Servicio diario - 28 de julio de 2019


 

Ángelus: Lo que pedimos en el "Padre Nuestro" ya se ha cumplido
Raquel Anillo

Naufragio en Libia: Dolor y llamada del Papa Francisco
Anne Kurian

Caso Orlandi: Concluyen las tareas de investigación
Raquel Anillo

Santos Luis Martin y Celia Guérin, 29 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

28/07/2019-12:02
Raquel Anillo

Ángelus: Lo que pedimos en el "Padre Nuestro" ya se ha cumplido

ZENIT — 28 julio 2018).- En este domingo XVII del tiempo ordinario el Papa Francisco reza el Ángelus desde la ventana del despacho del Palacio Apostólico, ante los peregrinos y visitantes reunidos en la plaza de San Pedro.

He aquí la novedad de la oración cristiana! subrayó. Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, apoyado por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo al Padre, un diálogo entre hijos y Padre, esta es la oración cristiana.

 

Palabras del Papa Francisco antes de la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 11, 1-13), san Lucas cuenta las circunstancias en las que Jesús enseña el "Padre Nuestro" a sus discípulos. Ellos ya saben rezar, recitando las fórmulas de la tradición judía, pero también desean ellos poder vivir la misma "calidad" de la oración de Jesús porque ellos pueden ver que la oración es una dimensión esencial en la vida de su Maestro, de hecho cada acción importante de Él se caracteriza por pausas prolongadas de oración. Además, siguen siendo fascinados porque ven que Jesús no reza como otros maestros de la época, sino que su oración es un vínculo íntimo con el Padre, hasta el punto de que desean participar en estos momentos de unión con Dios, para saborear plenamente su dulzura.

Así que, un día, esperan a que Jesús termine su oración, en un lugar apartado, y luego le piden: "Señor, enséñanos a orar" (v. 1). Respondiendo a la pregunta explícita de los discípulos, Jesús no da una definición abstracta de la oración, ni enseña una técnica efectiva para orar y "obtener algo. En cambio, invita a sus seguidores a experimentar la oración, colocándolos directamente en comunicación con el Padre, despertando en ellos la nostalgia de una relación personal con Él, con Dios, con el Padre. He aquí la novedad de la oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, apoyado por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo al Padre, un diálogo entre hijos y Padre, esta es la oración cristiana.

Por eso les entrega la oración del "Padre Nuestro", que es quizás uno de los dones más precioso que nos ha dejado el divino Maestro en su misión terrenal. Después de habernos revelado su misterio de Hijo y hermano, con esta oración Jesús nos hace penetrar en la paternidad de Dios; quiero subrayar esto: cuando Jesús nos enseña que el Padrenuestro nos hace entrar en la paternidad de Dios y nos muestra el modo para entrar en el diálogo orante y directo con Él a través del camino de la confianza filial. Es un diálogo entre el papá y su hijo, de hijo con el papá.

Lo que pedimos en el "Padre Nuestro" ya se ha cumplido y nos ha sido dado en el Hijo unigénito: la santificación del Nombre, la venida del Reino, el don del pan, el perdón y la liberación del mal. Cuando pedimos, abrimos nuestras manos para recibir. Recibimos los dones que el Padre nos ha hecho ver en el Hijo. La oración que el Señor nos ha enseñado es la síntesis de cada oración y nosotros la dirigimos al Padre siempre en comunión con nuestros hermanos.

A veces sucede que en la oración hay distracciones pero muchas veces sentimos como las ganas de detenernos en la primera palabra: "Padre" y sentir esa paternidad en el corazón.

A continuación, Jesús cuenta la parábola del amigo inoportuno y nos invita a insistir en la oración y me viene a la mente aquello que hacen los niños, entre los tres, tres años y medio, empiezan a preguntar cosas, cosas que no entienden. En mi tierra se llama "la edad del por qué", creo que aquí también se dice así y los niños comienzan a mirar a sus padres, al papá y le dicen: "Papá, ¿por qué?, ¿por qué?" Piden explicaciones. Seamos cuidadosos: cuando el papá empieza a explicar ese "por qué", ellos vienen con otra pregunta sin escuchar la explicación completa. ¿Qué es lo que pasa? Sucede que los niños se sienten inseguros acerca de tantas cosas que empiezan a entender por la mitad. Sólo quieren atraer sobre él, la mirada del papá y por eso preguntan: "¿Por qué, por qué, por qué?" Nosotros, en la oración del Padrenuestro, si nos detenemos en la primera palabra, Padre, haremos lo mismo que hacíamos cuando éramos pequeños, atraeremos la mirada del padre sobre nosotros diremos: "Padre, Padre", también podemos decirle: "¿Por qué?. Y Él nos mirará.

Pidamos a María, la mujer orante, que nos ayude a orar al Padre en unión con Jesús para vivir el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo.

 

 

 

28/07/2019-11:50
Anne Kurian

Naufragio en Libia: Dolor y llamada del Papa Francisco

(ZENIT — 28 julio 2019).- El Papa Francisco expresó su "dolor" después del naufragio en el que murieron 62 inmigrantes en Libia el 25 de julio de 2019.

Durante el Ángelus que presidió en la Plaza de San Pedro, tres días después, el 28 de julio, el Papa invitó a la multitud a orar con él "por las víctimas y sus familias" y "preguntar desde el fondo de sus corazones: Padre ¿por que?".

"He sabido con dolor la noticia del dramático hundimiento en los últimos días en las aguas del Mediterráneo, donde decenas de migrantes, incluidas mujeres y niños, han perdido la vida", dijo después de la oración mariana.

Y el Papa agregó: "Renuevo un llamamiento urgente para que la comunidad internacional actúe con rapidez y decisión para evitar que vuelvan a ocurrir tales tragedias y para garantizar la seguridad y la dignidad de todos".

 

 

 

28/07/2019-14:16
Raquel Anillo

Caso Orlandi: Concluyen las tareas de investigación

(ZENIT — 28 julio 2019).- A las 12.30 horas concluyeron las operaciones en el Campo Santo Teutónico como parte de las tareas de investigación del caso Orlandi.

El Prof. Giovanni Arcudi, asistido por su personal — en presencia del experto de confianza designado por la Familia Orlandi — completó el análisis morfológico de los hallazgos encontrados en los osarios (varios cientos de estructuras óseas parcialmente intactas y miles de fragmentos).

En el curso de las investigaciones antropológicas forenses, el profesor Arcudi no encontró ninguna estructura ósea que se remonte al período posterior a finales de 1800.

El consultor del partido ha hecho una solicitud de investigaciones de laboratorio sobre unos setenta hallazgos óseos; el profesor Arcudi y su equipo no han apoyado la solicitud porque las mismas estructuras óseas tienen caracteres de datación muy antiguos.

Por estas razones, las muestras se encontraron y se mantuvieron en el Comando de la Gendarmería a disposición del Promotor de Justicia.

Al comunicar estas operaciones, la Santa Sede confirma su deseo de buscar la verdad sobre la muerte de Emanuela Orlandi y niega categóricamente que esta actitud de plena cooperación y transparencia no pueda en modo alguno significar, como algunos han dicho a veces, una admisión implícita de responsabilidad.

La búsqueda de la verdad redunda en interés de la Santa Sede y de la familia Orlandi.

La voluntad transparente de la Santa Sede ya se ha manifestado, además de las investigaciones e investigaciones en curso en el Campo Santo Teutónico, en las realizadas por las autoridades italianas, tras un informe de la Gendarmería Vaticana, en la sede de la Nunciatura en Italia, en Villa Giorgina, para el que se comunicó el 3 de julio la solicitud de presentación de la Procura della Repubblica ante el Tribunal de Roma.

Según las conclusiones de las autoridades italianas, que iniciaron el procedimiento de devolución de los huesos hallados en Villa Giorgina el pasado 25 de julio, la datación de los hallazgos se remonta a entre 90 y 230 d.C.

Esto niega cualquier conexión con la dolorosa muerte de Emanuela Orlandi.

 

 

 

28/07/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Santos Luis Martin y Celia Guérin, 29 de julio

«Padres de Teresa de Lisieux. Ambos vieron frustrado su anhelo de ingresar en la vida religiosa, ideal acogido por todas sus hijas, a las que generosamente secundaron en su vocación»

En condiciones normales lo usual es que los hijos se sientan agradecidos por los padres que les dieron la vida, que reconozcan en sí mismos rasgos dignos de toda consideración que de ellos heredaron. Nada más hondo desde el punto de vista humano que estos lazos de sangre que vinculan a unos y a otros. Si las enseñanzas que impregnan las primeras etapas de la vida, para bien y para mal, dejan una huella imborrable, es fácil comprender que cuando los progenitores son santos el alcance de aquéllas para la prole sea inconmensurable. Teresa de Lisieux tuvo esa gracia. De ahí que dijese: «Dios me ha dado un padre y una madre más dignos del cielo que de la tierra».

El 19 de octubre de 2008 Benedicto XVI beatificó a los componentes de este virtuoso matrimonio. Y el 18 de octubre de 2015, en pleno Sínodo de la Familia, el papa Francisco los canonizó. Ninguno de los dos pudo ingresar en la vida religiosa, como desearon, aunque acudieron a sendas órdenes. Luis tocó la puerta del monasterio del Gran San Bernardo, en los Alpes, y Celia la de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. La misión de ambos era otra: convertirse en ejemplos de amor y fidelidad conyugal vinculados por la misma fe, y formar una familia en la que sobresalió la benjamina. Porque Teresa bebió de ellos el néctar de su caridad y con tan formidable pilar, junto a la gracia de Cristo y su entrega personal, alcanzó la santidad.

Luís, segundo de cinco hermanos, nació en Burdeos, Francia, el 22 de agosto de 1823. Su padre era capitán del ejército. Eso hizo que durante un tiempo tuviese que vivir en distintos lugares hasta que se afincaron en Alengon. No eligió la carrera militar como él, y quizá debido a su temperamento reflexivo y discreto, amante del silencio, sopesó la opción de aprender un oficio, eligiendo el de relojero. Su formación se había iniciado con los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Luego obtuvo las herramientas precisas para su profesión en Bretaña, Rennes, Estrasburgo, el Gran San Bernardo y París. Con 22 años se propuso consagrarse. Pero tenía una seria dificultad con el latín y de su aprendizaje dependía su admisión en el monasterio. Lo intentó con verdadero esfuerzo, pero no consiguió dominar la disciplina, y este sueño quedó atrás. Se instaló en Alengon y regentó su relojería. Era sociable y tenía muchos amigos con los que compartía diversas aficiones. La vertiente espiritual siempre viva en él hallaba eco en el círculo Vital Romet integrado por jóvenes creyentes que eran dirigidos por el abate Hurel. También era miembro de las conferencias de San Vicente de Paúl. Pudo haberse casado con una joven de elevada posición social, pero eludió este compromiso. Vendió una propiedad y adquirió una casa. En ella colocó una imagen de María que le habían obsequiado. Es la conocida «Virgen de la Sonrisa», que la familia trasladó a Buissonnets, en Lisieux.

Celia nació en Gandelain, Orne, Normandía, el 23 de diciembre de 1831. Era la mediana de tres hermanos. La primogénita fue monja de la Visitación. En cuanto a Isidore, el benjamín, hizo las delicias de la casa, un extremo que apenó a la beata al ver cómo recaían en este único varón todas las atenciones maternas. De modo que tuvo una infancia y juventud dolorosas debido, en parte, al carácter de los padres, pero acentuada también por su sensibilidad. Confió este sentimiento a su hermano sin rubor, reconociendo que para ella esos años fueron: «tristes como una mortaja, pues si mi madre te mimaba, para mí, tú lo sabes, era demasiado severa; era muy buena pero no sabía darme cariño, así que sufrí mucho».

Residía en Alengon desde la jubilación de su padre. Tras su muerte, la madre fue incapaz de regentar el negocio, un bar, y la falta de recursos económicos afectó a todos. Celia recibió instrucción de las religiosas de la Adoración perpetua que le enseñaron a realizar un primoroso encaje muy valorado en la ciudad. Se dedicó a esta labor porque el día de la Inmaculada de 1851 escuchó esta locución divina: «Debes fabricar punto de Alengon». Fracasado su anhelo de consagrarse, entendió que estaba destinada por Dios al matrimonio. A su vez, la madre de Luís se había fijado en ella; la consideraba ideal para ese hijo que veía iba cumpliendo años sin pensar en su futuro. Los dos se conocieron un día al cruzar el puente de San Lorenzo. Y tres meses más tarde, el 13 de junio de 1858, se casaron.

De común acuerdo, durante diez meses vivieron como hermanos, en una perfecta castidad conyugal, hasta que el confesor les recordó el gesto generoso de dar hijos a Dios. Tuvieron nueve; cuatro fallecieron de forma prematura. A los 45 años a Celia se le detectó un tumor maligno. No sobrevivió mucho tiempo a este diagnóstico; murió el 28 de agosto de 1877. Luís, que entonces tenía 54 años, continuó sacando adelante a los hijos, aunque ya hacía tiempo que había dejado su trabajo para apoyar el negocio de bordado, y estaba implicado en su educación. Siguió infundiéndoles la vida de piedad que había llevado junto a Celia: oraciones, rezos, asistencia a misa, confesión, actividad incesante en la parroquia... Acompañó a sus hijas al umbral del convento, y afrontó el dolor de separarse de Teresa, que tenía 15 años cuando se hizo religiosa. En las cartas de la santa se constata la progresiva disminución de facultades mentales que su querido padre fue sufriendo hasta fallecer en el sanatorio de Caen, donde estaba internado, el 29 de julio de 1894.

La madre había manifestado en una ocasión: «No vivíamos sino para nuestros hijos; eran toda nuestra felicidad y solamente la encontrábamos en ellos». Y siendo así, Luis entregó generosamente a Dios a sus cinco hijas, diciendo: «Ven, vayamos juntos ante el Santísimo a darle gracias al Señor por concederme el honor de llevarse a todas mis hijas». Ciertamente, ambos son un ejemplo para todos los padres.