Servicio diario - 29 de septiembre de 2019


 

Jornada Mundial de los migrantes y refugiados: Amar a Dios y amar al prójimo
Raquel Anillo

La paz en el Camerún: Llamada del Papa Francisco
Anita Bourdin

Jornada del migrante y del refugiado: El Papa bendice los ángeles de Timothy Schmalz
Anita Bourdin

Mes misionero extraordinario: "Para anunciar y bautizar", por el p. Meroni
Marina Droujinina

San Francisco de Borja, 30 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

29/09/2019-13:35
Raquel Anillo

Jornada Mundial de los migrantes y refugiados: Amar a Dios y amar al prójimo

(ZENIT — 29 septiembre 2019).-Amar a Dios y amar al prójimo es un mandamiento que Dios nos ha dejado, subraya el Papa en la homilía de este Día Mundial de los migrantes y refugiados, no se puede separar, no se puede amar a Dios si no amamos al prójimo. Amar al prójimo como a uno mismo. Amar al prójimo significa sentir compasión por su sufrimiento, acercarse, tocar sus llagas, compartir sus historias, para manifestarles concretamente la ternura que Dios les tiene.

No podemos permanecer indiferentes ante este sufrimiento, este santo mandamiento, Dios se lo dio a su pueblo, y lo selló con la sangre de su Hijo Jesús.

 

Homilía del Papa

En el Salmo Responsorial se nos recuerda que el Señor sostiene a los forasteros, así como a las viudas y a los huérfanos del pueblo. El salmista menciona de forma explícita aquellas categorías que son especialmente vulnerables, a menudo olvidadas y expuestas a abusos. Los forasteros, las viudas y los huérfanos son los que carecen de derechos, los excluidos, los marginados, por quienes el Señor muestra una particular solicitud. Por esta razón, Dios les pide a los israelitas que les presten una especial atención.

En el libro del Éxodo, el Señor advierte al pueblo de no maltratar de ningún modo a las viudas y a los huérfanos, porque Él escucha su clamor (cf. 22,23). La misma admonición se repite dos veces en el Deuteronomio (cf. 24,17; 27,19), incluyendo a los extranjeros entre las categorías protegidas. La razón de esta advertencia se explica claramente en el mismo libro: el Dios de Israel es Aquel que «hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al emigrante, dándole pan y vestido» (10,18). Esta preocupación amorosa por los menos favorecidos se presenta como un rasgo distintivo del Dios de Israel, y también se le requiere, como un deber moral, a todos los que quieran pertenecer a su pueblo.

Por eso debemos prestar especial atención a los forasteros, como también a las viudas, a los huérfanos y a todos los que son descartados en nuestros días. En el Mensaje para esta 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el lema se repite como un estribillo: "No se trata sólo de migrantes". Y es verdad: no se trata sólo de forasteros, se trata de todos los habitantes de las periferias existenciales que, junto con los migrantes y los refugiados, son víctimas de la cultura del descarte. El Señor nos pide que pongamos en práctica la caridad hacia ellos; nos pide que restauremos su humanidad, a la vez que la nuestra, sin excluir a nadie, sin dejar a nadie afuera.

Pero, junto con el ejercicio de la caridad, el Señor nos pide que reflexionemos sobre las injusticias que generan exclusión, en particular sobre los privilegios de unos pocos, que perjudican a muchos otros cuando perduran. «El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos.

Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan. Quienes padecen las consecuencias son siempre los pequeños, los pobres, los más vulnerables, a quienes se les impide sentarse a la mesa y se les deja sólo las "migajas" del banquete» (Mensaje para la 105 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado).

Así se entienden las duras palabras del profeta Amós, proclamadas en la primera lectura (6,1.4-7). ¡Ay de los que viven despreocupadamente y buscando placer en Sion, que no se preocupan por la ruina del pueblo de Dios, que sin embargo está a la vista de todos! No se dan cuenta de la ruina de Israel, porque están demasiado ocupados asegurándose una buena vida, alimentos exquisitos y bebidas refinadas. Sorprende ver cómo, después de 28 siglos, estas advertencias conservan toda su actualidad. De hecho, también hoy día la «cultura del bienestar [...] nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, [...] lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la indiferencia» (Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013).

Al final, también nosotros corremos el riesgo de convertirnos en ese hombre rico del que nos habla el Evangelio, que no se preocupa por el pobre Lázaro «cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico» (Lc 16,20-21). Demasiado ocupado en comprarse vestidos elegantes y organizar banquetes espléndidos, el rico de la parábola no advierte el
sufrimiento de Lázaro. Y también nosotros, demasiado concentrados en preservar nuestro bienestar, corremos el riesgo de no ver al hermano y a la hermana en dificultad.

Pero como cristianos no podemos permanecer indiferentes ante el drama de las viejas y nuevas pobrezas, de las soledades más oscuras, del desprecio y de la discriminación de quienes no pertenecen a "nuestro" grupo. No podemos permanecer insensibles, con el corazón anestesiado, ante la miseria de tantas personas inocentes. No podemos sino llorar. No podemos dejar de reaccionar.

Si queremos ser hombres y mujeres de Dios, como le pide san Pablo a Timoteo, debemos guardar «el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tm 6,14); y el mandamiento es amar a Dios y amar al prójimo. No podemos separarlos. Y amar al prójimo como a uno mismo significa también comprometerse seriamente en la construcción de un mundo más justo, donde todos puedan acceder a los bienes de la tierra, donde todos tengan la posibilidad de realizarse como personas y como familias, donde los derechos fundamentales y la dignidad estén garantizados para todos.

Amar al prójimo significa sentir compasión por el sufrimiento de los hermanos y las hermanas, acercarse, tocar sus llagas, compartir sus historias, para manifestarles concretamente la ternura que Dios les tiene. Significa hacerse prójimo de todos los viandantes apaleados y abandonados en los caminos del mundo, para aliviar sus heridas y llevarlos al lugar de acogida más cercano, donde se les pueda atender en sus necesidades.

Este santo mandamiento, Dios se lo dio a su pueblo, y lo selló con la sangre de su Hijo Jesús, para que sea fuente de bendición para toda la humanidad. Porque todos juntos podemos comprometernos en la edificación de la familia humana según el plan original, revelado en Jesucristo: todos hermanos, hijos del único Padre.

Encomendamos hoy al amor maternal de María, Nuestra Señora del Camino, a los migrantes y refugiados, junto con los habitantes de las periferias del mundo y a quienes se hacen sus compañeros de viaje.

 

© Editorial del Vaticano

 

 

 

29/09/2019-13:08
Anita Bourdin

La paz en el Camerún: Llamada del Papa Francisco

(ZENIT — 29 septiembre 2019).- El Papa Francisco pide a los católicos que recen en estos días por la paz en Camerún.

Al final de la misa para la 105a Jornada mundial de los migrantes y refugiados, deseada por el Papa Benedicto XV en 1914, el Papa se dirigió a la asamblea, antes de la oración del Ángelus, el 29 de septiembre de 2019, en la Plaza de San Pedro.

En italiano, el Papa habló de la celebración, mañana, lunes 30 de septiembre, de una "reunión de diálogo nacional", en el Camerún, "para la búsqueda de una solución a la difícil crisis que azota al país desde hace años".

El Papa dijo que se sentía "cercano de los sufrimientos y de las esperanzas del querido pueblo camerunés", y ha invitado "a todos a orar para que este diálogo pueda ser fructífero y pueda conducir a soluciones de paz justas y duraderas en beneficio de todos".

"Que María, Reina de la Paz, interceda por nosotros", concluyó el Papa antes de rezar el Ángelus.

Un "Gran Diálogo Nacional" ha sido convocado por el Presidente de la República, M. Paul Biya, en el cargo desde 6 de noviembre de 1982, para encontrar una solución a la crisis político-militar que ha sacudido las dos regiones de habla inglesa de Camerún durante tres años.

El Camerún se enfrenta a un conflicto en las zonas de habla inglesa y el terrorismo islamista Boko Haram en la región norte.

 

 

 

29/09/2019-14:24
Anita Bourdin

Jornada del migrante y del refugiado: El Papa bendice los ángeles de Timothy Schmalz

(ZENIT 29 septiembre 2019).- El Papa Francisco ha bendecido a un grupo escultórico del artista canadiense Timothy Schmalz, titulado "Ángeles inconscientes", en la Plaza de San Pedro, el 29 de septiembre de 2019, al final de la misa para la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados , según lo solicitado por Papa Benedicto XV en 1914: esta es la 105a edición de esta jornada.

La escultura se exhibirá permanentemente en la Plaza de San Pedro, el Papa ha deseado "recordar a todos el desafío evangélico de la acogida".

Antes de la oración del Ángelus, el Papa Francisco ha deseado "dar la bienvenida a todos los que han participado en este momento de oración mediante el cual renovamos la atención de la Iglesia a las diferentes categorías de personas vulnerables en movimiento".

El Papa recordó las circunstancias de esta bendición: "En unión con los fieles de todas las diócesis del mundo hemos celebrado la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, para reafirmar la necesidad de que nadie sea excluido de la sociedad, ya sea un ciudadano residente desde hace mucho tiempo o uno recién llegado".

El Papa también explicó que "para subrayar este compromiso" iba a inaugurar, durante su recorrido por la Plaza de San Pedro en papamóvil ", la escultura que tiene como tema estas palabras de la Carta a los Hebreos: "No olvidéis la hospitalidad; algunos, practicándola, sin saberlo, han acogido a los ángeles" (13,2). Esta escultura, en bronce y arcilla, representa a un grupo de migrantes de diversas culturas y diferentes períodos históricos. Quería esta obra de arte aquí en la Plaza de San Pedro, para que todo el mundo pueda recordar el desafío evangélico de acoger a la gente.

Al escultor le llevó un año de trabajo completar su obra, que estará permanentemente en la Plaza de san pedro. También es el autor de "Jesús sin hogar".

 

 

 

29/09/2019-07:32
Marina Droujinina

Mes misionero extraordinario: "Para anunciar y bautizar", por el p. Meroni

(ZENIT — 29 septiembre 2019).- "La misión es realmente una salida, un 'ir', dice el padre Fabrizio Meroni, director de la Agencia Misionera del Vaticano Fides y del Centro Internacional de Animación Misionera (CIAM) y Secretario General de la Unión Misionera Pontificia (PUM), es un ir para anunciar y bautizar, y anunciar y bautizar significa que participamos en este deseo de Dios de salvarnos, de salvar al mundo,de hacernos sus hijos'".

Unos días antes del inicio del Mes misionero extraordinario — el mes de octubre — ,el p. Meroni explica el significado del evento y las iniciativas preparadas por las iglesias locales en una entrevista publicada por la sala de prensa de la Santa Sede el viernes 27 de septiembre de 2019.

"La celebración del Mes Misionero Extraordinario de octubre de 2019 es una conmemoración, una celebración del centenario de la gran carta apostólica del Papa Benedicto XV (Carta Apostólica Maximun illud sobre la actividad misionera, 30 de noviembre de 1919-ed.), recuerda el p. Meroni.

El Papa Francisco "nos dijo", explica: "recordemos este gran documento, ante todo porque hoy tenemos una gran necesidad de reavivar y de hacer revivir nuestro espíritu misionero. Por lo tanto, es un llamamiento a toda la Iglesia para hacer que la fe en Jesucristo, que ha muerto y resucitado, se exprese cada vez con más fuerza".

"La Misión, afirma el p. Meroni, no es proselitismo, no es un producto para vender, el colonialismo o el neocolonialismo — una vez con armas, hoy con dinero... — la misión es la pasión que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, tienen hacia el hombre y la mujer y el mundo como tal, implicando a la Iglesia y así ser enviados en la misión del Hijo y del Espíritu Santo es lo que el Papa Francisco llama siempre, una "Iglesia saliente".

El p. Meroni evoca diferentes iniciativas que han sido preparadas para este Mes misionero: "El corazón de los acontecimientos, dice, son las iniciativas de oración, de reflexión, de celebración, de caridad, de experiencia ad gentes, en el seno de las iglesias locales" "Todos las herramientas que hemos producido, incluida la Guia, y también la (site'", continua, "son herramientas funcionales para provocar, estimular y confiar en la creatividad de las iglesias locales".

Hablando de las "dimensiones espirituales" de este mes de octubre, el p. Meroni dice que no se trata de las "dimensiones abstractas, es decir, no concretas y poco prácticas". "Estamos hablando de dimensiones espirituales", explica, "porque son dimensiones según el Espíritu Santo en la vida del Espíritu Santo. Después llegan ellas mismas al corazón de la cuestión, que es la fe".

"Para el Papa Francisco, como para el Papa Juan Pablo II", continúa, "la crisis del espíritu misionero de la Iglesia no es la falta de estrategia, sino la crisis de la fe porque la fe está tan insensible que ya no puede interesarse en la vida real de las personas".

Respondiendo a la cuestión de la interacción de los dos acontecimientos importantes que tendrán lugar en octubre: el Mes misionero y el Sínodo para la Amazonía, el p. Meroni subraya que "se ayudan mutuamente a permanecer centrados en la evangelización y la mirada del corazón y de la inteligencia teológica y pastoral, sobre la misión, sobre Jesucristo que quiere salvar, en el caso del mes misionero, a todos los hombres y mujeres, en el caso del Sínodo Especial, tomando en serio los problemas regionales y limitados a los territorios".

El Mes Misionero Extraordinario, concluye el p. Meroni, abraza la universalidad de la Iglesia, no tanto en la ruidosa notoriedad comunicativa de los medios de comunicación o los eventos extraordinarios, sino precisamente en la capilaridad de la fe de las personas en el interior del desafío de las iglesias locales".

 

 

 

29/09/2019-14:51
Isabel Orellana Vilches

San Francisco de Borja, 30 de septiembre

«Ante el cadáver de una emperatriz, este gran jesuita con numerosos títulos nobiliarios, que también fue ejemplar esposo y padre, comprendió la futilidad de la vida y se convirtió. Fue el tercer prepósito general de la Orden»

Como es sabido, la memoria de Francisco de Borja viene celebrándose en España el 3 de octubre, pero las biografías ofrecidas en esta sección de ZENIT se rigen rigurosamente por las fechas insertas en Santi, beati e testimoni que le incluye en el día de hoy (también lo hace el Martirologio romano), por lo cual se respeta el mismo criterio seguido en otros casos similares al suyo.

Era hijo del III duque de Gandía, Valencia, España, donde nació el 28 de octubre de 1510, y bisnieto del papa Alejandro VI. Tuvo seis hermanos de padre y madre, y cuando su progenitor contrajo segundas nupcias, engendró doce vástagos más. Así que formaba parte de una larga descendencia. Perdió a su madre a la edad de 9 años, cuando ya habían apreciado en él virtudes singulares para su edad, marcada por la inocencia y la piedad. Precisamente los dones que advirtió en él, indujeron a su tío materno Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza, a llevárselo con él proporcionándole una excelente formación integral.

Por expreso deseo de su padre llegó a la corte cuando tenía 12 años. Contrajo matrimonio con la portuguesa Eleanor de Castro a los 19, y de esta unión nacieron ocho hijos. Con la prematura muerte de la emperatriz Isabel de Portugal, a la que había servido fielmente, se produjo una inflexión en su acontecer. Tras contemplar el rostro marchito, cuando yacía en su lecho mortuorio, profirió esta apasionada exclamación: «¡No serviré nunca más a un señor que se pueda morir!». Era más que una declaración de intenciones. Habiendo comprendido la futilidad de la vida, selló su acontecer. Él mismo lo recordaba periódicamente en su diario: «Por la emperatriz que murió tal día como hoy. Por lo que el Señor obró en mí por su muerte. Por los años que hoy se cumplen de mi conversión».

En 1539 —el mismo año en el que falleció Isabel, y siendo ya marqués de Lombay— el emperador lo designó virrey de Cataluña. Sin embargo, ni estos títulos, y otros que obtuvo, como el ducado de Gandía y el de Grande de España, ni la vanidad de la corte, ensombrecieron su piedad, la que en su infancia le hizo aspirar a la vida monástica, anhelo truncado por sus padres que lo destinaron a servir en Tordesillas. Por eso, tal circunstancia, aparte de la experiencia que le deparó y del vínculo conyugal que le unió a Eleanor, como no disipó sus anhelos, permanecieron vivos en su interior. Así, al establecerse en Barcelona, tomó contacto con san Pedro de Alcántara y con el beato jesuita Pedro Fabro. Este religioso fue decisivo en su vida. Puede que al conocerlo recordara el doloroso episodio que había presenciado en Alcalá de Henares cuando tenía 18 años. El hecho que le impactó fue ver a un hombre conducido ante la Inquisición; se trataba de Ignacio de Loyola.

Francisco se convirtió en bienhechor de la Compañía y además fundó un colegio en Gandía. Su conducta evangélica chocaba con el ambiente; sus convicciones suscitaban recelos entre algunas personas relevantes que quizá pensaron que no era oportuno mezclar la fe con el trabajo. Pero seguía el dictado de su espíritu y nada de ello hizo mella en él. Enfermó Eleanor y suplicó al cielo por ella. Una locución divina le advirtió: «Tú puedes escoger para tu esposa la vida o la muerte, pero si tú prefieres la vida, ésta no será ni para tu beneficio ni para el suyo». Con mucho dolor y lágrimas expresó: « Que se haga vuestra voluntad y no la mía». Ella murió en 1546; su hijo pequeño tenía 7 años. Coincidió que pasó el padre Fabro por Gandía y, sin perder más tiempo hizo los ejercicios espirituales, y emitió los votos de perfección ese mismo año de 1546. Con ellos se comprometía a integrarse en la Compañía.

En Roma Ignacio acogió con gozo la noticia, pero puso una nota de prudencia aconsejándole que aplazase su ingreso efectivo hasta solventar el tema de la educación de su prole, y que tuviese cautela evitando airear su decisión. Al año siguiente, con la anuencia del santo, Francisco emitió los votos privadamente. Por fin, en agosto de 1550, después de renunciar a sus títulos y dejar a sus hijos enderezados, viajó a Roma para hablar con el fundador de la Compañía, y se vinculó a ella para siempre. En mayo de 1551 recibió el orden sacerdotal en Oñate, y celebró su primera misa en Vergara. Carlos V lo propuso como cardenal, pero él rehusó. Era un hombre bueno, humilde, austero, se entregaba a las mortificaciones y a duras penitencias; no esquivaba los momentos de humillación. Llegó a sentirse más indigno que Judas, a quien el Redentor le había lavado los pies, considerándole por ello con una dignidad superior a la suya.

Durante un tiempo estuvo en Oñate realizando tareas domésticas sencillas, forjándose en la vida religiosa, sufriendo por amor a Cristo muchos instantes de contrariedad porque fue tratado con más severidad de lo acostumbrado dada su antigua condición nobiliaria. Después inició una ardiente evangelización por las localidades colindantes, extendiendo el campo de acción a Castilla, Andalucía y Portugal. Tenía dotes extraordinarias para la organización, virtud y gran celo apostólico; era devotísimo de la Eucaristía y de la Virgen.

En 1566 tras el óbito del padre Laínez se convirtió en el prepósito general de la Compañía. Fundó más de una veintena de colegios en España, construyó en Roma la iglesia de San Andrés en el Quirinale, impulsó el noviciado y el Colegio Romano, puso las bases para la construcción del Gesúy logró que la Compañía se expandiera por distintos continentes, entre otras acciones. Sometió a consideración de Pío V la creación de la Congregación para la Propagación de la Fe.Escribió tratados espirituales, y auxilió a los afectados por la peste que asoló Roma en 1566. Dos días antes de morir expresó su deseo de volver al santuario de Loreto. Su fallecimiento se produjo en Roma el 1 de octubre de 1572. Urbano VIII lo beatificó el 23 de noviembre de 1624. Clemente X lo canonizó el 12 de abril de 1671.