Colaboraciones

 

La libertad como bien de la persona y en la sociedad

 

 

11/01/2019 | por Foro independiente de opinión


 

 

El ‘buen salvaje’ es una ficción. El ser humano tiene una naturaleza y unas potencialidades que puede desarrollar en un ambiente, en una cultura y en un momento  histórico. La apertura y relación con los demás es parte constitutiva del ser humano y de su desarrollo, ya que tiende a convivir, a compartir, a proyectar y comprometer su libertad.

En este ámbito de la libertad, y desde su fundamentación en el ser de la persona, se descubren dimensiones de justicia, libertad y solidaridad. Por el contrario, desde interpretaciones reduccionistas y, por ello, erróneas (materialismo, individualismo, ideologías, …) se resaltan las situaciones de alienación, de despersonalización, de instrumentalización, llegando a situaciones de miseria  en  las que se experimenta a sí mismo como materia que sólo tiene necesidad de materia. En las sociedades actuales tales situaciones injustas pueden presentarse en forma de miseria económica, cultural, jurídica, política, moral y religiosa.

El profesor Llano, desde la concepción de la originalidad irrepetible de cada persona, concibe la libertad como ‘el sello de su originalidad’, en su apertura a la sociedad  de la que forma esencialmente parte: “El individuo real y concreto no es un elemento curvado sobre sí, que se asocia con otros por mera conveniencia, sino que es socio nato de la comunidad. Su libertad personal -que es la cifra de su dignidad específica y el motor de todo dinamismo histórico- no se realiza plenamente en un cerco privado: es algo más que ausencia de coacción (liberación en sentido ideológico), es ante todo fuerza creadora que trasciende activamente las mediaciones y se compromete en proyectos de mayor envergadura”. Refiriéndose a la situación actual de la concepción de la democracia en Europa, el mismo autor, relaciona poder y libertad, en un intento de rectificación con estas palabras: “En la genuina  concepción democrática de la sociedad, el poder justo no se contrapone a la libertad, sino que resulta de ella y con ella se armoniza. La sociedad democrática es un plexo solidario de libertades (…) la propia libertad social es en sí misma un bien común que entre todos tenemos que mantener y acrecentar. En la democracia, como proyecto de convivencia, el poder político es esencialmente la libertad social entendida como bien común (…). El ideal de la sociedad democrática no es la democracia misma, sino la libertad social como empeño comprometido en la realización de los valores comunitarios. Porque es la libertad  social la que constituye y legitima la autoridad pública, y no a la inversa” (Ibd.:187-188).

Desde esta concepción abierta, la libertad puede incidir sobre la realidad social con iniciativas y acciones concretas, teniendo como referencia la justicia y la solidaridad. A veces se ha planteado la incompatibilidad  de libertad y ley, que se supera cuando las leyes, su sentido y finalidad, responden al bien de las personas. Así, la ley, en su sentido amplio, entendida como ‘orden que la recta razón puede descubrir en la realidad y para la relación’ es medio y cauce para la libertad. Por el contrario, se oponen a la libertad, la ignorancia frente a la racionalidad humana; la instintividad sin control; el egoísmo frente a la fraternidad (…). Ruiz Retegui expresaba el desconcierto en la sociedad actual con estas palabras:  “La negación de los valores absolutos conduce a la desintegración de la sociedad. No bastarán las leyes más perfectas porque no habrá criterio posible por el que mostrar que se deben obedecer las leyes. El crecimiento de las fuerzas policiales para hacer que las leyes se cumplan se hará ilimitado. Y al final habría incluso que fundamentar el orden mismo de las fuerzas policiales”.

 

Autor: José Arnal