Tribunas

 

Miedo a los emigrantes

 

 

Ángel Cabrero

 

Las noticias sobre el elevado número de africanos que alcanzan nuestras costas, de una manera o de otra; los muchos europeos del este que se afincan entre nosotros, quizá sobre todo rumanos, o los sudamericanos de distintos países que vemos en nuestras calles, hacen temer a más de uno que ve en peligro nuestra identidad nacional, social y religiosa. De hecho, habría no pocos que buscarían, si fuera posible, la forma de cerrar totalmente nuestras fronteras.

El hecho real es que los acuerdos internacionales de la Comunidad Europea exigen admitir una cantidad establecida que, al parecer, todavía es escasa por parte de España. Hay muchísimos más musulmanes en Alemania o en Francia que en nuestro país, pero para muchos, más o menos expertos, ya es demasiado.

Creo que hay dos aspectos que se deben tener en cuenta. El humanitario y el religioso. Es indudable que si un subsahariano emprende la aventura de recorrer un largo camino hasta llegar al Mediterráneo y luego se juega la vida en el paso del estrecho, es porque buscan una vida mejor. En sus países viven en la miseria. Seguramente nos hemos preguntado alguna vez: ¿por qué viven en la miseria? Y descubrimos que, en algunos casos, no es que falte riqueza natural, lo que falta es un gobierno relativamente justo. Si fuera solo por pobreza natural del país, que también los habrá, más de uno se habrá planteado la posibilidad de construir algún tipo de industria que pueda elevar el nivel económico. Pero si a la pobreza natural se une el desgobierno, entonces es más difícil la ayuda exterior.

Entonces ¿qué pueden hacer esas pobres gentes que viven tan miserablemente? Pues está claro, intentar llegar a los países de la opulencia que, por otra parte, conocen bastante bien por la televisión, el cine, el internet. ¿Nosotros vamos a echarlos? Recientemente una ministra explicaba el número de emigrantes que España necesitará en no muchos años, para cubrir puestos de trabajo, teniendo en cuenta nuestra baja natalidad. ¿En qué quedamos, entonces?

El miedo les entra a otros por motivos religiosos y sociales. ¿Qué educación o modo de vivir pueden traernos? Y, sobre todo, ¿qué ideas religiosas pueden aportarnos? Al pensar en esto se supone que tienen presentes sobre todo a los musulmanes. Son monoteístas como nosotros, pero con una religión manifiestamente intolerante y, en muchos casos, violenta. Muy pobre, se basa en textos del Corán aprendidos de memoria, pero no comprendidos a veces ni por el imán de turno.

Por lo demás, los rumanos llegados a España son ortodoxos, muchas veces más piadosos que una gran parte de los españoles, cristianos solo de bautismo. Y ya no digamos de los sudamericanos, que son, en muchos casos, un ejemplo de vida cristiana para muchos autóctonos, tan olvidados, tan escépticos, tan materialistas.

¿Miedo? No deja de ser un tanto ridículo, pues si cualquiera de nosotros es coherentemente cristiano, verá en esas personas que llegan de lejos, personas a quien ayudar, porque es caridad cristiana. Personas a quienes acercar a la fe, si son islámicos, aun cuando sepamos que son difíciles las conversiones -pero más frecuentes de lo que pareces-. Si somos cristianos de una pieza no podemos temer que nos influyan, tendremos deseos de influirles.

Y cuando conocemos casos concretos, personas de otras razas, de otras religiones, con detalle, como ocurre cuando nos cuentan ciertas historias, ¿cómo vamos a tener miedo? Recomiendo la lectura de esos libros que no hablan de personas concretas, para poder cambiar de planteamientos.

 

Fabio Geda, En el mar hay cocodrilos, Destino 2011

Philippe Claudel, La nieta del señor Linh, Salamandra 2013

López Lomong, Correr para vivir, Palabra 2013

 

Ángel Cabrero Ugarte