Servicio diario - 19 de mayo de 2019


 

Regina Coeli: "El amor nos abre el uno al otro"
Raquel Anillo

Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri: Homilía del Card. Becciu
Redacción

El Papa pone a la beata Guadalupe como ejemplo para aspirar a la santidad de la normalidad
Redacción

"¡Aplaudamos a la nueva beata," María Guadalupe Ortiz!
Anita Bourdin

San Arcángel Tadini, 20 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

19/05/2019-11:44
Raquel Anillo

Regina Coeli: "El amor nos abre el uno al otro"

(ZENIT — 19 mayo 2019).- En este V domingo de Pascua, en el rezo Del Regina Coeli desde la ventana de su despacho que da a la Plaza san Pedro, el Papa nos invita a amarnos unos a otros, no tanto con nuestro amor sino con el suyo.

"Amaos como yo os he amado". Toda la novedad está en el amor de Jesucristo, aquel que dio su vida por nosotros. Se trata del amor de Dios, universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra su apogeo en la cruz.

El amor nos abre el uno al otro, convirtiéndonos en la base de las relaciones humanas.

 

Palabras del Papa antes del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos lleva al Cenáculo para hacernos escuchar algunas de las palabras que Jesús dirigió a los discípulos en su "discurso de despedida" antes de su pasión. Después de lavar los pies de los doce, les dice: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado" (Jn 13, 34) . Amaos así unos a otros, también vosotros. ¿En qué sentido Jesús a este mandamiento lo llama "nuevo"?

Sabemos que ya en el Antiguo Testamento Dios había ordenado a los miembros de su pueblo que amaran a su prójimo como así mismos (cf. Lv 19,18). Jesús mismo, a los que le preguntaron cuál era el mandamiento más grande de la Ley, contestó que el primero es amar a Dios con todo el corazón y el segundo amar al prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,38-39).

Entonces, ¿cuál es la novedad de este mandamiento que Jesús confía a sus discípulos antes de dejar este mundo?. ¿Por qué lo llama mandamiento "nuevo"?. El antiguo mandamiento del amor se ha vuelto nuevo porque ha sido completado con esta adición, "como yo os he amado". "Amaos como yo os he amado". Toda la novedad está en el amor de Jesucristo, aquel que dio su vida por nosotros. Se trata del amor de Dios, universal, sin condiciones y sin límites, que encuentra su apogeo en la cruz. En ese momento de descenso extremo y de abandono al Padre, el Hijo de Dios ha mostrado y dado al mundo la plenitud del amor.

Pensando en la pasión y la agonía de Cristo, los discípulos entendieron el significado de esas palabras suyas: "Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros".

Jesús nos amó primero, nos amó a pesar de nuestras fragilidades, nuestras limitaciones y nuestras debilidades humanas. Fue Él quien nos hizo dignos de Su amor, que no conoce límites y nunca termina. Al darnos el mandamiento nuevo, nos pide que nos amemos no solamente tanto con nuestro amor, sino con el suyo, que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones si lo invocamos con fe. De esta manera — y sólo de esta manera — podemos amarnos unos a otros no sólo como nos amamos a nosotros mismos sino como Él nos amó, osea, inmensamente más. De hecho, Dios nos ama mucho más de lo que nos amamos a nosotros mismos. Y así podemos esparcir por todas partes la semilla del amor que renueva las relaciones entre las personas y abre horizontes de esperanza. El amor de Jesús es el que abre estos horizontes de esperanza y este amor nos hace hombres nuevos, hermanos y hermanas en el Señor, y nos hace el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, en la cual todos están llamados a amar a Cristo y en Él amarnos los unos a los otros.

El amor que se ha manifestado en la cruz de Cristo y que Él nos llama a vivir, es la única fuerza que transforma nuestro corazón de piedra en corazón de carne; es la única fuerza capaz de transformar nuestro corazón que nos hace capaces de amar a nuestros enemigos, nosotros amamos con este corazón y perdonar a los que nos han ofendido.

Os hago una pregunta y cada uno responda en su corazón : "¿Yo soy capaz de amar a mis enemigos?". Todos tenemos gente que no están con nosotros, que están del otro lado, o alguien tiene gente que le ha hecho daño; "¿Yo soy capaz de amar a esa gente?","¿ese hombre o mujer que me ha hecho mal, que me ha ofendido?", "¿soy capaz de perdonar?", pregunta el Papa, cada uno tiene que responder dentro de sí mismo, dentro de su corazón y el amor de Jesús nos hace ver al otro como un miembro actual o futuro de la comunidad de amigos de Jesús, eso nos estimula a dialogar y nos ayuda a escucharnos y conocernos. El amor nos abre el uno al otro, convirtiéndonos en la base de las relaciones humanas. Nos hace capaces de superar las barreras de nuestras propias debilidades y prejuicios, el amor de Jesús en nosotros crea puentes, abre puertas, enseña nuevos caminos, desencadena el dinamismo de la fraternidad.

Que la Virgen María nos ayude, con su maternal intercesión, a recibir de su Hijo Jesús, el don de su mandamiento, y del Espíritu Santo la fuerza para ponerlo en práctica en la vida cotidiana.

 

 

 

19/05/2019-09:19
Redacción

Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri: Homilía del Card. Becciu

(ZENIT — 19 mayo 2018).- El sábado 18 de mayo 2019 el Excmo Cardenal Giovanni Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para la causa de los Santos pronunció la homilía durante la Santa Misa de Beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri, laica, (1916-1975), que tuvo lugar a las 11:00 h. en el Palacio de Vistalegre de Madrid.

 

Homilía del Card. Becciu

«Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 14).

Queridos hermanos y hermanas:

Al escuchar estas palabras de Cristo dirigidas a los discípulos, y que hoy nos han sido proclamadas, el temor casi se ha apoderado de nosotros. Querríamos enseguida responder al Maestro: ¡la luz del mundo eres tú! De hecho, nos viene a la mente lo que Él ha dicho de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo... el que me sigue... tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). Sin embargo, esta página del evangelio nos recuerda que Cristo dice que también nosotros somos luz en el mundo, porque la hemos recibido de Él, que ha venido al mundo no solamente para "ser la luz", sino para "darla luz", para comunicarla a las mentes y los corazones de cuantos creen en Él. Jesús quiere de nosotros precisamente esto, cuando dice "vosotros sois la luz del mundo". De hecho añade: «No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa» (Mt 5, 14-15).

Tenemos pues una tarea. Tenemos una responsabilidad por el don recibido: la responsabilidad sobre la luz que nos ha sido transmitida. No podemos solamente apropiarnos de ella y guardarla únicamente para nosotros, sino que estamos llamados a comunicarla a los demás, a donarla; debemos hacerla brillar «ante los hombres» (v. 16).

De esta verdad era consciente la beata Guadalupe. Ella es para nosotros un modelo de cómo mostrar esta luz que es Cristo y cómo transmitirla a los hermanos. Nos encontramos, en efecto, ante una mujer cuya vida ha sido iluminada solo por la fidelidad al Evangelio. Poliédrica y perspicaz, ha sido luz para aquellos que ha encontrado a lo largo de su existencia, mostrando un coraje y una alegría de vivir que procedían de su abandono en Dios, a cuya voluntad se conformaba día tras día, y cuyo descubrimiento la hizo testigo valiente y anunciadora de la Palabra de Dios. La fuente de su fecunda vida cristiana fue su íntima y constante unión con Cristo. Su diálogo con Dios, ya desde jovencita, era continuo y se realizaba singularmente mediante una intensa vida
sacramental y prolongados tiempos de recogimiento: la Santa Misa y la confesión eran los pilares de su vida espiritual. El rezo del rosario, recitado con gran devoción, era el signo evidente de su profundo vínculo con la Madre de Dios, a cuya intercesión solía confiarse. Guadalupe ha recorrido un camino de oración completo y maduro, que la llevó a experimentar en modo profundo y místico la presencia del Señor y su amor misericordioso. En efecto, es de la contemplación del misterio pascual de donde brotó la luz de la verdad que guió sus pasos. La misma luz la convirtió en una "lámpara" puesta "en el candelero y que alumbra a todos los de la casa" (v. 15).

La cruz no tardó en aparecer en su vida. En el terrible período de la guerra civil aceptó con heroica fortaleza, fruto de una fe, esperanza y caridad también heroicas, el trágico fusilamiento de su padre, los peligros del conflicto armado, el alejamiento de Madrid, la pobreza y la interrupción de los estudios. En medio de tanto desierto espiritual y material tuvo lugar el encuentro que daría un giro total a su existencia. Tocada por la "gracia", que experimentó durante una misa dominical, sintió el deseo de encontrar a alguien que le ayudase a hallar respuestas más profundas a sus exigencias espirituales y así, mediante un amigo, entró en contacto con el fundador del Opus Dei. El encuentro supuso un paso decisivo hacia una vida de total entrega a Dios. Incorporada a la Obra, se mostró disponible, con ánimo entusiasta y generoso, a comunicar a todos y en todas partes la alegría del descubrimiento de la "perla preciosa", la de el evangelio,y comenzó a desarrollar un intenso apostolado en distintos lugares, estrechando con facilidad y por todas partes lazos de amistad con jóvenes, que eran edificadas con su fe, su piedad, su caridad y su alegría sana y contagiosa. Había ya comprendido que la unión con Dios no podía limitarse al momento de la oración en una capilla, sino que toda la jornada se presentaba como una ocasión para intensificar su trato con el Señor. Una característica espiritual suya era de hecho la de transformar en oración todo lo que hacía. Al respecto, le gustaba repetir que era necesario caminar con «los pies en la tierra pero mirando siempre al cielo, para ver luego más claro lo que pasa junto a nosotros» (Informatio, Sec. II, Biographia documentada, p. 46).

Cuando el fundador, Escrivá de Balaguer, le preguntó si estaba dispuesta a ir a México para implantar la Obra, aceptó enseguida y con alegría. Ya no tenía ningún otro interés que el de ser un instrumento dócil en las manos de Dios. Para superar las comprensibles dificultades familiares, y prepararse espiritualmente para cumplir cuanto Dios le pedía, se encomendó a Nuestra Señora de Guadalupe. En México, su trabajo apostólico se basaba en el amor de Dios, que se traducía en una vida de piedad y de abandono en su manos y en el celo misionero; se preocupaba antes que nada de formar bien a las recién llegadas; insistía en la necesidad de la perseverancia; edificaba con su espíritu de oración, de sobriedad y de penitencia; era evidente que trabajaba solo para la gloria de Dios y para la extensión de su Reino.

Destinada a Roma, con responsabilidades de gobierno, fue obediente, humilde y alegre como siempre, dedicándose al trabajo de oficina y a la oración. Tras regresar a España, retomó las tareas de enseñanza y de formación de las jóvenes de la Obra: fue el tiempo de un compromiso decidido, constante, generoso y gozoso por vivir siempre con más radicalidad el Evangelio; fue una respuesta consciente al amor de Dios, del cual ella se sentía revestida, sobre todo en los momentos más trágicos de su existencia, con el propósito de ser santa y, siguiendo la espiritualidad del Opus Dei, animada por un fuerte deseo de implicar al mayor número posible de hermanos y hermanas en la misma aventura.

La beata Guadalupe ha sabido ser, en cada circunstancia, un don para los demás, cuidando especialmente la formación de las estudiantes y dedicándose a la investigación científica para promover el progreso de la humanidad. Además, su corazón estuvo siempre abierto a las necesidades del prójimo, traduciéndose esto en una actitud de acogida y comprensión. En toda circunstancia demostró ser una mujer fuerte. Su fortaleza era particularmente evidente en las dificultades, en la realización de nuevas obras apostólicas, en la evangelización de frontera y, sobre todo, en saber aceptar pacientemente los sufrimientos físicos, que le condicionaban seriamente la vida diaria.

Todo lo supo aceptar sin reservas y sin lamentarse, transformando la enfermedad en preciosa ofrenda al Altísimo y en una ocasión de profunda unión con el Crucificado.

La nueva beata nos comunica a nosotros, los cristianos de hoy, que es posible armonizar la oración y la acción, la contemplación y el trabajo, según un estilo de vida que nos lleva a fiarnos de Dios y a sentirnos expresión de su voluntad, la cual hay que vivir en todo momento. Además, nos enseña que bello y atrayente es el poseer la capacidad de escuchar y una actitud siempre alegre incluso en las situaciones más dolorosas. Guadalupe se presenta así ante nuestros ojos como un modelo de mujer cristiana siempre comprometida allí donde el designio de Dios ha querido que esté, especialmente en lo social y en la investigación científica. En definitiva, fue un don para toda la Iglesia y es un ejemplo valioso a seguir.

Su riqueza de fe, esperanza y caridad es una admirable demostración de cuanto el Concilio Vaticano Segundo ha afirmado sobre la llamada de todos los fieles a la santidad, especificando que cada uno persigue este objetivo «siguiendo su propio camino» (Lumen gentium, 41). Esta indicación del Concilio encuentra hoy una realización cumplida con la Beatificación de esta mujer, a cuya oración e intercesión recurrimos para que seamos siempre mejores testigos de la luz de Cristo y lámparas que iluminen las tinieblas de nuestro tiempo.

Sí, invoquémosla: ¡Beata Guadalupe, ruega por nosotros!

 

 

 

19/05/2019-13:56
Redacción

El Papa pone a la beata Guadalupe como ejemplo para aspirar a la santidad de la normalidad

 

Beatificación de la química Guadalupe Ortiz de Landázuri

El Papa pone a la beata Guadalupe como ejemplo para aspirar a la santidad de la normalidad

Papa Francisco: "la beata Guadalupe puso sus cualidades humanas y espirituales al servicio de los demás"

(ZENIT — 19 mayo 2019).-Roma, 18 mayo 2019.- Este sábado ha tenido lugar en Madrid la beatificación de la doctora química e investigadora española Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975) que, entre otras cosas, llevó el mensaje del Opus Dei a México. La ceremonia ha tenido lugar en el Palacio de Vistalegre Arena, en el que se han concentrado unas 11.000 personas de más de 60 países.

El delegado del Santo Padre fue el cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos. Junto a él han concelebrado el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, así como seis cardenales, nueve arzobispos, diecisiete obispos y unos 150 sacerdotes. Tras la fórmula solemne de beatificación, se descubrió la imagen de la nueva beata, y sus reliquias fueron llevadas al altar por sus familiares y los de Antonio Sedano, curado por intercesión de Guadalupe.

 

Papa Francisco: "la nueva beata puso sus numerosas cualidades al servicio de los demás"

El Papa Francisco quiso unirse «a la alegría y acción de gracias» por la beatificación con una carta dirigida al prelado del Opus Dei, en la que subraya que Guadalupe Ortiz de Landázuri  «puso sus numerosas cualidades humanas y espirituales al servicio de los demás, ayudando de modo especial a otras mujeres y a sus familias necesitadas de educación y desarrollo». El pontífice destaca que la nueva beata «realizó todo esto sin ninguna actitud proselitista sino sólo con su oración y su testimonio», «con la alegría que brotaba de su conciencia de hija de Dios, aprendida del mismo san Josemaría».

La nueva beata, escribe el Santo Padre, es un «testimonio de santidad vivido en las circunstancias ordinarias de su vida cristiana». Su ejemplo debería servir como impulso para aspirar siempre «a esta santidad de la normalidad, que arde dentro de nuestro corazón con el fuego del amor de Cristo, y de la que tanto necesita hoy el mundo y la Iglesia». Santidad que «supone abrir el corazón a Dios», «salir de sí mismo y andar al encuentro de los demás, donde Jesús nos espera, para llevarles una palabra de ánimo, una mano de apoyo, una mirada de ternura y consuelo».
El mensaje concluye con las siguientes palabras: «Les pido también que no dejen de rezar por mí, al mismo tiempo que les imparto la Bendición Apostólica. Que Jesús los bendiga y que la Virgen Santa los cuide». La Carta del Papa Francisco sobre la beata Guadalupe Ortiz de Landázuri puede leerse en https://opusdei.orgies-es/document/papa-francisco-beata-guadalupe-ortiz-landazuri/

 

Card. Becciu: "un don para la Iglesia" y una "luz" para los cristianos

Durante la homilía, el cardenal Becciu recorrió la biografía de la nueva beata y destacó que "nos enseña qué bello y atrayente es poseer la capacidad de escuchar y una actitud siempre alegre incluso en las situaciones más dolorosas". Además, "su corazón estuvo siempre abierto a las necesidades del prójimo, traduciéndose esto en una actitud de acogida y comprensión".

"Guadalupe se presenta ante nuestros ojos -explicó— como un modelo de mujer cristiana siempre comprometida allí donde el designio de Dios quiso que estuviera, especialmente en lo social y en la investigación científica. En definitiva, fue un don para toda la Iglesia".

"Nos encontramos —añadió— ante una mujer cuya vida ha sido iluminada solo por la fidelidad al Evangelio. Poliédrica y perspicaz, ha sido luz para aquellos que ha encontrado a lo largo de su existencia".

La nueva beata -dijo el cardenal Becciu— comunica "a los cristianos de hoy que es posible armonizar la oración y la acción, la contemplación y el trabajo, según un estilo de vida que nos lleva a fiarnos de Dios". "Su coraje y alegría de vivir —afirmó— procedían de su abandono en Dios"

Entre otras cosas, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos destacó que Guadalupe "es para nosotros un modelo de cómo mostrar esta luz que es Cristo y cómo transmitirla a los hermanos".

Realizó "un intenso apostolado en distintos lugares, estrechando con facilidad y por todas partes lazos de amistad con jóvenes, que eran edificadas con su fe, su piedad, su caridad y su alegría sana y contagiosa. Había ya comprendido que la unión con Dios no podía limitarse al momento de la oración en una capilla, sino que toda la jornada se presentaba como una ocasión para intensificar su trato con el Señor".

Según el cardenal italiano, una característica espiritual de Guadalupe era "la de transformar en oración todo lo que hacía. Al respecto, le gustaba repetir que era necesario caminar con «los pies en la tierra pero mirando siempre al cielo, para ver luego más claro lo que pasa junto a nosotros»".

La homilía completa del cardenal Becciu puede leerse en: https://opusdei.org/es-es/document/homilia-beatificacion-guadalupe-ortiz-landazuri/

 

Más de 60 países

El recinto de Vistalegre se llenó con los peregrinos ya inscritos, de los que tres mil procedían de más de 60 países, en especial México, donde la nueva beata trabajó seis años. Muchas otras personas han podido seguir la ceremonia por televisión y por streaming. Asociaciones, parroquias y colegios han participado en la beatificación desde otros lugares de la capital madrileña, desde otras ciudades de España y desde otros países, en espacios habilitados con pantallas.

Desde hace unos días, numerosos peregrinos acuden a rezar ante los restos mortales de la beata Guadalupe en el Real Oratorio del Caballero de Gracia (Gran Vía, 17, Madrid), y visitan la Exposición "Guadalupe. Vive la experiencia", en el colegio Tajamar (calle Pío Felipe, 12), que permanecerá abierta hasta el día 30 de mayo.

La colecta de la ceremonia se destinará a la dotación de cien becas para científicas africanas, que gestionará la ONG Harambee. Explicación de las "Becas Guadalupe" https://opusdei.org/es-es/article/becas-cientificas-africanas-harambee-beatificacion-guadalupe-ortiz-landazuri/

 

Beata Guadalupe

La nueva beata nació a Madrid el 12 de diciembre de 1916. Estudió Químicas y fue una de las pocas mujeres que cursaban esos estudios en aquella época (1933). En su ciudad, se dedicó a la docencia y a la investigación, realizó su doctorado y desarrolló una gran actividad profesional y evangelizadora. En otras etapas de su vida vivió en México y Roma.

Es la primera persona laica del Opus Dei que es beatificada y fue una colaboradora cercana del fundador san Josemaría. "La alegría contagiosa, la fortaleza para afrontar las adversidades, el optimismo cristiano y su entrega a los demás", son algunas de las notas que la caracterizan, según el decreto de la Congregación de las Causas de los Santos.

El texto del decreto promulgado por la Congregación recoge cómo Guadalupe vivió en grado heroico las virtudes, y "se entregó por entero y con alegría a Dios y al servicio de su Iglesia, y experimentó intensamente el amor divino".

Este domingo domingo, 19 de mayo, se celebra una Misa de acción de gracias, presidida por Mons. Fernando Ocáriz, también en Vistalegre.

 

 

 

19/05/2019-15:12
Anita Bourdin

"¡Aplaudamos a la nueva beata," María Guadalupe Ortiz!

(ZENIT — 19 mayo 2019).- "¡Aplaudan a la nueva beata! El Papa Francisco saludó la beatificación en Madrid, el sábado 18 de mayo de 2019, de María Guadalupe Ortiz de Landázuri.
"Fiel laica del Opus Dei, ha servido con alegría a sus hermanos combinando la enseñanza y el anuncio del Evangelio", dijo el Papa.

La propuso como un ejemplo para las mujeres: "Su testimonio es un ejemplo para las mujeres cristianas que se dedican a la investigación social y científica".

El 8 de junio de 2018, el Papa Francisco aprobó la publicación de un decreto que certifica un milagro debido a María Guadalupe Ortiz de Landazuri y Fernández de Heredia (1916-1975), española secular, soltera y miembro del Opus Dei.

La nueva beata una vez colaboró con el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Baguer, pero una enfermedad cardíaca la trajo de regreso a su España natal, donde murió a los 59 años.

 

La curación de un padre de familia

La curación que condujo a su beatificación fue la de un hombre de familia, español, Antonio Jesús Sedano Madrid, de 76 años, viudo desde 1991, de Barcelona, que padecía cáncer de piel cerca del ojo derecho, descubierto durante el verano de 2002.

El carcinoma se identificó como un "ulcus rodens" en octubre de 2002. Se programó la operación de urgencias, pero el Sr. Sedano dice que su gran ansiedad lo llevó a recurrir a la intercesión de Guadalupe Ortiz: "Guadalupe, tu puedes hacerlo", se calmó y pudo dormir.

Al día siguiente, mirando en el espejo, como todos los días, la evolución del tumor, no vio nada, ni el menor rastro. Solo dice una cosa: "Gracias Guadalupe". El cirujano confirmó el carácter inexplicable de esta curación total sin secuelas.

 

"No os olvidéis de orar por mí"

El Papa concluyó con su invitación a la oración: "Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí. Buen almuerzo y adiós!".

Después del Regina Coeli, el Papa también saludó a los "peregrinos de Italia y a los de diferentes países", especialmente de México, California y Haití, Córdoba (España) y Viseu (Portugal); a los estudiantes de Pamplona y de Lisboa.

El Papa saludó a las canónigas de la Cruz con motivo del centenario de su fundación, a los responsables de la Comunidad de Sant'Egidio de los diferentes países, a los peregrinos polacos, especialmente los exploradores acompañados por el Ordinario militar, venidos con motivo del 75 aniversario de la batalla de Montecassino.

También saludó a los peregrinos de Biancavilla y Cosenza, Pallagorio a los candidatos para la confirmación de Senigallia y Campi Bisenzio, al coro de San Marzano sul Sarno y San Michele Bolzano, a las niñas de la escuela Sant'Anna Bolonia y a los ciclistas del Hospital Pediátrico Vaticano, Bambino Gesú.

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

19/05/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

San Arcángel Tadini, 20 de mayo

«Apóstol del mundo laboral, entre otras acciones, fue artífice de la Sociedad obrera católica del mutuo socorro, generó decenas de empleos dotándolos de condiciones dignas. Aplicó fructíferamente la Rerum novarum de León XIII»

«La caridad no conoce el orgullo salvo para triunfar sobre él, no conoce el amor propio sino para sacrificarlo, ni a la naturaleza sino para hacerla perfecta, ni al hombre sino para hacerle santo». Quién esto expresaba quemó las naves para alzar el vuelo conquistando la eternidad. Nació en Verolanuova, Brescia, Italia, el 12 de octubre de 1846. Era fruto del segundo matrimonio de su padre, que fue secretario del ayuntamiento, y que había enviudado muy joven de sus primeras nupcias; fruto de esta unión vinieron al mundo siete hijos. Desde el principio Arcángel tuvo una salud delicada, al punto de que a los 2 años se temió por su vida ya que estuvo al borde de la muerte. En 1864 inició los estudios eclesiásticos en el seminario de Brescia, donde le había precedido su hermano Julio. Precisamente en la primera misa oficiada por éste en la casa familiar de Verola, Arcángel se había sentido particularmente conmovido y llamado a ser sacerdote como él. Aunque en esta decisión influyeron otros factores históricos. Porque la Italia de su tiempo estaba inmersa en una lucha anticlerical. La Revolución francesa dejó un reguero de mártires en la Iglesia, tanto de religiosos como de sacerdotes, sufriendo destierro otros muchos. Y estos hechos calaron en el santo: «fue entonces cuando me decidí a ser clérigo».

En el seminario se distinguió por su piedad y por su obediencia. En esa época sufrió una funesta caída quedando afectada su pierna derecha; le dejó marcado de por vida con una cojera. Culminó los estudios en 1870 y fue ordenado sacerdote. Su fidelidad a la Iglesia y al Santo Padre le infundían el anhelo de poner a su servicio cualquier medio que tenía a su alcance para defenderlos. Abrió brecha en el apostolado en consonancia con los nuevos tiempos. Observaba que en medio de tantos contratiempos y de situaciones tensas creadas por los incrédulos —esto es, los que tenían a la Iglesia en el punto de mira crítico—, la llama de la caridad cristiana y los rasgos de piedad se mantenían vivos en el hogar de numerosas personas.

Durante el primer año de su ministerio Arcángel tuvo que permanecer en el domicilio familiar restableciéndose de la lesión contraída. De 1871 a 1873 estuvo afincado en Lodrino. Después, fue trasladado al santuario de Santa María de la Nuez, de Brescia, y durante ese tiempo ejerció como maestro. Sumamente atento con las personas necesitadas, las ayudó siempre; especialmente se ocupó de las que perdieron todos los enseres por causa de una riada, consiguiendo comida para varios centenares que alojó en la parroquia. Su celo apostólico y su buen hacer le hizo más que apropiado para integrarse en una parroquia con feligresía delicada, la de Botticino Sera, donde lo destinaron. Llegó en 1885 como coadjutor, y enseguida constató el escaso cuando no nulo entusiasmo que los ciudadanos mostraban hacia la fe. Pero le animaba un ímpetu y espíritu de entrega tales que fue conquistándolos y, a su tiempo, muchos se convirtieron.

Frágil de salud, confiándose a la divina Providencia, vivía inmerso en la oración y en la penitencia. Muchas horas del día las dedicaba a la confesión, cuidaba la liturgia, y era especialmente devoto de la Eucaristía. Fue un hombre austero, un predicador excepcional, tenía grandes dotes de oratoria de las que se aprovechó para inculcar principios morales en los fieles; lo hizo con fuerza y persuasión. La mayoría acogía sus palabras con gran emoción y deseos de penitencia. Fue nombrado párroco arcipreste de esta iglesia a los 41 años, y allí celebraría, poco antes de sorprenderle su muerte, las bodas de plata sacerdotales.

Una de sus líneas de acción apostólica fueron los niños. No solo les instruía en la fe, también se ocupaba de su salud, de que tuviesen buenas pautas higiénicas y les animaba en sus estudios. Además, hizo de ellos buenos monaguillos. Para niños y jóvenes Arcángel fue como un buen padre. Entre otras obras emprendidas, estableció la escuela de canto (introdujo el gregoriano) e incluso fundó una banda de música que tuvo gran éxito. Al reparar en la explotación que sufrían las mujeres en las fábricas —trabajaban catorce horas diarias en un ambiente moralmente degradante para recibir un mísero sueldo—, se empeñó en cercenar la injusticia. Con sus bienes fundó la Sociedad obrera católica del mutuo socorro, e inauguró una fábrica hilandera en la cual generó decenas de empleos dotándola de condiciones dignas para sus obreras. Hizo las gestiones pertinentes para que se les reconocieran los derechos mientras que estuviesen en activo y que no tuvieran problemas después de la jubilación. En este sentido, Arcángel aplicó fructíferamente la Rerum novarum de León XIII.

El jesuita padre Maffeo Franzini, amigo suyo, le aconsejó que fundara una nueva Orden para asistir a las operarias. A fin de cuentas, compartiendo con ellas su trabajo y fatigas había creado un ambiente propicio para difundir el evangelio. En 1900 con un grupo de mujeres creó la congregación de las Hermanas operarias de la santa Casa de Nazaret a quienes puso como modelo la Sagrada Familia. Esta iniciativa apostólica contó con la oposición de algunos potentados de la localidad, pero él no se arredró y siguió adelante. En un momento dado quisieron fusionar su fundación con la de las Hermanas de la Caridad de Brescia, pero el asunto no prosperó. Arcángel sufrió muchas penalidades. Fue calumniado, vilipendiado, y generalmente incomprendido incluso en estamentos eclesiales. Y aunque murió sin ver reconocida su obra dentro de la Iglesia, decía: «Dios la ha querido, la guía, la perfecciona, la lleva a término». Falleció el 20 de mayo de 1912. Fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999. Y canonizado por Benedicto XVI el 26 de abril de 2009.