Servicio diario - 25 de agosto de 2018


 

Papa Francisco: "Pedimos perdón" por los abusos de poder, de conciencia y sexuales
Redacción

Obispos de Irlanda: Aliento del Papa y llamada a la "honestidad e integridad"
Rosa Die Alcolea

Misa de las Familias: Iglesia llamada a "salir" para llevar las palabras de vida eterna
Rosa Die Alcolea

Knock (Irlanda): El Papa pide a la Virgen la curación de los sobrevivientes de abuso
Rosa Die Alcolea

Irlanda: Francisco se muestra "muy cerca" de las personas que están en las cárceles
Rosa Die Alcolea

Beata María del Pilar Izquierdo Albero, 27 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

26/08/2018-16:01
Redacción

Papa Francisco: "Pedimos perdón" por los abusos de poder, de conciencia y sexuales

(ZENIT — 26 agosto 2018).- El Santo Padre de la Iglesia Católica Francisco ha pedido perdón públicamente por los "abusos de poder, de conciencia y abuso sexual", al comienzo de la Santa Misa celebrada en Dublín esta tarde, 26 de agosto de 2018, para clausurar el IX Encuentro Mundial de las Familias.

Ofrecemos a continuación la transcripción oficial de las palabras del Papa, difundida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

***

 

Palabras del Papa Francisco

Hermanos y hermanas,

Ayer estuve reunido con ocho personas sobrevivientes de abuso de poder, de conciencia y sexuales. Recogiendo lo que ellos me han dicho, quisiera poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos.

Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia. De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores.

Pedimos perdón por las veces que, como Iglesia, no hemos brindado a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad, con acciones concretas. Pedimos perdón.

Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón.

Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que trataron de buscar a sus hijos que les habían sido alejados, o a los hijos que buscaban a sus madres, decirles que "era pecado mortal". ¡Esto no es pecado mortal, es cuarto mandamiento! Pedimos perdón.

Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compunción, y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más suceda y para que se haga justicia.

Amén.

 

 

26/08/2018-18:31
Rosa Die Alcolea

Obispos de Irlanda: Aliento del Papa y llamada a la "honestidad e integridad"

(ZENIT – 26 agosto 2018).- El Papa ha deseado a los obispos irlandeses que en sus esfuerzos diarios “por ser padres y pastores de la familia de Dios” en este país, sean “sostenidos siempre por la esperanza” que se fundamenta en la “verdad de las palabras de Cristo” y en la “seguridad de sus promesas”.

Al término de la Santa Misa celebrada en el Parque Phoenix, a las 17 hora local (18 h. en Roma), el Santo Padre Francisco se ha encontrado con los obispos de manera privada en el Convento de las Hermanas Dominicas de Dublín, en el marco del IX Encuentro Mundial de las Familias celebrada esta semana en la capital irlandesa.

 

Necesidad de reconocer

Del mismo modo que en prácticamente todas las celebraciones del Pontífice durante estos 2 días en Irlanda, un tema recurrente de la visita apostólica ha sido la “necesidad” de que la Iglesia reconozca y remedie con “honestidad evangélica y valentía” los errores del pasado con respecto a la protección de los niños y los adultos vulnerables, ha destacado el Santo Padre.

Francisco ha apreciado que los obispos hayan procedido “resueltamente”, en los últimos años, no solo a poner en marcha “caminos de purificación y reconciliación con las víctimas de abusos”, sino también, con la ayuda del National Board para la protección de los niños en la Iglesia en Irlanda, a “establecer un conjunto detallado de reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes”.

 

Honestidad e integridad

El Santo Padre ha expresado que Irlanda “puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada la honestidad y la integridad” con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su historia.

“El fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo os inspirará formas creativas para dar testimonio de la verdad del Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo”, ha animado el Papa a los obispos.

 

Renovación de la Iglesia

La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradicionalmente fuerte de los irlandeses, y  ha constituido también una “oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país” y ha indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión, ha reiterado el Papa.

A su llegada, el Papa ha sido recibido por Mons. Eamon Martin, Arzobispo de Armagh, Primado de Irlanda y Presidente de la Conferencia Episcopal Irlandesa, quien ha ofrecido al Papa unas palabras de acogida antes de su discurso.

Al terminar el Encuentro, Francisco se ha hecho una foto de grupo con las monjas dominicas en el patio frente a la Iglesia.

Publicamos a continuación las palabras del Santo Padre durante el Encuentro: 

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Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos obispos: 

A punto de concluir mi visita a Irlanda, doy gracias por esta oportunidad de compartir unos momentos con vosotros. Agradezco al arzobispo Eamon Martin sus amables palabras de introducción y os saludo a todos con afecto en el Señor. 

Nuestro encuentro de esta noche retoma el diálogo fraterno que tuvimos el año pasado en Roma durante vuestra visita ad limina Apostolorum. En estas breves reflexiones, quisiera resumir nuestra conversación anterior, en el espíritu del Encuentro Mundial de las Familias que acabamos de celebrar. Todos nosotros, como obispos, somos conscientes de nuestra responsabilidad como padres del santo Pueblo fiel de Dios. Como buenos padres, tratamos de alentar e inspirar, reconciliar y unir, y sobre todo de preservar todo el bien transmitido de generación en generación en esta gran familia que es la Iglesia en Irlanda. 

Por ello, esta noche mi palabra para vosotros es de aliento en vuestros esfuerzos, en estos momentos de desafío, para perseverar en vuestro ministerio de heraldos del Evangelio y pastores del rebaño de Cristo. De manera especial, estoy agradecido por la atención que mostráis hacia los pobres, los excluidos y los necesitados, como recientemente lo ha atestiguado vuestra carta pastoral sobre las personas sin hogar y sobre las dependencias. También estoy agradecido por la ayuda que brindáis a vuestros sacerdotes, cuya pena y desánimo causados por los recientes escándalos son a menudo ignorados. 

Un tema recurrente de mi visita ha sido, por supuesto, la necesidad de que la Iglesia reconozca y remedie con honestidad evangélica y valentía los errores del pasado con respecto a la protección de los niños y los adultos vulnerables. En los últimos años, como cuerpo episcopal, habéis procedido resueltamente, no solo a poner en marcha caminos de purificación y reconciliación con las víctimas de abusos, sino también, con la ayuda del National Board para la protección de los niños en la Iglesia en Irlanda, a establecer un conjunto detallado de reglas destinadas a garantizar la seguridad de los jóvenes. En estos años todos hemos tenido que abrir nuestros ojos ante la gravedad y el alcance de los abusos sexuales en diferentes contextos sociales. En Irlanda, como también en otros lugares, la honestidad y la integridad con que la Iglesia decide abordar este capítulo doloroso de su historia puede ofrecer a toda la sociedad un ejemplo y una llamada. 

Como mencionamos en nuestra conversación en Roma, la transmisión de la fe en su integridad y belleza representa un desafío significativo en el contexto de la rápida evolución de la sociedad. El Encuentro Mundial de las Familias nos ha dado gran esperanza y nos ha estimulado sobre el hecho de que las familias son cada vez más conscientes de su papel irremplazable en la transmisión de la fe. Al mismo tiempo, las escuelas católicas y los programas de educación religiosa continúan desempeñando una función indispensable en la creación de una cultura de la fe y de un sentido de discipulado misionero. Sé que esto es un motivo de cuidado pastoral para todos vosotros. La genuina formación religiosa requiere maestros fieles y alegres, capaces de formar no solo las mentes sino también los corazones en el amor de Cristo y en la práctica de la oración. La preparación de tales maestros y la difusión de programas para la formación permanente son esenciales para el futuro de la comunidad cristiana, en la que un laicado comprometido está particularmente llamado a llevar la sabiduría y los valores de su fe como parte de su compromiso con los diferentes sectores de la vida social, política y cultural del país. 

La conmoción de los últimos años ha puesto a prueba la fe tradicionalmente fuerte de los irlandeses. No obstante, ha constituido también una oportunidad para una renovación interior de la Iglesia en este país y ha indicado modos nuevos de concebir su vida y su misión. «Dios siempre es novedad» y «nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 135). Que con humildad y confianza en su gracia, podáis discernir y emprender caminos nuevos para estos tiempos nuevos. Ciertamente, el fuerte sentido misionero arraigado en el alma de vuestro pueblo os inspirará formas creativas para dar testimonio de la verdad del Evangelio y hacer crecer la comunidad de los creyentes en el amor de Cristo y en el celo por el crecimiento de su Reino. 

Que en vuestros esfuerzos diarios por ser padres y pastores de la familia de Dios en este país, seáis sostenidos siempre por la esperanza que se fundamenta en la verdad de las palabras de Cristo y en la seguridad de sus promesas. En todo tiempo y lugar, esta verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), posee su propio poder intrínseco para convencer a las mentes y conducir los corazones hacia sí. No os desaniméis cada vez que vosotros y vuestro pueblo os sintáis un pequeño rebaño expuesto a desafíos y dificultades. Como nos enseña san Juan de la Cruz, en la noche oscura es donde la luz de la fe brilla más pura en nuestros corazones. Y esta luz mostrará el camino para la renovación de la vida cristiana en Irlanda en los próximos años. 

Por último, en espíritu de comunión eclesial, os pido que continuéis promoviendo la unidad y la fraternidad entre vosotros y, junto con los líderes de otras comunidades cristianas, trabajéis y oréis fervientemente por la reconciliación y la paz entre todos los miembros de la familia irlandesa. 

Con estas ideas, queridos hermanos, os aseguro mi oración por vuestras intenciones, y os pido que me recordéis en la vuestra. A todos vosotros y a los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral, os imparto la Bendición Apostólica, como prenda de alegría y fortaleza en el Señor Jesucristo.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

26/08/2018-15:32
Rosa Die Alcolea

Misa de las Familias: Iglesia llamada a "salir" para llevar las palabras de vida eterna

(ZENIT – 26 agosto 2018).- “Reconozcamos humildemente que, si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús” ha admitido el Sucesor de Pedro esta tarde, en la Eucaristía celebrada en el Parque Phoenix, en Dublín, momento culmen del IX Encuentro Mundial de las Familias.

“Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí” ha subrayado el Pontífice al final de la homilía, a lo que han seguido los enérgicos aplausos de las familias irlandesas congregadas en la capital del país, este domingo, 26 de agosto de 2018.

 

Duras enseñanzas de Jesús

Más adelante, el Papa Francisco ha matizado a qué se refiere con las “duras enseñanzas de Jesús”: Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad.

Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?», ha citado. “Cada cristiano es enviado para ser un misionero, un ‘discípulo misionero'”, exhorta Francisco.

 

Compartir la alegría del Evangelio

“Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna'”, ha concluido.

Y en ese sentido, el Santo Padre Francisco ha recordado que toda la Iglesia “en su conjunto” está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las “periferias del mundo”.

Así, he manifestado su deseo que la celebración de hoy pueda “confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, para compartir la alegría del Evangelio”.

 

Desafíos

Los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante –ha explicado– no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses, mencionando a san Columbano y sus compañeros.

Naturalmente, “siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia”, que “murmurarán” contra sus “palabras duras” –ha advertido el Papa–, pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, “no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad”.

A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco en la Misa, traducida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

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Homilía del Papa Francisco

«Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). 

En la conclusión de este Encuentro Mundial de las Familias, nos reunimos como familia alrededor de la mesa del Señor. Agradecemos al Señor por tantas bendiciones que ha derramado en nuestras familias. Queremos comprometernos a vivir plenamente nuestra vocación para ser, según las conmovedoras palabras de santa Teresa del Niño Jesús, «el amor en el corazón de la Iglesia». 

En este momento maravilloso de comunión entre nosotros y con el Señor, es bueno que nos detengamos un momento para considerar la fuente de todo lo bueno que hemos recibido. En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de estas bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus “palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta, el Señor les dice directamente: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63). 

Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente última de todo el bien que hemos experimentado y celebrado aquí en estos días: el Espíritu de Dios, que sopla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones, en las familias, en los hogares y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía. 

Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios. Como uno de los frutos de esta celebración de la vida familiar, que podáis regresar a vuestros hogares y convertiros en fuente de ánimo para los demás, para compartir con ellos “las palabras de vida eterna” de Jesús. Vuestras familias son un lugar privilegiado y un importante medio para difundir esas palabras como “buena noticia” para todos, especialmente para aquellos que desean dejar el desierto y la “casa de esclavitud” (cf. Jos 24,17) para ir hacia la tierra prometida de la esperanza y de la libertad. 

En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio es una participación en el misterio de la fidelidad eterna de Cristo a su esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,32). Pero esta enseñanza, aunque magnífica, tal vez pueda parecer a alguno una “palabra dura”. Porque vivir en el amor, como Cristo nos ha amado (cf. Ef 5,2), supone la imitación de su propio sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar el mundo de la esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia hacia las necesidades de los menos afortunados. Este es el amor que hemos conocido en Jesucristo, que es encarnado en nuestro mundo por medio de una familia y que a través del testimonio de las familias cristianas tiene el poder, en cada generación, de derribar las barreras para reconciliar al mundo con Dios y hacer de nosotros lo que desde siempre estamos destinados a ser: una única familia humana que vive junta en la justicia, la santidad y la paz. 

La tarea de dar testimonio de esta Buena Noticia no es fácil. Sin embargo, los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses. Pienso en san Columbano, que con su pequeño grupo de compañeros llevó la luz del Evangelio a las tierras europeas en una época de oscuridad y decadencia cultural. Su extraordinario éxito misionero no estaba basado en métodos tácticos o planes estratégicos, sino en una humilde y liberadora docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Su testimonio cotidiano de fidelidad a Cristo y entre ellos fue lo que conquistó los corazones que deseaban ardientemente una palabra de gracia y lo que contribuyó al nacimiento de la cultura europea. Ese testimonio permanece como una fuente perenne de renovación espiritual y misionera para el pueblo santo y fiel de Dios. 

Naturalmente, siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia, que “murmurarán” contra sus “palabras duras”. Pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad. 

Incluso, reconozcamos humildemente que, si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad. 

Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?» (Jn 6,67). Con la fuerza del Espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado, podemos responder: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (v. 69). Con el pueblo de Israel, podemos repetir: «También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!» (Jos 24,18). 

Con los sacramentos del bautismo y de la confirmación, cada cristiano es enviado para ser un misionero, un “discípulo misionero” (cf. Evangelii gaudium, 120). Toda la Iglesia en su conjunto está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo. Que nuestra celebración de hoy pueda confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, para compartir la alegría del Evangelio. Que podáis compartir el Evangelio de la familia como alegría para el mundo. 

Mientras nos disponemos a reemprender cada uno su propio camino, renovemos nuestra fidelidad al Señor y a la vocación a la que nos ha llamado. Haciendo nuestra la oración de san Patricio, repitamos con alegría: «Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí». (Aplausos al Papa) Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). (Aplausos)

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

26/08/2018-10:39
Rosa Die Alcolea

Knock (Irlanda): El Papa pide a la Virgen la curación de los sobrevivientes de abuso

(ZENIT – 26 agosto 2018).- “Pido a nuestra Madre Santísima que interceda por la curación de todos los sobrevivientes de abuso de cualquier tipo y que confirme a cada miembro de la familia cristiana con el propósito decidido de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse”, ha anunciado el Papa Francisco en el Santuario de Knock, al norte de Irlanda.

Esta mañana, después de salir de la Nunciatura Apostólica, a las 8:10 hora local (9:10 hora de Roma), el Papa Francisco se ha dirigido al Aeropuerto Internacional de Dublín para visitar la Capilla del Santuario Knock, situado en el Condado irlandés de Mayo.

A su llegada al helipuerto de Knock, previsto para las 9:20 hora local (10:20 horas de Roma), el Papa se ha trasladado al Santuario, destino de las peregrinaciones marianas a Irlanda con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias.

Después de haber dado una vuelta en el papamóvil entre los fieles, el Papa Francisco ha sido recibido por el Arzobispo de Tuam, Mons. Michael Neary y cuatro obispos de la Provincia Eclesiástica. También estaban presentes algunos niños.

Inmediatamente después, el Santo Padre asistió a la Capilla de las Apariciones, donde fue recibido por el Rector del Santuario, el Padre Richard Gibbons. En la Capilla había unos 200 fieles reunidos.

Después de reunirse en oración silenciosa ante la imagen de la Virgen, el Pontífice ha regalado un rosario de oro, y luego ha dirigido a la explanada del Santuario para rezar el Ángelus, como cada domingo.

A las 11.15 hora local (12.15 hora de Roma), el Santo Padre ha salido en avión para regresar a Dublín y a las 12.10 (13.10 horas en Roma) regresará a la Nunciatura para almorzar con la delegación papal.

Publicamos a continuación las palabras del Papa Francisco antes de la oración del Ángelus:

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Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas: 

Doy gracias a Dios por la oportunidad de visitar ―en el contexto del Encuentro Mundial de las Familias― este Santuario tan querido por el pueblo irlandés. Agradezco al arzobispo Neary y al rector, Padre Gibbons, su cordial bienvenida. 

En la Capilla de la Aparición he encomendado a todas las familias del mundo a la amorosa intercesión de la Virgen y, de modo especial, a vuestras familias, las familias irlandesas. María nuestra Madre conoce las alegrías y las dificultades que se viven en cada hogar. Conservándolas en su inmaculado Corazón, las presenta ante el trono de su Hijo con amor. 

En recuerdo de mi visita, he traído como regalo un rosario de oro. Sé que en este país es importante la tradición del rosario en familia. Cuántos corazones de padres, madres e hijos han obtenido fuerza y consuelo a lo largo de los años meditando sobre la participación de la Virgen en los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de la vida de Cristo. 

María nuestra Madre es también Madre de la Iglesia, y a ella le confiamos hoy el camino del Pueblo fiel de Dios en esta “Isla esmeralda”. Pidamos que las familias encuentren apoyo en sus esfuerzos por difundir el Reino de Cristo y por ocuparse de los últimos de nuestros hermanos y hermanas. Que en medio de los vientos y las tempestades que azotan nuestros tiempos, sean baluartes de fe y de bondad que, según las mejores tradiciones de la nación, resisten a todo lo que pretende disminuir la dignidad del hombre y de la mujer creados a imagen de Dios y llamados al sublime destino de la vida eterna. 

Que la Virgen mire con misericordia a todos los miembros de la familia de su Hijo que sufren. Rezando delante de su imagen, le he encomendado de modo particular a todas las víctimas de abusos por parte de miembros de la Iglesia en Irlanda. Ninguno de nosotros puede dejar de conmoverse por las historias de los menores que han sufrido abusos, a quienes se les ha robado la inocencia y se les ha dejado una cicatriz de recuerdos dolorosos. Esta herida abierta nos desafía a que estemos firmes y decididos en la búsqueda de la verdad y de la justicia. Imploro el perdón del Señor por estos pecados, por el escándalo y la traición sentida por tantos en la familia de Dios. Pido a nuestra Madre Santísima que interceda por la curación de todos los sobrevivientes de abuso de cualquier tipo y que confirme a cada miembro de la familia cristiana con el propósito decidido de no permitir nunca más que estas situaciones vuelvan a repetirse. 

Mi peregrinación a Knock también me da la posibilidad de dirigir un cordial saludo a la querida gente de Irlanda del Norte. Si bien mi viaje con motivo del Encuentro Mundial de las Familias no incluye una visita al Norte, os aseguro mi afecto y cercanía en la oración. Pido a la Virgen que sostenga a todos los miembros de la familia irlandesa para que perseveren, como hermanos y hermanas, en la tarea de la reconciliación. Agradecido por los progresos ecuménicos y por el significativo aumento de la amistad y la colaboración entre las comunidades cristianas, rezo para que todos los discípulos de Cristo lleven adelante con constancia los esfuerzos para avanzar en el proceso de paz y para construir una sociedad armoniosa y justa para sus hijos hoy, sean cristianos, sean musulmanes, sean judíos o sean de la religión que sean.

Y ahora, con estas intenciones y con todas las que llevamos en el corazón, dirijámonos a la Santísima Virgen María con la oración del Ángelus.

 

 

 

26/08/2018-10:48
Rosa Die Alcolea

Irlanda: Francisco se muestra "muy cerca" de las personas que están en las cárceles

(ZENIT — 26 agosto 2018).- El Santo Padre ha dirigido un saludo especial a los hombres y mujeres que están en las cárceles de Irlanda, tras rezar el Ángelus en el Santuario de Knock, al norte de Irlanda, este domingo, 26 de agosto de 2018, con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias.

Del mismo modo, el Pontífice ha agradecido en particular a los que le han escrito, sabiendo que iba a visitar Irlanda. "Me gustaría decirles que estoy de cerca de ustedes, muy cerca", ha señalado.

"Os aseguro a vosotros y a vuestros familiares mi cercanía y mi oración —ha anunciado el Sucesor de Pedro—. Que María, Madre de misericordia, vele sobre vosotros y os conforte en la fe y en la esperanza".

 

 

26/08/2018-06:09
Isabel Orellana Vilches

Beata María del Pilar Izquierdo Albero, 27 de agosto

«Fundadora de la Obra Misionera de Jesús y María, dedicada a los más pobres y necesitados. Alumbró esta fundación desde su lecho del dolor, afectada por graves enfermedades de las que sanó milagrosamente. Puesta en duda su credibilidad y la de médicos que la atendieron, se vio obligada a dejar su propia obra»

Hoy, festividad de santa Mónica, madre de san Agustín, entre otros santos y beatos la Iglesia celebra la vida de María Pilar. Nació en Zaragoza, España, el 27 de julio de 1906. Su infancia discurrió al abrigo de la ternura de sus piadosos padres, en un humilde hogar conformado por cinco hermanos más; ella era la tercera. Conservó vivo en su corazón el día de su bautismo que le hizo «hija de la Iglesia», una gracia por la que no cesó de bendecir a Dios. «¡Ojalá sea una realidad lo que me han dicho siempre mis padres confesores, de que sigo viviendo como el día de mi bautismo!». Al paso de los años se consideraba una «tontica» porque aprendió a leer y a escribir superada la treintena; no pudo recibir estudios a su tiempo por tener que ayudar a los suyos. Una tía le transmitió sus conocimientos para trabajar confeccionando alpargatas, y a ello se dedicó en su propio domicilio.

Sensible, caritativa, marcada por el desprendimiento, hacía de la escasez una fuente inagotable de bienes para los que eran tan pobres como ellos y más. No podía ver necesidades en derredor suyo; a escondidas o de forma abierta donaba lo que tuvieran en casa. Su padre sentía especial dilección por ella, ya que de dos hijas fue la que sobrevivió, aparte de los varones. Era un hombre tierno, de bondadoso corazón, y siempre disculpaba los gestos de su «Pilarín»; también lo hacía la madre, aunque era la que solía reconvenirla a veces. La familia al completo ponía de manifiesto su generosidad. La joven vivía inmersa en un ambiente espiritualmente privilegiado: el amor a Dios que le inculcaban no era teórico. La Virgen del Pilar lo presidía todo.

Su vida fue sellada por el dolor. Bien dijo que lo suyo era «sufrir y amar, amar y sufrir». Hacia los 14 años de edad se le presentó un cuadro clínico difícil de diagnosticar que parecía de índole nerviosa, aunque cursaba en medio del estado de paz que solía caracterizar a la muchacha. Por esa época comenzó a ser agraciada con visiones. A pesar de la precariedad económica que tenían, sus padres no dudaron en conducirla fuera del pueblo para restituirle la salud después de ser tratada por diversos especialistas. Estuvieron cuatro años en Alfamén, pero no hubo mucho que hacer y regresaron a Zaragoza. Entretanto la beata pudo emplearse en un taller y en una fábrica de calzado, recibiendo la estima de todos por sus muchos valores.

Poco a poco, sin diagnóstico certero, fue viendo invadido su cuerpo de quistes de notable tamaño. Y en 1926 nueva fatalidad tocó su puerta; se cayó del tranvía al regresar del trabajo y se fracturó la pelvis. Quizá era respuesta al sentimiento que latía en su interior de amor al sufrimiento, algo frecuentemente inexplicable para muchas personas que lo abordan al margen de la fe, pero bien entendido dentro de la vida santa. De esta lesión sanó después de realizar una novena a la canonizada Laura Vicuña. Pero tres años más tarde se le presentó un compendio de males, a cuales mayores, ante la sorpresa de los médicos que fueron tratándola y que no supieron atribuir cuál era la causa de ellos: ceguera, casi total sordera y una severa parálisis que la mantuvo recluida en su lecho más de una década.

Es sorprendente cómo alguien que yace inmóvil, presa de tantas lesiones, puede convertir una humilde buhardilla de 9 metros cuadrados en una especie de santuario donde late el amor a Dios. Lo consiguió con su fe, aceptación de la voluntad divina, súplica incesante de unir sus sufrimientos a la Pasión redentora de Cristo, y de ardientes ruegos de que no se le hurtaran padecimientos. Ese pobre lugar fue una universidad en la que se aprendía lo que es la donación genuina. Las incesantes visitas que recibía partían conmovidas por su ofrenda, alegría y paz. Los más cercanos supieron por ella el valor que daba a esa vida doliente que gobernaba sus días y sus noches: «Encuentro en este sufrir un amor tan grande hacia nuestro Jesús, que muero y no muero... porque ese amor es el que me hace vivir».

Un grupo cada vez más nutrido se congregaba en torno a su cama. En 1936 iba forjando la «Obra de Jesús» que pondría en marcha con el objeto de «reproducir la vida activa del Señor en la tierra mediante las obras de misericordia».Era una labor que venía efectuando desde el lecho con las numerosas dádivas que le ofrecían. Personas de su confianza, «su rebañico», se implicaban en la tarea de hacerlas llegar a los necesitados: alimentos, ropa, etc. Entretanto, inducía a muchos a la conversión, orientaba en la vida espiritual, vaticinaba hechos y sabía escrutar los corazones, porque también le había sido concedida esa gracia. En ese entorno solo cabía orar y soñar en lo más hermoso: el amor divino. Fue intervenida quirúrgicamente en distintas ocasiones y siempre las afrontó con paciencia y agrado.

El 8 de diciembre de 1939 milagrosamente, tal como se le vaticinó en una visión, recobró por completo la salud. Por lo inaudito del hecho, y dado lo extraordinario del mismo, se efectuaron los trámites pertinentes ante las autoridades eclesiásticas. Fue llamada a juicio, pero no dieron credibilidad a su testimonio ni al de otras personas, incluidos los médicos, y se hizo pública la recusación. Supuso un duro golpe para su fundación. Algunas de las jóvenes integrantes la abandonaron. Sufrió la prohibición de realizar apostolado y se vertieron sobre ella calumnias y juicios malévolos. Ella misma después de haber logrado abrir un fecundo campo apostólico con los pobres, los enfermos y los niños de zonas deprimidas de Madrid, donde fue aprobada su obra, en 1944 tuvo que dejarla instada por las fuertes presiones. Nueve de sus hijas decidieron seguirla. En diciembre de ese año se fracturó una pierna en un accidente de coche yendo hacia San Sebastián; al tiempo se le presentó un tumor maligno. Falleció el 27 de agosto de 1945. Ofreció su vida especialmente por las hermanas que salieron de la obra. Aseveró que ayudaría a todas desde el cielo. Juan Pablo II la beatificó el 4 de noviembre de 2001.