Sociedad y Familia

 

¡Hasta «El País» tiene claro que el porno daña a jóvenes y mayores!

 

 

01 noviembre, 2019 | Infogender


 

 

 

Rita Abundancia acaba de publicar un interesante artículo titulado “Siete razones por las que deberías hablar de pornografía con tus hijos“. Como bien explican en Religión en Libertad, en realidad se debería titular “7 razones por las que el porno daña a las personas y a las relaciones sexuales“.

Estas son las 7 razones:

 

1. “Porque con el porno saben toda la teoría antes que la práctica”

“La pornografía convierte a los más jóvenes en voyeurs de cosas que nunca han experimentado por sí mismos y, por lo tanto, de asuntos que no tienen la facultad de criticar”. Noemi Domínguez, sexóloga consultada por el periódico, dice que los chavales se creen lo que ven en las películas porno: “los chicos exclaman: ¡pero eso está pasando y es de verdad, no son efectos especiales! Y aunque les comentes que son actores, que la película se ha rodado con muchos cortes y en muchas horas, y que hay hasta dobles, su percepción es que lo que están viendo es, cien por cien, real”.

 

2. “Porque se acostumbran a estímulos muy intensos”

“Crecer con las imágenes de alto voltaje, propias del porno convencional (hay otras pornografías más sutiles, pero generalmente no son gratuitas, ni las primeras que aparecen en los buscadores) es altamente determinante en una edad en la que se está construyendo el deseo”, apunta Francisca Molero. “Si se habitúan a esos estímulos, poco frecuentes en la vida real, se sentirán luego frustrados en sus futuras relaciones”. Y el periódico añade: “En cierta manera el abuso del porno, esa capitalización del sexo, desensibiliza, pide siempre más, se vuelve consumista y eternamente insatisfecho. La pornografía, como la economía, debería decrecer”.

 

3. “Porque el porno comercial atribuye gustos generalizados y por géneros”

En el porno te dicen que a las chicas les encanta hacer todo tipo de cosas que a las chicas reales no les suele gustar. “¿Qué ocurre si a un adolescente no le gustan, especialmente, ese tipo de prácticas? Pues que será raro y hará todo lo posible por encajar en el molde, para ser cool y molar a sus parejas”, cuenta Noemi Domínguez.

“A mi consulta han llegado chicas jóvenes preguntándome qué podían hacer para que el sexo anal les dejara de doler y les emperezara a gustar”, recuerda Francisca Molero, “pero igualmente, hay chicos que se autodiagnostican con eyaculación precoz sin motivo porque no aguantan tanto como los actores de las cintas porno”. “La pornografía es la que dicta las prácticas que son tendencia y que debemos realizar para estar al día, porque ser tachado de moña en la adolescencia es peor que la peste”, advierte el periódico.

 

4. “Porque erotiza la violencia”

¿Hay relación entre violencia y pornografía? El periódico se remite a un estudio de la Universitat de les Illes Balears que a su vez se remite a “la investigación, realizada sobre datos de EEUU, titulada The impact of Internet pornography on adolescents: A review of the research (Owens, Behun, Manning, Reid, 2012), la exposición a material pornográfico en la red en edades tempranas es causa y consecuencia de la creencia de que la mujer es un objeto sexual, distorsiona la realidad de lo que es el sexo y, en varones con tendencia a la agresividad sexual, ésta se ve claramente aumentada (…) Así mismo, el informe anterior concluye que aquellos adolescentes que consumen pornografía de contenido sexual violento tienen significativamente más probabilidades de vincularse a agresiones sexuales”.

Manadas’ y ‘violaciones’ son las búsquedas más habituales en las webs porno”, comenta Domínguez, “hay una asociación brutal entre mi excitación sexual (la del hombre) y el sufrimiento o el sometimiento del otro (la mujer). Se erotiza el poder, el miedo y la vulnerabilidad de los más débiles”.

El texto de El País constata: “si comparamos el porno de ahora con el de los años ochenta, vemos que prácticas como el bukake (donde una serie de hombres se turnan para eyacular sobre una persona, generalmente mujer y en actitud de víctima), que apenas aparecían antes, son ahora habituales. El sexo grupal es una práctica que ha arraigado entre los adolescentes, porque engulle o disimula la inexperiencia o timidez de alguno de sus miembros, que se refugia en la fuerza del grupo”.

 

5. “Porque el porno no habla de consentimiento, no gestiona la frustración ni los contagios”

En la vida real, antes y después del sexo pasan cosas: antes hay un noviazgo (o al menos un cortejo o al menos se negocia con la prostituta); hay también un después: heridas emocionales, o embarazos, o enfermedades sexuales, o cambios en el trato interpersonal… Pero en el porno no hay antes ni después: los participantes tienen telepatía, se miran, se gustan y pasan al sexo: ni tienen un pasado ni habrá consecuencias.

“Las relaciones sexuales que ilustra la pornografía son siempre perfectas, todo el mundo disfruta, nadie se daña ni está en desacuerdo a la hora de hacer determinadas cosas. Todo transcurre de manera irreal y utópica, incluso sin consenso”, señala Francisca Molero. “Pero en la realidad esto casi nunca ocurre. En la vida real a menudo hay que cambiar de plan o de práctica porque a alguien le resulta molesta o poco placentera, hay que preguntar determinadas cosas y llegar a acuerdos…”

La experta consultada por El País destaca que, por supuesto, en una película porno no te hablarán nunca de infecciones sexuales. Ni de embarazos, podríamos añadir: ¡como si el sexo no fuera el acto que engendra nuevos seres humanos!

 

6. “Porque resta creatividad a las relaciones y supone un tratado de anatomía comparativa”

El porno establece un “canon”: el espectador cree que has de tener ese cuerpo (imposible, fantasioso, trucado) y que has de realizar esas prácticas (imposibles, fantasiosas y trucadas) y si no las haces así eres raro. Eso quita libertad y genera mil frustraciones. “Un poco menos de imaginería sexual nos haría más creativos en la cama, más fieles a seguir nuestros propios instintos o gustos personales y más irreverentes con el guion que la pornografía ha escrito ya para nosotros”, avisa el periódico.

 

7. “Porque en el porno no hay sensualidad ni erotismo”

Según la sexóloga consultada por El País, Noemi Domíguez, “los jóvenes tienen asumido que los sentimientos en las relaciones sexuales se dan solo con la pareja”, es decir, con la novia a la que quieres “de verdad”. Con el resto de personas ha de haber sexo, claro, todo el que puedas, pero “frío y mecánico“. Y eso lo ven en el porno y piensan que es “la realidad”.

 

En una admisión asombrosa en El País, resulta que el sexo no es un simple deporte de contacto: tiene efecto en la afectividad y los sentimientos, admite el artículo.

“Aunque queramos no podemos desligar el placer físico de un cierto grado de afectividad, incluso aunque el acto sexual se haga con completos desconocidos”, apunta Francisca Molero. Pero las nuevas generaciones se posicionan en los extremos, según subraya Domínguez. “Por un lado, los que tienen pareja disfrutan, o deberían disfrutar, de los innumerables beneficios del amor romántico con todas sus expectativas de placer; mientras que los que no han encontrado aún a su media naranja deberán contentarse con un sexo desprovisto de afecto, sensualidad o erotismo y enfocado únicamente a la autosatisfacción. Un sexo consumista, donde la cantidad importa más que la calidad”.

 

Hasta aquí todo muy bien… pero El País concluye que todo está perdido: “evitar que los adolescentes vean pornografía a una edad cada vez más temprana es una batalla perdida”.

Permítasenos discrepar. Como muy bien señala ReL, “hay muchas personas y asociaciones que no están de acuerdo y creen que la pornografía puede y debe limitarse mucho, también en Internet, que es factible y necesario y especialmente importante para proteger a los niños y adolescentes. Hay distintas propuestas, como concentrarlo en dominios .xxx, o adaptar sistemas de reconocimiento facial (si el rostro del usuario no es un adulto, no se podría entrar).”

De hecho, en todo el mundo se reflexiona sobre cómo limitar el porno: que llegue mucho menos, a muchos menos, en dosis mucho menores, a edades más tardías. También en España son varias las iniciativas en este sentido. Pronto más información.