Colaboraciones

 

Sinceridad de vida para la revolución del amor

 

 

09 abril, 2019 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

Como cada vez más desde el inicio de su pontificado, los nuevos y no tan nuevos acontecimientos eclesiales en torno al Papa huelen a vida e indican caminos nuevos e insospechados. Con mano amorosamente firme, Francisco nos habla de conversión. Pareciera como si la tan anunciada “civilización del amor” de san Juan Pablo II estuviera ya manifestándose entre nosotros con nuestro crecimiento espiritual. Muy a pesar de los puntos negros de nuestra cultura.

Efectivamente, es esta de Papa Bergoglio una revolución pacífica desde el amor, dentro y fuera de la Iglesia. “¡Qué líder tenéis!”, exclamó a uno de los organizadores un congresista en el encuentro del Cabeza de la Iglesia con el Congreso de Estados Unidos. Lo hizo cuando Francisco habló en él al acercarse brevemente a ese país durante su viaje a Cuba, en septiembre de 2015. Ese político anónimo se refería al Papa, y lo hizo después de que éste interpelara a los congresistas. Pues habían sido palabras firmes e incisivas reforzadas por su actitud, ansiosas de respuesta ante el hambre y la guerra en el mundo. Pero recordemos que a un líder hay que seguirlo, no solo aplaudirlo. Para eso estamos viviendo esta Cuaresma. Nos lo insiste el Papa. Asumiendo que, aunque seamos menos, todo irá mejor.

Sea como fuere, se constata un crecimiento espectacular de cristianos, católicos en concreto, en países emergentes, incluso en aquellos con mayoría musulmana. No obstante la disminución constante que sufre en Estados Unidos, centro económico de nuestro idólatra Primer Mundo. Desencanto al que se le suma ese 30% de habitantes del país que están pensando dejar la Iglesia a causa del escándalo de los abusos a menores. De la misma manera que el mensaje cristiano se está erradicando de España. Sin embargo, esos datos en tinta roja esconden que crece día a día el compromiso y la práctica sincera de los que “se quedan”. Esto se consigue gracias a la santidad de nuevos movimientos con nuevas formas, fenómeno que también observamos con la recepción de las intervenciones del Papa. Muchos vuelven o se renuevan con una mayor entrega a la Iglesia, protagonizando conversiones que suelen ser intensas. Serán fermento en la masa.

Así que, pese a los innegables dolores de barriga, poco a poco y silenciosamente, la Iglesia se está fidelizando, puliendo sus aristas para ser más fiel a su Fundador, Jesucristo, Dios y Señor nuestro. Hasta Raúl Castro lo valoró, siendo presidente sustituto de su hermano Fidel en Cuba, cuando aseguró, hace ya años: “Si el Papa sigue así, yo quizás volveré a la iglesia”. Debemos ayudar a renovar la Iglesia, que es renovarnos nosotros. Y así renovaremos el mundo.

En esta ruta bien enfocada, frente a esos que cuando las cosas no van bien calumnian al Señor o a los hermanos, el Papa nos pidió sinceridad de corazón. Fue en su misa cotidiana en Casa Santa Marta del último jueves de este marzo. Recordó que el mismo Jesús nos avisó: “Quien no está conmigo, está contra mí”. O eres obediente, o eres un traidor. Eso suele suceder porque, como advirtió Francisco, cuando no escuchamos la voz del Señor durante “días, meses y años, nuestro corazón se endurece”, “como la tierra sin agua”. De ahí al crimen falta poco, pues de esa manera empieza una degeneración del pensamiento que, como es lógico, lleva a otras degeneraciones más visibles.

El Papa recordó que la salida de ese galimatías es la conversión del corazón, aprovechando, al menos ahora en Cuaresma, esa propuesta cristiana. La Cuaresma nos “sirve para esto, para reexaminar nuestro corazón”. De ahí nos será más fácil entrar en la senda del amor (por Amor). Y ya será el momento, si pedimos perdón y rectificamos, de que el Señor nos acoja en su seno. Porque Él olvida todo si nos arrepentimos. Pero nos advirtió el Papa de aquello con lo que se autoengañan tantos: “Yo ya voy a misa los domingos, doy mi ofrenda…”, cumplo y miento (el célebre “cumpli-miento”). Y nos pide fidelidad a Jesucristo, que es seguirle en su camino, amando a los hermanos con hechos concretos, y no solo de palabra.

El primer hecho en que hemos de incidir es el amor a Dios. No tributar a Dios la consideración que le es debida provoca “la cólera divina”, como avisó Raniero Cantalamessa en su tercera predicación de la Cuaresma de 2019 al Papa y a la Curia romana. No debemos olvidar que el pecado personal conlleva un castigo personal, como el pecado público y colectivo conlleva un castigo público y colectivo. Y más si no es solo ignoramiento: el ir más allá, el pecado de calumnia es abominable. La primera cosa a hacer para tributarle honor a Dios es cumplir su voluntad, hacerle caso. Lo cual significa que primero debemos conocer cuál es su voluntad. Esta revelación nos viene dada por la ley natural, anunciada por el Evangelio y propuesta y custodiada por la Iglesia: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).