Servicio diario - 28 de septiembre de 2018


 

Chile: Francisco dimite del estado clerical a Fernando Karadima Fariña
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: "El Espíritu Santo es siempre novedad. Siempre"
Rosa Die Alcolea

El Papa a los 'Patronos de las Artes': El arte cristiano "nos devuelve al Amor que nos creó"
Redacción

60° Día Internacional de las personas sordas: "Ser y hacer asociación" es en sí mismo un valor
Redacción

Crisis en República Centroafricana: La Santa Sede insta a "redoblar los esfuerzos"
Redacción

Mons. Enrique Díaz: No mutilar, sino unir
Enrique Díaz Díaz

Beato Francesc Castelló i Aleu, 29 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

28/09/2018-13:47
Rosa Die Alcolea

Chile: Francisco dimite del estado clerical a Fernando Karadima Fariña

(ZENIT — 28 sept. 2018).- El Papa Francisco ha dimitido del estado clerical a Fernando Karadima Fariña, de la Archidiócesis de Santiago de Chile. El Santo Padre ha tomado esta decisión excepcional en conciencia y por el bien de la Iglesia.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede lo ha comunicado, en la tarde del viernes, 28 de septiembre.

El Santo Padre ha ejercido su "potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia" (Código de Derecho Canónico, canon 331), consciente de su servicio al pueblo de Dios como sucesor de San Pedro.

El decreto, firmado por el Papa el jueves 27 septiembre de 2018, entró en vigor automáticamente desde ese mismo momento, y comporta también la dispensa de todas las obligaciones clericales.

Ha sido notificado a Karadima Fariña el viernes 28 de septiembre de 2018.

 

Condenado por el Vaticano

Fernando Karadima fue condenado por abuso sexual y psicológico por el Vaticano en 2011, y condenado a retirarse a un monasterio para una vida de "oración y penitencia", sin ninguna misión pastoral, mientras que los hechos fueron prescritos para el Justicia chilena.

Esto sucede en el seno de la crisis chilena, que comenzó cuando el obispo Juan Barros Madrid, nombrado obispo de Osorno en 2015, fue acusado por los laicos en su diócesis de estar al tanto de sus actos.

Después de defender inicialmente al obispo, el Papa reconoció "graves errores en la evaluación y la percepción de la situación, en particular debido a la falta de información veraz y equilibrada".

Todos los obispos de Chile, convocados al Vaticano, habían renunciado. El Papa pidió resoluciones "a corto, mediano y largo plazo", para remediar el sistema que permitía ocultar los abusos.

 

Dos claves de lectura

"Hay dos claves para entender este decreto", ha explicado Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en un comunicado este viernes, 28 de septiembre de 2018, por la tarde.
La primera es que el Papa lo hace "en conciencia". La segunda clave es la motivación: "por el bien de la Iglesia", ha detallado Burke.

"Estábamos ante un caso muy serio de podredumbre y había que arrancarlo de raíz", ha continuado el Director de Prensa del Vaticano. El Papa Francisco está actuando como "pastor, como padre, por el bien de todo el Pueblo de Dios".

La dimisión del estado clerical de Fernando Karadima es un paso más en la "línea férrea del Papa Francisco ante los abusos".

Se trata de una medida excepcional —ha revelado— sin duda, pero los delitos graves de Karadima han hecho un daño excepcional en Chile.

 

Leer artículos anteriores sobre el "caso Karadima"

Con Anne Kurian

 

 

28/09/2018-14:13
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: "El Espíritu Santo es siempre novedad. Siempre"

(ZENIT – 28 sept. 2018).- En muchos casos, las relaciones entre católicos y pentecostales, carismáticos y evangélicos “no son fáciles”, ha advertido el Papa Francisco. “El hecho de que no pocos fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es motivo de fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y renovación pastoral”, ha observado.

El Santo Padre se ha reunido en audiencia con los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, acompañados del cardenal Koch, en la mañana de este viernes, 28 de septiembre de 2018, según ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, a través de un comunicado.

“La Iglesia crece en fidelidad al Espíritu Santo cuanto más aprende a no domesticarlo, sino a aceptar sin temor y, al mismo tiempo, con un serio discernimiento, su fresca novedad”, han sido algunas palabras de las palabras Papa en esta audiencia.

“El Espíritu Santo es siempre novedad –ha afirmado–. Siempre. Y tenemos que acostumbrarnos. Es una novedad que nos hace entender las cosas más profundamente, con más luz y nos hace cambiar tantos hábitos, incluso hábitos disciplinarios”.

 

Aprender

Los católicos podemos aprender a apreciar la experiencia de muchas comunidades que, a menudo de manera diferente a las que estamos acostumbrados, “viven su fe, alaban a Dios y dan testimonio del Evangelio de la caridad”, ha explicado el Papa.

Al mismo tiempo, ellos se verán ayudados a superar los prejuicios sobre la Iglesia católica, y a reconocer que “en el tesoro inapreciable de la tradición” (…) el Espíritu Santo no se extingue ni sofoca en absoluto, sino que “continúa su obra eficaz”, ha indicado Francisco.

 

Madurez ecuménica

Asimismo, el Pontífice ha destacado la “madurez ecuménica” que ha vivido en su reciente viaje apostólico en la “Tierra Mariana”: En la celebración ecuménica en la capital de Letonia, y en el encuentro ecuménico frente a la Puerta de la Virgen en Vilnius.

Del mismo modo, ha enumerado algunos momentos sobresalientes de “ese camino ecuménico que todos los cristianos están llamados a realizar caminando juntos, orando juntos y trabajando juntos, a la espera de que el Señor nos guíe a la recomposición de la unidad plena”: Rezar junto con los Jefes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales en Bari, unirnos a los cristianos de diversas tradiciones en Ginebra, o celebrar junto con muchos hermanos pentecostales el cincuenta aniversario de la Renovación Carismática Católica en Roma.

Sigue el discurso que ha ofrecido el Santo Padre en dicha audiencia:

***

 

Discurso del Papa Francisco

Señores cardenales, queridos hermanos obispos y sacerdotes, queridos hermanos y hermanas:

Me complace daros la bienvenida y agradezco al cardenal Koch las palabras que me ha dirigido. Os saludo y os doy vivamente las gracias a todos  vosotros, colaboradores, miembros y consultores del Consejo Pontificio, porque con vuestro esfuerzo diario me ayudáis a ofrecer mi ministerio como Obispo de Roma como servicio de unidad y comunión, con diferentes modalidades y formas, para todos los creyentes en Cristo.

Recientemente, han sido de gran importancia y consuelo algunos encuentros con cristianos de diferentes tradiciones. Rezar junto con los Jefes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales en Bari, en comunión con los que sufren en el amado y atormentado Oriente Medio, nos ha recordado que no podemos permanecer indiferentes ante los padecimientos, lamentablemente todavía actuales, de tantos de nuestros hermanos y hermanas. Unirnos a los cristianos de diversas tradiciones en Ginebra, como parte del septuagésimo aniversario del Consejo Ecuménico de Iglesias, fue una oportunidad para agradecer a Dios los abundantes frutos del movimiento ecuménico y renovar nuestro compromiso irreversible de promover una unidad cada vez mayor entre los creyentes. Celebrar junto con muchos hermanos pentecostales el cincuenta aniversario de la Renovación Carismática Católica en Roma, en el Circo Máximo, en uno de los lugares donde los cristianos de los primeros siglos sufrieron más por causa Cristo, permitió a los católicos y pentecostales manifestar los dones y carismas otorgados por el mismo Espíritu en una sinfonía de alabanza al Señor Jesús, renovando el compromiso de cumplir el mandato misionero hasta los  extremos confines de la tierra. Estos han sido algunos momentos sobresalientes de ese camino ecuménico que todos los cristianos están llamados a realizar caminando juntos, orando juntos y trabajando juntos, a la espera de que el Señor nos guíe a la recomposición de la unidad plena. Y también me gustaría agregar la reunión anual,-Su Eminencia estuvo presente en dos de ellas- con el grupo “Juan 17” de los Estados Unidos y los pastores …: hay una gran amistad y familiaridad que ayuda mucho.

El tema elegido para vuestra Plenaria – “Pentecostales, carismáticos y evangélicos: repercusión en el concepto de unidad”- es muy oportuno. El crecimiento constante de estas nuevas expresiones de la vida cristiana es un fenómeno muy significativo, que no puede pasarse por alto. Las formas concretas de las comunidades inspiradas por estos movimientos a menudo están vinculadas al particular contexto geográfico, cultural y social en el que se desarrollan, por lo que mi breve reflexión no tendrá en cuenta las situaciones individuales, sino que se referirá al fenómeno general.

En primer lugar, tenemos el deber de discernir y reconocer la presencia del Espíritu Santo en estas comunidades, tratando de construir con ellos lazos de auténtica fraternidad. Esto será posible multiplicando las ocasiones de encuentro  y superando la desconfianza mutua, motivada muchas veces por la ignorancia o la falta de comprensión. Y me gustaría contaros una experiencia personal y hacer un mea culpa. Cuando era [superior] provincial, prohibí a los jesuitas que entablasen relaciones con estas personas, -con la Renovación Católica-,  ¡y les dije que más que un encuentro de oración parecía una “escuela de samba”! Luego me disculpé, y como obispo tuve una buena relación con ellos, con la misa en la catedral… Pero se necesita un camino para entender. Entre las diversas actividades compartidas están la oración, la escucha de la Palabra de Dios, el servicio a los necesitados, el anuncio del Evangelio, la defensa de la dignidad de la persona y de la vida humana. Frecuentándonos mutua y fraternalmente, los católicos podemos aprender a apreciar la experiencia de muchas comunidades que, a menudo de manera diferente a las que estamos acostumbrados, viven su fe, alaban a Dios y dan testimonio del Evangelio de la caridad. Al mismo tiempo, ellos se verán ayudados a superar los prejuicios sobre la Iglesia católica y a reconocer que en el tesoro inapreciable de la tradición, recibida de los apóstoles y custodiada en el curso de la historia, el Espíritu Santo no se extingue ni sofoca en absoluto, sino que continúa su obra eficaz.

Soy consciente de que, en muchos casos, las relaciones entre católicos y pentecostales, carismáticos y evangélicos no son fáciles. La aparición repentina de nuevas comunidades, vinculada a la personalidad de algunos predicadores, contrasta fuertemente con los principios y la experiencia eclesiológica de las Iglesias históricas y puede ocultar el peligro de ser arrastrados por las ondas emocionales del momento o de encerrar la experiencia de la fe en ambientes protegidos y tranquilizadores. El hecho de que no pocos fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es motivo de fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y renovación pastoral.

De hecho, son muchas las comunidades que se inspiran en estos movimientos y viven experiencias cristianas auténticas en contacto con la Palabra de Dios y en la docilidad a la acción del Espíritu, que lleva a amar, testimoniar y servir. Incluso estas comunidades, como enseñaba el Concilio Vaticano II, no carecen en absoluto de sentido y valor en el misterio de la salvación (cf. Unitatis redintegratio, 3). Los católicos pueden recibir aquellas riquezas que, bajo la guía del Espíritu, contribuyen en gran medida al cumplimiento de la misión de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En efecto, la Iglesia crece en fidelidad al Espíritu Santo cuanto más aprende a no domesticarlo, sino a aceptar sin temor y, al mismo tiempo, con un serio discernimiento, su fresca novedad. El Espíritu Santo es siempre novedad. Siempre. Y tenemos que acostumbrarnos. Es una novedad que nos hace entender las cosas más profundamente, con más luz y nos hace cambiar tantos hábitos, incluso hábitos disciplinarios. Pero Él es el Señor de las novedades. Jesús nos dijo que Él nos enseñaría; nos recordaría lo que Él nos ha enseñado, y luego nos enseñará. Debemos estar abiertos a esto.Por lo tanto, es necesario evitar acomodarse en posiciones estáticas e inmutables, para asumir el riesgo de aventurarse en la promoción de la unidad: con obediencia eclesial fiel y sin extinguir el Espíritu (cf. 1 Tes. 5:19). Es el Espíritu quien crea y recrea la novedad de la vida cristiana, y es el mismo Espíritu el que reconduce todo a la verdadera unidad, que no es uniformidad. Para esta apertura de corazón, las actitudes que deben caracterizar, según el Espíritu, nuestras relaciones son la búsqueda de la comunión y el discernimiento cuidadoso.
En este sentido, los diálogos que ha llevado a cabo vuestro Consejo Pontificio con los pentecostales, con los carismáticos y con los evangélicos a nivel internacional, también a través de iniciativas como el Foro Cristiano Mundial, representan una contribución significativa y un estímulo para desarrollar mejores relaciones a nivel local.

Esta semana tuve la alegría de tener experiencias ecuménicas maduras en la “Tierra Mariana”: la celebración ecuménica en la capital de Letonia, luego el encuentro ecuménico frente a la Puerta de la Virgen en Vilnius… Han sido momentos de madurez ecuménica. Nunca había pensado que el movimiento ecuménico fuera, en esos lugares, tan maduro. Con la certeza de poder contar con vuestra dedicación, así como con vuestra oración por mí, renuevo mi gratitud y os doy mi bendición.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

28/09/2018-17:35
Redacción

El Papa a los 'Patronos de las Artes': El arte cristiano "nos devuelve al Amor que nos creó"

(ZENIT – 28 sept. 2018).- “Contemplar el gran arte, expresión de la fe, nos ayuda, en particular, a redescubrir lo que importa en la vida”, ha asegurado el Papa Francisco, en presencia de los “Patronos de las Artes” de los Museos Vaticanos.

De hecho –ha explicado el Pontífice– el arte cristiano “nos conduce a nuestro interior y nos eleva por encima de nosotros mismos: nos devuelve al Amor que nos creó, a la Misericordia que nos salva, a la Esperanza que nos aguarda”.

Este viernes, 28 de septiembre de 2018, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los “Patronos de las Artes” de los Museos Vaticanos con motivo del 35º aniversario de la Asociación, a las 11 horas en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano.

Publicamos a continuación las palabras de saludo que el Papa dirigió a los presentes en la audiencia:

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Saludo del Papa Francisco

Queridos amigos,

Me complace recibiros con motivo de vuestro encuentro en Roma, que coincide con el XXXV aniversario de la Asociación.

A lo largo de todos estos años, vuestra generosidad ha contribuido enormemente a la restauración de numerosos tesoros artísticos que se conservan en los Museos Vaticanos. Habéis continuado así una tradición que atraviesa los siglos, imitando las gestas de quienes pasaron a la historia de la Iglesia por  la puerta del arte, por ejemplo, subvencionando los frescos y sarcófagos en las catacumbas, las grandes catedrales románicas y góticas, las obras de Miguel Ángel, Rafael, Bernini y Canova.

El arte, en la historia, ha sido solo superado por la vida a la  hora de dar testimonio del Señor. De hecho, ha sido y es un camino prioritario que permite el acceso a la fe más que muchas palabras e ideas, porque con la fe comparte el mismo sendero, el de la belleza. Es una belleza, la del arte, que es buena para la vida y crea comunión: porque une a Dios, al hombre y a la creación en una sola sinfonía; porque conecta el pasado, el presente y el futuro, porque atrae en el mismo lugar e involucra en la misma mirada a gentes  y pueblos distantes.

Celebrar vuestro aniversario significa, pues, recordar con gratitud todo esto, pero también significa renovar la conciencia de una misión importante, la de preservar una belleza que es tan beneficiosa para el hombre. Contemplar el gran arte, expresión de la fe, nos ayuda, en particular, a redescubrir lo que importa en la vida. De hecho, el arte cristiano nos conduce a nuestro interior y nos eleva por encima de nosotros mismos: nos devuelve al Amor que nos creó, a la Misericordia que nos salva, a la Esperanza que nos aguarda.

Así, en nuestro mundo inquieto, hoy desafortunadamente tan desgarrado y afeado por el egoísmo y la lógica del poder, el arte representa, tal vez incluso más que en el pasado, una necesidad universal, ya que es fuente de armonía y paz y es una expresión de la gratuidad. Por lo tanto, os agradezco de todo corazón el bien que hacéis, y os doy, así como a vuestras familias, mi bendición, mis mejores deseos de paz, pidiéndoos que no os olvidéis de mí en vuestras oraciones.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

28/09/2018-17:18
Redacción

60° Día Internacional de las personas sordas: "Ser y hacer asociación" es en sí mismo un valor

(ZENIT — 28 sept. 2018).- El Papa Francisco da gracias al Señor por el testimonio de la Asociación Ente Nacional de Sordos (ENS) de Italia, y de tantos hombres y mujeres "de buena voluntad" que desde hace muchos años se comprometen en combatir la exclusión y la cultura del descarte para defender y promover, en todos los ámbitos, el valor de la vida de cada ser humano y, en particular, la dignidad de las personas sordas.

Su Santidad ha enviado un mensaje a las personas esta Asociación, con motivo del 60° Día Internacional de las personas sordas que se celebra hoy, 28 de septiembre de 2018.

 

Familia, lugar de inclusión

"¡Pero que contento estoy cuando veo que vosotros, como otras personas con discapacidad, en virtud de vuestro bautismo alcanzáis estos objetivos incluso dentro de la Iglesia, especialmente en el campo de la evangelización!" les alienta el Papa.

El primer lugar de inclusión es, sin embargo, como siempre, la familia, ha recordado el Santo Padre. En esta línea, Francisco ha reconocido que se ha hecho mucho, gracias a ellos, para aumentar la acogida, la inclusión, el encuentro, la solidaridad. Pero "aún queda mucho por hacer de cara a la promoción de las personas sordas", ha señalado, "superando el aislamiento de muchas familias" y "rescatando a aquellos que todavía son objeto de discriminación inaceptable".

En su mensaje, Francisco recuerda a las personas sordas de la Asociación Nacional de Italia que "ser y hacer asociación es en sí mismo un valor", y les ha dicho: "No sois una suma de personas, sino que os habéis unido para vivir y transmitir la voluntad de acompañar y apoyar a aquellos que, como vosotros, están en dificultades pero, ante todo, son una riqueza humana que no tiene precio".

 

Ser comunidad

Las asociaciones como la vuestra animan a todos a "formar comunidad" —valora el Pontífice— de hecho, a "ser comunidad", a acogernos mutuamente "con nuestros límites y nuestros esfuerzos", pero también con "nuestras alegrías y nuestras sonrisas".

A continuación, ofrecemos el mensaje del Papa Francisco al Ente Nacional de Sordos de Italia:

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Mensaje del Santo Padre

¡Queridos hermanos y hermanas!

Me gustaría haber estado hoy con vosotros, pero lamentablemente no ha sido posible; por lo tanto, me presento con este mensaje para expresaros mi cercanía, esperando encontrarme con vosotros en una próxima ocasión.

En esta celebración del 60° Día Internacional de las personas sordas, -el primero se celebró en Roma el 28 de septiembre de 1958- deseo ante todo dar gracias al Señor por el testimonio de vuestra Asociación, el Ente Nacional de Sordos (ENS), y de tantos hombres y mujeres de buena voluntad que desde hace muchos años se comprometen en combatir la exclusión y la cultura del descarte para defender y promover, en todos los ámbitos, el valor de la vida de cada ser humano y, en particular, la dignidad de las personas sordas.

La historia del ENS está hecha por personas que creyeron en la unidad, la solidaridad, en el compartir objetivos comunes, en la fuerza de ser comunidad dentro de un largo camino jalonado de progresos, sacrificios y batallas diarias. Una historia hecha por aquellos que no se dieron por vencidos y siguieron creyendo en la autodeterminación de las personas sordas. Es un gran resultado si pienso en las muchas personas sordas y en sus familiares que, enfrentados al desafío de la discapacidad, ya no se sienten solos.

En estas décadas se han logrado grandes avances en diversos campos, científico, social y cultural, pero al mismo tiempo también se ha extendido la peligrosa e inaceptable cultura del descarte, como consecuencia de la crisis antropológica que ya no pone al hombre en el centro, sino que busca más bien el interés económico, el poder y el consumo desenfrenado (cf. Evangelii gaudium, 52-53). Entre las víctimas de esta cultura están las personas más vulnerables, los niños que tienen dificultades para participar en la vida escolar, los ancianos que experimentan la soledad y el abandono, los jóvenes que pierden el sentido de la vida y ven que les roban el futuro y sus mejores sueños Pensando en vosotros, me gustaría recordar que ser y hacer asociación es en sí mismo un valor. No sois una suma de personas, sino que os habéis unido para vivir y transmitir la voluntad de acompañar y apoyar a aquellos que, como vosotros, están en dificultades pero, ante todo, son una riqueza humana que no tiene precio. Hoy hay una gran necesidad de vivir con alegría y compromiso la dimensión asociativa: estar unidos y ser solidarios, compartir experiencias, éxitos y fracasos, aunar recursos; todo esto contribuye a aumentar el patrimonio humano, social y cultural de un pueblo. Las asociaciones como la vuestra, -gracias a Dios en Italia no son pocas-, animan a todos a formar comunidad; de hecho, a ser comunidad, a acogernos mutuamente con nuestros límites y nuestros esfuerzos, pero también con nuestras alegrías y nuestras sonrisas. ¡Porque todos tenemos capacidades y límites!

Estamos llamados a ir contra la corriente, luchando sobre todo para que siempre esté protegido el derecho de cada hombre y cada mujer a una vida digna. No se trata solo de satisfacer determinadas necesidades, sino todavía más de reconocer el propio deseo de ser acogidos y de poder vivir de forma independiente. El desafío es que la inclusión se convierta en mentalidad y cultura, y que los legisladores y gobernantes no dejen de brindar su apoyo consistente y concreto a esta causa. Entre los derechos que deben garantizarse no hay que olvidar los del estudio, el trabajo, la vivienda, el acceso a la comunicación. Por eso, mientras se lucha con tenacidad contra las barreras arquitectónicas, hay que comprometerse para derribar todas las barreras que impiden la posibilidad de relacionarse y encontrarse con autonomía y de alcanzar una cultura y una práctica de inclusión verdaderas. Esto se aplica tantoa la sociedad civil como a la comunidad eclesial.

Muchos de ustedes han alcanzado su posición social y profesional, incluso de alto nivel, con gran dificultad debido a la sordera, y esta es una gran conquista humana y civil. ¡Pero que contento estoy cuando veo que vosotros, como otras personas con discapacidad, en virtud de vuestro bautismo alcanzáis estos objetivos incluso dentro de la Iglesia, especialmente en el campo de la evangelización! Esto se convierte en ejemplo y estímulo para las comunidades cristianas en su vida diaria.

Espero que en cada diócesis, vosotros los sordos, junto con los agentes pastorales capacitados para el lenguaje de las señas, la lectura de los labios y los subtítulos, colaboréis para que las personas sordas se integren plenamente en la comunidad cristiana y crezca en ellas el sentido de pertenencia. Para ello es necesaria una pastoral inclusiva en parroquias, asociaciones y escuelas.
El primer lugar de inclusión es, sin embargo, como siempre, la familia. Por lo tanto, también en este caso, las familias con personas sordas son protagonistas de la renovación de la mentalidad y del estilo de vida. Lo son tanto como destinatarias de servicios que, con todo derecho, reclaman de las instituciones competentes que como sujetos de acción promocional en los ámbitos civil, social y eclesial.

Queridos amigos, se ha hecho mucho, también gracias a vosotros, para aumentar la acogida, la inclusión, el encuentro, la solidaridad. Pero aún queda mucho por hacer de cara a la promoción de las personas sordas, superando el aislamiento de muchas familias y rescatando a aquellos que todavía son objeto de discriminación inaceptable. Que mi oración y mi bendición os acompañen en este compromiso renovado. Pero vosotros también, por favor, no os olvidéis de rezar por mí y por toda la Iglesia, para que se convierta cada vez más en una comunidad fraterna y hospitalaria.

Del Vaticano, 28 de septiembre de 2018

FRANCISCO

© Librería Editorial Vaticano

 

 

28/09/2018-18:10
Redacción

Crisis en República Centroafricana: La Santa Sede insta a "redoblar los esfuerzos"

(ZENIT — 28 sept. 2018).- La crisis política y humanitaria actual en la República Centroafricana sigue siendo "motivo de gran preocupación" para la Santa Sede, ha reafirmado Mons. Paul Richard Gallagher, debido a que las regiones en el noroeste y el centro del país continúan en un "tenso conflicto" y el área en el suroeste ha sido, lamentablemente, "escenario del aumento de los combates".

El Secretario para las Relaciones con los Estados y Jefe de la Delegación de la Santa Sede intervino ayer, 27 de septiembre de 2018, en Nueva York durante la Reunión de alto nivel ministerial sobre la República Centroafricana, que tuvo lugar en el ámbito del 73 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

En este contexto, la Santa Sede insta a MINUSCA (Misión de Estabilización Integrada Multidimensional de las Naciones Unidas en la República Centroafricana) a redoblar sus esfuerzos para garantizar los derechos humanos de todos los ciudadanos, protegiéndolos de la agresión armada y de otros abusos que violan su dignidad humana, sin discriminación alguna de condición social o afiliación religiosa.

En concreto, la Santa Sede sigue preocupada por el problema del tráfico ilegal de armas. Por lo tanto, se deben tomar "medidas contundentes" para superar esta grave situación, ha solicitado el Secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano.

Mons. Gallagher ha recordado la "dimensión religiosa del necesario diálogo" y ha aclarado que "todos los ciudadanos deben esforzarse por la comprensión mutua y la tolerancia del otro, independientemente de su afiliación política, etnia o confesión religiosa".

Publicamos a continuación el discurso de Mons. Paul Richard Gallagher en dicha intervención.

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Discurso de Mons. Paul Richard Gallagher

Sr. Presidente,

La crisis política y humanitaria actual en la República Centroafricana sigue siendo motivo de gran preocupación para la Santa Sede, especialmente porque esta situación, como ocurre con muchas otras en el mundo, revela en gran medida la incapacidad de la comunidad internacional de reunir la voluntad política para abordar con eficacia un conflicto con consecuencias tan devastadoras.
En lugar de ser testigos de claros signos de progreso y mejora, la situación desde la Reunión ministerial de alto nivel celebrada el año pasado ha registrado una dramática escalada de violencia. Las regiones en el noroeste y el centro del país continúan en un tenso conflicto y el área en el suroeste ha sido, lamentablemente, escenario del aumento de los combates.

Las consecuencias de años de continuas tensiones están provocando estragos en la vida de millones de civiles, dejando tras de sí miles de víctimas y cientos de miles de desplazados internos y refugiados que huyen a los países vecinos de Camerún, Chad, la República Democrática del Congo y la República del Congo. Como es habitual, las mujeres y los niños son a menudo las primeras víctimas de las situaciones de conflicto. Casi la mitad de la población de la República Centroafricana, aproximadamente 2.500.000 personas, necesitan apoyo humanitario básico y de esta cifra, aproximadamente 1.300.000 son niños.

El papel de MINUSCA [Misión de Estabilización Integrada Multidimensional de las Naciones Unidas en la República Centroafricana] para "Reagrupar y acantonar a los combatientes y confiscar y destruir, según corresponda, las armas y municiones de los elementos que se nieguen a deponerlas o que no las depongan " [1] con el objetivo de aliviar el sufrimiento de los civiles indefensos y restablecer el orden y la paz en el país debe ser la más alta prioridad para la comunidad internacional. Con este fin, la Santa Sede insta a MINUSCA a redoblar sus esfuerzos para garantizar los derechos humanos de todos los ciudadanos, protegiéndolos de la agresión armada y de otros abusos que violan su dignidad humana, sin discriminación alguna de condición social o afiliación religiosa. En este contexto, la Santa Sede sigue preocupada por el problema del tráfico ilegal de armas. Por lo tanto, se deben tomar medidas contundentes para superar esta grave situación.

La comunidad internacional tiene la gran responsabilidad de brindar el respaldo necesario para facilitar la estabilización del Gobierno nacional y sus órganos de tal manera que se supere la corrupción institucional, se garantice el estado de derecho y sean disponibles los servicios sociales esenciales, incluidos la asistencia sanitaria básica y la educación, sin discriminación. Una gran parte de la responsabilidad de la comunidad internacional incluye proporcionar la asistencia financiera necesaria, en particular en el ámbito de la asistencia humanitaria, cuya carencia es muy grave en estos momentos. Es sumamente preocupante que los trabajadores humanitarios y los organismos de ayuda se hayan convertido en objetivos, lo que les ha obligado, en algunos casos, a reducir su actividad o incluso a retirarse por completo con efectos devastadores para quienes más necesitan su apoyo para sobrevivir.

La Iglesia Católica y sus organizaciones en el campo han participado y continuarán participando incansablemente en los esfuerzos humanitarios absolutamente necesarios en la República Centroafricana. Al mismo tiempo, se debe buscar urgentemente una solución política real y sostenible a favor de una paz duradera. La Santa Sede no deja de reiterar fuertemente que la paz nunca se logra a través de la violencia. El diálogo honesto, basado en la buena fe y abierto al perdón y la reconciliación, es la única manera de alcanzar la estabilidad necesaria en los niveles social, económico y político.

No se puede dejar de mencionar la dimensión religiosa del necesario diálogo. Todos los ciudadanos deben esforzarse por la comprensión mutua y la tolerancia del otro, independientemente de su afiliación política, etnia o confesión religiosa. En su visita a la República Centroafricana, el Papa Francisco fue claro en su llamamiento de que cristianos y musulmanes, de hecho, todos los creyentes, deben "permanecer unidos para que cese toda acción que, venga de donde venga, desfigura el Rostro de Dios y, en el fondo, tiene como objetivo la defensa a ultranza de intereses particulares, en perjuicio del bien común. Juntos digamos «no» al odio, «no» a la venganza, «no» a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios."[2]

Dicho diálogo inclusivo requiere el comprometido esfuerzo de todas las personas sea cual sea su profesión religiosa. La Iglesia Católica continuará recorriendo todos los caminos para superar los conflictos, la división y las contiendas, en pro del logro de la estabilidad, la paz y la unidad.

Gracias, señor presidente.

 

[1] Consejo de Seguridad de la ONU, Resolución 2149 (2014), art. 30g.
[2] Papa Francisco, discurso en la Mezquita Central de Koudoukou, Bangui, 30 de noviembre de 2015.

 

 

28/09/2018-09:30
Enrique Díaz Díaz

Mons. Enrique Díaz: No mutilar, sino unir

Números 11, 25-29: "Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta"
Salmo 18: "Los mandamientos del Señor alegran el corazón"
Santiago 5, 1-6: "Sus riquezas se han corrompido"
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48: "El que no está con nosotros, está a nuestro favor. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela"

La comunidad de Jesús experimenta las alegrías y las dificultades de todo grupo. Se entusiasma con los ideales de su Maestro pero también experimenta las limitaciones y miserias de cada uno de sus componentes. Se reconocen momentos de entusiasmo y generosidad desbordados y también momentos de desconsuelo y frustración. Así de humana es la comunidad de Jesús.

Cuando todo parece a favor, cuando hay muchas cosas que nos unen, ¿por qué tienen que aparecer esas pequeñas diferencias que vienen a obstaculizar la unión frente a los gravísimos problemas? ¿Por qué la mezquindad y el sectarismo que no permite que enlacemos los brazos y las fuerzas para afrontar las dificultades? Hay ejemplos maravillosos de lo que puede lograr un pueblo unido. Recordábamos en estos días el impresionante ejemplo que dio México en el sismo del año pasado. Se recuerda la tragedia, pero también se recuerda con emoción la entrega y generosidad de un pueblo que se une para levantarse de tan ingente desastre. Pero después aparecen los individualismos, las envidias y el egoísmo. Pasa en todos lados, lo mismo en el gobierno, en las organizaciones y hasta en la Iglesia. En el episodio que nos narra San Marcos nos revela que también sucede entre los apóstoles. En la narración se pone en evidencia un estridente contraste entre la mezquindad de los apóstoles, su puntilloso celo de grupo, y la generosidad, la tolerancia y el espíritu abierto de Jesús. Los apóstoles descalifican a aquel hombre "porque no era de los nuestros" y se lo prohíben, aunque lo que estaba haciendo era expulsar demonios como era la misión de ellos mismos.

Ahora que la crisis arrecia cómo nos vienen bien estos ejemplos. Hay muchos que están buscando el bien de nuestra patria, hay quienes se dicen dispuestos a grandes sacrificios, pero se necesita abrir el corazón y los oídos a las propuestas de los demás. Hay descalificaciones tan sólo porque no es de nuestro grupo y se cierran grandes posibilidades. La solución es la acogida, la escucha y la colaboración, más que la descalificación o el tratar de imponer nuestra idea por la fuerza. A veces es más fácil criticar que abrir el camino, descalificar que poner manos a la obra. Sin embargo hoy Jesús nos enseña que ni el sectarismo ni la intolerancia tienen sitio en la comunidad cristiana. No debe haber envidias porque otros hagan el bien ¡Lo importante es que se haga! Jesús nos hace una llamada a la tolerancia, al respeto, a la alegría por el bien hecho sin importar quién lo haga. El discípulo, de ayer y de hoy, ha de saber valorar y trabajar, hombro con hombro, con todo aquel que busque el bien y luche por un mundo más justo y fraterno. Nadie que esté en búsqueda de la justicia deberá sentirse sólo y menos en oposición con el verdadero cristiano. Quien se entrega a favor de los débiles, de los humillados y abandonados, sea quien sea, en realidad está buscando el Reino de Dios, se de él cuenta o no, pero Dios lo sabe y debemos unirnos a su tarea.

Pero Jesús quiere que quede bien clara su opción por el Reino, por una parte está abierto a todos los hombres y mujeres, sean quienes sean, vengan de donde vengan, pero exige radicalidad. Y si de momento pareció todo generosidad, después pronuncia palabras fuertes y claras sobre el escándalo de los pequeños y ser ocasión de pecado. Así como el vaso de agua y los detalles que se han tenido en favor de los pequeños, no quedarán sin recompensa; los hechos y gestos que dañen y perjudiquen a estos mismos pequeños, no quedarán impunes. Se ha visto tradicionalmente como escándalo, la descomposición y corrupción de costumbres en modas y espectáculos, sobre todo en el campo del sexo. Y tienen su importancia, pues a veces nos hemos acostumbrado a un ambiente de hedonismo, permisividad y de desprecio de la persona que ya nada nos escandaliza. En esto debemos tener mucho cuidado, pero no sólo en eso: la desigualdad y la injusticia hoy son verdaderos escándalos que nos están llevando al individualismo, a la falta de solidaridad y a la marginación de los más débiles. La violencia, los crímenes, los ataques a la libertad, son verdaderos escándalos que debemos "cortar" en nuestra sociedad.

Hay quien ha tomado en serio estas exigencias de Jesús y ha comenzado a mutilar sus miembros, como si con tan sólo con cortar el miembro tuviera asegurada la participación en el Reino. Pero Jesús no propone esto, va mucho más allá: no mutilar, sino unir. Expresa una exigencia de radicalidad en nuestra vida y una apertura a los valores del Reino que nos llevan a dejar a un lado todo lo que sea egoísmo. Miremos la misma actitud de Jesús. Abramos los ojos y descubramos la gran cantidad de personas y grupos que trabajan por la vida y siembran el Reino, que ayudan, sonríen y luchan. Acojámoslos y alegrémonos con ellos, unamos nuestros esfuerzos a los de ellos. Después miremos nuestra vida: ¿qué necesito para ampliar en mis horizontes? ¿Qué cáncer debo cortar? ¿Cómo voy a construir el Reino con los que son diferentes?

Señor Jesús, que con tu misericordia, nos das la prueba más delicada de tu amor, apiádate de nosotros, pecadores, para que seamos capaces de abrir nuestros brazos al que es diferente y no desfallezcamos en la lucha por construir tu Reino. Amén.

Mons. Enrique Díaz es Obispo de Irapuato, Gto., México

 

 

28/09/2018-18:16
Isabel Orellana Vilches

Beato Francesc Castelló i Aleu, 29 de septiembre

«Un ingeniero químico brillante con un futuro prometedor junto a su novia. Joven enamorado de Cristo que aconsejaba ser apóstoles de alpargata huyendo de las comodidades. Fue mártir de la fe en la guerra civil española de 1936»

Hoy se celebra la festividad de los santos arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael. Y junto a otros santos y beatos, la vida de Francesc, uno de los mártires de la fe que cayeron en el transcurso de la trágica contienda española de 1936. Como todos los que sucumbieron en ella, tenía sus anhelos particulares, sueños que se vieron truncados de la noche a la mañana. Era un joven de su tiempo, ejemplar, atractivo, brillante ingeniero químico, con un proyecto de vida en común fraguado con su novia Mariona, sustentado en una vida espiritual sólida. Miraba a su alrededor con los ojos de Cristo y ese fue el legado más preciado que nos ha dejado a todos.

Nació en Alicante, España, el 10 de abril de 1914. Era el benjamín de tres hermanos; único varón. Dios había escuchado los ruegos de Teresa, su madre, que pedía un hijo «guapo y santo». Quedó huérfano de padre al poco tiempo de nacer, y Teresa se instaló con sus tres vástagos en Lérida. Ocho años más tarde, su actividad laboral como maestra de escuela, una vez ganadas las oposiciones condujo a todos a diversas localidades hasta que en el otoño de 1923 se establecieron en Juneda y allí hizo Francesc su primera comunión en 1924. Estudió con los maristas de Lérida en régimen de internado, y no perdía ocasión para hacer todo el bien posible a su alrededor. No era un joven pusilánime, precisamente, aunque su fuerte carácter iba quedando
neutralizado con la educación y formación que recibía. Era muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen María; los tres hermanos la tomaron por Madre, a iniciativa de Francesc, cuando murió Teresa en 1929 a consecuencia de una enfermedad que no fue tratada convenientemente.

Acogidos y ayudados económicamente por una tía paterna, Francesc, que mostraba interesantes aptitudes para la física y la química, pudo iniciar la carrera universitaria. Por mediación del padre Calaf, un jesuita amigo de su tía, obtuvo una beca que le permitió cursar estudios de química en la localidad barcelonesa de Sarriá. Otro jesuita, el padre Galant, le ayudó a superar la profunda crisis humana y espiritual que sufrió en esa época. El carisma ignaciano con los ejercicios espirituales apaciguó su angustia y le fortaleció. A partir de entonces se comprometió con pautas de vida que sostuvo con firmeza hasta el fin de sus días; entre otras acciones incluía la recepción periódica de los sacramentos. Se afilió a la Congregación Mariana y dentro de ella realizó una actividad apostólica ejemplar. En él se aunaban visión, oración y experiencia. Sabía cómo se conquistan las vocaciones: «Las almas hemos de ganarlas con esfuerzo y oración»,y cuál es el «espacio» en el que debe moverse el apóstol: «En el apostolado no os tiente nunca ni la silla cómoda, ni la cosa fácil. Sed personas de alpargata».

En 1932 ingresó en la «Federació de Joves Cristians de Catalunya». Un año antes se había proclamado la Segunda República, y los ánimos estaban encrespados. Mientras, y por sugerencia del padre Galant, se trasladó a Oviedo para terminar su carrera; se licenció en Química en 1934. Al año siguiente fue contratado como ingeniero químico en la empresa CROSS de Lérida. Y se volcó con los pobres del barrio del Canyeret; daba clases a los obreros y ayudaba a sus propios compañeros de trabajo. Enamorado de Mariona Pelegrí, una joven piadosa de familia creyente y comprometida, los jóvenes se prometieron formalmente en mayo de 1936. Ella formaba parte de la Acción Católica y Francesc la secundó.

Reclutado en el ejército el 1° de julio de ese año como soldado de complemento, el 20 su fe católica le llevó a la cárcel del castillo de Lérida. No llegó a cumplir dos meses de reclusión cuando el 12 de septiembre lo trasladaron a la cárcel provincial. El 29 no se arredró ante el tribunal popular ad casum, que sin rigor alguno, determinado a cumplir la sentencia de muerte ya fraguada de antemano, quiso conocer la filiación religiosa del beato. «¡Sí, soy católico!», confirmó respondiendo con firmeza y claridad, humilde al mismo tiempo, acogiendo con sencillez el gesto bronco y desafiante de sus interlocutores, sin juzgar tan execrable conducta, llevado por el perdón. Mientras aguardaba el cumplimento de la pena impuesta en la improvisada cárcel del ayuntamiento, animaba a sus compañeros. Inmediatamente escribió a su novia, a sus hermanas y al padre Galant.

Fragmentos de las cartas ponen de relieve su altura humana y espiritual. A su novia le dijo: «Me pasa una cosa extraña: no puedo sentir ninguna pena por mi suerte. Una alegría interna, intensa, fuerte me embarga. Quisiera escribirte una carta triste de despedida, pero no puedo. Estoy rodeado de ideas alegres como un presentimiento de la gloria...».A sus hermanas: «Acaban de leerme la pena de muerte y nunca he estado más tranquilo que ahora [4 La Providencia de Dios ha querido escogerme como víctima de los errores y de nuestros pecados. Yo voy con gusto y tranquilo a la muerte. Nunca como ahora tendré tantas probabilidades de salvación. Ya se ha acabado mi misión en esta vida, ofrezco a Dios los sufrimientos de esta hora».AI padre Galant: «Le escribo estas letras estando condenado a muerte y faltando unas horas para ser fusilado. Estoy tranquilo y contento, muy contento. Espero poder estar en la gloría dentro de poco rato. Renuncio a los lazos y placeres que puede darme el mundo y al cariño de los míos. Doy gracias a Dios porque me da una muerte con muchas probabilidades de salvarme». Cuando estas cartas llegaron a Pío XI las leyó sin poder contener la emoción; no fue capaz de desprenderse de ellas. Consideró que tales misivas cursadas por un hijo como Francesc «correspondía al padre guardarlas».

El beato y los seis condenados dieron gozoso testimonio de su fe, con esperanza y valentía, entonando el credo mientras iban camino de su sepultura. La madrugada del 29 de septiembre cobardes fusiles terminaron con su vida en el umbral del cementerio. Juan Pablo II beatificó a Francesc el 11 de marzo de 2001.