Servicio diario - 17 de noviembre de 2019


 

Hospital "Bambino Gesú": El Papa bendice las manos de los cuidadores
Redacción

III Jornada Mundial de los pobres: "Yo cristiano, ¿tengo un amigo pobre?"
Redacción

Ángelus: "Rezar con amor por la persona que nos odia"
Raquel Anillo

El Papa lamenta "la indiferencia de la sociedad hacia los pobres"
Raquel Anillo

Jornada de los pobres: "Siempre hay alguien más necesitado que nosotros"
Anne Kurian

Santa Rosa Filipina Duchesne, 18 de noviembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

17/11/2019-11:01
Redacción

Hospital "Bambino Gesú": El Papa bendice las manos de los cuidadores

(ZENIT — 17 noviembre 2019).- "Señor, bendice las manos de los médicos y enfermeras para que puedan ayudar a los niños en su viaje de enfermedad y hospitalización a salir de esta enfermedad. Esta es la oración del Papa Francisco, quien interrumpió su discurso frente a los cuidadores y los pequeños pacientes del Hospital "Bambino Gesú" de Roma, el 16 de noviembre de 2019, para esta bendición.

Unas 6,000 personas estuvieron presentes en la Sala Pablo VI para esta reunión con el Papa, con motivo del 150 aniversario de la fundación del hospital pediátrico propiedad de la Santa Sede.

Aquí está nuestra traducción de este discurso donde el Papa rindió homenaje a esta "herencia no solo de la comunidad romana, sino de la comunidad italiana e internacional". Instó a los cuidadores a que nunca pierdan "la capacidad de ver la cara de un niño, incluso detrás de una simple muestra para analizar, y "escuchar el grito de los padres incluso dentro de sus laboratorios".

"El misterio del sufrimiento de los niños no se detiene para hablar a sus conciencias y motivar su compromiso humano y profesional", dijo el Papa.

AK

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Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas!

Me alegra encontrarme con vosotros como una gran familia del Hospital "Bambino Gesú", para celebrar juntos el 150° aniversario de la fundación de este benemérito Instituto perteneciente a la Santa Sede, que nunca dejará de prestaros gran atención. Saludo a todos con afecto y agradezco a la Presidenta, la Sra. Mariella Enoc, sus palabras. Saludo a los miembros de la Junta Directiva, a los médicos, al personal paramédico y de enfermería, a los capellanes, a los voluntarios, a los benefactores; pero sobre todo saludo a los pequeños pacientes y a sus familias, a todos vosotros.

En su relato de los orígenes, que leeré junto con otros testimonios, la duquesa María Grazia Salviati nos ha presentado el nacimiento del Hospital como una intuición y como un don. Intuición de una mujer y madre de gran inteligencia, cultura y fe: Arabella Salviati, que vivió en la época fecunda del catolicismo social. Es el don de una familia generosa, que tuvo un gesto de inmensa sensibilidad a favor de los niños de todo el mundo. En efecto, esa semilla inicial se desarrolló más allá de los confines de la ciudad de Roma, gracias a la donación hecha al Papa, cuya solicitud pastoral se extiende allí donde la Iglesia esté presente. Así, el Hospital infantil se ha convertido en patrimonio no sólo de la comunidad romana, sino también de la comunidad italiana e internacional.

Así nació una realidad grande y preciosa, a la vanguardia y proyectada todavía hoy hacia el futuro. Me gusta mucho el mensaje que habéis elegido para vuestro aniversario: "El futuro es una historia de niños", el futuro es la historia de los niños y estando con los niños nosotros aprendemos a frecuentar el futuro, que es una actitud muy importante. Hace falta valor para frecuentar el futuro. La autoridad moral de los niños enfermos y que sufren es la verdadera identidad del Hospital "Bambino Gesú". Esta conciencia debe ser la fuerza motriz de vuestra actuación conjunta, en armonía y espíritu comunitario, superando obstáculos y diferencias. Que la autoridad moral de los niños sea siempre una llamada a la fidelidad a la vocación original de este hospital y un criterio de discernimiento para las opciones futuras. Pero podríamos decir de forma algo simplista que son ellos los que mandan: son ellos los que mandan en nuestros trabajos, en nuestros pensamientos, en nuestras investigaciones, en nuestras acciones. Los niños.

Sé con emoción y gratitud la historia de la madre venezolana y de su hijo Jerson, que ha encontrado en el "Bambino Gesú" la cura que necesitaba. Doy las gracias al Hospital por su apertura al mundo, por haber decidido hacerse cargo de estos sufrimientos y de estos niños de muchos países. Me han dicho que más de una vez por semana aterriza en el helipuerto del Vaticano algún helicóptero que trae niños de otros lugares al Bambino Gesú" .Soy muy consciente de que esto requiere muchos recursos financieros y, por lo tanto, doy las gracias a todos aquellos que están contribuyendo generosamente con sus donaciones a la Fundación del " Bambino Gesú". Espero que las instituciones internacionales puedan encontrar formas de promover cada vez más estos corredores de salud, a la espera de que crezca en todos los países la capacidad de respuesta a las necesidades fundamentales de salud.

Quiero detenerme en una expresión utilizada por la madre de Venezuela: ha escrito de la bendición de Dios y de las "manos benditas y maravillosas" que acogieron y cuidaron a su hijo. Los médicos, cirujanos y enfermeras usan las manos como medio de tratamiento. Sed conscientes siempre de esta bendición de Dios sobre vuestras manos. Vuestra capacidad de curar de esta manera es un don para vosotros y para las personas que os han sido confiadas. Y al mismo tiempo, queridos médicos y enfermeras, no dejéis de lado vuestra contribución profesional y vuestro celo por preservar el carácter de esta institución. Es necesario el compromiso de todos es necesario para que el Hospital Infantil "Bambino Gesú" siga mostrando la predilección especial de la Santa Sede por la infancia, con su estilo propio de atención amorosa a los pequeños pacientes, ofreciendo un testimonio concreto del Evangelio, en plena sintonía con lo que enseña la Iglesia. Me gusta bendecir las manos de los médicos y enfermeras, ahora me detengo un poco en este discurso que es largo, me detengo un poco, para bendecir las manos de todos los médicos y enfermeras que están aquí y también las manos de los médicos y enfermeras del Bambino Gesú. Señor, bendice las manos de los médicos y enfermeras, para que puedan ayudar a los niños en su camino de enfermedad y en la hospitalización que salgan de la enfermedad.

El testimonio de la enfermera, que junto con sus colegas ha completado una larga serie de misiones de formación en Siria, me ha mostrado otro aspecto de la actividad humanitaria del hospital y de su apertura al mundo: su voluntad de compartir sus conocimientos y capacidades con el personal sanitario de los países más desfavorecidos. Es "la caridad del conocimiento la que construye la paz", como decía San Juan Pablo II (Discurso a la Pontificia Academia de Ciencias,12 de noviembre de 1983). Para vosotros, profesionales del "Niño Jesús", se trata de devolver lo que se os ha dado en abundancia y de recibir a cambio tanta riqueza de humanidad. Cada uno enseña algo al otro. Esto es lo que sucede en estas misiones del "Bambino Gesú" en el extranjero.

Vuestro director científico nos ha contado en su texto con gran entusiasmo que la asistencia y la investigación son las piedras angulares de la actividad del hospital-asistencia e investigación- cuanto mejor sea la investigación, mejor será la asistencia. No hay cura sin investigación. Y no hay futuro en la medicina sin investigación. Desde este punto de vista, el "Bambino Gesú" se ha proyectado hacia el futuro, con importantes resultados en el campo del diagnóstico de enfermedades raras y el tratamiento de enfermedades complejas, con el desarrollo de terapias de precisión. Admiro la pasión y el entusiasmo que dedicáis a vuestro trabajo de cuidado e investigación, y me gustaría que no perdierais nunca la capacidad de percibir el rostro de un niño que sufre incluso detrás de una simple muestra para ser analizada, y de escuchar el grito de los padres también dentro de vuestros laboratorios. ¡Qué el misterio del sufrimiento de los niños siga hablando a vuestras conciencias y motivando vuestro compromiso humano y profesional!. Me viene a la mente la pregunta del gran Dostoievski a la que es difícil encontrar una respuesta: "¿Por qué sufren los niños? Siempre con esta pregunta viva: ¿por qué sufre un niño? No hay respuesta, sólo el servicio al niño que sufre y la mirada al Padre de todos, para que pueda hacer algo.

Queridos hermanos y hermanas, estoy muy contento con lo que he escuchado esta mañana, de lo que he visto,  y, en general, con el camino recorrido en los últimos años por el ” Bambino Gesù “. Me alegra la buena marcha del hospital y su constante crecimiento, a pesar de las muchas dificultades, porque es oportuno que en los próximos años se pueda seguir ofreciendo la mejor atención a cada paciente, y que no se rechace a nadie. Esta actividad requiere recursos y espacio adecuados. Las necesidades de la investigación científica y la creciente demanda de atención, incluso desde el extranjero, harán necesarias en los próximos años nuevas inversiones en instalaciones y tecnologías. Es un equilibrio difícil, pero es importante que la sostenibilidad y la eficiencia estén siempre garantizadas, para que el hospital siga siendo una extraordinaria obra de caridad de la Iglesia.

Por lo tanto, os pido a todos decisiones valientes y rigurosas, al mismo tiempo generosas y prudentes. Y os exhorto a seguir adelante, fieles al Evangelio y obedientes a la autoridad moral de los niños que sufren. Por mi parte, os agradezco especialmente que ayudéis a los pequeños enfermos a sentir la presencia tierna y tranquilizadora de Jesús a su lado. Y no olvidemos sus palabras: "Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis". (Mt 25,40). Imparto de todo corazón la bendición apostólica a toda la comunidad del hospital "Bambino Gesú". Y por favor, os pido que no os olvidéis de rezar por mí.

 

© Editorial del Vaticano

 

 

 

17/11/2019-13:08
Redacción

III Jornada Mundial de los pobres: "Yo cristiano, ¿tengo un amigo pobre?"

(ZENIT — 17 noviembre 2019).- "Los pobres nos facilitan el acceso al cielo", son "los porteros del cielo", porque han encontrado "la riqueza que nunca envejece, la que conecta la tierra y el cielo y por la cual realmente vale la pena vivir"; el amor ", dijo el Papa Francisco en la celebración de la misa por la III Jornada Mundial de los Pobres, este 17 de noviembre de 2019.

En esta celebración internacional en la Basílica de San Pedro, el Papa estaba rodeado de personas necesitadas.

En un momento en que "la codicia de un pequeño número aumenta la pobreza de muchos", advirtió el Papa en su homilía contra la tentación del "ahora mismo", que "no proviene de Dios ". Y de dar el antídoto: perseverancia, "perseverar en el bien, no perder de vista lo que importa".

También se refirió a la "tentación del yo": "El cristiano, como no busca el ahora mismo sino el siempre, no es un discípulo del yo , sino del tu. No sigue las sirenas de sus caprichos, sino la llamada del amor, la voz de Jesús".

"La etiqueta de" cristiano "o" católico "no es suficiente para pertenecer a Jesús. Tienes que hablar el mismo idioma que Jesús, el lenguaje del amor, el lenguaje del tu. El Papa insistió, invitando a los fieles a preguntarse: "¿Ayudo a una persona de la que no tendré nada que recibir? Yo, cristiano, ¿tengo al menos un amigo pobre?".

AK

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Homilía del Papa Francisco

En el evangelio de hoy, Jesús sorprende a sus contemporáneos, y también a nosotros. En efecto, justo cuando se alababa el magnífico templo de Jerusalén, dice que «no quedará piedra sobre piedra» (Lc 21,6). ¿Por qué estas palabras hacia una institución tan sagrada, que no era sólo un edificio, sino un signo religioso único, una casa para Dios y para el pueblo creyente? ¿Por qué profetizar que la sólida certeza del pueblo de Dios se derrumbaría? ¿Por qué el Señor deja al final que se desmoronen las certezas, cuando el mundo las necesita cada vez más?.

Buscamos respuestas en las palabras de Jesús. Él nos dice hoy que casi todo pasará. Casi todo, pero no todo. En este penúltimo domingo del Tiempo Ordinario, Él explica que lo que se derrumba, lo que pasa son las cosas penúltimas, no las últimas: el templo, no Dios; los reinos y los asuntos de la humanidad, no el hombre. Pasan las cosas penúltimas, que a menudo parecen definitivas, pero no lo son. Son realidades grandiosas, como nuestros templos, y espantosas, como terremotos, signos en el cielo y guerras en la tierra (cf. vv. 10-11). A nosotros nos parecen hechos de primera página, pero el Señor los pone en segunda página. En la primera queda lo que no pasará jamás: el Dios vivo, infinitamente más grande que cada templo que le construimos, y el hombre, nuestro prójimo, que vale más que todas las crónicas del mundo. Entonces, para ayudarnos a comprender lo que importa en la vida, Jesús nos advierte acerca de dos tentaciones.

La primera es la tentación de la prisa, del ahora mismo. Para Jesús no hay que ir detrás de quien dice que el final está cerca, que «está llegando el tiempo» (v. 8). Es decir, que no hay que prestar atención a quien difunde alarmismos y alimenta el miedo del otro y del futuro, porque el miedo paraliza el corazón y la mente. Sin embargo, cuántas veces nos dejamos seducir por la prisa de querer saberlo todo y ahora mismo, por el cosquilleo de la curiosidad, por la última noticia llamativa o escandalosa, por las historias turbias, por los chillidos del que grita más fuerte y más enfadado, por quien dice "ahora o nunca". Pero esta prisa, este todo y ahora mismo, no viene de Dios. Si nos afanamos por el ahora mismo, olvidamos al que permanece para siempre: seguimos las nubes que pasan y perdemos de vista el cielo. Atraídos por el último grito, no encontramos más tiempo para Dios y para el hermano que vive a nuestro lado. ¡Qué verdad es esta hoy! En el afán de correr, de conquistarlo todo y rápidamente, el que se queda atrás molesta y se considera como descarte. Cuántos ancianos, niños no nacidos, personas discapacitadas, pobres considerados inútiles. Se va de prisa, sin preocuparse que las distancias aumentan, que la codicia de pocos acrecienta la pobreza de muchos. Jesús, como antídoto a la prisa propone hoy a cada uno la perseverancia: «con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (v. 19). Perseverancia es seguir adelante cada día con los ojos fijos en aquello que no pasa: el Señor y el prójimo. Por esto, la perseverancia es el don de Dios con que se conservan todos los otros dones (cf. SAN AGUSTÍN, De dono perseverantiae, 2,4). Pidamos por cada uno de nosotros y por nosotros como Iglesia para perseverar en el bien, para no perder de vista lo importante.

Hay un segundo engaño del que Jesús nos quiere alejar, cuando dice: «Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: "Yo soy" [...]; no vayáis tras ellos» (v. 8). Es la tentación del yo. El cristiano, como no busca el ahora mismo sino el siempre, no es entonces un discípulo del yo, sino del tú. Es decir, no sigue las sirenas de sus caprichos, sino el reclamo del amor, la voz de Jesús. ¿Y cómo se distingue la voz de Jesús? "Muchos vendrán en mi nombre", dice el Señor, pero no han de seguirse.

No basta la etiqueta “cristiano” o “católico” para ser de Jesús. Es necesario hablar la misma lengua de Jesús, la del amor, la lengua del tú. No habla la lengua de Jesús quien dice yo, sino quien sale del propio yo. Y, sin embargo, cuántas veces, aun al hacer el bien, reina la hipocresía del yo: hago lo correcto, pero para ser considerado bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de esa persona importante. De este modo habla la lengua del yo. La Palabra de Dios, en cambio, impulsa a un «amor no fingido» (Rm 12,9), a dar al que no tiene para devolvernos (cf. Lc 14,14), a servir sin buscar recompensas y contracambios (cf. Lc 6,35). Entonces podemos preguntarnos: ¿Ayudo a alguien de quien no podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo al menos un pobre como amigo?.

Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Nos recuerdan que el Evangelio se vive así, como mendigos que tienden hacia Dios. La presencia de los pobres nos lleva al clima del Evangelio, donde son bienaventurados los pobres en el espíritu (cf. Mt 5,3). Entonces, más que sentir fastidio cuando oímos que golpean a nuestra puerta, podemos acoger su grito de auxilio como una llamada a salir de nuestro proprio yo, acogerlos con la misma mirada de amor que Dios tiene por ellos. ¡Qué hermoso sería si los pobres ocuparan en nuestro corazón el lugar que tienen en el corazón de Dios! Estando con los pobres, sirviendo a los pobres, aprendemos los gustos de Jesús, comprendemos qué es lo que permanece y qué es lo que pasa.

Volvemos así a las preguntas iniciales. Entre tantas cosas penúltimas, que pasan, el Señor quiere recordarnos hoy la última, que quedará para siempre. Es el amor, porque «Dios es amor» (1 Jn 4,8), y el pobre que pide mi amor me lleva directamente a Él. Los pobres nos facilitan el acceso al cielo; por eso el sentido de la fe del Pueblo de Dios los ha visto como los porteros del cielo, los conserjes del cielo. Ya desde ahora son nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece, la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el amor.

 

© Editorial del Vaticano

 

 

 

17/11/2019-12:40
Raquel Anillo

Ángelus: "Rezar con amor por la persona que nos odia"

(ZENIT — 17 noviembre 2019).- "Cuando nos sentimos odiados, (debemos) orar con amor por la persona que nos odia", dijo el Papa Francisco en el Ángelus este domingo, 17 de noviembre de 2019.

Desde una ventana del Palacio Apostólico del Vaticano que da a la Plaza de San Pedro, el Papa introdujo la oración mariana al meditar sobre "la actitud del cristiano": "la esperanza en Dios, que permite no dejarse abatir por los acontecimientos trágicos".

Los cristianos "no pueden seguir siendo esclavos de temores y ansiedades; por el contrario, están llamados a habitar la historia, para detener la fuerza destructiva del mal ", dijo. "Nuestra vida no se puede perder porque está en sus manos", aseguró.

"El tesoro más preciado" es responder "al odio con el amor, al odio con el perdón", dijo el Papa a la gente refugiada bajo un bosque de paraguas.

AK

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Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico (cf. Le 21,5-19) nos presenta el discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos, en la versión propuesta por San Lucas. Jesús lo pronuncia delante del templo de Jerusalén, un edificio admirado por el pueblo por su grandeza y esplendor. Pero Él profetiza que de toda esa belleza y grandeza "no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida" (v. 6). La destrucción del templo anunciada por Jesús es una figura no tanto del final de la historia como del fin de la historia, del objetivo de la historia. En efecto, frente a los oyentes que quieren saber cómo y cuándo ocurrirán estas señales, Jesús responde con el típico lenguaje apocalíptico de la Biblia.

Utiliza dos imágenes aparentemente contrastantes: la primera es una serie de eventos que dan miedo: catástrofes, guerras, hambrunas, disturbios y persecuciones (vv. 9-12); la otra es tranquilizadora: "Ni siquiera un solo cabello se perderá....". (v. 18). En la primera, hay una mirada realista de la historia, marcada por calamidades y también por la violencia, por traumas que dañan la creación, nuestro hogar común, y también la familia humana que vive allí, y la propia comunidad cristiana. Pensamos en tantas guerras de hoy, en tantas calamidades de hoy.

La segunda imagen — adjunta en la seguridad de Jesús — nos dice la actitud que debe tomar el cristiano al vivir esta historia, caracterizada por la violencia y la adversidad. Y, ¿cuál es la actitud del cristiano?. Es la actitud de esperanza en Dios, que nos permite no dejarnos abrumar por los acontecimientos trágicos. Más bien, son "una oportunidad para dar testimonio" (v. 13). Los discípulos de Cristo no pueden seguir siendo esclavos de los miedos y las ansiedades; en cambio, están llamados a vivir en la historia, a frenar la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que para acompañar su buena acción siempre está la ternura providente y tranquilizadora del Señor. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios lo quiere. Es Él quien dirige nuestra existencia y conoce el propósito último de las cosas y los eventos. El Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, convirtiéndonos junto con Él, en agentes de paz y testimonios de la esperanza en un futuro de salvación y resurrección.

La fe nos hace caminar con Jesús por los caminos sinuosos de este mundo, con la certeza de que la fuerza de su Espíritu doblegará a las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, es más allá de la misma potencia, porque es Dios, porque Dios es amor. Hay ejemplos de mártires cristianos, mártires cristianos de nuestro tiempo, que son más que los mártires del principio, que a pesar de la persecución, son hombres y mujeres de paz, nos dan un legado para ser preservado e imitado: el Evangelio del amor y de la misericordia. Este es el tesoro más precioso que se nos ha dado y el testimonio más efectivo que podemos dar a nuestros contemporáneos, respondiendo al odio con amor, a la ofensa con perdón, porque en la vida cotidiana cuando nos sentimos ofendidos, sentimos dolor, pero cuesta perdonar.

Hay que perdonar con el corazón, cuando nos sentimos odiados, rezar con amor por la persona que nos odia.

Que la Virgen María sostenga con su intercesión materna nuestro camino de fe diaria, para seguir al Señor que guía la historia.

 

 

 

17/11/2019-13:40
Raquel Anillo

El Papa lamenta "la indiferencia de la sociedad hacia los pobres"

(ZENIT — 17 noviembre 2019).- El Papa Francisco lamentó la "indiferencia de la sociedad hacia los pobres": "Duele", dijo el Papa en el Ángelus este domingo 17 de noviembre de 2019, en la III Jornada Mundial de los Pobres.

Después de la oración mariana que presidió en la Plaza de San Pedro, agradeció "por las numerosas iniciativas a favor de los que sufren, de los necesitados": "esto debe mostrar la atención que nunca debe faltar con respecto a nuestros hermanos y hermanas ".

El Papa también le pidió a la multitud que rezara por su inminente viaje a Tailandia y Japón (19-26 de noviembre).

AK

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Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas!

Ayer en Riobamba, Ecuador, fue proclamado Beato el Padre Emilio Moscoso, sacerdote mártir de la Compañía de Jesús, asesinado en 1897 en el clima de persecución contra la Iglesia Católica. Que su ejemplo de religioso humilde, apóstol de oración y educador de la juventud, sostenga nuestro camino de fe y de testimonio cristiano. Aplaudamos al nuevo Beato!.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, que tiene como tema las palabras del salmo "La esperanza de los pobres nunca será defraudada" (Sal 9, 19). Mi agradecimiento a todos los que trabajan en las diócesis y parroquias de todo el mundo, han promovido iniciativas de solidaridad para dar esperanza concreta a las personas más desfavorecidas. Agradezco a los médicos y enfermeras que han servido en estos días en el Centro Médico aquí en la Plaza de San Pedro. Agradezco a tantas iniciativas en favor de la gente que sufre y los necesitados y esto debe testimoniar la atención que nunca debe faltar a estos hermanos y hermanas. He visto recientemente algunas estadísticas de pobreza, ¡que hacen sufrir!. La indiferencia de la sociedad hacia los pobres.

Saludo a todos los peregrinos que han venido de Italia y de diferentes países. En particular, saludo a la Comunidad Ecuatoriana de Roma, que celebra a la Virgen del Quinche;a los fieles de New Jersey y a los de de Toledo, España; las Hijas de María Auxiliadora procedentes de varios países y la Asociación Italiana de Acompañantes a los santuarios marianos en el mundo. Saludo a los grupos de Porto d'Ascoli y Angri; y a los participantes en la peregrinación de las Escuelas Lasalianas de Turín y Vercelli para la clausura de la tercera centenario de la muerte de San Juan Bautista de La Salle.

El próximo martes comenzaré el viaje a Tailandia y Japón, les pido por favor que oren por mi, por este viaje apostólico

Les deseo a todos un feliz domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Bueno almuerzo y adiós!

 

 

 

17/11/2019-15:39
Anne Kurian

Jornada de los pobres: "Siempre hay alguien más necesitado que nosotros"

(ZENIT — 17 noviembre 2019).- El Papa Francisco almorzó con unas 1.500 personas indigentes, refugiados, romaníes, enfermos, ancianos y discapacitados, en la Sala Pablo VI del Vaticano, en honor a la III Jornada Mundial de los Pobres celebrado el 17 de noviembre de 2019.

Antes de sentarse a almorzar, el Papa les deseó " la bienvenida": "Gracias por estar aquí", dijo. Deseo que el Señor nos bendiga a todos hoy: que Dios nos bendiga a todos en esta reunión de amigos, en este almuerzo, así como a sus familias".

Servido por unos cincuenta voluntarios, los invitados del Papa almorzaron lasaña, pollo con champiñones. Antes de irse al final de la comida, el Papa les dio su bendición, invitándonos a recordar que a nuestro lado, "siempre hay alguien más necesitado que nosotros".

 

 

 

17/11/2019-08:02
Isabel Orellana Vilches

Santa Rosa Filipina Duchesne, 18 de noviembre

«Primera americana canonizada, aunque de origen francés. Admirable apóstol en la reserva de los pieles rojas de Potawatomi, Kansas, quienes la denominaron `la mujer que siempre reza'. La oración fue sublime vía de comunicación»

Hoy dedicación de la basílica de san Pedro y san Pablo, la Iglesia celebra también la vida de esta primera americana canonizada.

Indudablemente, los sueños apostólicos no tienen fronteras cuando la voluntad humana se pliega a la divina. Y es que un apóstol jamás pone cotas a su acción. Tiempo y edad palidecen ante el torrente de gracia que Dios le otorga para llevar a cabo su misión. Esta francesa, hija del prestigioso abogado Pierre Frangois Duchesne y de Rose Euphrasine Perier, tenía 49 esplendorosos años cuando se embarcó en el proyecto de sembrar la fe en América. Tres décadas más tarde, a la edad de 72, se convirtió en un auténtico emblema espiritual para los pieles rojas de la reserva de Potawatomi en Sugar Creek (Kansas). Ellos la denominaban «la mujer que siempre reza», hermosísimo apelativo para un seguidor de Cristo y testigo suyo ante el mundo, claro indicio del impacto que les causaba el ejemplo de esta gran mujer.

Había nacido en Grenoble el 29 de agosto de 1769 en una familia acomodada de la que iba a surgir uno de los presidentes de la República francesa. Llevaba inscrito en su nombre de pila el ardor apostólico de dos grandes santos: Felipe apóstol y Rosa de Lima en quienes sus padres pensaron al imponérselo. Sus progenitores confiaron su educación a las religiosas de la Visitación, en Sainte Marie d'en Haut. Rosa vivía una gran caridad, era piadosa y devota del Sagrado Corazón de Jesús, tierra abonada para que calaran las enseñanzas del colegio, de modo que en su adolescencia tomó la resolución de integrarse en esa comunidad religiosa, que bien conocía. Tan rotunda era su convicción que no dudó en rechazar el matrimonio que sus padres fraguaron cuando tenía 17 años, y aunque no contaba con su autorización para hacerse religiosa, a los 18 ingresó en el convento. Eso sí, su padre se opuso a que profesara antes de cumplir los 25.

La vida de la santa dio un giro inesperado cuando las autoridades gubernamentales clausuraron el convento y expulsaron a la comunidad en medio de una convulsa situación política. De regreso al hogar paterno Rosa se involucró en acciones caritativo-sociales, socorriendo a pobres, enfermos y prisioneros. En 1801 adquirió el convento en el que había ingresado con objeto de dinamizarlo nuevamente, acompañada de otras jóvenes, pero no fructificó su proyecto. Y en 1804 se unió a la reciente fundación puesta en marcha por santa Magdalena Sofía Barat: las religiosas del Sagrado Corazón. Puso a su disposición el convento y un año más tarde profesó.

Toda la madrugada del Jueves Santo de 1806, mientras oraba ante el Sagrario, vivió una experiencia mística singular que impregnó su corazón con un profundo sentimiento misionero, acentuando el que ya poseía. Se vio místicamente transportada al continente americano, desbordada por intensísimo amor perfilado en momentos de la Pasión: « me veía después sola con Jesús o rodeada de una turba de niños negros, silvestres florecillas del bosque, sintiéndome más feliz en medio de ellos que cualquier potentado de la tierra en su corte...». Un instante sublime que le hizo revivir la gesta de otros insignes misioneros, san Francisco Javier y san Francisco de Regis, entre ellos, dejando su espíritu invadido por la paz y la urgencia apostólica: «... todo iba lo mejor posible; no tuvo cabida en mi corazón tristeza alguna, incluso santa, porque me parecía que se iba a hacer una aplicación nueva de los meritos de Jesús».

Hubiera querido volar hacia la misión, pero tuvo que esperar. Mientras, depuraba lo que podía entorpecer su vida espiritual. La madre Barat, conocedora de estos sentimientos y otros que bullían en su interior, aconsejó un periodo de espera en el que debía acrecentar su humildad, espíritu de abandono y desprendimiento de sí. Su certero consejo de que las «angustias interiores» únicamente las paliaría «buscando la gloria de Dios», ayudaron a Rosa a progresar en la virtud. Su momento de partir llegó en 1818. El prelado de Louisiana, monseñor Doubourg, requería la presencia de las religiosas, y Rosa emprendió el viaje junto a cuatro de ellas. La primera fundación, firmemente erigida en una modesta cabaña de madera, fue en Saint Charles, cerca de Saint Louis (Mississipi), y a ella siguieron otras cinco, además de la creación de una escuela gratuita en 1820. Su inquebrantable fe brillaba con especial fulgor en medio de las difíciles condiciones a las que hizo frente: miseria, hambre, frío, epidemias, inclemencias meteorológicas... Su espíritu de austeridad y entrega fue en todo momento heroico.

Fue relevada de su misión como superiora general en 1841, y quedó libre de responsabilidades para dedicarse por entero a los indígenas. La salud, hartamente quebrantada, tampoco fue óbice para responder a la demanda de un jesuita que juzgaba esencial su presencia en la reserva. Se desvivió por los enfermos y erradicó la lacra del alcoholismo. No estaba dotada para los idiomas, así que el lenguaje de la oración le permitió suplir esa deficiencia; fue su vehículo de comunicación y con él conmovió el corazón de los indios. Después de un año de intensa entrega entre ellos, dado su precario estado físico, regresó a Saint Charles en 1842. Diez años más tarde, el 18 de noviembre de 1852, murió. Fue beatificada por Pío XII el 12 de mayo de 1940, y canonizada por Juan Pablo II el 3 de julio de 1988.