Tribunas

Quiero ir al Sínodo de la Amazonía

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

Después de leer el Instrumemtum Laboris de Sínodo de la Amazonía quiero ir a esa Asamblea porque tengo algo importante que decir en el camino sinodal de la Iglesia.

Perdón, lo que tengo que decir en el Sínodo de la Amazonía es algo más que una idea. Es una propuesta. Me explico.

Entiendo que lo mismo que se hace un Sínodo para la Amazonía, podría hacerse un nuevo Sínodo para Europa, pero para la Europa rural, para la Europa que se está despoblando, que se está quedando sin fieles y que, como primer síntoma de su degradación, se ha quedado sin sacerdotes.

Lo que tengo que decir es que lo mismo que se va a discernir que “para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana", yo propongo el mismo argumento para que don Ricardo Blázquez ordene sacerdote a mi suegro.

Les cuento. Mi suegro vive en el último pueblo de la provincia de Valladolid, limítrofe con León y Palencia. Hace ya unos años no tiene, en la comarca, sacerdote estable, ni misa todos los domingos.

Mi suegro es un hombre íntegro, empresario de éxito –de hecho la fábrica familiar es motor de economía en la zona- gracias al duro trabajo. Ha sido un ejemplo de aplicación de la Doctrina social de la Iglesia, tanto para sus empelados como para sus proveedores. De edad provecta, de caridad admirada, ya quisiera yo para mí su vida de piedad y su devoción, y su conocimiento de la historia de España y de Europa. Su biblioteca no desmerece de la de cualquier catedrático de historia moderna. Está a la última de todo lo que pasa en el mundo, lector de prensa empedernido, suele pedirme que le compre algunas últimas referencias bibliográficas que hasta a mí me sorprenden.

Además, es indígena, es decir, natural de la Castilla profunda. Un hombre con autoridad moral, reconocido como justo, bueno, con amplia familia estable, y suficientes recursos económicos… Admirado por los sacerdotes que por allí han pasado a lo largo de la historia reciente.

¿Por qué no ofrecerle que se ordene sacerdote? Si lo van a hacer en la Amazonía, ¿por qué no en la Castilla abandonada, explotada por las nuevas formas de vida basadas en el relativismo y el individualismo?

¿Acaso mi suegro no es el ejemplo de “viri probati”? ¿Y la situación de la Iglesia no es límite en cuanto a la atención sacramental y de dirección de la comunidad en estos territorios de la España profunda? ¿Acaso no estamos hablando también de zonas limítrofes de una región de la España despoblada?

Por cierto, hablo de mi suegro, no de mi suegra…

 

José Francisco Serrano Oceja