Servicio diario - 05 de abril de 2019


 

Francisco propone rezar por los médicos y el personal humanitario “presente en zonas de guerra”
Rosa Die Alcolea

Nepal: El Papa Francisco invoca consuelo, curación y fortaleza
Rosa Die Alcolea

Vaticano: Pietro Parolin recibe a 50 personas comprometidas en contra de la criminalización de la homosexualidad
Rosa Die Alcolea

Viernes Santo: La hermana Eugenia escribe las meditaciones de las Estaciones del Via Crucis
Anita Bourdin

Exhortación apostólica a los jóvenes: “Dios te ama”, “Cristo te salva”, y “¡Él vive!”
Rosa Die Alcolea

Ayuda a la Iglesia Necesitada: ‘Mujeres extraordinarias. Gracias a Dios. Gracias a ti’
Ana Paula Morales

Raniero Cantalamessa: “Adorarás al Señor tu Dios”
Raniero Cantalamessa

San Pedro de Verona, 6 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

05/04/2019-14:25
Rosa Die Alcolea

Francisco propone rezar por los médicos y el personal humanitario "presente en zonas de guerra"

(ZENIT — 5 abril 2019).- "Recemos por los médicos y el personal humanitario presente en zonas de guerra, que arriesgan su propia vida para salvar la vida de los otros", pide el Papa Francisco en el vídeo de abril, donde expone la intención de oración cada mes a los cristianos y todas las personas que desean unirse a la plegaria.

A través de la Red Mundial de Oración del Papa, el Pontífice encomienda este mes, el cuarto del año 2019, a orar por los profesionales sanitarias que se encuentran en zonas devastadas por los conflictos.

 

Signo de esperanza

La presencia de los médicos, de los enfermeros y del resto del personal sanitario en estos lugares —dice el Papa— "es un signo de esperanza". Y admira que son personas "sabias, valientes, buenas"; que, siguiendo su vocación, trabajan en condiciones extremadamente peligrosas.

Además, Francisco en este vídeo llama a la paz en el mundo, si bien ACNUR recoge la cifra de más de 20 conflictos armados a nivel global, de los cuales 7 registran un mayor números de víctimas y desplazados: Yemen, Irak, Siria, Sudán del Sur, Somalia, Afganistán y Ucrania, además de la República Democrática del Congo o la República Centroafricana, que se encuentran en conflicto constante desde hace años.

 

 

 

05/04/2019-10:50
Rosa Die Alcolea

Nepal: El Papa Francisco invoca consuelo, curación y fortaleza

(ZENIT — 5 abril 2019).- Al enterarse de la triste noticia de la trágica pérdida de vidas y la destrucción de viviendas causada por la reciente tormenta en el sur de Nepal, el Papa Francisco ha expresado su solidaridad con todos los afectados con el desastre natural, señala la Santa Sede.

El viernes, 5 de abril de 2019, la Oficina de Prensa ha dado a conocer el telegrama de pésame que ha enviado Francisco a Mons. Paul Simick, obispo del Vicariato de Nepal, y a las autoridades civiles locales, escrito por el Cardenal Pietro Parolin en nombre del Santo Padre.

El Pontífice "asegura a los que lloran a los familiares fallecidos y heridos sus oraciones" en este momento difícil, asegura el Secretario de Estado.

Su Santidad "reza especialmente por las víctimas" y "alienta a los equipos de socorro en su tarea de ayuda a los necesitados". Sobre todo el pueblo de Nepal, el Papa Francisco invoca "las bendiciones divinas del consuelo, la curación y la fortaleza".

Según fuentes de la prensa local, 28 personas han muerto hasta ahora, a causa de una fuerte tormenta en dos distritos del sureste de Nepal, la noche del 4 de abril de 2019, pero miles de personas han perdido sus hogares debido a las fuertes lluvias que han afectado a la región.

 

 

 

05/04/2019-15:05
Rosa Die Alcolea

Vaticano: Pietro Parolin recibe a 50 personas comprometidas en contra de la criminalización de la homosexualidad

(ZENIT — 5 astil 2019).- El Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano, ha recibido hoy en en la Santa Sede a un grupo de 50 personas comprometidas, de diversa manera, en contra de la criminalización de la homosexualidad, ha confirmado el director de la Oficina de Prensa Vaticana.

Alessandro Gisotti, ante la interrogativa de los periodistas, ha difundido este comunicado en la tarde del viernes, 5 de abril de 2019.

En esta reunión, los participantes han presentado al Secretario de Estado Vaticano un estudio sobre la criminalización de las relaciones homosexuales en la región de El Caribe.

En este contexto, el Cardenal ha dirigido a los presentes un breve saludo confirmando la posición de la Iglesia católica "en defensa de la dignidad de toda persona humana y contra todo tipo de violencia", especifica la nota de Gisotti.

Después de haber escuchado las intervenciones de algunos de los participantes en el encuentro, el Cardenal Parolin ha asegurado que "informará al Santo Padre sobre el contenido del estudio".

 

 

 

05/04/2019-15:41
Anita Bourdin

Viernes Santo: La hermana Eugenia escribe las meditaciones de las Estaciones del Via Crucis

(ZENIT — 5 abril 2019).- El Papa Francisco ha encargado la escritura de las meditaciones del Vía Crucis del Coliseo a la hermana Eugenia Bonetti: el evento será transmitido por televisiones de todo el mundo, el viernes 19 de abril a las 21:15 horas.

La monja italiana de 80 años es conocida por su compromiso con la esclavitud moderna, especialmente la esclavitud de mujeres explotadas sexualmente: recibió, entre otros, el Premio Internacional Mujer de Coraje 2007 y el Premio Ciudadanía Europea 2013, precisamente "por su compromiso contra la trata de seres humanos". Las estadísticas oficiales hablan de 30 millones de esclavos en el mundo.

Una ex misionera en África durante unos 25 años, la hermana Eugenia, junto con otros religiosos y laicos, creó la asociación ¡No más esclavos!. "¡Nunca más esclavos!". "Para combatir la esclavitud de hoy y ofrecer a las víctimas la oportunidad de regresar a su país con dignidad y comenzar una nueva vida a través de la reintegración, la asistencia, la asistencia financiera".

 

El sufrimiento de las víctimas de la trata

Alessandro Gisotti, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha dicho este viernes, 5 de abril de 2019, que "el Papa Francisco ha elegido este año encargar la preparación de los textos del Vía Crucis el Viernes Santo en el Coliseo, la hermana Eugenia Bonetti, misionera de la Orden de la Consolata, presidenta de la Asociación No más esclavos.

Especifica el tema de las meditaciones: "En el centro de las meditaciones: el sufrimiento de las muchas víctimas de la trata de personas".

La hermana Eugenia Bonetti ha participado en esta lucha desde el 2 de noviembre de 1993, fecha de su primer encuentro con una víctima de la trata, primero en Turín y luego en Roma desde el año 2000.

En una entrevista con Zenit, confesó, hace algún tiempo: "Nadie puede y debe sentirse ajeno o indiferente ante tanto sufrimiento, tanta explotación y destrucción de personas inocentes e indefensas".

 

 

 

05/04/2019-15:47
Rosa Die Alcolea

Exhortación apostólica a los jóvenes: "Dios te ama", "Cristo te salva", y "¡Él vive!"

 

Capítulo cuarto: "El gran anuncio para todos los jóvenes"

 

(ZENIT — 5 abril 2019).- El Papa Francisco propone tres verdades en el cuarto capitulo de la Exhortación Apostólica Christus vivit: Dios te ama, Cristo te salva, y ¡Él vive!Dios te ama, Cristo te salva, y ¡Él vive!.

La exhortación post-sinodal se presentó en la Santa Sede el pasado 2 de abril de 2019, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, después de que el Papa firmara el documento original en el Santuario de Loreto, en Italia, el 25 de marzo de 2019, encomendándoselo a la Virgen.

El Papa anuncia a todos los jóvenes tres grandes verdades. La primera: "Dios que es amor" y por tanto "Dios te ama, no lo dudes nunca". (112) y puedes "arrojarte con seguridad en los brazos de tu Padre divino" (113). Francisco afirma que la memoria del Padre "no es un "disco duro" que registra y archiva todos nuestros datos, su memoria es un tierno corazón de compasión, que se alegra de borrar definitivamente todo rastro de nuestro mal....". Porque él te ama. Trata de permanecer un momento de silencio
dejándote querer por Él" (115). Y su amor es el que "sabe más de ascensos que de caídas, de reconciliación que, de prohibición, de dar nuevas oportunidades que, de condenar, del futuro que del pasado" (116).

La segunda verdad es que "Cristo te salva". "Nunca olvides que Él perdona setenta veces siete. Vuelve a llevarnos sobre sus hombros una y otra vez" (119). Jesús nos ama y nos salva porque "sólo lo que amamos puede salvarse". Sólo lo que abrazamos puede ser transformado.

El amor del Señor es mayor que todas nuestras contradicciones, todas nuestras debilidades y todas nuestras mezquindades" (120). Y "su perdón y salvación no son algo que hayamos comprado o debamos adquirir a través de nuestras obras o esfuerzos. Él nos perdona y nos libera libremente" (121). La tercera verdad es que "¡Él vive! "Debemos recordar esto.... porque corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Esto no nos haría ningún bien, nos dejaría como antes, no nos liberaría" (124). Si "Él vive, esto es una garantía de que el bien puede entrar en nuestras vidas...". Entonces podemos dejar de quejamos y mirar hacia adelante, porque con Él siempre podemos mirar hacia adelante" (127).

En estas verdades aparece el Padre y aparece Jesús. Y donde están, también está el Espíritu Santo. "Cada día invocas al Espíritu Santo... No pierdes nada y Él puede cambiar tu vida, iluminarla y darle una mejor dirección. No te mutila, no te quita nada, al contrario, te ayuda a encontrar lo que necesitas de la mejor manera" (131).

 

 

 

05/04/2019-00:00
Ana Paula Morales

Ayuda a la Iglesia Necesitada: 'Mujeres extraordinarias. Gracias a Dios. Gracias a ti'

(ZENIT — 5 abril 2019).- En tiempo de Cuaresma, la fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada de México (ACN), lanzó en redes sociales una campaña en favor de las mujeres extraordinarias en el mundo con el motivo de enaltecer la labor de las religiosas, para poder seguir apoyando los proyectos de ellas en el mundo, pues tienen muchas necesidades, al igual que invitan a unirse en oración.

En el comunicado emitido por la institución, afirman que, "En el mundo, contamos actualmente con el trabajo y compañía de alrededor 622 mil 229 religiosas; mujeres extraordinarias, que desde su vida activa y contemplativa, mitigan con amor, bondad, misericordia, cariño, voluntad y paciencia los males que existen en cada rincón del planeta. Es Europa el continente que reúne al mayor número de ellas, seguido de Asia, América, África y Oceanía".

Continua el informe: "Además, estas mujeres extraordinarias con sus oraciones, sostienen la fe de numerosos creyentes y las vidas de huérfanos, ancianos y enfermos abandonados en sus conventos, escuelas y hospitales. Ya lo dijo el Papa Francisco son el corazón latente de la Iglesia".

"Su labor impacta la vida de tantos en todo el mundo. Abrazan el Evangelio y responden al llamado de "ir y proclamar la Buena Nueva a toda la creación", (Mc 16:15). Las religiosas son testigos del amor sublime e ilimitado de Dios. Son mujeres cuyo trabajo lo hacen gracias al mismo Espíritu que inspira, al mismo Evangelio que se vive y se anuncia, al mismo Jesús que está presente en los pequeños", confirma la nota.

Ayuda a la Iglesia Necesitada México comunica que,"en los últimos años, las religiosas en ocasiones también han sido víctimas de persecución, como lo demuestran algunos ejemplos en donde han perdido la vida o su libertad. Tal es el caso de las cuatro Misioneras de la Caridad asesinadas por yihadistas en Yemen en 2014; una misionera española en Haití y una religiosa eslovaca en Sudan del Sur que perdieron su vida en 2016 en situaciones de extrema violencia. Y la misionera colombiana en Mali, Cecilia Narváez, que lleva ya dos años secuestrada por Al Qaeda".

Asimismo la fundación "brinda recursos para las religiosas para que puedan llevar a cabo su labor pastoral y social de atención a los más pobres, necesitados, y perseguidos, brindándoles sostenimiento, formación, y los medios para la realización de su trabajo. También auxilia a aquellas que viven en zonas de guerra o que han sido afectadas por catástrofes naturales y sus monasterios se han visto destruidos o severamente dañados".

"Las hermanas son testigos vivientes de la amorosa cercanía de Dios. Solidarizarse con ellas, es ayudar a toda una comunidad o incluso a pueblos enteros. En ACN queremos continuar con la ayuda a las congregaciones de religiosas en los países más necesitados con pobreza y persecución.

"Unámonos en oración por estas mujeres extraordinarias, pero también en acción con nuestra ayuda solidaria, de manera que puedan seguir siendo 'Mujeres extraordinarias'. Gracias a Dios. Gracias a ti", termina el mensaje invitando a unirnos a esta gran misión.

 

 

 

05/04/2019-15:31
Raniero Cantalamessa

Raniero Cantalamessa: "Adorarás al Señor tu Dios"

(ZENIT — 5 abril 2019).- ¿Cuál es la "adoración" de Dios, el primer mandamiento? El padre Raniero Cantalamessa, capuchino, predicador de la Casa Pontificia dedicó este tema a su meditación de Cuaresma, este viernes, 5 de abril de 2019, en la capilla Redemptoris Mater del Vaticano en presencia del Papa Francisco y sus colaboradores de la Curia Romana.

Y luego responde que la adoración es un regalo de Dios para el que ora: "Es como un destello de luz en la noche. Pero con una luz especial: no tanto la luz de la verdad como la luz de la realidad. Es la percepción de grandeza, majestad, belleza y, al mismo tiempo, la bondad de Dios y su presencia lo que quita el aliento".

Aquí está la traducción oficial en francés de la meditación de la Cuaresma en P. Cantalamessa.

AB

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P. Raniero Cantalamessa

 

«Adorarás al Señor tu Dios»

Cuarta predicación, Cuaresma 2019

Este año se celebra el VIII centenario del encuentro de Francisco de Asís con el Sultán de Egipto al-Kamil en 1219. Lo recuerdo en esta sede por un detalle que se refiere al tema de nuestras meditaciones sobre el Dios viviente.Tras el regreso de su viaje a Oriente en 1219, santo Francisco escribió una carta dirigida «A los gobernantes de los pueblos». En ella decía entre otras cosas:

Estáis obligados a tributar al Señor tanto honor entre el pueblo que se os a confiado, que cada noche se anuncie, mediante un pregonero o algún otro signo, que se alabe y dé gracias al Señor Dios Todopoderoso por parte de todo el pueblo. Y si no hacéis esto, sabed que deberéis dar razón de ello a Dios ante el Señor vuestro Jesucristo el día del juicio [1].

Es opinión difundida que el santo sacase la ocasión para esta exhortación por lo que había observado en su viaje a Oriente, donde había escuchado la llamada vespertina a la oración dirigida por los muyahidines desde lo alto de los minaretes. Un hermoso ejemplo no solo de diálogo entre las diversas religiones, sino también de enriquecimiento mutuo. Una misionera, que trabaja desde hace muchos años en un país africano, escribió estas palabras:«Nosotros estamos llamados a responder a una necesidad fundamental de los hombres, a la profunda necesidad de Dios, a la sed de absoluto, a enseñar el camino de Dios, a enseñar a orar. He aquí porqué los musulmanes hacen, por estas partes, tantos prosélitos: enseñan enseguida y dan forma simple a adorar a Dios».

Nosotros cristianos tenemos una diferente imagen de Dios —un Dios que es amor infinito aún antes que potencia infinita—, pero esto no debe hacernos olvidar el deber primario de la adoración. A la provocación de la mujer samaritana: «Nuestros padres adoraron en este monte; sin embargo, vosotros decís que está en Jerusalén el lugar donde hay que adorar», Jesús responde con palabras que son la carta magna de la adoración cristiana:

«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad»(Jn 4,21-24).

Fue el Nuevo Testamento el que elevó la palabra adoración a esta dignidad que antes no tenía. En el Antiguo Testamento, además de a Dios, la adoración se dirige en algunos casos también a un ángel (cf. Num 22,31) o al rey (1 Sam 24,9); por el contrario, en el Nuevo Testamento cada vez que se intenta adorar a alguien aparte de Dios y de la persona de Cristo, aunque sea incluso un ángel, la reacción inmediata es: «¡No lo hagas! Es a Dios a quien se debe adorar» [2]. Como si se corriera, en caso contrario, un peligro mortal. Es lo que Jesús, en el desierto, recuerda terminantemente al tentador que le pide que le  adore: «Escrito está: Al Señor tu Dios, adorarás, sólo a él dará culto» (Mt 4,10).

La Iglesia ha recogido esta enseñanza, haciendo de la adoración el acto por excelencia del culto de latría, distinto de llamado de dulía reservado a los santos y del llamado de hiperdulía reservado a la Virgen. La adoración es, pues, el único acto religioso que no se puede ofrecer a ningún otro, dentro del universo, tampoco a la Virgen, sino sólo a Dios. Aquí está su dignidad y fuerza única.

La adoración (proskunesis), al comienzo, indicaba el gesto material de postrarse rostro en tierra delante de alguien, en señal de reverencia y sumisión. En este sentido plástico la palabra es usada todavía en los Evangelios y en el Apocalipsis. En ellos la persona ante la cual uno se prostra, sobre la tierra, es Jesucristo y en la liturgia celestial el Cordero inmolado, o el Todopoderoso. Sólo en el diálogo con la Samaritana y en 1 Corintios  14,25 él aparece suelto de su significado exterior e indica una disposición interior del alma hacia Dios. Esto llegará a ser cada vez más el significado ordinario del término y en este sentido, en el credo, decimos del Espíritu Santo que es «adorado y glorificado» al igual que el Padre y del Hijo.

Para indicar la actitud exterior correspondiente a la adoración, se prefiere el gesto de doblar las rodillas, la genuflexión. También este último gesto está reservado exclusivamente a la divinidad. Podemos estar de rodillas ante la imagen de la Virgen, pero no hacemos la genuflexión ante ella, como la hacemos ante el Santísimo Sacramento, o el Crucificado.

 

Qué significa adorar

Pero, más que el significado y el desarrollo del término, nos interesa saber en qué consiste y cómo podemos practicar la adoración. La adoración puede ser preparada por larga reflexión, pero termina con una intuición y, como cualquier intuición, no dura mucho. Es como un relámpago de luz en la noche. Pero de una luz especial: no tanto la luz de la verdad, cuanto la luz de la realidad. Es la percepción de la grandeza, majestad, belleza, y conjunto de la bondad de Dios y de su presencia que quita el aliento. Es una especie de naufragio en el océano sin orillas y sin fondo de la majestad de Dios. Adorar, según la expresión de santa Ángela de Foligno recordada otra vez, significa «recogerse en unidad y sumergirse en el abismo infinito de Dios».

Una expresión de adoración, más eficaz que cualquier palabra, es el silencio. Él dice por sí solo que la realidad está demasiado más allá que toda palabra. En la Biblia resuena alta la advertencia: «¡Calla ante él toda la tierra!» (Hab 2,20) y: «¡Silencio en la presencia del Señor Dios!» (Sof 1,7). Cuando «los sentidos son rodeados por un inmenso silencio y con la ayuda del silencio envejecen las memorias», decía un Padre del desierto, entonces no queda más que adorar.

Fue un gesto de adoración el de Job, cuando, encontrándose cara a cara con el Todopoderoso al final de su historia, exclama: «He aquí, son muy mezquino: ¿qué te puedo responder? Me pongo la mano sobre mi boca» (Job 40,4). En este sentido, el versículo de un salmo, retomado luego por la liturgia, en el texto hebreo decía: «Para ti es alabanza el silencio», Tibi silentium laus! (cf. Sal 65,2, texto Masorético). Adorar —según la maravillosa expresión de san Gregorio Nacianceno— significa elevar a Dios un «himno de silencio» [3]. Como a medida que se sube una alta montaña el aire se hace más enrarecido, así a medida que uno se aproxima a Dios la palabra debe hacerse más breve, hasta hacerse, al final, totalmente muda y unirse en silencio a aquel que es el inefable [4].

Si se quiere decir algo para «parar» la mente e impedir que vagabundee en otros objetos, conviene hacerlo con la palabra más breve que exista: Amén, Sí. Adorar, en efecto, es asentir. Es dejar que Dios sea Dios. Es decir sí a Dios como Dios y a sí mismos como criaturas de Dios. En este sentido, Jesús es definido en el Apocalipsis, el Amén, el Sí hecho persona (cf. Ap 3,14). Se puede también repetir incesantemente con los serafines: «Qadosh, qadosh, qadosh: Santo, santo, santo».

La adoración exige, pues, que nos pleguemos y se esté callado. Pero, ¿es un tal acto, digno del hombre? ¿No lo humilla, derogando su dignidad? Más aún, ¿es realmente digno de Dios? ¿Qué Dios es si necesita que sus criaturas se postren por tierra delante de él y callen? ¿Es acaso, Dios, como uno de esos soberanos orientales que inventaron para sí la adoración? Es inútil negarlo, la adoración supone para las criaturas también un aspecto de radical humillación, un hacerse pequeños, un rendirse y someterse. La adoración implica siempre un aspecto de sacrificio, sacrificar algo. Precisamente así atestigua que Dios es Dios y que nada ni nadie tiene derecho a existir ante él, si no en gracia de Él. Con la adoración se inmola y se sacrifica el propio yo, la propia gloria, la propia autosuficiencia. Pero esta es una gloria falsa e inconsistente, y es una liberación para el hombre deshacerse de ella.

Al adorar, se «libera la verdad que estaba prisionera de la injusticia». Se llega a ser «auténticos» en el sentido más profundo de la palabra. En la adoración se anticipa ya el regreso de todas las cosas a Dios. Uno se abandona al sentido y al flujo del ser. Como el agua encuentra su paz en fluir hacia el mar y el pájaro su alegría en seguir el curso del viento, así el adorador en adorar. Adorar a Dios no es tanto un deber, una obligación, cuanto un privilegio, más aún, una necesidad. ¡El hombre necesita algo majestuoso que amar y adorar!  Está hecho para esto.

Por tanto, no es Dios quien necesita ser adorado, sino el hombre quien necesita adorar. Un prefacio de la Misa dice: «Tú no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo nuestro Señor» [5].Estaba totalmente desviado F. Nietzsche cuando definía al Dios de la Biblia «ese Oriental ávido de honores en su sede celestial» [6].

Sin embargo, la adoración debe ser libre. Lo que hace la adoración digna de Dios y a la vez digna del hombre es la libertad, entendida ésta, no sólo negativamente como ausencia de coacción, sino también positivamente como impulso gozoso, don espontáneo de la criatura que expresa así su alegría de no ser ella misma Dios, para poder tener un Dios por encima de sí al que adorar, admirar, celebrar.

 

La adoración eucarística

La Iglesia católica conoce una forma particular de adoración que es la adoración eucarística. Toda gran corriente espiritual, en el seno del cristianismo, ha tenido su particular carisma que constituye su contribución particular a la riqueza de toda la Iglesia. Para los protestantes, este es el culto de la palabra de Dios; para los ortodoxos, el culto de los iconos; para la Iglesia católica, es el culto eucarístico. A través de cada una de estas tres vías, se realiza el mismo objetivo de fondo, que es la contemplación de Cristo y de su misterio.

El culto y la adoración de la Eucaristía fuera de la Misa es un fruto relativamente reciente de la piedad cristiana. Comenzó a desarrollarse en Occidente, a partir del siglo XI, como reacción a la herejía de Berengario de Tours que negaba la presencia «real» y admitía una presencia sólo simbólica de Jesús en la Eucaristía. A partir de esa fecha, sin embargo, no ha habido, se puede decir, un santo, en cuya vida no se note un influjo determinante de la piedad eucarística. Ella ha sido fuente de inmensas energías espirituales, una especie de hogar siempre encendido en medio de la casa de Dios, en el cual se han calentado todos los grandes hijos de la Iglesia. Generaciones y generaciones de fieles católicos han advertido el estremecimiento de la presencia de Dios al cantar el himno Adoro te devote, ante el Santísimo expuesto.

Lo que diré de la adoración y de la contemplación eucarística se aplica casi por completo también a la contemplación del icono de Cristo. La diferencia es que en el primer caso se tiene una presencia real de Cristo, en el segundo una presencia sólo intencional. Ambas se basan en la certeza de que Cristo resucitado está vivo y se hace presente en el sacramento y en la fe.

Estando tranquilos y silenciosos, y posiblemente largo tiempo, ante Jesús sacramentado, o ante un icono suyo, se perciben sus deseos respecto de nosotros, se depositan los propios proyectos para dar cabida a los de Cristo, la luz de Dios penetra, poco a poco, en el corazón y lo sana. Ocurre algo que evoca lo que les pasa a en los árboles en primavera, es decir, el proceso de la fotosíntesis. Brotan de las ramas las hojas verdes; estas absorben de la atmósfera ciertos elementos que, bajo la acción de la luz solar, son «fijados» y transformados en alimento de la planta. Sin tales hojitas verdes, la planta no podría crecer y dar frutos y no contribuiría a regenerar el oxígeno que nosotros mismos respiramos.

¡Nosotros debemos ser como esas hojas verdes! Son un símbolo de las almas eucarísticas y de las almas contemplativas. Al contemplar el «sol de justicia» que es Cristo, «fijan» el alimento que es el Espíritu Santo, en beneficio de todo el gran árbol que es la Iglesia. En otras palabras, es lo que dice también el apóstol Pablo cuando escribe: «Todos nosotros, a rostro descubierto, reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados en esa misma imagen, de gloria en gloria, según la acción del Espíritu del Señor» (2 Cor 3,18).

Nuestro poeta, Giuseppe Ungaretti, al contemplar una mañana en la orilla del mar el surgir del sol, escribió una poesía de solo dos brevísimos versos, tres palabras en total: «Me ilumino de inmensidad ». Son palabras que podrían ser hechas propias por quien está en adoración ante el Santísimo Sacramento. Sólo Dios conoce cuántas gracias ocultas han descendido sobre la Iglesia gracias a estas almas adoradoras.

La adoración eucarística es también una forma de evangelización y entre las más eficaces. Muchas parroquias y comunidades que la han puesto en su horario diario o semanal lo experimentan directamente. La vista de personas que por la tarde o de noche están en adoración silenciosa ante el Santísimo en una iglesia iluminada ha empujado a muchos transeúntes a entrar y, después de haber permanecido un momento, a exclamar: «¡Aquí está Dios!». Precisamente como está escrito que sucedía en las primeras asambleas de los cristianos (cf. 1 Cor 14,25).

La contemplación cristiana nunca es en un sentido único. No consiste en mirarse, como se dice, el ombligo, a la búsqueda del propio yo profundo. Consiste siempre en dos miradas que se cruzan. Hacía, pues, una óptima contemplación eucarística aquel campesino de la parroquia de Ars que pasaba horas y horas inmóvil, en la iglesia, con la mirada dirigida al sagrario y que, interrogado por el Santo Cura qué hacía así todo el tiempo, respondió: «¡Nada, yo le miro y Él me mira!».

Si a veces se abaja y flaquea nuestra mirada, nunca flaquea, sin embargo, la de Dios. La contemplación eucarística se reduce, a veces, simplemente a hacer compañía a Jesús, a estar bajo su mirada, dándole incluso la alegría de contemplarnos, que, en cuanto criaturas sacadas de la nada y pecadoras, sin embargo, somos el fruto de su pasión, aquellos por los que él ha dado la vida. Es un acoger la invitación de Jesús dirigida a los discípulos en Getsemaní: «Permaneced aquí y velad conmigo» (Mt 26,38).

La contemplación eucarística no es impedida, pues, en sí, por la aridez que a veces se puede experimentar, ya sea debida a nuestra disipación, o, en cambio, permitida por Dios para nuestra purificación. Basta darla un sentido, renunciando también a nuestra satisfacción derivada del fervor, para hacerle feliz y decir, como decía Charles de Foucauld: «¡Tu felicidad, Jesús, me basta!»; es decir: me basta con que tú seas feliz. Jesús tiene a disposición la eternidad para hacernos felices; nosotros no tenemos más que este breve espacio de tiempo para hacerle feliz: ¿cómo resignarse a perder esta oportunidad que ya no volverá nunca eternamente?

Al contemplar a Jesús en el Sacramento del altar, nosotros realizamos la profecía hecha en el momento de la muerte de Jesús sobre la cruz: «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37). Más aún, dicha contemplación es ella misma una profecía, porque anticipa lo que haremos por siempre en la Jerusalén celestial. Es la actividad más escatológica y profética que se pueda realizar en la Iglesia. Al final ya no se inmolará el Cordero, ni se comerán ya sus carnes. Es decir, cesarán la consagración y la comunión; pero no cesará la contemplación del Cordero inmolado por nosotros. Esto es lo que, en efecto, los santos hacen en el cielo (cf. Ap 5,1ss). Cuando estamos ante el sagrario, formamos ya un único coro con la Iglesia de arriba: ellos delante, nosotros, por así decirlo, detrás del altar; ellos en la visión, nosotros en la fe.

En 1967 comenzó la Renovación Carismática Católica que en cincuenta años ha tocado y renovado a millones de creyentes y ha suscitado innumerables realidades nuevas, personales y comunitarias. Nunca se insiste suficientemente en el hecho de que éste no es un “movimiento eclesial”, en el sentido común de este término; es una corriente de gracia destinada a toda la Iglesia, una «inyección de Espíritu Santo» de la que ella tiene necesidad desesperadamente. Es como una sacudida eléctrica destinada a descargarse sobre la masa que es la Iglesia y, una vez que esto ha ocurrido, desaparecer.

Menciono aquí esta realidad porque ella inició precisamente con una extraordinaria experiencia de adoración del Dio vivo que ha sido el tema de esta meditación. El grupo de estudiantes de la Universidad Duquesne de Pittsburgh que participó en el primer retiro, se encontró, una noche, en la capilla ante el Santísimo, cuando, de pronto, sucedió una cosa singular, que una de ellos, más adelante, describió así:

«El temor del Señor comenzó a correr en medio de nosotros; una especie de terror sagrado nos impedía levantar los ojos. Él estaba allí personalmente presente y nosotros teníamos miedo de no resistir a su excesivo amor. Lo adoramos, descubriendo por primera vez lo que significa adorar. Hicimos una experiencia abrasadora de la terrible realidad y presencia del Señor. Desde entonces entendimos con una claridad nueva y directa las imágenes de Dios que, en el monte Sinaí, truena y estalla con el fuego de su mismo ser; hemos entendido la experiencia de Isaías y la afirmación según la cual nuestro Dios es un fuego devorador. Este sagrado temor era, en cierto modo, la misma cosa que el amor, o al menos así lo advertíamos nosotros. Era algo sumamente amable y bello, aunque ninguno de nosotros vio ninguna imagen sensible. Era como si la realidad personal de Dios, espléndida y deslumbrante, hubiera venido a la habitación llenándola a ella y a nosotros a la vez» [7].

Simultánea presencia de majestad y de bondad en Dios, de temor y amor en la criatura; el «misterio tremendo y fascinante», como lo definen los estudiosos de las religiones. La persona que describió en estos términos la experiencia de ese momento no sabía que estaba haciendo una síntesis perfecta de los rasgos que caracterizan el Dios vivo de la Biblia.

Terminamos  con un versículo del Salmo 95  con el cual la Liturgia de las Horas nos hace empezar cada nuevo día:

Entrad, adoremos, prosternémonos,
¡de rodillas ante Yahveh que nos ha hecho!

Porque él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo de su pasto,
el rebaño de su mano.

 

© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

 

***

[1] S. Francisco de Asìs, Escritos, BAC, Madrid 1993, p. 61.

[2] Cf. Ap 19,10; 22,9; Hch 10,25-26; 14,13s.

[3] San Gregorio Nacianceno, Poemas, 29: PG 37, 507.

[4] Ps.- Dionisio Areopagita, Teología mística, 3: PG 3, 1033.

[5] Misal Romano,Prefacio común IV.

[6] Friederich Nietzsche, La Gaia ciencia, n. 135.

[7]  En patti gallagher mansfield,As by a New Pentecost. Beginning of the Catholic Charismatic Renewal,Amor Deus Publishing, Phoenix, AZ, 2016, p. 131.

 

 

 

 

05/04/2019-07:01
Isabel Orellana Vilches

San Pedro de Verona, 6 de abril

«Defensor de la fe frente a la herejía maniquea. Un excelso predicador que convirtió a incontables personas en Italia, donde evangelizó. Fue agraciado, entre otros dones, con el de milagros. Es protomártir de la orden dominicana»

Nació en 1205 en Verona, Italia, cuando los cátaros propagaban el maniqueísmo. En su propia familia tenía a los enemigos de la fe ya que había quedado atrapada por las consignas de la herejía. Pero sus padres, respetuosos, abiertos y generosos, posibilitaron sus estudios en un centro católico. De allí salió pertrechado con una gran preparación que le permitiría hacer frente a los opositores con el rigor debido.

Un tío suyo, cátaro convencido, tuvo ocasión de constatar de primera mano lo consolidados que estaban los principios en el ánimo del adolescente, que recitó con fervor el símbolo de la fe nicena. Este pariente al escucharle quedó impresionado por la contundencia de los argumentos esgrimidos, y no ocultó su inquietud.

Más tarde, siendo Pedro estudiante universitario en Bolonia, compañías poco aconsejables le jugaron malas pasadas y se vio asaltado por distintas tentaciones. Pero ese tiempo no se dilató. Dios tenía para él grandes misiones. La Orden de Predicadores estaba en su apogeo en el momento en que el joven, que tenía 16 años, conoció a Domingo de Guzmán. Seducido por sus palabras se hizo dominico y recibió el hábito que le impuso personalmente el santo.

Si de niño había destacado por su inteligencia, sinceridad y firmeza en sus decisiones, como religioso cumplió con estricta fidelidad su compromiso. Tomó el evangelio, se aplicó en el estudio y mantuvo vivo un estado de oración. Además, buscando una penitencia radical se abrazó a las austeridades, como había hecho su fundador.

De manera concienzuda preparaba ante Cristo su predicación, para lo cual se recogía durante la noche meditando y orando. Mientras evangelizaba en Lombardía, en estas cotidianas vigilias que tenían lugar en su celda, hallándose en estado de contemplación se le presentaron tres santas que fueron martirizadas: Inés, Cecilia y Catalina de Alejandría, con las cuales mantuvo un diálogo. Informado el prior por otros frailes, que habían escuchado voces tras los muros, fue severamente reprendido en el capítulo. Le recriminaron por haber violado la clausura amén de introducir a mujeres en su humilde aposento. Se juzgó con severidad esta supuesta imprudencia que revestía innegable gravedad para un consagrado. Él guardó escrupuloso silencio y acogió obedientemente su traslado al convento de la Marca Ancona.

Le habían prohibido predicar, de modo que se dedicó a estudiar con más ahínco. Suplicaba a Dios con insistencia: el peso del apego a la fama era importante. Él conocía su inocencia, pero, ¿qué pensarían los demás? Un día se dirigió al crucifijo y mostró su desconsuelo: «Señor, Tú sabes que no soy culpable. ¿Por qué permites que me calumnien?». Jesús respondió: «¿Y qué hice yo, Pedro, para merecer la pasión y la muerte?». Impactado por estas palabras se sintió avergonzado y afligido. También salió fortalecido para afrontar la pena. Poco tiempo después quedó al descubierto su inocencia. Volvió a la predicación y cosechó mayores frutos apostólicos.

Ordenado sacerdote, y siendo hombre de diálogo, comenzó a difundir el evangelio por la Toscana, Milanesado y la Romaña. Su objetivo primordial eran los cátaros. Fueron incontables los herejes que volvieron a la Iglesia tras escuchar sus palabras. Uno de ellos Rainiero de Piacenza. Las multitudes buscaban su curación espiritual y física tratando de acceder a él aunque para ello tenían que abrirse paso a empujones. Él mismo tenía que ser izado porque de otro modo habrían podido arrollarle.

Las iglesias y espacios al aire libre servían a los fieles para acoger jubilosos a este gran confesor. Tenía para cada uno de los penitentes el juicio justo, sabio, encarnado en el amor misericordioso de Dios. En la intensa labor evangelizadora que llevaba a cabo su virtud le precedía. Creó las «Asociaciones de la fe» y la «Cofradía para la alabanza de la Virgen María».

A lo largo de su vida experimentó muy diversas pruebas, menosprecios y ataques. Pero amaba a Cristo y nada trocó su voluntad. Llegó a ser superior de los conventos de Piacenza, Como y Génova. Predicó por Roma, Florencia, Milán... Por todos los lugares iba dejando una estela de milagros, don con el que fue agraciado.

Alguna vez personas maliciosas intentaron tentarle fingiendo una enfermedad. Es lo que hizo un hereje en Milán que gozaba de buena salud. Si lograba confundir al santo, lo dejaría en evidencia. Pedro le dijo: «Ruego al Señor de todo lo creado, que si tu enfermedad no es verdadera, te trate como lo mereces». Inmediatamente sufrió el mentiroso los síntomas de la lesión que simuló, y rogó la curación que en ese momento precisaba para huir de tan punzantes dolores. Compadecido el santo de su arrepentimiento, trazó la señal de la cruz y le liberó del mal. Además, logró su conversión.

A Pedro siempre le acompañó la sed de martirio que no dudaba en suplicar le fuera concedida. En 1232 Gregorio IX, que lo conocía, le nombró inquisidor general (como luego hizo Inocencio IV), lo que suscitó muchas enemistades. Incluso hubo una conjura para asesinarle. Veinte años más tarde, mientras predicaba en Como fue informado de que se conspiraba contra su vida tasada en 40 libras milanesas. Respondió sin inmutarse: «Dejadles tranquilos; después de muerto seré todavía más poderoso».

Transcurridos quince días, concretamente el 6 de abril de 1252, cuando regresaba a Milán desde Como, convento del que era prior, cerca de la localidad de Barlassina recibió dos hachazos en la cabeza que le profirieron los enemigos de la fe. Sangrando, pero aún con vida, recitaba el Credo y, según narran las crónicas, a punto de expirar con su propia sangre escribió con un dedo en el suelo: «Credo in Deum». Tenía 46 años.

El 25 de marzo del 1253, al año siguiente de su muerte, fue canonizado por Inocencio IV. Es protomártir de la Orden dominicana. Carino, ejecutor del santo, se arrepintió después, y se hizo dominico. Sus signos visibles de virtud hicieron que fuese venerado por parte del pueblo.