Servicio diario - 20 de octubre de 2019


 

Jornada Mundial Misionera: "¿Quieres apaciguar la angustia de Jesús?"
Redacción

Ángelus: "Anuncia la Palabra, insiste en el momento oportuno y no oportuno"
Raquel Anillo

Ángelus: Jóvenes, la Iglesia confía en vosotros
Raquel Anillo

El Papa inaugura el Museo Etnológico Vaticano
Redacción

Italia: Beato Alfredo Cremonesi, apóstol incansable de la paz
Anne Kurian

Santa Laura de Santa Catalina de Siena, 21 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

20/10/2019-10:55
Redacción

Jornada Mundial Misionera: "¿Quieres apaciguar la angustia de Jesús?"

(ZENIT — 20 octubre 2019).- "¿Quieres apaciguar la angustia de Jesús? Ve con amor hacia cada uno, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un regalo que ofrecer ", exhorta el Papa Francisco para la Jornada Misionera Mundial este domingo 20 de octubre de 2019.

Celebrando la misa dominical en la Basílica de San Pedro, rodeado por los Padres sinodales que participan en el Sínodo de los obispos sobre la Amazonia, el Papa enfatizó: "Estamos aquí para testimoniar, bendecir, consolar, elevar y transmitir la belleza de Jesús".

"Todos los días", dijo en su homilía, "conocemos a muchas personas, pero ... ¿vamos al encuentro de estas personas que encontramos? ... El testigo de Jesús va al encuentro de cada uno, no solamente de los suyos, de su pequeño grupo. E insiste: "El Señor espera de ti este testimonio que nadie puede dar en tu lugar".

"La Iglesia anuncia bien solo si vive como discípula", advirtió el Papa Francisco. Y el discípulo sigue al Maestro todos los días, y comparte con otros la alegría de ser un discípulo. No conquistando, obligando, haciendo proselitismo, sino testificando, poniéndose en el mismo nivel, discípulo con discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido. Esta es la misión: dar aire puro, a gran altitud, a quien vive inmerso en la contaminación del mundo ... para mostrar por la vida, y también con palabras, que Dios ama a todos y nunca se cansa de nadie"

AK

 

Homilía del papa Francisco

Quisiera escoger tres palabras de las lecturas: un sustantivo, un verbo y un adjetivo. El sustantivo es el monte: de esto habla Isaías, cuando profetiza acerca de un monte del Señor, más elevado que las colinas, al que confluirán todas las naciones (cf. Is 2,2). El monte vuelve en el Evangelio, ya que Jesús, después de su resurrección, indica a los discípulos, como lugar de encuentro, un monte de Galilea, precisamente en Galilea, que está habitada por muchos pueblos diferentes, la «Galilea de los gentiles» (cf. Mt 4,15). Entonces, pareciera que el monte es el lugar donde a Dios le gusta dar cita a toda la humanidad. Es el lugar del encuentro con nosotros, como muestra la Biblia, desde el Sinaí pasando por el Carmelo, hasta llegar a Jesús, que proclamó las Bienaventuranzas en la montaña, se transfiguró en el monte Tabor, dio su vida en el Calvario y ascendió al cielo desde el monte de los Olivos. El monte, lugar de grandes encuentros entre Dios y el hombre, es también el sitio donde Jesús pasa horas y horas en oración (cf. Mc 6,46), uniendo la tierra y el cielo; a nosotros, sus hermanos, con el Padre.

¿Qué significado tiene para nosotros el monte? Que estamos llamados a acercarnos a Dios y a los demás: a Dios, el Altísimo, en el silencio, en la oración, tomando distancia de las habladurías y los chismes que contaminan. Pero también a los demás, que desde el monte se ven en otra perspectiva, la de Dios que llama a todas las personas: desde lo alto, los demás se ven en su conjunto y se descubre que la belleza sólo se da en el conjunto. El monte nos recuerda que los hermanos y las hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre todo, con la vida. El monte une a Dios y a los hermanos en un único abrazo, el de la oración. El monte nos hacer ir a lo alto, lejos de tantas cosas materiales que pasan; nos invita a redescubrir lo esencial, lo que permanece: Dios y los hermanos. La misión comienza en el monte: allí se descubre lo que cuenta. En el corazón de este mes misionero, preguntémonos: ¿Qué es lo que cuenta para mí en la vida? ¿Cuáles son las cumbres que deseo alcanzar?.

Un verbo acompaña al sustantivo monte: subir. Isaías nos exhorta: «Venid, subamos al monte del Señor» (2,3). No hemos nacido para estar en la tierra, para contentarnos con cosas llanas, hemos nacido para alcanzar las alturas, para encontrar a Dios y a los hermanos. Pero para esto se necesita subir: se necesita dejar una vida horizontal, luchar contra la fuerza de gravedad del egoísmo, realizar un éxodo del propio yo. Subir, por tanto, cuesta trabajo, pero es el único modo para ver todo mejor, como cuando se va a la montaña y sólo en la cima se vislumbra el panorama más hermoso y se comprende que no se podía conquistar sino avanzando por aquel sendero siempre en subida.

Y como en la montaña no se puede subir bien si se está cargado de cosas, así en la vida es necesario aligerarse de lo que no sirve. Es también el secreto de la misión: para partir se necesita dejar, para anunciar se necesita renunciar. El anuncio creíble no está hecho de hermosas palabras, sino de una vida buena: una vida de servicio, que sabe renunciar a muchas cosas materiales que empequeñecen el corazón, nos hacen indiferentes y nos encierran en nosotros mismos; una vida que se desprende de lo inútil que ahoga el corazón y encuentra tiempo para Dios y para los demás.

Podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi subida? ¿Sé renunciar a los equipajes pesados e inútiles de la mundanidad para subir al monte del Señor?

Si el monte nos recuerda lo que cuenta —Dios y los hermanos—, y el verbo subir cómo llegar, una tercera palabra resuena hoy con mayor fuerza. Es el adjetivo todos, que prevalece en las lecturas: «todas las naciones», decía Isaías (2,2); «todos los pueblos», hemos repetido en el salmo; Dios quiere «que todos los hombres se salven», escribe Pablo (1 Tm 2,4); «id y haced discípulos a todos los pueblos», pide Jesús en el

Evangelio (Mt 28,19). El Señor es obstinado al repetir este todos. Sabe que nosotros somos testarudos al repetir "mío" y "nuestro": mis cosas, nuestra gente, nuestra comunidad..., y Él no se cansa de repetir: "todos". Todos, porque ninguno está excluido de su corazón, de su salvación; todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las aduanas humanas, más allá de los particularismos fundados en egoísmos que no agradan a Dios. Todos, porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la vida es dar a los demás este tesoro. Esta es la misión: subir al monte a rezar por todos y bajar del monte para hacerse don a todos.

Subir y bajar: el cristiano, por tanto, está siempre en movimiento, en salida. De hecho, el imperativo de Jesús en el Evangelio es id. Todos los días cruzamos a muchas personas, pero — podemos preguntarnos— ¿vamos al encuentro de esas personas? ¿Hacemos nuestra la invitación de Jesús o nos quedamos en nuestros propios asuntos? Todos esperan cosas de los demás, el cristiano va hacia los demás. El testigo de Jesús jamás busca ser destinatario de un reconocimiento de los demás, sino que es él quien debe dar amor al que no conoce al Señor. El testigo de Jesús va al encuentro de todos, no sólo de los suyos, de su grupito. Jesús también te dice: "Ve, ¡no pierdas la ocasión de testimoniar!". Hermano, hermana: El Señor espera de ti ese testimonio que nadie puede dar en tu lugar. «Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida. [...] Así tu preciosa misión no se malogrará» (Exhort. apost. Gaudete et exsultate, 24).

¿Qué instrucciones nos da el Señor para ir al encuentro de todos? Una sola, muy sencilla: haced discípulos. Pero, atención: discípulos suyos, no nuestros. La Iglesia anuncia bien sólo si vive como discípula. Y el discípulo sigue cada día al Maestro y comparte con los demás la alegría del discipulado. No conquistando, obligando, haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo nivel, discípulos con los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido. Esta es la misión: dar aire puro, de gran altitud, a quien vive inmerso en la contaminación del mundo; llevar a la tierra esa paz que nos llena de alegría cada vez que encontramos a Jesús en el monte, en la oración; mostrar con la vida e incluso con palabras que Dios ama a todos y no se cansa nunca de ninguno.

Queridos hermanos y hermanas: Cada uno de nosotros tiene, cada uno de nosotros "es una misión en esta tierra" (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 273). Estamos aquí para testimoniar, bendecir, consolar, levantar, transmitir la belleza de Jesús. Ánimo, ¡Él espera mucho de ti! El Señor tiene una especie de ansiedad por aquellos que aún no saben que son hijos amados del Padre, hermanos por los que ha dado la vida y el Espíritu Santo. ¿Quieres calmar la ansiedad de Jesús? Ve con amor hacia todos, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!

 

© Editorial del Vaticano

 

 

 

20/10/2019-12:08
Raquel Anillo

Ángelus: "Anuncia la Palabra, insiste en el momento oportuno y no oportuno"

(ZENIT — 20 octubre 2019).- "Para vivir la misión en plenitud, hay una condición indispensable: la oración, una oración ferviente e incesante", subrayó el Papa Francisco en el Ángelus este 20 de octubre de 2019. E invitó a un examen de conciencia: "¿Estoy orando por los misioneros?".

Desde la Plaza de San Pedro, donde presidió la Oración Mariana en esta Jornada Mundial de las Misiones, el Papa también nos instó a "superar la tentación de cualquier cierre autorreferencial y todas las formas de pesimismo pastoral, para abrirnos a la novedad gozosa del Evangelio".

Los creyentes, agregó, "están llamados a llevar a todas partes, con nuevo ímpetu, las buenas noticias de que en Jesús, la misericordia vence al pecado, la esperanza vence al miedo, la hermandad vence a la hostilidad" . "Cristo es nuestra paz y en Él se supera toda división, solo en Él está la salvación de cada hombre y de cada pueblo".

AK

 

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La segunda lectura de la liturgia de hoy propone la exhortación que el apóstol Pablo dirige a su fiel colaborador Timoteo: "Anuncia la Palabra, insiste en el momento oportuno y no oportuno. Amonesta, reprende, exhorta con toda magnanimidad y enseñanza" (2 Tim 4:2). El tono es sincero, Timoteo debe sentirse responsable de anunciar la Palabra, asumiendo un compromiso amplio que no excluye ninguna esfera existencial. Estos sentimientos de San Pablo deberían ser los de todos los discípulos de Jesús llamados a ser testigos del Evangelio en nuestro tiempo por medio de un compromiso renovado.

El Papa Benedicto XV, hace cien años, para dar un nuevo impulso a la responsabilidad misionera de toda la Iglesia, promulgó la Carta Apostólica "Máximum illud". Sintió la necesidad de actualizar evangélicamente la misión en el mundo, para que pudiera ser purificada de cualquier incrustación colonial y libre del condicionamiento de las políticas expansionistas de las naciones europeas.

En un contexto cambiante como el actual, el mensaje de Benedicto XV sigue siendo relevante, actual y nos estimula a superar la tentación de cualquier cierre autorreferencial y de cualquier forma de pesimismo pastoral, con el fin de abrirnos a la gozosa novedad del Evangelio. En este tiempo nuestro, marcado por una globalización que debería ser solidaria y respetuosa de la particularidad de los pueblos y en cambio, todavía sufre las consecuencias de la homologación y viejos conflictos de poder que alimentan las guerras y arruinan el planeta, los creyentes están llamados a llevar a todas partes, con un nuevo impulso, la buena noticia de que en la misericordia de Jesús vence el pecado, la esperanza gana sobre el miedo, la fraternidad gana sobre la hostilidad. Cristo es nuestra paz y en Él toda división se supera; sólo en Él está la salvación de cada hombre y de cada pueblo.

Para vivir la misión en plenitud hay una condición indispensable: la oración, una oración ferviente e incesante, según la enseñanza de Jesús, también proclamada en el Evangelio de hoy, en el que cuenta una parábola "sobre la necesidad de orar siempre, sin cansarse nunca" (Lc 18,1). De hecho, la oración es la primera fuerza del anuncio, los misioneros son ante todo hombres y mujeres de oración que nutren la fe en el vínculo constante con el Señor para enfrentar las dificultades que conlleva la evangelización y al mismo tiempo, la oración es el primer apoyo del Pueblo de Dios para los misioneros, llena de afecto y gratitud para su difícil tarea de anunciar. Es importante preguntarse: "Rezo por los misioneros? ¿Rezo por llevar la Palabra de Dios con el testimonio? Pensemos un momento.

Que María, Madre de todos los pueblos, acompañe y proteja a los misioneros del Evangelio todos los días.

 

 

 

20/10/2019-14:47
Raquel Anillo

Ángelus: Jóvenes, la Iglesia confía en vosotros

(ZENIT — 20 octubre 2019).- "Vosotros sois protagonistas en la evangelización, especialmente entre vuestros contemporáneos", dice el Papa Francisco a los jóvenes, en el Ángelus del 20 de octubre de 2019: "La Iglesia tiene confianza en vosotros; ¡Continuad con alegría y generosidad! "

Jóvenes de toda Italia se reunieron en la Plaza de San Pedro con sus educadores con motivo del 50 aniversario de Catholic Youth Action (RCA).

Después de la oración mariana, el Papa también saludó a la comunidad peruana de Roma, a la que alentó a mantener "siempre la fe y la tradición de (su) pueblo".

AK

 

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en Crema, fue beatificado el mártir Don Alfredo Cremonesi, sacerdote misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras. Asesinado en Birmania en 1953, fue un incansable apóstol de la paz y un celoso testigo del Evangelio hasta el derramamiento de sangre. Que su ejemplo nos lleve a ser valientes obreros de fraternidad y valientes misioneros en cualquier ambiente; Que su intercesión apoye a todos los que luchan por sembrar el Evangelio en el mundo. ¡demos un aplauso al Beato Alfredo!

Y ahora os doy una cordial bienvenida a todos vosotros, peregrinos de Italia y de varios países. En particular, saludo y bendigo con cariño a la comunidad peruana de Roma, reunida aquí con la venerada imagen del Señor de los Milagros: que ¡mantenga siempre la fe y la tradición de su pueblo! — ; también a las enfermeras de Nuestra Señora de los Dolores la Addolorata que celebraron su Capítulo General; Los participantes en la caminata "Seamos humanos", que en los últimos meses ha recorrido las ciudades y territorios de Italia para promover un debate constructivo sobre los temas de inclusión y acogida. ¡Gracias por esta gran iniciativa!

Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes de Acción Católica, que vinieron aquí con sus educadores de todas las diócesis italianas, con motivo del 50 aniversario de la ACR. Queridos jóvenes, son protagonistas de la evangelización, especialmente entre sus contemporáneos. La Iglesia confía en vosotros; ¡Continuad con alegría y generosidad!

A todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.

 

 

 

20/10/2019-09:21
Redacción

El Papa inaugura el Museo Etnológico Vaticano

(ZENIT — 20 octubre 2019).- Todos los pueblos están aquí, a la sombra de la cúpula de San Pedro, cerca del corazón de la Iglesia", dijo el Papa Francisco, al inaugurar la primera sección del nuevo Museo Etnológico del Vaticano, el 18 de octubre de 2019.

Este sector de los Museos Vaticanos reúne obras artísticas y culturales de los pueblos no europeos desde 1925, bajo Pio Xl. En el marco del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía, la inauguración de las nuevas instalaciones ha coincidido con la presentación de una exposición sobre la región (Mater Amazonia, The Deep breath of the world)", en la galería dedicada a Australia y a Oceanía.

El Papa ha deseado que los Museos del Vaticano sean "cada vez más una casa' viva, habitada y abierta a todos, con las puertas abiertas a los pueblos del mundo entero... Un lugar donde todos puedan sentirse representados: donde percibir concretamente que la mirada de la Iglesia no conoce la marginación".

"Quién entre aquí deberá sentir que en esta casa hay lugar para él, para su gente, su tradición, su cultura", agregó: "los europeos como los indios, los chinos como los nativos de la selva amazónica o congoleños, de Alaska o de los desiertos australianos o de las islas del Pacífico".

Para el Papa argentino la belleza del arte "nos invita a vivir la fraternidad humana, oponiéndose a la cultura del rencor, del racismo, del nacionalismo, que siempre esta al acecho".

Esta es la traducción de su discurso, en presencia de los Padres sinodales

AK

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos amigos,

Saludo a todos cordialmente y agradezco al Cardenal Bertello sus palabras.

Me gusta pensar que lo que hoy inauguramos no sea simplemente un Museo, en su concepción tradicional. Efectivamente, me ha parecido apropiado el nombre elegido para esta colección tan evocadora: Anima mundi. El alma del mundo.

Pienso que los Museos Vaticanos están llamados a convertirse cada vez más en una "casa" viva, habitada y abierta a todos, con las puertas abiertas de par en par a los pueblos de todo el mundo. Los Museos Vaticanos abiertos, a todos, sin cierres. Un lugar donde todos puedan sentirse representados; donde se pueda percibir concretamente que la mirada de la Iglesia no sabe de preclusiones.

Quien entra aquí debería sentir que en esta casa hay sitio también para él, para su pueblo, su tradición, su cultura: el europeo como el indio, el chino como el nativo de la selva amazónica o congoleña, de Alaska o de los desiertos australianos o de las islas del Pacífico. Todos los pueblos están aquí, a la sombra de la cúpula de San Pedro, cerca del corazón de la Iglesia y del Papa. Y esto porque el arte no es algo desenraizado: el arte nace del corazón de los pueblos. Es un mensaje: del corazón de los pueblos al corazón de los pueblos.

Aquí también tendrá que sentir que "su" arte tiene el mismo valor y es cuidado y conservado con la misma pasión que se reserva a las obras maestras del Renacimiento o a las inmortales esculturas griegas y romanas, que atraen a millones de personas cada año. Aquí encontrará un espacio especial: el espacio del diálogo, de la apertura al otro, del encuentro.

Aprecio que la instalación, por la cual doy las gracias a todos los que han trabajado en ella — curadores, arquitectos, ingenieros y trabajadores, ¡todos! -sea en el signo de la transparencia. La transparencia es un valor importante, especialmente en una institución eclesial. ¡La necesitamos siempre! En el curso del tiempo, miles de obras de todo el mundo encontrarán espacio en estas vitrinas, y este tipo de instalación pretende ponerlas casi en diálogo entre sí. Y como las obras de arte son la expresión del espíritu del pueblo, el mensaje que recibimos es que debemos mirar siempre a cada cultura, al otro, con apertura de espíritu y benevolencia.

La belleza nos une. Nos invita a vivir la fraternidad humana, contrastando la cultura del resentimiento, del racismo, del nacionalismo, que siempre está al acecho. Esas son culturas selectivas, culturas de los números cerrados.

Hace unos meses, desde este museo, salieron hacia Pekín algunas obras de arte chino. Y antes de eso otras habían llegado a algunos países islámicos.... Cuántas buenas iniciativas se pueden hacer gracias al arte, logrando superar también las barreras y las distancias. Muchas gracias.

Hoy quisiera dar las gracias a todos los que cuidan cada día de estas preciosas obras: el conservador del Museo Anima Mundi, el Padre Nicola Mapelli, que es un misionero del PIME, ¡y esto es muy coherente! —las restauradoras del Laboratorio Polimatérico, y todos aquellos que colaboran en este trabajo. ¡Gracias a todos!

Y gracias también por haber inaugurado esta nueva instalación con una exposición especial dedicada a la Amazonía, precisamente durante los días en que vivimos el Sínodo dedicado a esta región. Y por esto doy también las gracias a los Misioneros de la Consolata, a los Salesianos, a los Capuchinos, a los Javerianos: varios carismas que se han encontrado en nombre de la Amazonía.

¡Que este Museo Etnológico preserve su identidad específica en el tiempo y recuerde a todos el valor de la armonía y la paz entre los pueblos y las naciones! Y que el arte aquí recogido haga resonar la voz de Dios en los que visiten esta colección!

 

 

 

20/10/2019-14:59
Anne Kurian

Italia: Beato Alfredo Cremonesi, apóstol incansable de la paz

(ZENIT — 20 octubre 2019).-"Un apóstol incansable de la paz": es en estos términos que el Papa Francisco elogió la beatificación del mártir Alfredo Cremonesi (1902-1953), sacerdote misionero italiano en Birmania, en el Ángelus del 20 de octubre de 2019.

Desde la Plaza de San Pedro, el Papa habló de la celebración presidida el día anterior en Crema por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Rindió homenaje al nuevo beato, "un testigo celoso del Evangelio, hasta el derramamiento de sangre".

"Que su ejemplo", dijo, "nos inste a ser trabajadores de fraternidad y valientes misioneros en cada comunidad; Que su intercesión apoye a todos los que están cansados ??hoy para llevar el Evangelio al mundo ". El Papa luego invitó a la multitud: "¡Aplaudamos al Beato Alfredo! "

El día anterior, el cardenal Angelo Becciu enfatizó en su homilía "el regalo ejemplar sin reservas" del sacerdote del Instituto Pontificio para las Misiones Extranjeras (PIME). Añadió que todo cristiano está llamado a seguir su ejemplo de misericordia y dulzura, pero también a ser "un león ganador, un luchador valiente por la causa de la verdad y la justicia, defensor de los débiles y los pobres". triunfando sobre el mal del pecado y la muerte.

El P. Cremonesi, aseguró, era "un misionero profundamente convencido y enamorado de su vocación, pobre, enfermo, perseguido, pero siempre sereno y confiado, listo para enfrentar cualquier situación de riesgo".

 

 

 

20/10/2019-07:50
Isabel Orellana Vilches

Santa Laura de Santa Catalina de Siena, 21 de octubre

«Fundadora de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena. Enalteció el papel de la mujer y evangelizó a los indígenas, negros y mestizos de Colombia, su país»

Laura Montoya Upegui nació en Jericó, Antioquia, Colombia, el 26 de mayo de 1874; era la pequeña de tres hermanos. La elección de su nombre de pila fue acertado, como ella misma reconoció relacionando la connotación de inmortalidad que lleva consigo el laurel, de donde aquél proviene, con la estela de la caridad perpetua concebida por el Padre para sus hijos. Éste fue el amor que ella conquistó vivificando la gracia que recibió en el bautismo, sacramento sobre el que reflexionó ocupándose de plasmar el hondo significado que tenía en su acontecer.

Cuando tenía 2 años por sus convicciones religiosas asesinaron a su padre, Juan de la Cruz, médico y comerciante, hombre de fe, defensor de los débiles. Expoliados sus bienes, la familia se vio abocada a la pobreza, pero sin resentimientos; Dolores, la madre, inculcó a todos el perdón. Sus abuelos acogieron a Laura forzados por la situación. Al momento de tomar la primera comunión se fijó en cuestiones nimias que agrandó llevada de su espíritu infantil. Le molestó tener que ayunar, que le rezaran al oído, y el sabor del Cuerpo de Cristo, que imaginó sería distinto. Tales sentimientos pueriles pronto fenecieron.

A los 11 años inició estudios con muchachas pudientes en un prestigioso centro. Vivía en un hogar de huérfanos regido por una tía suya religiosa y fundadora. La diferencia de clases le hizo pasar momentos difíciles. Mientras cuidaba a un familiar enfermo, leyó textos espirituales y emergió su vocación carmelita. Cuando su abuelo falleció, la situación económica empeoró, y vieron oportuno que estudiase magisterio en Medellín. Tenía 16 años. Fue una etapa en la que mostró su madurez, acrisolada por tan precoces sufrimientos, como pudo constatarse en el manicomio que dirigió aceptando el ofrecimiento de su tía, y donde residió mientras cursaba estudios con una beca. En 1893 obtuvo el título de maestra. A partir de entonces inició una fecunda labor pedagógica por centros de Amalfi, Fredonia, Santo Domingo y Medellín; en esta ciudad, en 1897 asumió el cargo de vicedirectora del colegio de la Inmaculada destinado a hijas de familias con recursos. Supo por un sacerdote que en las proximidades de Jardín (Antioquia) se hallaba la reserva india de Guapa. Y la posibilidad de trabajar y convivir con los indígenas hizo que respondiera afirmativamente a la oferta que éste le planteó de fundar una escuela allí. Así comenzó la labor apostólica que signaría su vida. Dio realce al papel de la mujer en una sociedad que la ninguneaba, mostrando que era un valor seguro para difundir el Evangelio.

Los inconformistas, cargados de prejuicios y cegueras, se ocuparon de cubrirla de sinsabores. El rechazo social que atrajo su labor, se empañó aún más tras la publicación en 1905 de la novela Hija espiritual. En esta obra, de cariz tendencioso, Laura era más que una simple referencia. Aunque inicialmente la sociedad medellinense y la Iglesia se puso en su contra, cuando la joven dio réplica por carta, con humildad y de forma inteligentísima, le tendieron la mano. Entonces el autor se apresuró a desmentir que estuviera aludiendo a ella en su libro. Pero a la santa le negaron todo. Parecía que con ayuda de Gregorio, un hombre de color que construyó un horno, y la venta del pan que amasara, iban a salir adelante, pero él murió. Laura le lloró como se hace con un hermano: «pli ese hombre negro le debíamos el pan! Quedamos perfectamente establecidas. ¡Por supuesto que mi dolor era mayor por no haber sabido lo que tenía en la casa! ¡Así mueren los santos que han preferido la humillación a todo! Supe que Gregorio comulgaba todos los días pero nadie lo sabía porque lo hacía en la misa de 4 (a.m.) y cambiaba de Iglesia todos los días...».

En 1907 dio clases en Marinilla. Inició su labor con los indígenas de Antioquia sin perder su vocación carmelita. Incomprendida por las autoridades eclesiásticas, se dirigió a los poderes públicos solicitando apoyo. Al ver que no tenía eco su petición de defensa de esas comunidades, ni siquiera en distintas órdenes religiosas, escribió al presidente y después al papa Pío X. Fue en 1914 cuando contó con la autorización de Mons. Maximiliano Crespo, obispo de Santa Fe de Antioquia. Y con cinco mujeres, entre otras su madre, se dedicó a catequizar en Dabeiba. Fue el origen de su fundación. Como pidió Dios le proporcionó mujeres que no temieron el clima, las fatigas de la selva y los farragosos viajes en canoa en los que debían sortear muchos riesgos. Cuando llegó el momento de profesar como religiosa, a instancias de este prelado conservó el nombre de Laura. Compartió su fe con el pueblo de Urabá, sin importarle las dificultades que se presentaron, incluida la oposición de los jefes de la tribu. Y arrebató la conversión de numerosos aborígenes que se bautizaron en distintos departamentos del país. San Pedro de Uré fue la sexta fundación dirigida a negros y a mestizos. Nuevamente conllevó grandes dificultades y oposiciones de varios eclesiásticos.

En 1924 fue elegida superiora general. De ella se dijo que «el espíritu de oración y unión con Dios que poseía... inspiraba respeto a cuantos la contemplaban». En 1930 viajó por Roma y manifestó: «Tuve fuerte deseo de tener tres largas vidas: La una para dedicarla a la adoración, la otra para pasarla en las humillaciones y la tercera para las misiones; pero al ofrecerle al Señor estos imposibles deseos, me pareció demasiado poco una vida para las misiones y le ofrecí el deseo de tener un millón de vidas para sacrificarlas en las misiones entre infieles! Mas, ¡he quedado muy triste! y le he repetido mucho al Señor de mi alma esta saetilla: ¡Ay! Que yo me muero al ver que nada soy y que te quiero!». Escribió más de treinta libros. Fue condecorada con la Cruz de Boyacá en 1939. Estuvo en silla de ruedas los últimos nueve años de su vida y murió acuciada por intensos sufrimientos el 21 de octubre de 1949. Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004. Francisco la canonizó el 12 de mayo de 2013.