Servicio diario - 07 de mayo de 2019


 

"Digámoslo con fuerza y sin temor: tenemos hambre, Señor" — Homilía del Papa en Skopje
Redacción

Primera visita pontificia a Macedonia del Norte, país independiente desde 1991
Rosa Die Alcolea

El Papa visita el lugar de nacimiento de Santa Teresa de Calcuta, en Skopje
Rosa Die Alcolea

Macedonia del Norte: "Los sueños se construyen juntos" — Encuentro Ecuménico e Interreligioso con Jóvenes
Larissa I López

Macedonia del Norte: Transmitir la belleza de la "diversidad étnica" a las futuras generaciones
Rosa Die Alcolea

La importancia de la ternura — Encuentro con sacerdotes y religiosos en Skopje
Larissa I López

Macedonia del Norte: "Santa Madre Teresa, ruega por esta ciudad, por este pueblo, por su Iglesia"
Rosa Die Alcolea

Macedonia del Norte: El Papa dialoga con el Presidente de la República
Rosa Die Alcolea

"Para tener la mirada de Dios, necesitamos de los demás" — Discurso a los católicos de Bulgaria
Larissa I López

Beata María Catalina de San Agustín, 8 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

07/05/2019-16:45
Redacción

"Digámoslo con fuerza y sin temor: tenemos hambre, Señor" — Homilía del Papa en Skopje

(ZENIT — 7 mayo 2019).- "Digámoslo con fuerza y sin temor: tenemos hambre, Señor... el pan de su palabra y el pan de la fraternidad": es la súplica del Papa Francisco al celebrar la misa en el norte de Macedonia, este 7 de mayo de 2019.

Después de dos días en Bulgaria, el Papa concluyó su viaje apostólico internacional número 29 con una escala en Skopje, capital de Macedonia, siguiendo los pasos de la Madre Teresa, que nació allí en 1910.

Al final de la mañana, después de su reunión con las autoridades políticas y su parada en el Memorial de la Fundadora de las Misioneras de la Caridad, fue en coche a la Plaza de Macedonia, donde lo esperaba una multitud alegre con banderas nacionales y países vecinos.

El Papa celebró la Misa bajo un dosel blanco erigido para la ocasión. En su homilía, alentó a los cristianos a ir “en camino, en movimiento, hacia fuera”: “Es lo único que el Señor nos pide: ven”, es decir: “dejarse conmover, de transformarse por la Palabra de uno en nuestras elecciones, de nuestros sentimientos, de nuestras prioridades”, de vivir “un amor concreto y palpable porque es cotidiano y real”.

Concluyó citando el ejemplo del santo de esta tierra: “Hambre de pan, hambre de hermandad, hambre de Dios. La Madre Teresa lo sabía muy bien, la que quería basar su vida en dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. El amor que recibimos, el amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento, ansiosos por aplacar su hambre y sed”.

AK

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Homilía del Papa Francisco

«El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6,35), nos ha dicho el Señor hace un instante.

En el Evangelio, se concentra alrededor de Jesús una muchedumbre que tenía todavía delante de los ojos la multiplicación de los panes. Uno de esos momentos que quedaron grabados en los ojos y en el corazón de la primera comunidad de discípulos. Fue una fiesta… la fiesta de descubrir la abundancia y solicitud de Dios para con sus hijos, hermanados en el partir y compartir el pan. Imaginemos por unos instantes esa muchedumbre. Algo había cambiado. Por unos momentos, esas personas sedientas y silenciosas que seguían a Jesús en busca de una palabra fueron capaces de tocar con sus manos y sentir en sus cuerpos el milagro de la fraternidad, que es capaz de saciar y hacer abundar.

El Señor vino para darle vida al mundo y lo hace desafiando la estrechez de nuestros cálculos, la mediocridad de nuestras expectativas y la superficialidad de nuestros intelectualismos; cuestiona nuestras miradas y certezas invitándonos a pasar a un horizonte nuevo que abre espacio a una renovada forma de construir la realidad. Él es el Pan vivo bajado del cielo, «el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Esa muchedumbre descubrió que el hambre de pan también tenía otros nombres: hambre de Dios, hambre de fraternidad, hambre de encuentro y de fiesta compartida.

Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación y hemos terminado presos del descrédito, las etiquetas y la descalificación; hemos creído que el conformismo saciaría nuestra sed y hemos acabado bebiendo de la indiferencia y la insensibilidad; nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad.

Digámoslo con fuerza y sin miedo: tenemos hambre, Señor. Tenemos hambre, Señor, del pan de tu Palabra capaz de abrir nuestros encierros y soledades. Tenemos hambre, Señor, de fraternidad para que la indiferencia, el descrédito, la descalificación no llenen nuestras mesas y no tomen el primer puesto en nuestro hogar. Tenemos hambre, Señor, de encuentros donde tu Palabra sea capaz de elevar la esperanza, despertar la ternura, sensibilizar el corazón abriendo caminos de transformación y conversión.

Tenemos hambre, Señor, de experimentar como aquella muchedumbre la multiplicación de tu misericordia, capaz de romper estereotipos y partir y compartir la compasión del Padre hacia toda persona, especialmente hacia aquellos de los que nadie se ocupa, que están olvidados o despreciados. Digámoslo con fuerza y sin miedo, tenemos hambre de pan, Señor, del pan de tu palabra y del pan de la fraternidad.

En unos instantes, nos pondremos en movimiento, iremos hacia la mesa del altar a alimentarnos con el Pan de Vida, siguiendo el mandato del Señor: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6,35). Es lo único que el Señor nos pide: venid. Nos invita a ponernos en marcha, en movimiento, en salida. Nos exhorta a caminar hacia Él para hacernos partícipes de su misma vida y de su misma misión. “Venid”, nos dice el Señor: un venir que no significa solamente trasladarse de un lugar a otro sino la capacidad de dejarnos mover, transformar por su Palabra en nuestras opciones, sentimientos, prioridades para aventurarnos a cumplir sus mismos gestos y hablar con su mismo lenguaje, «el lenguaje del pan que dice ternura, compañerismo, entrega generosa a los demás»1, amor concreto y palpable porque es cotidiano y real.

En cada eucaristía, el Señor se parte y reparte y nos invita también a nosotros a partirnos y repartirnos con Él y ser parte de ese milagro multiplicador que quiere llegar y tocar todos los rincones de esta ciudad, de este país, de esta tierra con un poco de ternura y compasión.

Hambre de pan, hambre de fraternidad, hambre de Dios. Qué bien lo entendía esto Madre Teresa, que quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed. Fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor… porque sabía que el «amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios»2, y ese amor fue el único capaz de saciar su hambre.

Hermanos: Hoy el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana. Conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir: «El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn6,35). Animémonos unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano.

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1 J.M. Bergoglio, Homilía Corpus Christi, Buenos Aires, 1995.
2 Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 15.

 

Palabras finales del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de la Bendición final, siento la necesidad de expresar mis sentimientos de gratitud. Agradezco al obispo de Skopje sus palabras y, sobre todo, el trabajo realizado en la preparación de este día. Y, junto a él, doy las gracias a todos los que han colaborado, sacerdotes, religiosos y fieles laicos. ¡Un sincero agradecimiento a todos!

Renuevo también mi agradecimiento a las Autoridades civiles del país, a la policía y a los voluntarios. El Señor sabrá recompensar a cada uno de la mejor manera. Por mi parte, os tengo presentes en mi oración y también os pido que recéis por mí.

 

 

 

07/05/2019-09:44
Rosa Die Alcolea

Primera visita pontificia a Macedonia del Norte, país independiente desde 1991

(ZENIT – 7 mayo 2019).- El Papa Francisco ha llegado este martes, 7 de mayo de 2019, a Macedonia del Norte, país con una minoría de católicos, a la que perteneció Santa Teresa de Calcuta, protagonista en esta última jornada del 29º viaje internacional del Santo Padre, que finaliza hoy, y comenzó en Bulgaria el 5 de mayo.

Al aterrizar en el aeropuerto de Skopje, alrededor de las 8:10 horas, después de unos 40 minutos de vuelo desde Sofía, el Papa fue recibido en la alfombra roja por el presidente de Macedonia, Gjorge Ivanov, quien le besó la mano y luego se la estrechó.

Tres niñas vestidas con trajes tradicionales amarillos y rojos, los colores de la bandera de Macedonia del Norte, que declaró su independencia de Yugoslavia en 1991, le presentaron una bandeja de sal, agua y pan, que el Papa compartió con el presidente y le dio un mordisco. "Es excelente", dijo, inclinándose.

Esta mañana, el Santo Padre Francisco salió de la Nunciatura Apostólica en Sofía, capital de Bulgaria, y se dirigió al Aeropuerto Internacional, donde celebraron una ceremonia de despedida se reunió con el Primer Ministro de la República de Bulgaria, el Sr. Boyko Borisov. Después de una breve entrevista, el Santo Padre subió a un Alitalia A321 que despegó a las 8:33 horas (7:33 horas de Roma) rumbo a Skopje, en Macedonia del Norte.

 

Antigua República Yugoslava

Macedonia del Norte obtuvo la independencia de Yugoslavia en septiembre de 1991, de forma pacífica, mediante la celebración de un referéndum. La denominación oficial del país provocó inmediatamente una controversia con Grecia, ya que este país argumenta que el término “Macedonia” implica pretensiones territoriales sobre la provincia griega del mismo nombre fronteriza con Macedonia del Norte. Tras varios trámites y disputas, el país pasó a denominarse en febrero de 2019 “Macedonia del Norte”, aunque sus habitantes pueden llamarse “macedonios” de manera diplomática.

 

Bello mosaico étnico y religioso

Macedonia del Norte es una democracia parlamentaria donde convive un “bello mosaico” de razas y religiones, como ha descrito el Papa Francisco ante las autoridades civiles.

La composición étnica, según el último censo oficial llevado a cabo en ARYM (2002), es del 64,18% de eslavo-macedonios; un 25,18% de albaneses; un 3,85% de turcos; un 2,66% de romanos; un 1,78% de serbios y un 2,36% de otras razas.

En cuanto a la rica diversidad de confesiones religiosas, en Macedonia del Norte practican aproximadamente el 70% de la población la religión ortodoxa (eslavomacedonios, valacos, serbios, roma), el 27% son musulmanes (albaneses, turcos, roma, torbeshi). Hay una pequeña minoría de católicos.

El país está atravesado de norte a sur por la cordillera de los Balcanes siendo la zona más montañosa la parte occidental, fronteriza con Albania. El centro del país está constituido por el valle del río Vardar que desemboca en el Egeo, cerca de la ciudad griega de Tesalónica. En el Sur, el país comparte con Grecia y Albania los tres lagos más importantes de la región, los de Ohrid, Prespa y Dorjan.

 

Skopje, ciudad natal de Teresa de Calcuta

Francisco ha visitado esta mañana en Skopje, ciudad natal de Santa Teresa de Calcuta, la casa donde nació y vivió Anjezë Gonxha Bojaxhiu –nombra original– en 1910, y la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde fue bautizada. Más tarde, la santa mundialmente conocida y canonizada por Francisco en el Vaticano, desarrolló su apostolado en India, “con humildad y total donación de sí misma, y por medio de sus hermanas alcanzó los más diversos confines geográficos y existenciales”, ha descrito el Papa.

Al visitar Skopje, el lugar de nacimiento de la Madre Teresa, el sari de la madre Teresa y el color azul que las caracteriza aparecen reflejados en el logo de la visita pontificia de Francisco a Macedonia, junto al mapa y los colores simbolizan Macedonia y su bandera.

El lema de esta visita es ¡No tengas miedo, pequeña manada! (Lc 12,32).

 

 

 

 

07/05/2019-11:37
Rosa Die Alcolea

El Papa visita el lugar de nacimiento de Santa Teresa de Calcuta, en Skopje

(ZENIT – 7 mayo 2019).- “De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”: son las palabras de la gran santa conocida como la “Madre Teresa de Calcuta”, nacida en Skopje, ciudad que visita hoy el Papa Francisco, quien canonizó a la albanesa en el Vaticano el 4 de septiembre de 2016.

El Papa Francisco ha visitado el Memorial de la Madre Teresa, en Skopje, este martes, 7 de mayo de 2019, única jornada en Macedonia del Norte, dentro de su viaje apostólico a los países balcánicos Bulgaria y Macedonia del Norte (Antigua República Yugoslava).

Ganxhe Agnes Bojaxhiu es el nombre original de la Madre Teresa de Calcuta, quien nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, capital de la actual Macedonia. En aquel entonces era una pequeña ciudad de 20.000 habitantes bajo dominio turco, pero que había pertenecido durante mucho tiempo a Albania. La santa vivió en el seno de una familia católica albanesa.

A su llegada a la casa de Santa Teresa de Calcuta, el Pontífice ha sido recibido por la Madre Superiora y otras monjas de la Madre Teresa y por un niño que le regaló flores. Luego se dirigió a la estatua de Santa Teresa de Calcuta para depositar un ramo de flores. Sucesivamente fue a la capilla en la que se hallaban los líderes de las comunidades religiosas presentes en el país y dos parientes de la Madre Teresa.

 

Encuentro con los pobres

En el altar de la capilla estaban expuestas la reliquia de la santa, algunos objetos personales y cinco velas para representar las diversas confesiones religiosas. Cerca de la casa se encuentra la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde fue bautizado la pequeña Ganxhe Agnes Bojaxhiu.

Después de recogerse en silencio ante la reliquia de la santa, el Papa rezó una oración en honor a la Madre Teresa. Al final, el Santo Padre saludó a los líderes religiosos y a los primos de la Madre Teresa y se dirigió al patio donde le esperaban un centenar de personas pobres asistidas por las Hermanas Misioneras de la Caridad.

“Te pedimos, santa Madre Teresa, madre de los pobres, tu especial intercesión y ayuda, aquí, en la ciudad de tu nacimiento, donde estaba tu casa”, ha rezado el Papa a la santa.

 

Primera piedra del Santuario Madre Teresa

Después de un breve discurso de la Superiora de la comunidad, el testimonio de uno de los asistidos y de un canto, el Papa bendijo la primera piedra del futuro Santuario de la Madre Teresa.

Tras la bendición final, el Papa Francisco se desplazó en automóvil a la Plaza de Macedonia, donde ha celebrado la Santa Misa como colofón a esta breve visita apostólica a Skopje, capital de Macedonia del Norte.

 

 

 

 

07/05/2019-18:00
Larissa 1. López

Macedonia del Norte: "Los sueños se construyen juntos"— Encuentro Ecuménico e Interreligioso con Jóvenes

(ZENIT — 7 mayo 2019).- El Papa Francisco ha pedido a los jóvenes de Skopje que no dejen de soñar, "nunca se sueña demasiado" y les ha recordado que "Los sueños se construye juntos", con los demás, en comunidad.

En la tarde de hoy, 7 de mayo de 2019, el Santo Padre se ha trasladado en coche al Centro Pastoral en Skopje para tener el Encuentro Ecuménico con los jóvenes.

 

Mayoría ortodoxa

Macedonia del Norte es un país mayoritariamente ortodoxo, un 65% de la población pertenece a la Iglesia Ortodoxa, mientras que un 33% son musulmanes. Los católicos representan el 1% y el otro 1% restante corresponde a otras religiones.

Durante el encuentro, en el que ha habido varios momentos de canto, se han sucedido los testimonios de jóvenes macedonios, como muestra de la diversidad religiosa de este país. El Papa ha escuchado atentamente sus mensajes y ha respondido a sus preguntas.

Primero han hablado Dragan y Marija, un matrimonio mixto, en el que él es católico y ella ortodoxa. En segundo lugar, se ha presentado Liridona, una joven musulmana. Por último, ha tenido lugar el testimonio de Bozanka, una joven católica del rito bizantino.

Antes de comenzar discurso del Papa Francisco, las chicas del Centro Pastoral de Spokje le han dedicado una danza.

 

¿Sueño demasiado?

Al tomar la palabra, para comenzar, el Papa ha contestado a la pregunta de Liridona ("¿Sueño demasiado?"), que dijo soñar con un mundo en el que sean posibles las relaciones sinceras y abiertas entre individuos y comunidades, entre pueblos y credos distintos.

Para el Papa, nunca se sueña demasiado y uno de los principales problemas de los jóvenes hoy en día es que han dejado de soñar. "Y cuando una persona no sueña, cuando un joven no sueña, ese espacio es ocupado por el lamento y la resignación", dice el Papa. Y añade que esto lo dejemos para los que siguen a la "diosa lamentación", lo cual es un engaño que conduce por el camino equivocado.

El Santo Padre ha animado a no darse por vencidos "Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas".

También ha dicho que comparte el sueño de Liridona, por eso hace unos meses firmó junto al Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayye un documento que indica que "la fe nos tiene que mover a los creyentes a ver en los otros a un hermano que debemos sostener y amar, y no dejarnos manipular por intereses mezquinos"

 

Vivir aventuras

El Papa se ha referido al testimonio de Bozanka, que ha señalado que a los jóvenes les gusta vivir aventuras. Así, Francisco ha exhortado "¿Que? aventura requiere más valor que ese sueño que nos compartió Liridona: el de darle esperanza a un mundo cansado?"

El mundo está cansado y dividido y "la mayor adrenalina" es la de dedicarse cada día a ser "artesanos de sueños", de esperanza: "Los sueños nos ayudan a mantener viva la certeza de saber que otro mundo es posible y que estamos invitados a involucramos y formar parte de él con nuestro trabajo, con nuestro compromiso y acción".

El Pontífice ha señalado que solo se debe tener miedo a "vivir paralizados", no hay que permanecer inmóviles ante la inseguridad o ante los errores. Como dice la Exhortación apostólica Christus vivit, "Aun si te equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie tiene derecho a robarte la esperanza".

 

Madre Teresa

El Santo Padre se ha referido al ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta y a que, como ella, cada uno "está llamado a trabajar con sus propias manos, a tomar la vida en serio, para hacer algo hermoso con ella. No permitamos que nos roben los sueños", dijo.

 

Soñar juntos

Por otra parte, el Papa ha destacado: ¡Qué importante es soñar juntos! Como hacéis hoy aquí, todos unidos, sin barreras. Por favor, soñad juntos, no solos; con los demás, nunca contra los demás. Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos ".

Además, Francisco ha pedido que nunca luchemos contra los otros, siempre con los demás. Haciendo un inciso, Francisco ha contado que dos pequeños, al principio de la celebración, empezaron a jugar juntos. Estaban felices, pero, de repente, se les olvidó, y el juego se convirtió en una lucha entre uno y otro, esto es lo que no puede suceder en nuestra vida.

 

El cara a cara

Después, el Obispo de Roma ha compartido con los jóvenes su mejor lección "el cara a cara" y les ha pedido involucrarse. Según él, "Hemos entrado en la era de las conexiones, pero poco sabemos de comunicaciones. Muy conectados y poco involucrados los unos con los otros. Porque involucrarse pide la vida, exige estar y compartir momentos buenos... y no tan buenos".

 

Los ancianos

Finalmente, el Papa Francisco ha pedido a los jóvenes que dediquen tiempo a los ancianos, "escuchad sus largas narraciones, que a veces parecen fantasiosas, pero que, en realidad, están llenas de experiencias valiosas, de símbolos elocuentes y sabiduría oculta que hay que descubrir y valorar".

Asimismo, el Sucesor de Pedro ha vuelto a improvisar en este punto, señalando que, efectivamente, los ancianos son las raíces de la historia, del pueblo, de la familia y que los jóvenes deben sujetarse a ellas para salir adelante. Si no se tienen en cuenta esas raíces, si se cortan, la juventud seguirá viviendo, pero no dará fruto.

Para no ser engañados por los "colonizadores ideológicos", es necesario hablar con los mayores de nuestro pueblo porque ellos saben qué es lo bueno.

Al final de sus palabras, Francisco también ha hablado sobre una mujer embarazada que estaba sentada entre los asistentes y que ha llamado su atención. El Santo Padre ha subrayado como las madres se sienten con la fuerza de las raíces para sacar adelante la vida, la historia, el pueblo a través de sus hijos y ha pedido un aplauso para todas esas mujeres que llevan adelante la historia de este pueblo.

A continuación se expone el discurso completo del Papa Francisco

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Queridos amigos:

Siempre es un motivo de alegría y esperanza poder tener estos encuentros. Gracias por haberlo hecho posible y haberme regalado esta oportunidad. Gracias de corazón por vuestra danza y vuestras preguntas. Las recibí y las conocía, y preparé algunos puntos para este encuentro.

Comienzo por la última —como dijo el Señor, los últimos serán los primeros—. Liridona, después de compartirnos lo que anhelabas me preguntabas: «¿Sueño demasiado?». Una muy linda pregunta que me gustaría que respondiéramos juntos. Para vosotros, ¿Liridona sueña mucho?

Quisiera deciros: nunca se sueña demasiado. Uno de los principales problemas de la actualidad y de tantos jóvenes es que han perdido la capacidad de soñar. Ni mucho ni poco, no sueñan; y cuando una persona no sueña, cuando un joven no sueña, ese espacio es ocupado por el lamento y la resignación. «Esto lo dejamos para aquellos que siguen a la "diosa lamentación" [...]. Es un engaño: te hace tomar la senda equivocada. Cuando todo parece paralizado y estancado, cuando los problemas personales nos inquietan, los malestares sociales no encuentran las debidas respuestas, no es bueno darse por vencido» (Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 141). Por eso, querida Liridona, queridos amigos, nunca, pero nunca, se sueña mucho. Tratad de pensar en vuestros sueños más grandes, como el de Liridona —¿lo recordáis?—: dar esperanza a un mundo cansado, junto con los demás, cristianos y musulmanes. Sin lugar a dudas un sueño muy hermoso. Ella no pensó en cosas pequeñas, "rastreras" sino que soñó en grande.

Hace unos meses, con un amigo, el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb, también tuvimos un sueño muy parecido al tuyo que nos llevó a querer comprometernos y firmar juntos un documento que dice que la fe nos tiene que mover a los creyentes a ver en los otros a un hermano que debemos sostener y amar, y no dejarnos manipular por intereses mezquinos. No hay edad para soñar... Soñad, y soñad a lo grande.

Y eso me hace pensar en lo que nos decía Bozanka: que a vosotros los jóvenes os gustan las aventuras. Y me alegra que así sea, porque es la manera más hermosa de ser joven: vivir una aventura, una buena aventura. El joven no tiene miedo a hacer de su vida una buena aventura. Y os pregunto: ¿Qué aventura requiere más valor que ese sueño que nos compartió Liridona: e el de darle esperanza a un mundo cansado? El mundo está cansado, el mundo está dividido y parece que es rentable dividirlo y dividirnos aún más; con cuánta fuerza pueden resonar las palabras del Señor: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). ¿Qué adrenalina mayor que la de empeñarse todos los días, con dedicación, en ser artesanos de sueños, artesanos de esperanza? Los sueños nos ayudan a mantener viva la certeza de saber que otro mundo es posible y que estamos invitados a involucramos y formar parte de él con nuestro trabajo, con nuestro compromiso y acción.

En este país hay una hermosa tradición, la de los artesanos escultores, hábiles en tallar y trabajar la piedra. Es necesario ser como esos artistas y convertirnos en buenos escultores de los propios sueños. Un escultor toma la piedra en sus manos y lentamente comienza a darle forma y a transformarla, con dedicación y esfuerzo, y sobre todo con muchas ganas de ver cómo esa piedra, por la que nadie daría nada, se convierte en una hermosa obra de arte.

«Los sueños más bellos se conquistan con esperanza, paciencia y empeño, renunciando a las prisas. Al mismo tiempo, no hay que detenerse por inseguridad, no hay que tener miedo de apostar y de cometer errores. Sí hay que tener miedo a vivir paralizados, como muertos en vida, convertidos en seres que no viven porque no quieren arriesgar, porque no perseveran en sus empeños o porque tienen temor a equivocarse. Aun si te equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie tiene derecho a robarte la esperanza» (Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 142). No tengáis miedo de volveros artesanos de sueños y esperanza.

«Es cierto que los miembros de la Iglesia no tenemos que ser "bichos raros". Todos tienen que sentirnos hermanos y cercanos, como los Apóstoles, que "gozaban de la simpatía de todo el pueblo" (Hch 2,47; cf. 4,21.33; 5,13). Pero al mismo tiempo tenemos que atrevemos a ser distintos, a mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, a testimoniar la belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por la justicia y el bien común, del amor a los pobres, de la amistad social» (ibíd., 36).

Pensad en Madre Teresa. Cuando vivía aquí no se imaginaba cómo sería su vida, pero no dejó de soñar y de esforzarse por descubrir siempre el rostro de su gran amor, Jesús, en todos aquellos que estaban al borde del camino. Ella soñó a lo grande y por eso también amó a lo grande. Tenía los pies bien plantados aquí, en su tierra, pero no estaba con los brazos cruzados. Quería ser "un lápiz en las manos de Dios". Ese fue su sueño artesanal. Lo ofreció a Dios, creyó, sufrió, no renunció nunca. Y Dios comenzó a escribir páginas inéditas y asombrosas con ese lápiz (...).

Cada uno de vosotros, al igual que Madre Teresa, está llamado a trabajar con sus propias manos, a tomar la vida en serio, para hacer algo hermoso con ella. No permitamos que nos roben los sueños (cf. ibíd., 17), no nos perdamos la novedad que el Señor nos quiere regalar. Encontraréis muchos imprevistos, muchos... pero es importante que los afrontéis y busquéis con creatividad transformarlos en una oportunidad. Nunca solos, nadie puede pelear solo. Como lo compartieron Dragan y Marija: "Nuestra comunión nos da la fuerza para afrontar los desafíos de la sociedad
actual".

He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente, no se puede vivir la fe, los sueños sin comunidad, solo en su corazón o en casa, encerrado o aislado entre cuatro paredes, se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! Como hacéis hoy aquí, todos unidos, sin barreras. Por favor, soñad juntos, no solos; con los demás, nunca contra los demás. Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos (...).

Dragan y Marija nos decían lo difícil que resulta esto cuando todo parece aislarnos y privarnos de la oportunidad de encontrarnos. En los años que tengo —y no son pocos—, ¿sabéis cuál es la mejor lección que he visto y conocido a lo largo de mi vida? El "cara a cara". Hemos entrado en la era de las conexiones, pero poco sabemos de comunicaciones. Muy conectados y poco involucrados los unos con los otros. Porque involucrarse pide la vida, exige estar y compartir momentos buenos... y no tan buenos. En el Sínodo dedicado a los jóvenes, que tuvimos el año pasado, pudimos vivir la experiencia de encontrarnos cara a cara, jóvenes y no tan jóvenes, y escucharnos, soñar juntos, mirar hacia delante con esperanza y gratitud. Ese fue el mejor antídoto contra la desesperanza y la manipulación, contra la cultura de lo instantáneo y de los falsos profetas que sólo anuncian calamidades y destrucción: (...) escuchar y escucharnos. Y permitirme que os diga algo que llevo muy en el corazón, regalaros la oportunidad de compartir y disfrutar un buen "cara a cara" con todos, pero especialmente con vuestros abuelos, con los mayores de vuestra comunidad. Alguno quizás ya me lo ha escuchado decir, pero creo que es un antídoto contra todos aquellos que quieren encerraros en el presente, ahogándoos y asfixiándoos con presiones y exigencias de una supuesta felicidad, donde parece que el mundo se acaba y hay que hacerlo y vivirlo todo ya. Esto genera con el tiempo mucha ansiedad, insatisfacción y resignación. Para un corazón enfermo de resignación, ningún remedio es mejor que escuchar las vivencias de sus mayores.

Amigos, dedicad tiempo a vuestros ancianos, a vuestros mayores, escuchad sus largas narraciones, que a veces parecen fantasiosas, pero que, en realidad, están llenas de experiencias valiosas, de símbolos elocuentes y sabiduría oculta que hay que descubrir y valorar. Son narraciones que requieren tiempo (cf. Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 195). No olvidemos el dicho que un enano puede ver más lejos desde los hombros de un gigante. Así tendréis una visión como nunca la habíais tenido. Entrad en la sabiduría de vuestro pueblo, de vuestra gente, sin vergüenza ni complejos, y encontraréis una fuente de creatividad insospechada que lo llenará todo, os permitirá ver caminos donde otros ven murallas, posibilidades donde otros ven peligro, resurrección donde muchos sólo anuncian muerte (...).

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

07/05/2019-08:46
Rosa Die Alcolea

Macedonia del Norte: Transmitir la belleza de la "diversidad étnica" a las futuras generaciones

(ZENIT — 7 mayo 2019).- El Papa se ha referido a Macedonia del Norte, país natal de la Madre Teresa de Calcuta, como "un mosaico en el que cada tesela es necesaria para la originalidad y la belleza de todo el conjunto" y ha sugerido que esta "belleza que alcanzará su mayor esplendor en la medida en que logréis trasmitirla y sembrarla en el corazón de las nuevas generaciones", ha dicho a las autoridades políticas del país.

El Papa Francisco, primer pontífice que visita Macedonia del Norte, se ha encontrado con las Autoridades, los representantes de la Sociedad Civil, y los miembros del Cuerpo Diplomático en el Palacio Presidencial de Skopje, esta mañana, martes, 7 de mayo de 2019, tras la reunión en privado con el Presidente de Macedonia del Norte, Gjorge Ivanov, y el saludo al Primer Ministro, Zoran Zaev.

Como el jefe del Estado Vaticano acostumbra hacer en sus viajes apostólicos, Francisco ha dirigido un discurso a las autoridades políticas y civiles en uno de los salones del Palacio Presidencial.

En este 25 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se efectuaron pocos años después de la independencia obtenida en septiembre de 1991, el Pontífice ha asegurado que la Santa Sede, desde ese momento, "ha acompañado de cerca los pasos que el país ha dado para avanzar en el diálogo y la comprensión entre las Autoridades civiles y las confesiones religiosas".

 

Mosaico de diversidad

"Aquí, de hecho, tanto la pertenencia a diferentes confesiones religiosas", como son ortodoxos, musulmanes, católicos, hebreos y protestantes, y la "diversidad étnica" entre macedonios, albaneses, serbios, croatas y personas de otras procedencias, "ha dado lugar a un mosaico en el que cada tesela es necesaria para la originalidad y la belleza de todo el conjunto", ha descrito el Santo Padre. "Belleza que alcanzará su mayor esplendor en la medida en que logréis trasmitirla y sembrarla en el corazón de las nuevas generaciones".

Además, el Santo Padre ha valorado el "generoso esfuerzo" realizado por la República en "acoger y socorrer a un gran número de migrantes y refugiados provenientes de diferentes países de Oriente Medio".

Del mismo modo, Francisco ha destacado la figura de la santa albanesa, la Madre Teresa de Calcuta, nacida en un suburbio de Skopie en 1910 con el nombre Anjezé Gonxha Bojaxhiu y que "desarrolló su apostolado en India, con humildad y total donación de sí misma, y por medio de sus hermanas alcanzó los más diversos confines geográficos y existenciales", ha recordado.

"Con razón, estáis orgullosos de esta gran mujer", ha reconocido, y les ha exhortado a "continuar trabajando con determinación, dedicación y esperanza para que los hijos e hijas de esta tierra, siguiendo su ejemplo, puedan descubrir, alcanzar y madurar la vocación que Dios ha soñado para ellos".

***

 

Discurso del Papa Francisco

Señor Presidente,
Señor Primer Ministro,
Ilustres miembros del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco cordialmente al señor Presidente sus cordiales palabras de bienvenida y la amable invitación que, junto al señor Primer Ministro, me ha dirigido para visitar Macedonia del Norte.

Doy las gracias asimismo a los representantes de las distintas Comunidades religiosas que están aquí presentes. Saludo de corazón a la comunidad católica representada por el Obispo de Skopie y Eparca de la eparquía de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en Strumica-Skopie, que es parte activa e integrante de vuestra sociedad y participa plenamente de las alegrías, las preocupaciones y de la vida cotidiana de vuestro pueblo.

Es la primera vez que el Sucesor del Apóstol Pedro viene a la República de Macedonia del Norte, y me alegro de hacerlo en el 25 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, que se efectuaron pocos años después de la independencia obtenida en septiembre de 1991.

Vuestra tierra, puente entre oriente y occidente y punto de confluencia de numerosas corrientes culturales, aglutina muchas características peculiares de esta región. Con los testimonios elegantes de su pasado bizantino y otomano, con las audaces fortalezas entre los montes y los espléndidos iconostasios de vuestras antiguas iglesias, que revelan una presencia cristiana desde tiempos apostólicos, manifiesta la densidad y la riqueza de la milenaria cultura que la habita. Pero permitirme decir que esta riqueza cultural es sólo el espejo de vuestro más precioso y válido patrimonio: la composición multiétnica y multirreligiosa del rostro de vuestro pueblo, fruto de una historia rica y, por qué no, también compleja de relaciones entretejidas en el curso de los siglos.

Este conjunto de culturas y de pertenencias étnicas y religiosas dio lugar a una pacífica y duradera convivencia, en la que las distintas identidades han sabido y podido expresarse y desarrollarse sin negar, oprimir o discriminar a las otras. Estas han dado forma a un tejido de relaciones y de situaciones que, bajo este punto de vista, pueden serviros como ejemplo de referencia para una convivencia serena y fraterna, en la singularidad y el respeto recíproco.

Al mismo tiempo, estas características particulares tienen una significación relevante para el camino de una mayor integración con los países europeos. Deseo que tal integración se desarrolle positivamente en toda la región de los Balcanes occidentales, como también que se logre respetando siempre la diversidad y los derechos fundamentales.

Aquí, de hecho, tanto la pertenencia a diferentes confesiones religiosas, como son ortodoxos, musulmanes, católicos, hebreos y protestantes, y la diversidad étnica entre macedonios, albaneses, serbios, croatas y personas de otras procedencias, ha dado lugar a un mosaico en el que cada tesela es necesaria para la originalidad y la belleza de todo el conjunto. Belleza que alcanzará su mayor esplendor en la medida en que logréis trasmitirla y sembrarla en el corazón de las nuevas generaciones.

Todos los esfuerzos que se realicen, para que las distintas expresiones religiosas y las diferentes etnias encuentren un terreno de encuentro común en el respeto de la dignidad de cada persona humana y en la correspondiente garantía de las libertades fundamentales, nunca serán en vano; por el contrario, serán siembra necesaria para un futuro de paz y fecundidad.

Quisiera señalar, además, el generoso esfuerzo realizado por vuestra República —por parte de las Autoridades estatales y con la valiosa contribución de varias organizaciones internacionales, Cruz Roja, Cáritas y algunas ONG— en acoger y socorrer a un gran número de migrantes y refugiados provenientes de diferentes países de Oriente Medio. Ellos huían de la guerra o de condiciones de extrema pobreza, a menudo a causa de graves episodios bélicos, y en los años 2015 y 2016 atravesaron vuestras fronteras, en su mayor parte para dirigirse hacia el norte y oeste europeo, encontrando en vosotros un refugio valioso. La inmediata solidaridad ofrecida a los que se encontraban entonces en una grave necesidad, por haber perdido muchos seres queridos además de la casa, el trabajo y la patria, os honra y habla del alma de este pueblo que, habiendo conocido también las privaciones, reconoce la vía del verdadero desarrollo en la solidaridad y en el compartir los bienes. Ojalá que se aproveche esta cadena de solidaridad que caracterizó aquella emergencia, para mejorar cada obra de voluntariado que se pone al servicio de tantas formas de sufrimiento y necesidad.

Deseo también homenajear de forma especial a una ilustre conciudadana vuestra que, movida por el amor de Dios, ha hecho de la caridad hacia el prójimo la ley suprema de su existencia, suscitando admiración en todo el mundo e inaugurando un específico y radical modo de ponerse al servicio de los que están abandonados, de los descartados, de los más pobres. Me refiero evidentemente a la que en todo el mundo es conocida como Madre Teresa de Calcuta. Ella nació en un suburbio de Skopie en 1910 con el nombre Anjezé Gonxha Bojaxhiu y desarrolló su apostolado en India, con humildad y total donación de sí misma, y por medio de sus hermanas alcanzó los más diversos confines geográficos y existenciales. Estoy feliz de acercarme dentro de poco a rezar en el Memorial que le habéis dedicado, construido en el lugar donde antes se encontraba la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en la que fue bautizada.

Con razón, estáis orgullosos de esta gran mujer. Os exhorto a continuar trabajando con determinación, dedicación y esperanza para que los hijos e hijas de esta tierra, siguiendo su ejemplo, puedan descubrir, alcanzar y madurar la vocación que Dios ha soñado para ellos.

Señor Presidente:

La Santa Sede, después de que Macedonia del Norte obtuviera la independencia, ha acompañado de cerca los pasos que el país ha dado para avanzar en el diálogo y la comprensión entre las Autoridades civiles y las confesiones religiosas.

Hoy la Providencia me ofrece la posibilidad de manifestar personalmente mi cercanía y de expresar también mi gratitud por la visita que cada año vuestra delegación oficial realiza con ocasión de la fiesta de los santos Cirilo y Metodio. Os animo a seguir con confianza en el camino emprendido para hacer de vuestro país un faro de paz, de acogida y de integración fecunda entre culturas, religiones y pueblos. A partir de sus respectivas identidades y del dinamismo de su vida cultural y civil, podrán construir un destino común, abriéndose a las riquezas que cada una de ellas lleva consigo.

Que Dios proteja y bendiga a Macedonia del Norte, la conserve en la concordia y le conceda prosperidad y alegría.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

07/05/2019-19:37
Larissa 1. López

La importancia de la ternura — Encuentro con sacerdotes y religiosos en Skopje

(ZENIT — 7 mayo 2019).- El último acto del programa del Papa Francisco en su 29° viaje apostólico, en este 7 de mayo de 2019, ha sido el Encuentro con sacerdotes del rito bizantino y sus familias, con sacerdotes del rito latino y con religiosos y religiosas, celebrado en la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús de Skopje.

Al entrar la catedral, el Papa se ha parado a rezar ante el Sagrado Corazón. Después, ha recibido el saludo del Obispo de Skopje, Monseñor Kiro Stojanov.

Durante el acto, antes del discurso papal, tuvo lugar el testimonio de un sacerdote bizantino acompañado de su familia, de un sacerdote de rito latino y de una religiosa Eucaristina. El Papa se ha referido a todos ellos en sus palabras.

 

Dos pulmones

En primer lugar, el Pontífice ha agradecido el momento vivido de "ver a la Iglesia respirando plenamente con sus dos pulmones —rito latino y rito bizantino— para llenarse del aire siempre nuevo y renovador del Espíritu Santo. Dos pulmones necesarios, complementarios, que nos ayudan a gustar mejor la belleza del Señor" (Exhortación Apostólica Evangelii gaudium).

 

Hacer números

Aludiendo al testimonio de la religiosa, que hablaba de la escasez de cristianos en el país, el Papa recalcó la necesidad de no ceder "a cierto complejo de inferioridad". Además, hizo una analogía entre este pueblo y María "que, tomando una libra de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos", demostrando que contando con una escasa cantidad también puede impregnarse todo.

Con respecto a ello, también señaló que "Sólo es lícito 'hacer número' si esto nos permite ponernos en movimiento para volvernos solidarios, atentos, comprensivos y solícitos para tocar los cansancios y la precariedad en la que están sumergidos tantos hermanos nuestros y necesitados de una Unción que los levante y los cure en su esperanza". Si esto no es así, el contar solamente nos lleva a caer en "la tentación de mirarnos demasiado a nosotros mismos".

 

Carrerismo

En sus palabras, el sacerdote del rito católico, padre Davor, habló de la tentación del "carrerismo", esto es, el empeño por hacer carrera dentro de la jerarquía de la Iglesia. Ante ello, el Pontífice remarcó que, tal y como hizo este sacerdote, lo que salva de este "carrerismo" es "volver a la vocación primera, y salir a buscar al Señor resucitado allí donde se le podía encontrar. Dejando seguridades, saliste para caminar las calles, las plazas de esta ciudad, ahí sentiste cómo se renovaba tu vocación y tu vida; bajando a la vida cotidiana de tus hermanos para compartir y ungir con el perfume del Espíritu, tu corazón sacerdotal comenzó a latir de nuevo con mayor intensidad".

 

La primera llamada

El Papa ha improvisado unas palabras en este momento para subrayar esto último porque, ciertamente, cuando llegan las dificultades de los deberes apostólicos de los ministros se puede perder el deseo y la ilusión de seguir al Señor. Conviene entonces detenerse y regresar hacia atrás para retomar la memoria de "la primera llamada", que es la que salva.

 

Aroma evangélico

Después, el Obispo de Roma ha agradecido al padre Goce y su mujer, Gabriela, y a sus hijos Filip, Blagoj, Luca e Ivan, el haber contado "las alegrías y preocupaciones del ministerio y de la vida familiar. Así como el secreto para poder llevar adelante los momentos difíciles que habéis tenido que pasar. También ha señalado que su testimonio presente ese "'aroma evangélico' de las primeras comunidades".

 

La ternura

Más tarde, Francisco, de manera improvisada ha aludido la importancia de la ternura en la vida ministerial y religiosa porque "Existe el peligro de que cuando uno no vive en familia, cuando no hay necesidad de acariciar a sus propios hijos -como el Padre Goce —el corazón se vuelve un poco tosco". Esto supone también el riesgo de que el voto de celibato se convierta en un voto de soltería y "Cuánto mal puede hacer una religiosa o un sacerdote solterón", expresó el Papa.

Finalmente, el Sucesor de Pedro ha remitido a la ternura que le han inspirado hoy las hermanas de la Madre de Teresa de Calcuta, en su visita al Memorial de esta santa y ha instado a practicar dicha ternura "con la dulzura del Evangelio para acariciar las almas".

A continuación exponemos el discurso completo del Papa Francisco en este encuentro.

***

 

Queridos hermanos y hermanas:

Gracias por la oportunidad que me brindáis de poder encontraros. Vivo con especial gratitud este momento en que puedo ver a la Iglesia respirando plenamente con sus dos pulmones —rito latino y rito bizantino— para llenarse del aire siempre nuevo y renovador del Espíritu Santo. Dos pulmones necesarios, complementarios, que nos ayudan a gustar mejor la belleza del Señor (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 116). Demos gracias por la posibilidad de respirar juntos, a pleno pulmón, lo bueno que el Señor ha sido con nosotros.

Os agradezco vuestros testimonios, que quisiera retomar. Vosotros mencionabais el hecho de ser pocos y el riesgo de ceder a cierto complejo de inferioridad. Mientras os escuchaba, me venía a la mente la imagen de María que, tomando una libra de nardo puro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. El evangelista termina describiéndonos la escena diciendo: «La casa se llenó de la fragancia del perfume» (Jn 12,3). Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible.

En muchas situaciones sentimos la necesidad de hacer números: comenzamos a mirar cuantos somos... y somos pocos, después vemos la cantidad de casas y obras que hay que sostener... y son muchas... Podríamos seguir enumerando las múltiples realidades en las que experimentamos la precariedad de recursos que poseemos para llevar adelante el mandato misionero que nos fue confiado. Cuando esto sucede pareciera que el balance está siempre en "números rojos".

Es cierto, el Señor nos dijo: si quieres construir una torre, calcula los gastos «no sea que, una vez puestos los cimientos, no puedas acabar» (Lc 14,29). Pero el "hacer números" nos puede llevar a la tentación de mirarnos demasiado a nosotros mismos, y encorvados sobre nuestra realidad y miserias podemos terminar casi como los discípulos de Emaús, proclamando el kerigma con nuestros labios mientras nuestro corazón se encierra en un silencio marcado por una sutil frustración que le impide sentir a Aquel que camina a nuestro lado que es fuente de gozo y alegría.

Hermanos: "Hacer números" es necesario siempre que nos ayude a descubrir y a ponernos en contacto con tantas vidas y situaciones que a diario tienen dificultad para hacer cuadrar los números: familias que no pueden salir adelante, personas ancianas y solas, enfermos postrados en cama, jóvenes entristecidos y sin futuro, pobres que nos recuerdan lo que somos; una Iglesia de mendicantes necesitados de la misericordia del Señor. Sólo es lícito "hacer números" si esto nos permite ponernos en movimiento para volvernos solidarios, atentos, comprensivos y solícitos para tocar los cansancios y la precariedad en la que están sumergidos tantos hermanos nuestros y necesitados de una Unción que los levante y los cure en su esperanza. Sólo es lícito hacer números para decir con fuerza e implorar con nuestro pueblo: "Ven, Señor Jesús".

No quisiera abusar de su imagen, pero precisamente esta tierra ha sabido regalarle al mundo y a la Iglesia, en la Madre Teresa, un signo concreto de cómo la precariedad de una persona, ungida por el Señor, fue capaz de impregnarlo todo cuando el perfume de las bienaventuranzas se derramó sobre los pies cansados de nuestra humanidad. Cuántos encontraron calma gracias a la ternura de su mirada, se sintieron confortados con sus caricias, aliviados con su esperanza y alimentados con la valentía de su fe capaz de hacer sentir a los más olvidados que Dios no los olvidaba. La historia la escriben esas personas que no tienen miedo a gastar su vida por amor: cada vez que lo habéis hecho con el más pequeño de mis hermanos, a mí me lo habéis hecho (cf. Mt 25,40). Cuánta sabiduría revisten las palabras de santa Teresa Benedicta de la Cruz cuando afirmaba: «Seguramente, los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia. Y cuáles sean las almas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal, es algo que sólo sabremos el día en que todo lo oculto será revelado».

Es cierto, cultivamos muchas veces una imaginación sin límites pensando en que las cosas serían diferentes si fuéramos fuertes, potentes e influyentes. Pero, ¿no será que el secreto de nuestra fuerza, potencia, influencia e inclusive juventud está en otro lado y no en que "cuadren los números"? Os pregunto esto, porque me impactó el testimonio de Davor cuando nos contaba lo que marcó su corazón. Fuiste muy claro: lo que te salvó del carrerismo fue volver a la vocación primera, y salir a buscar al Señor resucitado allí donde se le podía encontrar. Dejando seguridades, saliste para caminar las calles, las plazas de esta ciudad, ahí sentiste cómo se renovaba tu vocación y tu vida; bajando a la vida cotidiana de tus hermanos para compartir y ungir con el perfume del Espíritu, tu corazón sacerdotal comenzó a latir de nuevo con mayor intensidad.

Te acercaste a ungir los pies cansados del Maestro, los pies cansados de personas concretas, allí donde se encontraban, y el Señor te estaba esperando para ungirte nuevamente en tu vocación (...). Muchas veces gastamos nuestras energías y recursos, nuestras reuniones, discusiones y programaciones en conservar enfoques, ritmos, encuadres, que no sólo no entusiasman a nadie, sino que son incapaces de aportar un poco de ese aroma evangélico que conforte y abra caminos de esperanza, privándonos de ese encuentro personal con los otros. Qué justas las palabras de Madre Teresa: «Lo que no me sirve, me pesa»2 . Dejemos todos los pesos que nos separan de la misión e impiden que el perfume de la misericordia llegue al rostro de nuestros hermanos. Tan sólo una libra de nardo fue capaz de impregnarlo todo y dejar una huella inconfundible.

No nos privemos de lo mejor de nuestra misión, no apaguemos los latidos del espíritu.

Os agradezco, padre Goce y Gabriela, y a vuestros hijos Filip, Blagoj, Luca e Ivan, que hayáis compartido con nosotros las alegrías y preocupaciones del ministerio y de la vida familiar. Así como el secreto para poder llevar adelante los momentos difíciles que habéis tenido que pasar.

Vuestro testimonio tiene ese "aroma evangélico" de las primeras comunidades.

Recordemos «el Nuevo Testamento cuando se habla de "la iglesia que se reúne en la casa" (cf. 1 Co 16,19; Rm 16,5; Col 4,15; Flm 2). El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa. Es inolvidable la escena pintada en el Apocalipsis: "Estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y me abre la puerta, yo entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo" (3,20). Así se delinea una casa que lleva en su interior la presencia de Dios, la oración común y por lo tanto la bendición del Señor» (Exhort. apost. postsin. Amoris laetitia, 15). Así testimonian vivamente cómo «la fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él» (ibíd., 181). No desde lo que nos gustaría que fuese, no como "perfectos" o inmaculados, sino en la precariedad de nuestras vidas, de nuestras familias ungidas todos los días en la confianza del amor incondicional que Dios nos tiene. Confianza que nos lleva, como bien nos lo recordaste, padre Goce, a desarrollar unas dimensiones tan importantes como olvidadas en una sociedad consumida por las relaciones frenéticas y superficiales: las dimensiones de la ternura, la paciencia y la compasión hacia los otros (...).

Me gusta siempre pensar en cada familia como «icono de la familia de Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas, como cuando tuvo que sufrir la incomprensible violencia de Herodes, experiencia que se repite trágicamente todavía hoy en tantas familias de prófugos miserables y hambrientos»; son capaces, por medio de la fe amasada en esas luchas cotidianas, de «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 286).

Gracias por transparentar el rostro hogareño del Dios con nosotros que no deja de sorprendernos entre las ollas.

Queridos hermanos: Nuevamente gracias por esta oportunidad eclesial de respirar a pleno pulmón, pidámosle al Espíritu que no deje de renovarnos en la misión con la confianza de saber que él quiere impregnarlo todo con su presencia.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

07/05/2019-11:48
Rosa Die Alcolea

Macedonia del Norte: "Santa Madre Teresa, ruega por esta ciudad, por este pueblo, por su Iglesia"

(ZENIT – 7 mayo 2019).- El Papa Francisco ha rezado una oración a la santa Madre Teresa de Calcuta, frente a la casa donde nació y vivió durante sus primeros años de vida, en Skopje, capital de Macedonia del Norte, este martes, 7 de mayo de 2019.

El Santo Padre ha dedicado unos minutos de oración en silencio frente a la estatua construida en memoria a la santa albanesa y ha visitado la iglesia del Sagrado Corazón, donde ella fue bautizada.

Asimismo, se ha encontrado con dos primos de Ganxhe Agnes Bojaxhiu, y con un centenar de personas atendidas por las Hermanas Misioneras de la Caridad, presentes en el acto.

A continuación, ofrecemos la oración que el Papa ha dedicado a la santa.

***

 

Oración en honor de la Madre Teresa de Calcuta

Dios, Padre de misericordia y de todo bien,
te damos gracias por el don de la vida
y el carisma de la santa Madre Teresa.

En tu gran providencia, la has llamado
a dar testimonio de tu amor
entre los más pobres de la India y del mundo.

Ella supo hacer el bien a los más necesitados,
puesto que reconoció en cada hombre y mujer
el rostro de tu Hijo.

Dócil a tu Espíritu,
ha sido la voz orante de los pobres
y de todos aquellos
que tienen hambre y sed de justicia.

Acogiendo el grito de Jesús en la cruz,
«tengo sed»,
Madre Teresa ha calmado
la sed de Jesús en la cruz,
cumpliendo las obras del amor misericordioso.

Te pedimos, santa Madre Teresa,
madre de los pobres,
tu especial intercesión y ayuda,
aquí, en la ciudad de tu nacimiento,
donde estaba tu casa.

Aquí recibiste el don del nuevo nacimiento
en los sacramentos de la iniciación cristiana.

Aquí escuchaste las primeras palabras de la fe
en tu familia y en la comunidad de los fieles.

Aquí comenzaste a ver
y a conocer a los necesitados,
a los pobres y a los pequeños.

Aquí aprendiste de tus padres a amar
a los más necesitados y a ayudarlos.

Aquí, en el silencio de la iglesia,
escuchaste la llamada de Jesús a seguirlo,
como religiosa, en las misiones.

Desde aquí te pedimos: intercede ante Jesús
para que también nosotros obtengamos la gracia
de estar vigilantes y atentos al grito de los pobres,
de aquellos que están privados de sus derechos,
de los enfermos, de los marginados, de los últimos.

Que Él nos conceda la gracia de verlo
en los ojos de quien nos mira
porque necesita de nosotros.

Que nos dé un corazón que sepa amar a Dios
presente en cada hombre y mujer,
y que sepa reconocerlo en aquellos
que están afligidos por el sufrimiento y la injusticia.

Que nos conceda la gracia de ser también nosotros
signo de amor y esperanza en nuestro tiempo,
en el que hay tantos necesitados, abandonados,
marginados y emigrantes.

Que haga que nuestro amor no sea sólo de palabra,
sino que sea eficaz y verdadero,
para que podamos dar
testimonio creíble de la Iglesia,
que tiene el deber
de predicar el Evangelio a los pobres,
la liberación a los prisioneros, la alegría a los tristes,
la gracia de la salvación a todos.

Santa Madre Teresa, ruega por esta ciudad,
por este pueblo, por su Iglesia
y por todos los que quieren seguir a Cristo,
Buen Pastor, como discípulos suyos,
realizando obras de justicia, de amor,
de misericordia, de paz y de servicio,
como Él que vino no para ser servido
sino para servir y dar la vida por muchos,
Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

07/05/2019-16:08
Rosa Die Alcolea

Macedonia del Norte: El Papa dialoga con el Presidente de la República

(ZENIT – 7 mayo 2019).- En Macedonia del Norte, el Papa Francisco se ha encontrado con el Presidente de la República, Gjorge Ivanov, quien le recibió en el aeropuerto a primera hora de la mañana, junto a unas niñas vestidas con trajes típicos, de los colores de la bandera, rojo y amarillo, para darle la bienvenida al país, independiente desde 1991.

Después de los honores militares, el Presidente y el Primer Ministro, Zoran Zaev, acompañaron al Pontífice al automóvil que lo trasladó al Palacio Presidencial, donde llegó a las 9 horas, este martes, 7 de mayo de 2019, último día de su viaje apostólico a Bulgaria y Macedonia del Norte.

Frente al Palacio, se celebró un acto solemne de recibimiento al Santo Padre, se procedió a la ejecución de los himnos, los honores militares y la presentación de las delegaciones, el Presidente acompañó al Papa al interior del palacio donde posaron para la foto oficial. Luego fueron juntos al segundo piso, en la sala donde tuvo lugar el encuentro privado.

Acabado el encuentro y tras la presentación de la familia presidencial y el intercambio de regalos, el Santo Padre se reunió en privado con el Primer Ministro, el Sr. Zoran Zaev, que sucesivamente le presentó a su familia y lo acompañó al primer piso del Palacio donde se desarrolló el encuentro del Papa con las Autoridades.

Durante el intercambio de donaciones, el Papa ofreció al presidente Ivanov una pintura de la Madre Teresa, realizada con la tipografía del Vaticano. Este retrato, explica una declaración de la Santa Sede, se hizo para recaudar fondos para las actividades caritativas de la Madre Teresa, por el pintor alemán Moede Jansen, quien legó parte de sus obras a la Biblioteca del Vaticano.

 

 

 

 

07/05/2019-13:13
Larissa 1. López

"Para tener la mirada de Dios, necesitamos de los demás" — Discurso a los católicos de Bulgaria

(ZENIT — 7 mayo 2019).- "Para tener la mirada de Dios, necesitamos de los demás" , insistió el Papa Francisco en el Encuentro con la Comunidad Católica celebrado en la ciudad búlgara de Rakovsky, refiriéndose a la necesidad que los miembros de la Iglesia tenemos de nuestras comunidades, de las parroquias.

Ayer, 6 de mayo de 2019, el Papa Francisco dirigió un discurso a los católicos presentes en el encuentro celebrado en la iglesia de San Miguel Arcángel.

 

Ver con ojos de fe y amor

En primer lugar, el Papa señaló que Monseñor Iovcev, Obispo de Sofía, le había pedido que les ayudara a ver con ojos de fe y de amor”.

Con respecto a este tema, Francisco destacó que son los hombres y mujeres de Dios los que reconocen que existen sufrimientos e injusticias en la vida, pero no se quedan inmóviles: “se animan a dar el primer paso —esto es importante: dar el primer paso— y buscan creativamente ponerse en la primera línea, testimoniando que el Amor no está muerto, sino que ha vencido todos los obstáculos”. Y se la juegan porque Dios hizo lo mismo, poniendo “su carne en juego para que nadie pueda sentirse solo o abandonado. Y esta es la belleza de nuestra fe: Dios se la juega haciéndose uno de nosotros”, añadió.

 

El amor “primerea”

El Papa contó la anécdota de que, en la entrada a la iglesia, había confundido a los voluntarios de Cáritas con los bomberos, porque iban todos de rojo. Ha continuado hablando sobre su visita al Campo de Refugiados de Vrazhdebna esa misma mañana, en el que colabora también Cáritas y ha compartido que le ha agradado el mensaje de que ese lugar “nace de la conciencia de que toda persona es hija de Dios, independientemente de su etnia o confesión religiosa”. Y es que, prosiguió el Papa, “Para amar a alguien no hay necesidad de exigir o pedirle un curriculum vitae; el amor “primerea”, va siempre por delante, se adelanta. ¿Por qué? Porque el amor es gratuito. En este centro de Cáritas son muchos los cristianos que aprendieron a ver con los mismos ojos del Señor, que no se detiene en adjetivos, sino que busca y espera a cada uno con ojos de Padre”.

 

La cultura del adjetivo

A este respecto, el Santo Padre ha pedido que estemos alerta porque nos encontramos en la “cultura del adjetivo”, en la que nos dedicamos a poner etiquetas a las personas. Esto es algo que Dios no quiere porque cada individuo, “es imagen de Dios”. El Obispo de Roma relacionó este poner adjetivos con el chismorreo y propone contra él “pasar a la cultura del sustantivo”.

Esto es, ver con los ojos de la fe, “no ir por la vida poniendo etiquetas, clasificando qué persona es digna o no de amor, sino tratar de crear las condiciones para que toda persona pueda sentirse amada, especialmente aquellas que se sienten olvidadas de Dios porque son olvidadas de sus hermanos”. Así ocurre en el campo de refugiados de Vrazhdebna.

 

Talleres de esperanza

El Papa ha añadido que el que ama no pierde tiempo en lamentarse y que el pesimismo no es buena compañía. Juan XXIII decía que no conocía ningún pesimista “que haya terminado algo bueno”, por eso Francisco pone como ejemplo a Dios, al que define como “un optimista incorregible. Siempre busca pensar bien de nosotros, de llevarnos adelante, de apostar por nosotros” y propone que las comunidades católicas sean “talleres de la esperanza”, llenos de optimistas que generen dicha virtud.

 

La parroquia, casa de casas

El Pontífice ha hecho hincapié en que para tener la mirada en Dios necesitamos a los demás y, como describieron el matrimonio de Mitko y Miroslava durante su testimonio, la parroquia debe ser nuestra segunda casa. Una “parroquia optimista”, describe Francisco que “se transforma en una casa en medio de todas las casas y es capaz de hacer presente al Señor (…)”.

 

Hacer las paces siempre

Asimismo, con respecto a los matrimonios, el Francisco ha resaltado que, como reveló el joven matrimonio búlgaro, es bueno seguir la máxima de “Nunca ir a la cama enfadados, ni siquiera una noche”. A pesar de las pruebas, las parejas deben “velar para que la rabia, el rencor o la amargura nunca se apoderen del corazón. Y en eso nos tenemos que ayudar, cuidarnos unos a otros para que no se apague la llama que el Espíritu derramó en nuestro corazón”.

 

Importancia de la comunidad

El Santo Padre ha destacado la importancia del vínculo entre el Pueblo de Dios y los consagrados, sacerdotes, religiosos y religiosas: “El Pueblo de Dios agradece a su pastor y el pastor reconoce que aprende a ser creyente —atención a esto: aprende a ser creyente— con la ayuda de su pueblo, de su familia y en medio de ellos”.  Y ha añadido: “El Pueblo de Dios es una comunidad viva que sostiene, acompaña, complementa y enriquece. Nunca separados, sino juntos, cada uno aprende a ser signo y bendición de Dios para los demás. El sacerdote sin su pueblo pierde identidad y el pueblo sin sus pastores puede fragmentarse”.

 

Iglesia como madre

Según el sucesor de Pedro, en la unión entre todos sus miembros se aprende a ser “una Iglesia-hogar-comunidad que acoge, escucha, acompaña, se preocupa de los demás revelando su verdadero rostro, que es rostro de madre”. Y agregó que como Iglesia-madre, la Iglesia responde como las “mamás”, con el corazón y que “Es la madre que nos toma como somos, con nuestras dificultades, con nuestros pecados también. Es madre, sabe siempre arreglar las cosas. ¿No os parece que es hermoso tener una madre así?”.

El Pontífice previene para nunca alejarse de la Iglesia, porque si nos alejamos de ella perdemos esta concepción maternal que llevamos en el corazón y, poco a poco, se convierte en la de una madrastra.

 

La llave está fuera

Francisco expresó igualmente que la Iglesia es una casa de puertas abiertas porque es madre. Y explicó una anécdota sobre un sacerdote que, sintiéndose pecador, pedía a la Virgen que, por si acaso, dejara siempre fuera la llave de la puerta de la Iglesia. Ante ello, el Papa ha subrayado que “María y la Iglesia nunca cierran por dentro. Siempre, si cierran la puerta, la llave está fuera: tú puedes abrir. Y esta es nuestra esperanza. La esperanza de la reconciliación”.

 

Ser una casa de puertas abiertas

El Obispo de Roma también les ha puesto una tarea los católicos búlgaros, un “trabajillo”, en palabras suyas. Tal y como hicieron los santo Cirilo y Metodio, que tradujeron la Biblia al búlgaro para que nadie se quedase excluid de leer la Palabra de Dios, el Papa pide a los católicos “Ser una casa de puertas abiertas”. Esto supone ser audaces y creativos para ver cómo se puede trasladar a las generaciones más jóvenes el amor de Dios: “Esto nos pide una mayor imaginación en nuestras acciones pastorales para buscar la manera de llegar a su corazón, conocer sus búsquedas y alentar sus sueños como comunidad-hogar que sostiene, acompaña e invita a mirar el futuro con esperanza. Una tentación grande que enfrentan las nuevas generaciones es la falta de raíces, de raíces que los sostengan y esto los lleva al desarraigo y a una gran soledad”.

 

Los jóvenes y los ancianos

Con respecto a la pérdida de las raíces de los jóvenes, el Papa ha recordado que hay dos grupos de personas que sufren mucho: los jóvenes y los ancianos, que deben encontrarse mutuamente. Los ancianos, indicó el Papa, “son las raíces de nuestra sociedad, no podemos mandarlos fuera de nuestra comunidad, son la memoria viva de nuestra fe. Los jóvenes tienen necesidad de raíces, de memoria. Hagamos que se comuniquen entre ellos, sin miedo”.

Francisco, señaló también que “Cuando los jóvenes se encuentran con los ancianos y los ancianos con los jóvenes, los ancianos empiezan a revivir, vuelven a soñar y los jóvenes reciben ánimo de los ancianos, van adelante y empiezan a hacer eso que es tan importante en su vida, es decir, frecuentar el futuro, pero esto solo se puede hacer si tienen las raíces de los viejos”.

 

Desafíos para el futuro

El Papa ha definido esta unión de la juventud y los más mayores como uno de los desafíos para el futuro de la comunidad búlgara. Dicho futuro, “está en vuestras manos”, espetó: “No os canséis de ser una Iglesia que siga engendrando, en medio de las contradicciones, dolores y también tanta pobreza, pero es la Iglesia Madre que continuamente hace hijos, engendra a los hijos que esta tierra necesita hoy en los inicios del s. XXI, teniendo un oído en el Evangelio y el otro en el corazón de vuestro pueblo”.

Finalmente, el Pontífice ha dado las gracias a los presentes por el encuentro y les ha ofrecido una bendición, deseando que fuera “una caricia del Señor”, como también deseó Juan XXIII en aquella bendición que dio a la luz de la luna.

A continuación, se expone el discurso completo del Papa Francisco.

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Queridos hermanos y hermanas:

Buenas tardes. Os agradezco vuestra calurosa acogida, vuestras danzas y testimonios. Me dicen que la traducción estará en las pantallas. Está bien así.

Mons. Iovcev me ha pedido que os ayude —en esta alegría de poder encontrar al santo Pueblo de Dios con sus mil rostros y carismas—, que os ayude a “ver con ojos de fe y de amor”. Ante todo, quisiera agradeceros porque me habéis ayudado a ver mejor y a comprender un poco más por qué esta tierra fue tan querida y significativa para Juan XXIII, donde el Señor iba preparando lo que sería un paso importante en nuestro caminar eclesial. Entre vosotros surgió una fuerte amistad con los hermanos ortodoxos que lo impulsó por un camino capaz de generar la tan ansiada y frágil fraternidad entre las personas y las comunidades.

Ver con los ojos de la fe. Quiero recordar las palabras del “Papa bueno”, que supo sintonizar su corazón con el del Señor de tal manera que decía que no estaba de acuerdo con aquellos que sólo veían el mal a su alrededor y los llamó profetas de calamidades. Para él, había que confiar en la Providencia, que nos acompaña continuamente y, en medio de las adversidades, es capaz de darle cumplimiento a planes superiores e inesperados (cf. Discurso de apertura del Concilio Vaticano II, 11 octubre 1962).

Los hombres de Dios son quienes han aprendido a mirar, confiar, descubrir y dejarse guiar por la fuerza de la resurrección. Reconocen, sí, que existen momentos o situaciones dolorosas y especialmente injustas, pero no se quedan de brazos cruzados, acobardados o, lo que sería peor, creando ambientes de incredulidad, de malestar o desazón, ya que eso sólo termina por enfermar el alma, dañar la esperanza e impedir toda posible solución. Los hombres y mujeres de Dios son los que se animan a dar el primer paso —esto es importante: dar el primer paso— y buscan creativamente ponerse en la primera línea, testimoniando que el Amor no está muerto, sino que ha vencido todos los obstáculos. Los hombres y las mujeres de Dios se la juegan, porque aprenden que, en Jesús, Dios mismo se la ha jugado. Puso su carne en juego para que nadie pueda sentirse solo o abandonado. Y esta es la belleza de nuestra fe: Dios se la juega haciéndose uno de nosotros.

En este sentido, quiero compartir con vosotros una experiencia reciente. Esta mañana, en el Campo de Refugiados de Vrazhdebna, tuve la alegría de reunirme con refugiados y personas acogidas de varios países del mundo que buscan un contexto de vida mejor que el que dejaron, y también he encontrado a los voluntarios de Cáritas [Aplauso a los voluntarios de Cáritas, que se ponen en pie, todos con la camiseta roja]. Cuando he entrado aquí y he visto a los voluntarios de Cáritas, he preguntado quiénes eran, porque pensaba que eran los bomberos. ¡Vestidos tan rojos! Allí [en el Centro de Vrazhdebna] me dijeron que el corazón del Centro —de este Campo de refugiados— nace de la conciencia de que toda persona es hija de Dios, independientemente de su etnia o confesión religiosa. Para amar a alguien no hay necesidad de exigir o pedirle un curriculum vitae; el amor “primerea”, va siempre por delante, se adelanta. ¿Por qué? Porque el amor es gratuito. En este centro de Cáritas son muchos los cristianos que aprendieron a ver con los mismos ojos del Señor, que no se detiene en adjetivos, sino que busca y espera a cada uno con ojos de Padre. ¿Sabéis una cosa? Tenemos que estar atentos. Hemos caído en la cultura del adjetivo: “esta persona es esto, esta persona es esto, esta persona es esto…”. Y Dios no quiere eso. Es una persona, es imagen de Dios. Nada de adjetivos. Dejemos que Dios ponga los adjetivos; nosotros pongamos el amor, en cada persona. Así, esto sirve también para el chismorreo. Con qué facilidad se da entre nosotros el chismorreo. “Ah, este es eso, este hace esto…”. Siempre “adjetivamos” a la gente. Yo nos estoy hablando de vosotros, porque sé que aquí no hay chismorreo, pero pensemos en el lugar donde se dicen chismes. Esto es el adjetivo: adjetivar a la gente. Tenemos que pasar de la cultura del adjetivo a la realidad del sustantivo. Ver con los ojos de la fe es la invitación a no ir por la vida poniendo etiquetas, clasificando qué persona es digna o no de amor, sino tratar de crear las condiciones para que toda persona pueda sentirse amada, especialmente aquellas que se sienten olvidadas de Dios porque son olvidadas de sus hermanos. Hermanos y hermanas, quien ama no pierde el tiempo en lamentarse, sino que siempre ve lo que puede hacer en concreto. En este centro habéis aprendido a ver los problemas, a reconocerlos, a mirarlos de frente, os dejáis interpelar y buscáis discernir con los ojos del Señor. Como dijo el papa Juan: «No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno». Los pesimistas no hagan nunca nada bueno. Los pesimistas arruinan todo. Cuando pienso en el pesimista, me viene a la mente una buena tarta: ¿Qué hace el pesimista? Hecha vinagre sobre la tarta, lo arruina todo. Los pesimistas lo arruinan todo. En cambio el amor abre las puertas, ¡siempre! Papa Juan tenía razón: «No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno». El Señor es el primero en no ser pesimista y continuamente está buscando abrir caminos de Resurrección para todos nosotros. El Señor es un optimista incorregible. Siempre busca pensar bien de nosotros, de llevarnos adelante, de apostar por nosotros. Qué lindas son nuestras comunidades cuando se convierten en talleres de esperanza. El optimista es un hombre o una mujer que crea esperanza en la comunidad.

Pero para tener la mirada de Dios, necesitamos de los demás, necesitamos que nos enseñen a mirar y a sentir cómo mira y siente Jesús; que nuestro corazón pueda palpitar con sus mismos sentimientos. Por eso me gustó cuando Mitko y Miroslava, con su pequeño angelito Bilyana, nos decían que para ellos la parroquia fue siempre su segunda casa. Lugar donde siempre encuentran, mediante la oración común y la ayuda de las personas queridas, la fuerza para seguir adelante. Una parroquia optimista, que ayuda a seguir adelante.

Así, la parroquia se transforma en una casa en medio de todas las casas y es capaz de hacer presente al Señor allí donde cada familia, cada persona busca cotidianamente ganarse el pan. Allí, en el cruce de los caminos, está el Señor, que no quiso salvarnos por decreto, sino que entró y quiere entrar en lo más recóndito de nuestros hogares y decirnos, como dijo a sus discípulos: «¡La paz esté con vosotros!». Es hermoso el saludo del Señor: «¡La paz esté con vosotros!». Donde hay tempestad, donde hay oscuridad, donde hay duda, donde hay angustia, el Señor dice: «¡La paz esté con vosotros!». Y no solo lo dice: hace la paz.

Me alegra saber que os parece acertada esa “máxima” que me gusta compartir con los matrimonios: «Nunca ir a la cama enfadados, ni siquiera una noche» —y, por lo que veo, con vosotros funciona—. Es una máxima que puede servir también para todos los cristianos. A mí me gusta decir a las parejas que no discutan, pero si discuten, no hay problema, porque es normal enfadarse. Es normal. Y a veces discutir un poco fuerte —alguna vez vuelan los platos—, pero no hay problema: enfadarse con la condición de hacer las paces antes de que acabe el día. Nunca terminar el día en guerra. A todos vosotros, esposos: nunca terminar el día en guerra. Y, ¿sabéis por qué? Porque la “guerra fría” del día después es muy peligrosa. “Y, Padre, ¿cómo se puede hacer la paz? ¿Dónde puedo aprender los discursos para hacer la paz?” Haz así [hace el gesto de una caricia]: un gesto y está hecha la paz. Solamente un gesto de amor. ¿Entendido? Esto para las parejas. Es cierto que, como vosotros también habéis contado, uno pasa por distintas pruebas, por eso es necesario velar para que la rabia, el rencor o la amargura nunca se apoderen del corazón. Y en eso nos tenemos que ayudar, cuidarnos unos a otros para que no se apague la llama que el Espíritu derramó en nuestro corazón.

Vosotros reconocéis y agradecéis que vuestros sacerdotes y religiosas se ocupen de vosotros. ¡Son buenos! Un aplauso para ellos. Pero cuando os escuchaba me llamó la atención ese sacerdote que compartía, no lo bien que lo ha hecho en estos años de ministerio, sino que ha hablado de las personas que Dios ha puesto a su lado para ayudarlo a ser un buen ministro de Dios. Y estas personas sois vosotros.

El Pueblo de Dios agradece a su pastor y el pastor reconoce que aprende a ser creyente —atención a esto: aprende a ser creyente— con la ayuda de su pueblo, de su familia y en medio de ellos. Cuando un sacerdote o una persona consagrada, también un obispo como yo, se aleja del Pueblo de Dios, el corazón se enfría y pierde esa capacidad de creer como el Pueblo de Dios. Por esto me gusta esta afirmación: el Pueblo de Dios ayuda a los consagrados —ya sean sacerdotes, obispos o religiosas— a ser creyentes. El Pueblo de Dios es una comunidad viva que sostiene, acompaña, complementa y enriquece. Nunca separados, sino juntos, cada uno aprende a ser signo y bendición de Dios para los demás. El sacerdote sin su pueblo pierde identidad y el pueblo sin sus pastores puede fragmentarse. La unidad del pastor que sostiene y lucha por su pueblo, y el pueblo que sostiene y lucha por su pastor. ¡Esto es grande! Cada uno dedica su vida a los demás. Nadie puede vivir para sí, vivimos para los demás. Y esto lo decía san Pablo en una de sus cartas: “Nadie vive para sí”. “Padre, yo conozco una persona que vive para sí”. ¿Y esa persona es feliz? ¿Es capaz de dar su vida a los demás? ¿Es capaz de sonreír? Son las personas egoístas. Es el pueblo sacerdotal el que, junto al sacerdote, puede decir: «Este es mi cuerpo que se entrega por vosotros». Este es el Pueblo de Dios unido al sacerdote. Así aprendemos a ser una Iglesia-hogar-comunidad que acoge, escucha, acompaña, se preocupa de los demás revelando su verdadero rostro, que es rostro de madre. La Iglesia es madre. Iglesia-madre que vive y hace suyo el problema de los hijos, no ofreciendo respuestas pre confeccionadas. No. Las mamás, cuando tienen que responder a la realidad de los hijos, dicen lo que les viene a la mente en ese momento. Las mamás no tienen respuestas pre confeccionadas: responden con el corazón, con el corazón de madre. Así la Iglesia, esta Iglesia que está hecha por todos nosotros, pueblo y sacerdotes juntos, obispos, consagrados, todos juntos, busca juntos caminos de vida, caminos de reconciliación; busca hacer presente el Reino de Dios. Iglesia-hogar-comunidad que afronta las cuestiones importantes de la vida, que a menudo son grandes madejas de hilo, y antes de desenredarlas las hace suyas, las acoge en sus manos y las ama. Así hace una madre: cuando ve a un hijo o a una hija que está “anudado” en tantas dificultades, no lo condena: toma esa dificultad, esos nudos en sus manos, los hace suyos y los resuelve. Así es nuestra Madre Iglesia. Así debemos de mirarla. Es la madre que nos toma como somos, con nuestras dificultades, con nuestros pecados también. Es madre, sabe siempre arreglar las cosas. ¿No os parece que es hermoso tener una madre así? Nunca alejaros, nunca alejarse de la Iglesia. Y si tú te alejas, perderás la memoria de la maternidad de la Iglesia; comenzarás a pensar mal de tu Madre Iglesia, y cuanto más lejos vayas, esa imagen de madre más se convertirá en una imagen de madrastra. Pero la madrastra está dentro de tu corazón. La Iglesia es madre.

Un hogar entre los hogares —esta es la Iglesia—, abierto, como nos decía la hermana, para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor y a aquellos que Él ama con predilección. Una casa de puertas abiertas. La Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre. Me impactó mucho una cosa que escribió un gran sacerdote. Él era un poeta y amaba mucho a la Virgen. Era también un sacerdote pecador, él sabía que era pecador, pero iba a la Virgen y lloraba delante de la Virgen. Una vez escribió una poesía, pidiendo perdón a la Virgen y haciendo el propósito de no alejarse nunca de la Iglesia. Escribió así: “Esta noche, Señora, la promesa es sincera. Pero, por lo que pueda pasar, no te olvides de dejar fuera la llave de la puerta”. María y la Iglesia nunca cierran por dentro. Siempre, si cierran la puerta, la llave está fuera: tú puedes abrir. Y esta es nuestra esperanza. La esperanza de la reconciliación. “Padre, usted dice que la Iglesia y la Virgen son una casa con las puertas abiertas, pero si usted supiera, padre, las cosas feas que he hecho en la vida: para mí las puertas de la Iglesia, también las puertas de la corazón de la Virgen, están cerradas” — “Tienes razón, están cerradas, pero acércate, mira bien y encontrarás la llave en la parte de fuera. Haz así, abre y entra. No debes de llamar al timbre. Abre con esa llave allí”. Y esto vale para toda la vida.

En este sentido, tengo un “trabajito” para vosotros. Vosotros sois hijos en la fe de dos grandes testigos que fueron capaces de testimoniar con su vida el amor del Señor en estas tierras. Los hermanos Cirilo y Metodio, hombres santos y visionarios, tuvieron la certeza de que la manera más auténtica para hablar con Dios era hacerlo en la propia lengua. Eso les dio la audacia de animarse a traducir la Biblia para que nadie pudiera quedar privado de la Palabra que da vida.

Ser una casa de puertas abiertas, siguiendo las huellas de Cirilo y Metodio, implica también hoy animarse a ser audaces y creativos para preguntarse cómo se puede traducir de manera concreta a las generaciones más jóvenes el amor que Dios nos tiene. Tenemos que ser audaces, valerosos. Sabemos y experimentamos que «los jóvenes, en las estructuras habituales, muchas veces no encuentran respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas» (Exhort. apost. postsin. Christus vivit, 202). Esto nos pide una mayor imaginación en nuestras acciones pastorales para buscar la manera de llegar a su corazón, conocer sus búsquedas y alentar sus sueños como comunidad-hogar que sostiene, acompaña e invita a mirar el futuro con esperanza. Una tentación grande que enfrentan las nuevas generaciones es la falta de raíces, de raíces que los sostengan y esto los lleva al desarraigo y a una gran soledad. Nuestros jóvenes, cuando se sienten llamados a desplegar todo el potencial que poseen, muchas veces quedan a mitad de camino por las frustraciones o las desilusiones que experimentan, ya que no poseen raíces donde apoyarse para mirar adelante (cf. ibíd., 179-186). Y eso aumenta cuando se ven obligados a dejar su tierra, su patria, su hogar.

Quisiera subrayar lo que he dicho sobre los jóvenes, que tantas veces pierden las raíces. Hoy, en el mundo, hay dos grupos de personas que sufren mucho: los jóvenes y los anciano. Tenemos que hacer que se encuentren. Los ancianos son las raíces de nuestra sociedad, no podemos mandarlos fuera de nuestra comunidad, son la memoria viva de nuestra fe. Los jóvenes tienen necesidad de raíces, de memoria. Hagamos que se comuniquen entre ellos, sin miedo. Hay una hermosa profecía del profeta Joel: “Vuestros ancianos soñarán y vuestros jóvenes profetizarán” (3,1). Cuando los jóvenes se encuentran con los ancianos y los ancianos con los jóvenes, los ancianos empiezan a revivir, vuelven a soñar y los jóvenes reciben ánimo de los ancianos, van adelante y empiezan a hacer eso que es tan importante en su vida, es decir, frecuentar el futuro, pero esto solo se puede hacer si tienen las raíces de los viejos. Cuando estaba llegando aquí a la parroquia, en las calles había tantos ancianos, tantos viejecitos y viejecitas. Sonreían… Tienen un tesoro dentro. Y había tantos jóvenes que también saludaban y sonreían. ¡Que se encuentren! Que los ancianos den a los jóvenes esta capacidad esta capacidad de profetizar, es decir de frecuentar el futuro. Estos son los desafíos de hoy. Y no tengamos miedo a asumir nuevos desafíos siempre que busquemos por todos los medios que nuestro pueblo no sea privado de la luz y el consuelo que nace de la amistad con Jesucristo.. de una comunidad de fe que lo contenga y de un horizonte siempre desafiante y renovador que le dé sentido y vida (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 49). No nos olvidemos que las páginas más hermosas de la Iglesia fueron escritas cuando el Pueblo de Dios se ponía en camino creativamente, para buscar traducir el amor de Dios en cada momento de la historia, con los desafíos que se iban encontrando. El pueblo unido, el Pueblo de Dios, con el sensus fidei que le es propio. Es lindo saber que contáis con una gran historia vivida, pero es más hermoso saber que a vosotros se os confió escribir lo que vendrá. Estas páginas no se han escrito. Debéis de escribirlas vosotros. El futuro está en vuestras manos, el libro del futuro lo tenéis que escribir vosotros. No os canséis de ser una Iglesia que siga engendrando, en medio de las contradicciones, dolores y también tanta pobreza, pero es la Iglesia Madre que continuamente hace hijos, engendra a los hijos que esta tierra necesita hoy en los inicios del s. XXI, teniendo un oído en el Evangelio y el otro en el corazón de vuestro pueblo. Gracias… —no he terminado. Os atormentaré todavía un poco más—, gracias por este hermoso encuentro. Y pensando en el papa Juan, quisiera que la bendición que os doy ahora sea una caricia del Señor para cada uno de vosotros. Él dio aquella bendición con el deseo de que fuese una caricia; aquella bendición que dio a la luz de la luna.

Recemos juntos, recemos a la Virgen que es imagen de la Iglesia. Rezad en vuestra lengua.

 

© Librería Editorial Vaticana

 

 

 

07/05/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Beata María Catalina de San Agustín, 8 de mayo

«Al servicio de los pobres y de los enfermos vivió esta beata que fue agraciada con numerosos favores místicos, siendo asediada también por el maligno. Es otro ejemplo de precocidad en la entrega que comenzó en la más tierna infancia»

Nació en Saint-Sauveur-le-Vicomte, en la Normandía francesa, el 3 de mayo de 1632. Su influyente familia pertenecía a la alta burguesía. Su padre Jacques Symon, señor de Longprey era teniente alcalde de Cherbourg y prestigioso jurista. Fue la tercera de cinco hijos, pero desde sus 2 años de vida creció bajo el amparo de sus ilustres abuelos maternos, Jean et René Jourdan, personas de oración y de gran generosidad. Atendían a los pobres y enfermos en una especie de hospital, ayudados por sacerdotes y religiosos que prestaban su colaboración. Al transcurrir su infancia en tal ambiente de virtud, colmado de cuidados a los que tanto sufrían, en su corazón prendió la llama de la vocación. El jesuita padre Malherbe sació su curiosidad cuando a los 3 años le preguntó qué había que hacer para agradar a Dios. A través de un enfermo le explicó que podía lograrse como él, aceptando su enfermedad; así cumplía la voluntad divina. La niña tomó buena nota de ello y el resto de su vida estuvo marcada por el anhelo de complacer a Dios y darse a Él por entero.

Precocidad y firmeza en su decisión fueron dos características de su imparable progreso espiritual. A los 4 años comulgaba, a los 10 se integró en la cofradía del Rosario, y a los 11 hizo voto de castidad ante María, por la que sintió gran devoción, en compromiso escrito y sellado con su propia sangre. Prometió no cometer jamás ningún pecado mortal y rubricó esa crucial etapa incluyendo otras pautas que, junto a éstas, iban a conducirle a los altares: oración, meditación, confesión y, por supuesto, la recepción de la Eucaristía. Su abuelo, viendo tantos rasgos de virtud en ella, predijo que sería religiosa y sierva de Dios.

Dispuesta a ser hospitalaria, a los 12 años ingresó como postulante en el monasterio de la Misericordia de Bayeux, regido por las religiosas agustinas, con quienes le ligaban lazos de amistad y gratitud porque su familia las había ayudado económicamente. Con ello se cumplía el vaticinio efectuado por san Juan Eudes en 1643 quien anticipó que sería monja. No consta que haber sido objeto de dos predicciones le condicionara. Sencillamente vivía con naturalidad la entrega a la que iba siendo llamada en cada instante. Juan Eudes le fue aconsejando santamente y el 24 de octubre de 1646 —a la edad de 14 años—, tomó el hábito religioso. Fue una fecha cargada de tintes emotivos ya que en ella perdió a su querido abuelo. Como era de esperar, el grado de madurez humana y espiritual que había marcado una trayectoria poco común hacia una radical consagración fue palpable en el noviciado, ejemplar para el resto de la comunidad cuya edad superaba con creces la suya. La rutina pasó por su vida sin rozarla siquiera.

Dispuesta, atenta a cualquier atisbo providencial para vivir una mayor oblación, al conocer la demanda de religiosas para ir a Canadá cursada por la madre María Guenet de San Ignacio, superiora del Hótel-Dieu de Québec no se lo pensó dos veces.

Enseguida manifestó su anhelo de servir a Dios en ese hospital que la Orden regía desde 1639. No vieron factible en un primer momento dar respuesta a la demanda de Catalina. Su padre se opuso frontalmente. Pero al ver la férrea convicción que tenía: «vivir y morir en Canadá, si Dios te abría la puerta», no tardaron en cambiar de parecer religiosas, su padre y el prelado, que dio su visto bueno. En concreto el señor de Longprey cedió tras la lectura de la vida del mártir jesuita padre Isaac Jogues. Su madre Frangoise Jourdan de Launay, que la beata perdió siendo muy niña, contemplaría desde el cielo este nuevo rasgo de virtud de su pequeña.

En 1648, a los 16 años, hizo sus primeros votos. Al profesar tomó el nombre de María Catalina de San Agustín. En mayo de ese mismo año se cumplió su deseo de partir a Canadá. Su juventud no fue óbice para emprender una travesía llena de vicisitudes que duró tres meses. En el trayecto contrajo la peste y sanó con la intercesión de la Virgen María. Llegó a Québec el 9 de agosto de ese año. Toda la ayuda era poca para las hermanas que le habían precedido. Su presencia fue como un don caído del cielo. Desde el primer momento se afanó ofreciendo lo mejor de sí en una agotadora tarea. Lo hizo con destreza y sentido práctico porque tenía formidables cualidades como enfermera. Aprendió las lenguas de los nativos de las tribus indias a los que asistían, y fue un modelo de sencillez y donación. Viendo sus muchos talentos, los superiores la nombraron administradora del monasterio y del hospital. Luego sería directora general de éste, así como maestra de novicias y ecónoma.

Se dedicaba a sus misiones en cuerpo y alma, ejercitando la caridad con una disposición admirable. Era encantadora en su trato, delicada, obediente, humilde, y vivía con auténtico espíritu de sacrificio. Todas las penalidades que se le presentaron las sufrió en silencio. Fue agraciada con dones místicos y favores del cielo que han sido subrayados por sus biógrafos. Y todo ello en medio de violentas tentaciones a las que fue sometida por el diablo. En una de sus experiencias místicas sobrenaturales vio al mártir san Juan de Brébeuf, a quien se encomendó. Su confesor y biógrafo el jesuita padre Ragueneau le sugirió que escribiera un diario, pero quedó destruido en el incendio del Hótel-Dieu. Falleció en este lugar el 8 de mayo de 1668, a la edad de 36 años, aquejada por la tuberculosis. Había consumado su vida siendo estrictamente fiel a este anhelo: «Que se haga tu voluntad» en un ejercicio permanente de caridad. Juan Pablo II la beatificó el 23 de abril de 1989.