Papa Francisco | laudato si

 

Sobre la Llamada a la Santidad en Nuestra Casa Común

 

Mons. Kevin W. Irwin, Decano Emérito y Profesor de Investigación de Teología en Universidad Católica de América en Washington, reflexiona sobre la Carta Encíclica Laudato Si del Papa Francisco

 

 

12 febrero 2019, 15:30


 

 

En palabras del Papa Francisco, el “humilde objetivo” de la exhortación Gaudete et Exsultate “es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades” (GE 2). En muchos de sus escritos y discursos, así como en lo que enseña gracias a su ejemplo personal, el Papa hace hincapié en los aspectos más contemporáneos y actuales de la santidad.

En GE (n. 63-94), su sorprendente análisis de las Bienaventuranzas está en línea con el Documento Final de Aparecida (2007), firmado por los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y en cuya redacción participó el Papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires. El Documento de Aparecida afirma con audacia que “la santidad no es una fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos de América Latina y del mundo y, mucho menos, una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual” (Aparecida n. 148).

En el capítulo cuarto de Amoris Laetitia (n. 89-120), con un apunte muy positivo, Francisco comenta detenidamente el “pasaje lírico” del amor, que es el himno de San Pablo (1 Corintios 13, 4-7).

Estos textos reflejan la auto-trascendencia, cualidad de la santidad, que hallamos en la mayoría de los escritos del Papa Francisco, así como en su compromiso, personal y concreto, con los temas y los problemas acuciantes que afligen al mundo de hoy.

Este tipo de santidad, tan magistralmente profundizada en Gaudete et Exsultate, es plenamente coherente con la gran encíclica Laudato Si’. Más de un año después, el Santo Padre describió con mayor detalle las principales características de la santidad en el Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación de 2016, Usemos misericordia con nuestra casa común. Tanto la encíclica como el mensaje desarrollan muchas cuestiones importantes relacionadas con la ecología en el contexto actual, desde la perspectiva de la fe católica y, al mismo tiempo, las examinaron desde la perspectiva de la tradición teológica y espiritual católica.

El objetivo de este artículo es el de destacar algunos puntos esenciales de la Laudato Si’ y de Usemos misericordia con nuestra casa común, a la luz del llamamiento del Papa a una santidad encarnada en el contexto actual.

 

Misericordia y misericordioso

Las Bienaventuranzas que Jesús expuso en el Sermón de la Montaña incluyen: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” (Mt 5, 7). Gracias a la misericordia recibida y ofrecida, somos uno con el Padre. “Nada une más con Dios que un acto de misericordia, bien sea que se trate de la misericordia con que el Señor nos perdona nuestros pecados, o bien de la gracia que nos da para practicar las obras de misericordia en su nombre” (Usemos misericordia, n. 5).

En Gaudete et Exsultate, el Papa Francisco muestra cómo Jesús desarrollará esta Bienaventuranza en su discurso sobre el juicio final (Mt 25, 31-46, GE n. 95). El ejercicio de la misericordia es un criterio en función del cual seremos juzgados, sobre todo en cuanto a la respuesta que dimos a los hambrientos, a los sedientos, a los forasteros, a los que estaban desnudos y en la cárcel (Mt 25, 35-36). A este propósito, el Papa parafrasea al apóstol Santiago afirmando que “la misericordia sin obras está muerta en sí misma”. A continuación, se centra en las obras mencionadas en Mateo 25,  afirmando que “a causa de los cambios de nuestro mundo globalizado, algunas pobrezas materiales y espirituales se han multiplicado; por lo tanto, dejemos espacio a la fantasía de la caridad para encontrar nuevas modalidades de acción. De este modo la vía de la misericordia se hará cada vez más concreta”.

En cuanto a las nuevas expresiones concretas de misericordia, tan necesarias hoy día, el Papa Francisco nos muestra, de una manera inequívoca, firme y completa, el camino a seguir. Su atención se centra en nuestra casa común. Durante un retiro espiritual con motivo del Jubileo de los Sacerdotes de 2016, destacó que:

 

“ Es verdad que solemos pensar en las obras de misericordia de una en una, y en cuanto ligadas a una obra: hospitales para los enfermos, comedores para los que tienen hambre, hospederías para los que están en situación de calle, escuelas para los que tienen que educarse, el confesionario y la dirección espiritual para el que necesita consejo y perdón... Pero, si las miramos en conjunto, el mensaje es que el objeto de la misericordia es la vida humana misma y en su totalidad ”

 

La vida humana en sí y todo lo que incluye: éste es el alcance de la Laudato Si’. En esta encíclica, el Santo Padre nos invita a considerar a toda la creación como una criatura (no como un objeto o una cosa). Al mismo tiempo, nos invita a tomar medidas decisivas para evitar que se pierda, se explote, se abuse de ella o sea abandonada.

De hecho, en Usemos misericordia con nuestra casa común, el Papa da otro paso importante, el de añadir el cuidado de nuestra casa común a las siete obras de misericordia espirituales y corporales, convirtiéndola así en la octava obra de misericordia, que adquiere una naturaleza corporal y espiritual.

Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de nuestra casa común requiere una “contemplación agradecida del mundo” (LS n. 214) que “nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir” (LS No. 85). Estamos llamados a apreciar todo lo que vive en nuestra casa común, tanto ahora como en el futuro.

Como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común requiere “simples gestos cotidianos con los que rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo”, porque sabemos que las condiciones de nuestra casa común contribuyen a que nuestra hermana padezca hambre, a que nuestro hermano viva aislado y con miedo, a alimentar la ansiedad de nuestros hijos, debido a “la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos” que afligen a todas las partes del mundo, como señalan los obispos del CELAM (n. 148). Esta atención “se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor” (LS n. 230-231). Por lo tanto, debemos asistir a nuestro hermano sediento, a la hermana que está en la cárcel. Depende de nosotros cuidar del planeta, intentar sanar y mejorar las condiciones del mundo que es nuestra casa común... y “nuestra” también incluye a las generaciones futuras.

 

Ver, Juzgar, Actuar

Al comienzo del Documento de Aparecida, los obispos del CELAM afirman que: “en continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar” (Aparecida n. 19), formalmente reconocido por San Juan XXIII en Mater et Magistra de 1961.

La misma Laudato Si’ también está estructurada según esta metodología: ver, en los capítulos uno y dos, “Lo que le está pasando a nuestra casa” y “El Evangelio de la creación”; juzgar, en los capítulos tres y cuatro, “Raíz humana de la crisis ecológica” y “Una ecología integral” y actuar, en los capítulos cinco y seis, “Algunas líneas de orientación y acción” y “Educación y espiritualidad ecológica”.

Esta misma tríada se puede usar también en nuestra búsqueda individual y común de santidad. Gaudete et Exsultate propone “el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual” (GE n. 2), y que, en la práctica, esto incluye los “riesgos, desafíos y oportunidades” de la ecología en beneficio de quienes comparten nuestra casa común.

El método ver-juzgar-actuar nos invita a ver y a considerar dónde estamos, es decir, a comprender que toda la creación está interconectada y que refleja la gloria de Dios. Los Salmos representan una excelente ayuda a la hora de recordarnos la belleza de la creación y la grandeza de Dios el Creador. Por ejemplo, el Salmo 148 invita a otras criaturas a unirse a nosotros en la alabanza a Dios, como lo hace San Francisco de Asís en su Cántico de las Criaturas, cuyo tercer verso comienza con las palabras Laudato si’: “Alabadlo, sol y luna, alabadlo, estrellas lucientes, alabadlo, cielos de los cielos, aguas que estáis sobre los cielos! Alaben ellos el nombre del Señor, porque él lo ordenó y fueron creados” (Sal 148, 3-5, véase LS n. 72).

El método ver-juzgar-actuar nos invita a juzgar qué hemos hecho y qué no estamos haciendo, en el ejercicio de nuestra responsabilidad hacia el planeta y a todos los que lo habitamos. Los capítulos segundo, tercero y cuarto de la Laudato Si’ pueden constituir un excelente recurso para un retiro y una lectura espiritual, a fin de adoptar y poner en práctica una actitud profundamente católica, un auténtico compromiso católico hacia nuestra casa común. Esto guiará nuestra acción de juzgar.

Laudato Si’ se desarrolla a partir del fuerte llamamiento de San Juan Pablo II a centrarnos en las condiciones, tanto morales como naturales, de la vida, abriéndonos a una “auténtica ecología humana”. El Papa Francisco amplía y profundiza la enseñanza de su predecesor, a partir de la ecología humana para llegar a la “ecología integral”, presente en el cuarto capítulo de LS.

Ecología integral significa que “un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas” debe dar lugar a una mirada mucho más amplia dirigida al mundo, una visión en la que todo está interconectado (LS 68). El Papa Francisco cuenta también con nuestra herencia espiritual para alimentar la santidad hoy. “En estos relatos tan antiguos [bíblicos], cargados de profundo simbolismo, ya estaba contenida una convicción actual: que todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (LS n. 70).

El método ver-juzgar-actuar nos invita a actuar, tanto a nivel individual como colectivo. Las acciones personales emprendidas en favor de la ecología se contraponen a, o desafían “la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” (LS n. 230). Pero acción significa también hablar en nombre de la tierra, abogar por la conservación de los recursos naturales que se están agotando, y dar voz a quienes no tienen voz en las esferas del poder político, económico, social y cultural. Adoptar una actitud que va en contra de la cultura dominante de hoy, que exalta la economía de mercado no regulada, constituye una obligación moral a la luz de las enseñanzas del Papa Francisco. También es un imperativo espiritual, si queremos mostrar misericordia hacia nuestra casa común.

Establecer un nexo entre la santidad y el cuidado de nuestra casa común es una tarea difícil, pues requiere una constante conversión. “El desafío es vivir la propia entrega de tal manera que los esfuerzos tengan un sentido evangélico y nos identifiquen más y más con Jesucristo” (GE n. 28). Entonces, en la Laudato Si’, el Papa Francisco concluye hablando de una espiritualidad ecológica, que es, en realidad, una forma concisa de referirse a la búsqueda de la santidad que cuida de nuestra casa común.

Si al principio esto puede parecer una tarea difícil, el Santo Padre nos recuerda que “el que lo pide todo también lo da todo” (GE n. 175). Edificar y proteger nuestra casa común significa llegar a ser santos, pero al mismo tiempo es ayudar a otros a alcanzar la santidad.