Servicio diario - 25 de septiembre de 2018


 

Estonia: "No habéis conquistado vuestra libertad para ser esclavos del consumismo o el individualismo"
Rosa Die Alcolea

Jóvenes de Estonia: "¡El amor no está muerto, nos llama y nos envía!"
Rosa Die Alcolea

Francisco llega a Estonia, uno de los países más ateos del mundo
Rosa Die Alcolea

Estonia: El Papa advierte del "cansancio existencial" en la sociedad de bienestar
Rosa Die Alcolea

Estonia: para la presidenta Kersti Kaljulaid, la libertad religiosa, "piedra angular de la democracia"
Anita Bourdin

El Papa se despide de Lituania antes de partir a Estonia
Rosa Die Alcolea

España: Mons. Ángel Fernández Collado, nuevo obispo de Albacete
Redacción

Padre Antonio Rivero: "¡Fuera la intolerancia en nuestra vida!"
Antonio Rivero

Beato Pablo VI, 26 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

25/09/2018-16:41
Rosa Die Alcolea

Estonia: "No habéis conquistado vuestra libertad para ser esclavos del consumismo o el individualismo"

(ZENIT – 25 sept. 2018).- “Vosotros no habéis conquistado vuestra libertad para terminar esclavos del consumo, del individualismo, o del afán de poder o dominio” ha dicho el Papa a los estonios en la Misa celebrada en la Plaza de la Libertad, en Tallin, este martes, 25 de septiembre de 2018, última día de su viaje apostólico, en el marco del centenario de la declaración de independencia de las 3 naciones: Lituania, Letonia y Estonia.

A las 15:45 hora local (14:45 h. de Roma), ha comenzado la Eucaristía, que ha concelebrado Mons. Philippe Jourdan, administrador apostólico y único obispo de Estonia.

“Tenemos que perder el miedo y salir de los espacios blindados, porque hoy la mayoría de los estonios no se reconocen como creyentes”, ha exhortado el Santo Padre. “Salir a promover la relación con Dios, a facilitarla, a favorecer un encuentro amoroso con aquel que está gritando «venid a mí»”.

El Papa ha dicho en Tallin, capital de un país en que el 75% de la población no cree en Dios –afirmó el administrador apostólico–: “Algunos se consideran libres cuando viven sin Dios o al margen de él. No advierten que de ese modo transitan por esta vida como huérfanos, sin un hogar donde volver”. Ha continuado: «Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte».

El Papa ha hecho un llamamiento al pueblo estonio: “Nos toca a nosotros, al igual que al pueblo salido de Egipto, escuchar y buscar” y ha explicado que “la ética nos pone en relación con un Dios” que espera de nosotros una respuesta libre y comprometida con los demás y con nuestro entorno, que está fuera de las categorías del mercado.

 

“Que nos despierte el corazón”

“Qué bueno es sentirse parte de un pueblo”, el Papa ha elogiado el orgullo del pueblo estonio por ser “independientes y libres” y ha recordado el canto “Soy estonio, me quedaré estonio, estonio es algo bueno, somos estonios”.

Vayamos a la montaña santa, a la de Moisés, a la de Jesús, y pidámosle –como dice el lema de esta visita–, que nos despierte el corazón, que nos regale el don del Espíritu para discernir en cada momento de la historia cómo ser libres, cómo abrazar el bien y sentirnos elegidos, cómo dejar que Dios haga crecer, aquí en Estonia y en el mundo entero, su nación santa, su pueblo sacerdotal, ha exhortado Francisco.

Al final de la celebración, antes de la bendición final, Mons. Philippe Jourdan, ha agradecido al Papa su visita al país, y se han intercambiado unos regalos: El Papa ha regalado a la Iglesia de Estonia un cáliz para la Catedral.

Sigue la homilía del Papa Francisco en la celebración eucarística en Tallin, Estonia.

***

 

Homilía del Santo Padre

Al escuchar, en la primera lectura, la llegada del pueblo hebreo —una vez liberado de la esclavitud en Egipto— al monte Sinaí (cf. Ex 19,1) es imposible no pensar en vosotros como pueblo; es imposible no pensar en toda la nación de Estonia y en todos los países Bálticos. ¿Cómo no recordaros en aquella “revolución cantada”, o en aquella fila de 2 millones de personas desde aquí hasta Vilna? Vosotros sabéis de luchas por la libertad, podéis identificaros con aquel pueblo. Nos hará bien, entonces, escuchar qué le dice Dios a Moisés, para discernir qué nos dice a nosotros como pueblo. 

El pueblo que llega hasta el Sinaí es un pueblo que ya ha visto el amor de su Dios expresado en los milagros y portentos, es un pueblo que decide hacer un pacto de amor porque Dios ya lo amó primero y le expresó ese amor. No está obligado, Dios lo quiere libre. Cuando decimos que somos cristianos, cuando abrazamos un estilo de vida, lo hacemos sin presiones, sin que sea un intercambio donde cumplimos si Dios cumple. Pero, sobre todo, sabemos que la propuesta de Dios no nos quita nada, al contrario, lleva a la plenitud, potencia todas las aspiraciones del hombre. Algunos se consideran libres cuando viven sin Dios o al margen de él. No advierten que de ese modo transitan por esta vida como huérfanos, sin un hogar donde volver. «Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 170). 

Nos toca a nosotros, al igual que al pueblo salido de Egipto, escuchar y buscar. A veces algunos piensan que la fuerza de un pueblo se mide hoy desde otros parámetros. Hay quien habla con un tono más alto, quien al hablar parece más seguro —sin fisuras ni titubeos—, hay quien al gritar añade amenazas de armamento, despliegue de tropas, estrategias… Este es el que parece más “firme”. Pero eso no es “buscar” la voluntad de Dios; sino un acumular para imponerse desde el tener. Esta actitud esconde en sí un rechazo a la ética y, en ella, a Dios. Pues la ética nos pone en relación con un Dios que espera de nosotros una respuesta libre y comprometida con los demás y con nuestro entorno, que está fuera de las categorías del mercado (cf. ibíd., 57). Vosotros no habéis conquistado vuestra libertad para terminar esclavos del consumo, del individualismo, o del afán de poder o dominio. 

Dios conoce lo que necesitamos, lo que a menudo escondemos detrás del afán de tener; también nuestras inseguridades resueltas desde el poder. Esa sed, que habita en todo corazón humano, Jesús, en el Evangelio que hemos escuchado, nos anima a resolverla yendo a su encuentro. Él es quien puede saciarnos, llenarnos de la plenitud que tiene la fecundidad de su agua, su pureza, su fuerza arrolladora. La fe es también caer en la cuenta de que él vive y nos ama; no nos abandona y, por eso, es capaz de intervenir misteriosamente en nuestra historia; él saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad (cf. ibíd., 278). 

En el desierto, el pueblo de Israel va a caer en la tentación de buscarse otros dioses, de adorar el becerro de oro, de confiar en sus propias fuerzas. Pero Dios siempre lo atrae nuevamente, y ellos recordarán lo que escucharon y vieron en el monte. Como aquel pueblo, nosotros nos sabemos pueblo “elegido, sacerdotal y santo” (cf. Ex 19,6; 1 P 2,9), el Espíritu es el que nos recuerda todas estas cosas (cf. Jn 14,26). 

Elegidos no significa exclusivos, ni sectarios; somos la pequeña porción que tiene que fermentar toda la masa, que no se esconde ni se aparta, que no se considera mejor ni más pura. El águila pone a resguardo sus polluelos, los lleva a lugares escarpados hasta que pueden valerse por sí mismos, pero tiene que empujarlos para que salgan de ese lugar de confort. Agita a su nidada, tira a los polluelos al vacío para que pongan en juego sus alas; y se pone debajo para protegerlos, para evitar que se hagan daño. Así es Dios con su pueblo elegido, lo quiere en “salida”, arriesgado en su vuelo y siempre protegido solo por él. Tenemos que perder el miedo y salir de los espacios blindados, porque hoy la mayoría de los estonios no se reconocen como creyentes. 

Salir como sacerdotes; lo somos por el bautismo. Salir a promover la relación con Dios, a facilitarla, a favorecer un encuentro amoroso con aquel que está gritando «venid a mí» (Mt 11,28). Necesitamos crecer en una mirada cercana para contemplar, conmovernos y detenernos ante el otro, cuantas veces sea necesario. Este es el “arte del acompañamiento” que se realiza con el ritmo sanador de la “projimidad”, con una mirada respetuosa y llena de compasión que es capaz de sanar, desatar ataduras y hacer crecer en la vida cristiana (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 169). 

Y dar testimonio de ser un pueblo santo. Podemos caer en la tentación de pensar que la santidad es solo para algunos. Sin embargo, «todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 14). Pero, así como el agua en el desierto no era un bien personal sino comunitario, así como el maná no podía ser acumulado porque se echaba a perder, del mismo modo la santidad vivida se expande, fluye, fecunda todo lo que está a sus márgenes. Hoy elegimos ser santos saneando los márgenes y las periferias de nuestra sociedad, allí donde nuestro hermano yace y sufre el descarte. No dejemos que sea el que viene detrás de mí el que dé el paso para socorrerlo, ni tampoco que sea una cuestión para resolver desde las instituciones; que seamos nosotros mismos los que fijemos nuestra mirada en ese hermano y le tendamos la mano para levantarlo, pues en él está la imagen de Dios, es un hermano redimido por Jesucristo. Esto es ser cristianos y la santidad vivida en el día a día (cf. ibíd., 98). 

Vosotros habéis manifestado en vuestra historia el orgullo de ser estonios, lo cantáis diciendo: “Soy estonio, me quedaré estonio, estonio es algo bueno, somos estonios”. Qué bueno es sentirse parte de un pueblo, qué bueno es ser independientes y libres. Vayamos a la montaña santa, a la de Moisés, a la de Jesús, y pidámosle —como dice el lema de esta visita—, que nos despierte el corazón, que nos regale el don del Espíritu para discernir en cada momento de la historia cómo ser libres, cómo abrazar el bien y sentirnos elegidos, cómo dejar que Dios haga crecer, aquí en Estonia y en el mundo entero, su nación santa, su pueblo sacerdotal. 

***

 

Palabras de agradecimiento

“Gracias por vuestra acogida”

Antes de la bendición final, y de concluir este Viaje Apostólico en Lituania, Letonia y Estonia, deseo expresaros mi gratitud, comenzando por el administrador apostólico de Estonia. Gracias por vuestra acogida, expresión de un pequeño rebaño con un corazón grande. Renuevo mi gratitud a la señora Presidenta de la República y a las demás autoridades del país. Pienso de modo especial en todos los hermanos cristianos, en particular en los luteranos que, tanto aquí en Estonia como en Letonia, han acogido los encuentros ecuménicos. Que el Señor siga guiándonos por el camino de la comunión. Gracias a todos.

 

 

 

25/09/2018-19:58
Rosa Die Alcolea

Jóvenes de Estonia: "¡El amor no está muerto, nos llama y nos envía!"

(ZENIT — 25 sept. 2018).- "El amor no está muerto, nos llama y nos envía. ¡No, no! ¡El amor no esta muerto! Solo pide abrir el corazón. Pedimos la fuerza apostólica para llevar el Evangelio a otros, pero ofrecerlo, no imponerlo, y renunciar a hacer un museo de memorias de nuestra vida cristiana".

El Papa Francisco ha querido infundir un mensaje de esperanza y de "amor vivo" a los jóvenes cristianos de Estonia, reunidos hoy en la iglesia luterana Kaarli, en Tallin, para celebrar un encuentro ecuménico con el Pastor de la Iglesia Católica, en el último día de su viaje apostólico a los Países Bálticos, 25 de septiembre de 2018.

 

Novedad que trae Dios

"Aceptemos juntos esa novedad que trae Dios a nuestra vida; esa novedad que nos empuja a partir una y otra vez, para ir allí donde está la humanidad más herida", les ha animado el Papa. "Allí donde los hombres, más allá de la apariencia de superficialidad y conformismo, siguen buscando una respuesta a la pregunta por el sentido de sus vidas. Pero nunca iremos solos: Dios viene con nosotros", ha impulsado el Pontífice a los jóvenes estonios.

La reunión se abrió con un saludo del arzobispo luterano Urmas Viilma, quien lamentó un "analfabetismo religioso" entre los jóvenes, a pesar de que Estonia fue un país pionero en el campo de la tecnología de la información. El Arzobispo alentó a los jóvenes a defender su derecho a conocer la fe cristiana "sin desviaciones y prejuicios".

En el transcurso de la celebración, 3 grupos de jóvenes, de diferentes creencias religiosas, han cantado unas canciones y, de manera alternada con los cantos, tres jóvenes han ofrecido al Papa su testimonio personal: una joven luterana, un chico ortodoxo y otro joven católico.

 

Música como expresión

Dos jóvenes han presentado el acto, y al introducir las canciones que han interpretado interpretadas por un coro: "Para nosotros, en Estonia, la música es una forma de expresar nuestros sentimientos y mostrar nuestro afecto. Papa Francisco, hoy queremos darte el regalo de nuestra música. "Seguí el testimonio de Lisbel, de 18 años, luterana, hija de un padre alcohólico violento. Fue el descubrimiento de la fe lo que la sacó del odio: "El amor de Jesús me dio la fuerza para perdonar por completo a mi padre y liberarme de todos los malos recuerdos. "

El Papa ha llegado a la iglesia luterana Kaarli, en Tallin, a las 11:50 hora local (10:50 hora de Roma). A su llegada, el Santo Padre ha sido recibido por el Arzobispo Luterano y el Pastor de la Iglesia.

En el atrio, un grupo de niños de diferentes escuelas cristianas le han dado al Papa unas flores mientras cantaban canciones populares estonias. El Papa Francisco ha entrado en procesión al templo, junto con el Arzobispo Luterano, el Pastor de la Iglesia de San Carlos y el Administrador Apostólico de Tallin.

 

Jóvenes irritados

Francisco ha admitido que "muchos jóvenes no nos piden nada porque no nos consideran interlocutores significativos para su existencia", refiriéndose a la Iglesia Católica.

Algunos jóvenes —ha indicado el Papa— piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante. Les indignan los escándalos económicos y sexuales ante los que no ven una firme condena, el no saber interpretar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes por falta de preparación, o simplemente el rol pasivo que les asignamos, se recoge en el documento sobre el que trabajarán los obispos en el próximo Sínodo dedicado a los Jóvenes (Instrumentum laboris), que se celebrará en Roma del 3 al 28 de octubre.

***

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos jóvenes:

Gracias por vuestra cálida bienvenida, por vuestros cantos y los testimonios de Lisbel, Tauri y Mirko. Agradezco las gentiles palabras del arzobispo de la Iglesia evangélica luterana de Estonia, Urmas Viilma, como también la presencia del Presidente del Consejo de Iglesias de Estonia, arzobispo Andrés Póder, la del obispo Mons. Philippe Jourdan, administrador apostólico en Estonia, y la de los demás representantes de las distintas confesiones cristianas presentes en el país.

Siempre es bueno reunirnos, compartir testimonios de vida, expresar lo que pensamos y queremos; y es muy lindo estar juntos los que creemos en Jesucristo. Estos encuentros hacen realidad aquel sueño de Jesús en la última cena: «Que todos sean uno, [...] para que el mundo crea» (Jn 17,21). Si nos esforzamos por vernos como peregrinos que hacen el camino juntos, aprenderemos a confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, mirando solamente lo que en realidad buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Y como la paz es artesanal, confiarse al otro es también algo artesanal, y es fuente de felicidad: «Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9).

La gran pintura que está en el ábside de esta iglesia contiene una frase del evangelio de san Mateo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Vosotros, jóvenes cristianos, os podéis identificar con algunos elementos de esta parte del evangelio.

En las narraciones anteriores, Mateo nos cuenta que Jesús viene acumulando desengaños. Primero se queja porque parece que a los que se dirige nada les cae bien (cf. Mt 11,16-19). A vosotros jóvenes os sucede a menudo que los adultos que tenéis cerca no saben lo que quieren o esperan de vosotros; o a veces, cuando os ven muy alegres, desconfían; y si os ven angustiados, relativizan lo que os pasa. En la consulta previa al Sínodo, que celebraremos dentro de poco y en el que reflexionaremos sobre los jóvenes, muchos de vosotros pedís que alguien os acompañe y os comprenda sin juzgar y que sepa escucharos, como también que responda a vuestros interrogantes (cf. Sínodo dedicado a los Jóvenes, Instrumentum laboris, 132). Nuestras iglesias cristianas —y me animo a decir que todo proceso religioso estructurado institucionalmente— a veces arrastra estilos donde nos ha sido más fácil hablar, aconsejar y proponer desde nuestra experiencia, que escuchar, dejarnos interpelar e iluminar desde lo que vosotros vivís. Sabemos que vosotros queréis y «esperáis ser acompañados no por un juez inflexible o por un padre temeroso y sobreprotector que crea dependencia, sino por alguien que no tiene miedo de su propia debilidad y sabe hacer resplandecer el tesoro que, como recipiente de barro, protege dentro de sí (cf. 2 Co 4)» (ibíd., 142).

Hoy aquí deseo deciros que queremos llorar con vosotros si estáis llorando, acompañar con nuestras palmas y nuestra risa vuestras alegrías, ayudaros a vivir el seguimiento del Señor. También Jesús se queja de las ciudades que ha visitado haciendo en ellas más milagros y teniendo con ellas mayores gestos de ternura y cercanía; se lamenta de la falta de tino que tienen para darse cuenta de que el cambio que les venía a proponer era urgente, no podía esperar. Hasta llega a decir que son más tercas y obcecadas que Sodoma (cf. Mt 20-24). Y cuando los adultos nos cerramos a una realidad que ya es un hecho, vosotros nos decís con franqueza: "¿Es que no lo veis?". Y algunos más valientes os animáis a más: "¿No percibís que ya nadie os escucha, ni os cree?". En verdad nos falta convertirnos, descubrir que para estar a vuestro lado debemos revertir tantas situaciones que son, en definitiva, las que os alejan.

Sabemos —así nos lo habéis dicho— que muchos jóvenes no nos piden nada porque no nos consideran interlocutores significativos para su existencia. Algunos incluso, piden que los dejemos en paz, sienten la presencia de la Iglesia como algo molesto y hasta irritante. Les indignan los escándalos económicos y sexuales ante los que no ven una firme condena, el no saber interpretar adecuadamente la vida y la sensibilidad de los jóvenes por falta de preparación, o simplemente el rol pasivo que les asignamos (cf. Sínodo dedicado a los Jóvenes, Instrumentum laboris, 66); estos son algunos de sus reclamos. Queremos responder a ellos, queremos, como vosotros mismos lo expresáis, ser una «comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, asequible, alegre e interactiva» (ibíd., 67).

Antes de llegar al escrito del Evangelio que preside este templo, Jesús comienza haciendo una alabanza al Padre. Lo hace porque se percata de que los que sí se han dado cuenta, los que entienden el centro de su mensaje y de su persona, son los pequeños. Al veros así, reunidos, cantando, yo me uno a la voz de Jesús y me admiro, porque vosotros, a pesar de nuestras faltas de testimonio, seguís descubriendo a Jesús en el seno de nuestras comunidades. Porque sabemos que donde está Jesús siempre hay renovación, siempre hay oportunidad para la conversión, para dejar atrás todo lo que nos aparta de él y de nuestros hermanos. Donde está Jesús la vida siempre tiene sabor a Espíritu Santo. Vosotros, hoy aquí, sois la actualización de aquella admiración de Jesús.

Entonces sí, volvemos a decir: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Pero lo decimos convencidos de que más allá de nuestros límites, de nuestras divisiones, Jesús sigue siendo la razón de ser para estar aquí. Sabemos que no hay alivio más grande que dejar que Jesús lleve nuestros agobios. También sabemos que hay muchos que todavía no lo conocen y viven en la tristeza y el desconcierto. Una famosa cantante vuestra, hace unos diez años decía en una de sus canciones: «El amor ha muerto, el amor se ha ido, el amor ya no vive aquí» (Kerli Koiv, El amor ha muerto). ¡No, por favor! ¡Hagamos que el amor esté vivo, y todos debemos hacer esto! Y son tantos los que hacen esa experiencia: ven que se termina el amor de sus padres, se disuelve el amor de pareja apenas casados, experimentan el desamor cuando a nadie le importa que tengan que emigrar a buscar trabajo o se los mire de reojo por ser extranjeros. Pareciera que el amor ha muerto, pero nosotros sabemos que no, y tenemos una palabra que decir, algo que anunciar, con pocos discursos y muchos gestos. Porque vosotros sois la generación de la imagen y de la acción sobre la especulación, la teoría.

Y así le gusta a Jesús; porque él pasó haciendo el bien, y al morir privilegió el gesto contundente de la cruz sobre las palabras. A nosotros nos une la fe en Jesús, y es él el que está esperando que lo llevemos a todos los jóvenes que han perdido el sentido de sus vidas. Aceptemos juntos esa novedad que trae Dios a nuestra vida; esa novedad que nos empuja a partir una y otra vez, para ir allí donde está la humanidad más herida. Allí donde los hombres, más allá de la apariencia de superficialidad y conformismo, siguen buscando una respuesta a la pregunta por el sentido de sus vidas. Pero nunca iremos solos: Dios viene con nosotros; él no tiene miedo a las periferias, es más, él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8; Jn 1,14). Si nos atrevemos a salir de nosotros mismos e ir a las periferias, allí lo encontraremos, porque Jesús nos primerea en la vida del hermano que sufre y está descartado. Él ya está allí (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 135).

El amor no está muerto, nos llama y nos envía. ¡No, no! ¡El amor no esta muerto! Solo pide abrir el corazón. Pedimos la fuerza apostólica para llevar el Evangelio a otros, pero ofrecerlo, no imponerlo, y renunciar a hacer un museo de memorias de nuestra vida cristiana.

Pidamos el valor apostólico de llevar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. ¡La vida cristiana es vida, es futuro! ¡No es un museo! Dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado, así la Iglesia será capaz de seguir adelante acogiendo en ella las sorpresas del Señor (cf. ibíd., 139), recuperando su juventud, la alegría y la belleza de la esposa que va al encuentro del Señor.

 

 

25/09/2018-11:29
Rosa Die Alcolea

Francisco llega a Estonia, uno de los países más ateos del mundo

(ZENIT — 25 sept. 2018).- Francisco ya está en "Tierra de María", Estonia, en su última día del viaje pontificio a los Países Bálticos, siendo éste uno de los países menos religiosos de Europa, y del mundo.

Estonia, de 45,200 km2 de superficie, cuenta 1.325.000 habitantes, de los que el 69 por ciento son de origen estonio y el 25 por ciento de procedencia rusa, aunque también hay colectivos de ucranianos y bielorrusos. Los idiomas que hablan en el país con Estonio, Vóro, y Seto.

El lema del viaje apostólico del Papa Francisco a Estonia es "¡Despierta mi corazón!", la primera estrofa de una composición musical muy conocida en este país, teniendo en cuenta que un 75% de la población no tiene ninguna religión, indicó el Administrador apostólico y único obispo de Estonia, Mons. Philippe Jean-Charles Jourdan.

"Es un número pequeño, pero ha crecido mucho desde el año 91, cuando había unos 2.500", señaló el obispo católico a los medios de comunicación recientemente.

Monseñor Philippe Jean-Charles Jourdan es, desde 2005, el único obispo de Estonia. Esta nación no tiene una conferencia episcopal sino una Administración Apostólica y solo un obispo. En cambio, Lituania y Letonia si tienen conferencias episcopales.

 

Menos del 1,2% de la población es católica

Según el informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada, el 54% de la población no practica ninguna religión, el 29% practica otras religiones diferentes al cristianismo, y solo el 23,3% de los estonios son cristianos, de los cuales; el 13.7% son ortodoxos, el 8,4% son protestantes, y dentro del 1,2% restantes se encuentran los católicos.

La Constitución establece que todos tienen derecho a practicar su religión, individual o colectivamente, en público o en privado. Solo se hacen excepciones a esta norma si esta libertad es "perjudicial para el orden, la salud o la moral públicas".

 

Tierra de María

Desde hace siglos, esta tierra es llamada "Tierra de María", Maarjamaa, ha indicado el Papa en su discurso a la Presidenta de la República y a las autoridades, en el Palacio Presidencial en Tallin.

Francisco ha señalado: "Un nombre que no pertenece solamente a vuestra historia, sino que es parte de vuestra cultura. Pensar en María, me evoca dos palabras: memoria y fecundidad. Ella es la mujer de la memoria, que guarda todo lo que vive, como un tesoro en su corazón (cf. Lc 2,19) y es la madre fecunda que engendra la vida de su hijo. De ahí que me gustaría pensar en Estonia como tierra de memoria y de fecundidad".

Hace ochocientos años Estonia es la "Tierra Mariana". Fue el 6 de septiembre de 1215 que el Papa Inocencio III aprobó que la, entonces llamada Livonia, fuese consagrada a la Virgen María. (Por ocasión de la Consagración, Letonia y Estonia de hoy formaban un solo país: Livonia)

Ella fue una de las primeras naciones a consagrarse a Nuestra Señora. Y es por eso que, desde entonces, Estonia es conocida también con el nombre de "Tierra Mariana".

 

Libertad religiosa

Según el Informe de Freedom House, la libertad religiosa se respeta enormemente en Estonia tanto en la teoría como en la práctica. Algunos medios de comunicación occidentales están sensibilizados, basándose en ocasiones en consideraciones tendenciosas, ante lo que perciben como la xenofobia y antisemitismo imperecederos de los países bálticos. Es posible que las informaciones rusas, a través de la difamación y la desinformación, alimenten esta impresión en Occidente.

 

 

25/09/2018-12:02
Rosa Die Alcolea

Estonia: El Papa advierte del "cansancio existencial" en la sociedad de bienestar

(ZENIT – 25 sept. 2018).- “Ser tierra de la memoria es animarse a recordar que el lugar que habéis alcanzado hoy día es gracias al esfuerzo, al trabajo, al espíritu y a la fe de vuestros mayores” ha dicho esta mañana el Papa Francisco a la presidente de Estonia, y a las autoridades civiles y diplomáticas.

“Mirando vuestro pasado y vuestro presente, encontramos razones para mirar el futuro con esperanza frente a los nuevos desafíos que se os presentan”, el Papa ha infundido valor y esperanza a las autoridades civiles y políticas de Estonia, un país en el que más de la mitad de la población no practica ninguna religión.

Francisco ha llegado esta mañana al país, a las 9:15 hora local (8:15 h. en Roma) en avión, al Aeropuerto Internacional de Tallin, donde lo ha recibido la Presidente de la República, Kersti Kaljulaid, y cuatro niños vestido con coloridos trajes típicos le han entregado unas flores, en honor a su llegada al país.

La Presidenta ha acompañado al Papa a una sala reservada en el aeropuerto, donde un coro de niños ha cantado al Santo Padre un canto tradicional. Entonces el Papa se ha trasladado en coche al Palacio Presidencial para la ceremonia de bienvenida a Estonia.

En el Palacio Presidencial ha tenido lugar la visita de cortesía a la Presidenta de la República, que ha invitado al Papa a entrar en el edificio para firmar el libro de honores, y tener una conversación en privado para terminar con el intercambio de dones.

Asimismo, la presidenta estonia Kersti Kaljulaid ha presentado al Santo Padre a su familia, y después han salido al jardín de las rosas, donde se ha celebrado el encuentro con las autoridades política, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

 

Pasos de gigante

En los últimos poco más de 25 años, la sociedad de Estonia ha dado “pasos de gigante”, ha reconocido el Papa Francisco en su discurso a las autoridades, y “vuestro país, aun siendo pequeño, se encuentra en primera línea en el índice de desarrollo humano, en su capacidad de innovación, además de demostrar un alto nivel en lo relativo a la libertad de prensa, democracia y libertad”.

Sin embargo, el Papa ha recordado que “el bienestar y el vivir bien no siempre son sinónimos”. Y ha explicado que una de las consecuencias que podemos observar en nuestras sociedades tecnocráticas es la “pérdida del sentido de la vida”, de la “alegría de vivir” y, por tanto, un apagarse lento y silencioso de la capacidad de asombro, lo cual sumerge muchas veces a los ciudadanos en un “cansancio existencial”.

 

Tierra fecunda

Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto –ha indicado el Pontífice– y podrá engendrar el día de mañana solo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman.

En este sentido, Francisco ha asegurado su apoyo y cercanía a los ciudadanos de Estonia: “Queridos amigos, quiero aseguraros que contáis siempre con el apoyo y la ayuda de la Iglesia católica, pequeña comunidad entre vosotros, pero con muchas ganas de contribuir a la fecundidad de esta tierra”.

***

 

Discurso del Papa Francisco

Señora Presidenta, 

Miembros del Gobierno y autoridades, 

Distinguidos Miembros del Cuerpo Diplomático, 

Excelencias, señoras y señores: 

Estoy muy contento de encontrarme entre vosotros, aquí en Tallin, la capital más septentrional que el Señor me ha regalado visitar. Le agradezco señora Presidenta sus palabras de bienvenida, así como la oportunidad de encontrarme con los representantes del pueblo de Estonia. Sé que entre vosotros hay también una delegación de los sectores de la sociedad civil y del mundo de la cultura, lo que me permite expresaros mi intención de conocer un poco más vuestra cultura, especialmente esa capacidad de resiliencia que os ha permitido recomenzar frente a tantas situaciones de adversidad. 

Desde hace siglos, esta tierra es llamada “Tierra de María”, Maarjamaa. Un nombre que no pertenece solamente a vuestra historia, sino que es parte de vuestra cultura. Pensar en María, me evoca dos palabras: memoria y fecundidad. Ella es la mujer de la memoria, que guarda todo lo que vive, como un tesoro en su corazón (cf. Lc 2,19) y es la madre fecunda que engendra la vida de su hijo. De ahí que me gustaría pensar en Estonia como tierra de memoria y de fecundidad. 

Tierra de memoria 

Vuestro pueblo debió soportar en diversos períodos de la historia momentos duros de sufrimientos y tribulaciones. Luchas por la libertad y la independencia que siempre se veían cuestionadas o amenazadas. Sin embargo, en los últimos poco más de 25 años —en los que habéis reingresado con título pleno en la familia de las naciones— la sociedad de Estonia ha dado “pasos de gigante” y vuestro país, aun siendo pequeño, se encuentra en primera línea en el índice de desarrollo humano, en su capacidad de innovación, además de demostrar un alto nivel en lo relativo a la libertad de prensa, democracia y libertad política. También habéis estrechado vínculos de cooperación y amistad con varios países. Mirando vuestro pasado y vuestro presente, encontramos razones para mirar el futuro con esperanza frente a los nuevos desafíos que se os presentan. Ser tierra de la memoria es animarse a recordar que el lugar que habéis alcanzado hoy día es gracias al esfuerzo, al trabajo, al espíritu y a la fe de vuestros mayores. Cultivar la memoria agradecida permite identificar todos los logros de los que hoy gozáis con una historia de hombres y mujeres que lucharon para que esta libertad fuera posible, y que a su vez os desafía a rendirles homenaje abriendo caminos para los que vendrán después. 

Tierra de fecundidad 

Como lo señalé al inicio de mi ministerio como obispo de Roma, «la humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 52); sin embargo, es necesario recordar con insistencia que el bienestar y el vivir bien no siempre son sinónimos. 

Una de las consecuencias que podemos observar en nuestras sociedades tecnocráticas es la pérdida del sentido de la vida, de la alegría de vivir y, por tanto, un apagarse lento y silencioso de la capacidad de asombro, lo cual sumerge muchas veces a los ciudadanos en un cansancio existencial. La conciencia de pertenecer y de luchar por otros, de estar enraizados en un pueblo, en una cultura, en una familia poco a poco se puede perder privando, especialmente a los más jóvenes, de raíces desde donde construir su presente y su futuro, ya que se les priva de la capacidad de soñar, de arriesgar, de crear. Poner toda la confianza en el progreso tecnológico como única vía posible de desarrollo puede provocar que se pierda la capacidad de crear vínculos interpersonales, intergeneracionales, interculturales. En definitiva, ese tejido vital tan importante para sentirnos parte los unos de los otros y partícipes de un proyecto común en el sentido más amplio de la palabra. De ahí que una de las responsabilidades más importantes que tenemos todos aquellos que asumimos una responsabilidad social, política, educativa, religiosa radica precisamente en cómo nos convertimos en artesanos de vínculos. 

Una tierra fecunda reclama escenarios desde los cuales arraigar y crear una red vital que sea capaz de hacer que los miembros de sus comunidades se sientan “en casa”. No existe peor alienación que experimentar que no se tienen raíces, que no se pertenece a nadie. Una tierra será fecunda, un pueblo dará fruto, y podrá engendrar el día de mañana solo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman; y también en la medida que rompa los círculos que aturden los sentidos alejándonos cada vez más los unos de los otros. En este esfuerzo, queridos amigos, quiero aseguraros que contáis siempre con el apoyo y la ayuda de la Iglesia católica, pequeña comunidad entre vosotros, pero con muchas ganas de contribuir a la fecundidad de esta tierra. 

Señora Presidenta, señoras y señores: Os agradezco de nuevo la bienvenida y la hospitalidad. El Señor os bendiga a vosotros y al querido pueblo estonio. De manera especial, bendiga a los ancianos y a los jóvenes para que, preservando la memoria y haciéndose cargo de ella, hagan de esta tierra un modelo de fecundidad.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

25/09/2018-19:12
Anita Bourdin

Estonia: para la presidenta Kersti Kaljulaid, la libertad religiosa, "piedra angular de la democracia"

(ZENIT — 25 sept. 2018).- Para la presidenta de Estonia Kersti Kaljulaid, la libertad religiosa constituye una "piedra angular de la democracia".

La Presidenta dio la bienvenida al Papa Francisco en el aeropuerto de Tallin y luego en el palacio presidencial, y al encuentro con las autoridades civiles y culturales del país, en el Jardín de las Rosas, este martes, 25 de septiembre de 2018.

Esta es la última etapa del viaje apostólico de cuatro días a los países bálticos: Estonia es el país báltico más septentrional y el menos "creyente". Pero el más innovador.

La presidenta Kersti Kaljulaid, de 49 años, elegida en 2016, habló sobre los 100 años de independencia de Estonia — de la Rusia zarista en 1918 — y afirmó la libertad religiosa como "la piedra angular de la democracia".

Ella recordó el apoyo de la Santa Sede para la independencia del país que luego fue "tomado como rehén por el comunismo".

Ella señaló el "éxito económico" de la nación al afirmar que debe involucrar el "cuidar a los demás".

También mencionó el desafío del "cambio climático" y el "despilfarro" y cómo Estonia responde a él: el ejemplo de un país pequeño puede ser "grande" para los problemas globales.

La presidenta citó a San Pablo: "vencer el mal con el bien" y un verso de un poema de Juan Pablo II, que llegó a Estonia en 1993 — después de la caída del muro de Berlín y el regreso a la libertad — diciendo en esencia que la libertad debe ser "conquistada", que viene como un "regalo" pero que es al mismo tiempo el resultado de una "batalla".

Finalmente, la presidenta recordó que un símbolo de la lucha contra el despilfarro elegido por el país es la vestimenta de San Francisco de Asís. Y concluyó su discurso con la oración franciscana: "Donde haya guerra, ponga yo la paz".

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

 

 

25/09/2018-11:06
Rosa Die Alcolea

El Papa se despide de Lituania antes de partir a Estonia

(ZENIT – 25 sept. 2018).- A primera hora de la mañana, de este martes, 25 de septiembre de 2018, el Papa Francisco se ha despedido de Lituania, de cara al cuarto y último día de su 25º viaje apostólico a los Países Bálticos.

Esta madrugada, a las 7:30 hora local (6:30 hora de Roma), el Santo Padre ha dejado la Nunciatura Apostólica en Vilna, donde ha dormido las 3 noches: sábado 22, domingo 23 y lunes 24 de septiembre.

Desde allí, se ha dirigido al Aeropuerto Internacional de Vilna, donde a las 8:15 hora local, le han despedido la presidenta de la República, Dalia Grybauskaitė, y un grupo de jóvenes y familias.

Al llegar al aeropuerto, la mandataria Grybauskaitė se ha reunido con el Santo Padre en una sala privada, dentro de las instalaciones del recinto.

Además, estaban presentes cerca de 200 voluntarios, que han cantado para el Papa; dos de ellos le han ofrecido un regalo al Santo Padre en recuerdo de la visita, a los que Francisco ha abrazado.

Después de los honores militares y los saludos de las respectivas delegaciones, a las 8.30 hora local (7.30 horas en Roma) el Papa ha subido al avión, un CS300 de AirBaltic, con destino a Tallin en Estonia.

 

 

 

25/09/2018-17:45
Redacción

España: Mons. Ángel Fernández Collado,

(ZENIT — 25 sept. 2018).- El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Albacete (España), presentada por Mons. Ciriaco Benavente Mateos, y ha nombrado a Mons. Ángel Fernández Collado como nuevo obispo de la dicócesis, trasladándolo de la sede titular de Iliturgi y del oficio de auxiliar de Toledo.

Así lo ha comunicado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, este martes, 25 de septiembre de 2018.

 

Mons. Ángel Fernández Collado

Mons. Ángel Fernández Collado nació en Los Cerralbos (Toledo) el 30 de mayo de 1952. Fue ordenado sacerdote el 10 de julio de 1977. En 1984 obtuvo en la Universidad Gregoriana en Roma la Licencia en Historia de la Iglesia, y en 1990 un Doctorado en teología. También se graduó en Archivos en la Escuela Vaticana de Paleografía (1984).

Siempre en la diócesis de Toledo ha sido vicario parroquial de El Buen Pastor y San José Obrero; Asistente Diocesano para la Acción Católica Femenina; Delegado para el Patrimonio Cultural y Artístico; Decano de la Sección de Teología Sagrada del Instituto Teológico San Ildefonso de Toledo; Delegado Episcopal de Cáritas Diocesana y de la Vida Consagrada y Director del Secretariado para la formación permanente del clero; Provicario general; Canónigo; Subdirector y Coordinador del Bienio de Historia Eclesiástica del Instituto Superior de Estudios Teológicos San Ildefonso; Archivista de la catedral y de las bibliotecas capitulares; Coordinador de la Sección Histórica del Aula de Estudios Hispano-Mozárabes; Vicario general y Moderador de la Curia.
Fue elegido obispo titular de Iliturgi y Auxiliar de Toledo el 28 de junio de 2013 y consagrado el 15 de septiembre siguiente. En la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia desde 2014 y de Patrimonio Cultural desde 2017.

 

25/09/2018-10:43
Antonio Rivero

Padre Antonio Rivero: "¡Fuera la intolerancia en nuestra vida!"

 

DOMINGO 26° DEL TIEMPO ORDINARIO

Ciclo B

Textos: Nm 11, 25-29; St 5, 1-6; Mc 9, 37-42

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logosen México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: Cuidemos en nuestra vida la intolerancia, los celos y la intransigencia, pues no son evangélicos. Nadie tiene el monopolio del Espíritu, pues Él sopla donde quiere y cuando quiere.

Síntesis del mensaje: No es propio del Cristianismo el ser intolerante, tajante y radical. Basta ver a Jesús manso y humilde de corazón que tuvo paciencia con los apóstoles, que predicaba el Reino con respeto, exigía desde los valores de la justicia, verdad y solidaridad, y valoraba las cosas positivas de los maestros de la ley y fariseos.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, Moisés no se puso celoso porque Eldad y Medad profetizasen. " Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos el espíritu del Señor". Es un preludio de lo que nos dirá el Espíritu Santo en el concilio Vaticano II: " El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza...Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios...sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la IglesialLumen Gentium, 12).

En segundo lugar, ahora es el apóstol Juan, quien se definía "el discípulo amado", el que parece intolerante y prohíbe a uno expulsar demonios en nombre de Jesús. Cree que sólo ellos, los apóstoles, tienen el monopolio y la exclusiva de estos ministerios. Intolerante, tajante y radical, porque un hombre de pueblo se mete a exorcista y despacha a los demonios. Ya vimos en la primera lectura cómo Moisés paró los pies a esos intolerantes que le pedían que les prohibiese profetizar. La intolerancia es cerrilismo, ignorancia y pecado. La tolerancia es cortesía, inteligencia y virtud. Ahora entendemos mejor al Papa Francisco. La intolerancia es un escándalo. Y escandalizar, según nuestra moral y el evangelio, no es dar que hablar, sino incitar, colaborar...con el pecado. En este caso la intolerancia es virtud porque su objetivo es lo malo. Las palabras de Jesús hoy son una exhortación a la tolerancia y a la magnanimidad. La exclusión sectaria, la mirada narcisista, la pretensión monopolizadora, son actitudes extrañas al espíritu de Jesús. Eliminando toda cerrazón ortodoxa, el cristianismo ha de saber acoger, apoyar y estimular a todos los hombres que defiendan una causa noble, aunque no estén inscritos en su comunidad ni pertenezcan a su confesión. A éstos, por mínima que sea su acción humanitaria, no se les negará la recompensa divina. ¡Cuánto menos la acogida humana!

Finalmente, habría que preguntarnos si realmente somos tolerantes o intolerantes. Tolerantes en qué. Intolerantes en qué y cuándo. Ya sabemos lo que nos vendrá. La intolerancia de los intolerantes es tan grave, que Jesús les cuelga hoy al cuello una rueda de molino ¡y al mar!; los mutila —ojo, brazo, pierna- ¡y al tostadero!; les cierra a cal y canto la puerta del cielo ¡y a la calle! Naturalmente, es un decir de decires, una hipérbole, pero no un decir por decir. La intolerancia religiosa es las ganas fracasadas de alzarse con el santo y la peana, es decir, con Dios en exclusiva y eso es un sacrilegio. La intoleranciadivide a los hombres, les amarga la existencia y eso es un pecado contra el amor y su unidad. La intolerancia fastidia a los hombres, y los hombres por eso se enemistan con Dios. La intolerancia es intolerable. Punto. ¿Con qué y con quién debemos ser, entonces, intolerantes? ¡Con el pecado y con quien me proponga o me invite a pecar! ¡Fuera el pecado en nuestra vida! ¡Dios se merece mi amor y respeto!

Para reflexionar: ¿Con quién soy intolerante: con los demás, conmigo? ¿A qué o a quién debo ser intolerante: a mi hermano que piensa o cree distinto que yo, al pecado y al que me invita a ofender a Dios? ¿Por qué creo que yo tengo el monopolio de la verdad y la salvación? ¿Creo que "mi" verdad es "la" verdad?

Para rezar: Señor, te pido, que me liberes de mi mal carácter, agresividad e intolerancia. La inestabilidad de mi carácter, el mal trato hacia los que se me acercan o se relacionan conmigo, así como con mis familiares, parroquianos, amigos y vecinos... gobierna, tristemente mi vida, y el daño que les causo a los demás, al prójimo, a los que en general tratan conmigo, es excesivamente doloroso, y el que me infiero a mi mismo es también insoportable y me produce una inevitable y gran culpa, al punto que me paralizo, y veo pasar los días en una secuencia interminable. Me arrepiento de haber incurrido en esta actitud y conducta, pero necesito de tu celestial y poderoso auxilio para liberarme definitivamente de la intolerancia. Te doy gracias Señor porque tú siempre escuchas al que te invoca. Amén.

 

 

25/09/2018-20:01
Isabel Orellana Vilches

Beato Pablo VI, 26 de septiembre

Un pontífice, defensor de la verdad y de la vida humana, a menudo incomprendido. Sostuvo firmemente la barca de la Iglesia, a la que amó hasta el fin, dándole un renovado impulso con las directrices del Concilio Vaticano II.

Hoy se celebra a san Cosme y san Damián, y también, entre otros, a Pablo VI. Giovanni B. Montini nació en Concesio, cercana a Brescia, Italia, el 26 de septiembre de 1897. Su padre Giorgio, de gran influjo en su vida, era abogado y periodista, y estaba implicado en la política. Su madre, Giuditta, comprometida en acciones sociales, pertenecía a la Acción católica. El beato fue un niño de frágil salud, sensible, tímido y juguetón, el mediano de tres varones que crecieron rodeados de cariño y de grandes valores espirituales. Muy pequeño escribió: «Mamá, seré siempre bueno, valiente y obediente; rezo a Dios por ti y quiero ser tu consuelo». Su familia fue un gran pilar para él.

Ingresó en el Seminario de Brescia a los 19 años, pero su delicada salud le obligó a estudiar como alumno externo. Fue ordenado en 1920 y partió a Roma para proseguir formándose. Tenía dotes diplomáticas y dos años más tarde se integró en la Secretaría de Estado. En 1923 lo nombraron secretario del nuncio de Varsovia, misión que su escasa salud le impidió culminar, y al regresar a Roma nuevamente volvió a la Secretaría de Estado, una responsabilidad que no deseaba para sí. En 1931 se ocupó de la cátedra de Historia Diplomática en la Academia Diplomática y fue asistente del futuro papa Pío XII, quien sucesivamente lo nombró director de asuntos eclesiásticos internos, Pro-secretario de Estado y arzobispo de Milán. En 1958 Juan XXIII lo ascendió al cardenalato y le eligió como asistente.

En estos años había configurado una recia personalidad, muy alejada de la tristeza e incertidumbre que a veces se le achacó. A su excelente formación filosófico-teológica se unía su interés por la poesía y las artes plásticas, la literatura, novela, ensayo, teatro...; era un gran lector y buen conocedor del pensamiento francés. Admiraba a Vito Fornari y a J. Herni Newman. Sus preferidos eran Pascal y Bernanos. Había difundido la cultura cristiana a través de publicaciones diversas, como la revista Studium, y había sido traductor de algunas obras. Estuvo directamente implicado en situaciones dramáticas; convivió con refugiados y presos de guerra a quienes ayudó: «Yo he sentido el doloroso problema de los refugiados; yo he sufrido la angustia de tantos seres desarraigados...». Personas cercanas a él perdieron la vida combatiendo en el frente: «La guerra hace del mundo un sepulcro destapado».Conocía los problemas de los obreros y estaba al tanto de las sombras que internamente poblaban la Iglesia. Había experimentado instantes de soledad: «Atravieso días de tensión, en los que temo no saber conservar la calma ni responder a las crecientes llamadas de tantas, menudas, exigentes ocupaciones. Con frecuencia esto me pone triste y no siempre soy cortés... Mucho que hacer y pocos colaboradores»,confió humildemente a sus padres en 1942.

Como Pastor de Milán había luchado por revitalizar el espíritu religioso y salido en busca de los alejados de la fe. Añadía la experiencia acumulada en los distintos viajes que había efectuado sumándose a la visión que le proporcionaba el Concilio Vaticano II. Así, cuando a sus 66 años el 21 de junio de 1963 fue elegido pontífice, pudo trazar un programa de acción en el que estaban presentes la paz y solidaridad sociales, la unidad de los cristianos y el diálogo con los no creyentes. En la Ecclesiam suamdejó claro por donde quería llevar la barca. Un itinerario con tres frentes: espiritual, moral y apostólico. Presente en ellos la conciencia, la renovación y el diálogo, los grandes capítulos de la encíclica.

A la muerte de Juan XXIII manifestó: «No miremos hacia atrás, no le miremos a él, sino al horizonte que él ha abierto delante del camino de la Iglesia y de la historia...». Y con esta visión el flamante pontífice asumía la grave responsabilidad que recaía sobre él, rubricando en la intimidad ese instante de su elección hecho un mar de lágrimas. De inmediato tomó las riendas del Concilio y llevó a buen puerto la herencia que el «papa bueno» le dejó. Su gobierno pontifical no fue fácil. Lo intuyó al ser elegido: «la predicción de Cristo hacia Pedro (Otro te ceñirá) era un presagio de martirio, de dolor y de sangre...».En 1972 manifestó: «Tengo la sensación de que por cualquier grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Ahí está la duda, la problemática, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación».

Debió contrarrestar fuertes respuestas de grupos tradicionalistas contrarios a las directrices emanadas del Concilio. Hubo disensiones, críticas feroces, sobre todo tras la publicación del Credo del Pueblo de Dios y de la Humanae vitae. En un momento dado se barajó su dimisión, pero se mantuvo firme. Defendió la verdad incansablemente y, entre otras acciones, renovó y modernizó la Iglesia, logró que los fieles colaborasen más activamente en la vida de la misma, contribuyó a la reestructuración de las instituciones vaticanas, prosiguió impulsando el diálogo ecuménico, visitó todos los continentes, y legó al mundo grandes encíclicas, como la Populorum progressio y la Evangelii Nuntiandi o la citada Humanae vitae. En 1975 publicó la exhortación apostólica Gaudete in Domino, señal de que la alegría anidaba en su corazón.

En abril de 1978 sufrió visiblemente por el secuestro y asesinato de su amigo, el político Aldo Moro. Su salud no era buena, y puede que este hecho contribuyera a minarla. Meditaba: «¿Quién soy? ¿Qué queda de mí? ¿ dónde voy?... Creo, Señor. Se acerca la hora... He amado a la Iglesia... Pero desearía que la Iglesia lo supiera, y que yo tuviese, a fuerza de decirlo, como una confidencia del corazón...».Y su corazón se detuvo el 6 de agosto de 1978, festividad de la Transfiguración. Juan Pablo II alabó «suprudencia y valentía, así como su constancia y paciencia en el difícil período posconciliar de su pontificado»; dijo que supo «conservar una tranquilidad y un equilibrio providencial incluso en los momentos más críticos...». El papa Francisco lo beatificó el 19 de octubre de 2014. Será canonizado por él el próximo 14 de octubre.