Servicio diario - 03 de septiembre de 2018


 

Santa Marta: La verdad es "suave" y "silenciosa"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: La verdadera religión es "practicar la caridad hacia los demás"
Rosa Die Alcolea

Siria: El Papa pide salvaguardar la vida de los civiles en Idlib
Redacción

El Papa llama a custodiar el agua, necesaria para la obra del Creador
Redacción

Ángelus: Una 'vespa' para los pobres del Papa
Anita Bourdin

Beata María de Santa Cecilia Romana (Dina Bélanger), 4 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

03/09/2018-17:16
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: La verdad es "suave" y "silenciosa"

(ZENIT — 3 sept. 2018).- "La verdad es suave, la verdad es silenciosa" —ha anunciado el Papa—. "Con las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división", el único camino a seguir es el del "silencio" y la "oración".

Esta mañana, primer lunes de septiembre, el Papa Francisco ha celebrado la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta, retomando las celebraciones litúrgicas, tras el descanso estival.

"El Señor nos de la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar", ha comentado el Sucesor de Pedro. "Y esto en toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad ... en toda la vida. Así seremos más imitadores de Jesús", ha aconsejado.

 

El diablo actúa

El Santo Padre Francisco ha comentado en la homilía parte del Evangelio de Lucas de hoy (Lc 4, 16-30), en el que Jesús, regresado a Nazaret, es recibido con recelo: La Palabra del Señor —ha señalado— cristalizada en esta narración, permite "reflexionar sobre el modo de actuar en la vida cotidiana, cuando hay malentendidos" y entender "como el padre de la mentira, el acusador, el diablo, actúa para destruir la unidad de una familia, de un pueblo".

Jesús usa solo "la Palabra de Dios" cuando "quiere vencer al Diablo", ha indicado el Pontífice. Así, ha narrado que el Hijo del Padre Celestial, al llegar a la sinagoga, es acogido por una gran curiosidad: todos quieren ver con sus propios ojos las grandes obras de las que fue capaz en otras tierras. Pero el Hijo del Padre Celestial usa solo la "Palabra de Dios".

Con su silencio, Jesús vence a los "perros salvajes", vence "el diablo" que "había sembrado la mentira en el corazón". Es esta actitud de humildad la que deja espacio para la primera "palabra-puente" —matiza Francisco— una palabra que siembra "duda", que conduce a un cambio de atmósfera, "de la paz a la guerra", "del asombro a la indignación".

 

El silencio de Jesús

Francisco ha descrito la "dignidad de Jesús": Con su silencio vence ese mudo salvaje y se va. Porque todavía no había llegado la hora.

"El silencio que gana, pero a través de la Cruz. El silencio de Jesús. Pero cuantas veces en las familias empiezan las discusiones sobre política, sobre el deporte, sobre dinero y una y otra vez esas familias terminan destruidas, en estas discusiones en las cuales se ve que el diablo está allí que quiere destruir... silencio. Expresar lo que sientes y luego callar. Porque la verdad es suave, la verdad es silenciosa, la verdad no es rumorosa. Non es fácil, eso que ha hecho Jesús; pero existe la dignidad del cristiano que está asegurada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que buscan solamente la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y oración".

 

 

03/09/2018-10:49
Rosa Die Alcolea

Ángelus: La verdadera religión es "practicar la caridad hacia los demás"

(ZENIT — 3 sept. 2018).- La verdadera religión es "visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo" (v. 27), el Papa recordó en el rezo del Ángelus las palabras del Evangelio del domingo, 2 de septiembre de 2018.

El Santo Padre Francisco se asomó a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.

Así, el Pontífice explicó que "visitar a los huérfanos y a las viudas" significa "practicar la caridad hacia los demás", comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más marginales.

"Son las personas de las que Dios cuida de una forma especial y nos pide que hagamos lo mismo", aclaró Francisco.

"No dejarse contaminar por este mundo" no significa "aislarse y cerrarse a la realidad" —matizó el Obispo de Roma—. "Significa vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia".

Estas son las palabras del Santo Padre al presentar la oración mariana del Ángelus, publicadas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Este domingo reanudamos la lectura del Evangelio de Marcos. En el pasaje de hoy (Mc 7,1-8.14-15.21-23), Jesús aborda un tema importante para todos nosotros, los creyentes, la autenticidad de nuestra obediencia a la Palabra de Dios, contra toda contaminación mundana o formalismo legalista. La historia comienza con la objeción que los escribas y los fariseos plantean a Jesús, acusando a sus discípulos de no seguir los preceptos rituales según las tradiciones. De esta manera, los interlocutores intentan socavar la confiabilidad y la autoridad de Jesús como Maestro porque decían: "Pero este maestro deja que los discípulos no cumplan los preceptos de la tradición". Pero Jesús replica con fuerza y replica diciendo: "Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito:' Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de los hombres "» (versículos 6-7). Así dice Jesús. ¡Palabras claras y fuertes! Hipócrita es, por así decirlo, uno de los adjetivos más fuertes que usa Jesús en el Evangelio y la pronuncia dirigiéndose a los maestros de la religión: doctores de la ley, escribas... "Hipócrita", dice Jesús.

De hecho, Jesús quiere sacudir a los escribas y los fariseos del error en el que han caído, y ¿cuál es este error? El de alterar la voluntad de Dios, descuidando sus mandamientos para observar las tradiciones humanas. La reacción de Jesús es severa porque está en juego algo muy grande: se trata de la verdad de la relación entre el hombre y Dios, de la autenticidad de la vida religiosa. El hipócrita es un mentiroso, no es auténtico.

También hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia. Se nos llama a reconocer, una y otra vez, lo que es el verdadero centro de la experiencia de la fe, es decir, el amor de Dios y el amor al prójimo, purificándola de la hipocresía del legalismo y el ritualismo.

El mensaje del Evangelio de hoy está reforzado por la voz apóstol Santiago que nos dice, en síntesis, cómo debe ser la verdadera religión, y dice así: La verdadera religión es "visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo" (v. 27).

"Visitar a los huérfanos y a las viudas" significa practicar la caridad hacia los demás, comenzando por los más necesitados, los más frágiles, los más marginales. Son las personas de las que Dios cuida de una forma especial y nos pide que hagamos lo mismo.

"No dejarse contaminar por este mundo" no significa aislarse y cerrarse a la realidad.

No. Tampoco aquí se trata de una actitud exterior, sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra forma de pensar y actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, es decir, por la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al mismo tiempo cree y se muestra como religioso e llega incluso a condenar a los demás, es un hipócrita.

Hagamos un examen de conciencia para ver cómo recibimos la Palabra de Dios. El domingo la escuchamos en la Misa. Si la escuchamos de forma distraída o superficial, no nos servirá de mucho. En cambio, debemos recibir la Palabra con la mente y el corazón abiertos, como un buen terreno, para que sea asimilada y dé frutos en la vida concreta. Jesús dice que la Palabra de Dios es como el trigo, es una semilla que debe crecer en las obras concretas. Así, la Palabra misma purifica nuestro corazón y nuestras acciones y nuestra relación con Dios y con los demás se libera de la hipocresía.

Que el ejemplo y la intercesión de la Virgen María nos ayudan a honrar siempre al Señor con el corazón, dando testimonio de nuestro amor por Él en las decisiones concretas para el bien de nuestros hermanos.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

03/09/2018-12:28
Redacción

Siria: El Papa pide salvaguardar la vida de los civiles en Idlib

(ZENIT — 3 sept. 2018).- "Todavía soplan vientos de guerra y llegan noticias inquietantes sobre los riesgos de una posible catástrofe humanitaria en la amada Siria, en la provincia de Idlib", advirtió el Santo Padre.

Así renovó el Papa Francisco su llamamiento a la comunidad comunidad internacional y a todos los actores involucrados a hacer uso de los "instrumentos de la diplomacia, del diálogo y de las negociaciones, con respeto del derecho internacional humanitario y para salvaguardar la vida de los civiles", en el rezo del Ángelus, el domingo 2 de septiembre de 2018.

A continuación, ofrecemos sus palabras, difundidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

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Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en Ko§ice (Eslovaquia), fue proclamada beata Anna Kolesárová, virgen y mártir, asesinada por haber resistido a quien quería violar su dignidad y su castidad. Es como nuestra italiana María Goretti. ¡Que esta muchacha valiente ayude a los jóvenes cristianos a permanecer firmes en la fidelidad al Evangelio, incluso cuando esto requiere ir a contracorriente y pagar en primera persona! Un aplauso a la beata Anna Kolesárová.

Esto causa dolor: Todavía soplan vientos de guerra y llegan noticias inquietantes sobre los riesgos de una posible catástrofe humanitaria en la amada Siria, en la provincia de Idlib. Renuevo mi apremiante llamamiento a la comunidad internacional y a todos los actores involucrados a hacer uso de los instrumentos de la diplomacia, del diálogo y de las negociaciones, con respeto del derecho internacional humanitario y para salvaguardar la vida de los civiles.

Saludo a todos vosotros, queridos peregrinos de Italia y de varios países. En particular, saludo a los catequistas de Caerano San Marco, a los chicos de Montirone, a los jóvenes de Rovato y a los que provienen de diferentes ciudades de España después de un largo camino, y a los participantes en el encuentro de motociclistas en Vespa. Veo allí la pancarta, ¡bienvenidos!

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

© Librería Editorial Vaticano

 

 

03/09/2018-17:46
Redacción

El Papa llama a custodiar el agua, necesaria para la obra del Creador

(ZENIT — 3 sept. 2018).- Francisco ha exhortado a custodiar cada día el agua, este "bien valioso", que "representa hoy una responsabilidad ineludible, un verdadero y auténtico desafío: es necesaria la cooperación eficaz entre los hombres de buena voluntad para colaborar en la obra continua del Creador, ha señalado.

Este año, con motivo de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, el Papa ha llamado la atención sobre la cuestión del agua, "un elemento tan sencillo y precioso, cuyo acceso para muchos es lamentablemente difícil si no imposible".

"En esta Jornada de oración deseo ante todo dar gracias al Señor por el don de la casa común y por todos los hombres de buena voluntad que están comprometidos en custodiarla", así comienza el Papa su mensaje para la IV Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, celebrada el 1 de septiembre.

La Iglesia Católica desde hace algunos años celebra en unión con los hermanos y hermanas ortodoxos, y con la adhesión de otras Iglesias y Comunidades cristianas.

Publicamos a continuación el mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la IV Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, cuyo tema este año es: "El agua, particularmente en dos aspectos: el respeto del agua como elemento precioso y el acceso al agua como derecho humano".

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Mensaje del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

En esta Jornada de oración deseo ante todo dar gracias al Señor por el don de la casa común y por todos los hombres de buena voluntad que están comprometidos en custodiarla. Agradezco también los numerosos proyectos dirigidos a promover el estudio y la tutela de los ecosistemas, los esfuerzos orientados al desarrollo de una agricultura más sostenible y una alimentación más responsable, las diversas iniciativas educativas, espirituales y litúrgicas que involucran a tantos cristianos de todo el mundo en el cuidado de la creación.

Debemos reconocer que no hemos sabido custodiar la creación con responsabilidad. La situación ambiental, tanto a nivel global como en muchos lugares concretos, no se puede considerar satisfactoria. Con justa razón ha surgido la necesidad de una renovada y sana relación entre la humanidad y la creación, la convicción de que solo una visión auténtica e integral del hombre nos permitirá asumir mejor el cuidado de nuestro planeta en beneficio de la generación actual y futura, porque «no hay ecología sin una adecuada antropología» (Carta enc. Laudato si', 118).

En esta Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación, que la Iglesia Católica desde hace algunos años celebra en unión con los hermanos y hermanas ortodoxos, y con la adhesión de otras Iglesias y Comunidades cristianas, deseo llamar la atención sobre la cuestión del agua, un elemento tan sencillo y precioso, cuyo acceso para muchos es lamentablemente difícil si no imposible. Y, sin embargo, «el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable» (ibíd., 30).

El agua nos invita a reflexionar sobre nuestros orígenes. El cuerpo humano está compuesto en su mayor parte de agua; y muchas civilizaciones en la historia han surgido en las proximidades de grandes cursos de agua que han marcado su identidad. Es sugestiva la imagen usada al comienzo del Libro del Génesis, donde se dice que en el principio el espíritu del Creador «se cernía sobre la faz de las aguas» (1,2).

Pensando en su papel fundamental en la creación y en el desarrollo humano, siento la necesidad de dar gracias a Dios por la "hermana agua", sencilla y útil para la vida del planeta como ninguna otra cosa. Precisamente por esto, cuidar las fuentes y las cuencas hidrográficas es un imperativo urgente. Hoy más que nunca es necesaria una mirada que vaya más allá de lo inmediato (cf. Laudato si', 36), superando «un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual» (ibíd., 159). Urgen proyectos compartidos y gestos concretos, teniendo en cuenta que es inaceptable cualquier privatización del bien natural del agua que vaya en detrimento del derecho humano de acceso a ella.

Para nosotros los cristianos, el agua representa un elemento esencial de purificación y de vida. La mente va rápidamente al bautismo, sacramento de nuestro renacer. El agua santificada por el Espíritu es la materia por medio de la cual Dios nos ha vivificado y renovado, es la fuente bendita de una vida que ya no muere más. El bautismo representa también, para los cristianos de distintas confesiones, el punto de partida real e irrenunciable para vivir una fraternidad cada vez más auténtica a lo largo del camino hacia la unidad plena. Jesús, durante su misión, ha prometido un agua capaz de aplacar la sed del hombre para siempre (cf. Jn 4,14) y ha profetizado: «El que tenga sed, que venga a mí y beba» (Jn 7,37). Ir a Jesús, beber de él, significa encontrarlo
personalmente como Señor, sacando de su Palabra el sentido de la vida. Dejemos que resuenen con fuerza en nosotros aquellas palabras que él pronunció en la cruz: «Tengo sed» (Jn 19,28). El Señor nos sigue pidiendo que calmemos su sed, tiene sed de amor. Nos pide que le demos de beber en tantos sedientos de hoy, para decirnos después: «Tuve sed y me disteis de beber» (Mt 25,35). Dar de beber, en la aldea global, no solo supone realizar gestos personales de caridad, sino opciones concretas y un compromiso constante para garantizar a todos el bien primario del agua.

Quisiera abordar también la cuestión de los mares y de los océanos. Tenemos el deber de dar gracias al Creador por el imponente y maravilloso don de las grandes masas de agua y de cuanto contienen (cf. Gn 1,20-21; Sal 146,6), y alabarlo por haber revestido la tierra con los océanos (cf. Sal 104,6). Dirigir nuestra mente hacia las inmensas extensiones marinas, en continuo movimiento, también representa, en cierto sentido, la oportunidad de pensar en Dios, que acompaña constantemente su creación haciéndola avanzar, manteniéndola en la existencia (cf. S. Juan Pablo II, Catequesis, 7 mayo 1986).

Custodiar cada día este bien valioso representa hoy una responsabilidad ineludible, un verdadero y auténtico desafío: es necesaria la cooperación eficaz entre los hombres de buena voluntad para colaborar en la obra continua del Creador. Lamentablemente, muchos esfuerzos se diluyen ante la falta de normas y controles eficaces, especialmente en lo que respecta a la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales (cf. Laudato si', 174). No podemos permitir que los mares y los océanos se llenen de extensiones inertes de plástico flotante. Ante esta emergencia estamos llamados también a comprometernos, con mentalidad activa, rezando como si todo dependiese de la Providencia divina y trabajando como si todo dependiese de nosotros.

Recemos para que las aguas no sean signo de separación entre los pueblos, sino signo de encuentro para la comunidad humana. Recemos para que se salvaguarde a quien arriesga la vida sobre las olas buscando un futuro mejor. Pidamos al Señor, y a quienes realizan el eminente servicio de la política, que las cuestiones más delicadas de nuestra época ?como son las vinculadas a las migraciones, a los cambios climáticos, al derecho de todos a disfrutar de los bienes primarios? sean afrontadas con responsabilidad, previsión, mirando al mañana, con generosidad y espíritu de colaboración, sobre todo entre los países que tienen mayores posibilidades. Recemos por cuantos se dedican al apostolado del mar, por quienes ayudan en la reflexión sobre los problemas en los que se encuentran los ecosistemas marítimos, por quienes contribuyen a la elaboración y aplicación de normativas internacionales sobre los mares para que tutelen a las personas, los países, los bienes, los recursos naturales —pienso por ejemplo en la fauna y la flora pesquera, así como en las barreras coralinas (cf. ibíd., 41) o en los fondos marinos— y garanticen un desarrollo integral en la perspectiva del bien común de toda la familia humana y no de intereses particulares. Recordemos también a cuantos se ocupan de la protección de las zonas marinas, de la tutela de los océanos y de su biodiversidad, para que realicen esta tarea con responsabilidad y honestidad.

Finalmente, nos preocupan las jóvenes generaciones y rezamos por ellas, para que crezcan en el conocimiento y en el respeto de la casa común y con el deseo de cuidar del bien esencial del agua en beneficio de todos. Mi deseo es que las comunidades cristianas contribuyan cada vez más y de manera más concreta para que todos puedan disfrutar de este recurso indispensable, custodiando con respeto los dones recibidos del Creador, en particular los cursos de agua, los mares y los océanos.

Vaticano, 1 de septiembre de 2018

FRANCISCO

 

 

03/09/2018-10:05
Anita Bourdin

Ángelus: Una 'vespa' para los pobres del Papa

(ZENIT – 3 sept. 2018).- El Papa Francisco se reunió con una delegación de participantes en el II Encuentro Internacional Roma Caput Vespa (del 31 de agosto al 2 de septiembre), este domingo, 2 de septiembre de 2018, en el Vaticano.

Los seguidores de Vespa donaron al Papa una Vespa 50R original de 1971, con el escudo del Papa, con una placa número BF362918 (Bergoglio – Francesco – 1936 – 2 de septiembre de 2018).

El Papa confió la moto al cardenal Konrad Krajewski, capellán pontificio. La Vespa fue entregada por el club Vespa nel Tempo, organizador y promotor de la iniciativa –bajo los auspicios del Vespa Club de Italia– y el precio de su venta será donado a una organización benéfica a través de la capellanía apostólica.

Luego, los motoristas de Vespa –alrededor de 600– participaron en el rezo del Ángelus, después de haber estacionado su vespa dentro del Vaticano.

El Papa Francisco saludó, después del Ángelus, a los participantes de la concentración de motociclistas de Vespa: “¡Veo la pancarta, bienvenidos!”.

 

 

 

03/09/2018-17:51
Isabel Orellana Vilches

Beata María de Santa Cecilia Romana (Dina Bélanger), 4 de septiembre

«Joven pianista, primera canadiense en ser beatificada. Es una mística de nuestro tiempo, modelo para quien se proponga alcanzar la perfección. En su corta vida encarnó admirablemente su anhelo de amar y dejar hacer a Jesús y a María»

Dina Bélanger, la hermosa joven canadiense que tuvo la fama al alcance de la mano por sus excepcionales dotes musicales, no hallaba en el santoral una mujer canonizada que llevase su nombre, pero ella se propuso cubrir ese vacío con su propia entrega: sería santa. Así lo confió a su educadora cuando constató que buscaba en vano otra Dina. Para ello no tenía más que «amar y dejar hacer a Jesús y a María».Apenas tuvo 33 años de plazo para amasar las virtudes, pero fueron más que suficientes.

Nació en Québec, Canadá, el 30 de abril de 1897. Hubiera sido la primogénita de Olivier y Seraphia, pero un varón nacido con posterioridad murió pocos meses después de nacer, por lo cual fue la única hija del matrimonio. En este hogar acomodado recibió una exquisita educación seguida atentamente por sus padres. Velaron para que ciertos rasgos de su apasionado y temperamental carácter, apreciados cuando aún era una niña, no le ganaran la batalla. Y ciertamente los templó a tiempo, poniendo todo de su parte. Eso hizo de ella una persona entrañable, dócil, humilde y obediente. Tanto Olivier como Seraphia le transmitieron, junto a la fe, excepcionales cualidades como la responsabilidad, el orden, el sentido del trabajo, la discreción, la piedad, la constancia, la abnegación y otros valores que también detectaron profesoras y alumnas.

Desde los seis años estudiaba en el colegio de las religiosas de Nuestra Señora y allí recibió la primera comunión. Entonces la experiencias místicas, que iban a marcar su vida, se hallaban en el umbral de la misma. Como previamente había entrañado a Dios en su corazón, lo aguardaba como algo natural y así tomó el Cuerpo de Cristo: «Mi felicidad era inmensa. Jesús era mío y yo era suya. Esta unión íntima causó en mi alma, entre otras gracias: el hambre de su Cuerpo y de su Sangre, que ha ido creciendo con las comuniones siguientes».

En 1905 inició los estudios de piano. Las altas calificaciones que obtenía, el dominio instrumental y su capacidad para ejecutar con maestría las piezas le auguraban un futuro profesional espléndido. Las inagotables ansias de perfección marcaban sus jornadas. Durante varias veces al día suplicaba esa gracia. En el centro de su vida: la Eucaristía y María. En 1910 se vinculó a las Hijas de María y algo más tarde se consagró a la Virgen. Completó esa ofrenda dándose por completo a Dios, llevada de la «sed de entregarse a su amor». Era parte de un intenso programa que le fue conduciendo firmemente a la unión divina. Cómo sería que a sus 14 años pudo decir con propiedad: «Jesús y yo ya no son dos, somos uno. Sólo Jesús hace uso de mis facultades, de mis sentidos, mis miembros. Él es quien piensa, actúa, ora, busca, habla, camina, escribe, enseña, en una palabra, es Él quien vive ...». Según confió ella misma, Cristo la denominaba: «mi pequeño yo».

El estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 hizo que crecieran sus ansias de martirio: «Como he oído hablar de esta donación, conocido como el ofrecimiento heroico, inmediatamente me ofrecí, me abandoné por completo a la voluntad de Jesús, ya que soy su víctima». Dos años más tarde la enviaron a completar estudios de piano, armonía y composición musical al conservatorio de Nueva York. Se alojó en el selecto pensionado Our Lady of Peace, de la calle 14, propiedad de las religiosas de Jesús y María. Allí coincidió con pianistas consumadas como la chilena Rosita Renard. Hasta 1918 estudió en un formidable piano Steinway, piano que en 1990 se enviaría a Sillery por haber sido utilizado por ella ya que el instrumental existente en el convento había sido pasto de las llamas en el incendio que sufrió el convento en 1983. Todo ese tiempo siempre vinculada a Cristo puso mucho cuidado en no envanecerse y sostener firmemente la vocación al amor que latía en su corazón.

Regresó con sus padres en 1918, y en 1921 ingresó en el noviciado que estas religiosas de Jesús y María tenían en Sillery. Se acrecentaba su ardiente anhelo de vivir unida a Dios con una perfecta oración continua y para ello en su itinerario espiritual, a sus habituales ayunos, renuncias y mortificaciones añadía la meditación de las llagas de Cristo. «La práctica de la unión con mi Dios seguía siendo el objeto de mi examen particular. Añadí que quería actuar por amor; sólo por Jesús». La superiora advirtió que se hallaba frente a un alma singular, y le indicó: «Usted debe escribir su vida, mi querida hermana». Aunque Cristo en una locución le dijo que haría mucho bien con sus escritos, ella ignoraba que éstos no eran más que el compendio de su vida, aunque fue autora de otros textos y poesías. Esta petición exigió por su parte un notable esfuerzo. Le contrariaba profundamente hablar en primera persona, viéndose obligada a escribir repetidamente el pronombre «yo». Reconoció que era lo que más le había costado en la vida. Por fortuna obedeció, y gracias a ello se conservan las profundas huellas que el amor de Dios iba trazando en su espíritu. En la redacción se percibe alegría y esperanza, una confianza y fe inalterables. Al profesar en 1923 tomó el nombre de Cecilia, por su vínculo con la música. Fue profesora de esta disciplina en el colegio.

Un día en medio de su «noche oscura» percibió sobrenaturalmente que Cristo se llevaba su corazón, quedándose Él en su lugar. Y en otra ocasión volvió con esta víscera purificándola con tanto amor que quedó abrasado en él; ella misma pudo soplar las cenizas, signo de la ruptura completa con su pasado. Después, volvió a ocupar su espacio en el pecho. Cuando Cristo le hizo entender que moriría el 15 de agosto de 1924 aludía a una muerte mística, no física. Ésta llegó el 4 de septiembre de 1929 tras una tuberculosis que le produjo incontables sufrimientos. Había dicho: «En el cielo yo seré mendiga de amor, esa es mi misión y la comienzo inmediatamente, daré la alegría». Juan Pablo II la beatificó el 20 de marzo de 1993.