Servicio diario - 17 de diciembre de 2018


 

"¡Feliz 82 cumpleaños, Papa Francisco!"
Rosa Die Alcolea

Abolición de la pena de muerte: Esta causa "es un deber para todos los cristianos"
Rosa Die Alcolea

"Los niños nos enseñan que hay que abajarse para entender la vida y a los demás"
Rosa Die Alcolea

Vietnam-Santa Sede: El 7° encuentro del Grupo de Trabajo Conjunto será en Hanói
Rosa Die Alcolea

Porta Asinaria: 200 personas representan el belén viviente `Venite adoremus'
Rosa Die Alcolea

Beata Julia Nemesia Valle, 18 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

17/12/2018-14:54
Rosa Die Alcolea

"¡Feliz 82 cumpleaños, Papa Francisco!"

(ZENIT — 17 dic. 2018).- Felicitaciones de todos los rincones del mundo llegan al Papa Francisco en su 82 cumpleaños, este lunes, 17 de diciembre de 2018: Un "feliz
aniversario" que resuenan en todos los idiomas.

En este día tan especial para el Santo Padre, disfrutará de un pastel de cumpleaños de mango, hecho por la heladería Hedera, a pocos metros del Vaticano en la calle Borgo Pio, quienes tradicionalmente elaboran el pastel de cumpleaños del Pontífice.

Ya el año pasado, en el 81° aniversario de su nacimiento, el Papa argentino lo festejó tomando un pastel de Hedera, y celebró comiendo pizza con niños del Dispensario de Pediatría de Santa Marta, el mismo grupo que estuvo presente ayer, domingo 16 de diciembre de 2018, en el Aula Pablo VI del Vaticano ayer, antes de rezar el Angelus.

Los medios de comunicación del Vaticano emiten un video que alterna imágenes del Papa, desde su juventud hasta hoy, y algunos testimonios expresados por los empleados del Vaticano, en francés, inglés, español, portugués, alemán, árabe, chino...

Los institutos del Vaticano, como la Biblioteca Vaticano, extienden sus deseos a través de las redes sociales. Varias embajadas ante la Santa Sede también le desearon al Pontífice un feliz cumpleaños en Twitter.

El presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, envió un mensaje al Papa dándole la bienvenida a su invitación a "enfrentar con coraje y justicia, los desafíos de hoy, llamando al diálogo y la comprensión para curar las heridas sociales y llevar a las personas a la reconciliación".

 

Hijo de emigrantes piamonteses

Tal día como hoy, hace 82 años, nació Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, Argentina. Hijo de emigrantes piamonteses, cuando era niño "decía que de grande le gustaría ser carnicero", recoge Vatican News en español. Lo recuerda respondiendo a la pregunta de un niño el 31 de diciembre de 2015.

También le apasiona el canto, nacido de la costumbre de escuchar cada semana en la radio, con sus hermanos y su madre, una emisión de música lírica. Su padre le enseñó, desde muy joven, la importancia del trabajo. Trabajó en varias profesiones y se graduó como técnico químico.

 

Su abuela Rosa

Fue su abuela Rosa Margherita Vassallo, quien le ayudó a forjar más profundamente la fe. En 1958 entró en el seminario y decide hacer el noviciado entre los Padres Jesuitas.

Durante ese período, la enfermera Cornelia Caraglio, salvó su vida al convencer a un médico para que le administrara la dosis correcta de antibiótico para tratar la neumonía. El Papa agradece a esta "buena mujer, lo suficientemente valiente como para discutir con los médicos", así lo narró a una delegación de enfermeras el pasado 3 de marzo, en expresión de su agradecimiento.

 

Ordenación sacerdotal

El día que recibió la Ordenación sacerdotal, en 1969, recibió una carta de su abuela Rosa, dirigida a todos sus nietos, que el joven Jorge Mario guarda en su breviario: "Que tengan una vida larga y feliz. Pero si algún día el dolor, la enfermedad o la pérdida de un ser querido les llenan de tristeza, recuerden que un suspiro frente al Tabernáculo, donde está el mayor y más augusto mártir, y una mirada a María, que está al pie de la cruz, puede dejar caer una gota de bálsamo sobre las heridas más profundas y dolorosas".

 

 

17/12/2018-20:55
Rosa Die Alcolea

Abolición de la pena de muerte: Esta causa "es un deber para todos los cristianos"

(ZENIT — 17 dic. 2018).- El Papa ha recordado que trabajar por la abolición de la pena de muerte es "una causa a la que están llamados todos los hombres y mujeres de buena voluntad y un deber para quienes compartimos la vocación cristiana del Bautismo". Todos, en cualquier caso, "necesitamos de la ayuda de Dios, que es fuente de toda razón y justicia", ha matizado.

Esta mañana, a las 12 horas el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a la delegación de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte. El Papa ha pronunciado un discurso improvisado.

En esta ocasión, el Papa ha invitado a todos los Estados que no han abolido la pena de muerte pero que no la aplican, a que continúen cumpliendo con este compromiso internacional y que la moratoria no se aplique solo a la ejecución de la pena sino también a la imposición de las sentencias a muerte.

A los Estados que continúan aplicando la pena de muerte, "les ruego que adopten una moratoria con miras a la abolición de esta forma cruel de castigo", ha dicho el Santo Padre.

 

Nueva redacción del Catecismo

El Pontífice ha aclarado que la Iglesia "no podía permanecer en una posición neutral frente a las exigencias actuales de reafirmación de la dignidad personal". Por ello, con la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte "es siempre inadmisible" porque "atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona".

 

Penas perpetuas

Del mismo modo, ha continuado el Papa, el Magisterio de la Iglesia entiende que las penas perpetuas, "que quitan la posibilidad de una redención moral y existencial, a favor del condenado y en el de la comunidad, son una forma de pena de muerte encubierta".

Así, ha aclarado que Dios es un Padre que siempre espera el regreso del hijo que, sabiendo que se ha equivocado, pide perdón e inicia una nueva vida. "A nadie, entonces, puede quitársele la vida ni la esperanza de su redención y reconciliación con la comunidad", ha señalado.

RD

Publicamos a continuación el discurso que el Papa había preparado para esa ocasión y que ha sido entregado a los presentes.

***

 

Discurso del Santo Padre

Ilustres señores y señoras:

Los saludo a todos cordialmente y deseo expresarles mi agradecimiento personal por el trabajo que la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte realiza a favor de la abolición universal de esta cruel forma de castigo. Agradezco también el compromiso que cada uno de ustedes ha tenido con esta causa en sus respectivos países.

He dirigido una carta a quien fuera vuestro Presidente el 19 de marzo de 2015 y he expresado el compromiso de la Iglesia con la causa de la abolición en mi discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, el 24 de septiembre de 2015.

He compartido algunas ideas sobre este tema en mi carta a la Asociación Internacional de Derecho Penal y a la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología, del 30 de mayo de 2014. He profundizado en ellas en mi alocución ante las cinco grandes asociaciones mundiales dedicadas al estudio del derecho penal, la criminología, la victimología y las cuestiones penitenciarias, del 23 de octubre de 2014. La certeza de que cada vida es sagrada y que la dignidad humana debe ser custodiada sin excepciones, me ha llevado, desde el principio de mi ministerio, a trabajar en diferentes niveles por la abolición universal de la pena de muerte.

Ello se ha visto reflejado recientemente en la nueva redacción del n. 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, que expresa ahora el progreso de la doctrina de los últimos Pontífices así como también el cambio en la conciencia del pueblo cristiano, que rechaza una pena que lesiona gravemente la dignidad humana (cfr. Discurso con motivo del XXV aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, 11 de octubre de 2017). Una pena contraria al Evangelio porque implica suprimir una vida que es siempre sagrada a los ojos del Creador y de la cual solo Dios es verdadero juez y garante (cfr. Carta al Presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, 20 de marzo de 2015).

En siglos pasados, cuando se carecía de los instrumentos de que hoy disponemos para la tutela de la sociedad y aún no se había alcanzado el grado actual de desarrollo de los derechos humanos, el recurso a la pena de muerte se presentaba en algunas ocasiones como una consecuencia lógica y justa. Incluso en el Estado Pontificio se ha recurrido a esta forma inhumana de castigo, ignorando la primacía de la misericordia sobre la justicia.

Es por ello que la nueva redacción del Catecismo implica asumir también nuestra responsabilidad sobre el pasado y reconocer que la aceptación de esa forma de castigo fue consecuencia de una mentalidad de la época, más legalista que cristiana, que sacralizó el valor de leyes carentes de humanidad y misericordia. La Iglesia no podía permanecer en una posición neutral frente a las exigencias actuales de reafirmación de la dignidad personal.

La reforma del texto del Catecismo en el punto dedicado a la pena de muerte no implica contradicción alguna con la enseñanza del pasado, pues la Iglesia siempre ha defendido la dignidad de la vida humana. Sin embargo, el desarrollo armónico de la doctrina impone la necesidad de reflejar en el Catecismo que, sin perjuicio de la gravedad del delito cometido, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que la pena de muerte es siempre inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona.

Del mismo modo, el Magisterio de la Iglesia entiende que las penas perpetuas, que quitan la posibilidad de una redención moral y existencial, a favor del condenado y en el de la comunidad, son una forma de pena de muerte encubierta (cfr. Discurso ante una delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal, 23 de octubre de 2014). Dios es un Padre que siempre espera el regreso del hijo que, sabiendo que se ha equivocado, pide perdón e inicia una nueva vida. A nadie, entonces, puede quitársele la vida ni la esperanza de su redención y reconciliación con la comunidad.

Así como ha ocurrido en el seno de la Iglesia, es necesario que en el concierto de las naciones se asuma un compromiso semejante. El derecho soberano de todos los países a definir su ordenamiento jurídico no puede ser ejercido en contradicción con las obligaciones que les corresponden en virtud del derecho internacional ni puede representar un obstáculo al reconocimiento universal de la dignidad humana.

Las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas sobre moratoria del uso de la pena de muerte, que tienen por fin suspender la aplicación de la pena capital en los países miembros, son un camino que es necesario transitar sin que ello implique cejar en la iniciativa de la abolición universal.

En esta ocasión, desearía invitar a todos los Estados que no han abolido la pena de muerte pero que no la aplican, a que continúen cumpliendo con este compromiso internacional y que la moratoria no se aplique solo a la ejecución de la pena sino también a la imposición de las sentencias a muerte. La moratoria no puede ser vivida por el condenado como una mera prolongación de la espera de su ejecución.

A los Estados que continúan aplicando la pena de muerte, les ruego que adopten una moratoria con miras a la abolición de esta forma cruel de castigo. Comprendo que para llegar a la abolición, que es el objetivo de esta causa, en ciertos contextos puede ser necesario atravesar por complejos procesos políticos. La suspensión de las ejecuciones y la reducción de los delitos conminados con la pena capital, así como la prohibición de esta forma de castigo para menores, embarazadas o personas con discapacidad mental o intelectual, son objetivos mínimos con los que los líderes de todo el mundo deben comprometerse.

Como he hecho en ocasiones anteriores, quiero volver a llamar la atención sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, que son un fenómeno lamentablemente recurrente en países con o sin pena de muerte legal. Se trata de homicidios deliberados cometidos por agentes estatales, que a menudo se los hace pasar como resultado de enfrentamientos con presuntos delincuentes o son presentados como consecuencias no deseadas del uso razonable, necesario y proporcional de la fuerza para proteger a los ciudadanos.

El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida, incluso cuando para ello sea necesario asestar al agresor un golpe mortal (cfr. CEC, n. 2264).

La legítima defensa no es un derecho sino un deber para el que es responsable de la vida de otro (cfr. ibid., n. 2265). La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar perjuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima deben rechazar toda agresión, incluso con el uso de las armas, siempre que ello sea necesario para la conservación de la propia vida o la de las personas a su cuidado. Como consecuencia, todo uso de fuerza letal que no sea estrictamente necesario para este fin solo puede ser reputado como una ejecución ilegal, un crimen de estado.

Toda acción defensiva, para ser legítima, debe ser necesaria y mesurada. Como enseñaba Santo Tomás de Aquino, «tal acto, en lo que se refiere a la conservación de la propia vida, nada tiene de ilícito, puesto que es natural a todo ser conservar su existencia todo cuanto pueda. Sin embargo, un acto que proviene de buena intención puede convertirse en ilícito si no es proporcionado al fin. Por consiguiente, si uno, para defender su propia vida, usa de mayor violencia que la precisa, este acto será ilícito. Pero si rechaza la agresión moderadamente, será lícita la defensa, pues, con arreglo al derecho, es lícito repeler la fuerza con la fuerza, moderando la defensa según las necesidades de la seguridad amenazada» (Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7).

Por último, quiero compartirles una reflexión que se vincula al trabajo que ustedes realizan, a su lucha por una justicia realmente humana. Las reflexiones en el campo jurídico y de la filosofía del derecho se han ocupado tradicionalmente de quienes lesionan o interfieren en los derechos de los demás. Menor atención ha suscitado la omisión de ayudar a otros cuando podemos hacerlo. Es una reflexión que ya no puede esperar más.

Los principios tradicionales de la justicia, caracterizados por la idea del respeto a los derechos individuales y su protección de toda interferencia en ellos por parte de los demás, deben complementarse con una ética del cuidado. En el campo de la justicia penal, ello implica una mayor comprensión de las causas de las conductas, de su contexto social, de la situación de vulnerabilidad de los infractores a la ley y del padecimiento de las víctimas. Este modo de razonar, inspirado por la misericordia divina, nos debe llevar a contemplar cada caso concreto en su especificidad, y no a manejarnos con números abstractos de víctimas y victimarios. De este modo, es posible abordar los problemas éticos y morales que se derivan de la conflictividad y de la injusticia social, comprender el sufrimiento de las personas concretas involucradas y llegar a otro tipo de soluciones que no profundicen esos padecimientos.

Podríamos decirlo con esta imagen: necesitamos una justicia que además de padre también sea madre. Los gestos de cuidado mutuo, propios del amor que es también civil y político, se manifiestan en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor (cfr. Carta Enc. Laudato si', n. 231). El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate, 29 de junio de 2009, 2: AAS 101 [2009], 642).

El amor social es la clave de un auténtico desarrollo: «Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar el amor en la vida social —a nivel político, económico, cultural—, haciéndolo la norma constante y suprema de la acción» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 582). En este marco, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que alienten una cultura del cuidado en los distintos ámbitos de la vida en común. El trabajo que ustedes hacen es parte de ese esfuerzo al que estamos llamados.

Queridos amigos, les doy nuevamente las gracias por este encuentro, y les aseguro que seguiré trabajando junto a ustedes por la abolición de la pena de muerte. A esto se ha comprometido la Iglesia y deseo que la Santa Sede colabore con la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte en la construcción de los consensos necesarios para la erradicación de la pena capital y de toda forma de castigo cruel.

Es una causa a la que están llamados todos los hombres y mujeres de buena voluntad y un deber para quienes compartimos la vocación cristiana del Bautismo. Todos, en cualquier caso, necesitamos de la ayuda de Dios, que es fuente de toda razón y justicia.

Invoco, por lo tanto, para cada uno de vosotros, con la intercesión de la Virgen Madre, la luz y la fuerza del Espíritu Santo. Los bendigo de corazón y, por favor, les pido que recen por mí.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

17/12/2018-17:03
Rosa Die Alcolea

“Los niños nos enseñan que hay que abajarse para entender la vida y a los demás”

(ZENIT – 17 dic. 2018). “Estoy contento de estar con vosotros” comenzó diciendo el Papa Francisco a los trabajadores, colaborares y niños del dispensario pediátrico Santa Marta, con quienes se reunió el domingo, 16 de diciembre de 2018, a las 10:30 horas, en la víspera de la 82 cumpleaños.

“Trabajar con los niños no es fácil, pero te enseña mucho” compartió el Santo Padre con las personas que participaron en la audiencia. “A mí me enseña una cosa: que para comprender la realidad de la vida, hay que abajarse, como nos bajamos para besar a un niño. Ellos nos enseñan esto”.

Francisco a todos los trabajadores, de quienes dijo que son “la estructura y la vida del dispensario”: los médicos, los colaboradores, los enfermeros, y también la colaboración de los niños, de los papás y de las mamás de los niños. “Es un cuerpo, hay vida en el cuerpo”, les recordó. Y observó que esto se “se ve en la espontaneidad de los niños”.

“Los orgullosos, los soberbios, no pueden comprender la vida, porque no son capaces de bajarse”, explicó el Papa. “Todos nosotros –los profesionales, los organizadores, las hermanas, todos– damos muchas cosas a los niños, pero ellos nos dan este anuncio, esta enseñanza: abajarse”.

“Abajarse, ser humilde, y así aprenderás a entender la vida y a entender a la gente. Y todos ustedes tienen esta habilidad de rebajarse. ¡Muchas gracias por esto, muchas gracias!”, indicó Francisco.

“Les deseo una feliz Navidad, una feliz y santa Navidad para todos, y muchas gracias por lo que hacen, de verdad. Y también, ¡espero que no haya indigestión con ese pastel tan grande! ¡Gracias!”, concluyó.

 

 

17/12/2018-14:01
Rosa Die Alcolea

Vietnam-Santa Sede: El 7° encuentro del Grupo de Trabajo Conjunto será en Hanói

(ZENIT — 17 dic. 2018).- El séptimo encuentro del Grupo de Trabajo Conjunto Vietnam-Santa Sede se llevará a cabo en Hanói, capital de Vietnam, el próximo 19 de diciembre, ha anunciado Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa del Vaticano, este lunes, 17 de diciembre de 2018.

El objetivo de la reunión es "profundizar y desarrollar las relaciones bilaterales, siguiendo lo acordado al final del sexto encuentro del Grupo de Trabajo", que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2016.

Sucesivamente, se celebró la visita del Sr. Há Kim Ngoc, Viceministro de Asuntos Exteriores de Vietnam, al Vaticano en agosto de 2017, y la de Mons. Camilleri a Hanói, en enero de 2018, así como la reciente visita de Truong Hoá Binh, Primer Viceprimer Ministro de Vietnam, el pasado 20 de octubre de 2018, al Vaticano cuando fue recibido en audiencia por Su Santidad el Papa Francisco.

Durante su estancia en Vietnam, del 18 al 20 de diciembre de 2018, la delegación vaticana también se reunirá con los obispos del país que estarán presentes en Hanói para participar en la Misa de toma de posesión de Mons. Joseph Vu Van Thien, nuevo arzobispo metropolitano de Hanói.

 

Relaciones diplomáticas

Estas reuniones deben llevar al establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre la Santa Sede y Vietnam. En 2011, Vietnam recibió al primer representante oficial, no residente, de la Santa Sede desde 1975, en la persona del obispo Leopoldo Girelli.

En octubre de 2014, el Papa Francisco recibió al Primer Ministro vietnamita, Nguyen Tán Déng. En una declaración conjunta, la Santa Sede y Vietnam destacaron que la reunión marcó "un paso importante para fortalecer sus relaciones".

En enero de 2015, un viaje pastoral del cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos en el país, marcó una nueva señal de relajación en las relaciones mutuas.

Con Anne Kurian

 

 

17/12/2018-13:27
Rosa Die Alcolea

Porta Asinaria: 200 personas representan el belén viviente `Venite adoremus'

(ZENIT — 17 dic. 2018).- Por segundo año consecutivo, el pesebre viviente Venite adoremus se inaugurará el domingo, 23 de diciembre a las 10 horas en Porta Asinaria, cerca de la basílica de San Giovanni in Laterano, en un sitio normalmente cerrado al público.

El obispo auxiliar para el sector del centro de Roma, Monseñor Gianrico Ruzzapor, bendecirá el pesebre, mientras que la banda Roma Capitale dará la bienvenida a los visitantes con un concierto.

Después, a las 12 horas, el padre Dario Frattini, párroco de San Giulio, que organizó el nacimiento de la natividad, bajo el patrocinio del Vicariato de Roma y la Capital de Roma, celebrará la Misa cerca del belén.

 

Más 200 personajes

Más de doscientos participantes, todos voluntarios, participarán, a su vez, en las 18 actuaciones programadas: cada tarde, entre las 16:30 y las 19:30 horas (31 de diciembre cerrado); el domingo también por la mañana; apertura extraordinaria para la escuela el 10 de enero entre las 10 y las 13 horas, y de nuevo el 12 y el 13 de enero.

Cada personaje lleva trajes que reflejan la ropa de la época, hecha por costureras voluntarias de la parroquia San Giulio. Y son tantos los amigos de la comunidad que han ofrecido ayuda y materiales gratuitos: Del grupo de antiguos oficios artesanos Piubega, en el área de Mantua; los escenógrafos de Cinecittá Fratelli de Angelis, que prestaron ánforas, columnas, fuentes en cartón yeso o poliestireno; el zoológico de Grunwald, que ha prestado a los animales; un grupo de figurantes, liderado por Don Vittorio Cunsolo, proviene de Borgo Ragazzi Don Bosco.

 

Reconstrucción de la iglesia de Francesco Maidalchini

El objetivo del pesebre viviente es recaudar fondos para reparar la iglesia de Vía Francesco Maidalchini, en Monteverde, en reconstrucción desde mayo de 2016. Desde entonces, los feligreses de San Giulio han participado en las celebraciones en una carpa instalada cerca.

"Esperamos poder volver a entrar en nuestra iglesia en el 2019", espera don Dario Frattini. Para lograr este objetivo, durante tres años, la comunidad ha estado creando una escena de nacimiento, que se lleva a cabo en Porta Asinaria desde 2017.

"No hay mejor lugar para una escena de natividad —subraya el sacerdote— porque estamos cerca de la estatua de la bendición de San Francisco, quien fue el primero en realizar una escena de natividad viva, en Greccio. Y luego el Crucifijo le dijo al pobre hombre de Asís: 'Ve y repara mi iglesia' ". La entrada a Venite adoremus es gratuita, pero se cuenta con la generosidad de los visitantes.

 

Belén hace 2.000 años

En el pesebre viviente se representa el Belén de hace dos mil años, con el censor, que recibe a los visitantes en la entrada. Más adelante, el taller de herrería, el taller de carpintería, el calderero y el recaudador de impuestos se encuentran. Al final del camino, las chozas están rodeadas de corderos y cabras, calentada por el aliento del buey y el burro.

"El día de la inauguración, María llegará embarazada, en el lomo del burro", anticipa María Massari, del personal de la organización. "A partir del 24 tendremos al niño Jesús. Y nuevamente, el 6 de enero, los Reyes Magos llegarán con al menos un camello, mientras que el día de cierre, el 13 de enero a las 16:30 horas, habrá un concierto de música del mundo del coro de Altrenote".

 

 

17/12/2018-07:05
Isabel Orellana Vilches

Beata Julia Nemesia Valle, 18 de diciembre

«La difícil situación familiar, que llenó años de su infancia, fortaleció a esta integrante de las Hijas de la Caridad que se caracterizó por su edificante caridad. Se entregó de tal modo que fue denominada el ángel de Tortona»

Hoy, festividad de Nuestra Señora de la Esperanza, la Iglesia celebra la vida de esta beata que derrochó caridad y generosidad en su entorno. Además, en el convento experimentó el gozo que acompaña a los seguidores de Cristo, gozo que su propio hogar le había hurtado por diversas circunstancias.

Natural de Aosta, Italia, nació el 26 de junio de 1847, después de que hubieran fallecido prematuramente dos hermanos anteriores. El trabajo de sus padres, comerciantes y propietarios de un negocio de costura, le permitieron disfrutar de una vida holgada y sin sobresaltos en la que puso nueva nota de singular alegría el nacimiento de su hermano Vicente. Su madre fue inculcándole valores esenciales, como la generosidad. Pero cuando Julia tenía 5 años, hallándose afincada toda la familia en Besangon, ella falleció y la situación dio un giro radical. Para empezar, su padre envió a los dos hijos a casa de unos parientes suyos que residían en Aosta. Otros familiares maternos establecidos en Donnas reemplazaron a éstos en la delicada tarea educativa, un vaivén que no fue gravoso para los pequeños a los que no faltó nada. En Donnas, además de cursar estudios en la escuela, recibieron formación en las verdades de la fe que les proporcionaba en su propia casa un sacerdote, amigo de sus allegados.

A los 11 años Julia se trasladó a Besangon, a un pensionado francés que regían las Hermanas de la Caridad fundadas por santa Juana Antida Thouret. Aunque podía haberse acostumbrado a las separaciones familiares, no era el caso, y nuevamente sufrió con ésta. La falta del calor que hubiera podido tener junto a su padre y hermano, la hallaba en Jesús: «el Señor que tiene a su lado a su mamá». Bien formada intelectual y humanamente, y dando muestras de gran delicadeza y bondad, cinco años más tarde, cuando tenía 16 años, regresó junto a su padre. Y se encontró con un escenario completamente distinto al que dejó al partir siendo una niña. Su progenitor había contraído nuevo matrimonio, y residía en Pont Saint Martín. Los problemas convivenciales enturbiaban de tal forma el trato comunitario que, al final, su hermano Vicente se fue de casa, y su pista se perdió para siempre. Por fortuna, las Hermanas de la Caridad abrieron casa en la localidad, y Julia poco a poco fue conociendo más de cerca su forma de vida, con lo cual, cuando su padre le mencionó la posibilidad de contraer matrimonio, ya había decidido ser religiosa.
El 8 de septiembre de 1866 inició el noviciado en Vercelli, en el convento de Santa Margarita. Su padre no se opuso y la acompañó ese día; una vez más, la separación fue dolorosa para ella. Pero la serenidad que halló en el monasterio inundó su acontecer de alegría y le reportó la paz que no había conseguido antes. Decidida a luchar para alcanzar la perfección, suplicaba: «Jesús despójame de mí misma y, revísteme de Vos. Jesús por ti vivo, por ti muero...». Al profesar tomó el nombre de Nemesia en honor a una santa mártir, con el anhelo de entregar su vida a Cristo siéndole fiel hasta el final. Fue destinada a Tortona. Y allí impartió clases de lengua francesa a escolares de primaria y a otros alumnos de cursos superiores.

Pronto destacó por su bondad y generosidad no solo en su cercano entorno religioso y académico sino en todos los demás. Entre otros, asistió cuanto le fue posible a Luigi Orione, el fundador de los Hijos de la Divina Providencia y acogió en varias ocasiones a la beata Teresa Grillo Michel, fundadora de las Hermanas de la Divina Providencia en Alessandria. Así abrió vías de colaboración apostólica con ellos, compartiendo el mismo ideal de amor cristiano. Los que habían constatado su capacidad para suavizar las aristas del sufrimiento y las carencias: pobres, huérfanos, familias, soldados e incluso los sacerdotes del seminario, se sentían tratados por Julia de una forma singular, reclamaban su presencia y agradecían su atención. Da idea de esta convicción común el comentario popular: «¡Oh, qué corazón el de la hermana Nemesia!». Por su caridad fue denominada «ángel de Tortona».

A los 40 años de edad fue nombrada superiora, misión que ejerció con el espíritu de servicio, humildad y generosidad que le caracterizaba. Decía: «Enfrentar el paso, sin volver atrás, fijando una única meta: ¡Sólo Dios! U.] A Él la gloria, a los otros la alegría, a mí el precio a pagar, sufrir mas jamás hacer sufrir. Seré severa conmigo misma y toda caridad con las hermanas: el amor que se dona es la única cosa que permanece».Fue bondadosa y comprensiva, paciente y sutil. Supo consolar y acompañar a cada una de sus hermanas dando el consejo certero que convenía a su psicología. A todas alentó a vivir la virtud. Sabía que «la santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer grandes cosas, sino en hacer lo que Dios nos pide hacer, y hacerlo con paciencia, amor y sobre todo en la fidelidad como es nuestro deber, fruto de un gran amor».

En 1903 abandonó Tortona, donde llevaba treinta y seis años, y partió a Borgari. Dejó una nota a las novicias: «Me voy contenta, las confío a la Virgen [...]. Las seguiré en cada momento del día». En Borgari, su forma de trato, tan estimado por sus novicias, no era compartido por la superiora provincial, mujer inclinada a la rigidez y a la exigencia desmedida. Pero la beata acogió en silencio y sonriendo las reprimendas y humillaciones que sufrió. Permaneció allí trece años. Alrededor de 500 religiosas fueron formadas por ella. Murió el 18 de diciembre de 1916 de una pulmonía. Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004.