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Mons. Ayuso Guixot: sólo la fraternidad puede transformar el mundo

 

Nombrado por el Papa Francisco como nuevo presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot explica a Vatican News, entrevistado por nuestra compañera Hélène Destombes, los principales retos a los que se enfrenta su Dicasterio.

 

 

26 mayo 2019, 15:17 | Ciudad del Vaticano


 

 

La cultura del diálogo y del encuentro, el respeto a la vida, la aceptación de la diversidad del otro y la promoción de la fraternidad: estos son los retos del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de hoy, según el obispo español Miguel Ángel Ayuso Guixot, quien cumplicará 67 años el próximo 17 de junio, nombrado el 25 de mayo por el Papa Francisco para dirigir el Dicasterio tras la muerte del cardenal Tauran.

Ayuso Guixot, secretario del Dicasterio desde 2012, es un misionero comboniano experto en el Islam: ha trabajado durante muchos años en Egipto y Sudán. En los últimos meses ha enviado mensajes a musulmanes, budistas, hindúes, y se ha reunido y discutido con miembros de las principales religiones del mundo con el objetivo de construir sociedades pacíficas y fraternas superando el fundamentalismo y la violencia.

 

- Su Excelencia, ¿cómo ha recibido este nombramiento?

En primer lugar, debo expresar mi más profundo y sincero agradecimiento al Papa Francisco por confiar en mí, colocándome al frente de un departamento que es pequeño, pero muy significativo y muy importante para el futuro de la humanidad. Por lo tanto, siento por un lado un sentimiento de gratitud, de gratitud, y al mismo tiempo un sentido de responsabilidad para continuar tras todo ese legado que nos dejó nuestro difunto Cardenal Jean-Louis Tauran, en cuya escuela aprendimos ese estilo que nos lleva a promover, como desea el Papa Francisco, la cultura del diálogo.

Vemos que hoy es muy importante difundir esta cultura de diálogo que debe pasar, en mi opinión, del concepto de tolerancia al de convivencia, al de "vivir con", para llegar a una verdadera convivencia que nos lleve a vivir en un espíritu de paz. Por lo tanto, creo que siempre debe existir este compromiso renovado de reconstruir este diálogo entre pueblos, naciones, culturas y miembros pertenecientes a diferentes tradiciones religiosas, porque el mundo realmente lo necesita.

Creo que el punto de referencia para seguir este camino está muy bien indicado por el Papa Francisco, cuando nos invita a promover una cultura de ternura, porque es a través de esta ternura que podemos hacer prevalecer los verdaderos valores sobre muchos intereses que dividen, que son la base de tantos fundamentalismos e injusticias.

 

- El Cardenal Tauran se negaba a hablar de "choque de civilizaciones", pero habló de "choque de ignorancia y radicalismo". ¿Cuáles son los principales desafíos para el Departamento en la actualidad?

Acabamos de presentar en el Consejo Mundial de Iglesias una pequeña subvención a la educación para la paz.

En ella recordamos lo que dijo el Cardenal Tauran, al evocar este "choque de ignorancia", afirmando que es necesario promover una verdadera y sana educación en los verdaderos valores morales, en una adecuada enseñanza religiosa para la promoción de una educación en la convivencia, en la aceptación del otro... El otro desafío es el de la sacralidad de la vida, porque desgraciadamente vemos a menudo que se cometen actos de terrorismo, incluso en los lugares de culto, en los que los creyentes van sencillamente a alabar a Dios y son asesinados de un modo tan feroz. Otro reto es trabajar juntos para construir la paz mundial: y aquí me gustaría mencionar sobre todo la Declaración de Abu Dhabi.

 

- Este documento de Abu Dhabi ha sido el hecho más significativo de los últimos meses....

Es un documento muy importante, también porque fue firmado por el Papa y el Gran Imán de Al Azhar, y esto ya indica que existe un compromiso concreto para que el espíritu del Documento de Abu Dhabi se difunda y se ponga en práctica en las distintas comunidades. Sólo la fraternidad puede transformar el mundo en el que vivimos hoy y del que todos nos quejamos de una u otra manera, porque vemos cuántos valores esenciales han fracasado.