración del equilibrio vital” (signifique eso lo que signifique) y que le va a curar totalmente de su enfermedad (después de sacarle mucho dinero). Lo cuenta el biólogo José Vicente Prieto González en el portal especializado Fibro.info.

La Medicina actual no ha determinado aún el origen exacto de la fibromialgia, ni el tratamiento para su curación. Esto es así, las investigaciones avanzan y no dudemos que tarde o temprano lo conseguirá, pero aún no lo ha logrado. Por eso, debemos desconfiar de todos esos personajes que aseguran “curar” la fibromialgia, al igual que otras enfermedades crónicas como la diabetes o el asma. En algunos casos son personas bienintencionadas que carecen de formación suficiente para saber que eso no puede funcionar, en otros casos son estafadores y sinvergüenzas que quieren hacerse ricos con poco esfuerzo. Y no digamos de esos desalmados que se lucran con la desgracia ajena y la desesperación de los enfermos y sus familias asegurando que “curan” el cáncer.

Una persona que sufra fibromialgia es muy apetecible para todo tipo de “terapeutas alternativos” por las características de la dolencia. Es una enfermedad crónica, por lo que tendrán una víctima pagándoles durante un largo periodo de tiempo. Sus manifestaciones son muy difíciles de “medir”, por lo que la sugestión del paciente es crucial, ya que no hay una escala objetiva que permita comprobar el grado de dolor en cada momento, cosa que sí ocurre con la fiebre, o con la superficie de piel afectada por una erupción.

Seguramente le habrán recomendado remedios naturales, recuerde que las plantas que le van a recomendar ya han sido estudiadas y si tienen alguna propiedad terapéutica ya fueron incorporadas por la Medicina. Además, no todo lo natural en sano, no hay nada más natural que la cicuta, una seta tóxica, una bacteria o un parásito y no son precisamente buenos. En éste enlace pueden consultar todos los medicamentos autorizados en España y sus principios activos.

Diferencias entre Medicina y pseudomedicinas

Lo primero que debe saber el enfermo es que ese supuesto “terapeuta alternativo”, en la inmensa mayoría de los casos, no es médico, ni farmacéutico, ni posee conocimientos sanitarios de ningún tipo. Desgraciadamente, en España cualquiera puede poner un negocio como homeópata, sanador, kinesiólogo, curandero, osteópata, medicina tradicional china, etc., sin tener el menor conocimiento de medicina, ni de farmacia.

Lo único que deben evitar es anunciarse como “médico”, pues se les podrían acusar de intrusismo profesional. Si la persona que práctica estas pseudomedicinas tiene el título de médico, al menos podría diagnosticar la enfermedad, aunque el tratamiento no sirva de nada, y derivarlo a un médico que lo trate con medicinas de verdad. En la mayoría de los casos, pueden estar “tratando” a un paciente con una enfermedad grave, perdiendo un tiempo precioso para su salvación, por no saber lo que tienen entre manos.

El segundo concepto, y el más importante, que todo paciente debe conocer es que no existen las “medicinas alternativas”. Solo existe una Medicina y es la que ha demostrado su eficacia y cura. Aunque parezca una afirmación un poco radical, no lo es en absoluto. Cualquier tipo de tratamiento o medicina tiene la oportunidad de ser considerada efectiva, solo debe demostrar que su eficacia es mayor que un placebo. Lo único que agrupa a las mal llamadas “medicinas alternativas”, es que nunca han demostrado que tengan el menor efecto, salvo llenar el bolsillo de quien la practica.

La tercera idea que quisiera exponer, es que el caer en estos engaños no tiene nada que ver con el nivel cultural o con la inteligencia. Muchísima gente inteligente y con éxito profesional ha caído en sus redes, a algunos les costó la vida. Famosos como Steve Jobs o Peter Sellers murieron porque tenían enfermedades tratables por la Medicina y decidieron probar tratamientos alternativos. En el caso de Jobs, cuando decidió ir a un hospital era demasiado tarde para extirpar el tumor por la metástasis y Peter Sellers no quiso operarse del corazón y se fue a un estafador que practicaba la “cirugía psíquica” y murió pocos días después.

Sin tener una formación científica, hay una serie de detalles que nos permiten reconocer a una pseudomedicina. Hacen afirmaciones extraordinarias: “Puedo curar lo que los médicos no pueden”. Utilizan palabras esotéricas como “milenario, holístico, energía, aura, equilibrio vital”… No saben explicar el origen de la enfermedad ni sus efectos sobre el organismo, sólo ven síntomas. Critican la Medicina y la llaman “Medicina oficial o alopática”. Las “pruebas” de la eficacia de su técnica son sólo testimonios y anécdotas. Nunca estudios científicos.

Tratamientos efectivos frente a charlatanerías

Desde tiempos inmemoriales, han existido distintas formas de acercarse a la enfermedad; en la mayor parte de los casos de forma equivocada, pero en algunos se empleaban remedios efectivos. Con la introducción del método científico, se logró separar lo que era medicina efectiva y lo que no. Los hombres de Ciencia decidieron que habría que buscar una prueba definitiva que permitiese evaluar la eficacia de un tratamiento.

La idea era muy simple, probemos el medicamento en unos pacientes y a otros les daremos una sustancia que simula ser el medicamento, pero que no lleva principio activo alguno, lo que se denomina “placebo”. Lo malo es que el experimentador sí sabía quién tomaba el medicamento y quién el placebo, por lo que se comprometía su objetividad a la hora de analizar los resultados.

De esta forma, se dio un paso más y se decidió que el experimento debía ser “doble ciego”, ni el experimentador ni el paciente, sabría quien tomaba las medicinas y quién el placebo. Si el resultado demostraba que la mejoría experimentada por el paciente con el suministro del medicamento, no mejoraba significativamente a la del grupo que se le suministraba el placebo, ese medicamento no servía. La mejoría experimentada era debida a la sugestión del paciente o a la curación natural por el propio cuerpo.

Esta prueba de “doble ciego” es el terror de todos los practicantes de pseudoterapias. Ninguno quiere someterse a esta prueba, y los que lo hicieron fracasaron miserablemente. Es importante reseñar que si alguna terapia pasase esta prueba, se incorporaría a la Medicina sin ningún problema. Por eso, jamás crean a los que se hacen las víctimas diciendo que no les reconocen validez por una conspiración de las farmacéuticas o debido a la envidia de los médicos. Un detalle importante es que en Ciencia no se reconoce el “Principio de autoridad”, cualquiera puede realizar un experimento, y su palabra vale tanto como la de un Premio Nobel, lo que importan son las evidencias que aporten.

Para se reconozca validez a un estudio científico, se debe explicar pormenorizadamente lo que se ha hecho y como, para lograr esos resultados. De esa forma, cualquier otro científico, que dude de la validez de sus resultados, estará en disposición de repetir el experimento y comprobar si es cierto o está mal realizado o directamente es un fraude. Ninguna pseudociencia ha pasado jamás esta prueba.

¿Qué mal pueden hacer los tratamientos alternativos?

La pregunta está mal planteada, realmente debería ser ¿sirven para algo? Y la respuesta es no, no sirven absolutamente para nada, salvo para hacernos perder el tiempo y el dinero. Suelen insistir en que la mayoría de estos “tratamientos” no tienen efectos secundarios. Generalmente es así, porque donde no hay nada no puede haber efectos. Por ejemplo, el único efecto del agua homeopática es quitar la sed y como uso externo sirve para lavarse, eso sí, pagándola a precio de oro, cuando en la fuente tienes la misma gratis.

El mayor peligro de caer en manos de curanderos, sanadores, homeópatas o demás pseudoterapeutas, es abandonar las medicinas que le ha recetado su médico y que mantienen controlada la enfermedad. Ha habido muchos casos de pacientes que han sufrido graves ataques e incluso la muerte por dejar de tomar la medicación y “medicarse” con sustancias que no sirven absolutamente para nada como la homeopatía, las flores de Bach o cualquier otra falsa medicina.

Recordemos que la mayor parte de los pseudoterapeutas no saben absolutamente nada de Medicina, Química, Farmacia o Biología por lo que no son conscientes de los efectos sobre el organismo del paciente de sus “tratamientos”. Esto ha ocasionado que se hayan “recetado” plantas que interferían con la medicación habitual (casos de fitoterapia) o que hayan producido graves lesiones e incluso la muerte en el caso de otros tratamientos como la quiropraxia (manipulación de la columna y el cuello) que eleva el riesgo de sufrir un ictus. Aunque el efecto negativo más habitual es el abandono del tratamiento efectivo que les había recetado su médico.

Conclusión

Por mucho que insistan, lo único que caracteriza a las pseudoterapias, es que no ha sido nunca capaz de demostrar objetivamente que tenga utilidad alguna en la curación o tratamiento de una enfermedad. Su supuesta eficacia se basa en el “efecto placebo” y en esperar a que el paciente sane por si mismo. Es muy sintomático que para que estas falsas medicinas tengan “efecto” el paciente deba creer en ellas, si no tiene fe, no habrá “curación”.

La mayor parte de estas pseudoterapias están más cerca de las religiones que de la Ciencia, en muchos casos su origen es directamente religioso. Hablan de “karma”; “espíritu”; “alma” etc. La homeopatía situaba el origen de las dolencias en el “pecado original”, aunque esto es algo que hoy quieren ocultar. En otros casos, aseguran que las enfermedades son producidas por fenómenos inexistentes como “energías misteriosas”, “falta de armonía”, “desequilibrio cuerpo-alma”, “alteración en la fuerza vital” y muchas otras afirmaciones esotéricas carentes de toda lógica.

Actualmente, es conseguible ayudados por la ciencia una mejoría de los síntomas y una mejor calidad de vida, desgraciadamente no su cura. lo único que se puede hacer con la fibromialgia es tratar de paliar los síntomas. Si algún día se descubre un medicamente que la cure o se descubre su origen, se publicará el estudio en revistas médicas especializadas, cuyo contenido sea sometido a revisión por otros expertos (“revisión por pares”). Ningún descubrimiento médico será válido si no ha sido publicado en una de estas revistas, por eso cuando le afirmen que se ha descubierto algo, pidan siempre la referencia de donde y cuando ha sido publicado.

Las personas tienen derecho a creer en lo que quieran, pero también tienen derecho a saber que las están engañando. Mi único consejo, es que cuando les recomienden algún tratamiento o medicina de las que su médico no les ha hablado, tengan la precaución de acudir a fuentes fiables, para informarse de si tiene alguna base sólida o lo único que va a conseguir es perder su dinero, su autoestima… y su salud.

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7. La gran mentira del reiki, que promete curar con la imposición de manos.

FUENTE: El Español

 

 

Las pseudociencias siguen presentes en la sociedad española pese a las constantes denuncias de pacientes y colectivos 'antimagufos'. El caso más reciente ocurrió en Girona hace apenas unas semanas. Una mujer falleció por un cáncer de mama tras seguir las recomendaciones de un curandero. Y lo más grave: ciertas prácticas no demostradas científicamente se han practicado en hospitales públicos durante la última década. Es el caso del reiki, una pseudoterapia habitual que ha adquirido cierta fama en los últimos años. Lo leemos en El Español, en un artículo firmado por Javier Íñiguez De Onzoño.

Esta creencia de origen nipón fue inventada en 1920 por el japonés Mikao Usui. El sensei afirmó haber alcanzado la iluminación y la capacidad de transmitir energía con sus manos tras una ascensión al monte Kurama, en Kioto. En sus casi cien años de existencia, no hay evidencias científicas que demuestren su eficacia en tratamientos como el cáncer, más allá del alivio pasajero que produce una sesión de meditación.

Los practicantes de estas pseudoterapias se aprovechan de la debilidad de los pacientes en circunstancias complicadas. No hace falta ser especialmente susceptible a dichas creencias para abandonarse a ellas. Un estudio estadounidense de 2001 del American Journal of Psychiatry demostró que alrededor de un 20 % de personas diagnosticadas con ansiedad o depresión utilizan alternativas pseudocientíficas a su tratamiento. Una parte de ellos sustituía completamente las prescripciones médicas por estas creencias.

De Kioto a Navarra

Amaia –un nombre falso– es una de las españolas que practican o han practicado reiki. Siempre ha sido muy nerviosa, y a través de un conocido contactó con una practicante. “Te pones en una situación de mucha relajación. No creo que sea una alternativa ni mucho menos, pero es verdad que llegas a un punto de relajación muy alto”. Este bienestar inmediato es uno de los mayores peligros para los pacientes que, como Amaia, se encuentran en una situación de tensión constante. Es fácil optar por abandonar tratamientos mucho más desagradables como la quimioterapia ante esa falsa sensación de mejora.

“Que el reiki tenga algo positivo, incluso en lo referido a la relajación, no tiene fundamento alguno más allá del momento. Esa magia en un contexto sanitario es intolerable: aquí no se hace magia, no se hacen ritos ancestrales para curar a la gente. Aquí se ofrece ciencia”, reivindica Vicente Baos, médico de atención primaria en el Centro de Salud de Collado Villalba-Pueblo y autor del blog de divulgación El Supositorio.

Amaia describe el procedimiento estándar para enganchar a futuros adeptos al reiki tal y como se lo contó su practicante: “Hacían cursillos en Pamplona que les enseñaban a transmitir energía, a relajarse... [La practicante] sí que era un poco más mística, por así decirlo. Creía en la brujería. El curso lo hacían desnudos: duraba un fin de semana en el que iban a algún sitio”, relata. Las asociaciones de reiki se reúnen durante períodos cortos de tiempo para realizar “cursillos”. Hay varios niveles de maestría. La superación de los cursos depende de lo abierto que estés “a recibir o dar energía”. Dicho de otra manera, de si te lo crees o no.

Creencias sin validez científica en aulas y hospitales

Este es un año agridulce en la lucha contra la pseudociencia y las terapias alternativas en España. En abril de 2018 el departamento de la facultad de Farmacia de la Universidad de Salamanca decidió prescindir de la asignatura optativa de 'Medicamentos homeopáticos', convirtiéndose en la última universidad pública del país en ofertar este tipo de estudios. Una buena noticia que coincidió con la regulación de hasta 1.500 productos homeopáticos en farmacias. Esta medida se adoptó a través de una orden ministerial de la ex ministra de Sanidad Dolors Montserrat, recientemente nombrada portavoz del PP en el Congreso de los Diputados. Ella misma se vio forzada a reconocer que estos medicamentos, situados en un limbo legal desde 1994, no presentaban “evidencias terapéuticas”.

Es lo mismo que apunta esta revisión publicada en la revista The Cochrane Database of Systematic Reviews en 2015. La conclusión principal sobre los efectos del reiki sobre la ansiedad y la depresión es meridianamente clara: no existen evidencias científicas que demuestren que el reiki sirve para tratar estos trastornos.

Esta terapia alternativa tuvo una alarmante permeabilidad en el sistema sanitario público a comienzos de esta década. En prestigiosos hospitales públicos del país como La Paz, Doce de Octubre o Ramón y Cajal se permitió que fundaciones privadas ofreciesen esta pseudoterapia a los pacientes. “Se presentaban como asociaciones de voluntarios. Casi siempre había alguien en la dirección, sobre todo en enfermería, que no conocía el tema que decía 'ah, pues muy bien, pues venid'“, explica Baos. Incluso en los tablones de anuncios de estos hospitales se permitía la publicidad sobre cursos de reiki. No fue hasta mediados de 2017 cuando el Gobierno de la Comunidad de Madrid prohibió cualquier atisbo de promoción o prácticas de medicina alternativa en sus instalaciones sanitarias.

Una de estas asociaciones es la Fundación Sauce. En la portada de su web se asegura que su principal objetivo es la “felicidad plena de la humanidad”. A continuación adjuntan un enlace de PayPal para recibir donativos. También incluyen información sobre su ONG, cuya sede social se encuentra en Managua, Nicaragua. Su promotor, John Curtin, es presidente de la Federación Española de Reiki. En esta web se publican numerosos artículos científicos para tratar de probar la eficacia del reiki en enfermedades como el cáncer. Algunos estudios provienen de la propia Fundación Sauce, otros de centros claramente posicionados a favor de la medicina alternativa (como este departamento de la Universidad de Maryland, Estados Unidos). Se trata de investigaciones cuya invalidez es fácilmente demostrable debido al sesgo interesado bajo el que operan.

Es lo que prueban con su estudio Janine Joyce y Peter Herbison, del Departamento de Medicina Preventiva y Social de la Universidad de Otago, la más antigua de Nueva Zelanda. Joyce y Herbison seleccionaron diversos papers a favor del reiki que se realizaron desde los inicios del milenio para demostrar su falsedad. Estos estudios trataban de probar los beneficios del reiki con muestras aleatorias de pacientes diagnosticados con depresión o ansiedad. Los investigadores neozelandeses determinaron su parcialidad a través de la distribución de la muestra, la manipulación del resultado final, la escasa complejidad de los datos, informes cualitativos selectivos, etcétera.

Pero para acabar con el mito del reiki no hace falta realizar grandes estudios cuantitativos. A Emily Rosa (Loveland, Colorado, Estados Unidos) no le tembló el pulso cuando en cuarto de primaria le mandaron hacer un proyecto de ciencia. Situó una lámina de cartón sobre una mesa de forma vertical. A un lado se situaba la niña; al otro, un terapeuta de reiki. La altura del cartón, con dos agujeros, impedía que tuviesen contacto visual.

El experimento consistía en que el maestro reiki introdujese sus manos por los agujeros, con las palmas hacia arriba, y tratase de percibir algún tipo de energía. La niña situaba una de sus manos sobre la palma izquierda o derecha del sujeto, sin llegar a tocarle. El maestro tenía que decir entonces sobre cuál de sus propias manos estaban las de Rosa. Solo acertó un 44 % de las veces. Rosa se convirtió en la autora más joven en firmar un artículo de investigación en la prestigiosa revista de la Asociación Médica Americana.

Tras el fallecimiento del 'iluminado' Mikao Usui, su sucesor abrió la primera clínica de reiki en Japón. La creencia llegó a Occidente años más tarde de la mano de Hawayo Takata, una estadounidense afincada en Hawai. En este archipiélago fundó la primera escuela de reiki fuera de Japón. A partir de entonces se extendió por el resto del continente americano y Europa. La lacra del reiki en los hospitales públicos españoles continúa, a pesar de las nuevas regulaciones: en 2017 se detectó a un posible profesional en el Virgen de la Arrixaca, Murcia, que ofrecía estos servicios.

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8. Los pseudoterapeutas españoles quieren crear un lobby para defender su “trabajo”.

FUENTE: El Español

 

 

Suena el teléfono. No hacen falta más de dos tonos para que José Luis Pérez responda al otro lado de la línea. Este especialista en medicina ortomolecular –una pseudoterapia que recomienda el consumo de grandes cantidades de biomoléculas (generalmente vitaminas) para alcanzar la sanación del paciente– no necesita más que una simple pregunta para dejar claros sus preceptos. “La quimioterapia no cura a nadie. Yo te digo qué es el cáncer: es la rendición de la propia persona, por fracasos y cosas acumuladas” o “el cáncer no es una herencia genética, es una memoria celular que se reproduce cuando existe sufrimiento emocional”. A pesar de encontrarnos en pleno 2018, según explica Marta Espartero en El Español.

José Luis se muestra tajante. Este pseudoterapeuta, que dice curar el cáncer a través de las palabras, mide muy bien las que utiliza cuando conversa con El Español. Hace apenas unas semanas que se conoció el caso de una mujer que recurrió a las conocidas pseudoterapias para intentar tratarse un cáncer de mama y que llegó a Urgencias en Gerona con el pecho putrefacto, pero el efecto entre los curanderos no se ha hecho esperar. Están nerviosos.

Porque en España algo está cambiando: la conciencia. Pese a que en nuestro país un cirujano sí puede ser condenado por cometer un fallo en una operación y, en cambio, un curandero pasee de forma libre tras seducir a enfermos con cáncer u otras dolencias graves, aun provocando que retrase o rechace la quimioterapia y se trate con remedios naturales sin evidencia científica. Ni cuando el paciente muere.

Un consorcio que les proteja

Es el negocio de la desesperación. Supuestos terapeutas, expertos en naturopatía, medicina ortomolecular, iridiología o bioneuroemoción, que, consultados por este periódico, admiten que no pasan por su mejor momento. Y piensan contraatacar. “Estoy promoviendo la creación de un consorcio para crear una red real multidisciplinar terapéutica. Ya no sólo a nivel de comunicación o de márketing, sino porque también trabajamos de forma precaria”, confiesa Abraham Moreno, un experto en medicina ortomolecular de Barcelona, a este periódico.

Porque cree que las cosas están evolucionando, sí. Pero para mal, en su opinión e interés. En nuestro país apenas existen sentencias que exijan responsabilidades penales a los conocidos como magufos en círculos escépticos y científicos, un término inventado en los últimos instantes del siglo XX y que se refiere, de manera informal, a los promotores de las terapias pseudocientíficas.

Pero esta reacción en busca de la fundación de un lobby no pilla por sorpresa a aquellos que batallan día a día por denunciar estas falsas terapias. Emilio José Molina, vicepresidente de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), miembro de la Red para la Prevención del Sectarismo y Abuso de la Debilidad (RedUne), tiene cierta esperanza en que así se les pueda dar la estocada final. “Con el auge reciente de la lucha contra el fraude sanitario, era de esperar un movimiento reaccionario. Peligran muchos sueldos de falsos sanadores, algunos con ganancias millonarias, y eso evidentemente es algo que no van a dejar marchar así como así. Ante esos movimientos, simplemente esperamos que las autoridades sanitarias hagan cumplir lo que la ley y su deontología marcan”.

Esa impunidad con la que se mueven las terapias alternativas o pseudoterapias es algo que preocupa a la APETP, a pesar de que la ley es clara al respecto. Así que el apoyo de la Administración es imprescindible en esta lucha, a su parecer. “La situación actual, de hecho, es la que es por una dejación total del control del cumplimiento legislativo a varios niveles; desde la cesión de locales por parte de Ayuntamientos para eventos pseudoterapéuticos, hasta el homicidio impune de enfermos de cáncer en casa de cualquier curandero particular que les prescribe el delirio de turno y les desprescribe el tratamiento normativo”, suspira Molina. Incluso pasando por filtros universitarios y de Colegios profesionales sanitarios.

“Lo cierto es que está todo patas arriba. Hay todo tipo de tareas por delante: educación ciudadana, política, concienciación judicial (sobre todo en el campo de la coerción), colaboración sanitaria para detectar y denunciar afectados por pseudociencias, eliminación de webs de desinformación peligrosa para la salud, actuaciones de Fiscalía contra pseudoterapeutas que hayan causado daños, cierre de centros que no cumplen la normativa, sanciones por intrusismo…”.

En el entorno europeo, la batalla es similar o incluso peor. “Francia o Alemania están infestados por la charlatanería sanitaria”. Se refiere Molina a consultas de homeopatía, iridiología u osteopatía en cualquier esquina. Algunas de ellas, además, cubierto por la seguridad social. Son países “a los que usualmente tenemos por ‘más avanzados’ en realidad están más inmersos en las pseudoterapias, quizá por haber surgido en ellas algunas de sus propuestas”.

La esperanza, sin embargo, es lo último que se pierde. La APETP mira con buenos ojos a los nuevos tiempos. “Con Carmen Montón y Pedro Duque a los mandos actuales, esperamos que la voz de la ciencia se anteponga. Preocupa más la existencia y actividad de esos pseudoterapeutas más que el tipo de organización en que se quieran aunar”.

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9. España: campaña para frenar la difusión de las pseudoterapias en Internet.

FUENTE: Con Salud

 

 

La plataforma colaborativa Salud sin Bulos y la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) han firmado un convenio de colaboración para combatir las fake news (noticias falsas) y frenar la expansión de las pseudoterapias en internet y las redes sociales. Salud sin Bulos es una iniciativa de la agencia de comunicación COM Salud y la Asociación de Investigadores en eSalud (AIES) para combatir los bulos de salud. “Este acuerdo nos va a permitir ser más eficaces en la lucha contra las pseudociencias, que en los últimos meses se han cobrado las vidas de varios pacientes oncológicos, y es un tema que preocupa a la comunidad científica”, afirma Carlos Mateos, coordinador de la iniciativa Salud sin Bulos. Lo leemos en el medio Con Salud.

Un estudio de la Facultad de Medicina de Yale publicado en el último número de la revista Jama Oncology alerta sobre el impacto de las pseudoterapias en los pacientes con cáncer. El trabajo analiza 1,9 millones de casos de pacientes oncológicos entre enero de 2004 y diciembre de 2013. En él, se incluyen pacientes con cáncer no metastásico de los cuatro tipos más comunes: mama, pulmón, próstata y colorrectal. La investigación concluye que quienes utilizan terapias alternativas son más propensos a rechazar los tratamientos convencionales y tienen, por tanto, mayor riesgo de muerte.

Por otra parte, el presidente de la AEEC, Ignacio Muñoz, destaca la importancia de este acuerdo con #SaludsinBulos. “Desde la AECC estamos muy preocupados por las informaciones falsas y el auge de las pseudoterapias en internet por el grave perjuicio que causan a las personas con cáncer y a sus familias por lo que vamos a poner todo nuestro empeño para que no proliferen”, indica Muñoz.

“El cáncer es una enfermedad que provoca mucho miedo a quien lo padece al conocer el diagnóstico y por ello, se busca mucha información en internet. Nuestro objetivo es conseguir que la información a la que acceda el paciente sea fiable, contrastada y segura, y para eso queremos impartir formación a pacientes y profesionales sanitarios en recursos digitales. La participación de la AECC se une al apoyo de otras instituciones relacionadas con la oncología que ya colaboran con nosotros, como SEOM, GEICAM y GEPAC”, añade Carlos Mateos.

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10. Acupuntura: una pseudoterapia cuya eficacia no está demostrada.

FUENTE: Xxx

 

 

Hace unos días la web Maldita Ciencia publicó un vídeo dando algunas claves para distinguir ciencia y pseudociencia, y en él incluyeron como ejemplo de esta segunda a la acupuntura. La reacción fue rápida y airada: a muchos les ofendió que acupuntura y homeopatía entrasen en el mismo saco porque consideraban a la primera mucho más aceptable que la segunda. Eso los animó a escribir este artículo para explicar por qué la acupuntura también es una pseudoterapia sin eficacia demostrada con evidencias científicas sólidas, y por qué está tan extendida y se considera más aceptable.

¿Qué es exactamente la acupuntura?

La acupuntura es la práctica de clavar agujas muy finas en la piel de puntos concretos del cuerpo con la idea de curar y aliviar síntomas de enfermedades. Es una disciplina muy antigua que forma parte de la medicina tradicional china. A veces se combina con otros factores, como quemar hierbas junto a los puntos donde se colocan las agujas (esto se llama maxibustión).

En la base está la idea del chi, central en la filosofía oriental. Se trata de una supuesta fuerza o energía vital que fluye en los seres vivos a través de unas vías dentro de nuestro cuerpo llamadas meridianos. Cuando enfermamos, el motivo es que el chi no fluye adecuadamente, o que los dos tipos de chi (los famosos yin y yang) están descompensados. La acupuntura por tanto trata de mejorar esos flujos colocando agujas en los puntos críticos y restaurando así el equilibrio del chi.

Esta práctica se ha trasladado en las últimas décadas al mundo occidental dentro de lo que llamamos terapias alternativas y complementarias. Y lo ha hecho con tanto éxito que para la mayoría la acupuntura está en un escalón superior a otras pseudociencias, como la mencionada homeopatía o el reiki. Pero en realidad, no hay evidencias científicas sólidas de que la acupuntura tampoco tenga efectos sobre la salud más allá del placebo.

Lo que la ciencia ha descartado de la acupuntura

Tras siglos de estudio científico de la biología en general y del cuerpo humano en particular, la idea de esa energía vital ha quedado descartada o considerada incompatible o inverificable. Tampoco nadie ha conseguido explicar con precisión cuál es esa energía vital, cómo interacciona con la materia y con el resto de fuentes de energía. Esto ha dejado a la acupuntura sin su base teórica original.

Lo que la ciencia pone en duda sobre la acupuntura

Pero que el chi no exista no es suficiente razón para descartar de plano los efectos de la acupuntura, que podría tener otros mecanismos de acción alternativos. Uno de los propuestos hasta ahora sería que al clavar las agujas se liberen compuestos analgésicos naturalmente generados por nuestro cerebro. Un estudio realizado en ratones y publicado en Nature Communications apuntaba a esa posibilidad.

Otra de las explicaciones propuestas es la llamada teoría de la compuerta, que asegura que los estímulos no dolorosos de alguna forma cierran las puertas a los dolorosos, evitando que los primeros viajen hasta el sistema nervioso central, y por tanto una estimulación del tipo de la acupuntura sería útil para combatir el dolor.

Estas teorías no han sido descartadas, pero tampoco confirmadas. En ambos casos, gran parte de la comunidad científica las considera, a falta de nuevas evidencias, demasiado generales e inespecíficas como para poder ser consideradas explicaciones sólidas del mecanismo de acción de la acupuntura: si es verdad que la acupuntura libera compuestos analgésicos de nuestro cuerpo, no se sabe cuáles son ni en qué cantidad; si es verdad que unos estímulos bloquean a otros, no se ha comprobado su aplicación en el caso de la acupuntura.

Por qué a mucha gente le funciona

A estas alturas, muchos de los que estáis leyendo esto estaréis pensando en los dolores de espalda que os curaron con acupuntura, o en la lesión de hombro que a un conocido le mejoró mucho tras usar esta técnica. Es innegable que la acupuntura tiene muchos pacientes y muchos de ellos se sienten mejor cuando la usan. ¿Están todos engañados? En realidad no, hay varias explicaciones para ello.

Por un lado, el efecto placebo, en el que el mero hecho de una intervención terapéutica, aunque sea inocua, produce una mejora en el estado del paciente. Además, el efecto placebo se acentúa cuando la intervención va acompañada de una atención minuciosa de la persona que consideramos al cargo de nuestra salud, y normalmente un acupuntor en su consulta privada nos puede dedicar más tiempo y recursos que un médico de atención primaria en un centro público.

¿Cómo saber si los efectos de la acupuntura se deben a sus mecanismos de acción o al efecto placebo? Con estudios bien diseñados. Para diferenciar en un estudio el efecto placebo del efecto real de un medicamento se divide a los participantes en dos grupos: a uno se le da el medicamento real y a otro (llamado grupo de control) uno falso sin principio activo, y así se distingue qué efectos pueden atribuirse al placebo y cuáles a los medicamentos. Además, ni los participantes ni los observadores saben quién está en cada grupo (lo que en ciencia se llama doble ciego), para evitar que la sugestión y los sesgos interfieran con los resultados.

Pero conseguir esto en el caso de la acupuntura es complicado. No es fácil hacer un tratamiento de acupuntura falso, así que la mayoría de los estudios ni siquiera se han molestado en intentarlo, y han comparado a pacientes a los que se hizo acupuntura con otros a los que no se les hizo nada. Esos estudios tienden a tener siempre un efecto positivo: los pacientes que han recibido alguna terapia suelen encontrarse mejor que los que no han recibido ninguna en absoluto.

Otros estudios han planteado otros métodos. Uno de ellos es comparar la acupuntura “real” con acupuntura “falsa”, en la que se colocarían las agujas en puntos del cuerpo al azar. Esto sirve para testar (y poner en duda) la teoría del chi y los meridianos, pero no la idea de que el efecto de la acupuntura se pueda deberse a una reacción inespecífica ante la colocación de las agujas.

Así que para refinar los resultados, algunas investigaciones han probado a utilizar unas agujas diseñadas especialmente para que la presión que ejercen simule el pinchazo pero sin llegar a pinchar, y así el paciente no sabe si realmente se le han clavado las agujas o no. Aun así, no pueden conseguir el doble ciego porque el médico sí sabe cuándo se están clavando las agujas de verdad y cuándo no.

A pesar de las limitaciones, la mayoría de los estudios concluyen que cuando se reducen los sesgos todo lo posible, la acupuntura no parece tener un efecto mayor al del placebo. Para afianzar estas conclusiones, es útil echar un vistazo a los metaanálisis y revisiones que se han hecho sobre la acupuntura en los últimos años.

Otros motivos por los que la acupuntura “funciona”

Las supuestas ventajas de la acupuntura tienen otras explicaciones posibles. Una de ellas es que a veces se llama acupuntura a lo que en realidad no lo es. Por ejemplo, el uso de ligeras descargas eléctricas introducidas con agujas se llama estimulación eléctrica transcutánea y es un tratamiento aceptado para el tratamiento del dolor que a veces se hace pasar por acupuntura, o se combina con ella, pero no es lo mismo.

Puede parecer un detalle sin importancia, mera cuestión de nombres, pero es que esto en ciencia es importante: cada técnica tiene un nombre específico y un mecanismo de acción propio que debe cumplirse para ser considerada una intervención médica válida.

Lo que dicen los metaanálisis

Igual que ocurre con la acupuntura, la ciencia ha analizado la eficacia de la acupuntura desde dos puntos de vista. Por un lado, ha buscado el supuesto mecanismo de acción, y por otro, ha analizado sus resultados en los pacientes que la han utilizado.

La Biblioteca Cochrane es una colección de metaanálisis (estudios sobre conjuntos de estudios, la información científica más sólida que se puede conseguir) realizados por más de 11.000 científicos voluntarios en 90 países que analizan todas las evidencias que existen sobre distintos tipos de intervenciones en la salud y terapias. Tienen un registro amplio de distintas aplicaciones para la acupuntura: para la depresión, para el dolor menstrual, para la epilepsia, para la fibromialgia, para la esquizofrenia, para el asma crónica, para el insomnio, para el dolor de codo o de hombro…

Aunque cada uno de ellos tiene sus conclusiones específicas, la mayoría coinciden en que si bien se detectan ligeros efectos en los niveles de dolor (y rigidez muscular en el caso de la fibromialgia), no hay suficientes evidencias de calidad libres de sesgos como para decir que la acupuntura tiene un efecto superior al placebo.

Una pseudoterapia más aceptada

Parte de la aceptación de la acupuntura parte de principios pragmáticos. La acupuntura se considera una pseudoterapia relativamente inocua y conveniente: si bien sigue sin tener una base de evidencias en las que sustentarse, no tiene efectos secundarios que se hayan podido observar, no suele utilizarse para sustituir a tratamientos vitales (es poco común que alguien abandone un tratamiento para el cáncer, por ejemplo, para tratarse con acupuntura) y su coste suele ser razonable.

Por eso se considera a menudo una opción aceptable para tratar problemas relacionados con el dolor especialmente cuando no hay otras alternativas a mano: alivia el dolor (aunque sea por placebo) y no es, en principio, un riesgo para el paciente. Este es el motivo principal por el que organizaciones médicas nacionales e internacionales dan a la acupuntura cierto trato de favor frente a otras pseudoterapias como la homeopatía.

Si quieres seguir leyendo sobre la acupuntura y las dudas que existen sobre su eficacia, te animamos a echar un ojo a todos los estudios que la Biblioteca Cochrane le ha dedicado al tema. También puedes entrar en el blog de Edzard Ernst, médico dedicado al estudio científico de terapias alternativas, que ha hablado mucho sobre la acupuntura.

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