Servicio diario - 27 de octubre de 2019


 

El Papa invita a "pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres"
Rosa Die Alcolea

Antonio José de Almeida: "La Iglesia en la Amazonía necesita de ministerios específicos para su región"
Rosa Die Alcolea

Ángelus: Abrir nuevos caminos para anunciar la Buena Nueva
Raquel Anillo

Mes del Rosario: El Papa pide rezar por la paz y por los misioneros
Anita Bourdin

Líbano: El Papa llama al "diálogo" para resolver la crisis
Anita Bourdin

Sínodo: Una "conversión" para convertirse en aliados de los pueblos amazónicos
Anita Bourdin

"Conversión y misión: Así el Evangelio puede salvar a los pueblos y a la tierra de la Amazonía"
Redacción

San Rodrigo Aguilar Alemán, 28 de octubre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

27/10/2019-11:17
Rosa Die Alcolea

El Papa invita a "pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres"

(ZENIT — 27 oct. 2019).- En la Misa de clausura del Sínodo Especial de los Obispos para la Región Panamazónica, el Papa ha reflexionado, a través de la Palabra de Dios anunciada hoy, en tres maneras de rezar, mediante tres personajes: en la parábola de Jesús rezan el fariseo y el publicano, en la primera lectura se habla de la oración del pobre.

Este domingo, 27 de octubre de 2019, tras tres semanas de trabajos sinodales, el Santo Padre ha presidido la Eucaristía en la basílica de San Pedro, acompañado en el altar de la cátedra por el Cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos, el cardenal Cláudio Hummes, relator general, y el cardenal Michael Czerny, secretario especial.

 

Oración del fariseo

El fariseo, advierte el Papa, presume porque cumple unos preceptos particulares de manera óptima, pero “olvida el más grande: amar a Dios y al prójimo“. De este modo, no le pide nada al Señor, porque “no siente que tiene necesidad o que debe algo, sino que, más bien, se le debe a él”. “Está en el templo de Dios, pero practica otra religión, la religión del yo”. También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo “están sujetos a esta religión del yo“, ha observado.

Así, ha animado a los fieles a rezar “para pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres”, ya que “que sólo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios”.

“¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación!”, ha observado. “Lo hemos visto en el Sínodo, cuando hablábamos de la explotación de la Creación, de la gente, de los habitantes, de la Amazonía, la trata de personas, el comercio de las personas”, y ha agradecido que “providencialmente hoy” hayan participado en la Misa “no solamente los indígenas de la Amazonía, también los más pobres de la sociedad desarrollada, los hermanos y hermanas enfermas”, palabras aplaudidas por la asamblea.

 

Oración del publicano

Mirando al publicano, ha dicho Francisco, “descubrimos de nuevo de dónde tenemos que volver a partir: del sentirnos necesitados de salvación, todos”. Este el “primer paso de la religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable”, ha indicado.

Ha recordado que “su oración nace del corazón, es transparente; pone delante de Dios el corazón, no las apariencias. Rezar es dejar que Dios nos mire por dentro sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones. Porque del diablo vienen la opacidad y la falsedad, de Dios la luz y la verdad”. En cambio, ha añadido, “la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa”.

 

Oración del pobre

Los pobres, dice el Pontífice, son “iconos vivos de la profecía cristiana”. Francisco ha exhortado a pedir “la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia”. Así, “haciendo nuestro su grito, también nuestra oración atravesará las nubes”.

En este Sínodo “hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores”. Y, sin embargo, ha añadido, “aun en esta situación, muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don”.

Sigue la homilía completa del Papa Francisco en la Eucaristía de clausura del Sínodo Amazónico:

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Homilía del Papa Francisco

La Palabra de Dios nos ayuda hoy a rezar mediante tres personajes: en la parábola de Jesús rezan el fariseo y el publicano, en la primera lectura se habla de la oración del pobre.

1. La oración del fariseo comienza así: «Oh Dios, te agradezco». Es un buen inicio, porque la mejor oración es la de acción de gracias y alabanza. Pero enseguida vemos el motivo de ese agradecimiento: «porque no soy como los demás hombres» (Lc 18,11). Y, además, explica el motivo: porque ayuna dos veces a la semana, cuando entonces la obligación era una vez al año; paga el diezmo de todo lo que tiene, cuando lo establecido era sólo en base a los productos más importantes (cf. Dt 14,22 ss.). En definitiva, presume porque cumple unos preceptos particulares de manera óptima. Pero olvida el más grande: amar a Dios y al prójimo (cf. Mt 22,36-40). Satisfecho de su propia seguridad, de su propia capacidad de observar los mandamientos, de los propios méritos y virtudes, sólo está centrado en sí mismo. No tiene amor. Pero, como dice san Pablo, incluso lo mejor, sin amor, no sirve de nada (cf. 1 Co 13). Y sin amor, ¿cuál es el resultado? Que al final, más que rezar, se elogia a sí mismo. De hecho, no le pide nada al Señor, porque no siente que tiene necesidad o que debe algo, sino que, más bien, se le debe a él. Está en el templo de Dios, pero practica otra religión, la religión del yo. Y muchos grupos ilustrados, cristianos, católicos, van por este camino.

Y además de olvidar a Dios, olvida al prójimo, es más, lo desprecia. Es decir, para él no tiene un precio, no tiene un valor. Se considera mejor que los demás, a quienes llama, literalmente, “los demás, el resto” (“loipoi”, Lc 18,11). Son “el resto”, los descartados de quienes hay que mantenerse a distancia. ¡Cuántas veces vemos que se cumple esta dinámica en la vida y en la historia!

Cuántas veces quien está delante, como el fariseo respecto al publicano, levanta muros para aumentar las distancias, haciendo que los demás estén más descartados aún. O también considerándolos inferiores y de poco valor, desprecia sus tradiciones, borra su historia, ocupa sus territorios, usurpa sus bienes. ¡Cuánta presunta superioridad que, también hoy se convierte en opresión y explotación! Lo hemos visto en el Sínodo, cuando hablábamos de la explotación de la Creación, de la gente, de los habitantes, de la Amazonía, la trata de personas, el comercio de las personas.

Los errores del pasado no han bastado para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonía. La religión del yo sigue, hipócrita con sus ritos y “oraciones”, –y muchos de ellos son católicos, y se confiesan católicos, pero se han olvidado de ser cristianos y hombres–, olvidándose de que el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo. También los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a esta religión del yo.

Podemos mirarnos dentro y ver si también nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque sólo sea con palabras. Recemos para pedir la gracia de no considerarnos superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en cínicos y burlones. Pidamos a Jesús que nos cure del hablar mal y lamentarnos de los demás, de despreciar a nadie: son cosas que no agradan a Dios y providencialmente hoy nos acompañan en esta Misa no solamente los indígenas de la Amazonía, sino también los más pobres de la sociedad desarrollada, hermanos y hermanas enfermas, están con nosotros, aquí en primer lugar. (Aplauso)

2. La oración del publicano, en cambio, nos ayuda a comprender qué es lo que agrada a Dios. Él no comienza por sus méritos, sino por sus faltas; ni por sus riquezas, sino por su pobreza. No se trata de una pobreza económica —los publicanos eran ricos e incluso ganaban injustamente, a costa de sus connacionales— sino de una pobreza de vida, porque en el pecado nunca se vive bien. Ese hombre se reconoce pobre ante Dios y el Señor escucha su oración, hecha sólo de siete palabras, pero también de actitudes verdaderas.

En efecto, mientras el fariseo está delante en pie (cf. v. 11), el publicano permanece a distancia y “no se atreve ni a levantar los ojos al cielo”, porque cree que el cielo existe y es grande, mientras que él se siente pequeño. Y “se golpea el pecho” (cf. v. 13), porque en el pecho está el corazón. Su oración nace del corazón, es transparente; pone delante de Dios el corazón, no las apariencias. Rezar es dejar que Dios nos mire por dentro sin fingimientos, sin excusas, sin justificaciones. Porque del diablo vienen la opacidad y la falsedad, de Dios la luz y la verdad. Queridos Padres y Hermanos sinodales: Ha sido hermoso y les estoy agradecido, por haber dialogado durante estas semanas con el corazón, con sinceridad y franqueza, exponiendo ante Dios y los hermanos las dificultades y las esperanzas.

Hoy, mirando al publicano, descubrimos de nuevo de dónde tenemos que volver a partir: del sentirnos necesitados de salvación, todos. Es el primer paso de la religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable. En cambio, la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa.

Es tan importante esta actitud de partida que Jesús nos lo muestra con una comparación paradójica, poniendo juntos en la parábola a la persona más piadosa y devota de aquel tiempo, el fariseo, y al pecador público por excelencia, el publicano. Y el juicio se invierte: el que es bueno pero presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta. Si nos miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, al publicano y al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente. Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios no.

Recemos para pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres. También para eso nos hace bien estar a menudo con los pobres, para recordarnos que somos pobres, para recordarnos que sólo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios.

3. Llegamos así a la oración del pobre, de la Primera Lectura. Esta, dice el Eclesiástico, «atraviesa las nubes» (35,17). Mientras la oración de quien presume ser justo se queda en la tierra, aplastada por la fuerza de gravedad del egoísmo, la del pobre sube directamente hacia Dios. El sentido de la fe del Pueblo de Dios ha visto en los pobres “los porteros del cielo”. Ese sensus fidei que hace falta en la declaración final. Ellos son los que nos abrirán, o no, las puertas de la vida eterna; precisamente ellos que no se han considerado como dueños en esta vida, que no se han puesto a sí mismos antes que a los demás, que han puesto sólo en Dios su propia riqueza. Ellos son iconos vivos de la profecía cristiana.

En este Sínodo hemos tenido la gracia de escuchar las voces de los pobres y de reflexionar sobre la precariedad de sus vidas, amenazadas por modelos de desarrollo depredadores. Y, sin embargo, aun en esta situación, muchos nos han testimoniado que es posible mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para explotar sino como una casa que se debe proteger, confiando en Dios. Él es Padre y, dice también el Eclesiástico, «escucha la oración del oprimido» (v. 16).

Cuántas veces, también en la Iglesia, las voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son silenciadas por incómodas. Recemos para pedir la gracia de saber escuchar el grito de los pobres: es el grito de esperanza de la Iglesia. Haciendo nuestro su grito, también nuestra oración atravesará las nubes.

 

© Librería Editorial Vaticano

 

 

 

27/10/2019-17:20
Rosa Die Alcolea

Antonio José de Almeida: "La Iglesia en la Amazonía necesita de ministerios específicos para su región"

(ZENIT — 27 oct. 2019).- "En América Latina hay cantidad de nuevos ministerios", asegura el teólogo brasileño Antonio José de Almeida. "La Iglesia en la Amazonía necesita de ministerios específicos para su región, como, por ejemplo, el Ministerio del Cuidado de la Casa Común, el Ministerio de la Ecología Integral, entre otros".

Recién celebrado el Sínodo Especial para la Región Amazónica, zenit entrevista en exclusiva al sacerdote nacido en Marapoama, Brasil, 1949, dedicado durante tres décadas a la pastoral directa (párroco, asesor y coordinador diocesano de acción evangelizadora) y al estudio y reflexión sobre ella.

Con respecto al diaconado femenino, el pastoralista de América Latina, deja claro que en la Iglesia primitiva "no hubo mujeres obispos o presbíteros", pero asegura que los que proponen un diaconado de las mujeres dicen que, "si hay mujeres que actúan en la función de la Palabra, de los Sacramentos del Bautismo y del Matrimonio, y la coordinación pastoral de comunidades, habría que ordenarlas diáconos".

Además, indica que el Sínodo podría proponer "cambios en la composición de los organismos de consulta, por ejemplo, en las diócesis y en las parroquias, definiendo que las mujeres tengan la misma proporción de representación que los hombres".

 

Experto en nuevos ministerios

El pastoralista Almeida, profesor en la Pontificia Universidade Católica de Paraná y en el Instituto Teológico-Pastoral para América Latina, en Colombia, es un profundo
conocedor de numerosas fórmulas surgidas en las últimas décadas en América Latina, en donde algunos servicios evangélicos son asumidos por personas que no son
sacerdotes. Lo expone en su libro Nuevos ministerios, vocación, servicio y carisma en la comunidad, publicado por la editorial Herder, en 2015 en español.

Ofrecemos la entrevista realizada al sacerdote y pastoralista Antonio José de Almeida.

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zenit: El Papa Francisco ha insistido en la importancia de la "sinodalidad" de la Iglesia, en el "caminar juntos". Sin embargo, parece que muchas personas no entienden por qué ha convocado un Sínodo Especial para la Región Amazónica. ¿De qué manera concierne este Sínodo a los católicos de otros lugares del mundo?

Antonio José Almeida: Hay distintos sínodos. Hay sínodos universales, hay sínodos extraordinarios y hay sínodos especiales. Este para la Amazonía es especial, en el sentido que reúne obispos de una misma región. Sin embargo todos son igualmente sínodos. El Sínodo para la Amazonía desborda la Iglesia, pues su asunto interesa a toda la humanidad.

 

zenit: En este Sínodo se ha propuesto la creación de nuevos ministerios para laicos/as y religiosos/as que viven en la Región Amazónica. ¿De qué "nuevos ministerios" se trataría? ¿Cree usted que son necesarios para la Región Panamazónica, digamos como excepción, o que se deberían instituir en todos los lugares, es decir, en la Iglesia Universal?

AJ. A.: Los nuevos ministerios son ya una realidad en muchas Iglesias particulares y locales. En América Latina hay cantidad de nuevos ministerios. La Iglesia en la Amazonía necesita de ministerios específicos para su región, como, por ejemplo, el Ministerio del Cuidado de la Casa Común, el Ministerio de la Ecología Integral, entre otros.

 

zenit: Usted prefiere hablar de "presbíteros comunitarios", en vez de viri probati , ¿cuál es la diferencia?

AJ. A.: Es una cuestión de foco. Cuando se habla de "presbíteros comunitarios", el foco no es si uno es casado o célibe, sino la comunidad, su existencia real, sus necesidades, sus retos. Por eso, hablamos de communitates probatae.

 

zenit: "Las comunidades no vivirían sin las mujeres", esta idea ha sido repetida estos días en el Vaticano por muchas de las personas que viven en la Amazonía. ¿Qué podría proponer el Papa para que las mujeres adquieran un mayor protagonismo en la toma de decisiones?

AJ. A.: El Sínodo podría proponer cambios en la composición de los organismos de consulta, por ejemplo, en las diócesis y en las parroquias, primero, definiendo que las mujeres tengan la misma proporción de representación que los hombres; segundo, tornando obligatorios los consejos de pastoral; tercero, exigiendo que laicos y laicas participen plenamente del decisión-making en estos consejos; cuarto, que, cuando el consejo llegue a un consenso sobre determinado tema, el párroco lo haga suyo, a menos que motivos serios de conciencia le impidan de hacerlo; en este caso, someta la cuestión al obispo y la devuelva al consejo, para que retome la discusión.

 

zenit: Desde la perspectiva de la Eclesiología, ¿podría explicarnos por qué las mujeres no pueden ser ordenadas sacerdotes? Si, en teoría, el sacerdocio está reservado a los nombres, como indicó Juan Pablo II en su carta Ordenatio Sacerdotalis, y el diácono es un candidato al sacerdocio, salvo la figura de diácono permanente, ¿en qué categoría quedaría el diaconado de la mujer?

AJ. A.: La defensa de la prohibición de ordenación sacerdotal de las mujeres remite al Nuevo Testamento y se apoya en los siguientes argumentos: Jesús no era sólo el Hijo de Dios encarnado, sino un hombre; no llamó al grupo de los "Doce" mujeres sino sólo hombres; en la Iglesia primitiva no hubo mujeres obispos o presbíteros.

El diaconado de la mujer es una cuestión todavía abierta. No hay consenso entre los historiadores fundamentalmente sobre si hubo mujeres diáconos que hayan sido ordenadas exactamente con el mismo rito usado para la ordenación de hombres y se las funciones eran comunes a ambos. Además de la cuestión histórica, habrá que profundizar la cuestión bajo el aspecto teológico y pastoral. Los que proponen un diaconado de las mujeres dicen que, si hay mujeres que actúan en la función de la Palabra, de los Sacramentos del Bautismo y del Matrimonio, y la coordinación pastoral de comunidades, habría que ordenarlas diáconos. Este argumento se encuentra en un documento del Concilio sobre la restauración del diaconato masculino.

 

zenit: ¿Qué opina sobre la solicitud por parte de las mujeres a votar en las asambleas sinodales? El Sínodo de los Obispos, como su nombre indica, ¿no está reservado al voto de los obispos?

AJ. A.: No se trata de votar. Se tratar más bien de que las mujeres tengan una representación más amplia (en este Sínodo no eran mucho más del 10% de los participantes) y que puedan participar plenamente del decisión-making, no del decisión-taking. Hacer un camino común responsable en el proceso de formación de la decisión no es menos importante que la decisión final.

 

zenit: Varios participantes del Sínodo han hecho alusión a una relación de continuidad con el espíritu del Concilio Vaticano II para este Sínodo Amazónico. ¿En qué sentido ve una usted la relación?

AJ. A.: El Vaticano II fue algo inesperado. Cuando Juan XXIII lo anunció, muchos quedaron perplejos. Hubo una grande consulta en toda la Iglesia en la fase antepreparatoria. Laicos y mujeres, aunque en exigua cantidad, fueron convidados como auditores y auditrices. En el aula conciliar y en los círculos menores se discutió con gran libertad.

El Papa Francisco, por su personalidad, carácter y modo de actuar se parece más al Papa Juan XXIII, a quien la gente espontáneamente llamaba de el "Papa bueno", y que era un hombre de origen humilde, un hombre sencillo, sonriente, nada esclavo de los protocolos, en una palabra, un hombre libre en el mejor sentido de la palabra.

 

 

 

27/10/2019-12:20
Raquel Anillo

Ángelus: Abrir nuevos caminos para anunciar la Buena Nueva

(ZENIT — 27 octubre 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, al final de la Santa Misa celebrada en la Basílica Vaticana al finalizar la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica (6-27 de octubre de 2019) sobre el tema: Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral, el Santo Padre Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la cita habitual de cada domingo.

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Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Misa celebrada esta mañana en San Pedro clausuró la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica. La primera lectura, del Libro de la Sirácide, nos recordaba el punto de partida de este camino: la invocación del pobre, que "atraviesa las nubes", porque "Dios escucha la oración del oprimido" (Sir 35,21.16). El grito de los pobres, junto con el grito de la tierra, nos ha llegado desde la Amazonía. Después de estas tres semanas no podemos hacer como que no lo hemos escuchado. Las voces de los pobres, junto con las de muchos otros dentro y fuera de la Asamblea sinodal. Pastores, jóvenes, científicos, nos impulsan a no quedarnos indiferentes. A menudo hemos oído hablar de la frase, "más tarde es demasiado tarde", esta frase no puede seguir siendo un eslogan.

¿Qué fue el Sínodo? Fue, como dice la palabra, un paseo juntos, reconfortados por la valentía y el consuelo que vienen del Señor. Hemos caminado mirándonos a los ojos y escuchándonos con sinceridad, sin ocultar las dificultades, experimentando la belleza de ir hacía delante juntos, para servir. En esto el apóstol Pablo nos estimula en la segunda lectura de hoy (cf. 2 Tm 4,6), en un momento dramático, mientras sabe que está a punto de ser ofrecido como sacrificio y el tiempo de su partida ha llegado. En ese momento escribe: "El Señor ha estado cerca de mi y me ha dado fuerza para que yo pueda llevar a cumplimiento el anuncio del Evangelio a toda las naciones" (véase 17) . Este es el último deseo de Pablo: no algo para sí mismo ni para ninguno de los suyos, sino por el evangelio, para que sea anunciado a todas las naciones. Esto es lo primero de todo y cuenta más que todo.

Cada uno de nosotros se habrá preguntado muchas veces qué puedo hacer de bien por mi propia vida; hoy es el momento, preguntémonos: "Yo, ¿qué cosa de bueno puedo hacer por el Evangelio?" En el Sínodo lo hemos hecho nos hemos preguntado, deseando abrir nuevos caminos para el anuncio del Evangelio. Y, ante todo, hemos sentido la necesidad, como el publicano del Evangelio de hoy (cf. Lc. 18,13-14), nos hemos sentido impulsados a dejar las comodidades de nuestros puertos seguros para ir y navegar en aguas profundas, no en las aguas fangosas de las ideologías sino en el mar abierto en el cuál el Espíritu nos invita a tirar las redes.

Para el camino que viene, invoquemos a la Virgen María, venerada y amada como Reina de la Amazonía. No se hizo así por conquista, sino por "inculturación" de sí mismo: con el humilde coraje del la madre se convirtió en la protectora de sus hijos, la defensora de los oprimidos, siempre caminando con la cultura del pueblo, no hay una búsqueda standar, no hay una cultura pura que purifica las otras, es el Evangelio puro que se incultura A ella, que en la pobre casa de Nazaret cuidó de Jesús, confiamos a sus hijos más pobres de nuestra casa común.

 

 

 

27/10/2019-16:18
Anita Bourdin

Mes del Rosario: El Papa pide rezar por la paz y por los misioneros

(ZENIT — 27 octubre).- El Papa Francisco renovó su llamado a rezar el Rosario por la paz, después del Ángelus del domingo 27 de octubre de 2019 en la Plaza de San Pedro, al final de este mes de octubre, mes del Rosario pero también mes misionero extraordinario.

"Es el último domingo de octubre, mes misionero, que este año tiene un carácter extraordinario y también es el mes del Rosario", dijo el Papa en italiano antes de agregar: "Renuevo la invitación a rezar Rosario por la misión de la Iglesia hoy, especialmente para los misioneros y misioneras que enfrentan mayores dificultades. Y al mismo tiempo, seguimos rezando el Rosario por la paz. El Evangelio y la paz caminan juntos".

 

 

 

27/10/2019-15:55
Anita Bourdin

Líbano: El Papa llama al "diálogo" para resolver la crisis

(ZENIT — 27 octubre 2019).- El Papa Francisco ha lanzado una llamada al "diálogo" para resolver la crisis interna en el Líbano.

Después de la oración del Ángelus de este domingo 27 de octubre de 2019 en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco tuvo un pensamiento especial para los jóvenes libaneses: "Dirijo un pensamiento particular al querido pueblo libanés, especialmente a los jóvenes quienes, en los últimos días, han hecho oír su voz frente a los desafíos y problemas sociales y económicos del país".

Elogió el modelo de coexistencia pacífica que es el Líbano: "Insto a todos a buscar soluciones justas a través del diálogo, y rezo a la Virgen María, Reina del Líbano, para que con el apoyo de la comunidad internacional, Este país siga siendo un área de convivencia pacífica y respeto por la dignidad y la libertad de todas las personas, en beneficio de toda la región del Oriente Medio".

Es San Juan Pablo II quien dijo que el Líbano era un "mensaje" en su carta apostólica del 7 de septiembre de 1989 : "La Iglesia desea manifestar al mundo que el Líbano es más que un país: es un ¡Un mensaje de libertad y un ejemplo de pluralismo para Oriente y Occidente! "

El periodista libanés Fady Noun explicó: "Vio con una mirada profética lo que el Líbano podía dar, la radiación, la gran misión que podía tener".

 

 

 

27/10/2019-13:13
Anita Bourdin

Sínodo: Una "conversión" para convertirse en aliados de los pueblos amazónicos

(ZENIT — 27 octubre 2019).- La palabra "conversión" parece ser la palabra clave del documento final del sínodo para el Amazonas, con el corolario de "nuevos caminos", como deseaba el tema del sínodo: Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para un ecología integral.

"Si no cambiamos, no tendremos éxito", comentó el cardenal Michael Czerny, jesuita canadiense, del Dicasterio para el Desarrollo Integral, presentando el documento a la prensa, junto con el obispo David Martínez de Aguirre, dominico de Perú, Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación, y el p. Giacomo Costa, jesuita, de la comisión de información del sínodo, Vaticano, a las 19:40.

El documento final del Sínodo para el Amazonas se publica el 26 de octubre de 2019 en español. Viene en forma de cinco capítulos, una introducción y una conclusión.

La palabra "conversión" y la expresión "nuevos caminos" regresan cinco veces: el mismo Papa insistió, en su discurso final en el sínodo, en la necesidad de "creatividad" para la proclamación del Evangelio en la Amazonía. Una conversión a todos los niveles de la vida de la Iglesia en la Amazonía "integral", "pastoral", "cultural", "ecológica", "sinodal".

El documento también muestra los porcentajes de los votos: esto muestra que cada uno de los 120 puntos recibió una mayoría de dos tercios (ninguno por debajo del 75%): los padres sinodales eran 181, el párrafo tenía que llegar a 120 votos para ser adoptado.

Un punto fue unánime, el punto 21 sobre "la Iglesia como una salida misionera".

 

Las mujeres, el diaconado permanente y el rito amazónico

Los 3 puntos más "mediáticos" que atrajeron la atención durante el sínodo, a saber, la cuestión de los ministerios de mujeres, la posible ordenación de hombres casados, los ritos amazónicos, se encuentran en el capítulo 5.

En particular, pide que las mujeres (§§ 99-103), que son la mayoría de los líderes de la comunidad católica en la Amazonía, tengan una formación sólida y acceso al lectorado y al acolitado, a raíz de Pablo VI, y la institución de un ministerio de liderazgo comunitario. El sínodo desea mantenerse informado sobre el trabajo de la Comisión sobre las diaconisas en la Iglesia primitiva.

§ 99 sobre el lugar a otorgar obtiene 161 votos (2 sin lugar); § 100 sobre Pablo VI y la hora de la mujer, 168 votos (3 sin lugar); § 101 sobre Liderazgo en comunidades católicas indígenas, 165 (vs. 5); § 102 sobre formación especialmente en teología, 160 (contra 11); § 103 sobre las diaconisas, 137 (contra 30).

Por falta de sacerdotes, el sínodo no se dirige inmediatamente a la ordenación de hombres casados, sino a la promoción del diaconado permanente, como lo sugirió el cardenal Oswald Gracias . El § 106 insiste en la formación adecuada de diáconos permanentes (aprobado por 170 votos a favor contra 2). La ordenación sacerdotal para los diáconos permanentes se contempla en el § 111, que también establece que el celibato sacerdotal es un "don".

Visualiza los "criterios" necesarios para "ordenar sacerdotes de hombres que idóneos y reconocidos por la comunidad, que tienen un diaconado permanente fértil y reciben una formación adecuada en el presbiterio, al tiempo que tienen una familia legítimamente constituida y estable".

El párrafo fue votado por 128 votos a favor y 41 en contra: es la resistencia más fuerte en comparación con los otros párrafos.

Con respecto al rito amazónico, §119 (adoptado por 140 votos contra 29) llama a establecer un "comité competente para estudiar y dialogar, de acuerdo con las costumbres de los pueblos ancestrales, con miras a la elaboración de un rito amazónico, que expresa la herencia litúrgica, teológica, disciplinaria y espiritual de la Amazonía, con una referencia especial a lo que Lumen Gentium afirma para las Iglesias orientales".

 

 

 

27/10/2019-17:43
Redacción

"Conversión y misión: Así el Evangelio puede salvar a los pueblos y a la tierra de la Amazonía"

Este es el hilo conductor que atraviesa el documento final del Sínodo de los Obispos sobre el Amazonas.

"Nosotros tenemos nuestra cosmovisión, nuestra forma de mirar el mundo que nos rodea. Y nos acerca más a Dios la naturaleza. Nos acerca a mirar el rostro de Dios en nuestra cultura, en nuestra vivencia, porque nosotros como indígenas vivimos la armonía con todos los seres que hay ahí... ¡No endurezcan el corazón, suavicen el corazón! Es lo que nos invita Jesús, que nosotros vivamos juntos, creamos en un solo Dios. Al finalizar todo ello vamos a estar unidos, y eso es lo que nosotros deseamos como indígenas. Tenemos nuestros ritos, sí, tenemos nuestros ritos, pero esos ritos deben incorporarse en el centro, que es Jesucristo".

Uno de los testimonios más fuertes y vivaces entre los que escucharon los participantes en el Sínodo de los Obispos de la Amazonía, fue ofrecido por Delio Siticonatzi Camayteri, miembro del pueblo Ashaninca. Una vez más se comprobó aquello que el Papa Francisco ha enseñado muchas veces a través de su magisterio: salimos para anunciar el Evangelio y a estar cerca de los más pobres, de los descartados y de los indefensos, no para "llevar" algo, sino sobre todo para ser evangelizados, es decir, para encontrar el rostro del Dios de Jesucristo en los rostros de estos nuestros hermanos.

El documento final del Sínodo, fruto del discernimiento común de los obispos de la Amazonía y de otras partes del mundo reunidos en torno al Sucesor de Pedro, presenta el hilo conductor de una triple conversión: ecológica, cultural y sinodal. Una triple conversión para lograr una cuarta conversión, la pastoral, con el fin de proclamar con renovado celo misionero el Evangelio de Jesucristo en estas tierras. De hecho, en la base de estas cuatro conversiones -subraya el documento- está "la única conversión al Evangelio vivo, que es Jesucristo".

Los dramas que viven en ese inmenso y poco poblado territorio, atravesado por ríos y rico en biodiversidad, definido en el documento como "corazón biológico" del planeta, son un ejemplo de los dramas que vivimos en esta época. El cambio climático, la deforestación, la rapaz depredación de los recursos, el abandono en que viven los pueblos indígenas, los desafíos que representa el crecimiento de las periferias de las metrópolis, las migraciones internas y externas, la violencia ejercida sobre los más débiles. Todo esto desafía a los cristianos y los llama a volver a sus responsabilidades.

Del documento final emerge claramente la necesidad de un cambio de ritmo, que jamás podrá ser el resultado de estrategias de marketing misionero o solo de nuevas estructuras eclesiales. Es necesario volver a la fuente, a ese "centro" testimoniado con pasión por Delio. La Amazonía necesita sobre todo la sobreabundancia de la gracia, de hombres y mujeres que aman a Jesús y lo descubren en los rostros, en los dramas, en las heridas de los pueblos olvidados y explotados.

Todo aquello que se ha sugerido en el texto entregado por los obispos al Papa, desde la creación de redes eclesiales para las comunidades amazónicas hasta el establecimiento de organismos específicos para reunir a los obispos de la región, desde la propuesta de nuevos ministerios laicales para mujeres que representan los verdaderos pilares de muchas comunidades hasta la invitación dirigida a las congregaciones religiosas para que envíen misioneros a esas tierras, la necesidad de inculturar mejor en la liturgia las tradiciones y lenguas de los pueblos originarios, hasta la propuesta de relanzar el diaconado permanente -estudiando también la posibilidad de llegar a la ordenación sacerdotal de los diáconos permanentes casados- encuentra su contexto y su luz en esa conversión que Francisco propuso desde el principio de su pontificado con la exhortación Evangelii gaudium.

El Sínodo, que concluye después de escuchar el grito de los pueblos amazónicos, no ha sido un encuentro "político", sino un acontecimiento eclesial, de escucha del Espíritu Santo, para buscar nuevos caminos de evangelización, conscientes de que todo está conectado y de que para los cristianos el interés y la preocupación por la protección de los pobres y de los descartados, por el cuidado y la defensa de la creación que Dios ha confiado a los hombres, no es algo opcional, sino que brota del corazón de nuestra fe.

Finalmente, de este Sínodo surge una llamada a la unidad de toda la Iglesia, a caminar juntos, guiados por el Espíritu Santo. Es la llamada que viene de Delio, de los indígenas de la Amazonía: "No endurezcan sus corazones... Es lo que nos invita Jesús, que nosotros vivamos juntos... vamos a estar unidos... en el centro, que es Jesucristo".

 

*Andrea Tornielli es el director editorial de los medios de comunicación del Vaticano

 

 

 

27/10/2019-08:00
Isabel Orellana Vilches

San Rodrigo Aguilar Alemán, 28 de octubre

«Este sacerdote, talentoso escritor y poeta, enamorado de Cristo y devoto de María, engrosa el importante número de mártires de la Cristiada que sacudió México entre los años 1926 y 1929»

Este valeroso mártir de la fe nació en la localidad mejicana de Sayula, Jalisco, el 13 de marzo de 1875. Era el mayor de una numerosa prole compuesta por doce hermanos. En 1888 ingresó en el seminario auxiliar de Zapotlán el Grande, (actual Ciudad Guzmán). Estudioso y ejemplar en su forma de vida, mostraba también sus dotes como literato y, de hecho, cultivó la prosa y la poesía con acierto. Sus reflexiones tenían un sesgo apostólico y la prensa de Ciudad Guzmán no tenía reparos en insertar en sus páginas artículos suyos que versaban sobre el Santísimo Sacramento, la Virgen María, y otros temas eclesiales y pastorales que reportaban gran bien a los lectores. Fue consagrado diácono en enero de 1903 en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, de Guadalajara. Y a la Virgen se encomendaría siempre.

Ordenado sacerdote ese mismo enero de 1903 por el arzobispo de la capital, José de Jesús Ortiz, depositó en el regazo de la Virgen de Guadalupe su consagración. Emprendió una labor pastoral por diversos lugares, entre los que se hallaban Atotonilco, Lagos de Moreno, La Yesca y Nayarit, donde evangelizó y bautizó a indios huicholes, algunos de avanzadísima edad (superaban el centenar de años) que escuchaban por vez primera el nombre de Jesús. Sucesivamente fue párroco y capellán de distintas parroquias y haciendas; vicario cooperador en Sayula y en Zapotiltic, hasta que en julio de 1923, a la muerte del párroco, fue designado para sucederle. En todos los lugares por los que pasó iba dejando su impronta apostólica de paciencia y caridad en las gentes, lo que ponía de relieve la autenticidad de su vocación sacerdotal. Incrementaba el apostolado de la oración, fomentaba círculos de estudio y fortalecía los existentes, además de poner en marcha asociaciones dirigidas a los laicos.

En una ocasión peregrinó a Tierra Santa plasmando en la obra Mi viaje a Jerusalén la honda impresión espiritual que le causó. Sintió entonces un profundo anhelo de morir mártir. El 20 de marzo de 1925 fue nombrado párroco de Unión de Tula, y ese mismo afán de derramar su sangre por Cristo estuvo presente en sus oraciones. Es como si tuviese el secreto presentimiento de que se cumpliría esa súplica. Quizá por eso rogó a sus más cercanos que lo encomendaran ante Dios en sus peticiones, uniendo a las suyas ese ardiente deseo medida' que compartió con ellos. Pronto serían escuchadas.

En efecto, el estío de 1926 trajo las primeras turbulencias con la suspensión del culto decretado por las autoridades civiles. Y el 12 de enero de 1927 sufrió persecución simplemente por su condición sacerdotal. Busco refugio en un rancho, pero fue delatado por el propietario. Se fugó nuevamente y llegó a Ejutla el 26 de enero. Durante unos meses pudo permanecer a resguardo, acogido por las adoratrices de Jesús Sacramentado en el colegio de San Ignacio; incluso llegó a administrar los sacramentos y oficiar la misa. Previendo cómo iba a ser el fin de sus días, había dicho: «Los soldados nos podrán quitar la vida, pero la fe nunca».

El 27 de octubre de ese año 1927 un ejército compuesto por 600 federales al mando del general Izaguirre, y otros agradistas capitaneados por Donato Aréchiga, invadieron Ejutla y asaltaron el convento. Ni Rodrigo ni otros sacerdotes y seminaristas pudieron escapar. Cuando uno de los estudiantes, que después logró huir, intentó ayudarle, le dijo: «Se me llegó mi hora, usted váyase». Aún a costa de su vida, poco antes de ser apresado logró destruir expedientes de seminaristas. Fue por eso que quedó a merced de los soldados que le detuvieron, aunque no hubiera podido llegar lejos porque tenía lastimados los pies. Dispuesto a todo, cuando le pidieron que se identificase, respondió: «¡Soy sacerdote!». Tal como supuso, esta respuesta desencadenó una turba de injurias y chanzas soeces que le acompañaron al lugar de su martirio. La venganza de un cabecilla al que vetó un matrimonio ilegítimo estaba en marcha.

Poco después se despedía de otros seminaristas y religiosas con un emocionante y esperanzador: «Nos veremos en el cielo». Lo decía porque todos ellos habían sido apresados como él, aunque iban a ser conducidos a lugares distintos para ser ajusticiados. El padre Aguilar afrontaba su destino serenamente, rogando: «Señor, danos la gracia de padecer en tu nombre, de sellar nuestra fe con nuestra sangre y coronar nuestro sacerdocio con el martirio ¡Fiat voluntas tua!». El 28 de octubre, de madrugada, fue conducido a la plaza de Ejutla. Lo dispusieron para morir ahorcado mientras bendecía y perdonaba a sus verdugos, incluso a uno de ellos le obsequió con su rosario. Este es el talante de los mártires, sin excepción. Bondadosos, generosísimos, inundados de fe y de caridad, llenos de esperanza, sin emitir juicio alguno contra nadie, dispuestos a unirse a la Pasión redentora de Cristo en rescate de quienes se han dejado atrapar en las viscosas redes del odio. De otro modo, hubieran renegado de su creencia.

Con la soga en el cuello, instrumento de su martirio que antes había bendecido, Rodrigo respondió a la pregunta «¿Quién vive?»..., que le formularon en tres ocasiones mientras iban tensando la gruesa cuerda: «Cristo Rey y Santa María de Guadalupe». Este fue su último testimonio de fe. Pronunció por tercera vez estas palabras cuando apenas tenía aliento, entregando su alma a Dios. Luego lo abandonaron dejando que su cuerpo pendiese del corpulento árbol de mango durante horas. Fue beatificado por Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992, quien lo canonizó el 21 de mayo del año 2000.