Tribunas

Las homilías

 

Jesús Ortiz


 

 

 

Decimos que muchos jóvenes sólo se expresan en lenguaje WhatsApp con palabras abreviadas y una docena de comodines: vale, guay, chulo… Los profesores de literatura hacen esfuerzos para que sus alumnos lean más y tengan un vocabulario más significativo.

Con alguna frecuencia los sacerdotes escuchamos los comentarios sobre las homilías, casi siempre agradeciendo que se entiendan e iluminen la vida cristiana. A la vez nos dicen con delicadeza que «a usted no, pero a otros sacerdotes no se les entiende bien». Uno toma nota por si acaso está incluido en ese grupo.

La mayoría de los sacerdotes que conozco preparan con días de antelación el conjunto de su variada predicación, en particular la homilía dominical, además de la cotidiana, si es el caso. Otra cosa es que luego logren alcanzar su objetivo, sin olvidar aquel dicho de que "el sacerdote que no mueve las almas contribuye a mover el trasero de los oyentes". Por eso intentamos documentarnos y llevar antes a la oración la predicación y pedir gracia al Espíritu Santo, pues sin ella no tendría eficacia sobrenatural: más que técnica es corazón movido por la fe.

No resulta difícil saber que una breve homilía de un domingo, o también diaria, requiere bastante preparación. Porque hay que resumir una idea o comentario de fe en pocos minutos, con un argumento desde el inicio hasta el final concreto. Salvo excepciones, una homilía no debería superar quince minutos - y mejor si es más breve- a todos los niveles, incluidas las bodas, bautizos, confirmaciones o funerales. Muchos, incluidos los señores obispos, lo intentamos aunque a veces no lo consigamos.

Recuerdo el comentario de un asistente a un Retiro de varios días que comentaba al final los aspectos literarios y retóricos de aquellas "conferencias", decía. Aunque diera un notable al sacerdote fue para deprimirse, porque el buen señor no había entrado en el Retiro. Se trataba de meterse en la Palabra de Dios para convertirse bajo la acción del Espíritu Santo, no por la elocuencia del predicador.

Gracias a Dios y a una preparación suficiente las homilías no suelen incurrir en el lenguaje WhatsApp, aunque realicen alguna concesión al lenguaje más común, a fin de aplicar las verdades de la fe a la vida diaria. El estímulo, la comprensión y la oración de los fieles, son una gran ayuda para avanzar juntos en la fe compartida, celebrada y vivida. Con un mal predicador pero con fe y corazón el Espíritu Santo puede hacer maravillas.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico