De Libros

 

Cuando la Iglesia en el País Vasco llegó tarde

 

El periodista Pedro Ontoso presenta una visión de conjunto de la historia reciente en el que aparecen muchos actores: obispos, sacerdotes vascos, políticos de todas las tendencias, etarras y víctimas

 

 

13/05/19 | José Francisco Serrano Oceja


 

 

Mucho se ha escrito y se ha dicho sobre las relaciones entre ETA y la Iglesia en el País Vasco. Que si ETA nació en un seminario, que si monseñor Setién no había condenado a ETA, que si el clero vasco estaba justificando sus acciones, que si el episcopado mantenía una equidistancia antievangélica, que si las víctimas habían sido abandonadas, que si la Conferencia Episcopal estaba secuestrada por los obispos vascos en esta materia…

Lo que no se puede negar es que este tema toca de lleno la fibra sensible de la sociedad española, y de la Iglesia. No hay más que recordar el éxito de esa fascinante novela “Patria”, y el papel del cura. No en vano, han sido cincuenta años de atentados, de sobresaltos, de indignación, de lucha policial, de aplicación de la justicia.

Pedro Ontoso es un periodista de largo recorrido que ha trabajado en el periódico emblemático del País Vaso. Discípulo de Manuel de Unciti, miembro, por tanto, de su residencia, se ha ocupado en no pocas ocasiones de la información religiosa. Ahora nos presenta una visión de conjunto de la historia reciente de la Iglesia en el País Vasco que, por cierto, tiene su referente en una tesis doctoral que presentó el autor, dirigida, como confiesa en el libro, por Víctor Urrutia.

 

Puentes con el nacionalismo

Como señala el biblista Rafael Aguirre Monasterio en un certero prólogo, “el mantenimiento de los puentes con el nacionalismo vinculado al terrorismo etarra hipotecó dañinamente la actitud de la Iglesia, que llegó tarde a las tres grandes tareas que pertenecían a la entraña de su misión y que eran los ejes para acabar con ETA: la denuncia de la ideología de la organización terrorista, que se absolutizaba idolátricamente y exigía sacrificios humanos, lo que implicaba la más frontal oposición a la fe en Dios; la cercanía y solidaridad con las víctimas del terrorismo etarra y, por último, la defensa de la legalidad democrática como base de la convivencia y de la paz, y de los medios democráticos como única vía legítima de modificarla”.

Es cierto que este libro, bien documentado, que recopila abundantes testimonios de conversaciones del autor con los protagonistas de esta historia, adolece de una mayor contextualización de algunos períodos y de algunas actuaciones. Por ejemplo, al período anterior y posterior a la elaboración del documento de la CEE “Valoración moral del terrorismo, de sus causas y consecuencias”, tanto en su elaboración como en su recepción.

Pero este hecho no resta valor a un conjunto muy notable, a una historia coral que se construye a través de un complejo puzzle fruto de años de trabajo, en el que aparecen muchos actores, desde los obispos y sacerdotes vascos, pasando por los políticos de todas las tendencias, nacionalistas y no nacionalistas, también por los etarras, por las víctimas, hasta llegar incluso al Vaticano. Una historia completa, inédita hasta ahora, que ofrece una apasionante visión de conjunto.

 

Conversión espiritual de algunos etarras

Tengo que destacar que son fascinantes las historias de conversión espiritual de algunos etarras o la labor de destacados religiosos en las cárceles. También es interesante, quizá por más desconocida, la aventura de las mediaciones y el papel de los mediadores antes de la disolución de la banda. El libro no se mete en el lío del debate de las ideas. Por tanto se mantiene en el nivel descriptivo de la historia con lo que no se plantea la cuestión del nacionalismo en sí, o como religión de sustitución, o los referentes ideológicos anticristianos por marxistas, entre otros, del MVLN.

Tampoco hace teología, por lo tanto no aborda la influencia de las teologías liberacionistas ni los terrenos comunes de esas teologías políticas con determinadas concepciones prioritarias en esa Iglesia.

También nos encontramos, al fin y al cabo, con una parte de la historia reciente de la Iglesia universal, en España y, por tanto, en el País Vasco. Y en este sentido se percibe el cambio en el episcopado que se produjo en tiempo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, por tanto en tiempos de Rouco, como un dato más de un proceso más amplio de clarificación. Utilizar ahí el modelo ya sobado de “progresistas y conservadores” no siempre facilita una adecuada comprensión de la historia.

 

Deseo de que el Papa viaje al País Vasco

Y sorprende, por ejemplo, el protagonismo que, en la intrahistoria que ya no lo es tanto, tuvo, y tiene, el que fuera obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte, uno de los grandes muñidores de no pocos capítulos de esta secuencia. Si Setién era el intelectual, Uriarte es el estratega, en el País Vasco, en Madrid y en Roma. En gran media, en esta época que vivimos ahora de réplica de la anterior, el futuro de la Iglesia en el País Vasco lo está diseñando, por lo que se puede deducir de este libro, monseñor Uriarte.

El libro concluye con un deseo hipotético, que el Papa Francisco venga al País Vasco en 2021, con motivo de una serie de efemérides ignacianas, a ratificar el fin de esta historia, cuando las heridas están en proceso de curación y los medios avanzados. Sería el punto y final a un período que necesita de verdad, y también de justicia.

 

 

 

Con la Biblia y la Parabellum,
Pedro Ontoso,
Península.