Servicio diario - 13 de septiembre de 2018


 

Card. DiNardo: "El Papa nos ha escuchado muy profundamente de corazón"
Rosa Die Alcolea

Teología de la ternura: "dirigida a Dios, tomando al hombre de la mano"
Rosa Die Alcolea

El Papa llama al "estilo cristiano": el "camino de la misericordia"
Rosa Die Alcolea

Coro de la Capilla Sixtina: Continúa la investigación autorizada por el Papa
Rosa Die Alcolea

República Eslovaca: Cartas credenciales del nuevo embajador Marek Lisánsky
Redacción

Un carisma de educador que marca un camino de fidelidad incondicional a la Iglesia
Enrique Soros

Exaltación de la Santa Cruz, 14 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

13/09/2018-15:58
Rosa Die Alcolea

Card. DiNardo: "El Papa nos ha escuchado muy profundamente de corazón"

(ZENIT – 13 sept. 2018).- “Hemos compartido con el Papa Francisco nuestra situación en los Estados Unidos — como el Cuerpo de Cristo es lacerado por el demonio del abuso sexual. Él nos ha escuchado muy profundamente de corazón. Fue un intercambio largo, fructífero y bueno”, ha señalado el Cardenal Daniel DiNardo, Arzobispo de Galveston-Houston y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos de América (USCCB).

La Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha publicado el comunicado, este jueves, 13 de septiembre de 2018, tras la audiencia privada del Santo Padre con el Cardenal DiNardo, el Cardenal Seán Patrick O’Malley, Arzobispo de Boston y Presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores; Mons. José Horacio Gómez, arzobispo de Los Ángeles, Vicepresidente de la misma Conferencia Episcopal y Monseñor Brian Bransfield, Secretario general.

El encuentro se ha celebrado este mediodía, del jueves 13 de septiembre de 2018, en el Vaticano, según informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

“Estamos agradecidos con el Santo Padre por recibirnos en audiencia. Hemos compartido con el Papa Francisco nuestra situación en los Estados Unidos –como el Cuerpo de Cristo es lacerado por el demonio del abuso sexual. Él nos ha escuchado muy profundamente de corazón. Fue un intercambio largo, fructífero y bueno”, dice la nota.

El Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos estadounidense concluye: “Antes de salir de la audiencia, nosotros rezamos la oración del Angelus juntos pidiendo a Dios misericordia y fuerza mientras trabajamos para sanar las heridas. Esperamos continuar activamente nuestro discernimiento juntos, identificando los próximos pasos más efectivos”.

 

 

 

13/09/2018-16:39
Rosa Die Alcolea

Teología de la ternura: "dirigida a Dios, tomando al hombre de la mano"

(ZENIT – 13 set. 2018).- El Papa ha exhortado a buscar teología en camino: una teología que “con dinamismo se dirija a Dios, tomando al hombre de la mano”; una teología no narcisista, sino “encaminada al servicio de la comunidad”.

El Papa ha explicado que aunque “teología” y “ternura” parecen dos palabras distantes, en realidad, “nuestra fe las vincula inextricablemente”. La teología está llamada –ha matizado– a comunicar la “concreción del Dios amor”, y la ternura es un buen “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por nosotros.

Con esta relación ha comenzado Francisco su discurso a los participantes en el congreso “La teología de la ternura en el Papa Francisco”, que tendrá lugar en Asís del 14 al 16 de septiembre de 2018, y que ha recibido esta mañana, 13 de septiembre de 2018, en el Vaticano.

La teología, de hecho, no puede ser abstracta, -si fuera abstracta sería ideología- porque surge de un conocimiento existencial, nacido del “encuentro con el Verbo hecho carne”, ha explicado el Santo Padre.

En esta línea, ha dicho que el amor de Dios “no es un principio general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente”. Él, en efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del hombre, ha aclarado el Pontífice.

 

Sentirnos amados

“¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura?”, ha planteado el Papa a los teólogos, enumerando dos: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios.

Sentirse amado –ha apuntado– significa aprender a confiar en Dios, a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”. Es un mensaje que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos, según Francisco: del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la misericordia como propiedad esencial de la Trinidad y de la vida cristiana.

 

Sentir que podemos amar

En este contexto, el Obispo de Roma ha enlazado con el concepto de sentir que podemos amar: “Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar”.

La ternura –ha recordado el Papa– es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana, lejos de reducirse al sentimentalismo.

“La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida”. Comprendemos, por lo tanto,  que “la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial”, ha aclarado.

Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo cordialmente y agradezco al cardenal Bassetti las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, y también vuestras palabras que me han actualizado sobre el trabajo que lleváis a cabo.  Habéis reflexionado en los últimos días sobre la teología de la ternura, y yo quisiera, simplemente, deciros algo, porque cuando he visto que éste era el título, he empezado a estudiar. Me habéis hecho leer este libro para entender cuál era el “tema”. Un buen libro, sabéis cual es, el de Rocchetta. Muy bueno… ¿Es él? (Aplausos).

Yo, sencillamente, quisiera proponeros tres sugerencias.

La primera se refiere a la frase teología de la ternura. Teología y ternura parecen dos palabras distantes: la primera parece recordar el contexto académico, la segunda las relaciones interpersonales. En realidad, nuestra fe las vincula inextricablemente. La teología, de hecho, no puede ser abstracta, -si fuera abstracta sería ideología- porque surge de un conocimiento existencial, nacido del encuentro con el Verbo hecho carne. La teología está llamada, pues, a comunicar la concreción del Dios amor. Y la ternura es un buen “existencial concreto”, para traducir en nuestros tiempos el afecto que el Señor nutre por nosotros.

Hoy, efectivamente, nos concentramos menos que en el pasado en el concepto o en la praxis y más en el “sentir”. Puede no gustar, pero es un hecho: se empieza de lo que sentimos. La teología ciertamente no puede reducirse al sentimiento, pero tampoco puede ignorar que, en muchas partes del mundo, el enfoque de cuestiones vitales ya no parte de  las últimas cuestiones o de las demandas sociales, sino de lo que la persona advierte emocionalmente. La teología está llamada a acompañar esta búsqueda existencial, aportando la luz que proviene de la Palabra de Dios. Y una buena teología de la ternura puede declinar la caridad divina en este sentido. Es posible, porque el amor de Dios no es un principio general abstracto, sino personal y concreto, que el Espíritu Santo comunica íntimamente. Él, en efecto, alcanza y transforma los sentimientos y pensamientos del hombre. ¿Qué contenidos podría tener entonces una teología de la ternura? Dos me parecen importantes, y son las otras dos sugerencias que me gustaría brindaros: la belleza de sentirnos amados por Dios y la belleza de sentir que amamos en nombre de Dios.

Sentirse amado. Es un mensaje que nos ha llegado más fuerte en los últimos tiempos: del Sagrado Corazón, del Jesús misericordioso, de la misericordia como propiedad esencial de la Trinidad y de la vida cristiana. Hoy la liturgia nos recordaba la palabra de Jesús: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). La ternura puede indicar precisamente nuestra forma de recibir hoy la misericordia divina. La ternura nos revela, junto al rostro paterno, el rostro materno de Dios, de un Dios enamorado del hombre, que nos ama con un amor infinitamente más grande que el de una  madre por su propio hijo (cf. Is 49,15). Pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, estamos seguros de que Dios está cerca, compasivo, listo para conmoverse por nosotros. La ternura es una palabra beneficiosa, es el antídoto contra el miedo con respecto a Dios, porque “en el amor no hay temor” (1 Jn 4:18), porque la confianza supera el miedo. Sentirse amado, por lo tanto, significa aprender a confiar en Dios, a decirle, como quiere: “Jesús, confío en ti”.

Estas y otras consideraciones pueden profundizar la búsqueda: para dar a la Iglesia una teología “sabrosa”; para ayudarnos a vivir una fe consciente, ardiente de amor y esperanza; para exhortarnos a que doblemos nuestras rodillas, tocados y heridos por el amor divino. En este sentido, la ternura enlaza con la Pasión. La Cruz es, de hecho, el sello de la ternura divina, que proviene de las llagas del Señor. Sus heridas visibles son las ventanas que abren su amor invisible. Su Pasión nos invita a transformar nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, a apasionarnos por Dios. Y por el hombre, por amor de Dios.

He aquí, pues, la última sugerencia: sentir que podemos amar. Cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente inclinado a amar. Por otro lado, si Dios es ternura infinita, también el hombre, creado a su imagen, es capaz de ternura. La ternura, entonces, lejos de reducirse al sentimentalismo, es el primer paso para superar el replegarse en uno mismo, para salir del egocentrismo que desfigura la libertad humana. La ternura de Dios nos lleva a entender que el amor es el significado de la vida. Comprendemos, por lo tanto,  que la raíz de nuestra libertad nunca es autorreferencial. Y nos sentimos llamados a derramar en el mundo el amor recibido del Señor, a declinarlo en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, a conjugarlo en el servicio y la entrega. Todo esto no por deber, sino por amor, por amor a aquel por quien somos tiernamente amados.

Estas breves sugerencias apuntan a una teología en camino: una teología que salga del cuello de botella en el que a veces se ha encerrado y con dinamismo se dirija a Dios, tomando al hombre de la mano; una teología no narcisista, sino encaminada al servicio de la comunidad; un teología que no se contente con repetir los paradigmas del pasado, sino que sea Palabra encarnada. Ciertamente, la Palabra de Dios no cambia (ver Heb 1,1-2, 13,8), pero la carne que está llamada a asumir, esa sí, cambia en cada época. Hay tanto trabajo, pues, para la teología y su misión hoy: encarnar la Palabra de Dios para la Iglesia y para el hombre del tercer milenio. Hoy, más que nunca,  hace falta una revolución de la ternura. Esto nos salvará.

Confiamos la profundización de vuestros trabajos a Nuestra Señora, Madre de la ternura. Os bendigo y, junto con vosotros, bendigo las comunidades de donde venís, pidiéndoos que recéis  y que hagáis que recen por mí. Gracias.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

13/09/2018-17:13
Rosa Die Alcolea

El Papa llama al "estilo cristiano": el "camino de la misericordia"

(ZENIT – 13 sept. 2018).- De una manera particular, la liturgia de hoy se centra en “cuatro detalles para vivir la vida cristiana”: “ama a tus enemigos, haz el bien a los que te odian, bendice a los que te maldicen, ora por los que te maltratan”.

Francisco ha exhortado esta mañana, en la Misa celebrada en la Capilla de Santa Marta, a seguir el camino que nos indica el Padre Celestial: el de la “misericordia” y el de la “paz interior”. Esto eso: a no acusar, maldecir y tratar de hacer daño al otro, de lo contrario, entramos en la lógica destructiva “del gran acusador”.

Así ha aclarado, una vez más, las características distintivas del “estilo cristiano” –señala ‘Vatican News’– a partir del Evangelio de Lucas de hoy (Lc 6, 27-38). “El Señor siempre nos muestra cómo debería ser la vida de un discípulo, a través, por ejemplo, de las Bienaventuranzas o las Obras de Misericordia”, ha señalado el Santo Padre.

En su homilía, el Papa ha señalado que los cristianos nunca deben entrar “en el chisme” o “en la lógica de los insultos”, que lo único que genera es “guerra”. Por el contrario, el Papa exhorta a buscar siempre tiempo para “orar por las personas molestas”.

El Sucesor de Pedro ha reiterado que “la lógica cristiana va contracorriente” y sigue la “locura de la Cruz”. El objetivo final, agrega el Papa Francisco, “es llegar a comportarse como hijos de nuestro Padre”.

“Sed misericordiosos, como su Padre es misericordioso” –ha citado Francisco–. “Este es el camino, el camino que va en contra del espíritu del mundo, que piensa lo contrario, que no acusa a los demás”.

“Porque entre nosotros está el gran acusador, el que siempre nos acusa ante Dios, para destruirnos. Satanás: él es el gran acusador. Y cuando entro en esta lógica de acusar, maldecir, tratar de hacer daño a otro, entro en la lógica del gran acusador que es destructivo. Quien no conoce la palabra ‘misericordia’, no la conoce, porque nunca la ha vivido”.

 

 

 

13/09/2018-13:29
Rosa Die Alcolea

Coro de la Capilla Sixtina: Continúa la investigación autorizada por el Papa

(ZENIT — 13 sept. 2018).- El Papa Francisco autorizó, hace algunos meses, una investigación sobre los aspectos económico-administrativos del Coro de la Capilla Sixtina, la cual está todavía en curso.

Lo confirmó ayer, 12 de septiembre de 2018, la Oficina de Prensa de la Santa Sede en un comunicado, en respuesta a lo que se está publicando en la prensa sobre algunos asuntos relativos al Coro.

Se abrió una investigación de la magistratura vaticana, así como una investigación dirigida por un "visitante apostólico".

La gestión del director administrativo de la Capilla Musical Pontifica Sixtina, Michelangelo Nardella, sería el objeto de estas investigaciones.

El director del Coro, Mons. Massimo Palombella, salesiano, fue nombrado por Benedicto XVI en 2010 y confirmado por el Papa Francisco en 2015. El propio Nardella —suspendido de su cargo— fue escuchado y asistido por sus abogados, según Vatican Insider.

El "visitante apostólico", monseñor Mario Giordana, por su parte —según // Fatto Quotidiano— entrevistó a los cantantes adultos —tienen alrededor de veinte años— y los padres de los Pueri Cantores, más de treinta niños que siguen su camino escolar en la Schola Puerorum del Coro.

 

Integrantes

Actualmente, el Coro de la Capilla Musical Pontificia Sixtina está compuesto por 55 personas.

El origen de los Pueri Cantores (niños cantores) del Coro de la Capilla Sixtina se remonta al siglo VI.

Luego, sobre todo en el Renacimiento, fueron sustituidos por cantantes castrados, pero Lorenzo Perosi, a principios del siglo )0(, recuperó la costumbre antigua. Los Pueri Cantores no eran sin embargo miembros a todos los efectos de la Capilla, eran utilizados en ocasiones. Sólo en 1956 Domenico Bartolucci, los incluyó como cantores fijos.

Veinte son cantores adultos, profesionales, dependientes vaticanos, y cerca de 35 chicos, los "Pueri Cantores", integran la sección de voces blancas.

 

Actividad del Coro

La actividad de la Capilla Musical Sixtina no se agota en la participación en las celebraciones litúrgicas del Papa.

En este sentido, tiene también una intensa actividad de conciertos en Italia y fuera de ese país. En los últimos diez años, han hecho giras por Japón, Hungría, Malta, España, Croacia, Albania, Alemania, Montenegro.

Con Anita Bourdin

 

 

13/09/2018-13:58
Redacción

República Eslovaca: Cartas credenciales del nuevo embajador Marek Lisánsky

(ZENIT — 13 sept. 2018).- El Papa Francisco ha recibido hoy, en audiencia, a las 9:30 horas, a Marek Lisánsky, embajador de la República Eslovaca ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de sus cartas credenciales, según ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El nuevo embajador eslovaco es Doctor en Derecho (Facultad de Derecho de Pavo! Jozef Safárik, Koáice, 2000) y tiene un Certificado Especial en Estudios Europeos ( Diplomatische Akademie, Viena, 2001).

Marek Lisánsky nació el 1 de octubre de 1976, está casado y tienes tres hijos.

El diplomático ha sido Secretario de la Comisión mixta intergubernamental entre Eslovaquia y Hungría para las Minorías en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Dirección de Derechos Humanos (1999-2002);Secretario general en el Consulado general en Polonia (2002-2006).

 

Trayectoria

Asimismo, ha sido Director Adjunto del Departamento de Derechos Humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores y Director Adjunto de la Comisión Interministerial de Coordinación de la Presidencia en el Comité de Ministros del Consejo de Europa y del Comité Organizativo del Ministerio de Asuntos Exteriores para la Presidencia de la República Eslovaca en el Comité de Ministros del Consejo de Europa (2006-2007).

Ha cumplido la responsabilidad de ser Director General de la Sección de Derechos Humanos y Minorías en el Gobierno y Secretario del Consejo de Gobierno para las minorías populares y grupos étnicos y organizaciones sin ánimo de lucro no gubernamentales, así como asesor del Comité de Asuntos Exteriores del Consejo Nacional y Representante del Gobierno ante el Consejero para la rehabilitación de las víctimas del Holocausto (2007-2009).

También ha desempañado los cargos de Representante de la República Eslovaca en el Comité de Gestión del Monumento en el campo de exterminio nazi de Sobibór (2008¬2014); Cónsul general en Polonia (2009-2014);Secretario general del Ministerio de Asuntos Exteriores y Europeos, Departamento de Análisis y Planificación (2014);Director General de la Sección de Política de Defensa del Ministerio de Defensa (2014-2015); Asesor del Presidente del Consejo Nacional en el VI y VII.

 

 

13/09/2018-17:26
Enrique Soros

Un carisma de educador que marca un camino de fidelidad incondicional a la Iglesia

(ZENIT — 13 sept. 2018).- El próximo sábado 15 de septiembre se cumplen 50 años del fallecimiento del P. Kentenich. En esta ocasión se celebrarán diversos eventos en el pueblo de Schoenstatt en Alemania, y a lo ancho y largo del mundo, en ciudades en que el movimiento de Schoenstatt se encuentra arraigado.

 

"¡Te voy a colgar!": El Padre Kentenich frente al nazismo

Cuando von Redwitz, el jefe del campo de concentración de Dachau, le preguntó en estado de ebriedad al P. José Kentenich "Eh, tú, consejero religioso. ¿Eres tú un consejero espiritual?", no se imaginaba que un prisionero pudiera responderle con paz interior y sin miedo en un campo de horrores, torturas y muerte. El terror ejercido hacia los prisioneros era una forma eficiente de mantener una perfecta disciplina, y a la vez, de descargar toda la miseria enraizada en el alma del represor.

La respuesta del P. Kentenich, en un tono cortés y calmo, fue: "No, no soy consejero religioso, pero cada tanto suelo dar algún consejo espiritual." Von Redwitz interpretó que el sacerdote le estaba sugiriendo que podría darle un consejo espiritual a él, y respondió furioso: "¿Cómo? ¿Tú quieres darme a mí, al jefe del campo, un consejo espiritual? ¡Tú, atorrante, tú! Ya te voy a dar. ¡Te voy a colgar! ¡Te voy a colgar! ¡Te voy a colgar!" Al día siguiente, el P. Kentenich tuvo que presentarse ante el jefe del campo. Lo hizo con la paz interior que lo caracterizaba, y el incidente se cerró ahí mismo.

 

Fundación de Schoenstatt

Movimiento de Schoenstatt en el año 1914, en Alemania. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Alemania estaba sumida en una pobreza extrema, porque como perdedora, debía hacerse cargo de los costos de la guerra ante los demás países. Ante tal humillación y pobreza, Hitler se iba perfilando como líder, que prometía salvar a Alemania de la ruina.

El pueblo alemán estaba entusiasmado por la esperanza de recuperar la dignidad y la estabilidad en el país a través de Hitler. El P. Kentenich se reunió con el obispo de Münster, Clement August von Galen, que al igual que la amplia mayoría de los dirigentes católicos, confiaba en que Hitler podría ser una excelente opción para Alemania. Sabiendo que el P. Kentenich no era de esta opinión, el obispo le pregunta: "¿No cree usted que detrás de todo este proceso hay una voz de Dios y que el nacionalsocialismo podría ser bautizado?".

El P. Kentenich recibió como misión el forjar una persona nueva en una comunidad nueva, en libertad, en el espíritu de María, destinado a vencer al hombre masificado, vacío de valores, colectivista, promovido por el populismo, en este caso denominado nacionalsocialismo. Al ver que los ideales de Hitler no conducirían a forjar este tipo de persona anclada en Dios y con libertad interior, tuvo los elementos para responder al obispo con firmeza: "No veo dónde se le podría echar el agua bautismal". Años más tarde, el obispo sería nombrado cardenal y se lo conocería como el León de Münster, por su férrea y frontal lucha contra el régimen nazi.

En 1941, el P. Kentenich fue apresado por la Gestapo, la policía de Hitler. Se lo recluyó a un edificio que había pertenecido a un banco, a un búnker que se había utilizado para guardar en forma segura las sacas con dinero. Era un lugar extremadamente frío, lúgubre, pequeño, donde el prisionero apenas podía moverse. De bunkers contiguos, se oían gritos de pavor. La mayoría de los prisioneros se volvían locos al tercer día, en medio de gritos de desesperación y llanto. Esto hacían los nazis para quebrar la moral de sus prisioneros.

Luego de cuatro semanas de estadía en este lugar de espanto, fue llevado a una celda. El capellán de la prisión, Mons. Paul Fechler, dio testimonio del estado en que salió del búnker: "intacto en cuerpo y en espíritu, como un vencedor". El mismo P. Kentenich expresó: "Por fin tuve vacaciones. Por fin tuve mucho tiempo para rezar en paz".

 

Dachau

El P. Kentenich había desarrollado una paternidad muy profunda entre sus hijos e hijas espirituales. La misma tenía siempre como meta conducir a la paternidad de Dios. En marzo de 1942, el sacerdote fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde su personalidad sobresalía de entre las personas masificadas que allí vivían.

Luego de incidentes en los que los nazis habían intentado atemorizarlo, al ver que no tenía miedo, y que por el contrario, irradiaba seguridad interior y dignidad, los prisioneros lo respetaron de entrada, y comunistas comenzaron a llamarlo "papá". En un ambiente donde los instintos animales dominaban las relaciones, descubrieron en su personalidad un pequeño oasis que daba esperanzas de que todo no terminaba en ese infierno, que todavía valía la pena cultivar valores.

El P. Kentenich se dedicó en Dachau a asistir a sus compañeros de prisión, a dar charlas y hasta retiros en las diversas barracas, corriendo constantemente riesgo de ser descubierto y torturado o asesinado. De su pobre ración de comida, solía compartir con un hambriento, para ser solidario, pero también para fortalecer su personalidad. Sentía que podrían quitarle la libertad física, pero jamás su dignidad y libertad interior.

Escribió varios libros, que salían del campo en forma oculta en hojas sueltas y son hoy una joya de ascética, espiritualidad, pedagogía y teología. De entre esa literatura, escribió oraciones, poemas profundos sobre la alegría de vivir en la victoriosidad de los hijos de Dios, de sus vivencias con María, etc. Difícil es imaginarse que un hombre pueda trascender tanta miseria y ser para otros una profunda esperanza, un pequeño terruño del cielo.

 

Se supo amado

Años más tarde le preguntaron al P. Kentenich: "Padre, después de haber pasado cuatro semanas en el búnker, el tiempo en la cárcel, y tres años de horror en el campo de concentración, ¿qué es lo más difícil que vivió, el momento más terrible?", a lo que él respondió: "No tuve un segundo difícil". Y explicó por qué tuvo una excepcional resistencia a todo tipo de vejaciones y tortura física y psicológica. Hacía ya muchos años que ponía su vida completamente en las manos y la voluntad de Dios. Su madre, al verse obligada a dejarlo en un orfanato a los nueve años, lo consagró a la Virgen María.

Esta entrega mutua de corazones marcó a José para toda su vida. Desde entonces se supo amado y profundamente acompañado y guiado por la fiel compañía de María. Se trató de un amor tan profundo, que le dio fuerzas para hacer frente a toda adversidad. Por eso, ya desde niño se ejercitó en tener una vida recia y varonil, en dominar su cuerpo y mente.

Dormir en el suelo, soportar heladas sin abrigo y días de sol calcinante en la plantación del campo, arriesgar la vida constantemente para cumplir con su misión, subsistir años de hambruna, vivir en un infierno entre personas con actitudes primitivas, dormir en barracas hacinadas, no le causaba la más mínima dificultad, y menos todavía crisis, porque tenía muchos años de entrenamiento en la reciedumbre, y especialmente en aceptar activa y filialmente la voluntad de Dios en cada momento de su vida, sintiéndose abrazado por la maternal presencia de María en su corazón.

 

Fidelidad filial a la Iglesia, al Papa, en los momentos más difíciles

El P. Kentenich pasó por duras luchas internas en su juventud. Estas le abrieron los ojos desde muy temprano respecto a la importancia de una sana relación con todo lo creado, como camino seguro hacia una vinculación profunda y auténtica con Dios y, por ende, hacia la ordenación completa del organismo de vinculaciones del ser humano.

Ahora, después de la guerra, durante la cual su Obra había sido probada hasta el extremo, al advertir que estas vinculaciones humanas fueron elementales no sólo para subsistir, sino incluso para el crecimiento de sus hijos en la vida espiritual y en la santidad, se sintió en la obligación de plantearle a la Iglesia la necesidad de enraizar el amor de Dios en el alma a través de lo humano y de todo lo creado, como medio para llegar al amor a Dios.

O sea, no bastaba con que la Iglesia construyera escuelas, orfanatos, templos y seminarios, y que los católicos fueran a misa todos los domingos. Era necesario que la fe penetrara la vida, y eso no sería posible si no se profundizaba el organismo de vinculaciones naturales y sobrenaturales; de otra forma la Iglesia no podría resistir a los embates del tiempo moderno.

El 31 de mayo de 1949 el P. Kentenich deposita sobre el altar del Santuario de Schoenstatt en Santiago, Chile, la primera parte de una larga carta que enviaría al obispo de Tréveris —diócesis en la que se encuentra Schoenstatt—, en la que expresa estas ideas con todo respeto, pero a la vez con absoluta claridad. Propone una forma de pensar, amar y vivir orgánica, contrapuesta a una mecanicista, que no refleja en la vida los valores cristianos, y llega a afirmar que en este punto se juegan los destinos de la Iglesia y del mundo.

La Iglesia no estaba preparada para hacer un análisis crítico de su propia realidad. Interpretando que se trataba de una crítica a su jerarquía, se separó al P. Kentenich de su fundación. La Iglesia probó con dureza su fidelidad. A través del Concilio Vaticano II, que duró tres años, la Iglesia fue abriendo su concepción de sí misma, y justo al finalizar el mismo, el P. Kentenich fue liberado de todas restricciones que pesaban sobre él, sin que se encontrara fundamento justificado a ninguna reclamación.

 

Paz interior

El P. Kentenich fue siempre fiel a Roma, fiel a la Iglesia. Jamás se le vio con amargura o desazón. Al respecto de cuestiones que consideraba incorrectas, siempre se dirigía en privado a la autoridad. Era obediente a toda orden que recibía, pero a la vez, expresaba con claridad su posición. En los 14 años de separación de su Obra fue probado duramente. Siempre respondió con paz interior. Sin duda su visión de la Iglesia era una más iluminada, transparente, humana, comprometida con la realidad del mundo, y santa. Esto no fue simplemente una idea, sino que la Divina Providencia fue conduciéndolo a que su fundación tuviera como meta vivir estos valores.

En un tiempo en que la fidelidad al Papa tambalea en muchas personas, algunas de forma intencional y pública, en otras por inseguridad y en forma privada, la figura del P. José Kentenich marca muchos corazones en una dirección: Fidelidad incondicional al sucesor de Pedro, al vicario de Cristo. Sobre la crisis actual, no hay duda que no se debe negar la realidad, no se debe ignorar la verdad. Debe haber justicia. Se debe proteger a las víctimas y ayudarles a sanar, de la mano de la justicia.

A la vez, el ejemplo del P. Kentenich compele. Mueve a tener una fidelidad incondicional a la Iglesia, al santo Padre. Mueve a confiar que el Papa actúa de la mejor forma que puede, dentro de las ilimitadas limitaciones de su humanidad. Desde esta perspectiva se entiende que fidelidad a Jesús implica que al Papa no se le exige, sino que se le respeta, se lo protege y se le obedece en humildad y amor, sin excepciones.

 

“Tú eres Pedro”

Por la misión que el Espíritu Santo infundiera al Santo Padre, el testimonio de vida del P. Kentenich invita a los católicos a llevar una profunda vida de santidad y de filialidad y fidelidad radicales al Papa, y en el Papa, a Jesús. Una simple frase puede resolver para los católicos una de las preguntas más cruciales en un tiempo de dudas, intrigas y crisis: “Tú eres Pedro”. Y podemos quedarnos tranquilos, que Pedro, responde en su conciencia, directamente al Señor.

El P. Eduardo Aguirre, postulador de la causa de beatificación del P. Kentenich, recuerda la misión heredada del fundador de Schoenstatt: “El P. Kentenich conscientemente no habla de su carisma, sino del carisma y de la misión de Schoenstatt para la Iglesia y el mundo en el tiempo actual. Esta es la herencia que hemos recibido de él y que queremos asumir de nuevo y más conscientemente, especialmente en este Año del P. Kentenich, para llevarla a la Iglesia.

 

Desafío

El carisma de P. Kentenich es nuestro carisma. Por consiguiente, es un desafío para nosotros – 50 años después de su muerte – y es nuestra responsabilidad, que su carisma se realice y sea fecundo en la Iglesia y el mundo… Con el espíritu del fundador, queremos proyectarnos en el futuro con él.” Y sobre la relación de la misión del schoenstattiano con el Papa Francisco, expresa Aguirre: “Por encima de todo, cada uno de nosotros y juntos en nuestras comunidades, estamos llamados a seguir el camino de la santidad que nos señala el Papa Francisco en su exhortación apostólica, Gaudate et exultate, del 19 de marzo 2018. Así seremos los mejores testigos de la santidad de nuestro padre y fundador.”

El texto completo de la carta puede leerse aquí.

 

 

 

13/09/2018-13:43
Isabel Orellana Vilches

Exaltación de la Santa Cruz, 14 de septiembre

«La señal del cristiano, único camino para conquistar la unión con la Santísima Trinidad, condición puesta por Cristo para seguirle. Motivo de gozo y esperanza, signo de nuestra salvación»

Los cristianos sabemos que la señal que nos identifica es la Santa Cruz. Lo aprendimos en el catecismo y el Evangelio nos enseña que cualquiera que se disponga a seguir a Cristo tiene en ella su única brújula, la que va a guiarle por el camino que lleva a la unión con la Santísima Trinidad. Es la condición puesta por Él: «Si alguno quiere venir en pos de mí,niéguese a sí mismo, tome su cruz cada díay sígame» (Lc 9, 23). San Juan de la Cruz lo recordaba con estas palabras: «Quien busca la gloria de Cristo y no busca la cruz de Cristo, no busca a Cristo». La cruz exige renunciar por amor a Él y al prójimo a lo que más cuesta. Quien no la acepta no sabe amar. Requiere coherencia, disponibilidad, valentía, etc. Dios rechaza la tibieza. Cuando la cruz se acepta con alegría resulta liviana; fortalece y dispone para superar las dificultades que se presentan.

No hay integrante de la vida santa que no haya contemplado este «árbol de la vida»; todos se han abrazado a él. El beato Charles de Foucauld advertía: «Sin cruz, no hay unión a Jesús crucificado, ni a Jesús Salvador. Abracemos su cruz, y si queremos trabajar por la salvación de las almas con Jesús, que nuestra vida sea una vida crucificada». No hay otra vía para alcanzar la santidad, como también reconocía santa Maravillas de Jesús: «El camino de la propia santificación es el santo misterio de la cruz» .La cruz confiere sentido al sufrimiento humano, ilumina y consuela en las fatigas del camino, inunda de esperanza el corazón, suaviza las circunstancias más adversas, lima toda aspereza. «Poned los ojos en el Crucificado y se os hará todo poco...»,
manifestaba santa Teresa de Jesús.

El «árbol de la cruz» es el símbolo de la Salvación. Contiene todos los matices semánticos que se atribuyen a la expresión exaltar. Se reconocen en el santo madero los excelsos méritos que Cristo le otorgó con su propia vida, ya que en él estuvo «colgado» salvando al mundo libremente, mostrando su insondable amor. Se deja correr el caudal de pasión que inspira cuando se contempla, induciéndonos a ir a él y adorarlo. La cruz es signo de unidad, de paz y de reconciliación, es el distintivo de los «ciudadanos del cielo» (Flp 3, 20), llave que nos abre sus puertas. «O morir o padecer; no os pido otra cosa para mí. En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es camino para el cielo», expresaba Teresa de Jesús. Solo es «necedad», como decía san Pablo, para los que se pierden; para el resto, es «fuerza de Dios»: «Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan —para nosotros— es fuerza de Dios [...]. Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres»(I Corintios 1, 18ss).

Esta festividad rememora el acontecimiento que se produjo el 14 de septiembre del año 320, cuando la emperatriz de Constantinopla, santa Elena, madre de Constantino el Grande, encontró el madero (Vera Cruz) en el que murió el Redentor. Hechos extraordinarios marcaron este momento: la resurrección de una persona y la aparición de la cruz en el cielo. Para albergar esta excelsa reliquia —signo de la victoria de Cristo, manifestación del perdón y de la misericordia de Dios, esperanza para los creyentes, centro de nuestra fe—, santa Elena y Constantino hicieron construir la basílica del Santo Sepulcro. Unos siglos más tarde, en el 614, el rey de Persia, Cosroes II, conquistó Jerusalén y tomó como trofeo la Vera Cruz, el venerado emblema cristiano que se custodiaba en el templo. Mofándose de los cristianos, lo utilizó como escabel de sus pies. Pero catorce años más tarde el emperador Heraclio, una vez que derrotó a los persas, pudo devolver el santo madero a Constantinopla. Después, fue trasladado a Jerusalén el 14 de septiembre del año 628.

Al parecer, cuando Heraclio se propuso introducir la cruz solemnemente no pudo cargarla sobre sus hombros; se quedó paralizado. El patriarca Zacarías, que formaba parte de la comitiva caminando a su lado, señaló que el esplendor de la procesión nada tenía que ver con la faz de Cristo humilde y doliente en su camino hacia el Calvario. El emperador se desprendió de sus ricas vestiduras y de la corona que ceñía su cabeza, y cubierto con una humilde túnica pudo transportar la cruz caminando descalzo por las calles de Jerusalén para depositarla en el lugar de donde había sido arrebatada siglos atrás. Desde entonces se celebra litúrgicamente esta festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. Con objeto de evitar otro expolio, fue dividida en cuatro fragmentos. Uno de ellos quedó custodiado en Jerusalén en un cofre de plata; otro se llevó a Roma, un tercero a Constantinopla y el resto fue convertido en minúsculas astillas que se repartieron en templos dispersos por el mundo.

Esta fecha litúrgica es crucial para los creyentes. La cruz no es un ninguna tragedia, como no lo es amarla, algo que resultará extraño fuera de la fe. Es una bendita «locura» que inunda el corazón de gozo. Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) lo advertía:«ayudar a Cristo a llevar la cruz proporciona una alegría fuerte y pura». No la rehuyamos. Cristo nos ayuda a portarla con su gracia; sigue compartiéndola con nosotros. Que un día no nos tenga que decir lo que en celeste coloquio le confió al Padre Pío: «Casi todos vienen a Mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla».