Servicio diario - 06 de enero de 2019


 

Epifanía del Señor: Para encontrar a Jesús hay que plantearse un "itinerario distinto" y "mantenerlo"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: El que encuentra a Jesús cambia de camino
Raquel Anillo

Personas sin hogar: Las iniciativas de la capellanía apostólica este invierno
Anne Kurian

Taiwan: El cardenal Filoni enviado especial del Papa
Anne Kurian

Beata Lindalva Justo de Oliveira, 7 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

06/01/2019-10:28
Rosa Die Alcolea

Epifanía del Señor: Para encontrar a Jesús hay que plantearse un "itinerario distinto" y "mantenerlo"

(ZENIT – 6 enero 2019).- En la Epifanía del Señor, se desvela la “hermosa realidad” de Dios que viene para todos: “Toda nación, lengua y pueblo es acogido y amado por él. Su símbolo es la luz, que llega a todas partes y las ilumina”, ha recordado el Papa Francisco.

A las 10 de esta mañana, 6 de enero de 2019, Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Santo Padre preside la Celebración Eucarística en la Basílica Vaticana.

Los magos “realizan la profecía”, ha asegurado el Pontífice, “se levantan para ser revestidos de la luz”. “Solo ellos ven la estrella en el cielo; no los escribas, ni Herodes, ni ningún otro en Jerusalén”. Para encontrar a Jesús hay que plantearse un itinerario distinto, hay que tomar un camino alternativo, el suyo, el camino del amor humilde. Y hay que mantenerlo.

 

Peregrinos

El camino al que llama el Papa, un “camino alternativo al mundo”, como el que han recorrido todos los que en Navidad están con Jesús: María y José, los pastores. Ellos, como los magos, han dejado sus casas y se han convertido en “peregrinos por los caminos de Dios”. Porque “solo quien deja los propios afectos mundanos para ponerse en camino encuentra el misterio de Dios”, ha aclarado.

Si hemos ido al Señor con las manos vacías, “hoy lo podemos remediar”, señala Francisco. El evangelio muestra, por así decirlo, una pequeña lista de regalos: oro, incienso y mirra.

 

Oro

El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. “Se le adora”: Para hacerlo “es necesario que nosotros mismos cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes sino necesitados”, ha exhortado el Santo Padre.

 

Incienso

Luego está el incienso, que simboliza la relación con el Señor, la oración, que como un perfume sube hasta Dios (cf. Sal 141,2). Pero –ha advertido el Papa– así como el incienso necesita quemarse para perfumar, la oración necesita también “quemar” un poco de tiempo, “gastarlo para el Señor”.

 

Mirra

La mirra es el ungüento que se usará para “envolver con amor” el cuerpo de Jesús bajado de la cruz (cf. Jn 19,39). “El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos probados por el sufrimiento, de su carne más débil, del que se ha quedado atrás, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio”, ha explicado el Santo Padre.

En el marco de esta celebración, Francisco ha anunciado que el día de Pascua este año se celebrará el 21 de abril.

Publicamos a continuación el texto de la homilía que el Papa ha pronunciado después de la proclamación del Santo Evangelio:

***

 

Homilía del Papa Francisco

Epifanía: la palabra indica la manifestación del Señor quien, como dice san Pablo en la segunda lectura (cf. Ef 3,6), se revela a todas las gentes, representadas hoy por los magos. Se desvela de esa manera la hermosa realidad de Dios que viene para todos: Toda nación, lengua y pueblo es acogido y amado por él. Su símbolo es la luz, que llega a todas partes y las ilumina. 

Ahora bien, si nuestro Dios se manifiesta a todos, sin embargo, produce sorpresa cómo se manifiesta. El evangelio narra un ir y venir entorno al palacio del rey Herodes, precisamente cuando Jesús es presentado como rey: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?» (Mt 2,2), preguntan los magos. Lo encontrarán, pero no donde pensaban: no está en el palacio real de Jerusalén, sino en una humilde morada de Belén. Asistimos a la misma paradoja en Navidad, cuando el evangelio nos hablaba del censo de toda la tierra en tiempos del emperador Augusto y del gobernador Quirino (cf. Lc 2,2). Pero ninguno de los poderosos de entonces se dio cuenta de que el Rey de la historia nacía en ese momento. E incluso, cuando Jesús se manifiesta públicamente a los treinta años, precedido por Juan el Bautista, el evangelio ofrece otra solemne presentación del contexto, enumerando a todos los “grandes” de entonces, poder secular y espiritual: el emperador Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Filipo, Lisanio, los sumos sacerdotes Anás y Caifás. Y concluye: «Vino la palabra de Dios sobre Juan en el desierto» (Lc 3,2). Por tanto, no sobre alguno de los grandes, sino sobre un hombre que se había retirado en el desierto. Esta es la sorpresa: Dios no se manifiesta ocupando el centro de la escena. 

Al oír esa lista de personajes ilustres, podríamos tener la tentación de “poner el foco de luz” sobre ellos. Podríamos pensar: habría sido mejor si la estrella de Jesús se hubiese aparecido en Roma sobre el monte Palatino, desde el que Augusto reinaba en el mundo; todo el imperio se habría hecho enseguida cristiano. O también, si hubiese iluminado el palacio de Herodes, este podría haber hecho el bien, en vez del mal. Pero la luz de Dios no va a aquellos que brillan con luz propia. Dios se propone, no se impone; ilumina, pero no deslumbra. Es siempre grande la tentación de confundir la luz de Dios con las luces del mundo. Cuántas veces hemos seguido los seductores resplandores del poder y de la fama, convencidos de prestar un buen servicio al evangelio. Pero así hemos vuelto el foco de luz hacia la parte equivocada, porque Dios no está allí. Su luz tenue brilla en el amor humilde. Cuántas veces, incluso como Iglesia, hemos intentado brillar con luz propia. Pero nosotros no somos el sol de la humanidad. Somos la luna que, a pesar de sus sombras, refleja la luz verdadera, el Señor: Él es la luz de mundo (cf. Jn 9,5); él, no nosotros. 

La luz de Dios va a quien la acoge. En la primera lectura, Isaías nos recuerda que la luz divina no impide que las tinieblas y la oscuridad cubran la tierra, pero resplandece en quien está dispuesto a recibirla (cf. 60,2). Por eso el profeta dirige una llamada, que nos interpela a cada uno: «Levántate y resplandece, porque llega tu luz» (60,1). Es necesario levantarse, es decir sobreponerse a nuestro sedentarismo y disponerse a caminar, de lo contrario, nos quedaremos parados, como los escribas consultados por Herodes, que sabían bien dónde había nacido el Mesías, pero no se movieron. Y después, es necesario revestirse de Dios que es la luz, cada día, hasta que Jesús se convierta en nuestro vestido cotidiano. Pero para vestir el traje de Dios, que es sencillo como la luz, es necesario despojarse antes de los vestidos pomposos, en caso contrario seríamos como Herodes, que a la luz divina prefirió las luces terrenas del éxito y del poder. Los magos, sin embargo, realizan la profecía, se levantan para ser revestidos de la luz. Solo ellos ven la estrella en el cielo; no los escribas, ni Herodes, ni ningún otro en Jerusalén. Para encontrar a Jesús hay que plantearse un itinerario distinto, hay que tomar un camino alternativo, el suyo, el camino del amor humilde. Y hay que mantenerlo. De hecho, el Evangelio de este día concluye diciendo que los magos, una vez que encontraron a Jesús, «se retiraron a su tierra por otro camino» (Mt 2,12). Otro camino, distinto al de Herodes. Un camino alternativo al mundo, como el que han recorrido todos los que en Navidad están con Jesús: María y José, los pastores. Ellos, como los magos, han dejado sus casas y se han convertido en peregrinos por los caminos de Dios. Porque solo quien deja los propios afectos mundanos para ponerse en camino encuentra el misterio de Dios. 

Vale también para nosotros. No basta saber dónde nació Jesús, como los escribas, si no alcanzamos ese dónde. No basta saber, como Herodes, que Jesús nació si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro y se convierte en Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro; no se empecinan en sus planes, sino que se muestran disponibles a tomar otros caminos. En sus gestos hay un contacto estrecho con el Señor, una apertura radical a él, una implicación total con él. Con él utilizan el lenguaje del amor, la misma lengua que Jesús ya habla, siendo todavía un infante. De hecho, los magos van al Señor no para recibir, sino para dar. Preguntémonos: ¿Hemos llevado algún presente a Jesús para su fiesta en Navidad, o nos hemos intercambiado regalos solo entre nosotros? 

Si hemos ido al Señor con las manos vacías, hoy lo podemos remediar. El evangelio nos muestra, por así decirlo, una pequeña lista de regalos: oro, incienso y mirra. El oro, considerado el elemento más precioso, nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. Se le adora. Pero para hacerlo es necesario que nosotros mismos cedamos el primer puesto, no considerándonos autosuficientes sino necesitados. Luego está el incienso, que simboliza la relación con el Señor, la oración, que como un perfume sube hasta Dios (cf. Sal 141,2). Pero, así como el incienso necesita quemarse para perfumar, la oración necesita también “quemar” un poco de tiempo, gastarlo para el Señor. Y hacerlo de verdad, no solo con palabras. A propósito de hechos, ahí está la mirra, el ungüento que se usará para envolver con amor el cuerpo de Jesús bajado de la cruz (cf. Jn 19,39). El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos probados por el sufrimiento, de su carne más débil, del que se ha quedado atrás, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio. La gratuidad, la misericordia hacia el que no puede restituir es preciosa a los ojos de Dios. En este tiempo de Navidad que llega a su fin, no perdamos la ocasión de hacer un hermoso regalo a nuestro Rey, que vino por nosotros, no sobre los fastuosos escenarios del mundo, sino sobre la luminosa pobreza de Belén. Si lo hacemos así, su luz brillará sobre nosotros. 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

06/01/2019-13:18
Raquel Anillo

Ángelus: El que encuentra a Jesús cambia de camino

(ZENIT — 6 enero 2019).- Al igual que los Magos, "cada vez que un hombre y una mujer se encuentran con Jesús, cambia de camino y vuelve a la vida de una manera
diferente", afirmó el Papa Francisco durante el Ángelus de este 6 de enero de 2019 en la fiesta de la Epifanía.

"La salvación ofrecida por Dios en Cristo es para todos los hombres, cercanos y lejanos", dijo en su meditación en la Plaza de San Pedro ante unos 60.000 fieles. No es posible "tomar posesión" de este Niño: es un regalo para todos".

El Papa invitó a la multitud a "dejarse iluminar con la luz de Cristo que proviene de Belén": "No permitamos que nuestros temores cierren nuestros corazones, sino que tengamos el valor de abrirnos a esta luz suave y discreta".

AK

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, la solemnidad de la Epifanía del Señor es la fiesta de la manifestación de Jesús, simbolizada por la luz. En los textos proféticos se promete esta luz. De hecho, Isaías se dirige a Jerusalén con estas palabras: "Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz, la gloria del Señor brilla sobre ti" (60,1). La invitación del profeta parece sorprendente, ya que se coloca después del duro exilio y el numeroso hostigamiento que la gente había experimentado.

Esta invitación resuena también para nosotros los que hemos celebrado la Navidad de Jesús, esta invitación resuena para acercarnos a la luz del Belén, también nosotros estamos invitados a no detenernos en los signos exteriores del acontecimiento, sino a volver a partir de él para recorrer en una nueva forma de vida nuestro camino de hombres y de creyentes.

La luz que el profeta Isaías había anunciado en el evangelio esta presente y se encuentra en Jesús nacido en Belén ciudad de David y vino para traer salvación a los lejanos y a los cercanos, a todos.

Mateo muestra diferentes maneras en que uno puede encontrarse con Cristo y reaccionar ante su presencia. Herodes y los escribas de Jerusalén tienen un corazón duro, que persiste y rechaza la visita de ese Niño, es una posibilidad cerrarse ante la luz de Dios. Representan a quienes, incluso en nuestros días, temen a la venida de Jesús y cierran sus corazones a los hermanos y hermanas que necesitan ayuda. Herodes teme perder el poder y no piensa en el verdadero bien de las personas, sino en su propio interés personal. Los escribas y los líderes del pueblo tienen miedo porque no pueden mirar más allá de sus certezas,al no poder captar la novedad que hay en Jesús.

La experiencia de los Reyes Magos es muy diferente (ver Mt 2: 1-12). Viniendo de Oriente, representan a todos los pueblos lejanos de la fe judía tradicional. Sin embargo, se dejan guiar por la estrella y se enfrentan a un largo y arriesgado viaje para llegar al destino y conocer la verdad sobre el Mesías. Los Magos estaban abiertos a la "novedad", y a ellos se les revela la novedad más grande y sorprendente de la historia: Dios hecho hombre. Los Magos se postran ante Jesús y le ofrecen dones simbólicos: oro, incienso y mirra; Porque la búsqueda del Señor implica no solo la perseverancia en el camino, sino también la generosidad del corazón. Y dice el Evangelio que finalmente, regresaron "a sus países" (v. 12) por otros caminos. Hermanos y hermanas cada vez que un hombre y una mujer encuentra a Jesús cambia de camino, regresa a la ciudad de un modo diferente, regresa renovado por otro camino. Los Reyes regresaron a sus países llevando dentro de sí el misterio de ese Rey humilde y pobre; y podemos imaginar que les contaron a todos la experiencia vivida: la salvación ofrecida por Dios en Cristo es para todos los hombres, cercanos y lejanos. No es posible "tomar posesión" de ese Niño: Él es un don para todos. También nosotros hagamos un poco de silencio en nuestro corazón. Dejémonos iluminar por la luz de Jesús que viene de Belén. No permitamos que nuestros miedos cierren nuestros corazones, sino que tengamos el valor de abrirnos a esta luz que es suave y discreta. Entonces, como los Magos, experimentaremos "una alegría muy grande" (versículo 10) que no podremos conservar para nosotros mismos. Que la Virgen María nos sostenga en este viaje, ella que es estrella que nos lleva a Jesús y hace ver a Jesús a los Magos y a todos aquellos que se acercan a Él.

 

 

06/01/2019-13:41
Anne Kurian

Personas sin hogar: Las iniciativas de la capellanía apostólica este invierno

(ZENIT — 6 enero 2019).- Mientras que las temperaturas han bajado en Roma, la capellanía apostólica ha incrementado su ayuda a las personas sin hogar, dice L'Osservatore Romano el 5 de enero de 2019.

El periódico del Vaticano enumera las iniciativas, como la distribución de sacos de dormir o el aumento en el número de camas en el dormitorio "Don de la Misericordia", a un tiro de piedra de la Plaza de San Pedro, a través de dei Penitenzieri. La estructura, abierta en las instalaciones de la Compañía de Jesús, es administrada por tres Hermanas Misioneras de la Caridad y voluntarios, sin hogar.

Los huéspedes pueden quedarse por un mes, a la espera de un alojamiento más sostenible. El centro tiene una cocina para preparar el desayuno, tres baños, un área de lectura y un dormitorio con literas para 34 hombres. La entrada es entre las 18h y las 19h, y la salida antes de las 8h.

En el distrito de Trastevere, el presbiterio Saint-Calixte, propiedad extraterritorial de la Santa Sede, también alberga a treinta personas cada noche, en sus instalaciones y en la iglesia. Se sirve una cena en un comedor cercano, luego las personas sin hogar pueden unirse al dormitorio, administrado por la comunidad Sant'Egidio, entre las 20 y las 22 horas. No muy lejos, también está la "lavandería del Papa", con seis lavadoras y seis secadoras disponibles para las personas sin hogar.

Finalmente, la Capellanía apostólica distribuye platos calientes a la gente en la calle, en muchos lugares de la Ciudad Eterna, incluida la Iglesia de Santa Maria Immacolata all'Esquilino, que alberga al Pontificio Capellán, Cardenal Konrad Krajewski, donde los diáconos permanentes cocinan para 250 personas los martes y jueves.

Una atención final de la capellanía del Papa: los perros de las personas sin hogar, que pueden beneficiarse de una consulta veterinaria gratuita cada tercer domingo del mes, en el ayuntamiento de Ostia .

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

06/01/2019-10:10
Anne Kurian

Taiwan: El cardenal Filoni enviado especial del Papa

(ZENIT — 6 enero 2019).- El cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, será el enviado especial del Papa Francisco a la celebración de clausura del IV Congreso Nacional Eucarístico de Taiwán, anunció la Santa Sede el 5 de enero de 2019.

El evento finalizará el 1 de marzo de 2019 en la Diócesis de Chiayi.

En octubre pasado, el vicepresidente de la República de China, Chen Chien-jen, invitó al Papa Francisco a visitar Taiwán durante su visita al Vaticano. Unos días más tarde, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, dijo que no había un plan de viaje en este momento.

El vicepresidente Chen también señaló que el acuerdo sobre el nombramiento de los obispos firmado el 22 de septiembre entre la Santa Sede y China continental no afectó las buenas relaciones con Taiwán.

El gobierno de Taipei gobierna las islas de Formosa, Pescadores, Quemoy y Matsu, y defiende su autonomía de la China Popular.

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

06/01/2019-07:53
Isabel Orellana Vilches

Beata Lindalva Justo de Oliveira, 7 de enero

«La existencia de esta religiosa es una parábola de la caridad frente a la violencia. El epígrafe de su vida martirial lo provocó un individuo sin escrúpulos que no logrando consumar sus abyectos deseos, la asesinó brutalmente»

Nació el 20 de octubre de 1953 en Sitio Malhada da Areia, una zona deprimida perteneciente a Río Grande del Norte, Brasil. Era fruto del segundo matrimonio de Joáo Justo da Fé, y de María Lúcia de Oliveira. Fue la sexta de trece hermanos. Las deficiencias económicas fueron paliadas por la fe de su familia que no escatimó esfuerzos para que la numerosa prole recibiese una educación adecuada. Y, de hecho, todos tuvieron la fortuna de ser formados en los principios cristianos. Sencilla y humilde, Lindalva recogió fecundamente las semillas que sus padres sembraron en su corazón, y creció con una singular predilección hacia la infancia desfavorecida, acercándose a los niños de su entorno, feliz de prestarles ayuda.

Al fallecer su padre determinó dedicar su vida a los pobres. Antes había cursado estudios para trabajar como administrativa y fue cajera en una gasolinera. Pero la pérdida de su padre en 1982 la llevó a matricularse en un curso de enfermería con el objetivo de dedicarse a los que nada poseen. En el asilo de ancianos era bien conocida por visitarlos asiduamente. Entre tanto, no había descuidado amigos, cultura y aficiones, como tocar la guitarra. Tuvo la oportunidad de conocer a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en el transcurso de una actividad apostólica en 1986. Y dos años más tarde solicitó ingresar en el convento. Luego escribiría: «Cuando Dios llama no vale esconderse; más pronto o más tarde la voluntad de Él prevalecerá».

En el noviciado se advertían sus virtudes, entre las que se subrayan su disponibilidad y sinceridad. La vida le había asestado duros mazazos templando su espíritu encaminado en todo momento a realizar el mayor bien. Como la caridad siempre es próxima, los primeros que se beneficiaron de la que ella prodigaba fueron sus hermanos. En particular, uno, que era alcohólico, suscitó en ella conmovedores sentimientos que expresó en una carta: «Piensa sobre esto y interiorízalo en ti. Yo oro muchísimo por ti y continuaré orando, y si es necesario haré penitencia para que seas capaz de revindicarte como persona. Sigue a Jesús, quien luchó hasta la muerte por los pecadores, dando hasta su propia vida, no como Dios sino como hombre, para el perdón de pecados. Debemos buscar refugio en Él; solo en Él la vida merece la pena». Estas palabras fueron determinantes para su hermano que un año más tarde logró abandonar este vicio.

En 1991 comenzó a ocuparse de pacientes terminales, todos varones, en un asilo de ancianos de Salvador da Bahía, Abrigo Dom Pedro II. Volcada en los demás y lejos de sí, eligió para su cuidado a los que consideró que precisaban más atenciones humanas y espirituales. Oraba y cantaba junto a ellos, de modo que, estimulados por su ejemplo y palabra, muchos comenzaron a frecuentar los sacramentos. Había aprendido en su casa el valor del esfuerzo en su cariz evangélico, así obtuvo el carnet de conducir pensando que con él podría llevarlos a pasear. Fue otro de los signos visibles de su entrega a los enfermos. No en vano había manifestado claramente cuáles eran sus objetivos en la vida: «Quiero tener una felicidad celestial, desbordar de alegría, ayudar al prójimo y hacer incansablemente el bien».Tenía la convicción de que para ello había venido al mundo: «Nací para entregarme a Dios en la persona de los pobres y no deseo más nada, Señor, que vivir esa entrega con dedicación total y un grande amor».

Todo seguía su curso dentro de una normalidad hasta que en enero de 1993 se incorporó al centro un hombre de 46 años, Augusto da Silva Peixoto; su ingreso era fruto de una recomendación, ya que de otro modo no le hubiera correspondido recibir atención en él. El asunto no hubiera tenido nada de particular si no fuera por la enfermiza fijación que tomó hacia Lindalva. Ella, consciente de lo delicado del momento, y aunque se ocupó de él con la delicadeza acostumbrada que dispensaba a todos los internos, ejercitó la prudencia al máximo. Pero en lugar de abandonar el centro cuando este hombre expuso sus pecaminosas intenciones, llevada de su amor por los ancianos, dijo: «prefiero verter mi sangre que dejar este lugar». De nada le sirvió rechazar las demandas ilícitas de Augusto, que se había enajenado con ella, haciéndole comprender que era una persona consagrada. Su mente tormentosa no aceptaba una negativa por respuesta. Incapaz de frenarlo, la beata tuvo que recurrir incluso a la asistencia de un oficial de seguridad. Este hecho despertó la furia del acosador, y el 9 de abril de 1993, después del Vía Crucis de Viernes Santo, mientras distribuía el desayuno, Augusto primeramente la atacó por la espalda para culminar su sed de venganza asestándole en total 44 puñaladas. Lleno de obcecación, y sin atisbos de arrepentimiento, manifestó: «¡debí de haber hecho esto antes!». Lindalva tenía 39 años.

El cardenal Lucas Moreira Neves, O.P., primado de Brasil, en su entierro dijo: «Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida religiosa con el martirio». Fue beatificada el 2 de diciembre de 2007 en Salvador de Bahía por el cardenal Saraiva como delegado de Benedicto XVI.