Servicio diario - 30 de diciembre de 2018


 

Ángelus: Asombro y angustia, dos elementos en los que centra su atención el Papa
Raquel Anillo

Angelus: más de 50.000 personas oran por la RDC con el Papa Francisco
Anita Bourdin

Ángelus: "La familia es un tesoro, debemos protegerlo, defenderlo"
Anita Bourdin

San Juan Francisco de Regis, 31 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

30/12/2018-12:10
Raquel Anillo

Ángelus: Asombro y angustia, dos elementos en los que centra su atención el Papa

(ZENIT — 30 dic. 2018).- A las 12 del mediodía de hoy, en la fiesta de la Sagrada Familia, el Papa Francisco recita el Ángelus desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico ante 50.000 fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa al presentar la oración mariana:

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y la liturgia nos invita a reflexionar sobre la experiencia de María, José y Jesús, unidos por un intenso amor y animados por una gran confianza en Dios. El pasaje del Evangelio de hoy (cf. Lc 2,41-52) narra el camino de la familia de Nazaret a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua. Pero, en el viaje de regreso, los padres se dan cuenta de que su hijo de doce años no está en la caravana. Después de tres días de búsqueda y temor, lo encuentran en el templo, sentado entre los doctores, intentando debatir con ellos. Al ver al Hijo, María y José se "maravillaron" (v. 48) y la Madre expresó su temor diciendo: "Tu padre y yo, angustiados, te buscamos" (ibid.).

Asombro y angustia son los dos elementos sobre los que me gustaría llamar su atención.

En la familia de Nazaret, no ha faltado nunca el asombro, ni siquiera en un momento dramático como el de la pérdida de Jesús: es la capacidad de maravillarse ante la manifestación gradual del Hijo de Dios. Es el mismo asombro que también afecta a los doctores del templo admirado "por su inteligencia y sus respuestas" (v.47). Pero ¿ qué es el estupor, qué es el maravillarse?

Asombrarse y maravillarse es lo contrario de dar todo por sentado, es lo contrario de interpretar la realidad que nos rodea y los acontecimientos de la historia solo según nuestros criterios. Una persona que hace esto no sabe lo que es la admiración, lo que es el estupor. Sorprenderse es abrirse a los demás, comprender las razones de los demás: esta actitud es importante para curar las relaciones comprometidas entre las personas y también es indispensable para curar heridas abiertas dentro de la familia. Cuando hay problemas en las familias, damos por sentado que tenemos razón y cerramos la puerta a los demás, en cambio es necesario pensar qué tiene de bueno esta persona y maravillarse por eso. Si ustedes tienen problemas en la familia, piensen en las cosas buenas que tiene la persona de la familia con la cuál tienen problemas, y maravíllense de esto y esto ayudará a sanar las heridas familiares.

El segundo elemento que me gustaría tomar del Evangelio es la angustia que experimentaron María y José cuando no pudieron encontrar a Jesús. Esta angustia manifiesta la centralidad de Jesús en la Sagrada Familia. La Virgen y su esposo habían acogido a ese Hijo, lo custodiaban y lo veían crecer en edad, sabiduría y gracia en medio de ellos, pero sobre todo crecía dentro de sus corazones; Y, poco a poco, su afecto y comprensión por él aumentaron. Por eso la familia de Nazaret es santa: porque estaba centrada en Jesús, a él se dirigían todas las atenciones y preocupaciones de María y José. Esa angustia que sintieron en los tres días de la pérdida de Jesús, también debería ser nuestra angustia cuando estamos lejos de Él. Debemos sentir angustia cuando por más de tres días nos olvidamos de Jesús, sin orar, sin leer el Evangelio, sin sentir la necesidad de su presencia y su amistad consoladora. Y muchas veces pasan los días sin que yo recuerde a Jesús, es muy feo, es muy feo. Deberíamos sentir la angustia cuando suceden estas cosas. María y José lo buscaron y lo encontraron en el templo mientras enseñaba: nosotros también, es sobre todo en la casa de Dios que podemos encontrarnos con el divino Maestro y aceptar su mensaje de salvación. En la celebración eucarística hacemos experiencia viva de Cristo; Él nos habla, nos ofrece su Palabra que ilumina nuestro camino, nos da su Cuerpo en la Eucaristía, del cual obtenemos fuerzas para enfrentar las dificultades de cada día.

Hoy regresemos a casa con estas dos palabras, maravilla y angustia, así maravillarme cuando veo las cosas buenas de los demás y resolver así los problemas familiares yo siento angustia cuando estoy alejado de Jesús.

Recemos por todas las familias del mundo hoy, especialmente por aquellas en las que, por diversas razones, hay una falta de paz y armonía. Y los confiamos a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret.

 

 

30/12/2018-13:38
Anita Bourdin

Angelus: más de 50.000 personas oran por la RDC con el Papa Francisco

(ZENIT 30 dic. 2018).- El Papa Francisco oró por la República Democrática del Congo, con una multitud de unas 50,000 personas, reunidas en la Plaza de San Pedro y todas las personas que, en el mundo, siguieron al Ángelus por los medios de comunicación e Internet, este domingo 30 Diciembre de 2018, en la Plaza de San Pedro.

El Papa oró por el cese de toda violencia, por las personas afectadas por el virus del ébola y por que las elecciones se celebren en paz.

"Oremos juntos por todos aquellos en la República Democrática del Congo que sufren violencia y ébola. Espero que todos estén de acuerdo en mantener un clima de paz que permita unas elecciones regulares y pacíficas. Oremos juntos: "Ave María, ...", dijo el Papa que rezó un "Ave María" a estas intenciones.

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

30/12/2018-15:06
Anita Bourdin

Ángelus: "La familia es un tesoro, debemos protegerlo, defenderlo"

(ZENIT — 30 dic. 2019.- El Papa Francisco hizo aplaudir a todas las familias presentes en la Plaza de San Pedro en el Ángelus de este domingo, 30 de diciembre de 2018, y a todos los que siguieron al Ángelus viven desde sus casas, con motivo del Domingo de la Sagrada Familia.

"La familia es un tesoro, debemos protegerlo, defenderlo", insistió el papa que había dedicado su catequesis, antes del Ángelus al evangelio de la Sagrada Familia, invitando a actitudes que sanen las relaciones familiares.

El Papa luego saludó a varios grupos presentes en la plaza: "Os saludo a todos, romanos y peregrinos; Grupos parroquiales, asociaciones y jóvenes".

E invitó a todos a aplaudir: "Hoy, envío un saludo especial a las familias presentes aquí. Aplaudamos a todas las familias que están aquí, así como a quienes participan en sus hogares por televisión y radio. La familia es un tesoro, siempre hay que protegerlo, defenderlo. Que la Sagrada Familia de Nazaret proteja e ilumine siempre su camino".

El Papa luego publicó este tweet para las familias, en su cuenta @Pontifex_es: "Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que reinen el amor, la alegría y la paz".

Saludó, haciendo un signocon la mano en la dirección, de dos grupos de monjas que agitaban banderas españolas y polacas.

"Saludo a los religiosos mercedarios que se han reunido con ministros de varias regiones de Italia, así como con los fieles de Legnaro y Gragnano. Saludo a los exploradores de Villabate. los muchachos de la Confirmación de la Unidad Pastoral de Codogné (diócesis de Vittorio Veneto) y los de algunas parroquias de la diócesis de Bérgamo: Curno, Palazzago, Gromlongo, Barzana, Almenno ", agregó el Papa.

Deseaba que todos terminaran el año con serenidad: "Les deseo a todos un buen domingo y un final pacífico para el año. Termina el año con serenidad. Les agradezco nuevamente por sus deseos y por sus oraciones. Y por favor continúa orando por mí. Buen almuerzo y adiós!"

 

 

30/12/2018-07:53
Isabel Orellana Vilches

San Juan Francisco de Regis, 31 de diciembre

«Este ardiente defensor de la fe frente a la herejía calvinista, piadoso desde la cuna, fue modelo para el Cura de Ars; acudió a su tumba creyendo que le ayudaría, y partió seguro de que por encima de sus limitaciones sería sacerdote»

Este patrón de los jesuitas de la Provincia de Francia nació en Fontcouverte, Languedoc, el 31 de enero de 1597 en una acaudalada familia de terratenientes con árbol genealógico de noble ascendencia. El pequeño creció con tales muestras de piedad que por sus cualidades parecía santo ya desde la cuna. Era dócil, amable, servicial, atento, extremadamente sensible ante cualquier pequeña falta que pudiera afligir a sus padres... ¡Un encanto de criatura! Se sentía inclinado a frecuentar la iglesia y rezaba con visible devoción las oraciones que había aprendido.

Hacia 1610 le enviaron a estudiar con los jesuitas de Béziers. Dejó una honda impresión en quienes le rodeaban por sus gestos de virtud y sus cualidades naturales. Entre otras muchas, poseía sencillez, humildad, fidelidad y sentido del humor. Sus compañeros, seguramente fascinados por su rica personalidad, no se separaban de él y compartían las inquietudes de la edad. Lejos de atraerle lo mundano, se centraba en el estudio y la oración. En una ocasión participó en una cacería, hecho inusual en una vida, como la suya, trazada por el ejercicio estricto de la virtud.

En 1616 ingresó en el noviciado jesuita de Toulouse dando pruebas de su celo, fervor y caridad, como había hecho siempre. Se formó en retórica en Cahors y estudió filosofía en Tournon. Fue profesor de gramática en Billom, Puy-en-Velay y en Auch, iniciando su predicación en lugares circundantes. Su anhelo era ser sacerdote para dedicarse enteramente a los demás. Y en 1628 comenzó los estudios teológicos mientras se entregaba a la oración con vehemencia. Tanto le urgía recibir el sacramento del orden que los años de estudio requeridos para ello le parecían un mundo, y convenció a sus superiores para que los acortaran.

El testimonio que les había ofrecido con su virtud fue su carta de presentación, y en junio de 1631 ofició su primera misa. En cambio, no pudo emitir la profesión solemne porque no había completado su formación. Cuando la epidemia de peste asoló la región de Toulouse, auxilió a los enfermos con ejemplar caridad. Pero su sueño eran las misiones: «Mi vida ¿para qué es sino para sacrificarla por las almas? ¿Cómo podría probar yo mi amor a Dios, si no ofrezco lo que más se estima en este mundo, la salud y la vida? No me sería grata la vida si no tuviere algo que perder por Jesucristo. Siento un deseo vivísimo de ir a las misiones de los iroqueses y ofrecer mi vida por la salvación de aquellos salvajes».

Ofreció a Dios su frustrado anhelo de evangelizar el Canadá francés, y se centró en la predicación en su país, como le indicaron sus superiores; llovían las bendiciones. Con cierta rudeza en su expresión verbal, y una hondura verdaderamente inspirada, puso en marcha misiones rurales y las llevó a todos los rincones. Cuando alguien cercano le acusó de predicar toscamente, el superior replicó: «Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre».

Sus palabras vibrantes, sencillas, carismáticas, penetraban en el auditorio. Quienes le escuchaban, tanto en el púlpito como en el confesionario al que dedicaba muchas horas, quedaban impregnados de su fe y caridad. «Padre ¿cómo no me voy a convertir a la fe cristiana si usted me lo pide con tanta gracia?», decía un penitente. Los que humanamente fueron encumbrados a la fama siendo considerados como grandes predicadores no tenían nada que hacer a su lado.

Alguien dijo del padre Regis «que no tenía más que a Dios dentro de su alma, a Dios en la boca y a Dios delante de sus ojos». El secreto era sus intensas horas de oración (apenas dormía dos o tres horas en el suelo), su ferviente amor a la Eucaristía, que recibía a diario en una época en la que no era usual, y su tierna devoción por María. Desde que inició la vida apostólica se impuso un rígido ayuno, y no se desprendía de su cilicio. Fue agraciado con el don de milagros y el de penetración de espíritus, entre otros carismas. Muchas veces caía extático. Su corazón inflamado de amor le hacía exclamar: «¡Oh Dios mío, oh amor mío y delicias de mi corazón! ¡Es posible que yo no os pueda amar todo lo que Vos merecéis ser amado, y todo lo que yo deseo amaros!».

Las conversiones brotaban a su paso, aunque por su celo apostólico muchas veces fue maltratado física y verbalmente por gentes de mal vivir que él lograba conmover con su paciencia y dulzura. Nadie, menos aún quien tuviera un mínimo ápice de sensibilidad, podía pasar por su lado sin sentirse poderosamente llamado a vivir la santidad. Por algo había sido elegido para hacer frente a la herejía protestante, que combatió con verbo encendido, muchas veces portando en sus manos el crucifijo con el que derrocaba también las aviesas intenciones de bravucones soldados empecinados en atacar a la Iglesia.

Pasó porduras pruebas de diversa índole, algunas provenientes de ciertos superiores, y las acogió con verdadera mansedumbre. «Sufrir por Jesucristo es el único consuelo que hallo en este mundo. Señor, dame fuerzas para poder sufrir más y más por tu amor», suplicaba. Murió el 30 de diciembre de 1640. Clemente XI lo beatificó el 18 de mayo de 1716. Y Clemente XII lo canonizó el 5 de abril de 1737. Cuando el santo Cura de Ars visitó su tumba en 1804, aún consciente de sus limitaciones, tuvo la certeza de que sería sacerdote. Y a punto de morir, manifestó: «todo lo bueno que he hecho se lo debo a él».