Cáritas | Análisis y reflexión • 17 Octubre 2018

 

Una sociedad desligada

 

El avance de la Encuesta FOESSA muestra una estructura social diferente en España a la de 2007, antes de la crisis

 

 

Por Guillermo Fernández Maíllo, miembro del Equipo de Estudios de Cáritas Española y del Comité Técnico de la Fundación FOESSA


 

 

Después de varios años de recuperación económica es una necesidad saber si la mejora ha llegado al conjunto de la sociedad española o si bien no está beneficiando a todos por igual.

En Cáritas hemos ido percibiendo poco a poco el descenso de las personas que acudían a pedirnos ayuda, sobre todo a nuestros programas de acogida y asistencia. Pareciera que las personas que llamaron a nuestra puerta por primera vez durante la crisis han ido pudiendo hacer frente a sus necesidades de forma autónoma. Simultáneamente, hemos apreciado un aumento de la necesidad de muchas de las personas que se habían quedado atrapadas en la pobreza.

¿Por qué a pesar del mejor crecimiento económico, del aumento del empleo, seguimos atendiendo a cinco veces más personas que antes de la crisis? ¿Puede ser que lo que le sucede a Cáritas nos convierta en una suerte de termómetro social?

 

Algunas conclusiones de la Encuesta FOESSA

Hemos llamado a las puertas de más de 150.000 hogares y nos hemos sentado finalmente en 11.000 de ellos, donde sus moradores han compartido generosamente con nosotros cuál es su situación. Esto es lo que la Encuesta FOESSA ha comenzado a desvelar.

La conclusión más importante en el balance general de estos diez años, es que el espacio de la integración social se ha recuperado pero con bases más débiles, y que ha aumentado el espacio de la exclusión más severa. Y estas dos características las podemos considerar ya estructurales si no cambia nuestro modelo de participación social.

 

Mejora la integración social, pero…

La integración social ha logrado una clara mejoría, alcanzando al 48,4% de personas en el conjunto de la sociedad, una cifra muy parecida a la de 2007. Sin embargo, hemos detectado una gran acumulación de personas en el límite entre la integración más precaria y la exclusión más moderada. Más de seis millones de personas se encontrarían en una situación tan frágil, que aun estando en este momento sin graves problemas, ante un ligero cambio a peor en la marcha de nuestra economía, tendrían una gran probabilidad de atravesar la frontera de la exclusión social.

 

Aumenta el espacio de la exclusión social

En el otro extremo, 8,6 millones de personas se encontrarían en el espacio de la exclusión social, 1,2 millones más que en 2007. Se ha producido, en este final de ciclo un aumento del 12% de la exclusión global y del 40% de la exclusión social más severa, en esta última se encontrarían 4,1 millones de personas.

Esta es la factura que está pagando nuestra sociedad tras la crisis y su recuperación, un espacio de la integración con bases más débiles y una exclusión más severa que se enquistan ambas en la estructura social de España.

El balance de los últimos diez años nos deja, pues, una estructura social diferente. Una sociedad más desligada, en la que se destruyen con cada vez mayor intensidad los vínculos o ligamentos por los que nos sentimos miembros, con derechos y deberes. El estrés cíclico al que estamos sometiendo a los ligamentos que sostienen nuestro modelo de sociedad nos obliga no solo a reconstruirlo sino a repensarlo.