Servicio diario - 04 de febrero de 2019


 

Francisco en Abu Dhabi: "Invertir en cultura ayuda a que disminuya el odio"
Redacción

El Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar firman un documento sobre la 'Fraternidad humana'
Redacción

Abu Dhabi: Ceremonia de bienvenida al Papa Francisco en el Palacio Presidencial
Rosa Die Alcolea

Abu Dhabi: Encuentro del Papa con el Consejo Musulmán de Ancianos
Rosa Die Alcolea

Regalo del Papa al Jeque de Abu Dhabi: Medallón del encuentro entre San Francisco y el sultán Malek al-Kamel
Rosa Die Alcolea

Francisco visita la tumba del Fundador de los Emiratos Árabes Unidos
Rosa Die Alcolea

Palabras del Papa Francisco en el vuelo de Roma a Abu Dhabi
Redacción

San Jesús Méndez Montoya, 5 de febrero
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

04/02/2019-19:17
Redacción

Francisco en Abu Dhabi: "Invertir en cultura ayuda a que disminuya el odio"

Esta tarde, a las 17.45 hora local (14.45 horas en Roma), el Santo Padre Francisco, junto con el Gran Imán, se trasladó al Founder's Memorial para el Encuentro Interreligioso.

A su llegada, el Papa y el Gran Imán fueron recibidos por el príncipe heredero Su Alteza el Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan y subieron al podio juntos.

Después de los discursos de saludo del Príncipe Heredero y del Gran Imán, el Santo Padre pronunció su discurso seguido de la proyección de un video.

Al final del encuentro el Papa Francisco se despidió del príncipe heredero y, junto con el Gran Imán, dejó el Founder’s Memorial para regresar a sus respectivas residencias.

Al llegar al palacio de Al Mushrif, antes de la cena, el Santo Padre saludó a la familia del Príncipe Heredero en el gran salón de la planta baja.

A continuación publicamos el discurso que pronunció el Papa durante el encuentro interreligioso:

***

 

Discurso del Santo Padre

Al Salamò Alaikum! La paz esté con vosotros.

Agradezco sinceramente a Su Alteza el Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan y al Dr. Ahmad Al-Tayyib, Gran Imán de Al-Azhar, por sus palabras. Doy las gracias al Consejo de los Ancianos por el encuentro que acabamos de tener en la Mezquita Sheikh Zayed.

Saludo cordialmente a las autoridades civiles y religiosas y al cuerpo diplomático. Permítanme además un sincero agradecimiento por la cálida bienvenida que nos han dispensado a mí y a mi delegación.

También doy las gracias a todas las personas que contribuyeron a hacer posible este viaje y que han trabajado en este evento con dedicación, entusiasmo y profesionalismo: a los organizadores, al personal de Protocolo, al de Seguridad y a todos aquellos que “entre bambalinas” han colaborado de diversas maneras. Agradezco de forma especial al señor Mohamed Abdel Salam, exconsejero del Gran Imán.

Desde vuestra patria me dirijo a todos los países de la Península, a quienes deseo enviarles mi más cordial saludo, con amistad y aprecio.

Con gratitud al Señor, en el octavo centenario del encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil, he aceptado la ocasión para venir aquí como un creyente sediento de paz, como un hermano que busca la paz con los hermanos. Querer la paz, promover la paz, ser instrumentos de paz: estamos aquí para esto.

El logo de este viaje representa una paloma con una rama de olivo. Es una imagen que recuerda la historia del diluvio universal, presente en diferentes tradiciones religiosas. De acuerdo con la narración bíblica, para preservar a la humanidad de la destrucción, Dios le pide a Noé que entre en el arca con su familia. También hoy, en nombre de Dios, para salvaguardar la paz, necesitamos entrar juntos como una misma familia en un arca que pueda navegar por los mares tormentosos del mundo: el arca de la fraternidad.

El punto de partida es reconocer que Dios está en el origen de la familia humana. Él, que es el Creador de todo y de todos, quiere que vivamos como hermanos y hermanas, habitando en la casa común de la creación que él nos ha dado. Aquí, en las raíces de nuestra humanidad común, se fundamenta la fraternidad como una «vocación contenida en el plan creador de Dios».[1] Nos dice que todos tenemos la misma dignidad y que nadie puede ser amo o esclavo de los demás.

No se puede honrar al Creador sin preservar el carácter sagrado de toda persona y de cada vida humana: todos son igualmente valiosos a los ojos de Dios. Porque él no mira a la familia humana con una mirada de preferencia que excluye, sino con una mirada benevolente que incluye. Por lo tanto, reconocer los mismos derechos a todo ser humano es glorificar el nombre de Dios en la tierra. Por lo tanto, en el nombre de Dios Creador, hay que condenar sin vacilación toda forma de violencia, porque usar el nombre de Dios para justificar el odio y la violencia contra el hermano es una grave profanación. No hay violencia que encuentre justificación en la religión.

El enemigo de la fraternidad es el individualismo, que se traduce en la voluntad de afirmarse a sí mismo y al propio grupo por encima de los demás. Es una insidia que amenaza a todos los aspectos de la vida, incluso la prerrogativa más alta e innata del hombre, es decir, la apertura a la trascendencia y a la religiosidad. La verdadera religiosidad consiste en amar a Dios con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Por lo tanto, la conducta religiosa debe ser purificada continuamente de la tentación recurrente de juzgar a los demás como enemigos y adversarios. Todo credo está llamado a superar la brecha entre amigos y enemigos, para asumir la perspectiva del Cielo, que abraza a los hombres sin privilegios ni discriminaciones.

Por eso, quisiera expresar mi aprecio por el compromiso con que este país tolera y garantiza la libertad de culto, oponiéndose al extremismo y al odio. De esta manera, al mismo tiempo que se promueve la libertad fundamental de profesar la propia fe, que es una exigencia intrínseca para la realización del hombre, también se vigila para que la religión no sea instrumentalizada y corra el peligro, al admitir la violencia y el terrorismo, de negarse a sí misma.

La fraternidad ciertamente «expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad».[2] Su expresión es la pluralidad religiosa. En este contexto, la actitud correcta no es la uniformidad forzada ni el sincretismo conciliatorio: lo que estamos llamados a hacer, como creyentes, es comprometernos con la misma dignidad de todos, en nombre del Misericordioso que nos creó y en cuyo nombre se debe buscar la recomposición de los contrastes y la fraternidad en la diversidad. Aquí me gustaría reafirmar la convicción de la Iglesia Católica: «No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios».[3]

Sin embargo, se nos presentan varias cuestiones: ¿Cómo protegernos mutuamente en la única familia humana? ¿Cómo alimentar una fraternidad no teórica que se traduzca en auténtica fraternidad? ¿Cómo hacer para que prevalezca la inclusión del otro sobre la exclusión en nombre de la propia pertenencia de cada uno?  ¿Cómo pueden las religiones, en definitiva, ser canales de fraternidad en lugar de barreras de separación?

 

La familia humana y la valentía de la alteridad

Si creemos en la existencia de la familia humana, se deduce que esta, en sí misma, debe ser protegida. Como en todas las familias, esto ocurre principalmente a través de un diálogo cotidiano y efectivo. Presupone la propia identidad, de la que no se debe abdicar para complacer al otro. Pero, al mismo tiempo, pide la valentía de la alteridad,[4] que implica el pleno reconocimiento del otro y de su libertad, y el consiguiente compromiso de empeñarme para que sus derechos fundamentales sean siempre respetados por todos y en todas partes. Porque sin libertad ya no somos hijos de la familia humana, sino esclavos. De entre las libertades me gustaría destacar la religiosa. Esta no se limita solo a la libertad de culto, sino que ve en el otro a un verdadero hermano, un hijo de mi propia humanidad que Dios deja libre y que, por tanto, ninguna institución humana puede forzar, ni siquiera en su nombre.

 

Diálogo y oración

La valentía de la alteridad es el alma del diálogo, que se basa en la sinceridad de las intenciones. El diálogo está de hecho amenazado por la simulación, que aumenta la distancia y la sospecha: no se puede proclamar la fraternidad y después actuar en la dirección opuesta. Según un escritor moderno, «quien se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras, llega al punto en el que ya no puede distinguir la verdad, ni dentro de sí mismo ni a su alrededor, y así comienza a no tener ya estima ni de sí mismo ni de los demás».[5]

Para todo esto la oración es indispensable: mientras encarna la valentía de la alteridad con respecto a Dios, en la sinceridad de la intención, purifica el corazón del replegarse en sí mismo. La oración hecha con el corazón es regeneradora de fraternidad. Por eso, «en lo referente al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los otros: ¡somos hermanos! Sin el Señor, nada es posible; con él, ¡todo se vuelve posible! Que nuestra oración —cada uno según la propia tradición— pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad».[6]

No hay alternativa: o construimos el futuro juntos o no habrá futuro. Las religiones, de modo especial, no pueden renunciar a la tarea urgente de construir puentes entre los pueblos y las culturas. Ha llegado el momento de que las religiones se empeñen más activamente, con valor y audacia, con sinceridad, en ayudar a la familia humana a madurar la capacidad de reconciliación, la visión de esperanza y los itinerarios concretos de paz.

 

La educación y la justicia

Volvemos entonces a la imagen inicial de la paloma de la paz. También la paz para volar necesita alas que la sostengan. Las alas de la educación y la justicia.

Educar —en latín significa extraer, sacar— es descubrir los preciosos recursos del alma. Es confortador observar que en este país no solo se invierte en la extracción de los recursos de la tierra, sino también en los del corazón, en la educación de los jóvenes. Es un compromiso que espero continúe y se extienda a otros lugares. También la educación acontece en la relación, en la reciprocidad. Junto a la famosa máxima antigua “conócete a ti mismo”, debemos colocar “conoce a tu hermano”: su historia, su cultura y su fe, porque no hay un verdadero conocimiento de sí mismo sin el otro. Como hombres, y más aún como hermanos, recordémonos que nada de lo que es humano nos puede ser extraño.[7] Es importante para el futuro formar identidades abiertas, capaces de superar la tentación de replegarse sobre sí mismos y volverse rígidos.

Invertir en cultura ayuda a que disminuya el odio y aumente la civilización y la prosperidad. La educación y la violencia son inversamente proporcionales. Las instituciones católicas —muy apreciadas en este país y en la región— promueven dicha educación para la paz y el entendimiento mutuo para prevenir la violencia.

Los jóvenes, rodeados con frecuencia por mensajes negativos y noticias falsas, deben aprender a no rendirse a las seducciones del materialismo, del odio y de los prejuicios; aprender a reaccionar ante la injusticia y también ante las experiencias dolorosas del pasado; aprender a defender los derechos de los demás con el mismo vigor con el que defienden sus derechos. Un día ellos nos juzgarán: bien, si les hemos dado bases sólidas para crear nuevos encuentros de civilización; mal, si les hemos proporcionado solo espejismos y la desolada perspectiva de conflictos perjudiciales de incivilidad.

La justicia es la segunda ala de la paz, que a menudo no se ve amenazada por episodios individuales, sino que es devorada lentamente por el cáncer de la injusticia.

Por lo tanto, uno no puede creer en Dios y no tratar de vivir la justicia con todos, de acuerdo con la regla de oro: «Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ella; pues esta es la Ley y los Profetas» (Mt 7,12).

¡La paz y la justicia son inseparables! El profeta Isaías dice: «La obra de la justicia será la paz» (32,17). La paz muere cuando se divorcia de la justicia, pero la justicia es falsa si no es universal. Una justicia dirigida solo a miembros de la propia familia, compatriotas, creyentes de la misma fe es una justicia que cojea, es una injusticia disfrazada.

Las religiones tienen también la tarea de recordar que la codicia del beneficio vuelve el corazón inerte y que las leyes del mercado actual, que exigen todo y de forma inmediata, no favorecen el encuentro, el diálogo, la familia, las dimensiones esenciales de la vida que necesitan de tiempo y paciencia. Que las religiones sean la voz de los últimos, que no son estadísticas sino hermanos, y estén del lado de los pobres; que vigilen como centinelas de fraternidad en la noche del conflicto, que sean referencia solícita para que la humanidad no cierre los ojos ante las injusticias y nunca se resigne ante los innumerables dramas en el mundo.

 

El desierto que florece

Después de haber hablado de la fraternidad como arca de paz, me gustaría inspirarme en una segunda imagen, la del desierto que nos rodea.

Aquí, en pocos años, con visión de futuro y sabiduría, el desierto se ha transformado en un lugar próspero y hospitalario; el desierto ha pasado de ser un obstáculo intransitable e inaccesible a un lugar de encuentro entre culturas y religiones. Aquí el desierto ha florecido, no solo por unos pocos días al año, sino para muchos años venideros. Este país, en el que la arena y los rascacielos se dan la mano, sigue siendo una importante encrucijada entre el Occidente y el Oriente, entre el Norte y el Sur del planeta, un lugar de desarrollo, donde los espacios, en otro tiempo inhóspitos, ofrecen puestos de trabajo para personas de diversas naciones.

Sin embargo, el desarrollo tiene también sus adversarios. Y si el enemigo de la fraternidad era el individualismo, me gustaría señalar a la indiferencia como un obstáculo para el desarrollo, que termina convirtiendo las realidades florecientes en tierras desiertas. De hecho, un desarrollo meramente utilitario no ofrece un progreso real y duradero. Solo un desarrollo integral e integrador favorece un futuro digno del hombre. La indiferencia impide ver a la comunidad humana más allá de las ganancias y al hermano más allá del trabajo que realiza. La indiferencia no mira hacia el futuro; no le interesa el futuro de la creación, no le importa la dignidad del forastero y el futuro de los niños.

En este contexto, me alegro de que, en el pasado mes de noviembre, haya tenido lugar aquí en Abu Dhabi el primer Foro de la Alianza Interreligiosa para Comunidades más seguras, sobre el tema de la dignidad del niño en la era digital. Este evento acogió el mensaje publicado un año antes en Roma en el Congreso Internacional sobre el mismo tema, al que le di todo mi apoyo y aliento. Por lo tanto, agradezco a todos los líderes comprometidos en este ámbito y les aseguro mi apoyo, solidaridad y colaboración, como también la de la Iglesia Católica, en esta causa importante de la protección de los menores en todos sus aspectos.

Aquí, en el desierto, se ha abierto un camino de desarrollo fecundo que, a partir del trabajo, ofrece esperanzas a muchas personas de diferentes pueblos, culturas y credos. Entre ellos, también muchos cristianos, cuya presencia en la región se remonta a siglos atrás, han encontrado oportunidades y han contribuido de manera significativa al crecimiento y bienestar del país. Además de las habilidades profesionales, os brindan la autenticidad de su fe. El respeto y la tolerancia que encuentran, así como los lugares de culto necesarios donde rezan, les permiten esa maduración espiritual que luego beneficia a toda la sociedad. Los animo a que continúen en este camino, para que aquellos que viven o están de paso preserven no solo la imagen de las grandes obras construidas en el desierto, sino también de una nación que incluye y abarca a todos.

En este mismo espíritu deseo que, no solo aquí, sino en toda la amada y neurálgica región de Oriente Medio, haya oportunidades concretas de encuentro: una sociedad donde personas de diferentes religiones tengan el mismo derecho de ciudadanía y donde solo se le quite ese derecho a la violencia, en todas sus formas.

Una convivencia fraterna basada en la educación y la justicia; un desarrollo humano, construido sobre la inclusión acogedora y sobre los derechos de todos: estas son semillas de paz, que las religiones están llamadas a hacer brotar. A ellos les corresponde, quizás como nunca antes, en esta delicada situación histórica, una tarea que ya no puede posponerse: contribuir activamente a la desmilitarización del corazón del hombre. La carrera armamentística, la extensión de sus zonas de influencia, las políticas agresivas en detrimento de lo demás nunca traerán estabilidad. La guerra no sabe crear nada más que miseria, las armas nada más que muerte.

La fraternidad humana nos exige, como representantes de las religiones, el deber de desterrar todos los matices de aprobación de la palabra guerra. Devolvámosla a su miserable crudeza. Ante nuestros ojos están sus nefastas consecuencias. Estoy pensando de modo particular en Yemen, Siria, Irak y Libia. Juntos, hermanos de la única familia humana querida por Dios, comprometámonos contra la lógica del poder armado, contra la mercantilización de las relaciones, los armamentos de las fronteras, el levantamiento de muros, el amordazamiento de los pobres; a todo esto nos oponemos con el dulce poder de la oración y con el empeño diario del diálogo. Que nuestro estar juntos hoy sea un mensaje de confianza, un estímulo para todos los hombres de buena voluntad, para que no se rindan a los diluvios de la violencia y la desertificación del altruismo. Dios está con el hombre que busca la paz. Y desde el cielo bendice cada paso que, en este camino, se realiza en la tierra.

 

_______________________________________________

 

[1] Benedicto XVI, Discurso a los nuevos Embajadores ante la Santa Sede, 16 diciembre 2010.

[2] Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2015, 2.

[3] Decl.  Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 5.

[4] Cf. Discurso a los participantes en la Conferencia Internacional para la paz, Al-Azhar Conference Centre, El Cairo, 28 abril 2017.

[5] F.M. Dostoievski, Los hermanos Karamazov, II, 2.

[6] Audiencia General, 28 octubre 2015.

[7] Cf. Terencio, Heautontimorumenos I, 1, 25.

 

 

 

04/02/2019-19:51
Redacción

El Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar firman un documento sobre la `Fraternidad humana'

(ZENIT — 4 febrero 2019).- El Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar el 4 de febrero de 2019, firmaron el Documento sobre "Fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia". La firma tras el discurso del Santo Padre en la Conferencia Mundial sobre Fraternidad Humana en Abu Dhabi, un elemento clave en la visita apostólica del Santo Padre del 3 al 5 de febrero a los Emiratos Árabes Unidos.

"El documento representa un importante paso adelante en el diálogo entre cristianos y musulmanes y es un poderoso signo de paz y esperanza para el futuro de la humanidad", ha declarado Alessandro Gisotti, Director ad interim de la Oficina de Prensa del Vaticano.

Anteriormente, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, dijo a los periodistas, entre ellos a Deborah Lubov de Zenit, que la importancia de este día es el diálogo entre las
religiones, especialmente el cristianismo y el islam, que promueve la paz y combate el fundamentalismo.

En la declaración de la Oficina de Prensa se añade: “El Documento es un llamamiento vibrante para responder con el bien al mal, para reforzar el diálogo interreligioso y promover el respeto mutuo para bloquear el camino a quienes agregan combustible al fuego de los choques entre civilizaciones. En Abu Dhabi, Francisco y Al-Tayyib han indicado juntos un camino de paz y reconciliación en el que no solo los cristianos y los musulmanes pueden caminar, sino todas las personas de buena voluntad.

"El Documento es valiente y profético porque confronta, y llama por su nombre, los temas más urgentes de nuestros días en los que se anima a los que creen en Dios a cuestionar su propia conciencia y a asumir con confianza su propia responsabilidad para dar vida a Un mundo más justo y unido".

“Con palabras inequívocas, el Papa y el Gran Imán declaran que nadie está autorizado a explotar el nombre de Dios para justificar la guerra, el terrorismo o cualquier otra forma de violencia. Además, afirman que la vida siempre debe salvaguardarse y, al mismo tiempo, que los derechos de las mujeres deben ser plenamente reconocidos, y todas las prácticas discriminatorias a su respecto deben ser rechazadas”.

"Ante la humanidad, herida por tantas divisiones y fanatismo ideológico, el Pontífice y el Gran Imán de Al-Azhar demuestran que promover una cultura de encuentro no es una utopía, sino que es la condición necesaria para vivir en paz y dejar para las generaciones futuras un Mundo mejor que el que vivimos".

JF

 

A continuación, ofrecemos el texto del documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Zahar, el Dr. Ahmad Al-Tayyib.

***

 

DOCUMENTO SOBRE LA

FRATERNIDAD HUMANA

POR LA PAZ MUNDIAL Y LA CONVIVENCIA COMÚN

 

Prefacio

La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos —iguales por su misericordia—, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres.

Desde este valor trascendente, en distintos encuentros presididos por una atmósfera de fraternidad y amistad, hemos compartido las alegrías, las tristezas y los problemas del mundo contemporáneo, en el campo del progreso científico y técnico, de las conquistas terapéuticas, de la era digital, de los medios de comunicación de masas, de las comunicaciones; en el ámbito de la pobreza, de las guerras y de los padecimientos de muchos hermanos y hermanas de distintas partes del mundo, a causa de la carrera de armamento, de las injusticias sociales, de la corrupción, de las desigualdades, del degrado moral, del terrorismo, de la discriminación, del extremismo y de otros muchos motivos.

De estos diálogos fraternos y sinceros que hemos tenido, y del encuentro lleno de esperanza en un futuro luminoso para todos los seres humanos, ha nacido la idea de este «Documento sobre la Fraternidad Humana». Un documento pensado con sinceridad y seriedad para que sea una declaración común de una voluntad buena y leal, de modo que invite a todas las personas que llevan en el corazón la fe en Dios y la fe en la fraternidad humana a unirse y a trabajar juntas, para que sea una guía para las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco, en la comprensión de la inmensa gracia divina que hace hermanos a todos los seres humanos.

 

Documento

En el nombre de Dios que ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la caridad y la paz.

En el nombre de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera.

En el nombre de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo particular a cada hombre acaudalado y acomodado.

En el nombre de los huérfanos, de las viudas, de los refugiados y de los exiliados de sus casas y de sus pueblos; de todas las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias; de los débiles, de cuantos viven en el miedo, de los prisioneros de guerra y de los torturados en cualquier parte del mundo, sin distinción alguna.

En el nombre de los pueblos que han perdido la seguridad, la paz y la convivencia común, siendo víctimas de la destrucción, de la ruina y de las guerras.

En nombre de la «fraternidad humana» que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales.

En el nombre de esta fraternidad golpeada por las políticas de integrismo y división y por los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres.

En el nombre de la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos, creándolos libres y distinguiéndolos con ella.

En el nombre de la justicia y de la misericordia, fundamentos de la prosperidad y quicios de la fe.

En el nombre de todas las personas de buena voluntad, presentes en cada rincón de la tierra.

En el nombre de Dios y de todo esto, Al-Azhar al-Sharif —con los musulmanes de Oriente y Occidente—, junto a la Iglesia Católica —con los católicos de Oriente y Occidente—, declaran asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio.

Nosotros —creyentes en Dios, en el encuentro final con él y en su juicio—, desde nuestra responsabilidad religiosa y  moral, y a través de este Documento, pedimos a nosotros mismos y a los líderes del mundo, a los artífices de la política internacional y de la economía mundial, comprometerse seriamente para difundir la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la paz; intervenir lo antes posible para parar el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras, a los conflictos, a la degradación ambiental y a la decadencia cultural y moral que el mundo vive actualmente.

Nos dirigimos a los intelectuales, a los filósofos, a los hombres de religión, a los artistas, a los trabajadores de los medios de comunicación y a los hombres de cultura de cada parte del mundo, para que redescubran los valores de la paz, de la justicia, del bien, de la belleza, de la fraternidad humana y de la convivencia común, con vistas a confirmar la importancia de tales valores como ancla de salvación para todos y buscar difundirlos en todas partes.

Esta Declaración, partiendo de una reflexión profunda sobre nuestra realidad contemporánea, valorando sus éxitos y viviendo sus dolores, sus catástrofes y calamidades, cree firmemente que entre las causas más importantes de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes.

Nosotros, aun reconociendo los pasos positivos que nuestra civilización moderna ha realizado en los campos de la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria y del bienestar, en particular en los países desarrollados, subrayamos que, junto a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad. Todo eso contribuye a que se difunda una sensación general de frustración, de soledad y de desesperación, llevando a muchos a caer o en la vorágine del extremismo ateo o agnóstico, o bien en el fundamentalismo religioso, en el extremismo o en el integrismo ciego, llevando así a otras personas a ceder a formas de dependencia y de autodestrucción individual y colectiva.

La historia afirma que el extremismo religioso y nacional y la intolerancia han producido en el mundo, tanto en Occidente como en Oriente, lo que podrían llamarse los signos de una «tercera guerra mundial a trozos», signos que, en diversas partes del mundo y en distintas condiciones trágicas, han comenzado a mostrar su rostro cruel; situaciones de las que no se conoce con precisión cuántas víctimas, viudas y huérfanos hayan producido. Asimismo, hay otras zonas que se preparan a convertirse en escenario de nuevos conflictos, donde nacen focos de tensión y se acumulan armas y municiones, en una situación mundial dominada por la incertidumbre, la desilusión y el miedo al futuro y controlada por intereses económicos miopes.

También afirmamos que las fuertes crisis políticas, la injusticia y la falta de una distribución equitativa de los recursos naturales —de los que se beneficia solo una minoría de ricos, en detrimento de la mayoría de los pueblos de la tierra— han causado, y continúan haciéndolo, gran número de enfermos, necesitados y muertos, provocando crisis letales de las que son víctimas diversos países, no obstante las riquezas naturales y los recursos que caracterizan a las jóvenes generaciones. Con respecto a las crisis que llevan a la muerte a millones de niños, reducidos ya a esqueletos humanos —a causa de la pobreza y del hambre—, reina un silencio internacional inaceptable.

En este contexto, es evidente que la familia es esencial, como núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad, para engendrar hijos, criarlos, educarlos, ofrecerles una moral sólida y la protección familiar. Atacar la institución familiar, despreciándola o dudando de la importancia de su rol, representa uno de los males más peligrosos de nuestra época.

Declaramos también la importancia de reavivar el sentido religioso y la necesidad de reanimarlo en los corazones de las nuevas generaciones, a través de la educación sana y la adhesión a los valores morales y a las enseñanzas religiosas adecuadas, para que se afronten las tendencias individualistas, egoístas, conflictivas, el radicalismo y el extremismo ciego en todas sus formas y manifestaciones.

El primer y más importante objetivo de las religiones es el de creer en Dios, honrarlo y llamar a todos los hombres a creer que este universo depende de un Dios que lo gobierna, es el Creador que nos ha plasmado con su sabiduría divina y nos ha concedido el don de la vida para conservarlo. Un don que nadie tiene el derecho de quitar, amenazar o manipular a su antojo, al contrario, todos deben proteger el don de la vida desde su inicio hasta su muerte natural. Por eso, condenamos todas las prácticas que amenazan la vida como los genocidios, los actos terroristas, las migraciones forzosas, el tráfico de órganos humanos, el aborto y la eutanasia, y las políticas que sostienen todo esto.

Además, declaramos —firmemente— que las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado —en algunas fases de la historia— de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres para llevarlos a realizar algo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión, para alcanzar fines políticos y económicos mundanos y miopes. Por esto, nosotros pedimos a todos que cese la instrumentalización de las religiones para incitar al odio, a la violencia, al extremismo o al fanatismo ciego y que se deje de usar el nombre de Dios para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión. Lo pedimos por nuestra fe común en Dios, que no ha creado a los hombres para que sean torturados o humillados en su vida y durante su existencia. En efecto, Dios, el Omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente.

Este Documento, siguiendo los Documentos Internacionales precedentes que han destacado la importancia del rol de las religiones en la construcción de la paz mundial, declara lo siguiente:

– La fuerte convicción de que las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común; a restablecer la sabiduría, la justicia y la caridad y a despertar el sentido de la religiosidad entre los jóvenes, para defender a las nuevas generaciones del dominio del pensamiento materialista, del peligro de las políticas de la codicia de la ganancia insaciable y de la indiferencia, basadas en la ley de la fuerza y no en la fuerza de la ley.

– La libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un estilo de civilización que los demás no aceptan.

– La justicia basada en la misericordia es el camino para lograr una vida digna a la que todo ser humano tiene derecho.

– El diálogo, la comprensión, la difusión de la cultura de la tolerancia, de la aceptación del otro y de la convivencia entre los seres humanos contribuirían notablemente a que se reduzcan muchos problemas económicos, sociales, políticos y ambientales que asedian a gran parte del género humano.

– El diálogo entre los creyentes significa encontrarse en el enorme espacio de los valores espirituales, humanos y sociales comunes, e invertirlo en la difusión de las virtudes morales más altas, pedidas por las religiones; significa también evitar las discusiones inútiles.

– La protección de lugares de culto —templos, iglesias y mezquitas— es un deber garantizado por las religiones, los valores humanos, las leyes y las convenciones internacionales. Cualquier intento de atacar los lugares de culto o amenazarlos con atentados, explosiones o demoliciones es una desviación de las enseñanzas de las religiones, como también una clara violación del derecho internacional.

– El terrorismo execrable que amenaza la seguridad de las personas, tanto en Oriente como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur, propagando el pánico, el terror y el pesimismo no es a causa de la religión —aun cuando los terroristas la utilizan—, sino de las interpretaciones equivocadas de los textos religiosos, políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión, arrogancia; por esto es necesario interrumpir el apoyo a los movimientos terroristas a través del suministro de dinero, armas, planes o justificaciones y también la cobertura de los medios, y considerar esto como crímenes internacionales que amenazan la seguridad y la paz mundiales. Tal terrorismo debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones.

– El concepto de ciudadanía se basa en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya protección todos disfrutan de la justicia. Por esta razón, es necesario comprometernos para establecer en nuestra sociedad el concepto de plena ciudadanía y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae consigo las semillas de sentirse aislado e inferior; prepara el terreno para la hostilidad y la discordia y quita los logros y los derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos al discriminarlos.

– La relación entre Occidente y Oriente es una necesidad mutua indiscutible, que no puede ser sustituida ni descuidada, de modo que ambos puedan enriquecerse mutuamente a través del intercambio y el diálogo de las culturas. El Occidente podría encontrar en la civilización del Oriente los remedios para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas causadas por la dominación del materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente tantos elementos que pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el conflicto y el declive científico, técnico y cultural. Es importante prestar atención a las diferencias religiosas, culturales e históricas que son un componente esencial en la formación de la personalidad, la cultura y la civilización oriental; y es importante consolidar los derechos humanos generales y comunes, para ayudar a garantizar una vida digna para todos los hombres en Oriente y en Occidente, evitando el uso de políticas de doble medida.

– Es una necesidad indispensable reconocer el derecho de las mujeres a la educación, al trabajo y al ejercicio de sus derechos políticos. Además, se debe trabajar para liberarla de presiones históricas y sociales contrarias a los principios de la propia fe y dignidad. También es necesario protegerla de la explotación sexual y tratarla como una mercancía o un medio de placer o ganancia económica. Por esta razón, deben detenerse todas las prácticas inhumanas y las costumbres vulgares que humillan la dignidad de las mujeres y trabajar para cambiar las leyes que impiden a las mujeres disfrutar plenamente de sus derechos.

– La protección de los derechos fundamentales de los niños a crecer en un entorno familiar, a la alimentación, a la educación y al cuidado es un deber de la familia y de la sociedad. Estos derechos deben garantizarse y protegerse para que no falten ni se nieguen a ningún niño en ninguna parte del mundo. Debe ser condenada cualquier práctica que viole la dignidad de los niños o sus derechos. También es importante estar alerta contra los peligros a los que están expuestos — especialmente en el ámbito digital—, y considerar como delito el tráfico de su inocencia y cualquier violación de su infancia.

– La protección de los derechos de los ancianos, de los débiles, los discapacitados y los oprimidos es una necesidad religiosa y social que debe garantizarse y protegerse a través de legislaciones rigurosas y la aplicación de las convenciones internacionales al respecto.

Con este fin, la Iglesia Católica y al-Azhar, a través de la cooperación conjunta, anuncian y prometen llevar este Documento a las Autoridades, a los líderes influyentes, a los hombres de religión de todo el mundo, a las organizaciones regionales e internacionales competentes, a las organizaciones de la sociedad civil, a las instituciones religiosas y a los exponentes del pensamiento; y participar en la difusión de los principios de esta Declaración a todos los niveles regionales e internacionales, instándolos a convertirlos en políticas, decisiones, textos legislativos, planes de estudio y materiales de comunicación.

Al-Azhar y la Iglesia Católica piden que este Documento sea objeto de investigación y reflexión en todas las escuelas, universidades e institutos de educación y formación, para que se ayude a crear nuevas generaciones que traigan el bien y la paz, y defiendan en todas partes los derechos de los oprimidos y de los últimos.

En conclusión, deseamos que:

esta Declaración sea una invitación a la reconciliación y a la fraternidad entre todos los creyentes, incluso entre creyentes y no creyentes, y entre todas las personas de buena voluntad;

sea un llamamiento a toda conciencia viva que repudia la violencia aberrante y el extremismo ciego; llamamiento a quien ama los valores de la tolerancia y la fraternidad, promovidos y alentados por las religiones;

sea un testimonio de la grandeza de la fe en Dios que une los corazones divididos y eleva el espíritu humano;

sea un símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur y entre todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre nosotros y para vivir como hermanos que se aman.

Esto es lo que esperamos e intentamos realizar para alcanzar una paz universal que disfruten todas las personas en esta vida.

Abu Dabi, 4 de febrero de 2019

 

Su Santidad
Papa Francisco
  Gran Imán de Al-Azhar
Ahmad Al-Tayyeb

 

 

 

04/02/2019-18:05
Rosa Die Alcolea

Abu Dhabi: Ceremonia de bienvenida al Papa Francisco en el Palacio Presidencial

(ZENIT – 4 feb. 2019).- El Papa Francisco ha sido recibido esta mañana en el Palacio Presidencial de Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, por el presidente y príncipe heredero de los Emiratos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, y por el emir de Dubái,  Mohammed bin Rashid al Maktoum, vicepresidente de la federación de siete emiratos.

Esta mañana, después de celebrar la Santa Misa en privado, a las 11:50 hora local (8:50 horas en Roma), el Papa Francisco se trasladó en automóvil al Palacio Presidencial para la ceremonia de bienvenida y la visita oficial al príncipe heredero, Su Alteza. Sheikh Mohammed bin Zayed Al Nahyan.

A su llegada, el coche del Papa fue escoltado por guardias presidenciales a caballo hasta la entrada principal del Palacio. A continuación el Santo Padre fue recibido por el príncipe heredero, Su Alteza el Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan.

Después de los honores militares y la ejecución de los himnos, tuvo lugar la presentación de las respectivas delegaciones.

Luego, el príncipe heredero acompañó al Papa Francisco a la sala donde, a las 12.20 hora local (9.20 horas en Roma), tuvo lugar la reunión privada que duró unos 20 minutos.

Al final de la reunión, después de la firma del Libro de Honor y el intercambio de regalos, el Santo Padre se despidió del príncipe heredero y regresó al palacio de Al Mushrif.

 

 

 

04/02/2019-19:04
Rosa Die Alcolea

Abu Dhabi: Encuentro del Papa con el Consejo Musulmán de Ancianos

(ZENIT — 4 febrero 2019).- Francisco se ha reunido en privado con los miembros del Muslim Council of Elders ( Consejo Musulmán de Ancianos), la Gran Mezquita del Jeque Zayed, en Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, esta tarde, a las 16:45 horas (13:45 horas en Roma).

A su llegada, el Papa fue recibido en la entrada del Mausoleo del Jeque Zayed por el Gran Imán de Al-Azhar y por los Ministros de Asuntos Exteriores, Tolerancia y Cultura.

Luego, después de visitar la tumba del Jeque, el Santo Padre subió con el Gran Imán a bordo de un golf cart para llegar al patio de la mezquita (Patio Sahan) donde tuvo lugar la reunión privada interreligiosa con los miembros del Muslim Council of Elders.

Al final de la reunión, el Santo Padre, acompañado por el Gran Imán de al-Azhar y de los tres ministros, cruzó la puerta central de la mezquita y, después de atravesarla, llegó al auto preparado especialmente para ir con el Gran Imán al Founder’s Memorial.

 

Consejo Musulmán de Ancianos

El Consejo Musulmán de Ancianos es una organización internacional independiente que se estableció en Ramadán 21, 1435 Hijri (18 de julio de 2014) para promover la paz en las comunidades musulmanas.

El Consejo reúne a eruditos, expertos y dignatarios musulmanes que son conocidos por su sabiduría, sentido de la justicia, independencia y moderación. Trabajan juntos para promover la paz, desalentar las luchas internas y abordar las fuentes de conflicto, división y fragmentación en las comunidades musulmanas.

Con base en la capital de los Emiratos Árabes Unidos, Abu Dhabi, el Consejo es el primer organismo institucional que pretende unir a la nación islámica mediante la extinción del fuego que amenaza los valores humanitarios y los principios de tolerancia del Islam, y poner fin al sectarismo y la violencia. que han plagado el mundo musulmán durante décadas.

 

 

 

04/02/2019-18:35
Rosa Die Alcolea

Regalo del Papa al Jeque de Abu Dhabi: Medallón del encuentro entre San Francisco y el sultán Malek al-Kamel

(ZENIT — 4 febrero 2019).- El Papa Francisco ha regalado al Príncipe heredero de los Emiratos Árabes Unidos un medallón de bronce enmarcado, en el que se representa el encuentro entre San Francisco y el sultán Malek al-Kamel, episodio narrado en el capítulo noveno de la Legenda Maior, que tuvo lugar en 1219.

El intercambio de dones ha tenido lugar esta mañana, lunes, 4 de febrero de 2109, en la visita oficial del Pontífice al Jeque Mohammed bin Zayed Al Nahyan, en el Palacio Presidencial de Abu Dhabi, donde previamente tuvo lugar una ceremonia de bienvenida.

En la imagen, detrás del santo de Asís y del sultán, está representado el fuego. En el medallón también aparece la inscripción latina del Viaje apostólico. La imagen elegida destaca el propósito interreli ioso de la visita. La artista de este relieve en bronce es Daniela Longo.

Del mismo modo, el Príncipe heredero ha donado al Papa una copia del acta notarial firmada el 22 de junio de 1963 mediante la cual se donaba un terreno para la construcción de la primera iglesia en los Emiratos Árabes Unidos.

Al final del encuentro, el Santo Padre ha firmado en el libro de honor del Palacio Presidencial y ha escrito "Con gratitud por su cálida bienvenida y hospitalidad y con la promesa de recordarles en mis oraciones, invoco sobre Su Alteza y sobre el pueblo de los Emiratos Árabes Unidos la bendición divina de paz y solidaria fraternidad".

 

 

04/02/2019-20:07
Rosa Die Alcolea

Francisco visita la tumba del Fundador de los Emiratos Árabes Unidos

(ZENIT — 4 febrero 2019).- El Papa Francisco ha visitado la Gran Mezquita, acompañado por el Gran Imán de Al-Azhar, y ha rendido homenaje a la tumba del Fundador de los Emiratos Árabes Unidos, convirtiéndose en el primer pontífice que lo hace.

Anteriormente, el Santo Padre se ha reunido con el Consejo Musulmán de Ancianos, este lunes, 4 de febrero de 2019, en un encuentro que ha durado aproximadamente 30 minutos, según la Oficina de Prensa del Vaticano, en un ambiente "particularmente agradable y fraterno", ha apuntado Alessandro Gisotti, director ad interim de la Oficina de Prensa.

Así, el directo de prensa ha resaltado la importancia de la cultura del encuentro para fortalecer el compromiso con el diálogo previo y la paz.

 

 

04/02/2019-18:44
Redacción

Palabras del Papa Francisco en el vuelo de Roma a Abu Dhabi

(ZENIT — 4 feb. 2019).- El domingo, 3 de febrero de 2109, por la tarde, en el avión que lo llevaba a los Emiratos Árabes Unidos, el Santo Padre Francisco, como de costumbre, fue a saludar a los operadores de los medios de comunicación que lo acompañan en el vuelo papal.

Tras la presentación del Director ad interim de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro Gisotti, el Papa dirigió algunas palabras a los periodistas. Publicamos a continuación el texto:

***

 

Palabras del Papa Francisco

Papa Francisco:

¡Buenos días a todos, feliz domingo!

 

Alessandro Gisotti:

Buenos días, Santo Padre, buenos días a todos. Welcome on board to the colleagues from Abu Dhabi for the Emirates — Salam aleikum. Santo Padre, parece que fue ayer, era casi ayer, que estábamos en un vuelo de regreso de Panamá. Entre los muchos carteles de bienvenida, uno en particular, de la comunidad musulmana en Panamá, decía: "Bienvenido Papa Francisco, hombre de paz". Y con este espíritu realmente creo que le esperen en los Emiratos, como un hombre de paz que va a fortalecer el diálogo de paz, el diálogo y la fraternidad, la fraternidad humana, Santo Padre.

 

Papa Francisco:

Gracias por vuestra compañía. Será un viaje corto, breve. Hoy por la mañana tuve la noticia de que estaba lloviendo, en Abu Dhabi: esto, en ese lugar, se considera un signo de bendición. Esperamos que todo vaya así. Muchas gracias. He traído copias de un icono hecho en el monasterio de Bose para que os lo llevéis a casa: es sobre el tema del diálogo entre los viejos y los jóvenes [el icono representa a un joven monje que lleva un monje anciano sobre sus hombros]. Me importa mucho, y creo que es un desafío para nuestro tiempo. Paolo Ruffini os repartirá este icono. Gracias.

 

 

04/02/2019-08:24
Isabel Orellana Vilches

San Jesús Méndez Montoya, 5 de febrero

«Custodiar el Cuerpo de Cristo fue su prioridad absoluta. Podría decirse que estamos ante un nuevo Tarsicio ya que en el umbral de su muerte, al igual que hizo este mártir, lo único que le preocupó fue poner a salvo la Eucaristía»

Hay un rasgo en la vida de este mártir que recuerda al inocente san Tarsicio quien, según la tradición, derramó su sangre en el siglo III de nuestra era abrazado al Cuerpo de Cristo, custodiado tan férreamente, que los paganos no lograron separar sus manos del lienzo en el que lo protegía, ni siquiera cuando ya había expirado. Impedir la profanación de la Eucaristía fue la gran preocupación de Jesús cuando se vio acosado por quienes iban a abrirle la puerta de la gloria.

Vino al mundo en Tarímbaro, Michoacán, México, el 10 de junio de 1880 en el seno de una humilde familia que supo transmitirle su piedad y hacer de él un muchacho sensible y dispuesto siempre a volcarse en los demás. Creció habituado a rezar el rosario y a buscar el bien del prójimo. Tenía 14 años cuando ingresó en el seminario y tuvo que compaginar su formación con el trabajo para contribuir al sostenimiento del hogar.

De todas formas, sus bondadosos padres eran tan estimados por el vecindario, que muchos generosamente se prestaban a paliar sus carencias con lo que estaba a su mano. Tenía tres hermanas y un hermano que le siguieron junto a su madre en su misión sacerdotal, cuando en 1906 partió a su primer destino en Huetamo, Michoacán. Problemas de salud, de índole nerviosa, aconsejaron su traslado a Pedernales en 1907, pero en los seis años que permaneció en esta parroquia la enfermedad afloró, de modo que fue enviado a Valtierrilla, Guanajuato, parroquia perteneciente a la Arquidiócesis de Morelia.

Los feligreses pudieron constatar que actuaba movido por la oración y un profundo amor a la Eucaristía ya que era palpable cuando oficiaba la misa así como en otras acciones que emprendió encaminadas a suscitar en todos ellos ese amor que inflamaba su corazón. Fue un gran confesor y catequista. En medio de su quehacer siempre encontraba tiempo para visitar a los que menos tenían, consolarles y asistirles en todo lo que podía.

El mundo del trabajo tampoco se le resistió ya que fuera en el campo o en industrias diversas los labradores y operarios hallaban en él palabras de aliento; era un referente para todos. Puso en marcha diversas obras de acción social, una caja de ahorros y una cooperativa. Además, aprovechó sus conocimientos musicales para impulsar un coro parroquial. Se ha subrayado la servicialidad, rasgo distintivo de su acción pastoral, diciendo que «supo hacerse todo a todos».

El devenir cotidiano seguía su curso sin mayores contratiempos, aunque en el ambiente eclesial latía una gran preocupación por las presiones ejercidas por las fuerzas gubernamentales, hostiles a la fe. En un momento dado, Jesús fue directamente afectado por la persecución. No se echó atrás y, como una de las notas comunes a todos los mártires es su celo apostólico, fidelidad absoluta a su vocación y una valentía que los encumbra ante los ojos de los demás humanos, como si estuvieran hechos de una pasta especial, prosiguió realizando su misión. Modificó sus horarios y el alba le sorprendía oficiando la misa y administrando los sacramentos. No varió la atención a sus fieles y los enfermos no percibieron el cerco que se había cernido sobre él porque seguía asistiéndoles.

La valerosidad de los clérigos era compartida por numerosos católicos que no estaban dispuestos a que pisotearan la fe, y se alzaron contra los políticos. A estos «cristeros» perseguían los federales cuando dieron con Jesús. Convecinos, que no eran leales precisamente, les delataron en febrero de 1928 y fueron apresados y acusados de traición. Enfurecidos los militares destruyeron todo lo que encontraron a su paso por Valtierrilla.

Cuando le tocó el turno a Jesús, su única prioridad fue proteger la Sagrada Eucaristía. Si lo comparamos con san Tarsicio en esos umbrales de su martirio, los verdugos aún tuvieron una deferencia por el padre Méndez que al santo adolescente se le vetó. Porque al ver que no tenía salida, logró una brevísima moratoria de quienes le iban a dar muerte para poder consumir las Sagradas Formas.

El momento dramático tuvo ese punto sublime que dan los santos a estos preámbulos de su ingreso en la gloria. Primeramente, Jesús había ocultado bajo sus prendas el copón, pero juzgando que aún así peligraba, se lanzó por la ventana de una notaria donde había oficiado misa, de modo que quedó a la vista de los soldados que oteaban la calle desde el campanario de la iglesia, y pensando que era otro de los cristeros, le detuvieron. Lo demás sucedió con inusitada rapidez.

Al ver el tesoro que custodiaba en su pecho, que oprimía con fuerza con sus brazos, quedó al descubierto su condición sacerdotal que, por supuesto, no negó firmando su sentencia de muerte. Sin que le temblara la voz, les dijo: «A ustedes no les sirven las hostias consagradas, dénmelas».Le concedieron unos instantes para orar y consumir parte de la Eucaristía, tras lo cual afrontó el instante supremo: «Ahora, hagan de mí lo que quieran. Estoy dispuesto».

Los violentos, cegados al mínimo rasgo de humanidad, decidieron el destino del copón: «Deles esa joya a las viejas»,aludiendo a la hermana del santo y una vecina que se encontraban allí y que lo recibieron de sus manos al tiempo que acogían su última petición: «Cuídenlo y déjenme. Es la voluntad de Dios».Después, perdonando a los soldados, en un callejón cercano depositaba a los pies del Padre Celestial vida y, con ella, incontables sueños.

La inicial falta de destreza del capitán hizo más penosos esos instantes. Falló éste el tiro y los soldados no quisieron asesinarle, de modo que aunque le encañonaron, los disparos silbaron por encima de su cabeza. Y fue el cabecilla quien le disparó el 5 de febrero de 1928, después de arrebatarle sus prendas, crucifijo y medalla. Juan Pablo II lo beatificó el 22 de noviembre de 1992, y también lo canonizó el 21 de mayo del 2000.