Servicio diario - 26 de mayo de 2019


 

Regina Coeli: "Docilidad a la acción del Espíritu Santo"
Raquel Anillo

Italia: El Papa alienta iniciativas de fraternidad para los enfermos
Anne Kurian

Diálogo interreligioso: El obispo Ayuso Guixot es nombrado presidente del Consejo Pontificio
Anne Kurian

San Agustín de Canterbury, 27 de mayo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

26/05/2019-11:38
Raquel Anillo

Regina Coeli: "Docilidad a la acción del Espíritu Santo"

(ZENIT — 26 mayo 2019).- "La Iglesia no puede permanecer estática", animó el Papa Francisco en Regina Coeli el 26 de mayo de 2019. Nos invitó a "liberarnos de las ataduras mundanas que representan nuestras ideas, nuestras estrategias, nuestros objetivos, que a menudo pesan sobre el camino de la fe", y a "escuchar dócilmente la palabra del Señor".

En efecto, la misión del Espíritu Santo es "hacer comprender en plenitud y animar a poner en práctica las enseñanzas de Jesús". Y es también "la misión de la Iglesia", dijo a los peregrinos reunidos para la oración mariana bajo la lluvia en la Plaza de San Pedro.

AK

 

Palabras del Papa antes del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este VI Domingo de Pascua nos presenta el pasaje del discurso que Jesús dirigió a los Apóstoles en la Última Cena (cf. Jn 14,23-29). Él habla de la obra del Espíritu Santo y hace una promesa: "El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho" (v. 26). Como en el momento de la cruz Jesús asegura a los Apóstoles que no se quedarán solos: con ellos estará siempre el Espíritu Santo, el Paráclito, que los apoyará en su misión de llevar el Evangelio por todo el mundo. En el idioma griego original, el término "Paráclito" significa el que está al lado, para apoyar y consolar. Jesús regresa al Padre, pero continúa instruyendo y animando a sus discípulos a través de la acción del Espíritu Santo.

¿Cuál es la misión del Espíritu Santo que Jesús promete como don? Él mismo dice: Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que os he dicho. En el transcurso de su vida terrena Jesús ya ha transmitido todo lo que quería confiar a los Apóstoles, llevó a término la Revelación divina, es decir, todo lo que el Padre quiso decir a la humanidad mediante la encarnación del Hijo. La tarea del Espíritu Santo es hacer que la gente recuerde, es decir, hacerlas comprender plenamente e inducirlas a poner en práctica concretamente las enseñanzas de Jesús. Esta es también la misión de la Iglesia, que la lleva a cabo a través de un estilo de vida preciso caracterizado por ciertas exigencias: la fe en el Señor y la observancia de su Palabra; la docilidad a la acción del Espíritu, que hace vivo y presente continuamente al Señor Resucitado; la acogida de su paz y del testimonio que se le ha dado con una actitud de apertura y de encuentro con los demás.

Para lograr todo esto, la Iglesia no puede permanecer estática, sino que, con una participación activa de cada bautizado, está llamada a actuar como comunidad en camino, animada y sostenida por la luz y el poder del Espíritu Santo, así es el Espíritu de Dios quien nos guía y guía a la Iglesia para que resplandezca el auténtico rostro de de ella, bello y luminoso querido por Cristo.

Hoy el Señor nos invita a abrir nuestros corazones al don del Espíritu Santo, para que nos guíe por los caminos de la historia. Día a día, nos enseña la lógica del Evangelio, la lógica del amor acogedor enseñándonos todo y "recordándonos todo lo que el Señor nos ha dicho".

Que María que en este mes de mayo veneramos y rezamos con especial devoción como nuestra madre celestial, proteja siempre a la Iglesia y a toda la humanidad. Que ella que con humilde y valiente fe cooperó plenamente con el Espíritu Santo, para la Encarnación del Hijo de Dios, nos ayude también a dejarnos instruir y guiar por el Paráclito, para que podamos acoger la Palabra de Dios y dar testimonio de ella con nuestra vida.

 

 

 

26/05/2019-14:25
Anne Kurian

Italia: El Papa alienta iniciativas de fraternidad para los enfermos

(ZENIT 26 mayo 2019).- El Papa Francisco alentó las iniciativas de "fraternidad" para los enfermos este 26 de mayo de 2019, un día dedicado al "alivio del sufrimiento" de los enfermos en Italia.

Después de la oración de Regina Coeli, que reemplaza al Ángelus en el tiempo pascual, en la Plaza de San Pedro, también bendijo a los peregrinos polacos que participaban en una peregrinación al Santuario Mariano de Piekari Slaskie.

 

Palabras del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas!

Os saludo a todos, romanos y peregrinos: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a los fieles de Malta y Madrid, a la "Banda Juvenil 504" de Honduras, a la ópera Kolping de Alemania.

Saludo a los jóvenes de la Confirmación de Génova, a los estudiantes de la escuela "Caterina di Santa Rosa" en Roma, a los niños y adolescentes de Torre Gaia y a los fieles de Berchiddeddu con el coro "Laudato sii".

Les envío saludos y bendiciones a los peregrinos polacos, que participan en la gran peregrinación al Santuario Mariano de Piekari Slaskie. Con motivo del "Día de la Alivio", dirijo un pensamiento especial a todos los reunidos en el Hospital Gemelli para promover iniciativas de fraternidad con los enfermos.

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de orar por mí.

¡Buen almuerzo y adiós!

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

26/05/2019-13:14
Anne Kurian

Diálogo interreligioso: El obispo Ayuso Guixot es nombrado presidente del Consejo Pontificio

(ZENIT — 26 mayo 2019).- El Papa Francisco nombró a Miguel Ángel Ayuso Guixot, 66 años, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Experto en relaciones con el Islam, fue secretario, número 2, del dicasterio desde 2012.

El cargo de presidente estuvo vacante desde la muerte del cardenal francés Jean-Louis Tauran el 5 de julio de 2018.

Español, misionero comboniano del Corazón de Jesús (mccj), ordenado sacerdote en 1980, el obispo Ayuso Guixot vivió en Egipto y Sudán hasta 2002. Es licenciado en estudios árabes e islamología y doctor en teología dogmática.

Enseñó en el Instituto Pontificio de Estudios Árabes e Islamología (PISAI), del cual fue decano. En 2012, Benedicto XVI lo nombró secretario del dicasterio. Fue consagrado obispo en 2016.

Habla árabe, inglés, francés e italiano. Formó parte de la delegación del Papa durante el viaje a los Emiratos Árabes Unidos, en el que se firmó el "Documento sobre la Fraternidad Humana" el 4 de febrero.

 

© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

 

 

 

26/05/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

San Agustín de Canterbury, 27 de mayo

«Apóstol de los anglosajones, obispo de Francia y arzobispo primado de Inglaterra, monje y prior, adalid de la abadía de Canterbury, un celoso defensor del evangelio que logró la conversión del rey Ethelberto, y de miles de sus súbditos»

Nació en el siglo VI. Fue monje y prior del monasterio de San Andrés que había sido fundado por san Gregorio Magno en Roma. Este pontífice le envió a evangelizar la fecunda Inglaterra en la que tantos monasterios y santos habían florecido pese a las invasiones sufridas, como las de los sajones que indujo a muchos a la idolatría. Gran parte de los contemporáneos de Agustín, que eran ingleses, aún persistían en ella y el cristianismo estaba en trance de desaparecer. Sin embargo, hasta el Santo Padre habían llegado noticias del ferviente anhelo y disposición a abrazarse a la fe que mostraban numerosos anglosajones. Así que maduró en su oración el sueño de evangelizar y afianzar la Iglesia en ese país. Simplemente necesitaba obreros para atender tanta mies. Y dio un primer paso. Alentó la conversión de las gentes ordenando a su administrador en los territorios provenzales, el presbítero Cándido, que le proporcionara algunos esclavos oriundos de esas tierras con objeto de formarlos y enviarlos después a predicar entre sus compatriotas. Pero se dio cuenta de que era una labor lenta. Y un apóstol se caracteriza por la urgencia; no mide el tiempo por las agujas del reloj. Es la fe rompiendo toda barrera la que marca una ruta a seguir que jamás se detiene. Desde el punto de vista espiritual un segundo perdido es irreparable; no se puede volver a recuperar.

De modo que el año 596, el papa escogió a Agustín, conocido por su virtud y celo apostólico. Y éste, con treinta y nueve monjes, partió en la primavera de ese mismo año a Gran Bretaña. Al llegar a la Provenza hicieron un alto en el monasterio de Lérins. Allí constataron la dificultad que revestiría su misión. Los compañeros del santo se aterrorizaron ante los relatos trazados por los monjes que ilustraban los peligros que podrían hallar subrayando la crueldad del pueblo. Entonces Agustín se vio obligado a regresar a Roma para informar al papa del carácter belicoso de los sajones. Éste no dio marcha atrás y animó a todos a enfrentarse a las circunstancias con fe. Les entregó cartas de recomendación para prelados y reyes, designando abad a Agustín. El retorno lo hicieron por Autun, donde pasaron el invierno. Después recorrerían Orleáns y Tours, para embarcar después rumbo a Gran Bretaña desde Boulogne.

En la primavera del año 597 llegaron a la isla de Thanet, siendo recibidos personalmente por el rey Ethelberto. Entraban en ella portando la cruz y recitando procesionalmente las letanías. Conmovido el rey, pidió que le explicaran las verdades de la fe, les autorizó para predicar el evangelio y les condujo a una residencia en Canterbury, que fue origen de la conocida abadía. Siguiendo retazos de la historia, el primer encuentro entre ambos debió producirse en campo abierto, seguramente al abrigo de un corpulento roble, ya que el monarca tendría sus reservas pensando en algún maleficio obrado por Agustín. No tardó en percatarse de su error. El hombre que tenía ante sí era un dechado de sencillez, de prudencia y sabiduría. Le hablaba de un Dios amor tan poderoso que enseguida quedó seducido por Él. Fue constatando la autenticidad de todos los misioneros, la fortaleza que mostraban ante las dificultades, su entrega sin paliativos..., y se convirtió. Pidió ser bautizado ante el asombro de sus súbditos, a quienes dio plena libertad para seguir sus pasos. No usó su poder para ello. Hizo saber a Agustín su convicción de que debía respetar la creencia primitiva que había formado parte de su pueblo durante tanto tiempo. Pero las gentes cuando vieron que quien les gobernaba seguía la enseñanza del santo, quisieron secundarle. Miles de ellos fueron instruidos y se abrazaron también a la religión cristiana en las navidades del año 597. Ethelberto colaboraba con esta ingente obra apostólica y legó hasta su propio palacio que fue monasterio y sede del obispo.

En esa época, Agustín fue consagrado obispo en Francia. Entre tanto, comunicó al papa estos hechos a través de dos monjes que envió al efecto. Y san Gregorio respondió enviando nuevos colaboradores que portaron valiosos recursos para las gentes. Asimismo eran custodios del palio y el nombramiento de Agustín como arzobispo primado de Inglaterra. Llevaban indicaciones expresas del pontífice en las que, con gran prudencia, proporcionaba al nuevo primado paternales y lúcidos consejos. Respecto a los templos decía: «no conviene derribarlos, sino solamente los ídolos en ellos existentes». Y en cuanto a las tradiciones del pueblo advertía: «como hay costumbre de hacer sacrificios de bueyes a los demonios, es conveniente cambiarla en una fiesta cristiana. Así las fiestas de la Dedicación y de los Mártires podrían celebrarlas por medio de banquetes fraternales». Otras previsiones del papa concernientes a la organización jerárquica eclesial del país tuvieron que esperar.

La comunidad presidida por Agustín vivía bajo la regla benedictina. En ese momento era el único obispo que había para la Gran Bretaña sajona. Y mientras se progresaba en la evangelización, mantuvo diversas entrevistas con responsables de la iglesia bretona. No solo buscaba ayuda con nuevos misioneros, sino la conciliación entre los dos pueblos que estaban enfrentados. En el año 601 todavía no se había llegado a un acuerdo. La autoridad de Agustín no era reconocida por los bretones y tampoco estaban dispuestos a evangelizar a los anglosajones. Así que Agustín y sus compañeros se volcaron con más brío en la tarea apostólica.

En el 604 murió el papa y ese mismo año se establecía un segundo obispado en Rochester, y quedaban abiertas las puertas a un tercer obispado en Londres. Para ello Agustín contó con la ayuda incondicional de Ethelberto. Pero este nuevo despliegue acontecía cuando este gran apóstol de Inglaterra se hallaba al final de su vida. Murió el 26 de mayo del año 605 dejando en marcha esta magna obra que, aunque impulsada por el pontífice, fue materializada por él.