Servicio diario - 11 de agosto de 2019


 

Ángelus: Allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón
Raquel Anillo

70 años de la Convención de Ginebra: La guerra, "la gran derrota humana"
Anne Kurian

Tweet del Papa: Jesús es el secreto de la vida
Héléne Ginabat

Beata Victoria Díez y Bustos de Molina, 12 de agosto
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

11/08/2019-12:06
Raquel Anillo

Ángelus: Allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón

(ZENIT 11 agosto 2019).- En este XIX domingo del tiempo ordinario y festividad de Santa Clara de Asís, virgen y fundadora de las clarisas, el santo Padre se dirije a los peregrinos y visitantes reunidos en la Plaza De San Pedro en el rezo del Ángelus.

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 12, 32-48), Jesús llama a sus discípulos a la contínua vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida. E indica las formas de vivir bien esta vigilancia: "Estén preparados, con la cintura ceñida y las lámparas encendidas" (ver 35). En primer lugar "ceñida la cintura" una imagen que recuerda la actitud del peregrino, listo para emprender el camino. Se trata de no echar raíces en moradas confortables y tranquilizadoras, sino de abandonarse, estar abiertos con sencillez y confianza al paso de Dios en nuestra vida, a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la próxima meta. Muchas veces el Señor nos acompaña de la mano para guiamos, porque nosotros nos equivocamos en este camino tan difícil. En efecto, quien confía en Dios sabe bien que la vida de fe no es algo estático, sino dinámico. La vida de fe es una meta continua para dirigirse hacia etapas siempre nuevas, que el Señor mismo indica día tras día. Porque Él es el Señor de las sorpresas, el Señor de la novedad, de las verdaderas novedades.

Primero era "la cintura ceñida" y luego se nos pide que mantengamos "las lámparas encendidas", para poder iluminar la oscuridad de la noche. Estamos invitados, es decir, a vivir una fe auténtica y madura, capaz de iluminar las muchas "noches" de la vida. Reconocemos que todos hemos tenido días que eran verdaderas noches espirituales. La lámpara de la fe requiere ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra. Retomo algo que les he dicho muchas veces: lleven siempre un pequeño evangelio de bolsillo para leerlo, es un encuentro con Jesús, con la Palabra de Jesús. Esta lámpara nos ha sido confiada para el encuentro con Jesús con la oración y la Palabra, por lo tanto hace que nadie pueda retirarse íntimamente en la certeza de su propia salvación, desinteresándose de los demás. Es una fantasía creer que uno puede iluminarse dentro, no, es una fantasía. La verdadera fe abre el corazón al prójimo y lo estimula a la comunión concreta con sus hermanos, sobretodo con los mas necesitados.

Y Jesús, para hacerse comprender, para hacer comprender esta actitud, relata la parábola de los siervos que esperan el regreso del señor cuando vuelve de la boda (vv. 36-40), presentando así otro aspecto de la vigilancia: estar preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor. Cada uno de nosotros se encontrará ese día en el día del encuentro, cada uno de nosotros tiene su propia fecha del encuentro definitivo. Dice el Señor:"Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encontrará aún despiertos a su regreso; Y si, "viniendo en medio de la noche o antes del amanecer, los encuentra así, benditos son". (vv. 37-38). Con estas palabras, el Señor nos recuerda que la vida es un camino hacia la eternidad; por lo tanto, somos llamado a hacer fructificar todos nuestros talentos, sin olvidar nunca que "no tenemos una ciudad estable aquí, sino que vamos en busca de la ciudad futura" (Heb 13, 14). En esta perspectiva, cada momento se vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo en tu corazón la nostalgia del cielo, los pies en la tierra, caminar sobre la tierra, trabajar en la tierra, hacer el bien en la tierra y con el corazón nostálgico del cielo.

Nosotros no podemos entender realmente en qué consiste esta alegría suprema, sin embargo Jesús hace que lo intuyamos con la similitud del Señor que encontrando todavía despiertos a los siervos a su regreso, dice Jesús: "se ceñirá sus vestiduras, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo". (v. 37). La felicidad eterna del paraíso se manifiesta de la siguiente manera: la situación se invertirá, y ya no serán más los siervos, es decir, nosotros, los que sirvamos a Dios, sino que Dios mismo se pondrá a nuestro servicio y esto lo hace Jesús desde ahora. Jesús reza por nosotros, Jesús nos mira y ora al Padre por nosotros, Jesús nos sirve ahora, es nuestro servidor y esta será la felicidad eterna. El pensamiento del encuentro final con el Padre, rico en misericordia, nos llena de esperanza, y nos estimula a comprometernos constante en nuestra santificación y en la construcción de un mundo más justo y fraterno.

Que la Virgen María, por su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro.

 

 

 

11/08/2019-12:16
Anne Kurian

70 años de la Convención de Ginebra: La guerra, "la gran derrota humana"

(ZENIT — 11 agosto 2019).- La guerra y el terrorismo son "la gran derrota humana", dice el Papa Francisco en vísperas del 70 aniversario de los Convenios de Ginebra: cuatro tratados que establecen las reglas básicas del derecho internacional humanitario, firmado el 12 de agosto de 1949.

Durante el 11 de agosto de 2019, el Papa habló de este aniversario e invitó a los estados a "proteger la vida y la dignidad de las víctimas de los conflictos armados": "Todos deben respetar los límites impuestos por el derecho internacional". "Protección humanitaria y estructuras civiles, especialmente hospitales, escuelas, lugares de culto, campos de refugiados", insistió.

 

Palabras del Papa después del Ángelus

Mañana celebramos el 70 aniversario de los Convenios de Ginebra, importantes instrumentos jurídicos internacionales que imponen límites al uso de la fuerza y ??están destinados a la protección de civiles y prisioneros en tiempo de guerra. Que este aniversario haga que los Estados sean cada vez más conscientes de la necesidad ineludible de proteger la vida y la dignidad de las víctimas de los conflictos armados. Todos están obligados a observar los límites impuestos por el derecho internacional humanitario, protegiendo a las poblaciones indefensas y las estructuras civiles, especialmente hospitales, escuelas, lugares de culto y campos de refugiados. Y no olvidemos que la guerra y el terrorismo son siempre una pérdida grave para toda la humanidad. Son la gran derrota humana.

Los saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. Muchos jóvenes también están presentes hoy. Os saludo con cariño! En particular, los adolescentes de Saccolongo y los de Creola; el grupo de ministerio juvenil de Verona; y los jóvenes de Cittadella.

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen apetito y adiós.

 

 

 

11/08/2019-09:46
Héléne Ginabat

Tweet del Papa: Jesús es el secreto de la vida

(ZENIT — 11 agosto 2019).- "El testimonio cristiano, después de todo, sólo anuncia esto: que Jesús está vivo y que es el secreto de la vida. Este es el tweet del Papa Francisco publicado este sábado, 10 de agosto de 2019, en la fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir.

Nacido a principios del siglo III en Aragón, España, Lorenzo murió en Roma el 10 de agosto de 258. El Papa Sixto II lo había establecido como el primero de los siete diáconos vinculados al servicio de la Iglesia Romana. Su función era la de custodio de los bienes de la Iglesia. Cuando el emperador Valeriano emitió un edicto de persecución prohibiendo el culto cristiano, incluso en los cementerios, Lorenzo fue arrestado al mismo tiempo que el Papa y los otros diáconos. Llamado a entregar los tesoros de la Iglesia, reunió a los pobres, a los enfermos, a los cojos y a los ciegos, diciendo: "Estos son los tesoros de la Iglesia».

El 26 de diciembre de 2016, el Papa afirmó que los mártires de hoy son "más numerosos que los de los primeros siglos". Pero también que "a pesar de las pruebas y peligros, testimonian con valentía su pertenencia a Cristo y viven el Evangelio comprometiéndose con los más desfavorecidos, los más desatendidos, haciendo el bien a todos sin distinción. De este modo, dan testimonio de la caridad en la verdad". Palabras que ilustran bien la vida y la muerte de Lorenzo.

 

 

 

11/08/2019-07:00
Isabel Orellana Vilches

Beata Victoria Díez y Bustos de Molina, 12 de agosto

«Maestra y catequista, miembro de la Institución Teresiana fundada por Pedro Poveda, fue ajusticiada en la guerra española de 1936 siendo mártir de la fe. Juan Pablo II la elevó a los altares junto a su fundador en la misma fecha»

En una de las cartas que Victoria dirigió a Josefa Segovia, directora de la Institución Teresiana, le dijo: «Recuerdo ahora esta frase de santa Teresa: hay que ser santamente intrépidas. Si una maestra de la Institución Teresiana no es santamente intrépida, ¿dónde estará, pues, nuestro teresianismo? Me parece que con sustos y encogimientos no podemos llamarnos hijas de santa Teresa, que según frase suya tenía recio corazón» . Plasmó estos hondos sentimientos ocho años antes de derramar su sangre por Cristo. Traslucen la integridad y coherencia de un alma noble y delicada, llamada a ser una de las glorias de esta Institución fundada por Pedro Poveda. Juan Pablo II la elevó a los altares junto a él el 10 de octubre de 1993. Dejaba entrelazadas dos grandes almas ya vinculadas por el incomparable lazo de la caridad que conduce a Cristo a través de un mismo carisma; dos eslabones de una santa cadena en la que paternidad y filiación quedaban enmarcadas también por esta vía para siempre.

Victoria llevaba en la sangre la alegría y el salero que rezuma la bellísima ciudad de Sevilla, España, donde nació el 11 de noviembre de 1903, y también la bravura y fortaleza que caracteriza a una persona espiritual, como ella. Su condición de hija única no introdujo en su ánimo ciertas tendencias que hubieran podido malograr su formación humana. Si acaso la ternura que en ella volcaron sus padres, muchas veces con cierto cariz asfixiante, le confirió fuerza, seguridad y responsabilidad. También una claridad y decisión para tomar las riendas de su vida en aquello que era irrenunciable: la fe, esa que aprendió a amar en su hogar. Con notable aprovechamiento cursó estudios con las carmelitas de la caridad, en la prestigiosa escuela Carmen Benítez, y aprendió a dominar las técnicas pictóricas en la Escuela de Bellas Artes. Acogió de buen grado la sugerencia paterna de realizar magisterio pensando en un futuro estable profesional y económico para ella, aunque inicialmente no le agradaba la carrera, y aprobó las oposiciones. Entre tanto, su espíritu abierto a Dios desde que hizo la primera comunión halló el cauce al que providencialmente estaba destinada. Éste no era otro que la Institución Teresiana en la que se integró en 1926 después de acudir a una conferencia sobre la santa de Ávila impartida por Josefa Grosso un año antes. No calificó a este momento como el de su conversión, puesto que no había lugar a ello, sino «la tarde del encuentro» que, en todo caso, cambió su vida. Porque la Institución le permitía conjugar sus afanes espirituales con el ejercicio docente.

Creativa, audaz, con grandes dotes para la pedagogía, inició su andadura en un pueblecito extremeño, Cheles, Badajoz. La acompañaba su madre, de salud delicada, a la que había asistido siempre combinando estudios y tareas domésticas. Durante el curso de 1927 a 1928 hizo de la escuela un espacio enriquecedor para los alumnos que vieron satisfactoriamente prolongado su horario escolar con actividades complementarias que ella introdujo: cantos, costura, excursiones campestres... Su segundo y último destino fue Hornachuelos, Córdoba, donde recaló en el estío de 1928 con 25 años y un sinfín de proyectos. Se hallaba bien en Cheles, pero era consciente de que no podía mantener a sus padres separados y una cercana localidad a Sevilla permitiría mantener la unidad familiar que caracterizó su hogar. La parroquia y la escuela fueron receptores de sus desvelos. Impulsó la catequesis infantil, las Hijas de María, la Acción Católica y dio nuevo empuje a la Asociación Misionera de la Santa infancia reorganizándola. Bullía en ella un intenso afán apostólico: «¡Cuánto desearía yo hacer por las misiones! Ése fue el principio de mi vocación, y créame que si alguna vez me fuera posible trabajar más de cerca en ellas, con todo mi corazón lo haría».

Respecto a la escuela, que ayudó a reedificar, no fue la misma con su presencia. Implantó experiencias amasadas en Cheles añadiendo a las excursiones, clases de gimnasia, pintura... No se olvidó de las mujeres, a las que llevó la cultura en cursos nocturnos. Puso en marcha una biblioteca y favoreció cuanto pudo a las familias sin recursos; era una persona generosa. Fue designada Presidenta del Consejo Local del Pueblo. En medio de la bonanza, un bramido de furia comenzó a desatarse con la prohibición de impartir catequesis, la retirada de los crucifijos en el aula... Trató de conciliar la situación con paciencia y caridad, sin contemporizar con imposiciones que contravenían sus hondas convicciones espirituales. Lo tenía claro: «Si es necesario dar la vida para identificarse con Cristo, nuestro divino modelo, desde hoy dejo de existir para el mundo, porque mi vida es Cristo y morir ganancia». En 1934 partidarios de la Segunda República incendiaron la iglesia. De lo más hondo de su ser brotaba su valerosa ofrenda a Dios: «¡Pídeme precio!». La muerte planeaba sobre su cabeza, pero ella sabía que nadie puede destruir el alma. Siguió acudiendo a misa, escuchando la invitación al perdón y la paz del párroco, en medio de un ambiente amenazador.

El estío de 1935 lo pasó en León, participando en un curso organizado por su Institución. Volvió con renovada fortaleza ante un eventual martirio. Su fundador recordó que si llegaba ese momento, Dios les daría fuerzas para afrontarlo. Pudo haberse ido de Hornachuelos, pero eligió seguir junto a la gente que tanto amaba. Con su domicilio sitiado tomó la comunión el 19 de julio de 1936. Al día siguiente los milicianos arrestaron al párroco. El 11 de agosto fueron por ella. Esa madrugada esposada junto a 17 varones recorrió 12 km. a pie hasta la Mina del Rincón. Por el camino les alentaba: «¡Ánimo, daos prisa! Nos espera el premio... Veo el cielo abierto». Sus atribulados ojos los vieron caer uno a uno. Ella, hallándose junto al brocal del pozo minero, fue la última. Pero tanto horror no venció a la fe. Hincada de rodillas, con una imagen de María en sus manos, confesó: «Digo lo que siento. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva mi Madre!». En el interior de la fosa de la mina quedó su cuerpo inerte el 12 de agosto de 1936. Campanas de gloria dibujadas en el aire tañían por ella.