Tribunas

Santa Josefina Bakhita, intercesora contra las nuevas esclavitudes

 

 

Salvador Bernal


 

 

El 8 de febrero de 2015, fiesta de santa Josefina Bakhita, se celebró por primera vez la jornada mundial de oración y reflexión contra la trata de seres humanos y las diversas formas de esclavitud y abusos, fuertemente apoyada por el papa Francisco. La fecha no deja de ser significativa, porque Bakhita, esclava sudanesa desde la infancia, liberada a través de una concatenación de causas de sus cadenas y sufrimientos, transformó completamente su vida, hasta convertirse en modelo y fuerza para personas que, como ella, también hoy son vendidas, compradas y explotadas.

Un mes después de esa festividad, se difunde la noticia de dos nuevos libros sobre la santa italo-sudanesa, de la que nunca oí hablar –a pesar de su extendida fama de santidad, sobre todo en Italia- hasta la beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer. Pienso que fue una pillería de Juan Pablo II hacer coincidir las dos beatificaciones el 17 de mayo de 1992 en la plaza de san Pedro, llena a rebosar con gentes de todo el mundo, para difundir aún más la vida de Bakhita. De otra parte, no se puede olvidar el afecto de Benedicto XVI hacia esta santa, citada ampliamente en su encíclica Spe salvi 3-5, como ejemplo de esperanza. Bakhita murió en Schio (Vicenza) en 1947, y fue canonizada en 2000, dos años antes que san Josemaría.

El primer libro es la traducción por Rialp del de Hervé Roullet, La esclava indomable: es un texto ágil, de fácil lectura, que honra la tradición francesa de la buena divulgación. Ofrece como dos planos: el clásico hagiográfico que, en este caso, comienza con una etapa ciertamente llena de aventuras apasionantes hasta la llegada de la protagonista a Italia; el segundo, la amplitud de las descripciones históricas y culturales de conjunto, que facilitan el conocimiento de la geografía e historia de Sudán y Darfur. En este sentido, Roullet ayuda a entender la opresión humana en África, especialmente la que han sufrido sufren los cristianos por parte de los musulmanes; la doctrina y praxis de la Iglesia sobre la esclavitud (con buen criterio, destaca sólo lo positivo), hasta la triste realidad de las nuevas esclavitudes.

En lo biográfico, saca partido a los datos disponibles, antes y después de su profesión como religiosa canosiana. Tras la muerte, enlaza con la causa de canonización y la declaración de sus virtudes heroicas, que va desgranando con cierto detalle, y en ciertos aspectos, subrayando concomitancias con Teresa de Lisieux, aunque no parece que la hubiera conocido. Se trata de una biografía sencilla, como la propia vida de la santa, que permite conocerla, así como las figuras de Madeleine de Canossa, y Daniele Comboni (ejemplos del moderno trabajo misionero en el mundo desde Italia).

El sábado 9 de marzo terminaba en Schio el mes habitual de celebraciones dedicadas a Santa Bakhita con la presentación del libro de Roberto Italo Zanini, periodista del diario Avvenire de Milán, Bakhita, el encanto –fascino- de una mujer libre (Ed. San Paulo).

La principal fuente sigue siendo el relato autobiográfico que la santa redactó por indicación de los superiores, ya religiosa canosiana. La realidad supera a la fértil imaginación de un buen escritor de aventuras. Fue secuestrada a los nueve años por mercaderes de esclavos y sufrió todo tipo de torturas y humillaciones. Con unos diez años, en su tercera transferencia de "propiedad", fue esclava de un general turco del que sufrió abusos físicos y morales (cientos de cortes en todo el cuerpo y la "torsión del pecho, como se hace con un paño para exprimirlo", decía ella misma, al evocar sus recuerdos). Años después era esclava del cónsul italiano en Jartum, que se la regaló a un amigo en 1885 (tenía unos 16 años), para satisfacer una especie de capricho de su esposa, una noble veneciana.

Frente a reivindicaciones actuales un tanto agresivas, no está de más subrayar, como hace Zanini –según las reseñas, pues no he leído aún el libro-,

que Bakhita conquistó la libertad perdonando a todos, porque los consideraba bienhechores, peones de la Providencia: "Si me encontrara con los negreros que me secuestraron y con los que me torturaron -explica-, me arrodillaría y les besaría las manos, porque si no me hubieran sucedido esas cosas, no sería cristiana ni me habría consagrado a Dios".

Josefina Bakhita es modelo de esperanza para los oprimidos, especialmente las mujeres. Pero el conocimiento de su vida resulta también inseparable de la dura realidad actual de Darfur y Sudán del sur, ante la magnitud de las penalidades y masacres en el siglo XXI, a pesar de la división de los dos estados.