Servicio diario - 30 de noviembre de 2018


 

El Papa anima a niños con enfermedades tumorales: "Vencer es el horizonte para ir adelante"
Rosa Die Alcolea

Francisco a Bartolomé I: La búsqueda de la comunión plena responde a la voluntad de Jesucristo
Rosa Die Alcolea

Santa Marta: La misión es un billete de ida sin vuelta
Anne Kurian

Papa Francisco: El santuario es un lugar privilegiado para experimentar la misericordia
Rosa Die Alcolea

Europa: El Vaticano se une a la Zona Única de Pagos en Euros
Rosa Die Alcolea

Beato Charles de Foucauld, 1 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

30/11/2018-18:21
Rosa Die Alcolea

El Papa anima a niños con enfermedades tumorales: "Vencer es el horizonte para ir adelante"

(ZENIT – 30 nov. 2108).- El Santo Padre Francisco ha compartido parte de la mañana con un grupo de niños con enfermedades tumorales de la Clínica de Oncología en Wrocław (Polonia), en el Vaticano.

“La victoria es diferente para cada persona: cada uno vence a su manera, pero vencer siempre es el ideal, es el horizonte para ir adelante. No os desaniméis”, les ha dicho el Papa durante la audiencia, celebrada esta mañana, viernes, 30 de noviembre de 2018, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.

Francisco les ha agradecido su visita y ha compartido con ellos una reflexión: “Vuestro camino en la vida es un poco dificultoso, queridos niños, porque tenéis que curaros, vencer a la enfermedad o convivir con la enfermedad: esto no es fácil. Pero tenéis muchos amigos, muchos amigos que os ayudan tanto. Y también vuestros familiares os ayudan a seguir adelante. Pensad bien en esto: no hay dificultad en la vida que no se pueda vencer”.

Y luego, el Papa ha añadido: “A cada uno de nosotros, el Señor nos ha dado un ángel de la guarda, desde que somos pequeños hasta que somos ancianos. El Señor nos lo ha dado para que nos ayude en la vida”.

Cada uno de vosotros tiene el suyo, ha recordado el Papa. “Acostumbraos a hablar con vuestro ángel, para que os guarde, os inspire y os lleve a vencer siempre en la vida”.

Asimismo, el Santo Padre se ha dirigido a los acompañantes de los niños: “Gracias por cuidar de estos niños, ayudándoles a crecer”.

El encuentro ha concluido con un momento de oración, propuesto por el Papa Francisco, que ha invitado a rezar Nuestra Señora el Ave María en polaco, antes de impartir la bendición.

 

 

 

30/11/2018-17:53
Rosa Die Alcolea

Francisco a Bartolomé I: La búsqueda de la comunión plena responde a la voluntad de Jesucristo

(ZENIT — 30 nov. 2018).- En la fiesta de San Andrés Apóstol, el Papa Francisco expresa a Su Santidad Bartolomé I sus sentimientos de profundo afecto, junto con la seguridad de sus oraciones por él, "querido hermano en Cristo", y por la Iglesia confiada a su cuidado pastoral.

La delegación de la Santa Sede ha participado en la solemne Liturgia Divina presidida por Su Santidad Bartolomé en la iglesia patriarcal de San Jorge al Fanar, donde ha encontrado al Patriarca y ha sostenido conversaciones con la Comisión sinodal encargada de las relaciones con la Iglesia Católica.

En el marco de esta solemnidad, se ha celebrado el intercambio tradicional de delegaciones para las respectivas fiestas de los santos patronos, así como el 29 de junio en Roma para la celebración de los santos Pedro y Pablo, hoy, 30 de noviembre ha tenido lugar el encuentro en Estambul para la celebración de San Andrés.

 

Delegación de la Santa Sede

En esta festividad, el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, encabeza la Delegación de la Santa Sede en la fiesta del Patriarcado Ecuménico.

El cardenal está acompañado por el obispo Brian Farrell, secretario del Dicasterio, y por monseñor Andrea Palmieri, subsecretario. En Estambul, se ha unido a la delegación el nuncio apostólico en Turquía, el arzobispo Paul F. Russell.

El cardenal Koch entregó al Patriarca Ecuménico un mensaje autógrafo del Santo Padre, al cual dio lectura pública al final de la liturgia divina y cuyo texto publicamos a continuación.

***

 

Mensaje del Santo Padre

A Su Santidad Bartolomé
Arzobispo de Constantinopla
Patriarca ecuménico

Con especial alegría, en la fiesta de San Andrés Apóstol, Patrono del Patriarcado Ecuménico, transmito mis sentimientos de profundo afecto, junto con la seguridad de mis oraciones por Su Santidad, querido hermano en Cristo y por la Iglesia confiad por nuestro Señor a vuestro cuidado pastoral. También extiendo cordiales saludos a los miembros del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico, al clero, a los monjes y monjas, y a todos los fieles reunidos en la Iglesia Patriarcal de San Jorge para la solemne celebración en honor de San Andrés, el primer llamado y hermano de San Pedro.

El intercambio de delegaciones entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla, con motivo de sus respectivos días de fiesta, se ha convertido en una gozosa costumbre a lo largo de los años y expresa el vínculo profundo que une a nuestras dos sedes. Aunque los siglos de malentendidos mutuos, las diferencias y el silencio podrían haber comprometido esta relación, el Espíritu Santo, Espíritu de unidad, nos ha permitido recomenzar un diálogo fraternal. Un diálogo que fue reanudado definitivamente por nuestros venerables predecesores, el Patriarca Atenágoras y el Papa San Pablo VI, y nos ha permitido redescubrir los lazos de comunión que siempre han existido entre nosotros.

Nuestras Iglesias han salvaguardado la tradición apostólica con gran cuidado, junto con las enseñanzas de los primeros Concilios Ecuménicos y de los Padres de la Iglesia, a pesar de las diferencias desarrolladas en las tradiciones locales y en las formulaciones teológicas, que deben ser comprendidas y aclaradas con mayor profundidad. Al mismo tiempo, ambas Iglesias, con un sentido de responsabilidad hacia el mundo, han sentido esa llamada urgente, que atañe a cada uno de nosotros que hemos sido bautizados, a proclamar el Evangelio a todos los hombres y mujeres. Por esta razón, hoy podemos trabajar juntos en la búsqueda de la paz entre los pueblos, por la abolición de todas las formas de esclavitud, por el respeto y la dignidad de todo ser humano y por el cuidado de la creación. Con la ayuda de Dios, a través del encuentro y el diálogo en nuestro camino juntos durante los últimos cincuenta años, ya experimentamos estar en comunión, a pesar de que todavía no sea plena y completa.

La búsqueda del restablecimiento de la comunión plena es ante todo una respuesta a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, quien en la víspera de su Pasión oró para que sus discípulos "sean todos uno" (Jn. 17, 21). Unidos, damos una respuesta más efectiva a las necesidades de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente aquellos que sufren de pobreza, hambre, enfermedades y guerra. Aquí expresaría mi profunda gratitud a Su Santidad por su presencia en la Jornada de Oración y Reflexión por la paz en Oriente Medio, celebrada el pasado 7 de julio en Bari, a la que asistieron los Jefes de las Iglesias, o sus representantes, de esa zona tan problemática. Es una fuente de gran consuelo compartir con Su Santidad las mismas preocupaciones por la trágica situación de nuestros hermanos y hermanas en la región.

En un mundo herido por el conflicto, la unidad de los cristianos es un signo de esperanza que debe irradiar de manera más visible. Con esto en mente, también le aseguro a Su Santidad mi oración para que Dios, fuente de reconciliación y paz, nos conceda a los cristianos "tener todos unos mismos sentimientos, ser compasivos, amarnos como hermanos" (1P. 3: 8). Dios nos ha llamado para esto, para que podamos "heredar la bendición" (1P. 3: 9).

Confiando en la intercesión de nuestros patronos, San Pedro y San Andrés, le aseguro a Usted y a todos los fieles del Patriarcado Ecuménico mis renovados y mejores deseos, en nombre de toda la Iglesia Católica. Con sentimientos de profunda estima y afecto fraterno, confiando también en sus propias oraciones, intercambio con Su Santidad un abrazo de paz en Cristo nuestro Señor.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

30/11/2018-14:48
Anne Kurian

Santa Marta: La misión es un billete de ida sin vuelta

(ZENIT — 30 nov. 2018).- La misión es un billete de ida sin vuelta, dijo el Papa Francisco en la misa de esta mañana, 30 de noviembre de 2018, en la Casa de Santa Marta, para la fiesta del apóstol San Andrés. Insistió en la "coherencia" de la vida: "hacer lo que decimos".

En su homilía informada por Vatican News, instó a deshacerse de "todo lo que nos impide continuar en el anuncio "de Jesús", de esta actitud, de pecado, de este vicio" para ser "más coherente" en su testimonio.

El anuncio no es "una simple noticia", sino "la única gran buena noticia", dijo: "Este no es un trabajo publicitario, para publicitar a una persona muy buena, que hizo el bien, que sanó a muchas personas, y nos enseñó cosas hermosas. No, no es publicidad. Tampoco es hacer proselitismo. Si alguien va a hablar sobre Jesucristo, predica a Jesucristo para hacer proselitismo, no, no es el anuncio de Cristo: es un trabajo ... directamente en la lógica del marketing".

"¿Qué es el anuncio de Cristo? preguntó el Papa. No es proselitismo, ni publicidad o marketing: va más allá ... es sobre todo ser enviado. Y esta misión se realiza "con la condición de poner en juego su vida, su tiempo, sus intereses, su carne". "Este viaje solo tiene un billete de ida, no hay vuelta. Regresar es apostasía".

El Papa habló del "escándalo" de los cristianos que se llaman a sí mismos cristianos pero viven "como paganos, como incrédulos". Y ha invitado a la "coherencia, entre la palabra y la vida". El apóstol, "es el que lleva la Palabra de Dios, es un testigo", quien juega su vida "hasta el final" y quien es "también un mártir".

Dios mismo, observó el Papa, "para darse a conocer", envió a su Hijo "arriesgando su vida", en un viaje "con un solo billete, de ida". "El diablo trató de convencerlo de que tomara otro camino, y Él no quiso, hizo la voluntad del Padre hasta el fmal. Y nuestro anuncio debe seguir el mismo camino: el testimonio, porque Él ha sido testigo del Padre haciéndose carne. Y nosotros debemos encarnarnos, es decir, convertirnos en testigos: hacer, hacer lo que decimos".

"Los mártires son aquellos que [muestran] que el anuncio fue verdadero", dijo nuevamente el Papa Francisco. Los hombres y mujeres que dieron sus vidas, los apóstoles dieron sus vidas por su sangre; pero también muchos hombres y mujeres ocultos en nuestra sociedad y en nuestras familias, que dan testimonio diariamente, en silencio, a Jesucristo, pero a través de sus vidas, con la coherencia de hacer lo que dicen".

Asumir "la misión" de proclamar a Cristo, concluyó, es vivir como Jesús "nos enseñó a vivir", "en armonía con lo que predicamos", por lo que el anuncio "será fructífero". Vivir al contrario "sin coherencia", "decir una cosa y hacer lo contrario", hace "mucho daño al pueblo de Dios".

Durante la celebración, el Papa Francisco también invitó a estar "cerca de la Iglesia de Constantinopla, de la Iglesia de Andrés", y ha orado "por la unidad de las iglesias".

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

30/11/2018-07:59
Rosa Die Alcolea

Papa Francisco: El santuario es un lugar privilegiado para experimentar la misericordia

(ZENIT – 30 nov. 2018).- “¡Cuánto necesitamos los santuarios en el camino diario de la Iglesia!” ha dicho el Papa a los Rectores y Operadores de Santuarios. “Son el lugar donde se reúne con más agrado nuestro pueblo para expresar su fe con toda simplicidad y de acuerdo con las diversas tradiciones que ha aprendido desde la infancia”.

Del 27 al 29 de noviembre tiene lugar, en la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, el I Congreso Internacional para Rectores y Operadores de Santuarios sobre el tema El santuario, puerta abierta a  la nueva evangelización.

Al final de los trabajos, a las 11:45 horas, en la Sala Regia del Palacio Apostólico, el Papa ha recibido en audiencia a los participantes en el congreso y les ha dirigido el siguiente discurso.

El Papa ha subrayado varios aspectos del “necesario” papel del santuario en la Iglesia. En primer lugar, ha destacado la importancia de la acogida reservada a los peregrinos, y ha observado: “Es triste cuando sucede que, a su llegada, no haya nadie que les dé una palabra de bienvenida y los reciba como peregrinos que han realizado un viaje, a menudo largo, para llegar al santuario”.

“¡Y es peor todavía cuando encuentran la puerta cerrada! –ha insistido el Papa– No puede ser que se preste más atención a las necesidades materiales y financieras, olvidando que la realidad más importante son los peregrinos. Son ellos los que cuentan”.

En segundo lugar, Francisco ha anotado que los santuarios “están llamados a alimentar la oración del peregrino individual en el silencio de su corazón”.

En la línea de la acogida, ha comentado que “nadie en nuestros santuarios tendría que sentirse como un extraño, especialmente cuando llega allí bajo el peso de su propio pecado”.

Por último, el Santo Padre ha señalado que el santuario es un “lugar privilegiado” para experimentar la misericordia que no conoce fronteras. Y ha añadido que esta es una de las razones que le empujaron a querer que también en los santuarios hubiera una “Puerta de la misericordia” durante el jubileo extraordinario.

En efecto, cuando la misericordia se vive, “se convierte en una forma de evangelización real, porque transforma a los que reciben la misericordia en testigos de misericordia”, ha asegurado el Pontífice.

RD

A continuación sigue el texto del Mensaje del Santo Padre a los Rectores y Operadores de Santuarios:

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Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Esperaba este momento que me permite conocer a muchos representantes de los innumerables santuarios esparcidos en todas las regiones del mundo. ¡Cuánto necesitamos los santuarios en el camino diario de la Iglesia! Son el lugar donde se reúne con más agrado nuestro pueblo  para expresar su fe con toda simplicidad y de acuerdo con las diversas tradiciones que ha aprendido desde la infancia. En muchos sentidos, nuestros santuarios son insustituibles porque mantienen viva la piedad popular, enriqueciéndola con una formación catequética que sostiene y refuerza la fe alimentando al mismo tiempo el testimonio de caridad. Esto es muy importante: mantener viva la piedad popular y no olvidar esa joya que es el número 48 de la Evangelii nuntiandi, donde San Pablo VI cambió el nombre “religiosidad popular” en “piedad popular”. Es una joya. Esa es la inspiración de la piedad popular que, como dijo una vez un obispo italiano, “es el sistema inmunitario de la Iglesia”. Nos salva de muchas cosas.

Agradezco al arzobispo Rino Fisichella las palabras con las que ha introducido nuestro encuentro y que me ofrecen la oportunidad de algunas consideraciones.

Pienso, en primer lugar, en la importancia de la acogida reservada a los peregrinos. Sabemos que cada vez más a menudo nuestros santuarios son la meta no de grupos organizados, sino de peregrinos solos o de grupitos autónomos que se ponen en camino para llegar a estos lugares sagrados. Es triste cuando sucede que, a su llegada, no haya nadie que les dé una palabra de bienvenida y los reciba como peregrinos que han realizado un viaje, a menudo largo, para llegar al santuario. ¡Y es peor todavía cuando encuentran la puerta cerrada! No puede ser que se preste más atención a las necesidades materiales y financieras, olvidando que la realidad más importante son los peregrinos. Son ellos los que cuentan. El pan viene después, pero antes ellos. Con cada uno debemos asegurarnos de que se sienta “como en casa”, como un familiar muy esperado que finalmente ha llegado.

También debemos considerar que muchas personas visitan el santuario porque pertenece a la tradición local; a veces porque sus obras de arte son una atracción; o porque se encuentra en un entorno natural de gran belleza y encanto. Estas personas, cuando son bienvenidas, son más disponibles  a abrir sus corazones y a dejar que los plasme la gracia. Un clima de amistad es una semilla fecunda que nuestros santuarios pueden arrojar al terreno de los peregrinos, haciéndoles redescubrir esa confianza en la Iglesia que a veces puede haberse visto decepcionada a causa de una indiferencia de la que han sido objeto.

El santuario es ante todo –segunda cosa-  un lugar de oración. La mayoría de nuestros santuarios están dedicados a la piedad mariana. Aquí, la Virgen María abre de par en par los brazos de su amor maternal para escuchar la súplica de cada uno y concederla. Los sentimientos que cada peregrino siente en lo más profundo del corazón son aquellos que encuentra también en la Madre de Dios. Aquí, ella sonríe dando consuelo. Aquí derramas lágrimas con los que lloran. Aquí  presenta a cada uno al Hijo de Dios sostenido firmemente en sus brazos como el bien más preciado que toda madre posee. Aquí María se hace compañera de camino de cada persona que levanta los ojos pidiendo una gracia, convencida de que se le concederá. La Virgen responde a todos con la intensidad de su mirada, que los artistas han sabido pintar, a menudo guiados a su vez desde lo alto en la contemplación.

A propósito de  oración en los santuarios, quisiera subrayar dos requisitos. En primer lugar, alentar la oración de la Iglesia que con la celebración de los sacramentos hace la salvación presente y eficaz. Esto permite que cualquier persona presente en el Santuario  se sienta parte de una comunidad más grande que desde todas las partes de la tierra profesa la única fe, testimonia el mismo amor y vive la misma esperanza. Muchos santuarios han surgido precisamente por la  petición de oraciones de la Virgen María al vidente, para que la Iglesia no olvide nunca las palabras del Señor Jesús de rezar sin interrupción (cf. Lc 18, 1) y de permanecer siempre vigilantes a la espera de su regreso (cf. Mc 14, 28).

Además, los santuarios están llamados a alimentar la oración del peregrino individual en el silencio de su corazón. Con las palabras del corazón, con el silencio, con las  fórmulas aprendidas de memoria cuando era un niño, con sus gestos de piedad … cada uno debe  ser ayudado a expresar su oración personal. Muchos vienen al santuario porque necesitan recibir una gracia, y luego regresan para dar gracias por haberla obtenido, a menudo por haber recibido fuerza y ​​paz en la prueba. Esta oración hace que los santuarios sean lugares fecundos, porque la piedad del pueblo sea siempre alimentada  y crezca en el conocimiento del amor de Dios.

Nadie en nuestros santuarios tendría que sentirse como un extraño, especialmente cuando llega allí bajo el peso de su propio pecado. Y aquí me gustaría hacer la última consideración: el santuario es un lugar privilegiado para experimentar la misericordia que no conoce fronteras. Esta es una de las razones que me empujaron a querer que también en los santuarios hubiera una  “Puerta de la misericordia” durante el jubileo extraordinario. En efecto, cuando la misericordia se vive, se convierte en una forma de evangelización real, porque transforma a los que reciben la misericordia en testigos de misericordia. En primer lugar, el sacramento de la Reconciliación, que tan a menudo se celebra en los santuarios, necesita sacerdotes bien formados, misericordiosos, capaces de hacer que se saboree el verdadero encuentro con el Señor que perdona. Espero que, sobre todo en los santuarios, nunca falte la figura del “Misionero de la Misericordia”, – si no la hay en algún santuario que la pida al dicasterio- como un fiel testimonio del amor del Padre que tiende a todos sus brazos y sale al encuentro feliz de haber reencontrado a los que se habían ido (cf. Lc 15, 11-32). Las obras de misericordia, por último, piden ser vividas de una manera particular en nuestros santuarios, porque en ellos la generosidad y la caridad se realizan de manera natural y espontánea como actos de obediencia y de amor al Señor Jesús y a la Virgen María.

Queridos hermanos y hermanas, pido a la Madre de Dios que os sostenga y acompañe en esta gran responsabilidad pastoral que se os ha confiado. Os bendigo y rezo por vosotros. Y vosotros, también, por favor, no os olvidéis de rezar y de hacer que se rece por mí en vuestros santuarios.

Y, antes de terminar, me gustaría hablar de una experiencia, una experiencia de un hermano y también mía. El santuario es un lugar, por así decirlo, del encuentro no solo con el peregrino, con Dios, sino también el encuentro de nosotros pastores con nuestro pueblo. La liturgia del 2 de febrero nos dice que el Señor va al santuario para encontrarse con su pueblo, para salir al encuentro de su pueblo, entender al pueblo de Dios, sin prejuicios; el pueblo dotado de ese “olfato” de la fe, de esa infallibilitas in credendo de la que habla el  n. 12 de la Lumen gentium. Este encuentro es fundamental. Si el pastor que está en el santuario no logra encontrarse con el pueblo de Dios, es mejor que el obispo le dé otra misión, porque no es adecuado para eso; y él sufrirá tanto y hará sufrir al pueblo. Recuerdo – y ahora vengo a la anécdota – a un profesor de Literatura, un hombre genial. Toda su vida fue jesuita; toda su vida fue  profesor de Literatura de alto nivel. Después se jubiló y le pidió al Provincial: “Me jubilo, pero me gustaría hacer algo pastoral en un barrio pobre, tener contacto con el pueblo, con la gente …”. Y el Provincial le confía un barrio de gente muy devota, que iba a los santuarios, que tenía este espíritu, pero muy pobre, más o menos un barrio de chabolas. Y tenía que venir una vez a la semana a la comunidad de la Facultad de Teología, donde era rector. Pasaba todo el día con nosotros, en fraternidad, y luego volvía. Así mantenía la vida en comunidad. Y como era genial, un día me dijo: “Tienes que decirle al profesor de eclesiología que le faltan dos tesis” – “¿Por qué?” – “Sí, dos tesis que debe enseñar” – “¿Y cuáles son?” “La primera: el santo pueblo fiel de Dios es ontológicamente olímpico, es decir, hace lo que quiere; y la segunda: es metafísicamente tedioso, es decir, aburre “. Había entendido en los encuentros cómo y por qué cansa el pueblo de Dios. Si estás en contacto con el pueblo de Dios, te cansarás. ¡Un trabajador pastoral que no se cansa me deja muy perplejo! Y con respecto al hecho de que es “olímpico”, es decir, hace lo que quiere, recuerdo cuando era maestro de novicios: Iba todos los años, -como Provincial también con los novicios-, al Santuario de Salta, en el norte de Argentina, a las fiestas de Señor del Milagro. Al salir de la misa, – yo confesaba durante la misa-, había tanta gente, y una señora del pueblo se acercó a otro sacerdote con algunas estampitas: “¿Padre, me las bendice?”, Y ese sacerdote, un teólogo muy inteligente, le dice: “Pero, señora, ¿ha estado en misa?” – “Sí” – “¿Y Usted  sabe que en la misa hay el sacrificio del Calvario, está presente Jesucristo?” – “Sí, padrecito, sí” – “Y ¿sabe que todas estas cosas están más que bendecidas? “-” Sí, padrecito “-” ¿Y sabe que con la bendición final se bendice todo? “-” Sí, padrecito “. Y en ese momento, salió otro sacerdote y la señora dijo: “Padre, ¿me las bendice?” Y él  las tocó y las bendijo. Ella consiguió  lo que quería: Que las tocase. El sentido religioso del tacto. La gente toca las imágenes, “toca a Dios”.

¡Gracias por lo que hacéis! Y ahora os doy la bendición.

 

 

 

30/11/2018-17:26
Rosa Die Alcolea

Europa: El Vaticano se une a la Zona Única de Pagos en Euros

(ZENIT — 30 nov. 2018).- El Estado de la Ciudad del Vaticano/Santa Sede se ha incluido en la extensión del ámbito geográfico de la Zona Única de Pagos en Euros (SEPA), según aprobó aprobó la semana pasada la Junta del Consejo Europeo de Pagos (EPC).

Es una información de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, publicada este viernes, 30 de noviembre de 2018.

Está previsto que, a partir del 1 de marzo de 2019, los esquemas de la SEPA estén abiertos a las instituciones financieras del Estado de la Ciudad del Vaticano/Santa Sede, una vez que se hayan incorporado.

 

Zona Única de Pagos en Euros

La SEPA armoniza la forma en que se realizan los pagos electrónicos en euros en toda Europa. Permite a los consumidores, empresas y administraciones públicas europeos realizar y recibir transferencias de crédito y débito directo en las mismas condiciones básicas y hace que todos los pagos transfronterizos en euros sean tan fáciles como los pagos nacionales.

A partir del 1 de marzo de 2019, el alcance geográfico de los esquemas de la SEPA consistirá en los siguientes 36 países: los veintiocho estados miembros de la UE más Islandia, Noruega, Liechtenstein, Suiza, Mónaco, San Marino, el Principado de Andorra y el Estado de la Ciudad del Vaticano / Santa Sede.

"El éxito de la solicitud a la SEPA es una señal muy positiva", ha afirmado René Bruelhart, Presidente de la AIF (Autoridad di Información Financiera). "Contribuye a facilitar los pagos y armoniza dichos servicios. Además, demuestra los esfuerzos de la Santa Sede para mejorar la transparencia financiera ".

 

 

30/11/2018-07:07
Isabel Orellana Vilches

Beato Charles de Foucauld, 1 de diciembre

«Apóstol de los tuaregs, este Hermano universal de origen aristocrático, que se convirtió siendo adulto, se dejó literalmente la vida en su misión. A él se debe la proliferación de numerosas fundaciones asentadas en su espiritualidad»

Este «misionero del Sahara», apóstol de los tuaregs, nació en Strassbourg, Francia, el 15 de septiembre de 1858. Su origen aristocrático —fue vizconde de Foucauld— inicialmente no le otorgó a su carácter la distinción que cabría esperar en alguien de su alcurnia. Él y su hermana María perdieron a sus padres. Charles tenía 6 años. Creció junto a ella bajo la tutela de su abuelo, encaminándose a la vida militar. Antes había estudiado con los jesuitas, pero en los tres años que estuvo con ellos no parece que sus enseñanzas hicieran mella en su espíritu. Desde sus 16 años vivía alejado de la fe. Como el hijo pródigo, dilapidó la copiosa herencia que le legaron tiñendo su existencia con las sombras de ese ambiente licencioso al que se asomó. Fue en 1878 cuando se integró en el ejército y dos años más tarde convertido en oficial prestó sus primeros servicios en Sétif, Argelia. Dios no existía entonces para él. Otros intereses mundanos llamaban su atención y al año siguiente su mala conducta supuso su expulsión. A partir de ese momento tuvo una vida ajetreada. Se convirtió en explorador, aunque a la par sondeaba, inquiría íntimamente una respuesta espiritual que, todavía difusa, le inquietaba.

Participó en la revuelta de Bon Mama en Orán del Sur, estudio árabe y hebreo, y en 1883 inició una expedición a Marruecos por la que fue condecorado con la medalla de oro de la Sociedad Geográfica; recorrió Argelia y Túnez. Fue un viaje que preparó su espíritu para ser fecundado por la gracia divina ya que al ver cómo vivían su fe los musulmanes, brotó de su interior esta ardiente súplica: «Dios mío, si existes, haz que te conozca». Esta sinceridad y apertura fueron suficientes para que penetrase la luz divina en su corazón a raudales. En octubre de 1886 cuando se hallaba en París preparando el texto sobre su viaje por Marruecos, inició su itinerario espiritual llevado de la mano del padre Huvelin. Obedeciendo sus indicaciones, se confesó, pese a declararse no creyente, y se sintió totalmente renovado: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para El; mi vocación religiosa es del mismo momento que mi fe: Dios es tan grande».

Durante siete años la Trapa fue su hogar. Primeramente pasó uno en la casa de Nuestra Señora de las Nieves, en Francia, y de allí, a petición suya vivió otros seis en la que tenían en Akbés, Siria. Impactado por la experiencia, pero sin terminar de encajar allí totalmente, regresó a Roma para cursar estudios por indicación de sus superiores, pero en 1896 abandonó la comunidad trapense y peregrinó a Tierra Santa. Allí permaneció un tiempo asistiendo a las hermanas clarisas en Nazareth. Fue otro momento importante para su vida espiritual que recorrió impregnándose de la pobreza que hallaba encerrada en estos matices: «No tenemos una pobreza convencional, sino la pobreza de los pobres. La pobreza que, en la vida escondida, no vive de dones ni de limosnas ni de rentas, sino sólo del trabajo manual».

Después de una profunda experiencia casi eremítica, saboreando la riqueza de la contemplación, regresó a Francia donde prosiguió los estudios que en 1901 culminaron con su ordenación sacerdotal en Viviers. Tenía 43 años y una idea apostólica tan clara que no dudó en materializarla: la evangelización de Marruecos. Al no poder residir en el país, como hubiera sido su deseo, se afincó lo más cerca posible, en Beni-Abbés, Argelia. Ya tenía clavada esta convicción: «Haré el bien en la medida en que sea santo». El espíritu de sacrificio, la pobreza, el desvelo por los enfermos y los más necesitados se había convertido en el objetivo prioritario de su vida que había encendido con sus largas horas de adoración ante la Eucaristía: «La Eucaristía es Dios con nosotros, es Dios en nosotros, es Dios que se da perennemente a nosotros, para amar, adorar, abrazar y poseer». Sabía por experiencia y así lo expresó que «cuanto más se ama, mejor se ora».

Emulando a los mercedarios, liberó esclavos en 1902, y entre 1904 y 1905 se estableció en Tamanrasset junto al pueblo tuaregs del Hoggar argelino. Parecía como si tuviese la impresión de que debía apurar el tiempo. Trabajó con denuedo en una formidable labor de inculturación, primeramente traduciendo al tuareg los evangelios, labor que continuó a la inversa, traduciendo al francés poesía tuareg. Es autor de un diccionario bilingüe francés-tuareg y tuareg-francés, de una gramática y de varias obras sobre esta tribu nómada. Este era su anhelo: «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: `Si tal es el servidor, ¿como entonces será el Maestro...'?».

En 1909 puso en marcha la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón con el objetivo de llevar la fe a África. En los once años que convivió con los tuaregs se hizo uno con ellos sin escatimar esfuerzos, con el gozo de saber que de ese modo cumplía fielmente la misión a la que se sintió llamado por Cristo. Amó al pueblo hasta el fin, y allí entregó su vida. El 1 de diciembre de 1916 una bala de fusil en medio de una emboscada bereber acabó con este gran apóstol que fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de noviembre de 2005.

El influjo de su espiritualidad se halla en diversas instituciones: los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas y los Hermanitos del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, las Hermanitas del Sagrado Corazón, la Fraternidad Jesús Caritas, y la Fraternidad Charles de Foucauld.